Curando un corazón (+18)

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 11/12/2010
Fecha Actualización: 16/12/2010
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 14
Visitas: 137498
Capítulos: 26

Bella es una joven doctora, con una dolorosa infancia; Edward es un eminente cirujano que perdió lo que más quería en un accidente. ¿Qué ocurrirá cuándo se conozcan?


Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora.

Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, le pertenece Sarah-Crish Cullen,  yo solo la subo con su autorización, es otra de mis favoritas, espero les guste…


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Capítulo 26: Epilogo

 Seis años después...

-¿Te falta mucho?- interrogué a mi marido, una vez salimos del quirófano.

-No; pero debo quedarme para planificar los cuadrantes de la semana que viene; a lo sumo una hora o así-.

-¿Quieres qué te espere, o voy yendo a casa de tus padres?- pregunté mientras entrábamos en mi servicio.

-Vete yendo si quieres; cómo nos quedamos a cenar en casa de mis padres igual nos da- asentí de acuerdo.

-No tardes mucho- susurré; Edward me dedicó una de sus torcidas y sexys sonrisas, mientras se inclinaba para besarme.

-Prometido; hasta luego preciosa- observé cómo se alejaba, apoyada en el marco de la puerta. Dentro de dos meses celebraríamos nuestro séptimo aniversario de boda. No podía creer que el tiempo hubiera pasado tan rápido. Cada día seguía sorprendiéndome... y nuestro amor seguía fortaleciéndose día a día, con cada mirada, cada sonrisa, cada charla, cada discusión...

Eché una última ojeada a los preoperatorios del día siguiente. Hace un año y medio, por fin, terminé mi residencia... y ahora era anestesista adjunta del North-Union. Todavía recuerdo con una sonrisa el primer día que llegué, y vi por primera vez a todos mis compañeros.

Los roces y conflictos que hubo al principio con el equipo que llegó del San´t Anne´s Memorial, estaban más que superados; en parte, gracias a que Heather se marchó a Phoenix al casarse con un médico de allí; con los demás, las cosas iban muy bien. La que también se había ido del North-Union era Mandy. Ella había terminado su residencia hace tres años, y le habían ofrecido una buena oferta de trabajo en otro de los hospitales de San Francisco. La veíamos siempre que podíamos, o ella se pasaba a vernos.

Tyler, Ángela, la doctora Sanders... todos seguían igual que siempre. Seth y Leslie eran padres de un niño de cuatro años, llamado Ian.

Alice y Jasper, compañeros y nuestros mejores amigos, por fin cumplieron su sueño de formar una familia. Después de más de un año y medio de tratamiento, la pequeña Nathalie colmó de alegría a sus padres; y dos años después, con la esperanza ya perdida, Alice quedó embarazada de forma natural, y el pequeño Mathew completó la familia. Me despedí de ellos, que también terminaban su turno, y gracias a dios, el autobús vino enseguida. Edward se quedaba el coche, el mío lo tenía mi hermano en el taller.

El sábado comeríamos con ellos; habían pasado una semana de vacaciones en Forks, en casa de mis padres. Mi padre falleció hace un año, después de estar cinco años postrado en una cama articulada, sin poder moverse y hablar, como consecuencia del infarto cerebral que sufrió. Jake y yo no conseguimos perdonarle del todo, pero su muerte nos afectó mucho; mi madre le cuidó hasta el último día de su vida. Habíamos conseguido retomar la relación con ella, y en verano íbamos a Forks; a Edward le encantaba la tranquilidad y el clima del lugar, más llevadero que San Francisco, y los niños disfrutaban mucho allí, con María y mi madre, feliz y orgullosa abuela... de cinco nietos.

Cuándo Ethan tenía un año, y dado que Leah, médicamente inexplicable, no se quedaba embarazada, volvieron a iniciar los trámites de adopción, ya que no querían que Mailin se criara sola. El nuevo miembro de la familia fue una preciosa niña, también vietnamita, llamada Sarah.

El viaje en autobús, gracias a dios, fue rápido, y enseguida llegué a casa de mis suegros. Nada más tocar el timbre, oí carreras y risas por detrás de la puerta. Megan abrió, lanzándose a mis brazos; ya tenía ocho años, y cada día que pasaba crecía más y más, poco a poco se iba convirtiendo en una señorita... y era el ojito derecho de su padre, que seguía llamándola princesita. Él y Megan tenían una complicidad especial. Todavía no le habíamos explicado que Edward no era su padre biológico, era muy pequeña aun, pero siempre tuvimos claro que cuándo lo pudiera entender se lo contaríamos. Edward, en contadas ocasiones, tenía sus temores... pero yo sabía que eso no cambiaría la relación que tenían; ella no había conocido otro padre más que él.

-Hola mamá- me saludó alegremente.

-Hola, ¿qué tal el cole?- interrogué después de darle un beso y mientras Esme salía a darme la bienvenida. Las tres fuimos directas a la cocina, hasta que un torbellino con el pelo color cobre se abalanzó sobre mí.

-¡Mamá!- cogí en brazos a Ethan, que ya con seis años y medio, pesaba lo suyo.

-Hola campeón, ¿qué has hecho en el cole?- le interrogué.

-Estamos aprendiendo a sumar con decimales y...- Megan le cortó, sonriendo con malicia.

-Pero la señorita Straund le ha castigado- suspiré con paciencia.

-Ethan, ¿qué has hecho?- miraba a mi hijo con una ceja arqueada. Era muy extrovertido y cariñoso... pero un auténtico torbellino, inquieto y revoltoso, que nos traía locos a su padre y a mi.; juntar a Emmet, Jake y Ethan más de dos horas en una misma habitación era totalmente desaconsejable, a veces los tíos eran peor que el sobrino.

-Es que Daniel me insultó- se justificó, encogiéndose de hombros y poniendo uno de los pucheros que había visto hacer a Edward y Emmet.

Después de darle una pequeña regañina, y dado que ya había terminado su tarea, le di permiso para salir al jardín. Allí estaba Carlisle, ejerciendo de orgulloso abuelo. Lo saludé con una sonrisa, cuándo otro terremoto de cabellos revueltos, pero esta vez de color castaño, y con unos familiares ojos verdes, corrió hacia mí.

-¡Mami, mami!- alcé en brazos a mi pequeño Adrien, colmándole de besos. Tenía dos añitos, y era tímido y adorable. Esta vez fue un niño buscado y deseado... y se vio desde la segunda ecografía que era un chico, de modo que no tuvimos ninguna sorpresa. Edward estaba más que encantado y feliz con sus campeones y su princesita... pero cómo decía su hermano, parecían que tenían los bichitos cambiados, ya que Edward quería niñas, y Emmet niños... pues todo al revés.

Emmet y Rosalie se casaron dos años después que nosotros... y eran padres de unas preciosas muñequitas de tres años, rubias y de ojos azules. Dos gemelas idénticas a su madre, llamadas Eileen y Ashley. Al momento de saberse el doble embarazo de Rose, mi cuñado literalmente se volvió loco, llenando su casa de balones de baloncesto, de rugby, de coches de juguete... incluso puso una canasta en el jardín.

El día que le dijeron que eran dos niñas, nadie pudo contener las carcajadas, empezando por su esposa. Ahora babeaba con sus reinas, cómo el las llamaba, y gruñía a sus compañeros de colegio si se acercaban mucho a ellas.

Esme, Carlisle y yo nos sentamos en el jardín, tomando un café, mientras mis hijos se acomodaban en la sala, para ver los dibujos animados. Cada vez que nos juntábamos todos en casa de Esme, a lo que la mayoría de las veces se unían mi hermano, o con Jasper y Seth y sus respectivas familias, las casas parecía una guardería.

Mi suegro me preguntaba con frecuencia por el hospital; hacía pocos meses que se había retirado, y ahora tanto él como Esme se dedicaban a consentir a sus nietos; la verdad es que no se qué haríamos sin su ayuda, eran estupendos.

Media hora después, oímos el timbre, y cómo Megan y Ethan corrían a abrir la puerta. Oí que saludaban a Edward, que apareció al de cinco minutos por la terraza, con Adrien en sus brazos. Su padre le susurraba al oído, y el pequeño, con las mejillas sonrosadas, asentía tímidamente. Después de saludar a sus padres y de darme un pequeño beso, se sentó con el niño encima suyo.

-¿Cómo se han portado?- preguntó a su madre.

-Son unos angelitos- le dijo ella.

-Han castigado a Ethan en el cole- le expliqué con una pequeña sonrisa.

-¿Por qué no me sorprende?- murmuró divertido -se ha peleado con alguien- dedujo sabiamente. Asentí con la cabeza.

-Igualito que Emmet a su edad- decía su padre, divertido.

-Por los menos él ha salido más tranquilo, ¿verdad cariño?- le decía Edward a Adrien, ganándose una tímida sonrisa por parte del pequeño.

-¿Va a veni el tío oso?- interrogó a su abuela.

-Deben estar al llegar- le explicó Esme; mi hijo asintió, bajándose del regazo de su padre y subiéndose en el columpio; al de un rato aparecieron Megan y Ethan, que fueron a reunirse con su hermano.

Esme y Carlisle se metieron a la cocina, para empezar a preparar la cena. Edward y yo nos quedamos de pie, mirando a nuestros tres hijos.

-No se cansan nunca- murmuré divertida. Edward negaba con la cabeza, rodeándome con sus brazos.

-Y lo que lo digas... pero es bonito verlos crecer- añadió con una sonrisa

Suspiré de nuevo, asintiendo, cerrando los ojos y pasando mis manos por los brazos de mi marido, que me rodeaban la cintura. Sentí que besaba mi cabeza, y sonreí enamorada... siempre me decía que yo había curado su corazón... al igual que él lo hizo con el mío.

 

Capítulo 25: Una casa de locos

 
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