EL CASTIGO (+18)

Autor: Sasha_amane
Género: + 18
Fecha Creación: 22/03/2015
Fecha Actualización: 31/03/2015
Finalizado: NO
Votos: 8
Comentarios: 12
Visitas: 9511
Capítulos: 5

A pesar de su diferencia de edades todo era perfecto, eran almas gemelas. Se amaban con locura, sus padres aprobaban su relación y tenían todo para ser felices hasta que Isabella escucha una conversación donde Edward dice que ya no la ama. Decide desaparecer de la vida de su amado, haciéndose pasar por muerta y huyendo a otra ciudad para comenzar una nueva vida con el bebé que crecía en su vientre, sin sospechar que aquel engaño destruiría por completo a Edward, convirtiéndolo en un hombre muy diferente al que ella conoció. Era un ser vacío por dentro, depresivo y con pensamientos suicidas pero cuando descubra la mentira en la que vivió se convertirá en un hombre obsesivo, paranoico y controlador que hará lo que sea para retener y castigar a Isabella, la mujer que lo mató en vida.  

 

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Espero que les agrade la nueva locura que se formó en mi cabecita :D espero que se unan al club de las camareras castigadas je je. 

 

 

 

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Capítulo 2: Mia

Capítulo 2: Mía

 

Edward llevaba horas en el centro comercial con su hermana y sinceramente estaba harto. Tenía trabajo que hacer y Alice lo estaba haciendo perder el tiempo.

 

<< Maldita la hora en que apostamos en la final del Super Bowl>> pensó. Si los Colts no hubiesen ganado, ahora mismo estaría en casa y Emmett en su lugar. Acababan de mudarse y estaba agotado pero Alice parecía una niña de cinco años a la que jamás se le acababa la energía.

 

—    Ya casi terminamos, solo falta esta tienda— su hermana hizo un puchero.

 

—    Eso has estado diciendo desde hace cinco tiendas— gruñó Edward y Alice besó su mejilla.

 

—    Te prometo que esta es la última ¿Sí?

 

—    Más te vale, ya no puedo con las bolsas— no mentía. El cargar las bolsas tanto tiempo ya le estaba cobrando factura. Deseaba dejarlas por algún lugar y recuperar la circulación.

 

—    Eres una nena— Alice puso los en blanco. Edward masculló un improperio por lo bajo. Tenía diez bolsas en cada mano como mínimo y algunas las llevaba colgadas en los hombros porque sus antebrazos ya estaban ocupados. Solo le faltaba llevar una bolsa en la boca para ser oficialmente una mula de carga.

 

Alice comenzó a saltar emocionada por algo que Edward desconocía y dieron vuelta a la izquierda para entrar al local que era más amplio de lo que parecía. Alice corrió y desapareció de su vista a los pocos segundos. Edward suspiró con alivio pensando que aquella era su oportunidad para dejar las bolsas. Buscó un lugar apartado de la gente y lo hizo, sonriendo como un idiota por la sensación de alivio que lo embargó.

 

—    ¿Puedo ayudarlo en algo?— le preguntó una vendedora bastante atractiva. Edward sonrió seductoramente lo cual dejó sin aliento a la rubia.

 

—    No gracias, estoy esperando a mi novia— respondió Edward, observando la decepción de la vendedora. No sabía por qué, pero últimamente  rechazaba a cuanta mujer se le acercara. Y no, no era porque se le estuviese volcando la canoa como dijo Emmett al ver a  Edward rechazar a una mujer en el aeropuerto. Quería mantenerse soltero por algún motivo que no alcanzaba a comprender. Él no era un hombre que tuviese aventuras pero tampoco rechazaba los coqueteos de las chicas cuando era libre. Se había acostado con algunas, por supuesto, pero todas las que pasaron por su cama fueron sus novias y aunque no amó a ninguna, podía presumir de ser una persona fiel y respetuosa.

 

—    ¡Edward!— el grito desesperado de su hermana lo alertó y salió al pasillo principal para encontrarse con una histérica Alice.

 

—    Nena, ¿qué te pasa?— le preguntó preocupado. Alice estaba al borde del llanto.

 

—    ¿Te acuerdas de la chica que soñé que era tu novia?

 

—    Sí…— susurró. Edward había quedado enamorado del rostro que Alice dibujó para explicar su sueño. Aquel dibujo lo colocó en su cuadro de notas importantes. A Alice le dijo que le parecía muy lindo pero el sentimiento que Edward experimentaba al observarlo era más intenso de lo que él admitía en voz alta—. ¿Qué sucedió?

 

—    Acabo de ver a esa chica, Ed…

 

—    ¿Qué?— el corazón de Edward se aceleró de forma inexplicable.

 

—    Eso mismo me dijo ella— Alice rió como si estuviera loca y Edward empezó a temer por la salud mental de su hermana.

 

—    Alice ¿te sientes bien?— le tocó la frente para comprobar que no tuviera fiebre pero estaba helada.

 

—    Vamos a los probadores, allá está ella…

 

—    Déjame ir por las bolsas

 

Alice asintió con la mirada perdida y eso preocupó a Edward pero no dijo nada al respecto y fue por las bolsas. De manera inesperada, Alice empezó a ayudarle a levantarlas, quedándose con algunas.

—    Vamos, no hay tiempo que perder— instó y ambos caminaron hacia los probadores. Edward estaba muerto de curiosidad aunque no quisiera admitirlo. Pronto llegaron a éstos y Alice chasqueó la lengua, frustrada.

 

—    No está, se fue…

 

Una chica morena que llevaba un vestido negro les dedicó una mirada asombrada. Edward casi puso los ojos en blanco. Toda la gente los miraba de esa forma desde que eran unos niños.

 

—    Ángela ¿qué tal me veo?— aquella voz hizo que Edward volteara a ver a la preciosa chica que salía del vestidor con un corto vestido azul que remarcaba sus curvas y hacia ver sus piernas bastante largas.

 

Su pulso se aceleró de nuevo pero esta vez con más intensidad. Era ella, la chica del dibujo.

 

—    Eres lo más hermoso que he visto en la vida— se atrevió a decir y entonces ella levantó la vista. Cuando sus ojos color chocolate se encontraron con los suyos Edward entendió el porqué de su existencia. Su razón de ser se encontraba allí, a tan solo unos pasos de distancia. Quería abrazarla, tocar esa piel blanca que parecía tan suave, besar aquellos pequeños labios rojos. Esa mujer tenía que ser suya sí o sí. Ya nada importaba para él más que la persona a quien miraba—. Y eres mía

 

Las mejillas de la chica se tiñeron de rojo lo cual le encantó a Edward. Parecía una muñequita de porcelana que lo miraba con miedo y eso le provocó dolor en lo más profundo de su alma. No deseaba causarle miedo, sino amor, la sensación de haber encontrado su lugar en el mundo porque eso era lo que él sentía por ella. La amaba, no sabía cómo, pero lo hacía.

 

Aquella muñequita dio media vuelta como tratando de escapar y se encerró en el probador. Edward soltó las bolsas que sostenía en las manos y avanzó a grandes zancadas para abrir la puerta del probador y meterse en él. No le importaba nada.

 

***

Bella se sonrojó como nunca antes en la vida. Aquel hermoso desconocido había dicho que era de él. Sintió ganas de huir pero no podía echar a correr ya que terminaría siendo arrestada por fugarse sin pagar el vestido. Su única opción era el probador y dio media vuelta para meterse en él rápidamente. Al entrar se sintió a salvo pero aquella sensación no duró mucho ya que vio por el espejo como aquel chico con rostro de ángel se metía. Isabella dio media vuelta, con la respiración acelerada al igual que él. Ninguno de los dos dijo nada, simplemente se miraron a los ojos.

 

Él toco su mejilla y ambos se estremecieron ya que sintieron como una especie de corriente eléctrica recorría cada centímetro de su piel. Ella no sabía lo que estaba ocurriendo pero fuese lo que fuera era algo bastante fuerte.

 

—    ¿Qué está pasando?— preguntó asustada y él le sonrió. Bella observó aquel rostro perfecto y se sintió mareada porque olvidó como respirar. Si había pensado que aquella mujer era la persona con el rostro más hermoso que hubiese visto, se había equivocado. Él era la perfección en persona.

 

Tenía el cabello cobrizo y este estaba despeinado, pero de forma que ella catalogaba como sexy y también tenía los ojos dorados y perturbadores iguales a los de su acompañante y supuso que podrían ser parientes.

 

—    Te encontré, es eso lo que está pasando— respondió él. Su acento era bastante distinto al de ella y sabía lo suficiente del idioma para determinar que aquel inglés era británico. 

 

Isabella iba a preguntar a qué se refería con eso cuando de pronto la puerta fue abierta.

 

—    Edward, sal de ahí— le dijo la chica de cabello corto. El tal Edward negó con la cabeza y siguió mirándola.

 

—    Hazle caso a tu novia— murmuró Bella y él gruñó.

 

—    No es mi novia, es mi hermana— le aclaró y Bella se sintió aliviada por alguna extraña razón.

 

—    Vámonos, van a descubrirte ¡carajo!

 

La hermana de Edward abrió más la puerta e intentó jalarlo del brazo pero él ponía resistencia.

 

—    No me iré de aquí hasta que no me digas donde puedo encontrarte— le advirtió a Bella.

 

—    ¿Podrías dejar que me ponga mi ropa primero?— preguntó Isabella y el chico asintió antes de dar un paso atrás y salir del probador. Bella se vistió pero cuando salió ellos ya no estaban y sintió un enorme vacío.

 

—    Dios mío, Bella ¡le gustaste!— chilló Ángela y Bella frunció el ceño—. Y es el hombre más hermoso de la historia, que envidia, creo que voy a luchar por él y seremos rivales

 

—    ¿Qué?— miró a su amiga con incredulidad y Ángela se echó a reír.

 

—    Joder, Bella ¿cómo crees que voy a hacer eso? Además, por más bueno que este el tipo prefiero seguir siendo soltera

 

—    ¿Podemos irnos?— preguntó Isabella sintiéndose muy aturdida.

 

—    Sí, ¿A dónde quieres ir?

 

—    A casa, quiero ir a casa

 

—    ¿Estás loca? Tu hermana te va a matar… falta un buen rato para que nos encontremos con ella

 

—    Entonces vamos por algo de comer

 

—    Bella, ¿qué te pasa? ¿te sientes bien, cariño?— Ángela la observó preocupada y Bella asintió a duras penas.

 

—    Estoy bien— susurró.

 

—    No me digas que estás así por lo que pasó con ese chico. Solo le gustaste. No tiene por qué pasar nada si tú no quieres

 

—    Además no le dije dónde puede encontrarme así que todo estará bien— aquello lo había dicho para tratar de tranquilizarse.

 

—    Bueno, vamos a comer… quiero una hamburguesa o cualquier alimento salado porque de dulce ya tuve suficiente por hoy

 

Un rato más tarde estaban en el área de comida, ordenando una hamburguesa para Ángela y una soda para Bella. Su mente no podía dejar de recordarle lo que había pasado pero trató de disimular para que Ángela no la riñera.

 

—    Y es por eso que odio al profesor y me alegra bastante que se jubile— le contaba Ángela. Bella asintió pero lo cierto era que no había escuchado ni una sola palabra de la anécdota de su amiga—. No me estás escuchando—no era una pregunta sino una afirmación y Bella sonrió avergonzada.

 

—    Lo siento— se disculpó y Ángela hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

 

—    No te preocupes, de hecho me alegra. Estás pensando en ese chico…

 

Isabella se ruborizó a más no poder y Ángela se echó a reír.

 

—    No pienso en él— mintió.

 

—    Sí, claro…

 

—    No le digas a Jessica lo que pasó— rogó Bella—. Jamás volveré a verlo, así que no tiene caso…

 

—    ¿Sabes? Presiento que van a volver a verse— dijo Ángela con mucha seguridad. Bella arqueó una ceja—. No me mires así, solo es un tonto presentimiento, puede que me equivoque

 

Aquello tranquilizó a Bella un poco. La hora y media que quedaba para encontrarse con Jessica y Mike, la pasaron hablando sobre cosas de la escuela ya que Ángela pensó que eso podría ayudar a Bella a distraerse y lo logró. A Bella le encantaba estudiar y eso era lo más importante en su vida después de su familia en donde incluía a Ángela a pesar de que no las uniera ningún lazo sanguíneo.

 

—    Creo que ya es hora de encontrarnos con los chicos— anunció Bella mientras sacaba su celular del bolsillo y antes de que pudiera marcar éste vibró y en la pantalla apareció el nombre de Jessica—. Jess, iba a llamarte— contestó y se puso tensa cuando escuchó el sollozo de su hermana.

 

—    Bella, te estoy esperando en la salida, apresúrense, quiero ir a casa

 

—    ¿Qué pasó?

 

—    Ven a la salida, por favor, ahora te cuento. Adiós— colgó y Bella miró a Ángela con el ceño fruncido—. Mi hermana estaba llorando, debemos ir a la salida, nos está esperando

 

—    Está bien, vamos

 

Ángela y Bella se dirigieron a la salida de forma apresurada. Ambas estaban preocupadas por Jessica y su preocupación fue mayor cuando la vieron con el maquillaje arruinado y frotándose la mejilla izquierda.

 

—    ¡Jessica!— exclamó Bella y corrió para abrazar a su hermana quien lloraba desconsoladamente—. ¿Qué pasó?

 

—    Mike se enojó conmigo cuando le di la noticia

 

—    ¿Qué noticia?— inquirió Ángela. Jessica soltó a Bella y la miró con vergüenza.

 

—    Estoy embarazada, tengo dos meses— confesó e Isabella sintió que la sangre huía de su rostro.

 

—    ¿Qué?— masculló Bella con incredulidad y miedo—. ¿Cómo que embarazada?

 

—    Sí, no sé por qué te sorprendes si ya sabías que Mike y yo estuvimos juntos

 

—    ¡Pero pensé que se protegían!— gritó Isabella.

 

—    No lo hacíamos — admitió Jessica—. Pero fue porque él lo decidió así y ahora que le di la noticia, me dio una bofetada, se enfadó muchísimo y me culpó

 

—    Ah no… yo lo mato— dijo enojada. Estaba molesta con su hermana pero a Mike le arrancaría la cabeza en cuanto lo viera

 

—    Maldito hijo de puta— masculló Ángela—. ¿Cómo se atreve?

 

—    Chicas, esto es muy difícil para mí— sollozó Jessica—. No sé qué hacer, mis padres van a matarme, Mike no me quiere más…

 

—    Van a matarnos— la corrigió Bella—. Yo te ayudé para que vieras a Mike muchas veces

 

—    Lo sé, pero yo no voy a echarte al agua, cariño, no fue tu culpa—le respondió Jessica con dulzura pero sin dejar de llorar.

 

—    Ni creas que voy a dejarte sola en esto. Las dos seremos castigadas, pero eso sí, debes tener al bebé

 

—    Te amo, hermanita— Jessica volvió a abrazarla—. Y claro que voy a tenerlo, es mi hijo y lo amo y sé que Mike no me ama más, pero…

 

—    ¡No digas eso, Jess!— gritó Mike detrás de ella. Jessica no volteó a verlo y gimoteó.

 

—    ¡Largo de aquí!— vociferó Ángela—. Maldito poco hombre ¿cómo te atreves a pegarle a una mujer? Y ella no es cualquier mujer ¡es la madre de tu hijo!

 

—    Hazme el favor de largarte, infeliz, vas a pagar caro lo que le hiciste a mi hermana— le dijo Bella y Mike sollozó.

 

—    Jess, sé lo que hice y lo siento mucho. Te amo muchísimo a ti y al bebé, pero tuve miedo

 

Jessica volteó a verlo y Bella esperaba que corriera a sus brazos y se reconciliaran pero lo que respondió su melliza la dejó atónita.

 

—    Te vas a la mierda, Newton, para mí no existes más

 

Bella y Ángela se miraron con los ojos muy abiertos y después observaron a Mike quien palideció ante las palabras de su novia.

 

—    Jessica, no me digas eso, te lo ruego, yo te amo y si necesitas que me arrodille para que me perdones lo voy a hacer

 

—    No hace falta, aunque lo hagas no voy a perdonarte, ahora largo

 

—    Vas a arrepentirte por esto, Jessica— masculló él con una sonrisa siniestra antes de dar media vuelta e irse.

 

A Jessica le fallaron las piernas y Bella la sostuvo para que no se cayera.

 

—    Nena, tranquila, todo estará bien, me tienes a mí y jamás te dejaré sola ¿lo entiendes? Mike no te hará daño— Jessica asintió levemente.

 

El camino de regreso a casa fue bastante silencioso. Jessica lucía apagada, sin vida y eso le dolía a Bella como si ella misma lo estuviese viviendo. Eran mellizas y tenían una conexión especial que pocos entendían y si una sufría la otra también lo hacía.

 

—    Nena, disimula un poquito, papá notará que algo te pasa y mamá se va a poner histérica

 

—    No puedo disimular, Bella, me siento terrible

 

—    No puedes estar así, piensa en el bebé

 

Bella entrevió la mirada asombrada del taxista por el espejo retrovisor pero por fortuna este no hizo ningún comentario. Cuando el taxi estacionó frente  a la casa, Bella pagó al taxista y ayudó a su hermana a bajar del vehículo.

 

—    Disimula un poco, por favor— pidió de nuevo a su hermana cuando se estaban acercando a la casa. Jessica hizo una leve inclinación de cabeza y Bella supo que su hermana haría su mejor esfuerzo.

 

***

 

—    Alice, por favor dame ese número— rogó Edward por millonésima ocasión.

—    No, Edward, no creo que sea conveniente que le llames ahora

 

—    ¿Y por qué no?

 

—    Acabas de conocerla y además vamos a meter en problemas a su amiga. Ella fue muy amable en darnos el número y el nombre completo de Isabella

 

Edward suspiró con resignación. No había poder humano que la convenciera. Sintiéndose derrotado subió a su habitación a la cual le faltaban todavía unos muebles ya que habían llegado a Chicago tres días atrás. Esme, su madre, estaba histeria porque aún no llegaban los muebles que había comprado por internet y estaba de un humor de perros.

 

El único de los tres hijos que no vivía con sus padres era Emmett ya que éste estaba casado con una guapísima modelo llamada Rosalie Hale. Ambos eran muy felices y estaban esperando a su primer bebé lo cual tenía como locos a los cuatro abuelos de la criatura.

 

Ahora él estaba loco, pero por otra razón. Su vida había cobrado sentido en cuanto vio aquellos ojos oscuros y deseaba con toda su alma volver a verla. Estaba enamorado como un imbécil y jamás dejaría de amarla. Algo le decía que su destino era estar con ella.

 

Caminaba de un lado a otro, jalando su pelo con frustración. Necesitaba verla, escuchar su voz y confirmar que aquella chica no era un sueño o una alucinación. Tenía que convencer a Alice de que le diera dinero.

 

—    Piensa, Edward… Alice debe querer algo— susurró para sí mismo y se detuvo de golpe, recordando lo que Alice deseaba: un Porche amarillo—. Bingo…

 

Edward salió de su habitación y bajó a la sala donde Alice estaba sentada con la computadora entre las piernas, haciendo una tarea de la universidad a la que ahora existía. Se sentó al lado de ella y tomó aire antes de hablar.

 

—    Alice… tú quieres un Porche ¿cierto?

—    Sí, uno amarillo, pero papá no me lo quiere comprar porque reprobé contabilidad el semestre pasado— contestó con tristeza.

 

—    ¿Qué estarías dispuesta a hacer para tenerlo?— inquirió.

 

—    Portarme bien y no volver a reprobar— contestó—. Sé lo que intentas, Edward y déjame decirte que…

 

—    Ya sé, ya sé. No vas a darme el número ni aunque esté dispuesto a comprarte el Porche y asuma toda la responsabilidad

 

—    ¿En serio vas a comprarme el auto?— gritó Alice. Por suerte sus padres estaban en una cena y no escucharían esa conversación—. Pensé que querías convencer a papá para que me lo compre

 

—    Claro que no, princesita, yo te lo compraré mañana mismo, pero solo si tú colaboras conmigo

 

—    Ya mismo tendrás el teléfono de esa chica. Ahora vengo— dejó la computadora en la mesa de centro y subió a la habitación chillando como una adolescente. Bueno, es que en realidad le quedaba un poco de adolescencia puesto que solo tenía veinte años.

 

Edward sonrió con satisfacción. Al fin escucharía la voz de su muñequita de porcelana. Era bastante joven para él pero no le importaba nada. Solo deseaba estar con ella por el resto de su vida.

 

***

 

—    ¿Por qué no me lo habías dicho?— le reprochó Bella a su hermana cuando estuvieron en la habitación de Jessica. Sus padres por fortuna, no habían notado nada extraño en ella hay que fingió bastante bien.

 

—    Porque me enteré hace poco y quería que Mike fuera el primero en saberlo— respondió cabizbaja y Bella besó su cabeza.

 

—    Bueno, está bien, pero espero que hayas planeado decirme a mi después ¿eh?

 

—    Por supuesto que sí… eres mi melli, la persona en la que más confío en este mundo…

 

—    ¿Cuándo vas a decírselos a nuestros padres?

 

Jessica la miró horrorizada.

 

—    Se te notará algún día— le recordó Bella.

 

—    Lo sé, pero dame un tiempo para decírselos ¿sí?

 

—    No soy yo quien debe darte un tiempo, eres tú quien decide cuando decírselos

 

—    Quizá cierto niño se los diga antes— Jessica puso los ojos en blanco lo cual hizo reír a Bella.

 

—    Mamá lo llevó a su entrenamiento de futbol, no nos está escuchando

 

—    Bien, iré a darme una ducha, hermanita… me siento sucia

 

—    Está bien, mmm… ¿no quieres que te prepare un té?

 

—    No gracias, Belly, ve a descansar, estaré bien

 

—    Vale— Bella se acercó a su hermana y volvió a abrazarla con fuerza para infundirle ánimos. Luego de soltarla salió de su habitación y se encerró en la suya para luego dejarse caer sobre su cama. De pronto escuchó la vibración de su celular en la bolsa y corrió para contestar a tiempo.

 

—    Isabella— la voz al otro lado de la línea dejó paralizada—. Isabella, contéstame…

 

—    ¿Qué demonios quieres, Mike? — preguntó enfadada—. Ya sé que no vas a apoyar a mi hermana pero me tiene a mí

 

—    Yo estoy con ella también

 

—    Eso no es cierto, tú no la quieres

 

—    La amo más que nada Belly… dile que me responda el teléfono

 

—    No me digas Belly, ya no somos amigos y no, ella se está duchando en este momento

 

—    Por favor, cuídala, no quiero que le pase nada— imploró el chico. Bella podía percibir la angustia en su voz pero no sintió lastima por él.

 

—    Eso haré, yo sí quiero a mi hermana

 

—    Y yo la amo

 

—    Si la amaras no le habrías pegado…

 

—    Bella, le di una bofetada porque estaba histérica, nos estábamos peleando y se puso como loa. Sé que no vas a creerme pero de todas formas…

 

—    No, si te creo— lo interrumpió Bella. Jessica tenía ataques de histeria cuando se enfadaba demasiado y no pocas veces sus padres consideraron enviarla a un hospital psiquiátrico pero Mike no tenía conocimiento de ello.

 

—    Ayúdame a reconciliarme con Jess, te lo pido por favor…

 

—    No. Además de golpearla, la amenazaste

 

—    Sí, y pienso cumplir mi amenaza si no me perdona. Mañana mismo iré a hablar con tus padres y les diré lo que está pasando

 

—    ¿Qué? ¿Estás loco?

 

—    Sí, estoy harto de que nos veamos a escondidas, quiero que Jessica se case conmigo cuanto antes

 

—    ¿Casarse? ¿Qué mierda tienes en la cabeza? ¡solo tiene dieciséis!

 

—    Eso no me importa, lo sabes bien. ayúdame por favor, quiero arreglar las cosas con ella y juntos darle la noticia a tus padres

 

—    Está bien, voy a ayudarte, pero su vuelves a hacer llorar a mi hermana no voy a dudar en castrarte

 

—    Está bien— respondió Mike sin titubear—. Dedicaré mi vida a hacerla feliz y si llega a derramar una sola lágrima de tristeza por mi culpa tienes permiso de castigarme de la forma que te plazca

 

—    Ja, créeme que lo haré

 

—    Gracias por ayudarme, te quiero mucho, Belly… eres la mejor cuñada del mundo

 

—    Yo ahora mismo te detesto— masculló ella.

 

—    Lo sé y lo merezco— dijo Mike con tristeza.

 

***

 

Edward estaba furioso. Llevaba cerca de veinte minutos intentando marcar al número de esa chica y siempre obtenía el mismo resultado “el número que usted marcó se encuentra ocupado”. Gritó y arrojó su celular a la cama mientras su mente lo torturaba con imágenes de ella hablando con su novio, sonriendo de forma estúpida y sonrojándose cada vez que le recordaran lo hermosa que era.

 

<< Más le vale no tener un novio>> pensó. Isabella debía ser suya y así sería; haría lo que fuese necesario para conseguirlo, incluso asesinar a ese novio.

 

—    ¿En qué demonios pienso?— murmuró angustiado—. Yo no soy un asesino…

 

<< Pero si asesinarías a quien sea con tal de tenerla>> le dijo su subconsciente y asintió, dándole la razón.

 

Decidió dejar de llamarla y hacerlo más tarde, cuando ya no estuviese hablando con su novio. Apretó la mandíbula y sus instintos asesinos afloraron de nuevo en su interior. Le hervía la sangre solo de imaginarla tomada de la mano con un chico. Él jamás  había sido posesivo con nadie pero con esa niña con la que apenas había cruzado unas cuantas palabras, lo era y mucho. 

Capítulo 1: Destino Capítulo 3: Te amo

 


 


 
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