Sed de Venganza

Autor: Ness
Género: + 18
Fecha Creación: 13/11/2014
Fecha Actualización: 12/02/2016
Finalizado: NO
Votos: 3
Comentarios: 16
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Capítulos: 57

 

Todos van a pagar, todos. Los que me empujaron al abismo, los que no me ayudaron, los que celebraron mi caída sin piedad. Son doce rostros, doce nombres que me han dado fuerza para no morir.

 

Elizabeth Masen, Eleazar Delani, su esposa Carmen, su hija Tanya, Tyler Crowley, Alec, James Hide, Demetri, Jane Demons, Aro Vulturi, su hijo Jasper y el traidor de...Edward Cullen. Ellos mataron todo aquello que algún día fui, pero no acabaron conmigo del todo, no, porque antes tengo que verlos caer. Y no habrá piedad, lo juro por mi padre...¡Lo juro!

 

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer. La historia a Telemundo.

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Capítulo 36: CAPÍTULO 35

Habían pasado varios días y Carmen seguía desaparecida, nadie sabía donde estaba....eso me tenía bastante inquieta,¿Qué habrá sido de ella?Después de aquella conversación no la volví a ver.

FLASHBACK

Llegó a mi casa con una maleta y la cara llena de lágrimas. Sabía que esa mujer estaba hundida, sabía que mi venganza la había llevado allí. Había conseguido subirla a lo más alto, había revelado su romance secreto y después había dejado que el mismo pueblo se ocupara de ella.

Carmen era el núcleo de los chismes del pueblo en este momento, su mascara de mujer decente había caído y ya se sabía que aquella mujer tan digna y tan superior, andaba de cama en cama con el comisario del pueblo. Su marido la había echado de casa y no le daban su lugar en ningún sitio.

- No me rechaces...-dijo llorando.- tu no, por favor.

Puse mi mejor cara de poker.

- No lo haré.-dije y ella tomó mis manos agradecida.

- Yo sabía que tu eras mi amiga.-dijo sonriendo tristemente.- eres lo único que me queda.

Me abrazó llorando en mi hombro y lo la separé de mí con la escusa de traerla un te. Sue disfrazada nos acercó dos tazas al salón sin mediar palabra, solo observaba, después de unos minutos se marchó.

- Está delicioso.-dijo Carmen dando un sorbo. Yo hice lo mismo.- Eso era lo que me hacía falta, una bebida caliente.

- Me alegra que lo disfrutes.-dije con tono amistoso.

- ¿Sabes Verónica?Eres la mejor amiga que he tenido en mucho tiempo...-dijo mirándome sincera.- Tengo que contarte todo lo que ha pasado.

- Ya lo sé...-dije suspirando.- Todo el pueblo habla de eso.

- Espero que no creas todas esas cosas que dicen de mi.-dijo agachando la cabeza.

- Si el río suena...es porque agua lleva.-la dije encogiéndome de hombros.- ¿Por qué no debería de creerles?

- Porque yo siempre he sido una mujer intachable...y una vida de honradez no se puede ir por la borda por un segundo de...-se paró y sacudió la cabeza. Ni siquiera iba a contarme la verdad.- En resumen, no me pueden tratar como una cualquiera.

Era hora de hacerla entender. Era hora de darla su sentencia y mi veredicto.

- Eso hicieron con Isabella Swan.-dije recordándoselo.-La juzgásteis implacablemente, ¿No?

- No hay comparación, a la minera se la juzgo como lo que era...una escoria, y ese no es mi caso.-dijo molesta. Esta mujer no reconocía su error ni aunque la haya puesto en mis zapatos.- Entre esa mujer y yo hay un mundo de diferencia.

Cuadré los hombros y la fulminé con la mirada.

- No se si un mundo...-dije pensativa.- pero si una gran diferencia...La minera era inocente de lo que la acusaron y tu no.

La sonreí irónicamente.

- ¿Por qué defiendes a la minera?-me preguntó examinándome.- ¿Qué eres de ella?¿Eran familia?

La miré con una respuesta en los ojos: “Yo soy esa minera, yo soy tu pesadilla.” Ella se levantó de repente, despacio y sin dejar de mirar con los ojos desencajados.

- No...no puede ser.-dijo separandose de mi.

- ¿Qué...?-la pregunté mientras me levantada digna y con la cabeza en alto.- ¿Qué no puede ser?

- ¡Eres tú...tú eres Isabella Swan!.-me gritó en la cara.

- ¿Y qué te hace pensar que soy esa mujer, Carmen?-le pregunté acercándome a ella despacio, saboreando el momento.

- Eres idéntica.-dijo sin más.- yo lo dije cuando legaste impresionándonos a todos...¡Por eso elegiste este pueblo!¡Viniste a buscarnos!

De aquí podría sacar información y no lo iba a desaprovechar.

- ¿Y a quién vine a buscar?Dime sus nombres...-dije mirándola con resentimiento.

- Elizabeth, a Eleazar, a Aro, a mi hija Tanya, a Edward, a Jasper, a Hide...-de repente se paró en seco y me miró asustada.- y a mí.

Se estaba quedando a personas en el tintero...

- ¿Estás segura de que no hay nadie más?-pregunté suspicaz.

- Yo solo se de ellos y de mí...¿Regresaste a matarnos, verdad?-me preguntó resignada.

- ¿Y si así fuera?-le pregunté de vuelta.- ¿Crees que estaría siendo injusta?¿No estaría haciendo lo que cualquiera haría si estuviera en el lugar de Isabella Swan?

- Tú eres la mano que mueve los hilos...-dijo acusándome y casi delirando.- el castigo de Dios...el castigo para este pueblo de pecadores.

- Eso quiere decir que tu también lo eres, Carmen.-dije acusándola directamente.

- ¡Sí, todos somos unos asesinos!-gritó confesando la verdad.- Por eso regresaste del infierno, para hacernos pagar...¡Tú Isabella Swan!

Intentó salir corriendo pero la detuve. No podía dejar que se fuera así, y menos sabiendo mi secreto. Isabella deja ya de salir a la luz y hacerme perder los estribos.

- ¡Cálamte!¡Cálmate, Carmen!-la grité. Esta mujer parecía enloquecida.- Que no te voy a hacer nada, yo no soy esa mujer. Ya se demostró que el cuerpo que se enterró era el de ella.¿No te acuerdas?

- Eso son trucos del demonio.-me dijo negando con la cabeza.- Trampas que nos pones, a menos, que hayas regresado del infierno. Viniste de allí, ¿Viste a mi hija Jessica?Porque ella tiene que estar allí por quitarse la vida por tu culpa.

- ¿Y si no se quitó la vida?¿Eh?-la pregunté para que se diera cuenta de una vez por todas de la verdad.-¿Y si la mataron como a tantos otros?

Carmen se quedó callada y pensativa.

- ¿Crees que ellos la mataron?¿Entonces mi hija no se mató?-me preguntó llorando.

- Posiblemente no, Carmen...-dije tranquila.- Quizás alguién la quitó del medio porque ya no la necesitaba.

- Es posible...como mataron a Duarte, a los indios, a la mujer del periodista...-dijo sin más. Un momento, ¿Esas desgracias también tenían la marca de los lobos?- Ellos también vendrán a matarnos, como lo hiciste tu.

- ¿Qué sabes, Carmen?-la pregunté incrédula.-¿De qué estás hablando?



- De muertos...de personas que se levantarán de la tumba, al igual que tú.-me dijo mirándome con miedo.

- Dime sus nombres. Dímelo y te prometo que le haré justicia a tu hija.-dije agarrándola del brazo. Ella se soltó bruscamente.

- No me toques.-dijo con temor.- Los muertos no traen nada bueno.

Rodé los ojos.

- Es que solo quiero ayudarte.-dije sin más.

- No, tu me quieres ver el hueso y la sangre.-dijo enloquecida.- Tu me quieres ver muerta, me hundiste en esta miseria...¡Me destruiste Isabella Swan!

Ella se largó de allí cargando con su maleta sin mirarme siquiera.

- Carmen, espera.-la dije pero ya era tarde aquella mujer se iba de mis manos sin que pudiera hacer nada.- ¡Carmen!

Jacob apareció en ese momento alertado por los gritos.

- ¿Esa que acaba de salir de Carmen Delani?-me preguntó extrañado.

- Si, está muy mal.-le respondí suspirando.- Sabe que soy Bella Swan.

-¿Y no es eso lo que querías?-me preguntó con sorna. Claro que no, yo quería verla humillada públicamente y hundir su máscara de mujer perfecta y digna, no volverla loca...pero quizá, ese era su castigo divino, ¿Y quién era yo para oponerme?- Da igual, a mi lo que me preocupa es que sabe que tu eres Isabella Swan y no Verónica Dantés.

- No te preocupes por eso.-dije sin más.- Nadie le va a creer, pensarán que está loca...Será como Cassandra, anunciando desgracias que nadie va a creer. Mejor así.

- Intenté retenerla pero me dijo lo de la muerte de mi mujer, y quedé tan en shock que se escapó.-dijo Carlisle entrando en el salón.- Dice que eres el “ángel de la muerte”...

Sonreí con tristeza y resignación.

- Tal vez lo sea, Carlisle.-le dije estando de acuerdo con esa mujer.- Tal vez...

FIN FLASHBACK

Si quería dormir un poco hoy, mejor sería que leyera un libro o algo de poesía para relajarme.

Después de una ducha relajante y prepararme para ir a dormir, me tumbé en la cama con mi libro favorito entre las manos, hoy necesitaba enfrascarme en “Cumbres Borrascosas” y hacer desaparecer el mundo.

No se cuanto tiempo pasó, pero algo me hizo volver a la realidad. Un ruido en la ventana y una sombra que se asomaba por ella me hizo ponerme en alerta.

La sombra se materializó en mi cuarto y se convirtió en Edward Cullen a medida que la luz lo embargaba. Por unos instantes sentí alivio, pero después de recordarlo todo la rabia y la furia me embargó.

Cerré el libro de un golpe y me levanté de la cama mirándolo con odio.

- ¿Qué hace usted aquí?-le pregunté mientras me ponía frente a él.

- Han pasado días...horas no lo sé..Lo único que se es que me ha parecido una eternidad desde la última vez que nos vimos. .-dijo suspirando mientras me miraba a los ojos. Se acercó lo bastante a mí para que nuestros labios quedaran separados por unos centímetros.- No he dejado de pensar en ti, Verónica Dantés.

Intentó besarme pero lo retiré a tiempo.¿Quién se había creído que era?¿Cómo tenía ese descaro después de lo que hacía a escondidas?Seguía siendo el mismo patán de siempre.

- No se equivoque, señor Cullen.-le dije mientras me separaba de él.- si quiere besar a alguna mujer, váyase a su casa y bese a su esposa...y si con ella no la basta, busque a su amante y acuéstese con ella...Siga traicionando a su familia y su esposa.

- ¿Qué está diciendo?-me preguntó sorprendido de saber que yo sabía toda la verdad.

- Que yo ya se el tipo de canalla que es usted.-dijo mirándolo fijamente.- un miserable traidor, que se acuesta con la prima de su mujer, Irina Delani.

El comenzó a respirar agitadamente.

- ¿Cómo sabes?¿Quién te dijo...?-me preguntó serio y con la mandíbula apretada.- ¿Cómo sabes que Irina y yo...?

- Que son amantes.-dije interumpiéndolo con una sonrisa.- yo estoy enterada de todo, no hay nada bajo el cielo de este pueblo que yo no sepa.

Él me miró incrédulo, quizá saliendo del shock.

- Ajá...-dijo en voz baja con una sonrisa arrogante.- Así que me estás espiando...¿Por qué?¿Te importa tanto este traidor que mandaste a que alguien me siguiera?

Sonreí negando con la cabeza.

- A mi me gusta conocer el terreno donde piso.-dije igual de arrogante que él.- es una estrategia comercial.

Él no dejó de mirarme pensativo y negando con la cabeza.

- Tu a mi no me engañas...-me dijo acercándose de nuevo a mi.- ¿A tí que te importa con quién me acuesto?¿Quieres hacer negocios conmigo?Perfecto, hablemos de números, de cifras, de lo que tu quieras...pero eso sí, si me rechazas porque tengo una amante es que te importo como hombre.

La furia y la rabia se extendieron por mis venas como si fuera veneno y no pude pensar con claridad.

- ¿Cómo te atreves?-le pregunté mientras intentaba abofetearle pero él fue más rápido y lo impidió agarrando mi muñeca.

- Tranquila, cuidado...-dijo mirándome con un brillo en los ojos que no pude identificar.- yo también se devolver las bofetadas...pero a diferencia de tí, lo hago con besos.

Intentó volver a besarme pero lo volví a impedir. ¿Se pensaba que iba a caer en sus redes?Iluso.

- Es inútil que practique sus juegos de seducción conmigo, Cullen.- dije separándome de nuevo de él.-porque soy inmune a los patanes como usted.

Se acercó de nuevo a mí y noté que un pequeño temblor me recorría el cuerpo.

- ¿Estás segura?-me preguntó mirándome a los ojos con una sonrisa.- ¿Estás completamente segura?

- Muy segura.-le dije de vuelta sin bajar la cabeza.

- Entonces dime una cosa...-dijo colocando sus manos en los bolsillos y acercándose más a mi cara.- ¿Por qué tiemblas cuando te toco?¿Por qué tus ojos echan fuego cuando te miro?¿Por qué te comportas como una mujer celosa?

Comencé a reirme.

- Celosa...-dije mientras miraba sus ojos con ese brillo que no sabía interpretar.- Mejor no se haga tantas ilusiones, usted se cree un regalo de Dios, pero no lo es...

Él cerró los ojos con fuerza y en su cara pude ver un atisbo de dolor.

- En realidad, me conformaría con ser el hombre de una sola mujer...-dijo sonriendo con tristeza.- pero eso no pudo ser...quizá fue el mismo Dios o el diablo quien me la quitó.

- Mira, no nombre a esa mujer...-dije cortando su monólogo. Esa mujer, se revuelve en su jaula de cristal cada vez que este traidor la nombra.- y no lo haga para justificar su infidelidad, siendo como es, jamás debió quererla.

No pude evitar decir eso y él reaccionó como si estuviera delirando.

- Un momento...-dijo mirándome con rabia y dolor en la mirada.- ¿Y tu que sabes?

- Usted es un traidor.-dije sentenciándolo.- es capaz de traicionar a su esposa y a su familia.

Me sujetó de los brazos con rabia y coraje.

- Y tu eres una mujer llena de misterios incapaz de reconocer que estás celosa.-dijo mirándome con rabia.

- Suélteme.-le dije mientras lo empujaba levemente.- Yo mandé investigar la vida de todos en este pueblo, no solo la suya. “Quien tiene el dinero tiene la información, y quien tiene la información tiene el poder” eso era lo que me enseñó mi querido esposo.

- Bueno...-dijo mientras abría los brazos rendidos.- ¿Entonces qué es lo que quieres de mi?

- Que se vaya antes de que llame a mi guardia personal.-dije sin más.

Su cara se quedó impasible y fría.

- Cada día que pasa te parecer más a Elizabeth Masen...-me dijo mirándome decepcionado.- ¿Qué es lo que quieres?¿Ser como ella?¿Fría, cruel, injusta?¿Eso es lo que quieres?

Esas palabras se clavaron hondo dentro de mí y fue como un tratamiento de choque: ¿Yo como esa mujer?¡Jamás!

- Jamás seré como su madre.-dije apretando los dientes.- Ahora lárguese de aquí.

- Está bien, ya me voy, no tienes porque echarme.-dijo intentando ver lo que había detrás de mi rabia.- pero, ¿Sabes por qué me voy?Porque me gustan las mujeres ardientes, no los témpanos de hielo como tu.

Diciendo esto se fue por la ventana en silencio dejándome con toda la rabia y el dolor a flote. Claro que no podría ser una mujer ardiente contigo Cullen, contigo ni con nadie, tu acabaste con eso, tu acabaste con todo el amor que podría llegar a sentir por algún hombre, y si quedó algo de eso, te lo llevaste.



A la mañana siguiente me arreglé para recibir a los lobos en mi casa. Como hacía unos días que no los había recibido, decidí hacer un desayuno para todos y así de paso comentarles la idea que tenía en mente.

Llegué cuando todos estaban sentados en la mesa y sonreí al verlos a todos.

- Gracias por aceptar este desayuno.-dije mientras me sentaba y Charlotte aparecía para comenzar a servirnos.- y disculpadme por lo del otro día, me sentía indispuesta y no pude atenderles.

- A todas luces ya estás mejor, Verónica.-dijo Aro sin dejar de mirarme de arriba a abajo.- Luces como el alba de un nuevo día.

Sonreí a su piropo.

- Verónica, está bien que se disculpe pero no hacía falta que nos invitases a desayunar.-dijo Elizabeth mientras bebía un poco de café.

- No Elizabeth, les pedí que vinieran para hablarles de un negocio del que quiero que formen parte.- dije explicando mi idea.- Usted como empresaria más exitosa de este pueblo, a mis estimados Aro y Eleazar en representación de las fuerzas políticas, y por supuesto, a Tyler como vicepresidente de mi banco.

- Gracias Verónica, pero dinos de que se trata.-dijo intrigado.

- Por favor, Verónica, nos tienes en ascuas.-dijo Eleazar sonriente a pesar de los últimos acontecimientos.

Me reí discretamente antes de comenzar.

- Bueno es un proyecto...-dije pero me interrumpió la llegada de la última invitada. Jane Demonds llegó acompañada de Sue disfrazada de árabe.

- Doctora Demosds.-dijo Elizabeth aparentemente incómoda en la silla al igual que Aro y Eleazar.

- Buenos días.-dijo ella mientras tomaba asiento.

- Bienvenida doctora.-dije sonriendo desde mi sitio.- Necesitamos la opinión de un médico y quien mejor que Jane que tiene tanta experiencia en ayudas...humanitarias.

- Gracias.-dijo sonriendo con de lado, ya que el parche que tenía en el ojo no se lo permitía.

- En realidad, más que un negocio quiero proponeros una obra de caridad.-dije sonriendo a todos.- quiero ampliar el hospital de este pueblo hasta convertirlo en el más grande y avanzado de la región, y porque no, de todo el país.

Me levanté y cogí el prototipo del hospital para ponerlo sobre la mesa.

- Este sería el plano del hospital, tal como se encuentra en la actualidad.-dije enseñándoselos al detalle. Señalé la nueva zona por el dedo.- Y estas serían las ampliaciones que quiero hacer, en esta parte de aquí.

Sonreí mirándolos a todos.

- Pues hasta donde logré entender, viniendo de tí, quieres magnificar el tamaño del hospital.-dijo Aro elogiándome como siempre.

- Sí, y traer equipo médico especializado.-dije sentándome en la mesa de nuevo.

- ¿Nos ha traído aquí para esto?-me preguntó Elizabeth.- No se si entiendo bien, pero lo que usted quiere es que le demos los fondos para esta obra de caridad tan ambiciosa, ¿Verdad?

Me reí al ver su negativa al respecto.

- No, Elizabeth.-dije negando con la cabeza.- Yo voy a cubrir todo los gastos, lo único que quiero de vosotros es nutrirme de vuestras experiencias porque cada país es diferente y yo nunca he hecho negocios en EE.UU, bueno, no de esta magnitud.

- Entonces lo que usted necesita es de nuestro consejo, ¿No es así?-dijo Eleazar.

- Sí, así es querido Eleazar.-dije sonriente.- En otras palabras, la idea es mía pero dejaré el dinero en vuestras manos para que me ayuden a ejecutarla.

Carlisle apareció como estaba previsto.

- Disculpe que los interrumpa...-dijo Carlisle asintiendo a modo de saludo. Yo lo miré y lo felicité con la mirada.- Verónica, tiene una llamada de Hong-Kong.

- Ah, muy bien Carlisle.-dije levantándome.- Aprovechen para revisar los planos mientras atiendo la llamada. Estoy segura que con vuestros sabios consejos lograremos una notable mejoría en la salud de este pueblo.

Me retiré con Carlisle hasta el despacho y miramos a través de las cámaras de seguridad que teníamos instaladas como hablaban de integrarse en el negocio y como lucrarse de ello a costa del dinero que pensaba invertir.

Comencé a reír al ver como los tenía donde quería.

- Lo sabía, sabía que esos miserables iban a caer en la trampa.-dije mientras seguía mirando como esos lobos miraban los planos sonriendo y frotando sus manos.

Regresé con ellos y los vi contentos mientras se preparaban para irse. Ellos dijeron que tenían que irse porque tenían cosas que hacer pero yo se que querían hablar a solas todos juntos.

- Fue un placer tenerla por aquí, Elizabeth.-dije a modo de despedida a la Loba Mayor.- Muchísimas gracias por venir. Ya sabes, me disculpo nuevamente por mi desplante del otro día.

- No importa, se que es una mujer ocupada.-me dijo de manera cortés.- pero me voy pensando en lo del hospital. Creo que podría irnos bien juntas en este proyecto.

- Nos vamos querida.-dijo Aro.

- Estamos en contacto.-les dije mientras ellos asentía.

Los acompañé a la puerta y cerré suspirando apoyándome en ella. Esto era otra prueba superada, una vez supiera que ocurriría con Carmen...pensaría en mi próxima víctima, de momento, solo tenía que esperar.

Eran las doce de la noche y todos estábamos en el despacho esperando noticias. La desaparición de Carmen, no nos gustaba...Esa mujer sabía mucho y era un blanco fácil para los lobos. Alice y Jasper había venido varias veces a preguntar si yo sabía algo y por sus caras pude ver que aparte del problema de Carmen, entre ellos dos había la tensión propia de una pareja con problemas.

Eso le causó a Sue una preocupación después de que le contara la situación que había entre ellos debido al problema de su hijo, incluso había comenzado a sentir cierta rabia contra Alice al saber que era infiel a su hijo. Cada vez estaba más impaciente por ver a Jasper y contarle la verdad, pero teníamos que esperar. Aunque estar ocultándonos les provocaba a nuestros hijos problemas, sabía que sería a corto plazo, en cambio, si nos presentábamos ahora frente a ellos podrían perdernos para siempre por culpa de los lobos.

El teléfono sonó y todos nos quedamos mirándolo.

- Yo lo cojo.-dije levantándome del sillón y contestando la llamada.-¿Si, diga?Habla Verónica Dantés.

- Señora Dantés, apareció la persona que andaba buscando.-dijo la voz de uno de mis contactos por teléfono.- Esa mujer acaba de fallecer víctima de un atropello.

Miré a todos los asistentes con el rostro desencajado.

- Está bien, gracias por avisar.-dije antes de colgar.

- ¿Quién era?-dijo Sue.

- ¿Qué te dijeron?-dijo Carlisle.

- Carmen...-dije asimilando la noticia.- apareció su cadáver.

- No puede ser.-dijo Sue.

- Sí, si puede ser...-dije pensando que una parte de mí había sido vengada.- Cayó la primera.

- ¿Qué fue lo que pasó?-me preguntó Sue.

- Murió atropellada por un camión.-dije. A esa mujer no la había aniquilado yo, sino la justicia divina.- Triste manera de morir, digna de sus culpas.

Sue me miró con la boca abierta.

- ¿Cómo es posible que lo digas de una manera tan fría?-dijo Sue incrédula.- Esa mujer estuvo hace poco tiempo en esta casa enloquecida y abandonada por todos.

- Sí, y nosotras también estuvimos así.-dije con rabia.- enloquecidas, abandonadas y torturadas por la crueldad de esa manada, y no hubo piedad, ni nadie nos compadeció.¿Qué?¿Qué os pasa?¿Ahora me vais a juzgar?Si yo no quería que muriera...nunca pensé que iban a acabar con ella su propia gente, pero así son los lobos.

Negué con la cabeza al ver sus caras y me fui de allí negando con la cabeza. Para eso había había venido aquí para limpiar el nombre de los míos y ahora no me iba a echar para atrás.

Llegué a mi cuarto y me senté en el suelo recordando todos los momentos que estuve con aquella mujer que quise destruir, pero no ver muerta. Eso nunca.

- No, no voy a echarme para atrás...pero no soy de piedra...-dije llorando.

Jacob entró en el cuarto y me observó.

- Menos mal que estás llorando.-dijo mirándome con ternura.- Eso significa que no todo está perdido contigo.

Se acercó y me levantó del suelo. Después me tumbó en la cama junto a él y dejo que apoyara mi cabeza en su pecho.

- Jake...yo no quería...-dije intentando explicarme.- Ellos acabaron con ella.

- Shhh, lo sé. Todos lo sabemos.-dijo acariciando mi pelo.- Desahógate, Bella. Mañana Verónica Dantés tiene que dar la cara, y tienes que estar bien. Solo desahógate y duerme.

Durante horas lloré por saber que había sido yo la que desencadenó todo esto sin medir las consecuencias. Lloré hasta que casi me quedé dormida.

- Jake...-le llamé tocando su pecho.

- Dime.-dijo acariciando mi espalda.

- ¿Me acompañarás mañana?-le pregunté tímida.- ¿Estarás conmigo?

- Siempre, nunca dejaré abandonada a Bella, Verónica.-dijo suspirando.

- ¿Y a mí?-pregunté curiosa.-¿A Verónica?

- A Verónica no le hace falta mi apoyo, esa mujer no siente...no necesita a nadie.-dijo abrazándome.- Solo no dejes que ella sea tu corazón, sino tu cabeza.

Y con esa afirmación me quedé dormida entre los brazos del único amigo que tuve nunca.



Capítulo 35: CAPÍTULO 34 Capítulo 37: CAPÍTULO 36

 


 


 
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