EL ACTOR Y LA PERIODISTA

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 09/01/2014
Fecha Actualización: 15/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 53
Comentarios: 149
Visitas: 108985
Capítulos: 27

Bella, una chica común y corriente, que trabaja, sueña y espera las rebajas para renovar su vestuario, despierta una mañana en la cama del actor más guapo del mundo.

A sus veintiséis años, Bella Swan es periodista, trabaja en una revista de moda y se especializa en entrevistar a estrellas de cine. Por desgracia, el chico con el que vive parece decidido a batir un récord de abstinencia sexual mientras ella escribe un artículo sobre los ligues de una noche. Cuando le encargan que haga una entrevista a Edward Cullen. el actor de moda en Hollywood, tiene ocasión de conocer el auténtico significado de mezclar trabajo con placer. Pero a la mañana siguiente, para su sorpresa, despierta desnuda en la cama de Edward... ¿Cómo ha podido pasar? ¿Qué ocurrirá si su jefa se entera y quiere sacar partido de la "noticia"? Además de recuperar la reputación perdida. Bella tendrá que aprender una gran lección sobre si misma... y sobre el hecho de que no siempre hay que creer en lo que se lee.

 

BASADO EN COMO LIGAR CON UNA ESTRELLA DE CINE DE KRISTIN HARMEL

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Capítulo 24: CAPÍTULO 24

CAPÍTULO 24

Los cordones de terciopelo

Cuando la limusina llegó frente al cine Loews de Lincoln Square, los flashes comenzaron a estallar alrededor de nosotros en un chisporroteo de magnesio. Parpadeé y traté de ajustar mis ojos al constante trabajo de las cámaras.

—¿Estás bien? —preguntó Edward, apretándome la mano, mientras salíamos del coche.

Pensé por un segundo.

—Sí —dije finalmente—. Sí, estoy bien.

Y lo estaba. Los flashes casi me enceguecían y por un instante me preocupó dejarme fotografiar con Edward. Después de todo, esas fotos iban a estar en todas partes por la mañana. Pero por una vez, decidí no preocuparme por lo que parecerían y lo que publicarían las revistas sensacionalistas de cotilleos. No estaba haciendo nada malo, nada de lo tuviera que avergonzarme. Era simplemente una chica que tenía una cita con un chico.

Que el chico en cuestión fuera el centro del universo de Hollywood parecía casi superfluo.

Era casi surrealista estar del otro lado de la alfombra roja, detrás de los ominosos cordones de terciopelo con borlas, frente a los flashes y los magnetófonos y los periodistas, mientras se daban codazos unos a otros, siguiendo el avance de cada estrella por la alfombra con miradas y gestos de ansiedad. Nunca se me había ocurrido pensar cómo nos veían las estrellas desde su sitial privilegiado.

Pero ahora que estaba en sus zapatos, en los de Manolo, para ser exacta, repentinamente entendí cuan molestos éramos. Repentinamente me sentí como un animal enjaulado en el zoológico con una multitud de chicos ansiosos y maleducados disputándose mi atención, tratando de distraerme o asustarme de alguna forma.

—Raro, ¿no? —me murmuró Edward al oído—. Nunca te acostumbras a esto.

—Ya —fue todo lo que pude decir.

—No te preocupes. Limítate a ser tú misma. Así es más fácil.

De modo que me detuve y sonreí a las cámaras mientras Edward me apretaba la mano. Me ruboricé cuando se inclinó para darme un beso en los labios, sin que le preocupara ser fotografiado una docena de veces.

Resplandecí cuando se detuvo para decirle a una periodista del New York Times que sí, que mi nombre era Blla Swan y que sí, estábamos saliendo juntos. Sonreí cuando le dijo a un periodista de Tattletale que su revista era pura basura y que se habían equivocado sobre nosotros, pero que ahora podían publicar lo que quisieran. Me reí, recatadamente claro, cuando le dijo a un reportero del Los Angeles Times que podía hacer que su asesor legal lo llamara si quería una historia interesante sobre la revista Mod y los artículos que publicaba.

Y entonces la vi y no pude evitar regocijarme interiormente.

Ahí estaba Tanya Delani.

Se hallaba de pie detrás del cordón de terciopelo, flanqueada por Irina y Kate, tratando de tener una mejor visión de las estrellas que caminaban hacia el teatro. Llevaba un vestido negro y joyas de plata, con el cabello hecho un rodete. Tenía un bloc en la mano y evidentemente estaba haciendo una nota para Mod, lo cual era bastante extraño, dado que nunca había visto a Tanya cubrir un reportaje. Lo más extraño era que resultaba la única periodista vestida como aspirante a estrella. Parecía como si pensara que era ella la que iba al estreno o, por lo menos, como si tuviera la esperanza de ser elegida, entre la multitud, por un actor que hubiera asistido solo a él.

Cuando me vio, abrió los ojos como platos. Edward me cogió la mano con firmeza y yo sonreía, incluso después de ver a Tanya. Nunca más me arruinaría otra noche.

—¿Qué estás haciendo aquí? —masculló mientras Edward se detenía para hablar con un periodista de Entertainment Weekly.

—Oh, tengo una cita —respondí fríamente.

—Con... —Pareció a punto de ahogarse—. ¿Con Edward Cullen?

—Bueno, sí —contesté calmadamente—. ¿Te sorprende?

—Yo pensaba... pensaba... ¿Tú y Edward Cullen estáis saliendo?

Sonreí.

—Pero Tanya —dije con inocencia—, ¿no fuiste tú la que le contó a Tattletale que me acostaba con él? ¿Y no lo publicaste en Mod?

—Pero ambas sabemos que no era verdad —replicó—. Nunca te acostaste con Edward Cullen. Sabes que me lo inventé.

—¿De veras? —Me volví hacia el reportero de Entertainment Weekly, que ya no hablaba con Edward y estaba atento a nuestra conversación.

—¿Por casualidad eso sigue encendido? —le pregunté señalando su magnetófono.

—Claro —contestó él con una sonrisa—. Y he escuchado cada palabra. ¿Quiere una copia?

Sonreí y asentí. Edward le anotó mi dirección y teléfono, prometiéndole una entrevista telefónica para esa semana. Tanya se había puesto más roja que la alfombra.

—Pero yo no quise decir que... —balbuceó—. Es decir, creo que sabes que...

La dejé hablando. Edward ya había vuelto a mi lado, y su brazo me rodeaba protectoramente. Pude sentir cómo se puso rígido cuando vio a Tanya.

—Me alegro de verte, Tanya —le dije con calma. Y les guiñé un ojo a Irina y Kate, quienes me fulminaron con la mirada—. Pero ahora tengo que irme. He de asistir a un estreno.

—Pero... —farfulló Tanya indignada.

—Oh, no te preocupes —le dije jovialmente—. Estaremos en contacto. A través de mi abogado. Ah, y dale mis recuerdos a George la próxima vez que lo veas. ¿Dónde está esta noche?

—Está ocupado —masculló Tanya.

—Qué lástima —le dije. Edward me atrajo más hacia sí. Sabía que Tanya ya no podría herirme. Nunca más—. Que tengáis una buena noche —les dije a las Trillizas, quienes se quedaron mirándome con expresión de odio.

Entonces Edward y yo nos volvimos, sin mirar atrás. Cuando atravesamos las puertas, él me preguntó:

—¿Estás bien?

—Mejor que nunca —respondí con una sonrisa.

—Tengo la sensación de que esa mujer va a lamentar el día que se cruzó contigo —dijo Edward, atrayéndome aún más hacia sí.

—¿Sabes que creo lo mismo? —dije sonriendo.

La película fue maravillosa. Las escenas de guerra eran increíblemente verosímiles, el guión era muy inteligente, y las actuaciones, viscerales. La película se perfilaba como una de las primeras favoritas para los Oscar, y después de verla entendías por qué.

Pero incluso mejor que la película misma fue el modo en que Edward, en la mitad de la segunda escena, había deslizado su brazo suavemente alrededor de mi hombro, y la manera reconfortante en que me apretaba, atrayéndome hacia sí cada vez que en la película había una escena triste. Me encantaba cómo me miraba buscando mi reacción ante las escenas principales. Apenas pude creerlo cuando me besó suavemente la cabeza durante una escena romántica.

Después del estreno volvimos a mi casa. Alice había desaparecido para pasar la noche en casa de Jasper y parecía como si, por primera vez en la historia, hubiese limpiado el apartamento. No era posible tener mejor amiga.

Descorchamos una botella dé vino y nos sentamos en el sofá, donde hablamos y reímos durante horas, a salvo de paparazzi y miradas curiosas. Hacia el final de la velada, me había olvidado de que se suponía que debía sentirme intimidada por él, de que debía sentirme fuera de mi elemento al salir con una estrella de cine.

Cuando se vació la botella, le pregunté a Edwad si quería quedarse.

Respondió que sí.

Fuimos a mi dormitorio, donde el fantasma de Jacob ya no me acosaba. Pasamos lo que pareció una eternidad explorándonos mutuamente. Debajo del esmoquin, detrás de la estrella de cine, detrás de las capas de profesionalismo que habían existido entre nosotros, estaba el hombre más tierno que haya conocido.

Esa noche, en la privacidad de mi propio dormitorio, lejos de los paparazzi, de Tanya y de la revista Mod, cumplí la profecía publicada en ésta.

Finalmente me estaba acostando con una estrella de cine.

Cuando desperté por la mañana, con la luz del sol derramándose por las ventanas, Edward ya estaba despierto, observándome. Me sonrió y me besó los párpados y luego la punta de la nariz, para terminar en la boca. Volvimos a hacer el amor, despacio y lánguidamente, y supe que nunca volvería a dejar que se marchase.

Capítulo 23: Capítulo 23 Capítulo 25: EPÍLOGO

 
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