EL CABALLERO DEMONIO (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 22/09/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 143
Visitas: 60927
Capítulos: 22

"FANFIC FINALIZADO"

SU PRISIONERA, SU DESEO…

Edward Masen, atractivo caballero inglés sin tierras, llega a las Highlands escocesas para evitar un matrimonio que uniría a dos poderosos clanes contra la Corona Inglesa. Pero no podrá disuadir a la novia, la salvaje y testaruda Isabella, Doncella de Cullen. Aunque es prisionera de Edward, la tentadora, orgullosa y desafiante dama nunca dejará que la confinen en un convento, y tampoco abandonará ni a su familia ni su determinación de casarse con el laird Black… dejando a Edward con sólo un camino que escoger: casarse él mismo con Isabella.

…SU NOVIA

¡Ese descarado canalla pronto descubrirá que ha encontrado a una igual! Sin embargo, Isabella no puede evitar sentirse conmovida por la ternura y la nobleza de Edward… y por un peligroso deseo al que no quiere dar cabida en su corazón.

Nada bueno puede resultar de su unión con este caballero que primero le robó su libertad y ahora le roba el aliento. Y aunque ha sido ella quien ha puesto al notorio guerrero enemigo de rodillas, ahora es Isabella quien debe rendirse… a la pasión y el amor.

 

 

Adaptacion de los personajes de crepusculo del libro

"El Sabor del Pecado" de Connie Mason

 

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Capítulo 21: VEINTE

Edward estaba sentado en su habitación alquilada, mirando con tristeza la lluvia que azotaba contra la ventana. Al día siguiente se celebraría su boda. ¿Cómo podía casarse con Tanya cuando Isabella seguía formando parte de él? Ocupaba su corazón, su mente, y su alma. Recordaba vívidamente su aroma, su expresión, cada pequeño gesto que hacía. Habría mandado al infierno al rey y a Tanya si hubiera tenido la certeza de que Isabella no iba a ser castigada por culpa de su desobediencia.

Maldición. ¿Es que no había justicia en este mundo?

No se dio cuenta de que estaban llamando a la puerta con los nudillos hasta que el ruido se hizo tan fuerte y persistente que no pudo seguir ignorándolo. Escupiendo una maldición, abrió la puerta y se quedó asombrado al ver a Jem, uno de los soldados que había dejado atrás en Cullen.

-Jem. Dios Santo, hombre, entra. ¿Cómo me has encontrado? ¿Qué te trae por Londres?

-Os estoy buscando desde que llegué ayer -dijo Jem-. La suerte me llevó hasta la taberna que hay aquí abajo, donde me encontré con los hombres que os acompañaron a Londres. Ellos me dirigieron aquí. Hay problemas en Cullen, mi señor. Jacob Black y sus proscritos de las Tierras Altas han tomado el castillo por asalto. Atravesaron nuestras defensas y se hicieron con el control. Sir Jasper me envió a Londres para buscaros cuando se dio cuenta de que no podía defender la fortaleza contra las fuerzas de los Black, que eran superiores en una proporción de tres a uno. Yo logré escapar con vida por los pelos.

Con expresión grave, Edward se colocó la capa sobre los hombros y se dirigió a la puerta.

-Cuéntales a los hombres que están en la taberna lo que acabas de decirme -le dijo Edward girando la cabeza. -Diles que preparen los caballos y estén listos para partir de Londres cuando yo regrese.

Edward irrumpió en el palacio y solicitó una audiencia inmediata con el rey. Debía parecer desesperado, porque no tuvo que esperar mucho. Unos instantes después, lord Pelham hizo su aparición. -Lord Clarendon, ¿qué ocurre ahora? Su Majestad no quiere ser molestado a menos que se trate de algo importante.

-Es un asunto de lo más urgente, mi señor -dijo Edward-. Acabo de recibir la noticia de que Cullen ha caído en manos de Jacob Black. Debo regresar de inmediato.

-Pero vuestra boda...

-¡Al diablo con mi boda! ¿Qué es más importante, preservar Cullen para la Corona o casarme con una mujer a la que apenas puedo soportar?

-En este momento no podemos proporcionaras hombres para que os ayuden. Hay problemas en la frontera con Gales, y hemos enviado al ejército para que sofoque la rebelión. Además, Francia amenaza de nuevo con la guerra. No podemos llevar hombres a Escocia.

-No necesito al ejército. Puedo recuperar el control de Cullen sin ayuda exterior si parto de inmediato.

-Mm... debo consultar primero con Su Majestad y con el Parlamento.

-No puedo esperar a que se reúna el Parlamento. Su Majestad y vos debéis decidir ahora.

-Esperad aquí mientras consulto con Su Majestad.

Lord Pelham salió por una puerta que llevaba a las habitaciones privadas del rey. Regresó unos minutos más tarde con el rey Jorge pisándole los talones.

-¿Qué es eso tan importante como para que nos molestes en nuestra siesta? -gimió el rey.

Edward volvió a explicar por qué debía partir inmediatamente hacia Cullen.

El rey Jorge se refugió en un silencio pensativo. Tras una larga pausa, dijo:

-No podemos permitirnos perder Cullen a manos de los rebeldes, pero lord Pelham me ha informado de que no tenemos soldados para financiar otra guerra en Escocia.

-No necesito vuestros soldados -argumentó Edward-. Lo único que necesito es salir de Londres ahora, hoy.

-Imposible. Mañana es el día de tu boda.

-¿Queréis que Black recupere el control de Cullen y que gane para su causa a otros habitantes de las Tierras Altas?

-No. No podemos permitir que eso ocurra. Cullen es importante para nosotros. ¿Puedes garantizarnos el éxito sin nuestra ayuda?

-¿Os he defraudado alguna vez, señor? Sólo tengo una petición.

-¿Quieres una recompensa?

-Sí, supongo que puede decirse que sí.

-¿De qué se trata? ¿Más tierras? ¿Un título más prestigioso?

-No, nada de eso. Lo único que os pido es que le busquéis otro marido a lady Tanya.

-Lady Tanya es una heredera -le recordó lord Pelham.

-Lo sé, pero no es la mujer que quiero. Os ruego que volváis a validar mi matrimonio con Isabella Swan. Es la única recompensa que os pido por mi lealtad.

-Esa Swan es una simpatizante jacobita -dijo el rey.

-Es una mujer cuyo padre y cuyos hermanos fueron masacrados en Culloden. Es cierto que no le gustan los ingleses, pero, ¿podéis culparla? Como mi esposa, no supondrá ninguna amenaza para la Corona. Eso os lo prometo.

Se hizo un tenso silencio mientras el rey sopesaba la proposición de Edward.

-¿Tú qué dices, lord Pelham? -le preguntó el rey.

-Como vos bien sabéis, Majestad, Cullen es importante para nosotros. Lord Clarendon es un hombre en el que podemos confiar. Si quiere a la muchacha escocesa, yo digo que la tenga.

-Muy bien, pues que así sea. Haz que preparen dos escrituras, lord Pelham, una que restituya el matrimonio de lord Clarendon e Isabella Swan y otro que autorice la salida de la dama del convento. Pero escucha esto, Clarendon: si fracasas, lo perderás todo -hizo un gesto con la mano para despedir a Edward-. Puedes volver dentro de una hora a recoger los documentos.

-Entendido, Majestad -dijo Edward, que apenas podía contener la emoción. -Os enviaré noticias de mi éxito.

Edward se inclinó antes de salir de los aposentos privados del rey con excesiva precipitación. La fortuna quiso que se topara con lady Tanya en el pasillo.

-¡Edward! ¡Qué suerte haberte encontrado! Me has tenido descuidada -colocó el brazo bajo el suyo. -Estoy deseando que llegue mañana.

Edward le retiró el brazo y retrocedió.

-Ya no estamos prometidos, Tanya. El rey ha validado mi matrimonio con Isabella.

La ira de Tanya estalló.

-¿Qué? Estás mintiendo. Su Majestad no me haría algo así a mí. No, me niego a creerlo.

-Es verdad. Pregúntale a Su Majestad si no me crees. Adiós, lady Tanya. Te deseo una larga vida llena de felicidad.

-¡Maldito seas, Clarendon! Espero que te pudras en el infierno. ¡Cómo te atreves a colocarme en esta posición! Las habladurías de la corte serán mi ruina. No podré ni salir a la calle.

Seguía gritando cuando Edward se marchó.

Dos horas más tarde, con los documentos guardados en el bolsillo, Edward salió de Londres en dirección al norte bajo una intensa lluvia.

Isabella llevaba casi una semana en el convento cuando se le ocurrió una manera de escapar de allí sin que la Madre Superiora lo supiera. No la culpaba por atenerse a los deseos del rey en lo que a ella se refería, porque el convento existía gracias al Hannover.

Isabella no tardó mucho en descubrir que un anciano llamado Freddie era el único hombre al que le estaba permitida la entrada a los muros, aunque nunca se había aventurado al interior del convento. Tal vez Freddie tuviera apellido, pero nadie parecía conocerlo. Dormía encima del establo, cuidaba los campos y una vez a la semana se acercaba en carreta a una granja cercana para recoger leche fresca y huevos. La portera, la hermana Elizabeth, le abría la puerta todos los lunes por la mañana temprano, y Elisa utilizó aquella información para planear su fuga.

El lunes siguiente, Isabella se levantó temprano, se vistió con su ropa más gruesa y se escabulló al establo antes de la misa matinal. Se escondió tras una bala de heno hasta que llegó Freddie para enganchar el caballo a la carreta y dirigirse al pueblo. Observó conteniendo la respiración cómo entraba en el cuarto de aperos para buscar los arreos. Cuando estuvo dentro, Isabella cerró de un portazo y echó el cerrojo.

-Lo siento, Freddie -dijo a través de la puerta-. Necesito la carreta más que tú.

-¿Sois vos, lady Isabella? -preguntó Freddie con voz apagada.

-Si, Freddie -respondió ella cogiendo la capa y el sombrero del hombre, que estaban colgados en un gancho allí al lado-. Dile a la Madre Superiora que lo siento.

-¿Por qué no se lo dices tú misma? -la voz femenina surgió de detrás de ella, e Isabella se dio la vuelta, consternada al toparse con la Madre Superiora.

-¡Madre Superiora! ¿Cómo lo habéis sabido?

-No lo sabía. Te vi salir del edificio y decidí seguirte. Suponía que intentarías algo así algún día -su rostro se suavizó. -No dejes que yo te detenga.

Isabella se quedó muy quieta. -No os entiendo.

-Supongo que no. El rey de Inglaterra no es Dios. Puede amenazar, pero al final lo que seguimos es la palabra de Dios. He rezado por tu situación y he buscado una respuesta en mi corazón. Tú no estás hecha para tomar los hábitos. -Observó detenidamente a Isabella y deslizó su bondadosa mirada hacia el estómago de Isabella-. ¿Hay algo que quieras decirme, niña?

Isabella palideció.

-¿Cómo supisteis que estoy esperando un hijo?

-Lo sospechaba, pero no estaba segura. También sospecho que Dios tiene preparado algo especial para ti. Parte con mis bendiciones, niña. No debes temer al monarca inglés, porque nunca sabrá que ya no vives con nosotras.

-¿Cómo podré agradecéroslo?

-Criando a tu hijo en el Amor de Dios -respondió la Madre Superiora-. Y ahora date prisa, ponte la capa y el sombrero de Freddie y encoge los hombros cuando atravieses la puerta. Te prometo que tu ausencia no se mencionará ni será comentada por nadie que habite entre estos muros.

Incapaz de creerse su buena fortuna, Isabella terminó rápidamente de atar el caballo a la carreta, se puso su disfraz y subió al pescante del cochero.

-Me aseguraré de que os devuelvan la carreta cuanto antes. Sé lo mucho que dependéis de ella.

-Gracias -dijo la Madre Superiora. -Y ahora vete, niña. La hermana Elizabeth está esperando para abrirte la puerta. Que Dios te proteja.

Isabella golpeó la grupa del caballo con las riendas y el animal se puso en marcha con paso lento y pesado. Cuando perdió de vista el convento, puso rumbo a Cullen.

La oscuridad ya había caído cuando Isabella atisbó Cullen a través de una nebulosa de nieve que descendía en espiral desde el cielo cargado de nubes. Tiritando, Isabella se arrebujó dentro de la capa de lana de Freddie, ansiosa por ver a su madre y a su hermana y disfrutar de un cálido fuego mientras se regodeaba con la deliciosa cocina de Winifred.

Entornando los ojos a través de una cortina de copos de nieve, Isabella distinguió las figuras de los integrantes de la patrulla nocturna en lo alto de los parapetos y exhaló un suspiro de alivio. No parecía haber nada extraño. Pensó que era poco probable que hubiera llegado a Cullen la noticia de la boda de Edward y Tanya, o de su destierro al convento. Su intención era que todo el mundo conociera el sacrificio que Edward había hecho por ella. Luego se llevaría a su madre y a su hermana a Glenmoor antes de que Edward regresara con su esposa.

Isabella detuvo la carreta delante de la puerta, esperando a que alguien saliera de la caseta de vigilancia para identificarla. Mientras miraba a través de las rejas de hierro, un escalofrío de alarma le subió por la espina dorsal. El instinto le advirtió de que algo no iba bien, pero no tenía ni idea de qué podía tratarse.

Se sintió enormemente aliviada cuando alguien la llamó con un gesto desde el castillo. ¿Sería sir Jasper? Isabella agitó el brazo en respuesta y esperó a que le abriera la puerta.

-¿Isabella? -preguntó una voz áspera. -¿De dónde has salido? ¿Le había parecido detectar un acento escocés? Sí, definitivamente, aquella no era la voz de sir Jasper. Que ella supiera, ninguno de los hombres que Edward había dejado atrás era escocés. Y no le recordaba a ninguno de los miembros de su clan.

"Huye", le advirtió una voz interior. Desgraciadamente, no pudo girar el caballo y la carreta con la suficiente rapidez. Cuando escuchó cómo abrían la puerta con la manivela, entró en pánico y bajó con dificultad de la carreta para huir a pie. Tres hombres la agarraron antes de que pudiera dar el primer paso. Reconoció al instante a Jacob Black.

-¡Jacob! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Dónde están sir Jasper y los demás? ¿Qué has hecho con Renesmee y con mamá?

-Llevadla dentro -ordenó Jacob ignorando sus preguntas. Isabella no ofreció ninguna resistencia mientras la metían a empujones en el castillo. Estaba ansiosa por conocer el destino de su familia y de los hombres que Edward había dejado atrás.

El gran salón estaba abarrotado de Blacks, e Isabella se temió lo peor cuando notó la ausencia de los hombres de Edward. El rostro se le iluminó considerablemente cuando vio a Alice correr hacia ella.

-¡Madre Santísima, has vuelto! -gritó Alice abrazando a Isabella con todas sus fuerzas.

-¿Qué ha ocurrido, Alice?

-Los Black, eso es lo que ha ocurrido -susurró Alice-.

Había muchísimos. Los soldados de lord Edward no podían competir con la gran cantidad de hombres que escalaron por los muros e invadieron el castillo. Ocurrió poco después de que lord Edward partiera hacia Londres. ¿Qué te ocurrió a ti? ¿Dónde está lord Edward?

-¡Ya es suficiente! -gritó Jacob -. Traedle comida y agua a Isabella -agarrándola del brazo, la sentó en una mesa cerca del fuego-. Siéntate y entra en calor.

-¿Qué les has hecho a los hombres de Edward? -inquirió Isabella-. Si has hecho daño a mamá o a Renesmee, nunca te lo perdonaré.

-Tu familia está perfectamente -aseguró Jacob-. No les he hecho ningún daño. En cuanto los hombres del Caballero Demonio, los he encerrado en el almacén de la armería por el momento. Esto es sólo el principio, Isabella. He reunido suficientes hombres como para atacar la guarnición inglesa de Inverness. Otros habitantes de las Tierras Altas desplazados por la guerra se unirán a nosotros cuando sepan lo que he conseguido. Nos uniremos para conseguir que el legítimo soberano regrese de Francia y libere Escocia de la opresión inglesa.

-Instigar otra rebelión es una auténtica locura -le advirtió Isabella-. Escocia está regada con la sangre de los miembros de nuestro clan; no añadas más.

-Es el momento perfecto -aseguró Jacob enfurecido-. El ejército inglés está ocupado con los galeses de la frontera, y Francia amenaza con volver a la guerra. Esta vez triunfaremos.

-Escúchame, Jacob. Vas a guiar a tus hombres a una muerte segura.

Jacob la miró fijamente.

-¿Qué ha sido de ti, Isabella? Antes de que llegara el Caballero Demonio, tenías sed de sangre inglesa. ¿Qué es lo que te ha hecho? -Siguen sin gustarme los ingleses, pero nunca tuve sed de sangre.

He perdido a demasiados seres queridos como para desear otro baño de sangre. Todo ha terminado, Jacob. Sal de Cullen antes de que Edward se entere de lo que ha ocurrido aquí. Sabes que regresará para reclamar lo que es suyo. No puedes ganar. Eres un proscrito y han puesto precio a tu cabeza.

-Sé lo que estoy haciendo, muchacha. Dime qué te ocurrió después de que los soldados te llevaran a Londres.

-¿Cómo sabes eso?

-Tenía espías vigilando el fuerte. ¿Creías que no iba a estar al tanto de lo que estaba ocurriendo aquí? Cullen debió haber sido mío por derecho de matrimonio, y no voy a renunciar a él.

-Así que te aprovechaste de la ausencia de Edward y atacaste.

-Eso hice -se vanaglorió Jacob-. Pero estás evadiendo la pregunta. ¿Cómo persuadiste al Hannover para que te permitiera regresar a Cullen?

-No lo hice -susurró Isabella recordando con terror aquellos terribles días en la Torre-. Hubiera muerto allí si Edward no hubiera intercedido para que me perdonaran la vida. Él convenció al rey para que me enviara al convento. Permanecí allí sólo una semana, cuando surgió la oportunidad de marcharme.

-¿Por qué has venido aquí? No es que me queje -añadió Jacob-. Tú siempre has sido mía, muchacha.

-Sigo siendo la esposa de Edward. ¿A qué otro sitio iba a ir? -Isabella decidió que no serviría de nada decide a Jacob que su matrimonio había sido declarado ilegal.

-Eres mía -gruñó Jacob.

Alice apareció con un plato de comida, e Isabella comenzó a comer mientras Jacob se paseaba arriba y abajo delante de la chimenea. Cuando ella hubo comido hasta saciarse, se levantó de la mesa. -Por favor discúlpame, estoy agotada.

Jacob le dirigió una sonrisa lasciva que le congeló la sangre en las venas.

-Vete a la cama, muchacha. Yo iré a reunirme contigo más tarde.

-Encontrarás mi puerta cerrada con llave -respondió Isabella con frío desdén-. Intenta tocarme y perderás el poco control que tienes sobre los miembros de mi clan. Prenderle fuego al pueblo fue un acto de cobardía, y ellos ya no confían en ti. Los Swan no están indefensos. Tenemos aliados. Lo más probable es que te veas en medio de una guerra de clanes si me fuerzas.

Isabella observó cómo crecía la rabia en el interior de Jacob y decidió que lo más sensato era salir rápidamente de allí. Vio a Alice rondando cerca y estiró la mano hacia ella.

-Vamos, Alice, ayúdame a prepararme para acostarme. Cogidas de la mano, subieron por las estrechas escaleras que llevaban a la sala de las mujeres.

-¿Has visto a sir Jasper? -susurró Isabella.

-No. Tengo prohibido visitar a los prisioneros.

-¿Les están dando comida y agua?

-Sí, pero apenas lo suficiente como para mantenerlos con vida. ¿Qué vamos a hacer, Isabella? -preguntó Alice con preocupación. -No temas, tengo un plan. Pero necesitaré la ayuda de todos los que me sean leales. ¿Dónde está Nana?

-Habló mal de Jacob en público y ha sido desterrada del castillo.

Jacob temía que le lanzara un hechizo. He oído que está viviendo en esa vieja cabaña del bosque.

Isabella sabía exactamente dónde encontrar la cabaña. Se había construido encima de la salida del túnel secreto.

-Gracias a Dios que está a salvo -dijo Isabella-. ¿Cómo se encuentran mamá y Renesmee?

-Bien, aunque lady Esme está preocupada por sir Carlisle.

Ojalá pudiéramos ayudarles.

-No creo que sea posible. Lo que yo quiero es sacar del fuerte sin problemas a mamá, a Renesmee, y a ti sí así lo deseas. ¿Se hallan Sam o Billy dentro del castillo?

-Sólo Sam. Billy está con su familia en el pueblo. La puerta se mantiene cerrada. Jacob no permite que nadie entre o salga sin su permiso.

-Espero que mamá siga despierta -dijo Isabella cuando llegaron a la habitación de Esme. Alice abrió la puerta e Isabella entró. Esme estaba sentada en una silla al lado del fuego. Vio a Isabella, soltó un grito de alegría y abrió los brazos para recibir a su hija.

Con las lágrimas resbalándole por las mejillas, Isabella cayó de rodillas y saludó a su madre con besos y abrazos.

-¿Qué ha ocurrido? -preguntó Esme retirándose suavemente las lágrimas con un delicado pañuelo. -¿Logró convencer Edward al rey para que te liberara? ¿Te encuentras bien? Pareces enferma. ¿Dónde está Edward?

Isabella aspiró con fuerza el aire y comenzó el recuento de su aventura, sin omitir nada excepto las depravaciones que había sufrido mientras estuvo encerrada en la Torre. No quería angustiar a su madre ahora que ya había finalizado su traumática experiencia. Esme la interrumpió en aquel punto.

-Edward debe haber convencido al rey para que te soltara. Sabía que lo haría. Estaba completamente decidido a conseguir tu libertad. ¿Dónde está? No he oído ruidos de batalla debajo. Ha recuperado el castillo, ¿no es así? He estado muy preocupada por sir Carlisle.

-Eso no es exactamente lo que ha ocurrido, mamá -explicó Isabella-. El rey rechazó la petición que hizo Edward en mi nombre -se detuvo un instante para secarse las lágrimas que le resbalaban por los ojos. -Entonces el Hannover cambió de opinión y dijo que me perdonaría la vida si Edward se casaba con lady Tanya. El rey ya había declarado ilegal nuestro matrimonio, así que Edward accedió. Pero en lugar de dejarme volver a casa, el rey me envió al convento de Santa María del Mar.

-Yo sé que esos muros no hubieran podido retenerte. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes -se lamentó Esme-. Jacob Black controla el castillo, y somos sus prisioneros.

Isabella bajo el tono de voz. -Vamos a salir de Cullen, mamá.

Esme se puso contenta.

-¿Podemos hacerlo? Necesitaremos tener mucho cuidado. Ojalá Nana estuviera aquí.

-Sam está aquí, podemos contar con él para que nos ayude. Jacob me ha dicho que tiene intención de compartir el lecho conmigo, así que debemos marcharnos antes de que se impaciente y fuerce la puerta de mi habitación.

-¿Y qué va a ser de sir Jasper, sir Carlisle y los demás? -preguntó Esme.

-Lo siento, mamá, pero no hay nada que podamos hacer por ellos sin ponernos a nosotras mismas en peligro. Sé que Edward tomará represalias cuando sepa que Jacob se ha hecho con el control del castillo. Debemos confiar en que él encontrará la manera de liberar a sus hombres cuando regrese.

-Oh, Isabella -se lamentó Alice-, qué triste que hayas perdido a Edward y se haya tenido que quedar con lady Tanya. Debe odiar la idea tanto como tú.

-Edward no se va a casar con lady Tanya.

Isabella se dio la vuelta, sorprendida al encontrarse con Renesmee en el umbral.

-Creí que estabas durmiendo -dijo Esme.

-Y lo estaba, pero algo me despertó -la niña le sonrió a Isabella-. Me alegro de que estés en casa, Isabella -corrió hacia su hermana y le dio un fuerte abrazo-. He oído lo que ha dicho Alice sobre Edward y lady Tanya, pero no es verdad. Nana dijo que Edward y tú estaríais juntos para siempre, y que tú tendrías un hijo suyo.

Esme abrió los ojos de par en par.

-¿Es eso cierto, hija? ¿Estás esperando un hijo de Edward?

-Sí, pero él no lo sabe todavía.

-Debes cuidarte mucho, hija -le advirtió Esme-. Entiendo por qué tienes tantas ganas de marcharte. Jacob es un hombre violento; uno nunca sabe cuándo va a estallar o sobre quién caerá su furia.

-Yo no puedo irme contigo -mantuvo Alice-. Lo siento, Isabella, pero no abandonaré a sir Jasper. Me marcharé ahora mismo, antes de que reveles cuál es tu plan.

-¿Estás segura, Alice?

-Completamente segura, Isabella. Llévate a Sam contigo.

-Debes querer mucho a sir Jasper -observó Isabella.

-Sí. Por eso no puedo soportar la idea de marcharme sin él. ¿Cuándo tienes pensado irte?

-Lo más pronto posible.

-Que Dios te acompañe, Isabella.

 

Edward llegó a Cullen una noche helada y ventosa. Aunque estaba temblando bajo la capa de lana, le dio las gracias a Dios por aquel tiempo tremendamente frío que mantenía a sus enemigos metidos en sus cálidas camas. El caballo de Edward bailó debajo de él mientras Jem se acercaba al galope hasta ponerse a su lado.

-¿Cuáles son vuestras órdenes, mi señor?

-Hay un túnel subterráneo que va desde el castillo hasta una salida exterior oculta en el interior de una cabaña que hay en el bosque. Voy a entrar en el castillo a través del túnel para examinar la situación -explicó Edward-. Tú y los otros tres hombres podéis seguirme tras un corto intervalo de tiempo.

Edward abrió el camino hacia una pequeña y destartalada cabaña situada en las profundidades del bosque. Era muy vieja y estaba oculta por el tojo y los matorrales. Parecía como si llevara años abandonada. Cuando Edward exploró el túnel tras la huida de Isabella fue cuando encontró la salida.

Edward desmontó a escasa distancia de la cabaña y se acercó cautelosamente, sorprendido al ver una luz brillando a través de las rendijas de la ventana cerrada con tablones. Sacó la pistola y extendió la mano para agarrar el picaporte. La puerta se abrió de golpe. Edward se puso tenso y luego se relajó al reconocer la figura inclinada bañada por la luz de un farolillo.

-¡Nana! ¡Maldita sea, mujer! ¿Qué estás haciendo aquí?

-Esperándote -respondió ella. -Debes rescatar a nuestra muchacha y liberar el castillo de manos de los Black.

Edward la miró con extrañeza.

-Isabella está en el convento, no dentro del castillo.

-Créeme, mi señor, Isabella está en el castillo -mantuvo Nana-. Ella no sabía que Jacob tenía el control de Cullen hasta que estuvo dentro.

-¿Qué estás haciendo tú aquí?

-Me echaron del castillo sin otra cosa que la ropa que llevaba puesta. Jacob me tiene miedo, y hace bien. Desde entonces estoy viviendo aquí. No está tan mal. Los habitantes del pueblo me traen todo lo que necesito. Pero debes darte prisa -le advirtió-, mientras la oscuridad sea tu aliada.

Edward entró en la cabaña, se dirigió directamente al camastro que había en una esquina y lo movió para poder acceder a la trampilla oculta en el suelo. Apartó la capa de polvo y levantó la trampilla tirando de la anilla de metal.

-Necesitarás una luz -dijo Nana pasándole el farol.

Edward lo aceptó, asintió para darle las gracias y se deslizó por el agujero. Sus pies encontraron la escalera y descendió por ella hacia el suelo del túnel, abriéndose paso cautelosamente a través del estrecho pasadizo. Había llegado a una repentina curva a mitad de camino cuando escuchó el sonido de unas voces resonando en el interior del túnel. ¡Había alguien delante de él, acercándose por su camino! Se trataba de más de una persona, adivinó por el susurro de las voces. Edward apagó el farol y se pegó contra el muro, tenso, a la espera. ¿Había encontrado Black el túnel?

Un círculo de luz avanzó hacia él, haciéndose más grande a medida que se acercaba. Escuchó voces hablando en susurros pero no veía a quién pertenecían y entornó los ojos en la turbia oscuridad, tratando de identificar las figuras que se aproximaban. El sudor le perló la frente mientras trataba de decidir si debía retirarse o no antes de ser descubierto. Entonces apareció de pronto un rostro bajo el resplandor de la luz y Edward estuvo a punto de desmayarse de alivio. Sam avanzaba lentamente por el pasadizo, seguido de cerca por lady Esme, Renesmee e Isabella. Una sonrisa se le dibujó en los labios. Debería haber sabido que su ingeniosa Isabella encontraría por si sola una salida a aquella peligrosa situación.

Edward dio un paso hacia el círculo de luz.

-Buenas noches. Hace una noche perfecta para dar un paseo.

-¡Edward! -Isabella tropezó hacia delante y se llevó una mano al cuello, con los ojos abiertos de par en par, sin dar crédito-. ¿Eres tú?

-Sí, amor, ¿qué otro se arrastraría por debajo de la tierra para rescatar a su amada, y descubrir que ella ya se había rescatado a sí misma?

-¿Cómo supiste que estaba en Cullen? ¿Dónde está Tanya?

-Tanya ha salido de nuestras vidas para siempre. Te lo explicaré todo más tarde. Nana estaba en la cabaña cuando llegué. Ella me dijo que estabas en el interior del castillo.

-Salí del convento con ayuda de la Madre Superiora y regresé a Cullen para buscar a mamá y a Renesmee -aseguró Isabella-. Pero no sabía que Jacob se había hecho con el control del castillo. Quería que me quedara y compartiera su lecho, pero yo no quise. Sabía que no podría mantenerlo alejado durante mucho tiempo, así que busqué la ayuda de Sam e hice planes para escapar por el túnel. Hemos escogido esta noche porque el frío tan horrible que hace ha llevado a todo el mundo a buscar el calor de sus camas en lugar de entretenerse en el salón.

A Edward se le hinchó el corazón de orgullo. Nadie excepto Isabella podía llevar a cabo semejante proeza.

-Eres una maravilla, amor. Le doy gracias a Dios por tu coraje. ¿Mis hombres siguen vivos?

-Sí, están vivos.

-¿Dónde se encuentran?

-Yo sé dónde están, señoría -intervino Sam-. Haz que las mujeres continúen su camino y yo os mostraré el lugar. ¿Has venido solo?

-No, los hombres que me acompañaron a Londres me seguirán enseguida.

-Deja que vaya contigo -suplicó Isabella-. Yo puedo ayudar.

-Llévate a tu madre y a tu hermana a un lugar seguro, amor -dijo Edward-. Espera dentro de la cabaña con Nana hasta que envíe a por ti.

-¿Quién te cuidará las espaldas? -preguntó Isabella-. Son muchos más que vosotros. Me necesitas. 

-El factor sorpresa está de nuestra parte. Black no conoce la existencia del túnel y no esperará un ataque en una noche como esta.

-Edward, deja que...

-Isabella, obedéceme en esto. No seré capaz de concentrarme sabiendo que tú estás dentro del castillo. ¿Acaso no sabes que te amo?

-¿Me amas?

-Más que a mi vida. Lo sé desde hace mucho tiempo, pero no conseguía encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que alberga mi corazón. La idea de perderte me dio el valor de desnudar mi alma.

-Oh, Edward, yo también te amo, pero tenía miedo de que no correspondieras a mis sentimientos.

-Siento haber tardado tanto en decírtelo. Por favor, cuídate para mí, amor. Y ahora vete y llévate a tu madre y a tu hermana contigo.

-¿Me harás saber cuándo puedo volver?

-En el mismo instante en que lo sepa.

Isabella asintió y cogió el farol que Sam le ofreció. Edward le tocó el hombro y la giró hacia sí.

-Isabella, te amo -declaró, y luego la besó.

 

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:) MIREN QUE SI ME PINCHAN AHORA NO SANGRO, !!!QUE BONITO!!!!, ODIO A JACOB, PERO AHORA SI QUE ME LO COMERIA A BESOS, JAJAJA GRACIAS A EL EDWARD PUDO LOGRAR SALIR DE TODO ESTO, JAJAJA LA TANYA QUEDO HUMILLADA, Y EDWARD A RECUPERADO A SU ESPOSA, Y PARA CERRAR CON BROCHE DE ORO, YA LE HA DECLARADO QUE LA AMA, AAAAAA !QUE EMOCION!, JAJAJA SOLO FALTA QUE EDWARD RESCATE A SUS HOMBRES, RECUPEREN EL CASTILLO, LE DE UNA BUENA LECCION A JACOB E ISABELLA LE DIGA QUE VA A SER PAPA JAJAJA, CASI NADA ¿VERDAD? JAJAJA.

 

CHICAS AHORA ES AQUI DONDE ME PONGO SERIA, COMO YO LO HABIA PROMETIDO LA SIGUIENTE HISTORIA TENDRIA QUE SER DE PIRATAS, Y DIGO QUE TENDRIA QUE SER DE PIRATAS, PORQUE LA VERDAD ES QUE ESTOY ALGO CANSADA Y DESANIMADA, LA VERDAD ESPERO QUE ME ENTIENDAN EN JULIO PUBLIQUE LA PRIMERA HISTORIA EN TRES MESES, SON 8 HISTORIAS, 10 SI CONTAMOS CONQUE EL BESO DEL DEMONIO VALE POR 3, LAS HISTORIAS NO SON MALAS, SI LO FUERAN NADIE LAS LERIA, PERO A LO QUE QUIERO LLEGAR ES QUE A DIARIO SON MAS DE 200 VISITAS, PERO SI SE FIJAN EL PROMEDIO DE VOTOS ES DE 11-15, ¿NO CREEN QUE ALGO VA MAL AHI?, DE COMENTARIOS NO ME QUEJO YA QUE TENGO UNAS GRANDES AMIGAS QUE JAMAS SE OLVIDAN DE MI ES POR ESO QUE SIGO ADELANTE, PERO LA VERDAD ESQUE LLEGA EL CASO EN QUE UNO SE DESESPERA, SOY CONTANTE, ACTUALIZO DIARIO, CONTENSTO A LOS COMENTARIOS TODOS LOS DIAS, ENTONCES NO SE QUE ESTE MAL.

PERO EN FIN, YA NO SE NI QUE HACER PARA CAMBIAR ESTO, EL BESO DEL DEMONIO ESTA A PUNTO DE TERMINAR ASI QUE COMO SABEN TAMBIEN TENDRIA QUE INICIAR LA SIGUIENTE HISTORIA., TENGO HASTA ENTONCES PARA DECIDIR QUE ES LO QUE VOY HACER  EN ESTE CASO SERIAN ESTAS DOS HISTORIAS.

 

"EL VENGADOR"

Un pirata sin escrúpulos…

El aristócrata inglés Edward Cullen, conocido como El Diablo, atacaba sin piedad a todas las naves que cruzaban el océano Atlántico buscando vengarse por los cinco años de brutal cautiverio que había pasado a bordo de un barco español. Cuando su barco abordó el Santa Cruz, encontró la ocasión perfecta para llevar a cabo esa venganza: una inocente dama española, recién salida del convento, cuyo cuerpo podía hacer suyo para de ese modo humillar a su gente. Pero pronto Edward se encontró dividido entre el deseo de venganza y la pasión que ella le provocaba.

 

Una extraña cautiva….

La vida de Isabella Swan cambió de forma traumática cuando su padre le informó que había acordado su matrimonio con el poderoso gobernador de Cuba, y que por lo tanto tenía que dejar el convento en el que había vivido hasta ahora y en el que era feliz. Su situación no mejoró con el repentino abordaje que sufrió su barco en aguas del Caribe. Pero aunque temía por su suerte a manos de aquel poderoso y temible pirata, Isabella luchaba contra el desbordante deseo que él le inspiraba, con aquellos ojos azules como el mar y aquel cuerpo flexible cuyos músculos parecían sacados de la estatua de un dios griego. Por más que se estuviera haciendo pasar por monja, las encendidas emociones que sentía entre los fuertes brazos de Edward eran cualquier cosa menos santas, y fueron consumiendo la cólera que los separaba hasta que no tuvieron más remedio que rendirse a sus sentimientos...

 

"¿GEMELAS? O ¿MELLIZOS?"

...  HABIA UNA VEZ UN PAR DE GEMELAS – ISABELLA Y ELIZABETH -

Las hermanas estaban en una sitúación desesperante. Su tío las había “vendido en matrimonio” a dos caballeros - nada recomendables- para saldar sus deudas de juego.

.... HABIA UNA VEZ UN PAR DE  MELLIZOS  - BELLS Y ELIZABETH – Estos hermanos estaban escapando de su tío cuando  conocen a Lord Edward Cullen.

El Lord  les ofrece escoltarlos  hasta  Londres, albergarlos en su casa e introducirlos a la alta sociedad como sus primos para que Beth pueda encontrar un marido a su elección y de ese modo  poder escapar a los siniestros planes de su tío. Aunque Beth es una joven muy atractiva, Cullen se siente atraído  por el  hermano varón , Bells!

Cullen está  más que preocupado por el “interés anormal” que ha desarrollado  por ese muchacho .  Cuando finalmente admite que se siente atraído por otro hombre ,  descubre que también se  siente  atraído por Beth ...

Pero Cullen tiene un plan para solucionar “esa sitúación tan extraña”. Decide que Bells debe convertirse en un verdadero “hombre” , y para eso lo llevará a un burdel ...

 ... HABIA UNA VEZ UN PAR DE GEMELAS BELLS Y BETH QUE DESARROLLARON UN COMPLEJO JUEGO DE IDENTIDADES Y DISFRACES . Todos los días   Bells y Beth   tomaban túrnos para desempeñar “los papeles de Bells y Elizabeth”. El objetivo del astúto plan es que cada una de ellas pueda encontrar un marido para escapar a los matrimonios arreglados por su tío.

Como si el juego  de las gemelas  no  fuera suficiente aparece un chantajista que amenaza con revelar  sus identidades .

 

Capítulo 20: DIECINUEVE Capítulo 22: VEINTIUNO.

 
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