EL CABALLERO NEGRO (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 04/09/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 259
Visitas: 73241
Capítulos: 22

"FANFIC FINALIZADO"

Cuando el Caballero Negro entró en el Castillo de Swan cabalgando sobre su negro caballo de guerra. Vestido de negro de la cabeza a los pies, era todo músculo y firmes tendones marcados por la batalla. Con su negra armadura sin adornos, parecía cruel y siniestro, tan peligroso como su nombre indicaba. Era un hombre conocido por su coraje y fuerza, por sus proezas con las mujeres y por su despiadada habilidad en el combate.

Pero cuando vio a Isabella de Swan, con sus largas trenzas castañas y sus femeninas curvas, apenas pudo contener sus emociones. Fue la traición de ella doce años atrás quien cambió su juvenil caballerosidad y le convirtió en un duro caballero. Fue ella quien le hizo jurar no volver a confiar en una mujer, y usarlas sólo para su placer. Pero ella desataba la pasión en su cuerpo, la bondad en su alma y el amor en su corazón.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "The Black Knight de Connie Mason"

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Capítulo 11: DIEZ

El amor proporciona coraje a un caballero.

 

 

Edward e Isabella no se separaron de los caballeros y soldados hasta llegar a la frontera con Gales. Los soldados se quedaron en Inglaterra, acampados en las proximidades del castillo de Swan, donde debían esperar las órdenes de Edward, mientras que él e Isabella continuaban hasta Builth Wells. No se encontraron con James y sus fuerzas, por lo cual Isabella le daba gracias a Dios, y el tiempo se mantuvo, permitiéndoles llegar rápidamente a su destino. Alcanzaron la frontera galesa en menos de una semana y ahora estaban a un día de distancia de la cabaña de la abuela Nola.

Durante su viaje a Gales tuvieron pocas oportunidades de estar a solas y Edward estuvo todo ese tiempo sin tocar a Isabella, aunque ella ansiaba sentir sus brazos rodeándola de nuevo. Estaba preocupado por la estrategia y a menudo se reunía con sus hombres durante mucho tiempo por las noches. Todos ellos dormían al aire libre, de modo que, cuando Edward se reunía con ella en el camastro que les había preparado Evan, no hacían nada excepto abrazarse cariñosamente antes de caer en un sueño de agotamiento. Al día siguiente, al alba, se levantaban y proseguían la marcha.

Ahora cabalgaban por colinas y páramos cubiertos de llameante brezo, y pasaban por encima de las bajas cercas de piedra que habían resistido con elegancia el viento, la lluvia y los años.

-Mira -dijo Edward, indicando un grupo de cabañas con techo de paja que se asían precariamente a una ladera. -Eso es Builth Wells.

-¿Tu abuela vive en el pueblo? -preguntó Isabella con curiosidad.

-Así es. Su cabaña está situada al final de una sinuosa vereda, cerca de los límites del pueblo. La llevé allí desde la pequeña choza que ocupábamos cuando yo era un niño. Intenté llevarla a Inglaterra, pero no quiso moverse. Probablemente esté ahora en el umbral de la puerta, esperándonos.

Sus palabras llenaron de perplejidad a Isabella. -¿Enviaste un mensajero avisando de nuestra llegada? Edward sacudió la cabeza.

-La abuela Nola tiene formas de saber las cosas que pocos comprenden. Ya lo descubrirás por ti misma -respondió él, enigmáticamente.

Cruzaron el pueblo a caballo. Era día de mercado y su aspecto atrajo miradas de curiosidad. Algunos aldeanos, que al parecer reconocieron a Edward, agitaron la mano o lanzaron un saludo. Edward se lo devolvió pero no se detuvo y siguieron bajando por una estrecha vereda hasta llegar al final. La cómoda cabaña era tal como la había descrito Edward, con el techo de paja elevándose sobre un telón de cielo azul y nubes empujadas por el viento. Y tal como había anticipado Edward, una pequeña mujer apoyada en un bastón estaba de pie en la puerta esperando para saludarlos. Isabella levantó una ceja hacia Edward.

-Te lo dije -se burló él mientras desmontaba y alzaba a Isabella de su caballo.

Se acercaron cogidos de la mano a la delgada y pequeña mujer cuyo pelo gris, estaba pulcramente recogido en un moño en la nuca.

La mujer se lanzó de pronto hacia delante para salir a su encuentro, con el bastón convertido en un mero apoyo para su brazo, mientras sus pies volaban por el paseo empedrado. No había nada de débil es esa mujer, pensó Isabella, mientras la abuela Nola volaba hacia los brazos abiertos de Edward.

-Estaba esperándote -dijo la abuela. -El peligro acecha, debes tener cuidado.

Volvió sus penetrantes ojos azules hacia Isabella, quien se sorprendió por su intensidad y lucidez. Nadie hubiera esperado tan asombrosa inteligencia en una mujer de la edad de la abuela Nola.

-Ésta es Isabella de Swan, abuela -informó Edward, acercando más a la joven para que su abuela la examinara.

La abuela, sonrió con dulzura.

-Isabella, sí, te he estado esperando -dijo, como confirmando algo que siempre había sabido.

Isabella abrió mucho los ojos.

-¿Si? -Lanzó una mirada de confusión a Edward-. ¿Nos habíamos visto antes, madame?

-Puedes llamarme abuela Nola, o sólo abuela, si lo prefieres. Y; en respuesta a tu pregunta, no, no nos conocíamos, aunque sabía de ti desde hace muchos años. Eres tan hermosa como me imaginaba que serias.

Isabella estaba asombrada, pero no asustada. Alguna vez en el pasado, Edward debió haberle hablado de ella a su abuela.

-Gracias abuela, aunque me temo que exageráis. No soy la belleza que fue mi madre.

-Pasad dentro. Tengo la comida esperando. Debéis estar agotados después de vuestro viaje.

-¿No te lo había dicho? -le susurró Edward a Isabella mientras seguían a la abuela al interior de la cabaña. -La abuela Nola es única.

Única no era la palabra que Isabella hubiera usado, pero desde luego era diferente. Había oído hablar sobre gente que tenia "la visión", y se preguntó si la abuela Nola sería una de los bendecidos con el don.

La cabaña era más pequeña de lo normal, pero estaba escrupulosamente limpia y ordenada. Unos deliciosos aromas emanaban del hogar, dónde una olla colgaba sobre los carbones. Isabella revisó lentamente la cabaña y le gustó lo que vio. La estancia a la que les condujo la abuela tenía una chimenea sobre la que colgaban varias cazuelas y utensilios. También había bancos, una mesa con sus sillas y un sofá decorado con vistosos cojines. Una puerta conducía a otro cuarto, que Isabella dedujo que era un dormitorio, probablemente el único.

-Debajo del tejado hay un desván -dijo la abuela, como si le hubiera leído la mente. -Está limpio y es cómodo. Estoy segura de que te gustará.

Isabella se ruborizó. -Gracias. Será perfecto.

-Siéntate -le invitó la abuela. -El olor es de un guiso de cordero. Voy a serviros un plato. Encima de la mesa hay pan reciente y de postre, pastel de manzana.

Edward se relamió los labios.

-Verdaderamente conoces como llegar al corazón de un hombre, abuela.

-¿Cuánto tiempo puedes quedarte? -preguntó poniendo la comida sobre la mesa. -Tu última visita fue demasiado corta.

-Me temo que esta no va a ser más larga. Estoy aquí porque necesito un lugar donde dejar a Isabella a salvo. Tengo intenciones de detener a James antes de que destruya Cullen.

La expresión de la abuela se ensombreció a causa del miedo. -Isabella es bienvenida, pero hay peligro en el aire. Tu hermanastro te desea la muerte.

-No temas, abuela -la tranquilizó Edward-. Puedo permitirme pagar a un ejército. Sir Jacob está ahora reclutando mercenarios. Cuando me encuentre con James, nuestras fuerzas estarán igualadas.

La abuela miró algo que sólo ella podía ver, detrás del hombro de Isabella.

-Mi nieto va a luchar por vos ¿no es así, milady? ¿No sois vos la esposa de James?

-Isabella odia a James -dijo Edward, lanzándose al vacío-, y no se lo reprocho. James es peligroso y astuto. Quiere verme muerto, aunque no sé por qué. Isabella sospecha que él asesinó a su hermana, la primera esposa de James. -Se le oscurecieron los ojos con feroz determinación. -No permitiré que James se apodere de Isabella.

La abuela asintió con sabiduría.

-No sé lo que hiciste que te obligó a ofrecerle tu protección a Isabella, pero te conozco y eres un hombre de honor, Edward.

-Para Edward soy una carga -intervino Isabella-. Me ofrecí a desaparecer, librándolo así de encontrarse con James en la batalla, pero no quiso ni oír hablar de eso. Puede que vos podáis convencerlo. Cuando le pedí ayuda no pretendía ser la causa de un derramamiento de sangre.

Los ojos azules de la abuela se ensombrecieron.

-Ya es tarde, querida -dijo con cuidado. -A James le acosan demonios tan siniestros y preocupantes que nada puede cambiar su destino. No sé qué es lo que le hace actuar así, pero tiene que ver con Edward.

Eso despertó el interés de Isabella.

-¿Tiene relación con los padres de Edward? La expresión de la abuela se biza triste.

-Sí, Elizabeth fue una hija maravillosa. Se enamoró de Anthony de Masen, el padre de Edward, y nada pudo disuadirla de casarse con él. Yo sabía que iba a acabar en desastre, pero no quiso escucharme.

-¡Lo sabía! ¡Edward no es bastardo! -exclamó Isabella muy orgullosa de sí misma.

Edward le dirigió una mirada de exasperación.

-Yo lo sé, la abuela lo sabe y ahora también lo sabes tú. Por desgracia no hay prueba alguna que demuestre que existió una boda entre Elizabeth y Anthony.

Los azules ojos de la abuela brillaron cuando se acercó, e inclinándose dijo:

-Esa prueba existe, Edward. La tendrás a su debido tiempo. Después de esas proféticas palabras, la conversación se desvió hacia asuntos más mundanos. Isabella se estaba quedado dormida y la abuela le sugirió que se acostara y disfrutara de una buena noche de sueño.

-El retrete está detrás de la casa, querida, y la cama del desván está recién hecha. En la jarra tenéis agua para un aseo rápido con esponja, y mañana haré que Edward traiga agua para la tina de modo que podáis daros un agradable baño.

-Gracias -dijo Isabella, ruborizada-. Estoy cansada y lo del baño suena maravillosamente. ¿Seguirás aquí mañana, Edward?

-Me quedaré hasta que llegue sir Jacob, nada más. ¿Te acompaño al retrete?

-No, sabré encontrarlo.

-Es encantadora -comentó la abuela cuando Isabella salió de la habitación.

-La deshonré -admitió Edward, abatido. -Estaba borracho, abuela. James intentó envenenarme durante los torneos y pensé que era justo que le robara la novia. Me equivoqué. Nada más llegar a Swan para el torneo, Isabella fue en mi busca y me suplicó que la ayudara a fugarse de Swan antes de la boda. Me pidió que la escoltara hasta la casa de su tía en Edimburgo. Odia a James y afirma que es el responsable de la muerte de su hermana. Y yo me negué a ayudarla.

-La ayudaste más de lo que nunca sabrás -le aseguró la abuela.

-Sólo le he hecho daño. Después de dejarla abandonada en su dormitorio, me di cuenta de que no podía abandonar a Isabella con la ira de James. Decidí volver al castillo y rescatarla. -Esbozó una sonrisa de pesar. -Isabella tenía más recursos de lo que yo creía. Golpeó a James con una jarra de agua y huyó a mi campamento, antes de que me diera tiempo a ir a salvarla. Exigió mi protección y se la di. Una hora después partimos hacia Cullen. Se enfadó cuando me negué a llevarla a Escocia, pero yo sabía que no estaría a salvo en casa de su tía, ya que ese sería el primer lugar al que iría James a buscarla.

-Cullen -reflexionó la abuela. -¿No dijiste que ese castillo sólo era un cascarón viejo?

-Exageré. El castillo en sí mismo, ha soportado pasablemente los años de abandono, pero la muralla exterior y las fortificaciones hace mucho que se convirtieron en piedras y mortero. Emprendí las reparaciones de inmediato, pero se agotó el tiempo antes de que pudiera terminarlas. Me llegó el mensaje de que James venia hacia Cullen para reclamar a su novia. Me di cuenta de que Cullen no podía soportar un sitio y, hasta que llegara sir Jacob con los mercenarios, mi ejército estaba muy escaso de efectivos. En estos momentos me están esperando en los bosques cercanos a Swan. Espero que sir Jacob llegue pronto con los mercenarios para reunirme con ellos. Quiero interceptar a las tropas de James antes de que lleguen a Cullen y destruyan lo que ya está reconstruido.

-Isabella estará a salvo aquí, nieto. Eso es lo que quieres de mi, ¿no?

-Así es. James no sabe que estás viva y mucho menos donde encontrarte. Si no vuelvo, tú estarás aquí para ella. Mi intención es dejarte una bolsa de dinero por si llega a necesitarlo. James no debe encontrarla si ella no quiere.

-¿Isabella es tu amante? -preguntó la abuela, sin andarse con rodeos.

-Abuela, yo...

-Contéstame, muchacho.

-Sí. La decisión fue mutua. Ya sabes que no puedo casarme con ella. Ya está casada.

-La amas -afirmó la anciana.

Edward, sorprendido, desechó rápidamente la suposición de su abuela.

-No, no amo a ninguna mujer salvo a ti, abuela. Isabella ya tiene marido. No puede ser mía.

La abuela cloqueó. -Muchacho estúpido.

De repente la anciana pareció marchitarse ante sus ojos. Se le hundieron los hombros y su aspecto fue el de una mujer vieja y cansada, cuando se levantó de la silla con dificultad.

-Estoy agotada. Hablaremos mañana. Puedes dormir en el suelo, delante de la chimenea. En el cofre que hay al lado del banco, hay mantas.

-Te he decepcionado -dijo Edward. Fue más una afirmación que una pregunta.

Ella le acarició el pelo con una mano nudosa.

-No, muchacho. Lo que siento no es decepción. Estoy viendo cosas terribles de las que no puedo hablar porque todavía no están claras en mi cabeza. -Deslizó la mano hacia abajo para acariciarle la mejilla. -Temo por ti, Edward. La oscuridad y la sangre te rodean. -Suspiró. -Acuéstate, muchacho. Soy vieja y puede que esté imaginando cosas.

Apoyándose pesadamente en su bastón, la abuela Nola se fue cojeando. Edward la observó mientras se iba. Se preguntó qué veía la abuela. Esta podía ser extraña de vez en cuando, pero nunca le había dicho nada que no se hubiera cumplido. ¿Habría visto su muerte?

Por lo que él sabía, la abuela jamás se había equivocado. Conocía la intimidad de su relación con Isabella. ¿Tan obvia era? ¿Estaba decepcionada la abuela de que se hubiera aprovechado de Isabella?

Las preguntas sin respuesta seguían dando vueltas en su cerebro cuando Isabella volvió del excusado.

-¿Dónde está la abuela Nola?

-Se ha ido a acostar. Te sugiero que hagas lo mismo. -Se levantó y tiró de una cuerda, haciendo bajar la escalera que llevaba al desván. -¿Necesitas ayuda?

-No, gracias -negó mientras poma el pie en el primer escalón. Por la razón que fuera, Edward estaba poco dispuesto a dejarla marchar. Se había acostumbrado a dormir a su lado, a saber que estaba cerca aunque no pudiera hacerle el amor. Así que la sujetó por la cintura y la atrajo a sus brazos.

Isabella jadeó de sorpresa. -¡Edward! ¿Qué estás haciendo?

-Te he echado de menos -le susurró él al oído.

-No te he dejado en ningún momento -contestó ella.

-Me reuniré contigo, esta noche, en el desván. Tengo que poseerte una vez más antes de irme a luchar.

-No, no puedes.

Él le dirigió una ancha sonrisa. -Permíteme discrepar.

-Tu abuela no lo aprobará.

-No va a enterarse.

-La conoces demasiado para decir eso.

Él se negó a aceptar la derrota. La besó apasionadamente y la empujó suavemente hacia la escalera.

-Ve. No tardaré.

Horas después, Edward se acercó a la escala y se sintió decepcionado al encontrarse a Isabella profundamente dormida. Parecía estar tan tranquila que no tuvo corazón para despertarla. Depositó un tierno beso en su frente y se arrastró de vuelta a la escalera y a su propia cama ante el hogar.

A la mañana siguiente, Edward sacó agua del pozo para que Isabella se bañara, y espero fuera mientras lo hacía. Isabella era consciente de la inminente partida de Edward. Sir Jacob podía llegar en cualquier momento, y James incluso puede que estuviera a punto de destruir Cullen en ese momento.

Salió de la bañera y se secó mientras la abuela se entretenía alrededor del hogar.

De repente, sin previo aviso, afirmó: -Vos amáis a mi nieto.

A Isabella se le resbaló la toalla de las manos. La recuperó rápidamente y se abrigó con ella.

-Yo... ¿Qué os hace creer tal cosa?

-No lo creo, querida, lo sé.

Isabella comenzó a vestirse con nerviosismo. ¿Tan transparentes eran sus sentimientos hacia Edward?

-Para Edward soy una carga. No me amará nunca.

-Va a haber grandes cambios en su vida -predijo la abuela. -El futuro sigue a oscuras.

Isabella se quedó inmóvil. ¿La obligarían a volver con James? ¿La mataría? Se llevó las manos al estómago. Puede que estuviera embarazada del hijo de Edward. ¿Qué sucedería en ese caso?

-Edward os espera fuera -dijo la abuela. -Quizá debáis reuniros con él. El páramo está precioso en esta época del año -Miró por la ventana, hacia las colinas cubiertas de brezo y más allá. -Sir Jacob está llegando -Se apartó de la ventana. -Mi nieto no tardará en enfrentarse con James en la batalla.

Isabella lanzó un tembloroso suspiro.

-¿Qué estáis viendo, abuela? ¿Edward sobrevivirá? La abuela la miró fijamente.

-Presiento el peligro. Habrá derramamiento de sangre, pero no veo la muerte de Edward. Tanto él como vos os enfrentaréis a tiempos difíciles, pero sólo Dios sabe cómo acabará todo. No puedo ver más allá de la sangre, pero sé que James tiene la clave del futuro de Edward.

-¡Decidme más! -gritó Isabella, desesperada por atisbar el futuro.

La abuela suspiró.

-No puedo contaras más. Ahora idos, Edward os espera. Isabella no se molestó en trenzarse el pelo ni en ponerse un gorro, después de desenredarse el cabello. Se despidió de la abuela y voló hasta la puerta para reunirse con Edward. Puede que esta fuera la última vez que estuvieran juntos en mucho tiempo. Lo encontró sentado en una cerca de piedra, mirando hacia el horizonte. Debió presentir su presencia, ya que se volvió y la observó mientras se acercaba.

Es muy hermoso, pensó Isabella, admirándolo todo en él; su orgullosa prestancia, su musculoso cuerpo de guerrero, su pasión y su fidelidad al código de la caballería. Se enamoró de Edward cuando él era un muchacho, y todavía lo amaba; tanto que lo sacrificaría todo por él.

-¿Has disfrutado de tu baño? -preguntó Edward, cuando se unió a él en la cerca.

-Muchísimo, gracias. La abuela ha sugerido que vayamos a pasear por los páramos.

Edward pareció sorprenderse. -¿La abuela ha dicho eso?

-Sí. Dijo que sir Jacob llegará pronto. Puede que hoy.

-Estaba esperándolo. Ven -Le ofreció la mano. -Es un buen día para pasear.

Mientras caminaban entre los brezos cogidos de la mano, ninguno de los dos dijo nada.

-¿En qué estás pensando? -preguntó Edward.

-En Swan, y en lo felices y despreocupados que éramos.

A Edward se le endureció la expresión.

-Puede que tú lo fueras, pero James y Emmett se aseguraron de que mis días en Swan fueran cualquier cosa menos agradables.

A Isabella le dolió el corazón por el desamparado niño que fue Edward en una ocasión.

-Lo siento.

-No, no me compadezcas. No sería el hombre que soy ahora de no haberme visto obligado a luchar para conseguir reconocimiento. Hablemos de cosas más agradables.

-Las flores silvestres son preciosas -comentó Isabella.

Edward se detuvo, arrancó un manojo y se lo entregó. Ella aspiró el olor y luego se lo puso a Edward debajo de la nariz.

-Muy agradable -reconoció Edward.

De pronto se le oscurecieron los ojos, le quitó el ramillete de la mano y lo tiró al suelo.

-¡Por la sangre de Dios, Isabella! No puedo fingir que no te deseo. Creo que mi sabia abuela nos ha enviado aquí porque sabía que teníamos que estar a solas.

La tumbó en el suelo consigo y la aplastó contra el aromático brezo.

-Quiero hacerte el amor. Quiero despojarte de la ropa y llenarme los ojos con tu belleza. Quiero excitarte despacio y, cuando estés preparada, introducirme en tu cuerpo estrecho y caliente, y llevar te al paraíso.

Isabella tragó saliva con dificultad. Sus palabras eran sumamente provocativas, como un potente afrodisíaco que lanzaba brillantes oleadas de calor por todo su cuerpo, e Isabella se consumía por sus ansias.

-Yo también quiero -echó una mirada furtiva a su espalda. -¿Qué pasa si viene alguien?

-No va a venir nadie. ¿Por qué crees que la abuela nos mandó aquí?

Le levantó la túnica y la ropa interior, pero sus manos eran repentinamente torpes y temblorosas.

-Perdóname -se disculpó él. -No es propio de mí ser tan torpe. Nunca antes había necesitado tanto a una mujer, y es una sensación horrorosa.

Isabella quiso decirle que ella sentía lo mismo, pero las manos de él sobre su cuerpo la imposibilitaron para pronunciar una sola frase coherente. De alguna forma, su ropa desapareció. Cuando ambos estuvieron igualmente desnudos, Edward se sentó sobre los talones, observándola.

-Me gusta hacer el amor a la luz del día -declaró mientras su ardiente mirada la examinaba. -Nunca me canso de mirarte. ¿Sabes el aspecto que tienes ahora? -Isabella negó con la cabeza. -Pareces la diosa del sol. Tu cuerpo es del color del marfil, salpicado con la luz dorada del sol. Tu pelo es una combinación de tantos colores que no alcanzo a describirlo. De un rico y brillante tono castaño tejido de oro.

-Tú tienes el cuerpo de un guerrero -dijo Isabella, paseando las manos por los firmes músculos de la espalda y las nalgas de él. -Terciopelo sobre piedra. Deseo...

-¿Qué deseas, mi amor? Pide lo que quieras, porque hoy es un día mágico y todos los deseos te serán concedidos.

-Este no -dijo Isabella con tristeza.

-Dímelo.

Las lágrimas anegaron sus ojos.

-No. Mi mayor deseo no se cumplirá nunca. Tan sólo ámame, Edward. Tenemos el día de hoy, no lo desperdiciemos.

Edward la besó, saqueando su boca como un hombre hambriento.

Su beso carecía de delicadeza, al parecer tenía demasiada hambre para contenerse. Ella suspiró cuando él le asió la cabeza entre sus grandes manos, acAleciándole el pelo mientras bajaba por la espalda, hasta las nalgas. Asiendo con firmeza los redondeados montículos, la atrajo hacia sí. Sus miradas ardientes se encontraron por un breve instante, antes de que él se inclinara para saborear sus pezones. Metiéndose uno de los maduros brotes en la boca y chupándolo con energía. Ella jadeó de placer. Repentinamente impaciente por tocarlo, deslizó las manos entre ellos, buscando hasta encontrarlo. Lo rodeó con los dedos, dejándolos recorrer toda su longitud con movimientos suaves.

Su virilidad estaba hinchada y dura. La sintió palpitar contra la palma de la mano, como si tuviera vida propia. Su gemido provocó un fuerte eco que se extendió por el solitario páramo, en el cual no existía nadie excepto dos desdichados amantes en busca de placer. Entonces, ella dirigió el pene hacia la entrada de su cuerpo, separó los muslos y le rodeó la cintura con las piernas, abriéndose para él. Sintió como se expandía mientras él la llenaba, y cambió de postura para acomodarlo, arqueando las caderas para poder absorberlo completamente. Entonces él empezó a moverse. La excitante fricción, el placer, eran casi insoportables. Isabella salió al encuentro de sus poderosos embates, sujetándose a sus hombros, moviendo la pelvis contra él.

Isabella fue la primera en llegar al orgasmo, lanzando un grito tan alto que no oyó a Edward gritar su nombre cuando expulsó su simiente. Luego se derrumbó encima de ella e Isabella aceptó su peso, sosteniéndolo contra ella. No quería soltarlo por miedo a perderlo para Siempre.

-Ha sido demasiado rápido -dijo Edward, saliendo de su cálido refugio y apartándose de ella. -Hacía demasiado tiempo.

Descansaron un rato, tumbados en el brezo, y luego volvieron a hacer el amor. Una vez saciado lo más urgente de la pasión, se exploraron mutuamente el cuerpo. Isabella no estuvo satisfecha hasta que conoció el cuerpo de Edward tan íntimamente como el suyo propio. Cuando él le suplicó que terminara, ella se montó encima de él y se dejó caer sobre su erección. El perfecto acoplamiento de sus cuerpos los llevó al borde del éxtasis.

Acababan de terminar de vestirse cuando apareció sir Jacob en el límite del páramo.

-Ha llegado sir Jacob -dijo Edward dirigiendo a Isabella a través del páramo hasta donde los esperaba el caballero.

Isabella palideció. Tuvo la sensación de que una mano le estuviera aplastando el corazón. Puede que la abuela no hubiera presentido la muerte de Edward, pero había insinuado que corría un grave peligro. Sus pensamientos siguieron siendo sombríos, mientras se aproximaban a sir Jacob.

-Veo que te dieron mi mensaje -dijo Edward, estrechándole la mano.

-Así es. Sir Jared estaba en Cullen cuando llegué con los mercenarios. Te he traído cincuenta guerreros fuertes, todos ellos impacientes por jurar lealtad al Caballero Negro.

-¿Has sabido algo de James?

-No. Envié a los mercenarios a Swan junto con sir Jared.

Cuando se reúnan con los que ya están allí, vas a disponer de un ejército de más de cien hombres. Tan sólo esperan tus órdenes. -Has hecho bien, Jacob. Partiremos a caballo en cuanto hayas comido y descansado.

Isabella palideció. -¿Tan pronto?

La expresión de Edward se ablandó.

-No puedo permitir que James llegue hasta Cullen. Si no lo intercepto, destruirá todo cuanto poseo con sus máquinas de guerra. Gracias a Jacob, nuestros ejércitos están a la par. No temas, Isabella. Volveré.

La abuela los estaba esperando en el porche. Su rostro lleno de arrugas, tenía una expresión preocupada y se apoyaba con todo su peso en el bastón.

-Tengo la comida preparada -dijo. -Id a comer.

Sir Jacob se quitó la armadura y se unió con Edward a la mesa.

Isabella y la abuela les pusieron la comida y la bebida delante, y comieron en silencio. Cuando estuvieron llenos, la abuela envolvió los restos en un paño para que los comieran durante el trayecto. Luego, Isabella ayudo a Edward y a sir Jacob a ponerse la armadura.

-Sal fuera conmigo -dijo Edward, llevando a Isabella hacia la puerta de atrás, hasta donde estaba alojado su caballo.

Isabella no podía dejar de temblar mientras seguía a Edward. ¿Sería esta la despedida final? ¿Volvería a verlo otra vez? Lo contempló, aterrada, mientras él ensillaba a Zeus. Entonces él se quitó el yelmo y la rodeó con sus brazos.

-Prométeme que te quedarás aquí, pase lo que pase.

Isabella no podía soportar ver esos ojos plateados, tan irresistibles por su intensidad. Él le estaba pidiendo algo que ella no podía dar. -No -susurró con voz temblorosa. -Puede surgir algo que me obligue a irme.

-Préstame atención, Isabella. James no va a tratarte con delicadeza si caes en sus manos. Suceda lo que suceda conmigo, tienes que permanecer con la abuela.

Ella le dirigió una llorosa sonrisa.

-No puedo prometerte tal cosa, Edward.

-¡Condenado infierno! -exclamó él con voz áspera, inclinando la cabeza para darle un beso de despedida.

 

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QUE TAL CON LA ABUELA NOLA?????????, AAAAA ESTO SE VA A PONER MUY BUENO, DEMACIADO BUENO, AHORA SI QUE VA ARDER TROYA, "EDWARD V/S JAMES" CARA A CARA, ¿QUIEREN SABER QUE VA A PASAR????????, JAJAJA SOY MALA ASI QUE LES DEJARE UN PEQUEÑO ADELANTO.

 

Ambos estaban cansados, entorpecidos por el peso de la armadura y las armas. Edward, avanzando sin tregua, había conseguido llevar a James al río y ya saboreaba la victoria. Entonces se desencadenó el desastre. Cien hombres de refuerzo aparecieron en el campo de batalla. Edward ya no tuvo que preocuparse por donde estaba Emmett, porque galopaba a la cabeza de su ejército, incorporando sus soldados a la lucha, para ayudar a James. Edward se maldijo por su propia estupidez. Debería haber sabido que James dividiría sus efectivos para reducir las posibilidades de un ataque por sorpresa por parte de cualquier posible enemigo que pudieran encontrar a lo largo del camino. Y la medida había dado resultado. Los hombres de Edward, por intrépidos que fueran, se vieron rechazados por las fuerzas combinadas de James y Emmett.

-Sálvate, Jacob -gritó Edward mientras obligaba a James a meterse en el agua. -Vete a los bosques con los hombres.

-No. No voy a abandonarte -contestó Jacob, deshaciéndose de un guerrero que acudía en apoyo de James.

 

AAAAAAAAAAAAAA NO ME MATEN, TODO PUEDE PASAR NO?????? CREEN QUE JAMES MATE A EDWARD?????, EDWARD Y JACOB ESCAPARAN??????? EDWARD ALCANZARA A MATAR A JAMES ANTES DE QUE LLEGUE EMMETT EN SU AYUDA?????? AAAAAAAAAAAAA ES EMOCIONANTE JAJAJA, SOY MALA LO SE, PERO HAGAMOS ALGO ¿VALE?, LES PROPONGO ESTO, AHORA ME IRE A TRABAJAR AL REDEDOR DE LAS CINCO (HORA MEXICO) REGRESO A CASA, SI PARA ENTONCES, HA HABITO PARTICIPACION DE USTEDES, TENDRAN EL CAPITULO, ¿QUE LES PARECE? ACTUALIZARE HOY MISMO, SI USTEDES PARTICIPAN, CON COMENTARIOS O VOTOS, LO QUE SEA, ME CONFORMO CON UN "ACTUALIZA LOCA" JAJAJA, LO QUE QUIERO ES SABER DE USTEDES.

Capítulo 10: NUEVE Capítulo 12: ONCE

 
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