*****love Hard******

Autor: ROSSE_CULLEN
Género: Drama
Fecha Creación: 25/08/2013
Fecha Actualización: 24/09/2014
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 13
Visitas: 16080
Capítulos: 10

Argumento:

 

“¿Cómo te has atrevido a ocultármelo?”

Que su exnovia estuviera detrás de la mala prensa de su compañía era una cosa; descubrir que había tenido a su hijo en secreto, otra muy diferente. El millonario Edward Cullen no iba a aceptar ninguna de las excusas de Isabella Swan. Se casaría con él… o Edward usaría todo su poder para alejarla de su hijo. Sin embargo, después de una boda relámpago en Las Vegas, el deseo de Edward por Bella era más intenso que nunca. Pero él sabía que pensar en su matrimonio como algo más que un acuerdo de conveniencia significaría entrar en un terreno para el que no estaba preparado.

 

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Capítulo 9: RENDIDOS

Capítulo Nueve

–¿Saben que nos hemos casado? –le preguntó bella mientras Edward abría la puerta de su despacho.

«¿Saben que vivimos juntos? ¿Saben que esta mañana me has hecho el café? ¿Saben que el olor de tu espuma de afeitar ha invadido mi cuarto de baño?», se preguntó bella en silencio.

–Lo sabe solamente Aro –contestó Edward dejándola pasar primero–. Y no es amigo de cotilleos.

¿Qué querría decir que solamente se lo hubiera contado a su jefe? ¿Era por que no consideraba su matrimonio un matrimonio de verdad? Como ella no se lo había contado a nadie, decidió no seguir por aquella línea de pensamiento.

–¿Y cómo se lo ha tomado? Primero jacob y ahora tú.

Los dos con conexiones con el enemigo.

–Ya que lo preguntas, te diré que se lo ha tomado muy bien. Al estar casada conmigo, te cree de su parte.

Bella dio un respingo y se volvió hacia él. Edward la miraba divertido. Bella sonrió ante aquel momento de complicidad que pedía algo más, algo que no podía ser.

–Entonces, no es tan listo como la gente cree.

–Puede que no lo sea en el terreno de las relaciones.

Edward tampoco se sentía especialmente lista en aquellos momentos. El deseo le nublaba la razón y deseo era lo que estaba viendo en los ojos de Edward , estaba allí, clara y llanamente, llamándola.

Edward apartó la mirada y se paseó por su despacho, fijándose en su mesa grande de madera clara, su ordenador y su taza de café.

–¿Has venido por trabajo o…?

Bella se giró hacia él. No hacía falta que dijera más.

Edward  estaba de espaldas a la puerta y parecía compungido, como si no hubiera sido su intención sacar a relucir el tema del placer. Algo chisporroteó en el aire y, de repente, a Bella le costó respirar. Adiós a la contención. Los recuerdos de aquel hombre al que había besado tantas veces salieron a la luz.

–Por trabajo –contestó sin embargo.

Y era cierto que había ido por motivos de trabajo…

aunque su mente estuviera ocupada en otras cosas.

Aquella era la primera vez que estaba a solas con Edward y sin tony, lejos de la casa en la que ambos se movían con pies de plomo.

Bella se dijo que debía desviar la mirada para que Edward no percibiera su deseo, así que se acercó a las ventanas y miró hacia fuera.

–Quería hacerle unas preguntas a Aro.

–A lo mejor te puedo ayudar yo.

Sí, claro que la podía ayudar, pero a otras cosas.

Bella se sentía como si estuvieran cada uno a un lado de un ancho y caudaloso río, ella pegada a la ventana y él a la puerta. Se moría por cruzarlo, pero no sabía cómo.

Entonces, oyó el pestillo de la puerta.

–Bella –murmuró Edward acercándose.

Lo tenía al lado. Había cruzado.

Como Dorothy en El mago de Oz, supo que las palabras que necesitaba estaban en su interior, que siempre habían estado allí.

–Edward –le dijo alargando los brazos hacia él.

Edward le tomó el rostro entre las manos y deslizó los dedos entre su pelo mientras la besaba apasionadamente.

Bella sentía el mismo apetito por él, un apetito nacido de la negación a la que se había sometido a sí misma desde que Edward había vuelto a su vida, un apetito que se fue haciendo cada vez más potente y urgente a medida que Edward iba apoderándose de su boca. Aquel beso sin restricciones hizo que se perdiera en él y que recordara lo que venía a continuación.

Bella se aferró a los hombros de Edward mientras sus cuerpos entraban en contacto atados por sus bocas y sus brazos.

Eso era lo que echaba de menos, el vacío que sentía en su interior desde hacía años.

Bella le desabrochó los botones de la camisa y acarició con las palmas de las manos su abdomen y su torso. Sintió el corazón de Edward latiendo aceleradamente, como el suyo.

Edward tenía la respiración tan entrecortada como ella.

El deseo que Edward sentía por ella la inflamó.

Ella también lo deseaba.

Desesperadamente.

No podía seguir poniendo freno a su necesidad. Quería todo lo que Edward pudiera ofrecerle y se iba a asegurar de que le quedara claro.

Edward  le desabrochó los botones de la blusa a Bella, devolviéndole el favor. Mientras la abrazaba con un brazo, con la otra mano encontró uno de sus pechos y comenzó a acariciarlo, sopesándolo y jugando con el pezón hasta hacerla jadear.

Y siguieron besándose y moviéndose como en una danza hasta que Bella se dio contra la mesa del despacho. Entonces, Edward la sentó encima y le levantó la falda para acariciarle los muslos con las manos abiertas y colocarse entre ellos. Desde ese lugar, volvió a encontrar los pechos de Bella y gimió de placer mientras los acariciaba por encima del sujetador.

A sus manos le siguió su boca, que se inclinó para tomar posesión de uno de sus pezones a través del encaje.

Bella  tuvo que morderse los labios para no gritar de placer. Estaba tan concentrada en las sensaciones que no se dio cuenta de que Edward había encontrado el cierre de su sujetador hasta que no se lo desabrochó. Vio cómo la miraba, con qué deseo la observaba y supo que ella lo estaba mirando igual.

Edward paseó su lengua por su escote y su hombro y Bella echó la cabeza hacia atrás para darle acceso al cuello. Lo único que le importaba era el calor que emanaba del cuerpo de Edward y el fuego que ella sentía por dentro.

Con una mano en cada pecho, comenzó a besarla por el cuello, dejando un reguero de lava a su paso, hasta que se encontró con sus labios. Entonces, deslizó sus dedos a través del pelo de Bella y la besó más profundamente.

Sus lenguas se encontraron y se hermanaron en la exploración de su entorno.

La boca y el cuerpo de Bella recordaban perfectamente y respondieron a aquellos estímulos. Edward era su pasado y su presente. Su ahora. El hombre que podía satisfacer sus necesidades.

Edward se apartó un poco para bajarle las braguitas y dejarlas caer al suelo. Nada más hacerlo, volvió a colocarse entre sus piernas.

Bella le acarició el torso, sintió sus pequeños pezones masculinos y sus músculos,

recordó la textura de su piel, sus caricias y el deseo que le producían, un deseo que se había intensificado durante los años que había estado sin él.

Bella deslizó las manos ávidamente hacia la cremallera del pantalón de EDward para liberar su miembro.

Edward  le dio entonces un preservativo y entre los dos lo colocaron en su sitio. Cuando lo hubieron hecho, Bella  tomó su pene y lo guió hacia el centro de su cuerpo. A continuación, lo miró y vio que Edward la miraba extasiado.

–Tócame –le pidió, abrazándolo de la cintura con las piernas–. Tómame –añadió desesperada.

Edward rugió y se introdujo en su cuerpo de una sola y limpia estocada que la llenó. El tiempo se paró ante aquella perfección. Edward salió de su cuerpo y volvió a entrar mientras la agarraba de las caderas.

Y repitió aquel movimiento infinidad de veces.

Cada caricia y cada movimiento hacían que el deseo de bella fuera siendo cada vez mayor hasta que se encontró perdida en una nebulosa de desesperación que fue in crescendo hasta que explotó sin gritar.

Edward se apoderó de su boca para beberse los gritos de placer mientras Bella se agarraba con fuerza a sus hombros y él se dejaba ir también en unas embestidas finales.

bella sintió que la tensión dejaba lugar a la satisfacción. Mientras los músculos de sus cuerpos se relajaban, Edward la abrazó con fuerza y apoyó la cabeza sobre la suya. Bella aspiró su olor a colonia, hombre y sexo. Le hubiera gustado quedarse así para siempre porque en aquel lugar las cosas eran puras y sencillas entre ellos.

Edward  elevó la cabeza y la miró un segundo, antes de besarla suavemente en los labios.

A continuación, se apartó y se abrochó la camisa y los pantalones. Bella echó la cabeza hacia delante y dejó que el pelo le cubriera el rostro mientras se peleaba con el cierre del sujetador. Edward le apartó las manos cariñosamente y le abrochó la prenda. A continuación, le abotonó la blusa con reverencia. Bella lo dejó hacer y lo observó mientras lo hacía. Era imposible saber lo que estaba pensando, pues sus ojos azules no reflejaban nada, pero rezó para que los suyos tampoco lo hicieran.

Hacer el amor siempre había sido una experiencia sísmica entre ellos, pero ya no era suficiente. Ella quería… más.

No deberían haber… Bella apartó la mirada, se bajó de la mesa, se puso las braguitas y se alisó la falda.

¿Acababan de romper el frágil equilibrio de su nueva relación?

Edward se dio cuenta de que Bella se estaba cerrando, así que le acarició el mentón y percibió tensión, casi miedo. Con cuidado, la obligó a levantar el rostro para que lo mirara a los ojos.

–No pasa nada.

–¿De verdad?

De alguna manera, Edward siempre había sabido que iba a volver a haber algo físico entre ellos. Lo que no había imaginado había sido que hacer el amor con Bella iba a hacer que los cimientos de su mundo se estremecieran.

–No compliques las cosas, no te arrepientes de lo que acabamos de hacer –le aconsejó, pensando que él debía hacer lo mismo.

Tenían que hacer como si aquello no tuviera importancia. No iba a resultar fácil, pero había que intentarlo.

–Pero…

Edward negó con la cabeza.

–Sabes que hacemos buena pareja en muchas cosas y esta es una de ellas. No lo conviertas en algo confuso, oscuro y furtivo. Esto nos lo podemos permitir.

–Pero… –insistió Bella.

–¿Pero qué?

Bella abrió la boca y Edward se fijó en aquellos labios que había besado hacía tan poco y pensó en lo mucho que le gustaría volver a besarlos. bella tenía el pelo revuelto y pinta de haber hecho lo que, efectivamente, acababa de hacer: acostarse con él en su despacho.

–Nada –contestó frunciendo el ceño.

–¿En qué estás pensando?

–Solo en…

Edward esperó.

–En que esto podría complicar las cosas.

–O simplificarlas.

Edward  asintió.

–Maldita sea.

–Espera un minuto. Date tiempo para que se te quite el rubor de las mejillas y del escote –le aconsejó acariciándole brevemente aquellas partes de su anatomía.

Bella tragó saliva.

Edward la besó brevemente porque era lo que le apetecía hacer, porque después de días de comedimiento, ahora que habían rotos las barreras, algo dentro de él cantaba de alegría.

–Las preguntas que le querías hacer a Aro, me las puedes hacer a mí –le recordó apartándose.

Bella se encogió de hombros.

–Es que lo que me interesa es su opinión personal –contestó tomando aire y abriendo la puerta.

Edward la acompañó al vestíbulo del edificio y se dio cuenta de que Bella  titubeaba al ver a Maggie Cole, que le estaba entregando unos papeles a la recepcionista.

Maggie se fijó en que Edward llevaba agarrada a Bella  del codo.

–Hola, Bella  –saludó sorprendida.

Bella  negó con la cabeza.

–Luego nos vemos –le dijo a la secretaria.

–¿Sigue en pie nuestro café? –le preguntó Maggie.

–Por supuesto –contestó Bella  con demasiado entusiasmo antes de dirigirse a la puerta de la calle.

Edward no sabía que se conocían, pero, a juzgar por la sorpresa de Maggie, Bella no le había dicho que se habían casado.

Edward le abrió la puerta a Bella  y, cuando hubo pasado a su lado, le puso una mano en el hombro.

-Nos vemos esta noche.

Los ojos de Bella se fueron a los labios de Edward, sonrió con picardía y asintió.

Capítulo 8: NO CONFUNDIRSE Capítulo 10: DUDAS???

 
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