CALAMITOSA (+18)

Autor: lololitas
Género: Romance
Fecha Creación: 08/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 19
Comentarios: 51
Visitas: 58229
Capítulos: 25

"FANFIC FINALIZADO"

DECLARADA  CALAMIDAD PARA LA HUMANIDAD !!

La sociedad londinense a declarado a lady Isabella Swan un peligro para la humanidad. Y le han provisto un apodo que ella no desconoce : CALAMITOSA ISABELLA.

Todos están a la expectativa del próximo incidente- accidente que la joven va a provocar. Para su resguardo físico todos dan un paso atrás y alejan todo objeto que se derramable, inflamable, rompible, filoso, puntiagudo o susceptible de causar un accidente.

VER O NO VER... ESA ES LA CUESTION

Edward Masen, el conde de Cullen, sabía que la bella  lady Isabella Swan podría ser peligrosa. Ella era, en verdad , un desafío. Pero era exactamente el  desafío que él necesitaba …

MAS ALLA DE LO QUE LOS OJOS PUEDEN VER ...

Isabella siempre había deseado tener un novio, pero su madrastra quería más todavía  quería que ella encontrase alguien dispuesto a casarse con ella. Isabella coincidía con el hecho  que los anteojos escondían la belleza de su rostro, pero si ella siguiese el consejo de su madrastra y no los usase, cómo diablos iba a ver a los candidatos?

Ya había causado suficientes desastres con su deficiencia visual  y encima se había ganado un apodo infame en los círculos sociales en que se mueve. Todos los

posibles pretendientes parecían salir corriendo  cuando se acercaba “LA CALAMITOSA” Isabella… Hasta que de repente apareció un caballero dispuesto a bailar con ella. Un hombre elegante, atractivo  y misterioso…  Y Isabella irá  tanteando y  tropezando… para encontrar el amor!

 

adaptacion con los personajes de crepusculo del libro Love Is Blind -Lynsay Sands

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Capítulo 3: DOS.

 

— No fuerces la vista para no ponerte estrábica, por favor.

Aquello no era un pedido, sino una orden, y  Isabella ya estaba harta de las órdenes de su madrastra. Si al menos permitiese que ella usase anteojos, no necesitaría forzar los ojos.  Y tampoco  estaría tropezando con cosas y personas todo el tiempo . Pero no podía usar  anteojos porque  eso alejaría a los pretendientes.

Como si los desastres que causaba no los alejase, reflexionó cansadamente Isabella, e íntimamente se rió de los pequeños “accidentes” que había tenido desde que había llegado a Londres.

Además de no lograr ver las mesas sobre las que debería colocar las bandejas de té, había tenido un caída fea en las escaleras. Por  suerte, no se había lastimado mucho,  sólo algunos arañazos y algunos moretones, pero no se había quebrado nada. También Había tenido un pequeño incidente al caerse delante de  un carruaje en movimiento, sin hablar  del incendio de la peluca de Lord  Vulturi.

Un nuevo suspiro escapó de los labios de Isabella al recordar el sermón de Rebeca después  del último accidente. Su madrastra había decidido que si ella era tan ciega y  torpe sin los anteojos, sólo había una alternativa. En el  futuro, cuando estuviese en presencia de otras personas, tendría que quedarse sentada  y quieta. No podría tocar  candelabros, tazas, platos, cualquier cosa líquida, rompible, inflamable o filosa, o  sea, básicamente no podía tocar nada. No debía participar de comidas  con las visitas, y debía  afirmar que no tenía hambre. Aunque tuviese. Tampoco debía beber. Salir para hacer caminatas estaba fuera de cuestión si llevaba una criada con ella.

 

Siempre que Rebeca terminaba esos sermones, sólo  le restaba a Isabella, cuando había otras personas presentes, sentarse al lado de su madrastra, intentando parecer serena. Lo que significaba no forzar la vista y extraviar los ojos.

Con un suspiro, Isabella volvió a mirar  los bultos que desfilaban por la pista de baile. Cansada, bajó los ojos hacia sus propias manos. sería más una noche aburrida  .

— Puedo tener el placer de este baile?

A pesar de oír la invitación, Isabella no se tomó el  trabajo de levantar los ojos. Para qué ? No iba a poder ver nada . En vez de eso,  aguardó a que su madrastra respondiese, preguntándose quien sería el extraño que todavía  no había escuchado hablar de sus desastres. Si hubiese oído, con certeza no aproximarse ía a ella.

Notando  que Rebeca todavía no había declinado la invitación en su nombre,  alegando que estaba muy cansada, o cualquier otra excusa educada, Isabella miró de reojo  y vio que Rebeca, o mejor dicho , el manchón rosado como podía identificarla, no estaba más allí. En ese instante un borrón negro ocupó la silla, sobresaltándola.

Forzando los ojos, ella intentó en vano ver vestigios de un color rosa fuerte,  color que su madrastra usaba,  a su alrededor .

—  Creo que la dama que estaba sentada aquí hasta un minuto atrás salió en busca de algo para comer — el  extraño le dijo  tan cerca del oído que Isabella pudo sentir su respiración.

Conteniendo un estremecimiento, ella de inmediato volvió su atención al hombre a su lado. Él era dueño de una voz grave, muy agradable,  y por lo que lograba ver de su figura, era bastante grande. Por  milésima vez, deseó estar usando anteojos para poder ver.

—  Ella no  dijo a donde iba? — le preguntó al extraño. — Me pareció verla hablando con vos antes de salir.

Isabella se ruborizó  un poco, y volvió  a mirar la mancha colorida que se movía por la pista de baile, admitiendo:

— Tal vez  me lo haya dicho . Creo que estaba distraída con mis pensamientos y no presté atención.

Aunque tuviese un vago recuerdo de que  Rebeca había comentado algo,  Isabella estaba demasiado sumergida en  su auto compasión como para prestar atención.

Era muy  humillante tener que quedarse sentada, teniendo como única distracción  los fragmentos de conversación de las personas que pasaban,  muchas veces lanzando, con muy poca delicadeza, comentarios  respecto a ella. Sus accidentes desastrosos aparentemente eran  el hazmerreír de la temporada. Se había ganado el apodo de calamitosa Isabella, y todos estaban a la expectativa de cual sería el próximo “accidente” para  divertirse.

— Dicen que sos tan ciega como un murciélago, y  demasiado vanidosa  como para usar anteojos.

Isabella parpadeó con sorpresa ante esa inesperada declaración. Si la falta de delicadeza de las palabras de él la sorprendieron , ella pudo percibir que sorprendieron todavía más  a su interlocutor. La respiración de él quedó suspendida como si  se hubiese dado cuenta de lo que había dicho. Mirando de reojo, se dio  cuenta  que él  había levantado la mano para cubrirse la boca.

— Perdón, creo que me extralimité . Nunca debería…

—  No te preocupes. – Isabella dispensó las disculpas y se hundió en la silla con un aire desanimado. — Todo está bien . Sé lo que las personas dicen.  Creen que, además de  torpe,  soy sorda, pues no se preocupan de hablar delante de mí . Hablan lo suficientemente alto  como para que pueda escucharlos. —  Ella imitó el modo en que las personas hablaban,  haciendo muecas. — Oh, vean, ahí está la pobrecita, la calamitosa Isabella.

—  Te pido disculpas — él dijo bajito.

—  No precisas  disculparte. Por lo menos  me lo dijiste en la cara.

— Si,  pero … — El muchacho pareció relajarse un poco ahora que las manos de ella ya no significaban  una amenaza. — En verdad , era más una pregunta.  Yo quería saber si eres como dicen.

— Bien,  no soy tan ciega . — Isabella sonrió  con amargura. — Veo bien con los anteojos. Pero mi madrastra me los sacó de. —   Isabella arriesgó una sonrisa  en dirección a él y  aclaró : — Rebeca parece creer que tendré más  suerte de  prender fuego  el corazón de un buen candidato sin los anteojos. Aunque hasta ahora la única cosa  que logré prender fuego  fue la peluca de lord Vulturi.

 

— Cómo? — Edward preguntó  asombrado. — La peluca de Vulturi?

— Si — ella confirmó,  recostándose en la silla e intentando alejar ese recuerdo. — Fue así. Pero, si quieres saber la verdad, la culpa no fue enteramente mía. Él sabía que yo no  puedo ver bien sin mis anteojos. Por qué diablos fue a pedirme que le acercase una vela? — Isabella hizo una pausa y miró de reojo  en dirección al extraño. —  Sin la peluca, él es  mas calvo que una bola de billar, no  te parece?

Le pareció  que él asintió  con la cabeza, pero era difícil decir. También escuchó   sonidos ahogados, como si él estuviese luchando  por contener la risa.

— Vamos, puedes reírte, estamos en confianza — Isabella dijo,  sonriendo. —  Yo también  me reí,  pero no era el momento adecuado.

El entonces se relajó un poco más y, como estuviesen sentados lado a lado, Isabella hasta pudo sentir el vigor de su brazo y de su pierna  apoyados ligeramente en ella.

Isabella forzó la vista, intentando hacer  que el rostro del extraño entrase en foco. Quería  mucho descubrir como  era. Le gustaba el sonido de su risa y  su voz firme. Y,  aunque debiese  apartarse un poco para no permitir la proximidad de la cadera de él rozándola  con cada movimiento, le gustaba la sensación que sentía, por eso hacía de cuenta que no lo notaba.

— Cómo reaccionó  con  ese  ......pequeño accidente?

— Nada bien. Y me culpó,  por supuesto. Me dijo un par de groserías . Creo que me habría agredido físicamente si los criados no lo hubiesen detenido y sacado de la casa, prácticamente a patadas en el ...  —  ella admitió,  suspirando. — Por supuesto que después  mi madrastra no pudo dejar de darme con sermón  sobre cómo debo e no debo comportarme de aquí en adelante .

— Qué tipo de sermón?

—  Enumerando  todo lo que tengo  prohibido. — Isabella sonrió . — Por ejemplo, no puedo comer en público, no puedo beber en público… de hecho , no puedo tocar  nada, y mucho menos  candelabros, floreros, velas, nada líquido, inflamable, rompible, filoso, puntiagudo ... en síntesis,  nada. Ni siquiera puedo salir a dar un paseo sin una compañía para guiarme.

—Pero no te  dijo nada respecto  a bailar, verdad ?

— No, pero  no precisaba hacerlo, se cae de maduro ... . — La sonrisa de Isabella se desvaneció . Ella vaciló por un segundo, después  intentó explicarse: — No veo  bien. No veo ni una montaña delante de mis narices. Bailando sólo veo borrones de colores y luces a mi alrededor, y termino por perder el equilibrio. — Ella hizo una pausa, sintiendo que comenzaba a  ruborizarse con el recuerdo de la última alma caritativa y valiente que la había sacado a bailar. Había tropezado con él  y ambos  habían acabado cayendo  al piso. Papelón y bochorno eran escasos para definir la situación.

— Entonces mantén  los ojos cerrados.

— Cómo? — Isabella volvió a mirar al bulto oscuro a su lado.

— Si mantienes los ojos cerrados,  no perderás el equilibrio — el muchacho le explicó y ella sintió la mano de él aproximarse a la suya, para ayudarla a levantarse.

Estaba lista para rehusarse, pero el contacto d la mano de él le provocó  una especie de corriente eléctrica. Fue una sensación extraña, excitante, que la hizo sentirse viva.

— Yo no… — ella comenzó a decir, deteniéndose cuando él puso la mano en su mentón , levantó su rostro y se inclinó para mirarla a los ojos.

Por un breve momento, ella contempló claramente el más lindo par de ojos castaños aterciopelados que jamás hubiese visto ; él entonces se apartó un poco y salió del foco.

— Confía en mí .

No era  un pedido, sino una imposición. Isabella pensó en aquellos  ojos tan oscuros y tan bondadosos, y aceptó sacudiendo la cabeza. Él la ayudó a levantarse y la condujo entre las personas hasta la pista de baile.

— Ahora… — La voz de él era calma y suave al tomarla en sus brazos. —  Cierra los ojos y relájate.

Isabella estaba hipnotizada.

— Es sólo cuestión de  acompañarme. No dejaré que te tropieces.

A pesar de haber acabado de conocerlo, Isabella confió en él y se sintió  segura.  Con los ojos cerrados, solamente  contaba  con sus oídos y las manos del muchacho para conducirla. Se dejó llevar por los movimientos  y señales de él: un aprieto en la mano, una presión más fuerte en su cintura.  Y la sensación del aire circulando a medida que giraban  y giraban por el salón, sin resbalones, sin tropiezos. Por  primera vez  desde a su llegada a Londres, Isabella no se sentía torpe. Estaba en las nubes.

Cuando la música se detuvo, él le apretó   y, sujetándola por el brazo, la condujo por el salón.

— Bailas divinamente, mi lady — le dijo  al oído, abriéndose camino entre las demás  parejas.

Isabella se sonrojó  y sonrió  orgullosa, sacudiendo la cabeza.

— No, mi lord . El  crédito no es mío. Sospecho  que sos vos quien baila divinamente. con otras personas con quien bailé  lo único que hice fue tropezarme y caerme.

— Entonces la culpa es de esas personas.  Eres agil y flexible como una pluma.

Isabella pensó por un breve momento y acabó concordando:

— Tal vez tengas razón. Después de todo, si sólo fuese un problema mío, aún con tu obvio talento para el baile no habría sido  fácil  conducirme. Tal vez mis  compañeros de baile anteriores estuviesen un poco nerviosos e inseguros.

Ella escuchó   la risa en la voz de él y  levantó las cejas  desconfiada.

— Mi lord ?

— Tu sinceridad.  Estoy encantado con tu falta de falsa modestia. Eso nunca me había incomodado antes, pero ahora  tratar con personas  altivas cuando están en la ciudad me  resulta bastante desagradable. Me encanta tu franqueza.

Isabella se sintió  ruborizarse, peor los primeros acordes de una nueva pieza musical hacían  eco en el aire y su compañero volvió  a tomarla en sus brazos.

— Cierra los ojos — él le recomendó,  apretando el brazo alrededor de su cintura.

 Con los ojos cerrados, Isabella se entregó   al placer del  baile.  Se le pasó por la cabeza que no deberían estar bailando tan pegados. Pero si intentase evitar esa proximidad, tal vez se sintiese insegura y podría tropezar como antes. Además,  era tan fascinante estar en los brazos de él.  Se sentía  anidada y protegida.

 

— Por qué  no desobedeces a tu madrastra?

Isabella parpadeó , intentando en vano distinguir  el rostro delante de ella.

— Cómo ?

— Por qué  simplemente no usas los anteojos?

— Ah, lo intenté  el primero día en que llegué  a Londres — ella dijo con una cierta irritación. —  Bajé con ellos puestos lista para ir al  baile de lord Findlay. Rebeca se puso lívida. Me arrancó los anteojos de la cara y los rompió  delante de mí para que yo viese lo que estaba haciendo.

— Ella tuvo el coraje de romperte los anteojos? — Edward preguntó , visiblemente azorado con la desfachatez de la madrastra.

Isabella sacudió la cabeza  seriamente.

— Rebeca siempre encuentra un modo de ser obedecida.

— Pero si te  los rompió , como haces para moverte  por la casa? — él quiso saber, apesadumbrado.

— No me muevo. — Isabella le dio una sonrisa  desolada y admitió un poco avergonzada: — Necesito ser guiada por los criados. Es horrible.

— Imagino que si — él susurró.

— Hum. – ella reflexionó  por un breve instante sobre toda esa humillación y entonces dijo :  — Lo peor de todo es que no puedo hacer nada sin mis anteojos. No puedo bordar, arreglar las flores, nada.  Y me es imposible leer. Aunque pegue los libros a mis ojos, no puedo leer por  mucho tiempo,  pues acabo con dolor de cabeza. Imaginate  mi aburrimiento. No hago otra cosa que estar sentada, tamborileando mis dedos.

Edward dio un comentario solidario aunque sus labios esbozasen una leve sonrisa. La expresión demudada de Isabella era deliciosa de  ver. Ella era muy  encantadora. Aunque  tal vez no de la manera tradicional. Los labios eran demasiado  grandes  para ser considerados bonitos, pero él los hallaba sencillamente seductores. Y la nariz tal vez fuese un tanto atrevido para los patrones de  la época, pero le gustaba.

Edward estaba tan ocupado en observar las facciones de Isabella que apenas se dio cuenta   cuando la música cambió. Finalmente acertó el paso a un vals, sin  desviar los ojos del rostro de ella,  mientras escuchaba las innumerables  atribulaciones de una vida sin anteojos.  Y la lista era indiscutiblemente larga.

Vestirse era una tarea difícil, pues siempre dependía del humor de la criada y se quedaba rezando  para que le hubiesen puesto la  ropa adecuada. Nunca sabía como estaba su cabello . Ella le iba  explicando el peinado que quería y la criada parecía no oír sus pedidos . Edward le aseguró que el peinado estaba perfecto y que el vestido estaba impecable. 

 

 

 

Isabella obviamente no buscaba elogios.  Ruborizándose mucho,  ella ignoró las palabras de él y continuó  explicando que tenía que ser guiada por la casa por la misma criada, por temer caer por la escalera o tropezar con algo que no viese. Y, sin duda, confundir una persona con otra era un problema más, aunque  estaba comenzando a  volverse experta en reconocer voces. Era también irritante dejar caer la comida sobre su regazo, aunque eso sólo sucediese en la privacidad, ya que no tenía autorización para comer o beber delante de  visitantes. Sólo le faltaba usar babero para no ensuciar sus ropas.

Edward se mordió los labios para no reírse al imaginarla con un babero, pero las cosas que contaba fueron haciéndose más graves, como casi haber incendiado la casa algunas veces al encender las velas o haber derribado al mayordomo y a varios criados innumerables  veces, sabiendo que todos la odiaban debido a esos accidente. Ellos se alejaban o escondían  cuando ella estaba cerca y ya cuchicheaban que ella era una calamidad ambulante.

Isabella contaba cada detalle de forma animada, y Edward tenía dificultad para reprimir su diversión y contener la risa, hasta que Isabella se dio cuenta del esfuerzo que, por delicadeza, él estaba haciendo y le dijo que podía reírse a voluntad.

La sonora carcajada que soltó sorprendió al propio Edward. Isabella lo hacía reír y al mismo tiempo hacía que  su corazón se oprimiese con ansiedad.

—  Tienes una linda voz, mi lord . Y una risa muy linda también — ella lo elogió,  sonriendo.

— Gracias , mi lady — dijo él. — Y eres muy  bondadosa al  decirme eso,  después  de mis malos modales al reírme de tus desgracias . Te pido  de corazón que me perdones.

—  Ni lo menciones! — Isabella replicó . — Mirando  la situación en retrospectiva, me parece graciosa, aunque  dudo que Rebeca lo  consideraría de esa manera.

Con la mención del nombre de la madrastra, el humor de Edward cambió y, aunque ella no lograse ver, la expresión de su rostro se cerró.

— Disculpa la sinceridad, mi lady, pero tu madrastra me parece bastante maldita, una cretina.

— No ! — Isabella lo miró  de reojo. — No diga eso.

— Por qué no? — él preguntó,  divertido. — No tengo miedo de ella. 

—  No, pero si ella se  enterase se pondría furiosa y no le gustaría que te refirieses a ella de ese modo.

— No me importa en lo mas mínimo si ella gusta o no gusta de mí… — Edward comenzó a decir, pero fue interrumpido por ella.

— Oh, pero deberías. Si Rebeca no gusta de vos, no permitirá  que siga bailando con vos y… a mí me encanta bailar ...  — se desahogó  Isabella un tanto avergonzada.

El aire de enojo que había en la cara de Edward se desvaneció ante esa confesión  , dando lugar a una mirada tierna.

— Bien,  en ese caso voy a  esforzarme por tratarla con el máximo respeto. — él se dio notó la preocupación de ella y agregó : — Porque a mí también me gusta mucho  bailar con vos. 

Isabella levantó su cara radiante. Fue una pena no poder ver la sonrisa que él le devolvió.

Casi instintivamente, Edward dirigió su mirada al lugar donde Isabella estaba cuando la vio por  primera vez . Disminuyó un poco el paso al vislumbrar a la dama que estaba sentada junto a ella en aquel momento. La madrastra estaba de vuelta en el mismo lugar después  de haber  saciado su hambre , recorría el salón con los ojos buscando a su protegida desaparecida. No demoró mucho en localizarla.

Como esperaba,  Rebeca no parecía muy  satisfecha al verlos bailando. En realidad , parecía horrorizada. Al darse percibir que ella ahora  comenzaba a  encaminarse en línea recta en dirección a ellos,  Edward fingió no verla e  intentó conducir a Isabella en dirección opuesta.

Imaginó que, al apartarse, Rebeca se detendría y aguardaría que completasen la vuelta hasta  aproximarse a ella,  pero, mirando de reojo, vio que ella los seguía por el salón. Aparentemente, la madrastra era del tipo persistente. Era lo que debería haber imaginado. Ella le recordaba a un perro bulldog, pensó  Edward sin ninguna generosidad, y miró a la joven en sus brazos.

— Por qué  tanta determinación de tu madrastra para que no uses anteojos?

— Ella quiere que  encuentre al candidato perfecto. Mi padre se enojará si ella no consigue ese objetivo, entiendes?.

— Bien,  de hecho , no entiendo — Edward balbuceó , cambiando súbitamente de dirección al ver que corrían el riesgo de ser atrapados por la madrastra. Se mantuvo en silencio por un momento, intentando evitarla, y luego comentó : — Vos ciertamente tendrías más posibilidades de encontrar el candidato perfecto si pudiese verlo.

— Debo confesar que yo  también creo eso. Pero Rebeca no lo cree. Ella dice que no soy nada atractiva con los anteojos y teme que eso – sumado a mi pasado y mi reputación  comprometedora- acabaría con cualquier oportunidad de hacer un buen matrimonio.

— Pasado comprometedor? — Sorprendido por ese comentario, Edward se detuvo bruscamente en el borde d el a pista de baile.

— No te enteraste del escándalo?

Antes que Edward pudiese responder que no, un gran bulto oscuro se proyectó sobre ambos. Dándose vuelta , él frunció la frente  irritado al encontrarse  con la persistente madrastra quien se detuvo   jadeante al lado de ellos. 

— Isabella! — Rebeca dijo bruscamente, y Edward sintió a la joven  ponerse rígida en sus brazos bajo el azote de esa voz, apartándose de él con un sobresalto para darse vuelta hacia su madrastra.

— Dime , Ly… — Isabella fue agarrada por Rebeca y arrastrada por el brazo, sin la menor ceremonia.

 

— Bien,  debo admitir que  saliste de la situación mucho mejor de lo que yo esperaba. 

Quitando sus ojos de las espaldas de Isabella y de su madrastra que se apartaban,  Edward se encontró  con su primo una vez más a su lado.

— Te parece? — preguntó,  distraído.

Jasper sonrió  irónicamente  y encogió los hombros .

—  Creo que si. Después de todo, ella no te pisó  los pies, no te hizo caer, ni te prendió fuego la ropa. Yo diría que fue un buen comienzo.

— Lo es — replicó Edward con una sonrisa enigmática. — Sólo fui perseguido por  una v matrona que gesticulaba frenéticamente como una gallina batiendo sus alas.

Jasper se rió de la descripción   de su primo y completó :

— La pobre lady Isabella parece estar destinada a terminar cada día con una nueva humillación. Se convirtió en el tema de charla de la ciudad.

— No es Isabella la causa del problema. Es la madrastra.

— Concuerdo  con que la escena de hoy pueda haber sido responsabilidad de la madrastra. La muchacha estaba haciéndolo muy bien  en tus brazos, pero no puedo culpa a Rebeca por todos los “accidentes” que contribuyeron  a la reputación de la calamitosa.

— Por qué no? — Edward preguntó,  levantando una ceja.

— Porque Rebeca no estaba presente cuando Isabella volcó  el té en mi ...  mis piernas y me quemó las… partes ...

— Pero eso no habría sucedido si ella estuviese usando sus anteojos, y la culpable de eso es la madrastra — lo interrumpió  Edward.

—  Qué ?

— Isabella no usa anteojos. No porque sea vanidosa, sino porque su madrastra se los sacó  y se los rompió.  Ella se niega a dejar  que la muchacha use anteojos.

Jasper no logró disimular su asombro ante  esa revelación.

— Por qué diablos alguien haría eso ? 

— Lady Swan aparentemente cree que los anteojos podrían ser un obstáculo para que la calamitosa encuentre un marido.

—Ah… entiendo. — Jasper se quedó pensativo, y Edward no contuvo su curiosidad. 

— Ella me comentó algo sobre un pasado comprometedor. Sabes  de qué se trata?

— Qué ?— Jasper lo miró de manera penetrante y después  desvió los ojos, demostrando una cierta incomodidad . — Sé algo…  lo oír decir, claro ...  de hecho , una desgracia.  Y no fue culpa de ella.  El hombre fue preso. Por lo que recuerdo, fue un escándalo en su época. Causó  muchas habladurías.

— Qué causó la habladuría? — Cuando Jasper lo miró indeciso, Edward insistió impacientemente. — Qué escándalo fue ese?

 

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OTRA NUEVA AVENTURA COMIENZA, LLENA DE DIVERSION, DRAMA, AMOR, ROMANCE. ESPERO ME ACOMPAÑEN MUCHAS GRACIAS POR DARSE EL TIEMPO DE LEER.

 

ACTUALIZACIONES: UN CAPITULO DIARIO

BESITOS GUAPAS

Capítulo 2: UNO Capítulo 4: TRES

 
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