Mi corazón siempre sera tuyo (+18)

Autor: solcullen
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2011
Fecha Actualización: 11/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 100
Comentarios: 536
Visitas: 365403
Capítulos: 32

Fic recomendado por LNM

 

La lluvia caía sin cesar, golpeaba fuertemente mi ventana, el viento azotaba fuertemente las copas de los árboles, ya sin hojas. Era invierno, un crudo y frío invierno, pero más frío se había vuelto su corazón... Y aquí estaba yo, perdida en mis pensamientos, como cada día preguntándome: ¿cómo un amor tan grande podía haber terminado en esto? Juntos, pero tan lejos a la vez... ¿Será que esta lucha constante terminará alguna vez? ¿Será que alguna vez el corazón de mi gran amor, Edward Cullen, Mi Edward, volverá a latir por mí otra vez?Mi nombre es Isabella Swan y esta es mi historia...

 

 

 

La historia es completamente salida de mi imaginación, los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

 

 

Este Fic. esta protegido por derechos de autor por Safe Creative. ¡NO APOYES EL PLAGIO!

 

NO DOY AUTORIZACIONES, PARA SU PUBLICACIÓN, EN NINGUNA PÁGINA DE FACEBOOK, BLOGS O SIMILARES. LAS ÚNICAS PÁGINAS AUTORIZADAS, SON: LUNANUEVAMEYER Y FANFICTION.NET. GRACIAS POR LA COMPRESIÓN.

 

Las invito a pasar por mi nuevo Fic. "El Chico de Ipanema"

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 24: Cásate Conmigo

 

Capitulo 24: Cásate Conmigo


Bella


¡Tonta!, ¡tonta!, ¡Bella eres una tonta!… ¡porque le cortaste el teléfono!...me reprendía mentalmente una y otra vez mientras me bañaba…pero es que tuve miedo… ¿miedo a que? ¡Diablos! ¿A Edward? ¿Miedo a Edward?... es definitivo te rayaste, realmente deberías haber aceptado aquella hora al loquero… 


Y era verdad estaba loca, pero de miedo. Tenía mucho miedo de aceptar todo esto que estaba sintiendo, de aceptar que tal vez me había equivocado…miedo de reconocer que quizás ya no me importaba enterarme de la verdad, miedo a que me dejara sola otra vez, porque lo amaba más que al principio, más que ayer y lo extrañaba con demencia…


Hundí mi cabeza en el agua tibia, abatida, intentando despejar mí mente, como si así pudiera por un segundo olvidar la estupidez que había hecho ayer. Ya no podía mas, esta separación estaba acabando conmigo lentamente. Salí de la tina con cuidado de no caerme y me envolví con una toalla. 


Caminé con el pelo estilando hasta al closet a buscar que ponerme, saqué unos jeans ajustados y un sweater rojo de cuello alto y luego me senté en tocador frente al espejo. Cerré mis ojos unos momentos y suspiré tristemente este era uno de los momentos del día que mas extrañaba a Edward, ahora y desde siempre, cuando mi Edward secaba cada parte de mi cuerpo con infinita ternura, como si fuera el más delicado y fino cristal para luego mirarme con ojos pícaros y juguetones como aquel niño hermoso que contenía su alma, como aquel niño hermoso imaginaba que llevaba en mi vientre, para entretenerse secando mi cabello dejándolo convertido en una maraña mientras yo lo reprendía enfurruñada y el reía divertido en adorables y hermosas carcajadas. 


Cuantas veces aquellas tiernas caricias se convirtieron en abrasadores  y sensuales roces, ardientes besos y miradas enardecidas que terminaban nuevamente en lo inevitable, en aquella única e imperiosa necesidad que teníamos de fundirnos en uno solo, en donde solo mandaba nuestros cuerpos y nuestro enamorado corazón.


Me quité la toalla y miré unos instantes al espejo. Mi pancita apenas había crecido, era imperceptible si no mirabas con detenimiento, pasé mis manos y la acaricié dulcemente, permitiéndome soñar por un instante que eran las manos de mi amado Edward las que me tocaban con adoración.


Hoy no era un día bueno, me sentía horrible, apenas había tocado mi desayuno y de verdad que lo intentaba, pero todo lo que comía por la mañana lo devolvía sin remedio. Qué decir de los otros síntomas, me sentía muy cansada me quedaba dormida en todas partes y me daba la impresión que mis pechos habían crecido como tres tallas, cosa que era absolutamente imposible y además estaban muy sensibles.


Pero a pesar de aquello, hoy era un día importante para mí y me sentía relativamente animada, hoy escucharía por primera vez los latidos del corazón de mi bebé…de nuestro bebé…


Así habían sido todos los días desde que salí del hospital de relativo ánimo, pero la verdad a quien quería engañar por más que intentaba no sentirme infinitamente deprimida porque no quería que mi bebé percibiera mi estado de ánimo me había sido completamente imposible.


Me encerré en mi cuarto sin querer saber nada y de nadie para así según yo intentar recoger lo mejor que pude los pedazos que quedaron de mi destrozado corazón,  quería darle algún sentido a lo que sería mi vida de ahora en adelante por mi bebé, pero para ser sinceros no lo había encontrado y aunque no lo quisiera reconocer sabía muy bien el porqué. 


Si, quería levantarme de nuevo, debía empezar de cero y aquello me llevó a tomar fuertes decisiones que a esta altura ya me parecían completamente absurdas y crueles, todo debido a mi maldito despecho y azuzada por Rose y por Emmett.


Mis ojos se llenaban de lágrimas de tan solo pensarlo, no sé cómo había sido capaz de hacerle eso…


Después de aquel día que estaba escondida entre los árboles que estaban al frente de nuestro edificio, los remordimientos por lo que había hecho habían convertido mi vida en un absoluto infierno. Esa fría mañana esperé ver salir el Volvo plateado del estacionamiento, para cometer el más abominable de los actos y como una mujer calculadora y cruel observé a mi Edward con su rostro crispado de sufrimiento tanto o más que el mío alejarse del lugar que algún día también fue mi hogar.


Crucé la calle y entré al edificio sin siquiera saludar a Embry para meterme a todo velocidad al ascensor. Con mi corazón a punto de salirse de mi pecho y mi conciencia martillando en mi cabeza una y otra vez rogándome que no cometiera aquel acto tan vil, entré al departamento con determinación, directo a nuestra pieza, preocupada de no reparar en ningún detalle importante, en  nada que me recordara a Edward, para mantener a raya mi conciencia y no me torturara mas recordándome  que aquella si era mi casa y que de ahí no debía salir nunca más. 


Con manos temblorosas  y mis ojos inundados de lágrimas saqué las escrituras y las joyas que Edward me había regalado simbolizando el eterno amor que algún día me profesó  de mi cartera. Cerré los ojos e inspiré profundamente tratando de calmarme, para darme el valor que me faltaba para cometer aquella aberración, pero el embriagador perfume de Edward se coló por todos mis sentidos para recordarme  que no estaba nada de bien lo que estaba haciendo que era un imperdonable error, pero aun así fui una estúpida y  decidí continuar dejándolas encima de la cama con el dolor de mi alma. Me permití unos segundos contemplarlas, acaricié su fría y suave textura lentamente por última vez como despedida, esperando así inútil y  tontamente romper el vínculo sagrado que algún día nos unió.  


Fui una ilusa y ahora me daba cuenta, ahora que ya había cometido aquel horrible acto, aquello aunque  pasaran miles de años, jamás pasaría, jamás podría borrar las huellas que Edward había dejado tatuadas en piel, jamás podría borrar aquel vínculo sagrado que algún día y por una suerte inexplicable el cielo unió, nunca en la vida podría olvidar aquellos hermosos recuerdos que estaban enraizados a fuego en mi corazón y mucho menos ahora que llevaba el fruto de nuestro eterno amor creciendo sano y fuerte en mi interior.


Comencé a vestirme sin ganas mientras mis ojos se inundaban de nuevas lágrimas de tan solo recordar por un segundo en el sufrimiento que mi irresoluto egoísmo le debiese haber provocado a mi Edward, por lo cual este era de aquellos días en los cuales me hubiese quedado todo el día acostada fustigándome por tonta, perdida en lo único que a esta altura me quedaba mis infinitos y maravillosos recuerdos.


-¿Bella, hija puedo entrar?- Charlie llamó a mi puerta interrumpiendo mis tortuosos pensamientos.


Me acerqué a la puerta, sequé mis lágrimas lo mejor que pude, quité el cerrojo y lo dejé entrar.


-¡Por Dios hija! ¿Por qué te encierras en tu cuarto con llave?-me reprochó apenas entró.


-Será porque no quiero ver ni saber de nadie- contesté ácidamente, pero inmediatamente me arrepentí Charlie no tenía la culpa de que mis miserias- perdón papá. 


Charlie observó mi pieza unos instantes y suspiró cansado.


-¿Bella hasta cuando vas a seguir con esto? Mira este cuarto, mira este desorden, hay fotos de Edward repartidas hasta por debajo de la cama, hija para que te sigues torturando de esta forma, ¿por qué sigues negando lo evidente?


-Papá no comiences por favor ese discurso ya lo he escuchado muchas veces y termina que no te queda bien el papel de Celestina.


-Bella yo no ando de Celestina de nadie- me dijo muy molesto- como no te das cuenta que te estoy tratando de ayudar hija, estoy intentado hacer que veas que es lo correcto, así que aunque no te guste lo seguirás escuchando hasta que me hagas caso. Bella con tu madre  estamos muy preocupados, estas flaca, ojerosa, no comes bien, no es sano esto que te estás haciendo, si Edward vieras como estas…


-¡No lo nombres! ¡No me hables de Edward!- lo corté llevando mis manos a tapar mis oídos en un gesto absolutamente infantil, pero ya no soportaba escuchar el mismo discurso otra vez. 


-Bella.


-Por favor papá.


-Está bien- aceptó rendido- por lo menos veo que esta mañana te has levantado ¿Vas a algún lugar?


-Sí, voy al hospital- contesté sin pensar haciendo que me arrepintiera inmediatamente de haber abierto la puerta.


-¿Al hospital?- preguntó curioso seguramente con la esperanza de que  fuera a hablar con Edward y que esta situación se terminara de una vez ya, pero no podía estar más lejos de la realidad.


-Sí, tengo control con Mackenna- mentí rápidamente, no quería que me preguntara nada mas, aun no me sentía preparada para contarles sobre mi embarazo y menos sabiendo que lo más probable es que pondría el grito en el cielo ya que mi pobre padre era tan a la antigua que lo más seguro es que siguiera pensando que yo jugaba a las muñecas con Edward.


-Que bueno, quizás sería bueno que tu madre te acompañara para que…


-¡NO!- lo corté nuevamente nerviosa hablando más fuerte de lo normal.


Charlie me echó una mirada inquisidora y me sentí absolutamente pillada en mi mentira.


-Perdón, es que no es necesario puedo ir sola, quiero ir sola, no es nada más que un simple control, no te preocupes- contesté tratando de quitarle importancia.


-Está bien, por hoy no quiero importunarte mas, solo te advierto una cosa, te daré solo unos días más para que salgas de este encierro y tomes alguna decisión, si no yo mismo te llevaré arrastras donde Edward y no me importa cuánto patalees, no sé para qué sigues negando lo evidente hija, eso que tu bien sabes y todos sabemos.


Abrí mis ojos como platos de la impresión, las palabras de Charlie fueron tan fuertes y seguras que no me cupo le menor duda que cumpliría sus amenazas y por un minuto deseé con todas mis fuerzas que las cumpliera en este mismo segundo para ayudarme a tomar el valor que yo no tenía haciéndome sentir tan miserable por no ser fuerte, por no haber creído en el amor que innumerables veces Edward me profesó y me demostró de las más diversas y hermosas formas.


-Papá, tu… tu… ¿de verdad le crees?- pregunté sin poderlo contener más era mucho más fuerte que yo mi necesidad de saber su verdad.


-Bella-dijo mi nombre con condescendencia- ¿cómo crees que no maté a Edward con mis propias manos si no creyera en él? Es cierto que no lo quería nada al principio y me costó mucho aceptarlo, pero Edward fue bien hombre al enfrentarme y dejarme muy en claro sus sentimientos e intenciones hacia ti y eso mí querida hija no lo hace cualquiera, por lo que no entiendo porque te cuesta tanto creer en él.


No le contesté nada no me sentía capaz, sabía que Charlie tenía razón, pero me costaba mucho aceptarlo.


-Bueno hija cambiando de tema, venía a avisarte que Jacob te está esperando en el living. 


-¿Jacob? ¿Jacob está aquí?-pregunté tontamente sin poderlo creer. 


Prácticamente hace seis meses que no sabía nada de Jacob y por lo me dijo la última vez me imaginaba que estaba en España. 


-Sí y espero que no retrase tu hora al doctor y se vaya rápido sabes que ese chico jamás me gusto-dijo con una mueca de desagrado y salió de la pieza.


¡Rayos! Lo que me faltaba para comenzar un “excelente” día, después de la última vez que vi a Jacob sinceramente pensé que jamás lo volvería a ver y menos lo deseaba después de aquel furioso arranque de celos que le dio a Edward. Solo esperaba que esta vez viniera en son de paz al igual que la última vez.


Miré la hora faltaban veinte minutos para las diez, si no me apuraba llegaría tarde. Terminé de arreglar mi cabello, tomé mi abrigo, mi cartera y las llaves de mi Jeep y salí de mi pieza a toda velocidad para ver qué es lo que quería esta vez Jacob, ya que esta situación  se comenzaba a tornar repetitiva y me hacía sentir muy desconfiada.  


Cada vez que Edward desaparecía de mi vida por alguna u otra razón, curiosamente aparecía de vuelta Jacob, lo que me comenzaba a parecer más que extraño ¿que no se daba cuenta que nuestra amistad jamás volvería a funcionar? ¿Que él lo había arruinado todo?


Bajé las escaleras intentando mantener mi paranoia a ralla, no alcancé a atravesar las puertas dobles para ingresar al living cuando ya tenía a Jacob sobre mi abrazándome. 


-¿Bells preciosa cómo estás?- me saludó estrechándome fuerte hacia él, sin darme tiempo a reaccionar, el contacto era muy incómodo intenté como pude aflojar su agarre, pero no me soltaba.


-Jake, por favor ¿me puedes soltar?- le pedí apenas, me apretaba muy fuerte.


-¡Ups! perdón nena es que te extrañé tanto- expresó feliz soltándome para pasar uno de sus pesados brazos por mis hombros, besar sonoramente mi mejilla y dirigirnos a los sillones del living.


Me senté lo más alejada de él que pude. 


-Que sorpresa Jacob, yo pensé que  aun estabas en España- le dije cautelosa, sin poder alejar aquel escepticismo de mi cabeza.


-Eh…si bueno…claro…España…si…España cierto… si claro que fui, pero cuando llegue allá me di cuenta que no podía dejara solo a Billy así que me regresé- me contestó no muy convencido haciendo que mi desconfianza creciera exponencialmente.


Llevó una de sus manos a su espalda y de atrás sacó un enorme ramo de rosas rojas se levantó de su puesto y se sentó junto a mí, demasiado cerca para mi gusto.


-Son para ti- me las ofreció mirándome dulcemente con sus profundos ojos negros- para la rosa más bella y delicada que existe en el mundo.


-Gracias- contesté algo incómoda, jamás en la vida me acostumbraría a recibir atenciones ni galanterías de un hombre que no fuera Edward.


Tomé la rosas y las dejé educadamente a un lado.


-Bueno cariño vengo invitarte a dar un hermoso paseo para que salgas de esta casa y olvides tus penas. 


¿Penas? ¿Será que Jacob sabía lo que había pasado con Edward?  Okey esto sí que estaba más que raro y me confirmaba una vez más que mis pensamientos no eran una simple paranoia. Pero esta vez no le daría en el gusto no seguiría su juego e intentaría a como dé lugar que se fuera luego.


-No sé de qué penas me hablas Jacob- le dije lo más convincente que pude- sabes te agradezco que hayas venido, me da alegría ver que estas bien, pero llegaste justo cuando iba de salida a una cita muy importante así que no puedo ir contigo  a dar ese paseo, lo siento, pero de todas maneras muchas gracias.


Me paré del sillón y me dirigí hacia la salida del living invitándolo en un gesto para que me siguiera, pero pasó lo que menos esperaba estando en mi casa y con mis padres aquí.


Me tomó fuerte de un brazo y me obligó a dar la vuelta para encararlo.


-¿Para qué lo niegas? ¿Para qué niegas, que estás destruida? Es solo cuestión de verte, ¡mira como estas! ¿Te has observado al espejo?- cuestionó  muy molesto peligrosamente cerca.


-Jacob, tengo prisa, llegaré tarde a mi cita, por favor vete- rogué lo más calmada que pude, pero él no escuchaba nada porque continuó.


-¡Te lo dije! ¡Te advertí como era el maldito desgraciado ese!, pero tú no me quisiste escuchar- Tragó pesado y me miró directo a los ojos- Bella por favor dame una oportunidad yo aun te amo, yo soy el indicado para hacerte feliz, por favor, por favor, yo jamás te haría sufrir- me rogó con sus labios casi pegados a los míos.


-Jake no te hagas esto, ya te lo expliqué varias veces y…


-¡Lo sigues amando! ¡No lo puedo creer! ¡Lo sigues amando! ¡Eres estúpida acaso! ¡Que no piensas!- gritó enloquecido, incrédulo sin dejarme terminar- ¡que no te bastó  y te sobró para toda la vida ver como se revolcaba con la oxigenada esa! ¡Como con las que se acostumbraba acostar antes que tú como una estúpida cayeras rendida a sus pies! 


Me separé de él bruscamente de la impresión, dando dos pasos hacia atrás, ¿cómo era posible que él lo supiera?


-No me mires con esa cara, que bien sabes de lo que hablo, te aseguro que gozo acotándose con esa rubia y ni siquiera se acordó de ti…


-¡Cállate! ¡Cállate no te atrevas a hablar así de mi Edward!- lo corté a  gritos mientras dolorosas lágrimas comenzaban a bañar mi rostro, no me sentía capaz siquiera de recordar por un ínfimo momento aquellas espantosas imágenes.


-¿Tu Edward? permite que me ría- soltó una carcajada espeluznante y sínica- ¿Por qué no puedo hablar así de “tu” Edward? ¿Te molesta escuchar la verdad cierto? que se folló a otra hasta el cansancio porque de seguro tu jamás le fuiste suficiente en la cama, pues abre los ojos mi tierna e inocente palomita, ese es tu Edward, ¡un maldito puto de mierda! ¡Siempre lo ha sido y siempre lo será!- dijo sonriendo malvadamente- en cambio si eres suficiente para mi, mi amor- anunció arrastrando las palabras de un modo completamente sexual.


No tenía porque seguir escuchando esto y menos en mi casa así que sin más me lancé sobre él y le di una sonora bofetada que hizo que diera vuelta su cara llevándose una de sus grandes manos a sus mejillas y lanzarme una mirada de odio. Cuando iba por la segunda sin importarme como me dolía la mano alguien se interpuso entre nosotros.


-¿QUIEN TE CREES QUE ERES PARA VENIR A ALTERAR A MI HIJA DE ESA FORMA?- cuestionó Charlie furioso, tenía sus puños firmemente apretados a sus costados y sus ojos parecían que se saldrían de sus cuencas.

 

-Perdón señor Swan, no era mi intención, pero es Bella que no quiere ver en verdad como es Ed…- no podía creer que a pesar de ver como estaba Charlie aun intentara seguir con aquello.


-¡No te atrevas a venir a hablar mal de mi yerno en mi casa! ¡Vete de aquí! antes que me olvide de que eres un crio y te saque yo mismo a patadas- amenazó mordaz, en toda mi vida había visto tan enojado a Charlie.


Lo tomó de un brazo y lo arrastró hasta la salida


-¡Y no quiero verte nunca más cerca de mi hija y no es una advertencia!- amenazó enfurecido y cerró la puerta de un portazo para volver rápidamente a mi lado -ya, ya pequeña, ya paso- me abrazó tiernamente- no llores no le hagas caso ¿sí? Solo es un niño estúpido nada más.


-¿Por qué todo el mundo se empeña en recordarme que Edward me engañó? ¿Por qué?-sollocé fuertemente en los brazos de Charlie.


-Bella, hija- dijo elevando mi rostro con una mano para mirarme directo a los ojos- no importa lo que diga todo el mundo, ni lo que te digan los tontos de Rose y Emmett aquí lo único importante es lo que te indique  tu corazón y bien sabes que él, es el único poseedor de la verdad- anunció con sabiduría indicando con un dedo donde estaba mi corazón-  y ahora vamos por un vaso de agua a la cocina que no vale la pena que botes una lágrima mas por culpa de ese insignificante chico.


Una vez que estuve calmada, salí de mi casa en dirección al hospital con mi cabeza llena de dudas sin respuestas ¿cómo era posible que Jacob supiera lo que pasó? Me preguntaba una y otra vez  tratando de atar cabos, pero nada cuerdo conseguía, así que decidí dejar atrás mis alocadas dudas por unos momentos, este no era el día que precisamente me tuviese que preocupar por eso, así que fui manejando tranquilamente al hospital ansiosa por ver nuevamente a de nuestro bebé.


Edward


-Okey Maggie voy examinar tu pancita con mucho cuidado, me avisas corriendo si te duele ¿sí?- le pregunté dulcemente a la adorable niña que era tercera vez que venía a mi consulta en dos semanas.


-Shi- contestó mirándome con sus ojitos castaños llorosos.


Le examiné su tocando con cuidado de no causarle más dolor del que ya tenía, fui presionando por todo su abdomen para encontrar el lugar exacto donde le dolía. Aunque ya sospechaba que nuevamente no tenía nada, debía cerciorarme. 


Ella me miraba con sus ojos bien grandes, curiosos, me recordó tanto a Bella que mi corazón se encogió de melancolía.


-¿Te duele aquí?- pregunté presionando la boca del estómago.


-No.


-¿Y aquí?


-No.


-Bien Maggie, creo que nuevamente has comido más dulces de los que debías- anuncié tocando la punta de su nariz juguetonamente, para luego acomodar su  ropa nuevamente. 


Ella me sonrió culpable, levantó sus pequeños bracitos y puso sus dos manitos en cada una de mis mejillas y me miró directo a los ojos.


-¿Estás tliste eguard?


La pregunta de la niña literalmente me desarmó, ¿tan evidente era mi amargura que hasta mis pacientes que no superaban los trece años ahora se daban cuenta?


Mis ojos inevitablemente viajaron a la enorme foto que tenía de mi Bella colgada en una de las murallas de mi consulta haciendo que me perdiera unos segundos en su hermoso rostro de princesa.


Suspiré como un tonto enamorado, perdiéndome en su dulce mirada…Bella si tan solo me hubieses dado unos segundos anoche para poder decirte cuanto te extraño, cuanto te amo…


-¿Es tu esposa?- preguntó maliciosamente interesada Emely, la madre de Maggie, sacándome de mis tristes pensamientos.


Ella había ido conmigo al instituto, iba dos cursos más adelante que yo, era una de mis innumerables “conquistas” que ahora me estaba dando la impresión que dejaba a su pequeña hija comer más dulces de la cuenta solo para aparecer cada vez que tenía oportunidad por aquí y aquello me estaba comenzando a cabrear.


-Sí es mi esposa- le contesté con convicción, pero sin prestarle atención…y así espero que se produzca el milagro para que lo sea dentro de una semana…


No me pasó inadvertida la mirada inquisidora que le dio a mi mano izquierda al ver que esta no llevaba anillo, y sus ojos se abrieron chispeantes seguramente pensando que al no llevar mi alianza de casado yo aun era el mismo mujeriego descarado del instituto.


Suspiré cansado esto era el karma de mi vida realmente no se que le pasaba a estas mujeres, si jamás en la vida les prometí nada, solo era un niño engreído e insoportable nada mas ¿Qué acaso no creían que la gente tenía la capacidad de cambiar?



-Bien Emely, Maggie no tiene nada importante nuevamente, me parece que no seguiste las indicaciones que te di la semana pasada- le reproché tomando a Maggie en brazos para bajarla de  camilla y entregársela.


-Oh, Edward te prometo que traté, pero ya sabes cómo son los niños- me contestó restándole importancia sentándose frente a mi escritorio, para continuar con el tema que evidentemente le interesaba más- ¿Tu cuántos hijos tienes ya? tu esposa se ve joven.


¡Bingo! si quería sacarme mentiras de verdades, esta era perfecta y esta vez no me quedaría callado estaba harto de tener que esconder que sería papá cuando solo quería gritárselo al mundo de felicidad  además, esperaba que con esta noticia se le acabaran las ganas de seguir apareciéndose por aquí.


-Estamos esperando nuestro primer hijo, mi Bella ya tiene dos meses de embarazo- anuncié sonriendo ilusionado aunque mi corazón lloraba de tristeza  por no poder estar junto a ella y llenar su pancita de tiernas caricias y besos- y si es muy hermosa y joven- afirmé en un tono que solo me falto decir “no como otras”


-¿Tu Bella? ¡No me lo puedo creer! ¡Dios Edward!, pero como has…


-Emely, no viniste hoy para hablar de mi preciosa esposa, así que por favor limitémonos al tema que nos atañe- la corté, no podía creer que no le interesara en lo más mínimo la salud de su hija.


Me senté frente a ella y comencé a escribir la receta.


-Bien dale estas gotas si le duele mucho el estómago, y espero que estaba vez te ciñas al pie de la letra al régimen liviano de comidas que di la semana pasada- anuncié dando por terminada la visita extendiéndole la receta.


-¿No es necesario que la traiga otra vez?


-Si esta vez sigues mis indicaciones no.


-Está bien- aceptó rendida- vez Maggie te he dicho que no debes comer tantos dulces- la reprendió como si fuera culpa de ella.


-Pero mami, shi tú me dejas comeme cashi sola toda una…


-¡Maggie! - La silenció avergonzada.


Tuve que apretar mis labios para contener mis carcajadas, por eso me gustaban tantos los niños tenían ocurrencias y salidas geniales, Maggie sin quererlo la había delatado, confirmando así mis sospechas.


Emely se paró como un resorte de la silla acomodando sus cabellos nerviosa sin saber que contestar ni cómo reaccionar, estaba roja con un tomate y yo estaba que estallaba de la risa al ver sus atolondradas reacciones.


Tomó a su hija en brazos y se giró para dirigirse a la salida rápidamente apenas musitando un gracias. Maggie me miró sonriendo por encima de su hombro y se despidió tiernamente de mí agitando su manito.


-Bye eguard.


-Bye Maggie- me despedí de la misma forma- y no permitas que tu mami te deje comer tantos dulces- solté sin más, burlándome descaradamente de Emely lo que provocó que ella diera un respingo y saliera a toda velocidad de mi consulta.


Me dejé caer  pesadamente en el respaldo de mi sillón de cuero y suspiré cansado al menos la adorable niña había logrado sacarme una sonrisa, algo que había estado prohibido para mi estos tortuosos e interminables días que llevaba sin saber absolutamente nada de mi Bella.


Aquella situación me estaba matando lentamente, me tenía casi al borde de la locura y estaba más que seguro que ella lo sabía, ella sabía perfectamente cuanto significaba para mi aunque no lo quisiera reconocer, sin embargo había decidido castigarme de la forma más horrible separándome de ella y de nuestro bebe, quizás lo merecía por todas las cosas que la hice pasar y sufrir, pero que no me diera tan solo una oportunidad para conquistarla nuevamente, para que me creyera de una buena vez que jamás he sería capaz de engañarla matando lentamente cada día.


Pasé las manos por mi rostro frustrado, debía centrarme, aun me quedaban pacientes por atender,  más tarde me podría dar el lujo  de atosigarme con mis miserias. Cuando me disponía a llamarlo el sonido de mi teléfono me interrumpió era Alice.


-Hola Tink- saludé sin ganas.


-¡Hola pitufo gruñón!- me saludó siempre llena de energía y feliz- por dios la voz que tienes Edward, ¿paso algo malo?- me preguntó muy preocupada al notar mi estado de ánimo.


-Nada Tink lo mismo de siempre, estoy desesperado los días avanzan y Bella aun no me ha perdonado, solo queda una semana y…- comencé a hablar atropelladamente.


-Ya, ya tranquilo, no comiences, desde cuando te volviste tan inseguro- me cortó Alice- aun nos queda una semana y no preguntes porque, pero algo me dice que todo saldrá bien.


-Eso espero Tink…


-No lo esperes Edward, sé que será así, por cierto te llamaba por que el señor que está a cargo de los árboles dice que le llevará más tiempo de lo que pensaba terminar todo de aquí al próximo viernes, por lo que necesita contratar más gente y obviamente eso te saldrá más caro.


-¿Y no le dijiste que sí? que contrate todas las personas que hagan falta- pregunté exasperado no me cabía en la cabeza que mis planes no estuvieran listos como había pensado.


-Sí, pero insistió que si no te llamaba y no tenía tu autorización no haría nada.


-Okey dile por favor, que si necesita contratar un batallón de personas para que todo esté listo, que lo haga y que yo lo llamaré a penas salga del hospital ¿y con lo otro Alice como vamos?


-Bien, apenas terminen de quitar toda la nieve comenzaran a trabajar, ya que la nieve que cayó anoche les atraso un poco el trabajo, pero ellos van muy bien con los tiempos.


-Genial Tink, ¿Qué haría sin ti?


-Nada absolutamente nada- me contestó suficiente, pero divertida- ¡ah! y lo último antes que se me olvide, hace un rato me confirmaron las últimas personas.


-Perfecto, ahora solo nos falta lo más importante…


-Tranquilo Edward aun nos queda una semana ya verás que todo saldrá bien, muero por ver su cara y las millones de lágrimas de alegría que botara- dijo feliz seguramente imaginando el rostro de Bella, yo ya la veía dando saltitos por el otro lado del teléfono.


-¿Crees que le gustará?

 

-¿Estás loco? ¡Le encantara! te lo aseguro, además cuando no le han gustado tus sorpresas…si, si ya hablé con él dice que contrate a las todas las personas que necesite y que lo llamara más tarde...perdón Edward es que este señor es un poco testarudo. Te llamo más tarde que voy ir a ver qué está haciendo, ¿te veo más tarde por aquí?


-Si apenas salga del hospital, nos vemos Alice, te quiero hermanita y gracias.


-Yo mas Edward, adiós.


Prácticamente lancé el teléfono arriba de mi escritorio suspirando nuevamente cansado, cerré mis ojos y apoyé los codos en el escritorio sosteniendo mi cabeza con las manos estas se aferraron jalando mi cabello mientras botaba todo el aire de golpe rendido.


Así habían sido todos estos días y ya me comenzaba a parecer una completa locura, sin la ayuda y el apoyo de Alice de seguro ya estaría en el manicomio ya que sin Bella nada de lo que hiciera tenía sentido, pero tenía esperanzas que todo se arreglaría a tiempo, por lo menos ayer habíamos dado el primer paso.


Por unos perfectos y silenciosos segundos mi alma se recompuso en un instante de la emoción de tan solo escuchar su dulce voz pronunciar mi nombre de sus labios, mi corazón latió como un loco mientras nos quedamos escuchando nuestras respiraciones por unos instantes, el mejor sonido del mundo, era música para mis oídos mi alma y mi corazón. Mi Bella después de tantos días al fin me había contestado, al fin tendría la oportunidad por la cual tanto había esperado por largos e interminables días y eternas y tortuosas noches.


En aquellos pocos segundos, sentí que mi vida otra vez tenía sentido, que todo volvía a su centro donde debería estar, me hice mil y una ilusiones, la iría a buscar en ese mismo instante, no me importaba la hora que fuera, me vi estrechándola en mis brazos, besándola hasta desgastar sus labios de todo lo que la había extrañado, su pequeñito cuerpo entrelazado con el mío, mis manos acariciando tiernamente su vientre, pero aquella burbuja de felicidad no fue más que una mera ilusión y más pronto de lo que hubiese imaginado explotó para devolverme a mi cruda realidad, aquella donde Bella no quería saber nada de mí. 


Cuando me preparaba para decirle cuanto la amaba y cuanto la extrañaba ella me cortó y todos mis sueños, esperanzas y mi alma recompuesta, explotaron nuevamente en mil pedazos, dejando absolutamente nada, solo más tristeza y más soledad.


Ya no sabía que mas inventar, pero de algo sí que estaba seguro ahora que ya habíamos dado ese pequeño paso una luz comenzaba a ver al final del camino, de este fin de semana no pasaría aunque tuviese que botar la puerta de su cuarto y llevármela a la fuerza conmigo lo haría, ya no soportaba un día mas esta situación y estaba más que seguro que Charlie y Renée me apoyarían, ellos ya no sabían qué hacer con Bella estaban muy preocupados, ella a penas les hablaba, pasaba la mayor parte del día encerrada en su pieza y cuando salía nadie sabía donde se dirigía.


Uno suaves golpes en la puerta de mi consulta, me sacaron de mis planes.


-Adelante.


-Permiso doctor Cullen, le traigo estos informes para que los firme- entró Rebecca mi secretaria caminando presurosa hacia mí, cuando llegó al frente de mi escritorio me extendió unos papeles.


Los leí rápidamente, no eran nada de importancia los firmé y se los entregué.


-Gracias Rebecca- le agradecí amablemente ella era un chica amable y muy trabajadora, me caía muy bien-  ¿ya llegó el paciente de las once?


-No aun no- me contestó con voz suave, dudosa, se notaba que de debatía por decirme algo más, mientras se miraba sus manos que restregaba nerviosa.


-¿Qué pasa Rebecca?- pregunté curioso, realmente estaba muy rara.


Ella dudo unos segundos, su vista pasó varias veces de una de las fotos que tenía de mi Bella encima de mi escritorio a mí, hasta que inspiró profundamente como para armarse de valor y metió su mano al bolsillo de uniforme, sacó un papel doblado en dos y me lo extendió sin decir una palabra.


Tomé el papel sin entender absolutamente nada que era lo que le sucedía y lo abrí.


Jamás en vida hubiese imaginado lo que aquel papel contenía, mi corazón latió tan fuerte que juro que lo podía escuchar claramente, fue tal mi emoción que tuve que leerlo varias veces para un poder creer lo que estaba escrito frente a mis ojos:


“Isabella Swan, estará en el consultorio de doctora Anderson hoy a las once y media de la mañana”


Bella


Si nos ponemos a hablar de experiencias hermosas en esta vida no hay nada comparado con escuchar los latidos de tu bebe creciendo fuerte y sano en tu interior y yo, creo que aun no salía de mi conmoción. La emoción que sentí era absolutamente indescriptible e increíble, mi rostro se lleno de lágrimas de felicidad y de emoción, pero una pena muy grande se alojó en mi corazón cuando no pude evitar comparar aquel fuerte e implacable latir, con los latidos del corazón de su hermoso padre y hoy no había estado aquí para compartir este maravilloso momento junto a mí acunándome entre sus fuertes brazos por mi estúpida ceguera. 


Por más que Annie intentó calmarme fue absolutamente imposible mis lágrimas comenzaron a caer sin cesar en el mismo segundo que por primera vez escuché aquel hermoso sonido y cayeron aun más después de corroborar que todo estaba bien y ahora más que bien.


Salí de la consulta con miles de emociones amenazando por salir a flote y sin poder sacar a Edward de mi cabeza, esto no podía continuar así y menos ahora después de aquella impactante y la vez asombrosa noticia… ¿Qué pensaría de todo esto? ¿Se sentiría feliz? ¿Le gustaría la noticia?... para que preguntas tonteras sabes que sí, sabes que se volverá loco de la felicidad…me reprendió mi conciencia una vez mas esta mañana, pero mi maldito miedo y orgullo eran los que refrenaban todo, los que no me dejaban pensar con claridad.


Con pasos trémulos llegué hasta el ascensor y lo llamé, sin poder evitarlo mis ojos viajaron al cartel celeste con letras blancas que estaba arriba a mi cabeza recordándome que estaba a tan solo unos pasos de Edward…pediatría tercer piso… ¿y si terminaba con esta absurda tortura de una vez ya?


Subí al ascensor y marqué el número uno suspirando derrotada, aun era demasiado cobarde, no me sentía capaz de enfrentarlo, de mirarlo de frente a aquellos verdes y estremecedores ojos sin sentirme culpable, después de lo todo lo que había pasado entre nosotros, después de cómo me había comportado con él. 


Justo cuando se cerraban las puertas entraron dos enfermeras que no se percataron yo estaba ahí. El ascensor comenzó a descender y la verdad yo tampoco les presté mayor atención hasta que escuché lo inevitable.


-Silvia ¿has visto lo bueno que esta el doctor Cullen?


Un momento… ¿doctor Cullen?... la sangre me hirvió de la rabia. Justo como ya me lo imaginaba, todas las enfermeras del hospital debían andar ofreciéndosele a mi Edward y yo como la estúpida que soy seguía entregándoselo en bandeja de plata al igual como se lo había prácticamente regalado a la maldita zorra de Tanya… ¡tonta Bella! ¡Tonta! te lo dije esta mañana ¡eres una tonta!… me recordó la voz de mi conciencia.


Decidí escuchar muy atenta lo que tenían que decir.


-Sí, buenísimo ese hombre anda provocando infartos por todo el hospital, pero solo quedará en eso, en infartos.


-¿Por qué?- le preguntó  la otra sin entender bien y a decir verdad yo tampoco y ya moría por saber la famosa causa de tanto infarto.


-Simple mi querida Verónica- anunció la tal Silvia como si fuera lo más obvio del mundo- porqué todo el hospital anda suspirando por él, pero él no mira ni le hace caso a nadie, así que estamos perdidas.


-Las cosas que dices Silvia como no le va hacer caso a nadie, ¿no es hombre acaso? ¡Ya se!- exclamó como si hubiese hecho el mejor de los descubrimientos-  ¡No me digas que es gay! ¡Maldición porque siempre los hombres guapos tienen que ser gay!


¡GAY!... ¡Yo te voy a demostrar estúpida que mi Edward no tiene nada de gay!…pensé con ira contenida a punto de saltarle encima a la muy estúpida y arrancarle todos los pelos de su cabeza…aunque pensándolo bien… me cae como anillo al dedo que piensen que es gay…


Rieron juntas con ganas por unos instantes hasta que la que se llamaba Silvia le preguntó incrédula.


-¿En serio que no sabes? ¡Todo el hospital lo sabe! 


¿Todos lo saben? ¡Maldición! no quería ni pensar que nuestra historia anda por los pasillos del hospital como entretención popular.


Cuando el ascensor se detuvo en el piso número dos y ambas descendieron, obviamente yo también lo hice, sabía que no estaba bien, pero por nada del mundo me perdería esta conversación e intenté seguirlas lo mas disimulada que pude.


-¿Qué?  ¿Qué      tengo      que   saber? ¡Diablos Silvia deja los rodeos y dime de una vez ya!- apuraba su relato impaciente cosa que agradecí porque yo estaba igual o peor.


-Su oficina Vero, trata alguna vez de pasarte por su oficina, está llena, pero llena de fotos de su ex novia. 


¿Fotos mías? ¿Edward tenía su oficina lleno de fotos mías? ¡Ay me muero! con lo exagerado que es no quería ni imaginar como la tendría, con razón el comentario andaba por todo el hospital…sin embargo aquella información me provocó una infinita ternura… mi Edward… suspiré internamente y yo la muy maldita sin aun poder creerle.


-¿Ex novia? ¿Cómo va tener la oficina llena de fotos de la ex novia, eso es raro no? ¿Qué fue lo que paso?- preguntó incrédula e interesada.


-Se iban a casar y se suspendió todo- ¡Diablos todo el mundo lo sabía! 


Ahora entendía la mirada que me dio la secretaria de la doctora Anderson cuando hace un rato le largué aquella mentira.


-¡Nooo! ¿Y el aún sigue teniendo fotos de ella? ¡Dios que hombre! de esos ya no se consiguen. Espera y ¿por qué se suspendió todo?


-¡Oh, dios fue un cuento terrible!- exclamó como si ella misma lo hubiese vivido- su novia llegó al hospital como hace tres semanas casi muriendo de hipotermia. No sabes cómo estaba ese hombre, dicen las enfermeras que estaban ese día en la UTI era impactante verlo, gritaba como un loco porque no lo separaran de su novia cuando le dio el infarto, le rogaba con gritos desgarradores que no lo dejara, que la amaba, que sin ella no podía vivir. 


-Espera, déjame ver si entendí bien ¿el estaba ahí con ella cuando le dio el infarto?


-¡Pues claro! eso mismo es lo que te estoy diciendo, el estaba ahí cuando a ella le dio el infarto y no sabes cómo se puso a gritar órdenes de todo tipo para salvarla, hubo que sacarlo a la fuerza de dentro de la habitación.


Mis piernas temblaron con solo escuchar aquella información. Así que esa era la parte de la historia que me faltaba y nadie se había dignado a contarme… y como iban a contarte si desde hace tres semanas te has encerrado en tu propio mundo y ni siquiera has querido escuchar nombrar a Edward… 


Cada minuto que pasaba me sentía más miserable, mi corazón se estrujaba de  la angustia y la culpa, ni siquiera me lo podía imaginar… mi Edward ahí conmigo muerta entre sus brazos y el sufriendo como un loco desesperado y yo para sumarle a todos sus tormentos le había dado la última estocada final haciéndolo sufrir aun mas.


-¿En serio? ¡Qué romántico! Cada minuto que pasa me cae mejor el doctor Cullen, espera pero aun me has dicho porque terminaron.


-Ah, verdad perdón- rectificó- no se sabe con certeza porque terminaron, solo que ella estuvo una semana hospitalizada y el pasaba hasta altas horas de la noche acompañándola, rogándole porque volvieran, las enfermeras del piso los escucharon discutir más de una vez. 


Pero la verdad de todo aquello es que solo Dios y yo sabíamos realmente cuánto me había suplicado y yo,  como la estúpida que soy no le había creído, no lo había escuchado. 


-Oye Sil, esa chica debe estar loca, por rechazar un hombre así ¿Qué tan grave puede haber pasado?


-Dicen las malas lenguas que él la engañó- estuvo unos minutos en silencio como si reflexionara algo y continuó- ¿pero sabes? yo no lo creo, realmente esta como loco por esa mujer dicen que ha intentando de todo para recuperarla pero aun no lo ha conseguido.


-Ay, Silvia y yo que lo estaba mirando con cara de hambre, ya me hiciste perder todas las esperanzas con el doctor Cullen. 


Y es mejor que las pierdas  y te olvides para siempre de él zorra, Edward es MIO, MIO…pesaba hirviendo de los celos.


-Y eso que no te sabes la mejor parte de la historia- anunció Silvia como si le fuera a dar la mejor de la noticias.


¿La mejor parte, es aun había más?


-¡No me digas que esto sigue!- pregunto emocionada.


-Ella está embarazada, me lo contó Rachel la enfermera que trabaja con la doctora Anderson, dice que el doctor Cullen ha tratado de averiguar cuando tiene control para poder verla, pero ella ha pedido expresamente que no se le diga nada.


¡Dios Edward!...


-¡Que chica mala! pobre doctor Cullen tan guapo que es y sufriendo, si esa chica tonta que tiene por ex novia no lo quiere pues yo lo consuelo más que feliz- dijo en una sonrisa pícara atravesando sus labios.


La que te tendrá que consolar si sigues hablando así de mi Edward es Silvia cuando te arranque todos los pelos de tu teñida cabella estúpida…

 

-Quien no mi querida Vero quien no- concordó con ella- ¡además te mueres lo adorable que es! ayer por la mañana andaba por el área donde tienen a los recién nacidos y ahí estaba el, mirando a los bebés con aquellos ojos verdes tan hermosos e intensos que tiene totalmente ido y emocionado, creo que pasa todas las mañanas a mirarlos un rato.


-¡Ay que tierno! Con eso que me acabas de contar ya me derretí, que suerte tiene esa mujer, con un hombre así, jamás se me pasaría por la cabeza que me ha engañado, yo que ella no perdería un minuto más y lo perdonaba sin nada más que pensar, no sea que otra se avive como yo y se lo vaya a quitar- dijo en broma. 


-Como si eso fuera posible- le contestó Silvia y ambas rieron a carcajadas y yo me quedé paralizada en el lugar ya no me sentía capaz de escuchar nada más.



Edward


Me paré de un salto de la emoción, la oportunidad por la que llevaba esperando tantos días la tenía aquí y ahora, a solo a unos minutos más, ahora sí que Bella no se me escaparía.


-¿Estás segura?- pregunté llegando hasta ella.


-Si- me contestó tímida, pero sin dudas.


-Gracias, gracias, gracias- y en un arrebato incontenible de felicidad y locura la abracé besé su mejilla y le di una vuelta por el aire.


-¡Doctor Cullen!- exclamó avergonzaba.


-Perdón- me disculpé apenado mientras la dejaba nuevamente en el piso, sin poder evitar sonreír como un tonto, me sentía eufórico, feliz como no había estado desde que llegué a Boston lleno de sueños y encontré mi vida destrozada.


-No hay problema- me sonrió mirándome divertida acomodando su uniforme, pensado que seguramente yo estaba loco.


-Rebecca por favor llamé a todos mis pacientes y dígales que tuve un inconveniente que tuve que salir urgentemente del hospital y trate de derivar a los que pueda con la doctora Green y llame a mi padre y dígale que no almorzaré con él- comencé a darle órdenes apresuradamente.


-Ya está hecho doctor- me respondió sonriendo tranquila.


Mis ojos se abrieron como platos por la sorpresa y inevitablemente me abalancé a abrazarla de nuevo.


-Gracias, gracias, gracias- le agradecía como un demente sin poder parar.


-No hay nada que agradecer doctor y suerte- dicho esto se dio le media vuelta y salió de mi oficina.


Ya no podía mas de felicidad, miré la hora eran un poco pasado de las once. Fui directo el baño de mi consulta me saqué el delantal y la corbata desabroché los dos primeros botones de mi camisa y  la acomodé dentro del pantalón.


Maldije varias veces, justo hoy se me tenía que ocurrir venir a trabajar con traje. Intenté acomodar mi cabello varias veces, pero no había caso, nuevamente habíamos vuelto a lo rebelde e imposible. Me eché perfume me di una última mirada al espejo y salí con mi corazón latiendo como un loco en busca de mi Bella, no sin antes tantear el bolsillo de mi pantalón y cerciorarme que ahí llevaba aquello que por lo menos en algo hacia que sintiera a mi princesa conmigo.  


Caminé por los pasillos como un poseído a toda velocidad, no podía desaprovechar esta oportunidad quizás sería la única y la última que tendría aunque de algo si estaba seguro, Bella no podría estar negando a nuestro hijo  por mucho tiempo más así que más pronto que tarde las cosas se tendrían que arreglar.


Miré nuevamente mi reloj faltaban diez  minutos para las once y media, no podía llegar tarde, mis intenciones eran que no le quedara otra alternativa que aceptar que entrara con ella, ya que un escándalo delante de Annie no íbamos a hacer por lo demás moría de ganas de ver nuevamente a nuestro bebé de escuchar el latido de su corazón y saber cómo estaba Bella.


Comencé a correr por los pasillos agradeciendo por primera vez a las enfermeras cotillas de aquella valiosa información, subí de dos en dos las escaleras hasta el quinto piso, ya no tenía tiempo de esperar el ascensor. Las personas que me encontraba a mi paso me miraban como si estuviese loco y de seguro mas de alguna le llegaría con el chisme a Carlisle que su hijo andaba corriendo como un desquiciado por los pasillos del hospital.


Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho de la ansiedad, de la emoción, mi Bella, al fin podría ver mi preciosa Bella a mi hermoso y consentido gatito.  


Llegué corriendo hasta la misma recepción de la sala de espera y no me pasó desapercibido que Bella no estaba, quizás ya había ingresado. Intentando recuperar el aliento pregunté atropelladamente a la enfermera:


-Buenos días, tengo cita con la doctora Annie Anderson.


Ella me miró un momento intentado contener la risa que le había provocado mi afirmación.


-Perdón, mi novia Isabella Swan tiene cita a las once y media con la doctora Anderson ¿habrá llegado?- rectifiqué la estupidez que había dicho con mi cara ardiendo de vergüenza.


-La doctora Anderson ya se retiró, tenía algo muy importante que hacer por lo que todas sus citas fueron adelantadas- me contestó aun intentando contener su risa. 


Apenas escuché su respuesta mi mundo se vino abajo, todas las ilusiones que me había hecho de ver a mi Bella en un segundo se destruyeron como un maldito castillo de naipes.


-¿Le sucede algo doctor Cullen?- preguntó preocupada la enfermera seguramente al ver mi expresión desolada.


-No, nada gracias- musité apenas. Me di la vuelta necesitaba imperiosamente salir arrancando de ahí la desilusión me estaba matando.


-¡Doctor Cullen espere!- me llamó la enfermera llegando hasta mi lado- su novia se acaba de ir, la doctora Anderson le preguntó por usted y ella le digo que tenía una reunión importante y que por eso usted no pudo venir. Tan tierna que es, iba muy emocionada quizás aun la alcance o de seguro fue a su consulta, no este triste ella llevaba la ecografía para que usted la vea.


Con aquella declaración el impacto fue aun mayor, Bella había clavado un puñal directo a mi corazón, no podía creer que  ella hubiese mentido de aquella forma tan descarada y  aun mas con lo mala que era para hacerlo.


-Gracias- volví a repetir como una autómata y con pasos tristes salí caminando del lugar.


¡Maldición! Porque tenía siempre tan mala suerte, porque siempre todo me jugaba en contra, todo lo que había intentado, absolutamente todo me salía mal.


Renuncié por mi Bella, por nosotros, para tener una vida hermosa y plena junto a ella, junto a nuestros hijos y con que me encuentro a mi regreso, con mi vida convertida en una soberana mierda. Primero mi prometida casi se muere por mi culpa, después me odia y no quiere saber nada de mí, mi hermano ya no me habla porque en vez de creer en mi creyó solamente lo que los hechos mostraban y ahora mi familia estaba totalmente quebrada Esme estaba destrozada porque sus hijos estaban peleados y mi padre todos los días me miraba como si supiera que yo escondía algo.


Y claro que escondía algo y estaba loco por gritarlo a los cuatros vientos de felicidad.


Me entero que tengo la dicha de ser padre y no puedo decírselo a nadie porque Bella me lo ha prohibido, y tengo que mantener este maldito silencio para no destruir nuevamente la poca confianza que tiene en mí. No puedo estar con la mujer que amo en la etapa más bonita de nuestras vidas, no puedo consentirla como estoy ansioso por hacerlo. 


Y por último para sumarle a todos mis males, por más que he intentado descubrir que paso aquella maldita noche, la desgraciada zorra de Tanya se desaparece del mapa. Todos los intentos de Riley por encontrarla habían sido infructuosos, daba la impresión que se la había tragado la tierra y ahora las pruebas que necesitaba para Bella estaban totalmente perdidas. 


A esta altura como estaban las cosas, solo me quedaba nada más que aferrarme a que Bella me seguía amando y a mi maravilloso poder de convencimiento que ella  tan bien conocía y de poco me había servido.


Me comencé a sentir ahogado, me falta el aire, sentía que tenía el peso del mundo sobre mis hombros, sin Bella no era  nada, ella era todo, mi alma, mi mundo, el aire que necesito para vivir. Mi corazón estaba muerto sin sus besos, sin sus tiernas caricias con sus pequeñas y delicadas manitos, sin poder perderme día a día en el dulce sabor de sus labios y en aquel embriagador perfume a fresas que me volvía literalmente loco.  


Necesitaba pensar, necesitaba imperiosamente buscar una solución a mis problemas, había sido un estúpido de primera, que tarde me había dado cuenta que para ser feliz solo la necesitaba a ella.



Bella


Mi corazón comenzó a latir frenético y por unos segundos me faltó el aire, me sentía muy mareada, tan desorientada que tuve que apoyar por unos minutos mi espalda en la muralla para no caerme. Cerré mis ojos intentando calmarme, pero solo lograba alterarme más, una y otra vez venían a mi mente imágenes de mi Edward sufriendo, suplicando, mirándome con sus preciosas esmeraldas cristalinas, desesperado rogándome una y otra vez que no lo separe de mí, de nuestro bebe, que sin nosotros no podía vivir. 


¡Dios! ¿Qué le había hecho a mí adorado Edward? ¿Qué nos había hecho? 


De pronto la realidad me cayó encima, como una losa de concreto de mil toneladas. Había estado tan ciega no queriendo ver que la realidad se presentaba simple y sincera frente a mis ojos todo este tiempo, desde el primer día que tuve en mis manos esas espantosas fotos y no pude ver más allá de lo que el mundo en aquellos momentos me presentaba de forma cruel y dolorosa,  cegándome a lo evidente a lo innegable y como nos había hecho sufrir innecesariamente por desconfiada, por terca y orgullosa.


-¿Se siente bien señorita?- me preguntó una enfermera amablemente al ver que aun  estaba apoyada temblorosa en la fría muralla.


-Eh, si, si gracias- contesté apenas aun desorientada en un imperceptible susurro.


-¿Está segura? ¿Necesita que llame a un doctor?- me preguntó muy preocupada.


De  pronto una hermosa visión se hizo presente frente a mis ojos bajando desde el mismísimo monte Olimpo para alegrar mi acabado mundo y convertirlo nuevamente en mi paraíso personal… ¿Me preguntaba si necesitaba un doctor? ¡Claro que necesita a un doctor!... uno que  poseía aquella cálida y sexy sonrisa que derretía mi corazón, aquel rostro de ángel con aquellos intensos y penetrantes ojos verdes que estremecían mi alma y me desarmaban con una sola mirada, aquel que amaría por todo lo que me resta de vida y aun mas allá si aquello era posible ese doctor tenía nombre y apellido y se llamaba Edward Cullen mi amado y adorado Edward. 


Poseída por alguna fuerza desconocida mis pies cobraron vida propia y comencé a correr por el pasillo dejando de lado increíblemente por algunos minutos mi espantosa patosidad. 


-No, no es necesario ¡gracias!- le contesté al vuelo dejando a la pobre enfermera clavada en el lugar sin entender absolutamente nada por mi repentino cambio de actitud.


Llegué hasta el ascensor, lo llamaba impaciente una y otra vez, pero parecía que el muy maldito no estaba hoy por cooperar, impaciente decidí ir por las escaleras regañándome mentalmente por no haber tomado primero aquella opción si solo era un piso.


Traté lo mejor que pude de subir sus escalones de dos en dos, cuando llegué al tercer piso miré el cartel indicador de las especialidades médicas para ver dónde se encontraba la oficina de Edward “Doctor Edward Cullen oficina 327”


Apenas leí esas simples palabras mi corazón comenzó a latir más frenéticamente aun si es que se podía amenazando en cualquier momento con explotar de la emoción.


Comencé a correr nuevamente en dirección a pediatría con una sonrisa nerviosa estampada en mis labios…306, 307, 308,…314… 319… ¡diablos porque tenía que ser la que estaba más lejos!...pensaba ansiosa mientras avanzaba en dirección a reencontrarme con el amor de mi vida…325, 326 y…


Mis pasos se detuvieron en seco y un miedo irracional me recorrió de la cabeza a los pies haciendo que mis manos comenzaran a temblar mientras trataba de recobrar mi respiración… ¿Y si ya era demasiado tarde? ¿Y si Edward ya no me quería devuelta después de cómo lo había hecho sufrir?... ¡NO SEAS COBARDE!...me gritó las voz de mi conciencia llamando mi atención… ¡POR TU CULPA ES QUE ESTAMOS COMO ESTAMOS! ¡POR TU CULPA HEMOS SUFRIDO INNECESARIAMENTE!  ¡ASI QUE MUEVE TÚ TRASERO ISABELLA SWAN HASTA LA CONSULTA 327! ¡AHORA!...


Comencé a caminar con pasos tímidos, respirando profundamente una y otra vez, intentando lo mejor que podía mantener a raya las miles de emociones que amenazaban con salir a flote todas juntas y de una sola vez  e intentar guiarme por la única que en estos momentos era realmente importante, la única que era la razón de mi existencia, el amor inconmensurable que sentía por mi adorado Edward. Hasta que finalmente…327.


Con mi corazón amenazando en cualquier segundo con salir de mi pecho entré a la sala de espera y para mi sorpresa estaba absolutamente vacía, ni siquiera la enfermera estaba en la recepción, la recorrí con mis ojos buscando alguna respuesta y encontré que la puerta de la que debía ser la oficina de Edward esta semi-abierta.


El momento por el que tanto había esperado y yo tontamente había dilatado, había llegado, solo aquella puerta me separaba de mi Edward, al fin podría perderme en aquel mar esmeralda en cual quería estar sumergida de por vida y perder la cabeza con  el suave roce de sus enormes y suaves manos, de sus apetecibles y sensuales labios, del placer de estar protegida entre sus brazos simplemente no había palabras para describir cuanto lo había extrañado. 


Así que armándome de valor que carecía inspiré profundo, levanté mi mano temblorosa y toqué a la puerta suavemente tres veces. 

 

-Adelante- me invitó a entrar una voz suave de mujer.


¿Una mujer? ¿UNA MUJER? ¿Qué diablos hacía una mujer dentro de la oficina de mi Edward?


Presa de unos incontenibles celos abrí la puerta de golpe, ya se las vería conmigo, le arrancaría todos los pelos de su cabeza a la zorra que osaba estar coqueteándole a mi Edward en su oficina, ya estaba harta de la misma situación de ahora en adelante nunca más me quedaría callada, de ahora en adelante les dejaría bien claro quién es la única dueña de Edward Cullen.


Pero para mí desilusión o alivio, Edward no estaba en su oficina solo se encontraba una enfermera ordenando unos papeles que estaban arriba del escritorio. Al sentirme entrar levantó la vista y apenas me vio sus ojos se abrieron como platos y su boca se convirtió en una perfecta “o”, luego casi como un acto reflejo sus ojos viajaron en dirección a un porta retrato arriba del escritorio y luego a una de las murallas.


Fue en ese entonces que recién me di cuenta ¡Dios mío!  Me tuve que sujetar del marco de la puerta de la impresión. Todo, todo lo que habían descrito las cotillas enfermeras era poco muy poco,  ahí estaba yo personificada en miles de retratos en todas las edades y situaciones.


-Buenos días- me saludó la chica morena de mirada dulce y sonrisa amable vestida impecable con su uniforme celeste y peinada con una coleta alta, sacándome de mi estado de estupor- soy Rebecca la secretaria del doctor Cullen, es un gusto para mí conocerla al fin- llegó hasta mí y me ofreció su mano a modo de saludo.


-Buenos días- saludé tomando su mano solo por acto reflejo, aun estaba muy impresionada, mi cabeza aun era incapaz de procesar tanta información- Soy Isabella Sw…- pero no terminé de presentarme después de ver todo aquello me pareció totalmente absurdo continuar, ella ya tenía más que claro quién era yo.  


-¿Y el doctor Cullen?- me preguntó extrañada mirando a mis espaldas como si Edward viniese conmigo.


La miré extrañada sin entender su pregunta, Rebecca se puso algo nerviosa como si hubiese metido la pata y dijo:


-Perdón, es que pensé que el doctor Cullen estaría con usted, como la fue a buscar a ginecología.


¡QUE! ¿Edward me había ido a buscar a ginecología? ¿Pero como si yo…yo…? ¡Dios Edward se iba enterar de la mentira que dije y ahora sí que no me iba a perdonar!


Mis ojos se llenaron de lágrimas de tan solo pensarlo, ahora ¿qué explicación la daría? como lo miraría de frente después de cómo le había negado una y otra vez de disfrutar este momento junto a nosotros y ahora por estúpida y ciega lo había vuelto hacer.


-Oh, por favor no llore, en su estado no le hace bien, venga siéntese aquí- me guió hasta el escritorio de Edward y se sentó en el sillón de cuero- mire haremos lo siguiente, llamaré a ginecología para tratar de encontrar al doctor Cullen mientras usted me espera sentadita aquí y trata de tranquilizarse ¿sí?


Solo pude asentir como niña pequeña, mientras nuevas lágrimas caían sin cesar por mis mejillas. Rebecca fue por un vaso de agua me lo ofreció amablemente y salió de la oficina.


Lo tomé intentando tranquilizarme, rogando internamente para que Rebecca pudiese encontrara a Edward. 


Los minutos avanzaban lentamente haciendo que a mí me parecieran largas y tortuosas horas de incertidumbre y espera. 


Intenté distraerme observando la oficina de Edward, era muy bonita y como siempre en todo estaba aquel sello muy “Edward”, pulcra ordenada, a un costado del gran escritorio tenía una biblioteca llena de libros de medicina, en el área donde atendía a sus pacientes había un pequeño living de colores lleno de juguetes, el papel tapiz de las murallas era de dinosaurios y en una de las esquinas estaba la camilla.


Mis ojos repasaron cada detalle, cada cuadro con nuestras fotos, que reflejaban fiel copia nuestra historia de amor, en todas nos veíamos inmensamente felices. Me concentré nuevamente en su escritorio era enorme había muchos lápices, el talonario de recetas, los papeles que Rebecca había ordenado, en una esquina estaban las llaves del Volvo y su iPhone, por lo que asumí que debería andar cerca.


Pero con lo que jamás pensé que me encontraría fue con la foto que tenía arriba de su escritorio, al verla juro que mis ojos casi se salieron de sus cuencas, realmente no lo podía creer, aunque pensándolo bien, cuando Edward se proponía algo nada para él era imposible y ahí estaba yo de doce años aquel día en la cafetería del instituto, el día que por primera vez me llamó “gatito enfurruñado”. 


Mis ojos se anegaron de nuevas lágrimas, como era de lindo y detallista mi Edward, no sé cómo había podido siquiera por un miserable segundo dudar de él, dudar de su amor, era definitivo me merecía pasar por el peor castigo de los infiernos era un desgraciada una maldita desgraciada.


Justo en ese instante entró Rebecca a la oficina para detener los latigazos mentales que me daba. Caminó hasta mí con pasos seguros y con cara de desilusión.


-Lo siento, intenté encontrar al doctor Cullen por todo el hospital, hasta que en la recepción del hospital me informaron que lo vieron salir corriendo hace unos momentos.


-Oh, está bien, muchas gracias, has sido muy amable Rebecca- anuncié poniéndome de pie- le agradecí intentando mantenerme entera y no ponerme a llorar a gritos en el mismo lugar.


Necesitaba salir arrancando de aquella oficina, me sentí como una tonta al querer venir aquí, todas las ilusiones que me había hecho de intentar arreglar nuestra situación se vinieron al piso al escuchar aquella información, de seguro Edward había salido del hospital abatido después de que le informaran de mi espantosa mentira, era un hecho ahora sí que no me perdonaría.


-¿Por qué no lo espera? no debe haber ido lejos, ya que dejó todas sus cosas aquí- me dijo intentando animarme, pero yo lo conocía muy bien, aquellas actitudes poco racionales no eran de Edward, Edward jamás daba puntada sin hilo, por lo que me imaginaba muy bien, es más sabía muy bien lo que debía estar pensando de mí en estos momentos.  


-Muchas gracias Rebecca- repetí como una autómata- pero se hace tarde ya me tengo que ir, si vuelve dile por favor que estuve aquí.


Y sin  nada más que esperar salí de la oficina sabiendo en verdad que realmente no tenía a ningún lugar que ir, ya que el único lugar del mundo donde quería estar en estos momentos era con él, protegida entre los fuertes brazos de mi Edward con mi cabeza apoyada en su pecho escuchando el acompasado latir de su corazón con sus suaves labios de seda besando amorosamente mis labios, mi frente.


Edward


Una cálida brisa de otoño acarició mi rostro apenas atravesé la puerta principal del hospital, miré el cielo aunque aun estaba algo despejado, se notaba que iba a llover, pero no me importó, no volvería a buscar mi abrigo.


Metí mis manos en mis bolsillos y comencé a caminar sin rumbo, así como cuando salía a correr cuando estaba en Pensacola, esperaba que mi mente se despejara y mal no me caería que cayeran un par de gotas de agua, para limpiar mi alma y mi corazón de tanta maldad y desolación.


Comencé a caminar sin ningún rumbo fijo por las calles de Boston el mundo parecía que estuviese detenido a mi alrededor no veía nada y a nadie, apenas era capaz de reparar en lo más simples detalles. Era solo yo y la enorme desesperanza que estaba alojada en mi corazón. 


¡Dios Bella! ¿Cómo fuiste capaz de hacerme esto? Mi corazón lloraba lágrimas de dolorosa decepción, por más que trataba no podía comprender su actitud, quizás no quisiera perdonarme jamás en la vida cosa que ni siquiera me atrevía a pensar, ya que no concebía pasar una vida entera sin ella, pero no podía entender como era capaz de excluirme de todo, como si simplemente yo, ya no existiera para ella, como si nuestra historia de amor no hubiese importado nada, como si fuera apenas una ínfima e insignificante gota de lluvia en esta implacable e interminable tormenta, como si no fuera imposible que aunque nos arrancáramos el corazón del pecho de un sopetón dejáramos por un segundo de sentir este amor.



Tenía ganas de gritar su nombre hasta desgarrar mi alma, hasta calmar el inmenso dolor que llevaba en mi pecho, aquel agujero que crecía cada día más y más con su ausencia. Quizás era el momento de resignarme y convencerme  de una vez que Bella jamás me perdonaría, que jamás volveríamos a estar juntos, que jamás la volvería a contemplar durmiendo protegida entre mis brazos con su cabeza apoyada en mi pecho acariciando la sedosa piel de su espalda desnuda mientras que su pequeño cuerpo se aferra al mío como si quisiera que nos fundiésemos en uno solo haciéndome sentir tan dichoso y amado como si yo fuera el único ser importante en su mundo.


No sé por cuanto rato caminé, ni cuanto rato llevaba sumido en aquellos malditos pensamientos sin poder encontrar ninguna solución, alguna luz en el camino que me indicara que debía hacer para recuperarla, para volver hacer felices, cuando de pronto reparé donde estaba…


No sabía si ponerme a llorar a gritos o reír como un puto desquiciado, mis malditos pasos traicioneros me tenían que traer justo hasta acá. Aquí donde por primera vez me perdí como un tonto enamorado en el dulce sabor de sus labios en la sublime sensación del roce de su cuerpo con el mío, donde prometí desde ese mismo instante que la haría feliz por toda la vida y no lo había podido cumplir…estaba en Public Garden…


De pronto una fuerza inexplicable comenzó a guiar mis pasos, algo me decía que fuera hasta aquel lugar, a aquel hermoso gazebo donde planeé nuestra primera cita, donde nuestras almas se fundieron para siempre en una sola con aquel inocente, puro e inolvidable beso, donde soñamos tantas cosas y de ellas ahora tristemente quedaban tan pocas, solo ilusiones, sueños resquebrajados y rotos.


Caminé unos metros más y a lo lejos lo divisé,  estaba desierto a esta hora del día prácticamente no había nadie en Public Garden, solamente el hermoso paisaje nevado, mis hermosos recuerdos de aquella noche estrellada y yo. 


Hasta que mis ojos divisaron una pequeña y solitaria silueta. La suave brisa de otoño jugaba con su hermosa y brillante melena color chocolate haciendo que su cabello acariciara su precioso rostro de ángel, aquel rostro con el cual llevaba soñando infinitas noches y días. Tallé mis ojos pensando que quizás mi mente me estaba jugando una mala pasada, pero cuando los abrí nuevamente y sin aun poderlo creer ahí seguía ella… aquella silueta… era mi amada Bella.


En ese preciso momento mí desahuciado corazón comenzó a latir enloquecido amenazando con volver a la vida…mi Bella, mi Bella, mi Bella…mil veces repetía, mientras cautelosamente me comenzaba acercar hasta ella. 


Mil sentimientos se arremolinaban en mi interior, quería correr hasta ella para no dejarla escapar nunca más de mi lado, acariciar su precioso rostro de princesa y besarla como jamás nunca la había besado, quería repetirle mil veces que la amo más que a mi propia vida, para que nunca lo olvidara, para que quedara tatuado en su piel y en su memoria con las más suaves caricias y besos y jamás nunca lo dudara.


Pero tenía miedo de un nuevo rechazo que me mirara con aquellos hermosos y expresivos ojos castaños y me dijera que ya no me amaba, que no me pensaba perdonar…


¡No!...inmediatamente negó aquella posibilidad mi corazón…Bella aun te ama, nunca ha dejado de hacerlo... El destino había sido muy cruel con nosotros, pero al fin hoy la esperanza arrasaría con todo a su paso, al fin el momento por el cual tanto esperaba estaba aquí y ahora a solo unos metros de mí.


Fui dejando silenciosos huellas a través de la nieve hasta que llegué muy nervioso donde ella y una suave brisa nuevamente acarició nuestros cuerpos y su exquisito perfume a fresas nubló todos mis sentidos. Me paré justo detrás de su pequeño y frágil cuerpo, y aquella gratificante electricidad recorrió todo mi cuerpo con tan solo tenerla a unos pocos centímetros de mí. 


Con la respiración agitada muerto de ganas de lanzarme como un loco a comérmela a tiernos y apasionados besos, estiré un brazo en un movimiento absolutamente inconsciente para acariciar su sedoso cabello, ya no era dueño de mi cuerpo ni de mis sentidos, ella era la dueña, siempre lo había sido, ella era la dueña de absolutamente todo lo que yo soy y hoy caería rendido a sus pies para ser por toda la vida esclavo de su corazón, por siempre juntos mi hermosa Bella y yo.



Bella


Salí del hospital y me quedé parada en su frontis un momento. La suave brisa de otoño que anunciaba una próxima tormenta, jugaba con mis cabellos al viento mientras mi mirada estuvo perdida unos minutos en la calle sin saber bien que debía hacer o qué dirección debía tomar ¿Dónde habrá ido mi Edward? 


El viento sopló más fuerte haciendo que volaran las pocas hojas que aún le quedaban a los árboles convirtiendo la escena frente a mis ojos en un romántico paisaje otoñal, como aquellos que sueles ver en algún poster o una postal de tonos sepia, donde una pareja de enamorados camina por el parque sonrientes y abrazados con ella llevando un rosa roja en sus manos o como aquella donde se besan apasionadamente bajo la lluvia.


Subí el cuello de mi abrigo y  de mi cartera saqué ipod y mis guantes me los puse y lentamente comencé a caminar sin ninguna dirección definida, sumergida en la agradable música que escuchaba desde que me enteré que estaba embarazada. Quizás esta vez el destino estuviese de mi parte y encontrara a mi Edward caminando tal vez por el parque.


Cerré mis ojos unos instantes permitiéndome soñar por un momento que Edward y yo volvíamos a ser aquella enamorada pareja que había imaginado solo hace unos minutos atrás.


Mientras caminaba miles de imágenes y recuerdos venían a mi mente sin embargo había uno en especial que martilleaba en hace varios días en mi cabeza, aquella noche en la oscuridad de mi cuarto, donde perdidos entre ardientes besos y caricias, Edward por primera vez  me confesó que se sentía incapaz de separarse de mí que ya no le importaba nada más en la vida que solo estar juntos para siempre y yo tontamente pensando con la cabeza y no con el corazón aparté a Edward  de mí poco a poco hasta llegar a esto.


Cuantas veces vi que Edward me rogó con la mirada que le suplicara que se quedara junto a mí y yo estúpidamente callé pensando que hacía lo correcto, que debía hacérselo más fácil, cuando solo logré hacer todo infinitamente más difícil.


Edward ya era una hombre con su vida prácticamente resuelta y yo una estorbosa niña que aún no sabía absolutamente nada de la vida. Ahora me daba cuenta, para él hubiese sido todo tan fácil si no me hubiese atravesado en su camino complicando todos sus sueños y su destino, con esta niña con la cual sentía que debía ir paso a paso y hacer lo correcto. 


Si tan solo hubiese tenido el valor de enfrentar a mi padre, para olvidarme de todo y de todos e irme junto a Edward desde el primer momento, ahora nuestra vida sería tan distinta, nunca hubiésemos tenido que pasar por aquellas dolorosas separaciones, luchando día a día por mantener vivo nuestro amor y mucho menos vivir este espantoso momento. 


Siempre supe que él lo quería así, aunque jamás lo dijo, para no interrumpir mi vida porque él pensaba que debía vivir un poco mas, siempre protegiéndome, siempre cuidándome, ¿pero qué diablos tenía que vivir? si nada, nada en esta vida lo quería vivir si no lo podía compartir junto a él. 


Detuve mi trémulo andar reparando un momento en el hermoso paisaje nevado, no había mucha gente a esta hora del día en Public Garden, hace mucho que no venía hasta acá. Con melancolía observé la pista de patinaje en hielo y por un segundo nos vi ahí, como imágenes de una película antigua sonriendo felices con Edward dándome vueltas por el aire riendo con suaves y melodiosas carcajadas.


Busqué a Edward con la mirada, mientras una traicionera lágrima caía por mi rostro, obviamente no estaba aquí, aun no entendía bien porque se me había ocurrido venir hasta aquí pensando que aquí lo podría encontrar, solo habían algunas pocas personas patinando y algunas madres enseñándoles a sus pequeños niños. 


Pasé mis manos tiernamente por mi vientre y sonreí tontamente pensando en que yo por mi inevitable torpeza jamás podría enseñarles, pero si su hermoso y talentoso padre y yo como siempre observaría la escena hipnotizada con sus sonrisas, de sus movimientos elegantes y felinos absoluta e irrevocablemente enamorada y perdida en la imagen de aquel ángel que era la razón de mi existencia, por la que vivía día a día.


-Edward- susurré suspirando tristemente secando las lágrimas que bañaban mis mejillas- te extraño tanto mi amor.


Continué con mí andar, mi corazón me pedía a gritos que fuera tan solo a un lugar más. 


Caminé unos minutos más y ahí  a lo lejos lo divisé, ahí estaba el hermoso gazebo donde Edward me besó por primera vez, donde por primera vez en la vida me dieron un beso de verdadero amor, donde Edward me hizo prisionera de sus besos, donde por primera vez sentí que podía tocar el cielo con mis manos absoluta y completamente derretida entre sus brazos.   


El lugar seguía siendo tan hermoso como siempre, pero ya no estaba rodeado de tulipanes de todos los colores, ahora una espesa nieve lo cubría haciéndolo ver congelado en el tiempo, así como sentía que se había congelado nuestro amor.


Llegué hasta el, subí con cuidado los escalones nevados y caminé hasta el mismo lugar donde Edward mi primer y único amor me entregó  por primera vez su corazón.


Observando el hermoso lugar me permití sumergirme una vez más en mis recuerdos de aquella noche resplandeciente y estrellada mientras disfrutaba de la placentera música que escuchaba…

 

♪I do swear that I'll always be there. I'd give anything and everything and I will always care. Through weakness and strength, happiness and sorrow, for better, for worse, I will love you with every beat if my heart♪ 

(Juro, que siempre estaré ahí. Daría cualquier cosa y todo y siempre te cuidaré. A través de la debilidad y la fuerza, felicidad y sufrimiento, en las buenas y en las malas, te amaré, con cada latido de mi corazón)

 

De pronto el cielo se abrió frente a mis ojos, todo fue luz y una profunda emoción me invadió, la letra de la canción que escuchaba abrió mis ojos de su absurda ceguera y  me dio la fuerza que me había hecho falta todos estos días, para luchar con todas mis fuerzas por nuestro amor hasta el último latido de mi corazón.


♪From this moment life has begun, from this moment you are the one, right beside you is where I belong, from this moment on ♪

(Desde este momento, la vida ha comenzado, desde este momento tu eres el único, justo a tu lado, es donde pertenezco, desde este momento)



Ya de nada servía retozar en aquellos dolorosos recuerdos del pasado, ahora lo veía muy bien con una deslumbrante y enceguecedora claridad, quizás todo este sufrimiento nos había servido de algo, para comprender que aunque sonara una locura teníamos que pasar por esto, para comprender que jamás, jamás en la vida debes de dejar de luchar por quien amas y siempre aunque por más doloroso que sea, siempre hay que hablar con la verdad con los sentimientos más puros y sinceros de lo más profundo de nuestro corazón.


♪From this moment I have been blessed, I live only for your happiness and for your love I'd give my last breath from this moment on ♪

(Desde este momento he sido bendecida, vivo solo por tu felicidad y por tu amor daría mi último aliento, desde este momento) 


Y ahora desde este mismo momento nunca más en mi vida me dejaría vencer, nunca más volvería a dudar, lucharía por aquel amor que esa noche maravillosa el cielo y las estrellas como testigo silencioso unió. 


♪I give my hand to you with all my heart can't wait to live my life with you can't wait to start; you and I will never be apart my dreams came true because of you ♪

(Te doy mi mano con todo mi corazón, no puedo esperar a vivir mi vida contigo, no puedo esperar a comenzar. Tú y yo nunca nos separaremos, mis sueños se hicieron realidad  por ti)


Mi Edward, mi adorado Edward era mi vida, y juro aquí y ahora que me faltaría vida para hacerlo feliz, él era el hombre de mi vida, el que me había enseñado todo, la razón por la que creía en el amor, el que había hecho realidad cada uno de mis sueños de niña y no los había destruido como cruelmente esa vez en el hospital le dije, es más con su sola presencia él los había mejorado.


♪From this moment as long as I live, I will love you, I promise you this there is nothing I wouldn't give from this moment on♪

(Desde este momento, cuan larga sea mi vida, te amare, te prometo esto, no hay nada que no daría desde este momento)


Si lucharía por nuestro amor por aquella hermosa familia con la que tanto soñamos y jamás, jamás en la vida volvería a dudar de él.


♪You're the reason I believe in love and you're the answer to my prayer from up above all we need is just the two of us my dreams came true because of you ♪

(Tú eres la razón por la que creo en el amor, y eres la respuesta desde arriba a mis plegarias, todo lo que necesitamos somos nosotros dos, mi sueños se hicieron realidad por ti)


Con las manos temblorosas de la emoción que me embargaba saqué la ecografía que había guardado celosamente en uno de los bolsillos de mi abrigo y con mis ojos llenos de lágrimas de felicidad la contemplé.


Ahí donde estaban esas pequeñas e ininteligibles manchitas se encontraba la prueba de nuestro amor, la prueba de que habíamos nacido para estar juntos para toda la vida y la eternidad si aquello era posible, cuando de pronto…


♪From this moment as long as I live, I will love you, I promise you this there is nothing I wouldn't give from this moment, I will love you as long as I live from this moment on♪ 

(Desde este momento, cuan larga sea mi vida, te amare, te prometo esto, no hay nada que no daría, desde este momento, te amaré cuan larga sea mi vida, desde este momento)


Un particular y conocido escalofrío recorrió mi columna vertebral, aquel magnetismo por el que mi cuerpo clamaba, aquel embriagador perfume que se colaba por mis sentidos y navegaba abrasador a través de mis venas haciéndome sentir completa, aquella presencia por la que feliz me iría al mismísimo infierno y caminaría sobre brasas ardientes si es que el me lo pidiera...Edward…mi Edward estaba aquí


Mi muerto corazón con tan solo un instante de su presencia inmediatamente volvió a la vida comenzando a latir desbocado como nunca antes había latido y miles de mariposas revolotearon impacientes en mi interior. Mi Edward estaba aquí, no sé cómo, pero estaba aquí ¿o sería mi inmenso anhelo de tenerlo junto a mí que me hacía imaginar cosas? ¿A caso no sería nada más que un hermoso sueño?


Cuando sentí una de sus suaves y grandes manos acariciar mi delicadamente mi cabello, me di cuenta que lo que estaba viviendo no era un sueño, mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad y despacito comencé a sollozar. Aquella hermosa presencia era realidad y estaba parada justo detrás de mí, aquel perfecto roce me estremeció de los pies a la cabeza haciendo que torpemente de la impresión soltara la ecografía y esta callera a mis pies. 


Una nívea mano apareció frente a mí, perfecta delicada y hermosa con aquellos enormes y largos dedos, esta recogió la ecografía con delicadeza.


Sollocé nuevamente un poco más fuerte y respiré varias veces para armarme de valor y enfrentarlo, al fin aquí estaba mi Edward justo como cuanto la había soñado, ahora era el momento de no dejarlo escapar nunca más, hoy por siempre y para siempre seríamos Edward y Bella luchando enamorados y felices contra el mundo como siempre debió haber sido.


Me giré lentamente hasta que mis ojos se toparon con su perfecto y masculino rostro de ángel… ¡Dios ninguno de mis mejores recuerdos le hacía justicia a tal divinidad!...ahí estaba mi amado Edward, más hermoso que el primer día, su broncíneo cabello nuevamente era sexy y alborotado y por sus perfectos labios se asomaba una pequeña sonrisa. 


Tenía sus ojos clavados en la ecografía, levantó su perfecto rostro esculpido por la mismísima mano de Dios y clavó sus hermosas y penetrantes esmeraldas en mí, cristalinas, llenas de una incontenible emoción, haciendo estremecer hasta lo más profundo de mi alma y mi corazón.


-¿Son dos?- preguntó soltando un pequeña carcajada nerviosa, con aquella aterciopelada voz, digna de un verdadero dios.


No pude más que asentir hipnotizada a aquella abrasadora mirada y sumergida en aquel mar jade profundo y sincero sin poderlo resistir un segundo más me lancé rendida a sus brazos.


-Edward- sollocé despacito, acercándolo a mí, todo lo que mis brazos entrelazados en su cintura me permitían.


-Bella, mi Bella- dijo con su voz cargada de emoción en un susurró de total y absoluta devoción rodeándome con sus fuertes y protectores brazos y depositando un dulce beso en el tope de mi cabeza.


Edward me estrechó tierna y fuertemente hacia él como si no quisiera que me arrancara nunca más de sus brazos, acarició tiernamente mi cabello y sentí que apoyó delicadamente su mejilla en mi cabeza un sentido suspiro de alivio escapó de sus labios.


Me perdí por unos instantes en la indescriptible sensación de estar nuevamente protegida entre sus brazos en mi lugar favorito de todo el mundo escuchando los tranquilizadores y fuertes latidos de su corazón, mientras nuevas lágrimas rodaban sin control por mis mejillas, lágrimas de las absoluta felicidad y emoción, al fin estaba en mi paraíso personal, rodeada por los cariñosos y fuertes brazos de mi adorado Edward.


-No llores más mi gatito hermoso- dijo dulcemente levantando mi rostro con una de sus suaves y grandes manos para mirarme directamente a los ojos con sus dos luceros brillando resplandecientes- al fin estamos juntos eso es lo único que importa amor.


-Edward- sollocé más fuerte y volví a pegar mi cabeza a su torso- perdón, perdón, perdóname por favor-repetía una y otra vez sin control.


-Mi Bella, mi hermosa princesa, nada, nada tengo que perdonarte mi amor, tranquila, tranquila gatito al fin estoy aquí contigo y jamás, jamás me volveré a ir, nunca en la vida volverás a estar sola te lo prometo, estoy absolutamente incapacitado de volverme a separar de ti, de ustedes, los amo, los amo más que a mi vida, ustedes ahora son mi vida, siempre lo han sido, te amo, te amo mi vida.


Pero aquellas hermosas palabras solo provocaron que llorara aun más aferrada a Edward como si en aquel abrazo se me fuera la vida.


Edward intentaba calmarme acariciando mi espalda y mi cabeza tiernamente y como si el tiempo no hubiese pasado por nosotros comenzó a calmarme como siempre lo hacía cuando mis sollozos eran incontrolables. Su aterciopelada y tranquilizadora voz surgió de los profundo de su corazón cantándome tiernamente a mi oído mientras comenzábamos a dar vueltas lentamente al compás de las suaves notas que me regalaba con su melodiosa voz.



♪Forever can never be long enough for me, Feel like I've had long enough with you. Forget the world now we won't let them see, but there's one thing left to do♪

(Para siempre nunca será suficiente tiempo, para sentir que he estado suficiente tiempo contigo. Olvida el mundo ahora no les vamos a dejar que lo vean. Aún queda una cosa por hacer…)


Pero esta vez era distinto, no me tranquilizaba con mi nana sino que con una canción que él sabía que me encantaba ¡Dios mío! mi corazón latió tan fuerte cuando escuchó las primeras palabras, que amenazaba con salirse de mi pecho de las intensas emociones que estaba sintiendo. 


No sé como realmente lo hacía, pero cada vez que pensaba que una sorpresa no sería mejor que la otra, Edward siempre me sorprendía.


♪Now that the weight has lifted, Love has surely shifted my way♪

(Ahora que me he quitado un peso de encima, el amor ha cambiado seguramente mi camino)


Mi corazón latió como un loco cuando anticipó las palabras que venían, aquellas por las que mataría con tal de escuchar solo una vez más. Mis manos cobraron vida propia y viajaron por su torso a acariciar aquel hermoso rostro de ángel lo toqué lentamente reconociendo nuevamente cada ángulo, cada curva, la suave textura de su piel de seda, hasta aferrarse entrelazadas en su cuello, mi Edward como siempre entendió mi mensaje y me tomo firme de mi caderas para que lo pudiera abrazar con piernas y brazos.  Pegué mí frente a la suya y nuestras miradas se conectaron enamoradas expresando miles de sentimientos con no son necesarios decir con palabras.



♪Marry Me, Today and every day, marry me, if I ever get the nerve to say hello in this café, Say you will, Mm-hmm, Say you will, Mm-hmm♪

(Cásate conmigo, hoy día y cada día, cásate conmigo, si alguna vez tengo el valor de saludarte en esta cafetería, di que lo harás, di que lo harás)



Mi Edward, tan hermoso, tierno e intenso, nuevamente me pedía que fuera su esposa de la forma más romántica y hermosa. 


♪Together can never be close enough for me, Feel like I am close enough to you, you wear white and I'll wear out the words I love And you're beautiful♪

(Juntos nunca será lo suficientemente cerca para mi, para sentir que estoy lo suficientemente cerca de ti. Vístete de blanco y gastaré la palabra te amo y eres hermosa)


♪Now that the wait is over, and love and has finally shown her my way♪

(Ahora que la espera ha acabado, y el amor finalmente le ha mostrado mi camino)



Lágrimas de desbordante felicidad rodaban hasta llegar a la comisura de mis labios y cada una de ellas mi Edward limpiaba con dulces besos y con una de sus grandes manos.


♪Marry me, today and every day. Marry me, if I ever get the nerve to say hello in this café. Say you will, Mm-hmm, Say you will Mm-hmm♪

(Cásate conmigo, hoy día y cada día, cásate conmigo, si alguna vez tengo el valor de saludarte en esta cafetería, di que lo harás, di que lo harás)

 

Era la mujer más afortunada del mundo, Edward era el hombre más maravilloso que pisaba la faz de la tierra y yo como la ganadora del premio mayor y mas encima por pura chiripa, el me amaba a mí, solo a mí.


♪Promise me, you’ll always be Happy by my side. I promise to Sing to you when all the music dies♪

(Prométeme que siempre serás feliz a mi lado, yo te prometo que te cantaré cuando toda la música muera)


Aquellos preciosos versos volvían a ser sagrados para mi, nunca más en la vida volvería a dudar de mi Edward y así como el me prometía que me haría feliz de por vida yo no descansaría hasta lograr hacerlo feliz cada día un poco más, todos, todo lo que mi Edward me pidiera sería suyo, con tal de nunca más ver sus hermosas esmeraldas tristes, nunca más ver sufrir su hermoso rostro de ángel.


♪And marry me, today and everyday marry me if I ever get the nerve to say hello in this café. Say you will Mm-hmm; Say you will marry me, Mm-hmm♪  

(Cásate conmigo, hoy día y cada día, cásate conmigo, si alguna vez tengo el valor de saludarte en esta cafetería, di que lo harás, di que lo harás, cásate conmigo)

 

Cuando Edward terminó de cantar me miró con aquella mirada que derretía mi alma, esperando mi respuesta impaciente expectante. Sostuve su mirada mirándolo con todo el amor que tenía guardado en mi corazón, aquel amor que solo estaba reservado solo para él y le contesté fuerte y claro.



-Sí Edward, quiero ser casarme contigo hoy día, cada día, quiero ser tu esposa por toda la eternidad, te amo, te amo más que ayer y  te amaré mucho más cada día, eres el amor de mi vida.


Al escuchar mi respuesta sus preciosas esmeraldas nuevamente se volvieron cristalinas y Edward sonrió triunfal con aquella sonrisa torcida que me quitaba el aliento y detenía mi corazón por segundos, mis labios buscaron con desesperación los suyos, ya no aguantaba un segundo más, necesitaba perder la cabeza con aquellos besos con los que llevaba soñando día y noche que acariciaban apasionadamente mis labios y mi piel, pero Edward hizo todo lo contrario me depositó suavemente en el piso, cuando sintió que mis pies estaban firmes suavemente me soltó, lo miré algo enfurruñada por la repentina separación, y Edward sonrió divertido, vi que se metió la mano al bolsillo de su pantalón y quedé absolutamente estupefacta al ver lo que sacó de su interior, ahí en una de sus enormes y níveas manos estaba mi colgante de corazón y mi anillo de compromiso.


-Edward tú, ¿Cómo sabías…como, como…?- pregunté impresionada sin entender.


-Siempre los traigo conmigo- dijo las palabras suavemente, sonrió tímido y los contempló unos instantes- era la única forma que encontré de sentirme aunque sea un poco contigo.


¡Ay como era de lindo mi Edward! tendría que pasar la eternidad compensando el gran dolor que le hice pasar.


Tomó mi mano izquierda con infinito amor y delicadeza y lentamente deslizó el anillo por mi dedo anular.


-Este anillo es la prueba de mi amor y de mi fidelidad hacia ti y jamás nunca en la vida, debe volver a salir del único lugar de donde pertenece- pronunció las palabras solemnemente y depositó un sentido beso ahí donde el precioso diamante descansaría por toda la eternidad.


Luego tomó el colgante con ambas manos abrió su broche y lo deslizó por mi cuello rozando mi piel con la yema de sus dedos haciendo que se me aquella corriente eléctrica me recorriera de la cabeza a los pies.


-Mi corazón siempre ha sido y será tuyo por- sentenció dulcemente dejando un beso ahí donde descansaba el hermoso diamante que representaba su puro y sincero corazón. 


Tomó mi rostro con infinito amor con ambas manos y me miró intensamente con aquellos abrasadores ojos por unos segundos contemplándome como si fuera el más precioso ángel, lentamente acercó su rostro al mío y su dulce aliento embriagó todos mis sentidos comenzándome hacer perder la razón, hasta que sus labios acariciaron tiernamente los míos.


Era el beso más tierno, dulce y delicado que me habían dado en la vida, lleno de los más profundos y sinceros sentimientos. Poco a poco el beso se fue intensificando y se fue convirtiendo en un beso necesitado y muy, pero muy apasionado, lleno de sentimientos contenidos, de aquellos que teníamos guardados desde la última vez que nos amamos aquella estrellada noche donde dio fruto nuestro amor.


Cuando su lengua rozó por primera la vez la mía juro que me sentí en el mismo cielo y como acto reflejo la mía buscó las suya impaciente, codiciosa. Enredé mis dedos en su alborotado cabello y pegué mi cuerpo al suyo con necesidad, con deseo provocando que Edward soltara un sensual gruñido y me levantara del piso para que otra vez lo abrazara con piernas y brazos.


  

No había nada mejor en este mundo que los besos apasionados de mi Edward, aquella forma de besar que debería estar absolutamente prohibida para alguien que era incapaz de mantener la cordura y yo ya la había perdido a penas sus dulces labios acariciaron los míos, aquella forma como su lengua se entrelazaba con la mía ardiente, apasionada, cariñosa, que hacía que me derritiera en sus brazos, que mi cabeza ya no la sintiera conectada a mi cuerpo.


Poco a poco fuimos terminado el beso, para terminar dándonos un último y tierno beso en los labios. Con nuestras respiraciones agitadas juntamos nuestras frentes.


-Te amo Edward, te amo, te amo, te amo- le dije con todo mi corazón mientras llenaba su rostro de dulces besos.


-Te extrañe tanto amor- dijo emocionado atrapando nuevamente mis labios- te extrañe con locura, los extrañé con locura.


Cuando mencionó “los extrañé” abrió sus verdes ojos como platos y soltó nuevamente una carcajada nerviosa, parece que  mi pobre Edward, recién ahora asimilaba bien la situación de que seríamos padres de gemelos.


-Son dos- afirmó mas para él, que preguntó- ¡Son dos! ¡Oh, dios son dos! ¡Mi gatito hermoso soy el  hombre más feliz de este mundo!- exclamó exultante de felicidad y comenzó a reír con hermosas carcajadas y darme vueltas por el aire.


No pude más que acompañarlo en sus carcajadas mi corazón se hinchaba de felicidad de poder contemplarlo al fin sonriendo con aquella hermosa sonrisa capaz de detener el tráfico.


-¡Edward! ¡Bájame, bájame, me mareo! - Le avisé aun riendo junto con él, no quería que ocurriera una desagradable o más bien una asquerosa desgracia.


A penas escuchó mis peticiones me dejó inmediatamente de dar vueltas, me dejó delicadamente en el piso, puso su rostro a mi altura y me examinó con ojos ansiosos.


-Perdón amor, por dios que bestia soy, ¿te sientes bien?- preguntó muy preocupado acariciando tiernamente una de mis mejillas.


-Sí, pero ahora tengo un solo problema - contesté haciendo un pequeño puchero de niña pequeña.


-¿Qué amor? ¿Qué tienes? - volvió a preguntar muy ansioso.


Una sonrisa pícara escapó de mis labios que por supuesto para Edward no pasó desapercibida y ahora me miraba arqueado una de sus perfectas cejas viendo que realmente no tenía  nada y que algo tramaba.


-¡Que!- inquirió curioso.


-Mi problema es que…


Metí mi manos a uno de los bolsillos de mi abrigo saqué las pequeñas zapatillitas y las puse frente a sus ojos


-Que ahora tendrás que comprar otro  par de estas- solté como si nada intentando contener mis carcajadas, sabiendo muy bien lo que pasaría.


-¿Qué?... ¡Tú!- exclamó acusándome ofuscado - ¡eres una gato malvado y curioso! ¡Estuviste espiando mis cosas es mi oficina! ¡Que nada se te escape, eso es llama allanamiento de morada!- alegaba fingiendo estar muy enojado- ¡diablos! por qué no volví como me sugirió la enfermera todo hubiese sido infinitamente más fácil, además te hubiese pillado infraganti. 


-No es mi culpa que usted no haya estado en su consulta doctor Cullen, necesitaba urgente un doctor, sabe - contesté coquetamente colgándome de su cuello y atrapando sus labios.


-¿Ah sí? ¿Y qué le dolía a la paciente?- preguntó ronroneando en mis labios tomándome posesivamente de la cintura  atrayéndome hacia él.


-Algo que solo los exquisitos besos del sexy y hermoso doctor Cullen pueden sanar, mi corazón- me miró con ternura e inmediatamente me besó con pasión de aquella forma que debería estar absolutamente prohibida haciéndome perder absolutamente la noción del tiempo y la razón.


-¿Mejor?- preguntó muy pagado de sí mismo, observando que evidentemente que me había convertido en gelatina en sus brazos.


-Eres un engreído Edward Cullen- de dije haciendo un mohín y sacándole la lengua.


-Pero así me amas- me contestó sonriendo de manera hermosa y dejando un casto beso en mis labios- y ahora- anunció serio, pero con semblante dulce, con su mirada intensa y abrazadora- vamos a casa señora Cullen.


 Mi corazón terminó de volver a la vida a penas escuché nuevamente aquellas perfectas palabras pronunciadas por sus labios “señora Cullen” sonreí como un tonta enamorada y no pude más que asentir embrujada y absolutamente perdida en aquellos ojos que me hipnotizaban.



Comenzamos a caminar abrazados por el parque en un cómodo silencio, como siempre en nuestro perfecto y pequeño mundo donde nadie más que nosotros tenía cabida. Mis brazos se aferraban posesivos a su cintura y Edward me rodeaba con uno de sus fuertes brazos y buscaba mis labios para besarlos de cuando en cuando al igual que mi frente y el tope de mi cabeza donde llevaba apoyada su mejilla.


-Amor ¿viniste caminando hasta aquí?


-Sí, salí a buscarte, después de que Rebecca me dijo que te vieron salir del hospital. 


-Ya veo, entonces Rebecca es tu cómplice- me dijo divertido acusándome del “hurto” que hice de su oficina.


-No, como crees es una chica muy amorosa, solo me ayudo a buscarte.


Luego juntó sus cejas algo molesto, cuanto había extrañado ese seño fruncido, se veía tan adorable que cada vez que lo hacía me daban ganas de comérmelo a besos


-Amor no debiste a salir a caminar por el parque hace frio te puedes enfermar ¿estás cansada princesa? 


-No, no estoy cansada y no tengo frio quiero caminar junto a ti y disfrutar de este momento un poco más.


Casi cuando llegábamos de vuelta al hospital el viento comenzó a soplar fuertemente y un ensordecedor trueno interrumpió nuestro andar enamorado provocando que casi saltara encima de Edward mientras comenzaba a llover copiosamente, dejándonos empapados en unos pocos segundos.


 Edward se sacó la chaqueta de su traje y nos cubrió a ambos de la torrencial lluvia.


-Amor no, solo quedarás en camisa, pescarás una pulmonía.


-Shh- me tranquilizó besándome dulcemente- no me enfermaré porque aquí junto a mi tengo la cura para todos mis males.


 Abrí mi boca para decir algo, pero la volví a cerrar primero porque cuando a Edward se le metía algo en la cabeza era imposible discutir con él y segundo porque era tan maravilloso sentirme mimada otra vez por él, se veía tan adorable haciéndolo. 


Llegamos hasta mi jeep que estaba había dejado en el estacionamiento del hospital, Edward como siempre caballero abrió la puerta del copiloto para mí y una vez estuve sentada me puso el cinturón de seguridad dejó un beso en mi frente y corrió a subirse al asiento del piloto.


-Amor creo que es mejor si te sacas algo de esa ropa mojada, no quiero que te enfermes- me dijo  preocupado mientras conducía rápidamente en dirección a nuestro departamento y ponía la calefacción.


Inmediatamente  hice caso a lo que me pidió la verdad yo tampoco me quería enfermar no tenía ninguna ganas de volver otra vez al hospital. Me saqué mi abrigo y el sweater para quedar en una pequeña camiseta blanca de tiritas. 


Una vez estuve lista me acurruqué junto a Edward, el paso su brazo derecho por mi espalda atrayéndome hacia él. 


Contemplé a mi Edward embelesada con una sonrisa tonta estampada en mi cara, aun me parecía un sueño estar nuevamente junto a él, acaricié tiernamente su cabello empapado, su fornido pecho a la cual se le pegaba su camisa mojada dejando entre ver aquel cuerpo de infarto, se veía tan sexy para su propia seguridad que agradecí mil veces que solo estuviésemos los dos y encerrados dentro del auto.


No podía dejar de admirarlo, de acariciar su sedoso cabello, su masculino rostro, de buscar sus labios con mis besos los cuales el correspondía gustoso cada vez que podía, era inevitable no colar mis dedos entremedio de los botones de su camisa para acariciar su esculpido pecho aquella atrayente piel de seda que invitaba a algo mucho más que simplemente tocar.


Edward me contemplaba con su mirada abrasadora y se mordía el labio inferior de una manera malditamente sexy, fue entonces cuando me di cuenta, al igual que su camisa, mi camiseta estaba completamente pegada a mi cuerpo y se traslucía completa dejando ver el sostén azul  de satén que llevaba puesto. Me puse roja como un tomate y algo nerviosa, no sabía por qué, pero de pronto me sentí como una niña haciendo alguna prohibida travesura, era una tontera lo sabía, más aun de acuerdo a la situación que vivía, embarazada y a punto de ser una señora casada,  quien sabe cuándo nos casaríamos esta vez, pero al fin y como tanto lo había soñado sería Bella Cullen.


Mis ojos como acto reflejo viajaron a la entre pierna de Edward y me sonrojé aun mas furiosamente de ver que “aquella” parte que estaba más que despierta y dispuesta, no pude evitar estremecerme de los pies a la cabeza y morderme mi labio inferior de la anticipación, de tan solo imaginar a Edward y yo nuevamente haciendo el amor como dos locos enamorados, a Edward amándome apasionada y tiernamente llenando mi corazón de aquella hermosa calidez interior de aquel precioso ser, el único capaz de llegar a tocar mi alma y mi corazón.


Edward notó como me estremecí en sus brazos y sin previo aviso atacó mis labios con desbordante pasión justo cuando llegamos por fin a nuestro nido de amor. Comenzaba a perderme en el dulce sabor de sus labios, cuando Edward soltó una risa suave en mis labios y susurró sensualmente sin separarse de ellos, trayéndome nuevamente a la cordura.


-Vamos princesa, que si seguimos aquí terminaremos enfermos los dos.


Edward abrió la puerta del auto para mí, tomó de mi mano y me ayudó  a descender caballerosamente. Inmediatamente me atrajo hacia el e intentó darme algo de calor frotando mi brazos y mi espalda con sus suaves y grandes manos.


Con paso apresurado nos dirigió hasta el ascensor.


-Estas tiritando gatito-dijo preocupado.


-Estoy bien de veras, no te preocupes amor- intenté tranquilizarlo, pero Edward tan tierno trataba por todos los medios que tenía a su alcance de darme calor.


A penas llegamos a nuestro piso Edward me tomó en sus brazos como a una novia y me anunció tiernamente.


-Bienvenida a casa señora Cullen- sus ojos brillaron con una reluciente intensidad cuando pronunció aquellas palabras sonriendo con aquella sonrisa que había cautivado mi alma. 


Mi corazón estaba a punto de estallar de  felicidad, era tanta que me era absolutamente imposible describir como se sentía en esos momentos, al fin estaba en casa junto a mi adorado Edward, la única que reconocía como tal, en nuestro perfecto mundo y pequeño mundo que él y yo habíamos creado para solo para los dos y ahora también sería de nuestros hijos. 


Me sostuvo con un solo brazo, abrió la puerta entró y la cerró con un pie y nos llevó directo hacia el baño. Me dejó con delicadeza en el piso, me dio un dulce beso en mi frente y abrió inmediatamente la ducha.


-Voy por unas toallas no me demoro nada- dijo algo nervioso pasando  una de sus manos por su alborotado cabello y salió del baño y a decir verdad yo también lo estaba y mucho.


En una abrir y cerrar de ojos ya estaba de vuelta las dejó encima del lavado y me contempló unos instantes con sus ojos visiblemente emocionados y algo tristes.


-¿Qué tienes amor?- pregunté preocupada llegando hasta su lado para abrazarlo por la cintura.


-Nada, es solo que aun no lo puedo creer, si hoy en la mañana me hubiesen dicho que ahora estaría junto a ti, les hubiese dicho que estaban locos, la verdad ya comenzaba a perder las esperanzas de que me perdonaras- dijo sonriendo tristemente- gracias amor, gracias por perdonarme, sé que no tengo prue … 

 

 -Shh-lo callé tiernamente y me puse de puntitas para besar sus labios- no digas nada, no tengo nada que perdonar, nunca más volveré a dudar de ti, ya no me interesa saber que pasó, te creo siempre lo hice y fui una tonta por tardarme tanto en aceptarlo, lo único que me importa ahora que es que al fin estamos juntos y nadie nunca más nos volverá a separar.


-Te amo princesa-dijo acariciando mi rostro con devoción


-Como yo a ti- contesté enrollando mis dedos en su sedoso cabello atrayéndolo hacia mí.


 Nos fundimos en un tierno beso apasionado, un beso hermoso, lleno de amor. Nuestros labios se acariciaban lentamente disfrutando de aquellos perfectos y excitantes roces. Tímidamente como si fuera la primera vez nuestras manos comenzaron recorrer nuestros cuerpos por encima de la ropa deleitándonos con cada curva con cada lugar por donde pasaban nuestras manos parecía un lugar nuevo e inexplorado, cada suave roce era un sensual gemido como respuesta a aquella maravillosa muestra de infinito cariño y entrega.


Subí mis brazos invitándolo a sacar mi camiseta y Edward sonrió en mis labios comprendiendo mi mensaje. Sus grandes manos se aferraron a mi cintura y lentamente comenzaron a subir sacando mi camiseta dejando una huella de fuego por la piel mi cintura, por el contorno de mis pechos que rozando sensualmente mis pezones por encima de la ropa interior con sus pulgares, la pasó lentamente por mis brazos y la dejó caer al piso.  


Su boca descendió dando ardientes y delicados besos a mi cuello y rozó con la yema de sus dedos mis clavículas deslizando lentamente los tirantes de mi sostén mientras mis manos desabotonaban temblorosas su camisa. 


Dejó un camino de húmedos besos por mi cuello, por mi hombro haciéndome estremecer de placer. Una vez tuve abierta su camisa exploré cada centímetro de su esculpido abdomen subiendo lentamente hasta su pecho reconociendo nuevamente cada centímetro de su piel haciendo que Edward soltara excitantes gruñidos en el hueco de mi cuello y moridera y succionara sensualmente el lóbulo de mi oreja provocando que prácticamente me derritiera con el majestuoso y abrasador roce de sus labios que me moría por sentir recorrer hasta el centímetro más oculto de mi ser.


Deslicé lentamente su camisa por sus fuertes y marcados brazos reconociendo cada músculo cada espectacular curva, mientras Edward se apoderaba nuevamente de mis labios demandante, lujurioso, su lengua enredándose codiciosa con la mía, buscando aquella fricción sublime y perfecta que me llevaba al cielo y me hacía sentir en las nubes. 


Lentamente nos fuimos quitando toda la ropa hasta quedar nuevamente expuestos uno frente el otro.


-Perfecta, simplemente perfecta- susurró sensualmente admirando mi cuerpo con aquellos verdes ojos convertidos en dos flamas de fuego.


No pude evitar sonrojarme con aquella penetrante y abrasadora mirada que me daba, lo que hizo que Edward me sonriera tiernamente.


-Perfecta- volvió a repetir- y eres mía, absolutamente mía- dijo posesiva y sensualmente tomándome de la cintura y arrastrándome hasta la ducha junto a él haciéndome vibrar al sentir cada parte de su perfecta y excitada anatomía pegada a la mía.


El agua tibia acariciaba nuestros cuerpos mientras nos besábamos como un par de sedientos en el desierto, aquella sed que solo podía ser saciada por la sublime unión de nuestros cuerpos.


Dulcemente comenzamos a  lavar nuestros cada centímetro de nuestra piel, con cariñosas, lentas y ardientes caricias. No pude evitar emocionarme quién lo diría justo hoy en la mañana me lamentaba tristemente de esto mismo y ahora aquí estaba, junto a mi Edward el amor de mi vida que con cada caricia experta me hacía sentir infinitamente amada y bendecida.


Rodee a Edward para lavar su espalda, con mis manos y mis labios repasé sin prisa cada músculo, cada perfecto y sexy lunar reconociendo donde estaba cada uno, hasta el más tenue y el más escondido que estaba por ahí donde la espalda pierde el nombre.


Edward tomó una de mis manos invitándome a pararme nuevamente frente a él me dio la vuelta y pegó su pecho a mi espalda haciéndome sentir su pronunciada erección en mi espalda baja lo que provocó que soltara impaciente gemido al sentir lo dura que estaba. Sus manos acariciaron tiernamente mi vientre por unos instantes y mis ojos se llenaron de lágrimas cuando sentí aquellas caricias con las cuales tanto había soñado.


-Los amo- susurró tiernamente en mi oído dejando un tierno beso en mi cuello.


Luego sus caricias se volvieron nuevamente ardientes subiendo con  ambas manos por mi vientre hasta llegar a mis pechos los que masajeó ardientemente dando leves y enloquecedores apretones a mis pezones, eché mi cabeza hacia atrás entregada totalmente al placer que sus caricias me brindaban, una de sus manos ávidas recorrió el camino de vuelta hasta llegar a mi intimidad y se abrió paso tocando delicado, lenta y tortuosamente.


¡Oh Dios! ahora sí que moriré de combustión espontanea pensaba mientras sus largos dedos avariciosos se adentraban más y más llevándome a la más negras de las locuras.


-Edward-lo llamé en audible gemido.


-¿Si amor?


-Hazme el amor, te necesito, te he extrañado tanto mi amor.


Edward me dio la vuelta nuevamente y me abrazó estrechándome tiernamente hacia él.


-Y yo a ti amor, te he extrañado como un loco, cada día que pasaba estaba muriendo sin ti- me contestó besando mis labios y apangando la ducha con una de sus manos.


Salimos de la ducha y secamos nuestros cuerpos mutuamente con caricias ardientes pero dulces e impacientes por fundir nuestros cuerpos en uno solo nuevamente.


Edward me tomó en sus brazos como a una novia y me llevó a nuestra cama donde me depositó con suma delicadeza. 


Contemplé la irreal belleza de mi hombre por unos instantes, mientras se arrodillaba frente a mí, tomaba uno de mis pies y comenzaba a dejar un camino de húmedos y ardientes besos subiendo lentamente desde mi tobillo hasta llegar a la parte interna de mis muslos. Aun resbalaban algunas gotas de agua por alborotado cabello, por su marmóreo pecho hasta llegar a su sexy abdomen, era una imagen sublime, hermosa digna de admirar por toda la vida.


Las gotas de su cabello caían sobre mi piel, resbalaban junto con su lengua por mi viajaba ascendiendo abrasadora por cada curva de mi cuerpo haciendo sentir mi cuerpo literalmente en llamas con aquellas caricias expertas que había extrañado con demencia y no, se comparaban en el más absoluto y perfectos de mis delirios.


Fue redescubriendo lentamente mi cuerpo que era completamente suyo, hasta que llegó a mi vientre donde se detuvo unos momentos dejando millones de amorosos besos haciéndome cosquillas provocando que riera suavemente, apoyó su oído y escuchó un instante como si realmente pudiese escuchar algo.


Me dio una infinita ternura ver aquella imagen que nuevamente mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad y acaricié su cabello con mi corazón a punto de explotar de tanto amor que sentía por él, por mi perfecto y tierno Edward.


Levantó su hermoso rostro de ángel con sus esmeraldas brillando cristalinas y nuestras miradas se conectaron enamoradas expresando miles de sentimientos que no son necesarios decir con palabras.


Nuevamente retomó su caminó de ardientes besos hasta que llegó a mis pechos, los que succionó y lamió demandante haciendo con mis manos se enrollaran en sus cabellos, para acercarlo hacia mi aun mas si es que se podía.


Cuidadosamente se fue posicionando entre medio de mis piernas y nuestros sexos se reencontraron ansiosos por sentir algo más que esa deliciosa fricción.


Besó mis labios con tanto amor que sentí que perdería la cabeza incapaz de contener tan desbordante emoción.


El roce de nuestros sexos se comenzó a  hacer más urgente, suplicando en un grito silencioso por aquella perfecta unión, donde al fin después  de tanto tiempo convertiríamos una vez más en uno solo nuestro corazón.


-Te amo- susurró dulcemente acariciando mi rostro, besando mis labios y mi frente y lenta y cuidadosamente me penetró, comenzando a moverse suavemente en mi interior, pegando su frente a la mía mientras mis manos se aferraron fuertemente a su espalda y nuestras miradas se perdían en la del otro.


-Edward- gemí su nombre sin poderlo evitar cuando lo sentí por completo dentro de mí y me comenzaba a embestir lento y profundo.


Al escuchar salir mi nombre de sus labios sus preciosas esmeraldas brillaron emocionadas y me pidió con absoluta entrega y devoción.


-Dilo, di mi nombre otra vez amor- suplicó tiernamente dejando un ardiente beso en mis labios- quiero escucharlo  una y otra vez mientras te hago el amor.


-Edward- gemí nuevamente mientras sus embestidas comenzaban a ser un poco más urgentes y clavaba mis uñas en su espalda haciendo que Edward soltara un sensual gruñido, sintiendo que en cualquier minuto me mataría de placer.


-Te extrañé tanto mi Bella- jadeaba en mi boca con su rostro extasiado de placer- dilo, dilo otra vez.


-Edward- dije su nombre, enrollando mis piernas en su cintura, invitándolo a que me amara más intensamente.


Estaba en el mismo cielo, nada, nada en este mundo se comparaba  al placer máximo de hacer el amor con mi Edward, sentir su cuerpo dentro del mío, como era capaz de amarme con aquella desbordante intensidad que solo me hacía querer perderme en sus brazos una y otra vez y necesitarlo cada vez un poco más.


Edward me siguió amando intensa y profundamente mientras nombraba su nombre una y otra vez perdida en el fulgor de su mirada y en la inigualable sensación de sentir su piel fundida en mi piel.


Con cada embestida, con cada amorosa y ardiente caricia nuestros cuerpos juntos de estremecían, la emoción que sentíamos la podías palpar con los dedos, nuestro amor era tan puro perfecto y sincero que llegaba a ser hasta doloroso, sentir que te aman con tal intensidad.


-Te amo, te amo- gruñó fuerte en mis labios cuando ya nuestros cuerpos no lo pudieron aguantar más.


-Sí, Edward…..así….así… amor, mas… maaaaas- suplicaba con la cabeza totalmente perdida por qué me hiciera tocar el cielo con mis manos.


Y así con sus embestidas profundas y lentas y nuestros cuerpos estremeciéndose unidos, llegamos juntos al paraíso explotando en un hermoso e intenso orgasmo, con nuestras miradas conectadas llenas de lágrimas de felicidad, jadeando palabras de amor en la boca del otro, consumamos nuevamente nuestro amor.


Nos quedamos abrazados por largo rato dándonos dulces besos mientras acariciaba su espalda y Edward besaba con absoluta devoción mis mejillas, mis párpados, mi cabello.


Lamentablemente nos tuvimos que separar, Edward se acostó sobre su espalda y me estrechó siempre protector entre sus brazos apoyando mi cabeza en su pecho para comenzar a hacer figuras imaginarias en mi espalda.


-Descansa mi princesa, te amo, te amo más que a mi vida


No alcanzó a taparnos con el cobertor cuando algo recordó que lo hizo parase de un salto.


-¿Qué pasa Edward? ¿Qué tienes amor?- pregunté preocupada de su repentino reaccionar.


-Eh yo… este…yo… tengo que hablar con Alice- anunció nervioso echándome una mirada de reojo- ¿me prestas tu teléfono?- me preguntó misterioso saliendo de la habitación en busca de mi cartera.


-¡Edward Anthony Cullen! ¡Alto ahí!- lo detuve cuando estaba a punto de salir- no te mueves un solo centímetro de aquí si no me dices en que andas.


Edward sonrió divertido, negó con la cabeza y devolvió sus pasos para volver a acostarse junto a mí atrayéndome nuevamente junto a él.


-Está bien te lo diré si prometes no andar de gato curioso por la vida- dijo besando la punta de mi nariz- total de todas maneras tienes que saberlo.


-¿Qué? ¿Qué tengo que saber?- si pretendía que no anduviera de curiosa, ahora con sus  palabras solo había logrado aumentar mi curiosidad aun más.


-Bueno señora Cullen- comenzó su discurso sonriendo de manera suficiente mostrando todos sus perfectos y blancos dientes- le informo que aquí su amado y adorado esposo no ha cancelado nuestro matrimonio, porque lo que será oficialmente la señora Cullen justo dentro de una semana tal y como estaba planeada nuestra boda.


 Abrí mis ojos como platos y boca se convirtió en una perfecta “o”, mi corazón comenzó a latir enloquecido con aquella información, Edward me sonrió dulcemente y besó mis labios para sacarme de mi estado de estupor.


-Te dije que serías mi esposa dentro de un mes- me dijo suavemente con su aterciopelada voz frotando cariñosamente su nariz con la mía.


Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad, mi Edward era lo más lindo y amoroso que había visto en mi vida. Edward me fue contando agrades rasgos que en estas semanas jamás perdió la esperanza de que volveríamos por lo que Alice lo había ayudado en su locura por lo que ahora estaba todo prácticamente listo para el próximo sábado claro que con algunas modificaciones que por supuesto no me quiso contar porque insistió que aquello era mi regalo de bodas y que no me contaría nada mas puesto que era una sorpresa.


Lloré desconsoladamente en su pecho sin aun terminarlo de creer, diciéndole que no necesitaba nada más en este mundo para ser feliz que él, pero mi Edward como siempre  con tal de consentirme para él nunca nada era suficiente.


Llamamos a Alice para contarle que nos habíamos reconciliado y juro que los gritos de  felicidad de Alice, creo que se escucharon hasta el primer piso. Luego Edward habló muchas cosas en clave con ella, que por supuesto por más que traté de indagar no entendí absolutamente nada que se traían entre manos. Al final lo único que entendí es que mañana pasaría por mí.


Uno de los días más hermosos de mi vida había sido este día, fue realmente maravilloso para poder reencontrarnos, conversamos de muchas cosas, de nuestros hijos y cuanto ilusión le hacía poder verlos y escuchar su corazón, por lo que quedamos en que mañana los veríamos juntos sin falta, jugamos a ponerles nombres y soñamos con lo que nos gustarían que fueran, por supuesto que yo quería dos mini Edward y Edward quería dos mini Bellas por lo que jamás pudimos llegar a algún  acuerdo.  


De lo que si llegamos a un acuerdo, fue que jamás en la vida volveríamos a esconder nuestros sentimientos al otro y que siempre  pasara lo que pasara siempre nos hablaríamos con la verdad, nunca más volveríamos a cometer los absurdos errores del pasado que nos hicieron tan infelices.  


Edward me mimó como siempre mandando a pedir mi comida favorita, y la verdad perdí la noción de cuantas veces hicimos el amor, solo tenía presente la necesidad de fundirme en su piel una y otra vez.  


Ya entrada la noche ocurrió algo que no me esperaba, cuando pensé que Edward me iría a dejar a casa, me miró muy serio sentenciando que la única casa que yo tenía era donde me encontraba ahora, el departamento que él había comprado para mí y que aún seguía siendo mío ya que él se había encargado de dejar las escrituras a mi nombre como siempre debiesen haber estado, lo que provocó que llorara un buen rato mas en sus brazos.


Pero lo que jamás, jamás me imaginé que haría fue el llamado que hizo después que me explicó todo eso. Edward llamó a Charlie para contarle que habíamos vuelto y para “informarle” caballerosamente que lo sentía mucho, pero que desde ahora en adelante ya era su esposa y jamás permitiría que me volviera a desaparecer de su vista y menos arrancar de sus brazos.


Juro que pude imaginar el rostro enrojecido y estupefacto de Charlie, solo esperaba que Renée pudiera calmarlo.


Reímos como dos tontos después del intempestivo comportamiento de Edward, pero de todo aquello había algo que no podíamos negar, después del hermoso día que habíamos vivido hoy, nada ni nadie nos volvería a separar jamás.


*

*

*

Desperté muy temprano y un espantoso miedo se alojó en mi corazón… ¿sería todo nada más que un hermoso sueño?...gracias a Dios mis miedos fueron disipados rápidamente, cuando me di cuenta donde estaba acostada y aquel perfecto y embriagador perfume se coló por mi nariz nublando todos mis sentidos, estaba en los brazos de mi adorado Edward.


Abrí mis ojos para contemplar su hermoso rostro de ángel. Mi Edward aun dormía plácidamente se veía tranquilo y una pequeña sonrisa atravesaba por sus labios, su barba comenzaba recién a asomarse haciéndolo ver aun más sexy si es que se podía. 


Acaricié tiernamente su alborotado cabello que esta mañana estaba absolutamente imposible dándole un aire rebelde y de misterio, sonreí como una tonta sabiendo la razón, nos habíamos amado toda la noche intensamente y yo en aquellos arrebatos de incontenible pasión se lo había jalado hasta el cansancio obteniendo este resultado, se veía tan adorable.


Dejé un amoroso beso en su pecho y en sus labios mientras una idea cruzaba por mi cabeza, desde hoy tenía que comenzar a cumplir mi promesa de hacer a mi Edward cada día más feliz, por lo que partiría en este mismo instante, tenía más que claro que a Edward le encantaría, además esta sería mi forma de pedirle perdón por todo lo que le hice sufrir ya que estaba más que claro que si lo intentaba no me dejaría decir una sola palabra.


Aclaré mi garganta e inspiré profundamente y le comencé a cantar suavemente acariciando su cabello para despertarlo.

   

♪Eres el regalo que nunca pedí, la porción de cielo que no merecí. Todos mis anhelos se han cumplido en ti y no quiero perderte, no lo quiero así♪


♪Te dejé y tan solo, me sentí sin ti, y no quiero de nuevo estar así, así, tómame en tus brazos, soy parte de ti soy parte de ti, soy parte de ti♪


Mi Edward fue lentamente abriendo sus ojos y me sonrió con aquella sonrisa que detenía mi corazón por segundos, dejé un casto beso en sus labios y continué cantándole con todo mi corazón.


♪Eres mi sol, luz calor y vida para mi, eres tú, mi sol, estrella que a mi vida sustento, eres tú, mi sol♪


♪Lo que quiero ahora es perderme en ti y ser envuelta en todo lo que eres tú, ser envuelta en todo lo que eres tú♪


Edward me tomó de los brazos y me acostó arriba de su cuerpo dejando un beso en mi frente y rodeándome con sus brazos y me miró con sus ojos profundamente emocionados.


♪Te dejé y tan solo, me sentí sin ti, y no quiero de nuevo estar así, así, tómame en tus brazos, soy parte de ti soy parte de ti, soy parte de ti♪


♪Eres mi sol, luz calor y vida para mi, eres tú, mi sol, estrella que a mi vida sustento, eres tú, mi sol♪


Todo eso y mucho más era mi Edward para mí, era el sol que iluminaba mi vida día a día, junto a él mi vida era completa y me sentía mucho más  feliz para estar solo en el cielo, con el sentía que estaba viviendo en el paraíso, en mi paraíso personal llamado Edward Cullen.


♪Eres mi sol, luz calor y vida para mi, eres tú, mi sol, estrella que a mi vida sustento, eres tú, mi sol♪


♪Eres el regalo que nunca pedí, la porción de cielo que no merecí♪


-Buenos días amor- lo saludé dejando un beso en su pecho apenas terminé de cantar.


-Buenos días princesa- saludó atrapando insistente mis labios con los suyos-si creía que mi mañana sería perfecta al despertar junto a ti, tú la has hecho aun más, ahora me mal acostumbrarás ya no podré despertar sin escuchar tu dulce voz todas las mañanas, eres cruel, como quieres que me vaya a trabajar después de esto- me dijo haciendo un adorable puchero.


-Ay, amor no hagas eso, que yo tampoco quiero que vayas, quiero que te quedes aquí conmigo.


-¿Cómo amaneciste amor? ¿Nauseas? ¿Mareos?- preguntó preocupado y curioso.


-No la verdad, que no, es extraño, pero me siento mejor que nunca- apenas le informé de mi estado sonrió de una manera tan sexy que casi me mata de una combustión espontanea en sus brazos.


-¡Qué bien! No sabes cuánto me alegra escuchar eso, porque no me pienso ir a trabajar sin primero hacer el amor con mi preciosa y adorada mujer- me informó atrapando mis labios apasionadamente, acariciando mi espalda abrasadoramente hasta posicionar sus grandes y suaves manos posesivamente en mis glúteos acercándome insistentemente a su masculinidad que ya estaba más que despierta.


 Edward me hizo el amor cariñoso, apasionado, tiernamente, mi corazón estaba que explotaba de tanta felicidad, cada que minuto que pasaba me parecía irreal un verdadero sueño, nuestro amor había vuelto a ser tan fresco y maravilloso como al principio, pero ahora sería infinitamente mejor.


Nuevamente era su pequeña consentida, me trajo el desayuno a la cama y antes de irse llenó mi vientre de dulces y amorosos besos.


-Nos vemos al medio día amor, te extrañaré- se despedía y no alcazaba a salir por la puerta cuando se devolvía besarme nuevamente- adiós bebes cuiden a mi mami.


-Y yo a ti amor, nos vemos mas tarde- me despedía también acariciando su cabello mientras el volvía a besar mi vientre.


Edward no alcanzó a salir por la puerta del departamento cuando por ella estaba entrando Alice.


-Isabella Marie Swan eres la amiga mas ingrata que pisa la tierra- me reprochó inmediatamente a penas me vio poniendo sus brazos en jarra.


-Perdón Alice, se que fui una tonta al alejarte de mí, merezco que me digas lo que tú quieras he sido una amiga muy ingrata- me disculpé sinceramente, realmente la había echado mucho de menos y mi pobre Tink siempre tan buena no tenía la culpa de yo me hubiese convertido en una tonta, sobre todo después de cómo había apoyado a Edward.


Ella me miró unos instantes muy seria con sus verdes ojos de gato fríos como el hielo. Poco a poco fue apareciendo una leve sonrisa en sus labios y no me alcancé a dar cuenta cuando ya la tenía abrazándome con aquel ímpetu tan característico de Alice.


-¡Oh, Dios! por más que quiera no me puedo enojar contigo te extrañe mucho Belly- dijo besando sonoramente mi mejilla- estoy tan feliz de que al fin Edward y tu estén juntos.


Y nuevamente volvíamos a ser las mejores amigas, así era mi querida Alice, de corazón hermoso y bueno, para nada rencorosa.


Pasé una mañana de lo más entretenida junto a Alice, me informó de las últimas novedades de la familia, me contó que poco ya se veían con Emmett y con Rose y  que estaba más que ansiosa por ver sus caras esta noche cuando todos vinieran a cenar y les informáramos que nos casábamos el próximo sábado.


También me contó que cuando pasó por mi casa a buscar mi ropa antes de venir hasta acá, Charlie no estaba nada de feliz con que me haya ido así de la casa, tan intempestivamente, pero tampoco  estaba tan molesto, se encontraba más bien resignado, lo que me alivió de veras, porque aunque pusiera el grito en el cielo y tan solo fuera por una sola semana más no volvería  a casa de mis padres ni amarrada, ya que nunca más  en la vida me volvería a separar de mi Edward.


Mi querida Tink como siempre cariñosa ayudó a arreglarme y a dejarme muy bonita para Edward. A veces la observaba y me daba realmente pena no contarle de mi embarazo, pero con Edward lo habíamos decidido así y les daríamos la noticia a todos en nuestra boda para así evitar cualquier intento de Charlie de asesinar a Edward por embarazar a su hija antes de tiempo.


Salimos del departamento en dirección al hospital en el Porsche de Alice. Por el camino trate de sacarle que sorpresas habían estado preparando con Edward para nuestra boda, pero no logre sacarle una mísera palabra.


-No, no, no, no me pongas esa cara Belly porque mis labios están sellados- me decía negando con su cabeza y una de sus manos- por más que lo intentes no me sacaras palabra, yo  ahora solo me preocupo de dejarte donde Edward como él me lo pidió y por la tarde los espero en mi estudio para darle los últimos toques a tu vestido.


-Ok, no insistiré, veo que tu y Edward no me dirán absolutamente nada.


-Así es mí querida Belly, así es- me dijo suficiente sonriendo malvadamente igual que Edward, hasta me comenzaba a  dar la impresión de que Alice era hermana  de  Edward y no Emmett estaban tan mimetizados.


Llegamos al hospital Alice me acompañó hasta la consulta de Edward. Cuando íbamos llegando a la sala de espera una alta y oxigenada figura que estaba de espaldas a mí, llamó mi atención.


-¡Como que no!- alegaba exasperada con su estridente y nasal voz- ¡quien te crees que eres para negármelo! ¡Cuando te digo que Edward me recibirá, es porque lo hará! ¡Así que mueve tu inútil humanidad y ve a decirle que estoy aquí!- regañaba a Rebecca sin compasión muy molesta.


Mi sangre hirvió en tan solo un ínfimo segundo de escuchar aquella desagradable voz que sabía muy bien a quien pertenecía. Comencé a ver todo rojo y a convertirme en una salvaje fiera y esta fiera defendería a su amado hombre con uñas y dientes, hoy tendría que pasar sobre mi cadáver para que nuevamente intentara acercase tan solo un milímetro a mi Edward.  Ahí estaba exigiendo ver a Edward como siempre altiva y descarada la maldita zorra regalada de Tanya.



Les gustó la reconciliación??? Me merezco algún votito, algún hermoso comentario???


Chicas en compensación a la larga espera les dejo nuevamente un capitulo extra largo!!! Gracias por la paciencia de esperar es que realmente aunque suene extraño no me salían las palabras y aun no estoy muy conforme, pero bueno esto es lo que me salió.


 Silmo: hermana gracias, gracias por ayudarme a desenredar mi enredo, te adoro!!!!


Ani: ti amu, todos los días dándome animos gracias por amar mi historia!!!!!! Asi como yo amo las tuyas.


Vicko: gracias por enseñarme las hermosas canciones.


Ale1972: amiga!!!! Gracias espere mucho el momento de mostrarte esto, gracias por la hermosa canción tb, espero te guste como la use.


Rbblack: hermosa!!! Gracias por ayudarme con aquellas hermosas y candentes fotos inspiradoras eres un amor.


Maya: hijita gracias a ti tb!!! Por darme animos a seguir.


Y por ultimó gracias a todas las que me leen y pasan en silencio las adoro a todas.

Besos

Sol!!!!  Mi  facebook: Sol Cullen


 

Capítulo 23: Te necesito ahora Capítulo 25: La Verdad. Parte 1

 


 


 
14430368 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10748 usuarios