Bailes de Pasión (+18)

Autor: AnnaSwan
Género: Romance
Fecha Creación: 31/03/2013
Fecha Actualización: 06/07/2013
Finalizado: NO
Votos: 13
Comentarios: 17
Visitas: 23548
Capítulos: 21

Isabella Swan nunca ha sido buena en nada que implique equilibrio y coordinación, salvo en el baile. Desde pequeña su madre, René, la inscribió en clases particulares de baile y desde entonces no ha dejado de practicar; posee una gracia exquisita al momento de mover sus pies al ritmo de la música y por esta razón su madre la inscribe en un concurso de baile donde el primer premio es una beca al cien por ciento para la academia de baile a la que Bella anhela asistir.

René consigue al mejor bailarín en todo Forks y se lo presenta a su hija, la sorpresa que se llevara Bella al saber que su pareja de baile es nada mas ni nada menos que Edward Cullen, su némesis. El chico con el que guarda una enemistad prácticamente desde que le conoció.

¿El roce de la piel, la respiración agitada y la unión de sus cuerpos tendrá algo que ver al momento de mejorar su relación?

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Capítulo 10: Nuestra burbuja

Capítulo10

"Nuestra burbuja"

Bella PoV.

Desperté apretujada contra una superficie plana y dura, fruncí el ceño tratando de averiguar que era mientras mi cuerpo se elevaba y bajaba al ritmo de una respiración.

Sonreí al recordar lo que había sucedido la noche anterior.

—Buenos días —susurró, acariciando mi cabello.

Levanté la cabeza hacia arriba para encontrarme con su dulce y cálida mirada de ojos de esmeralda. Le dediqué una sonrisa y besé su pecho, sin dejar escapar sus ojos de los míos.

—Buenos días —respondí.

— ¿Cómo dormiste? —Preguntó, divertido como si estuviera disfrutando de una broma privada.

—Hm, bien —contesté, frunciendo el ceño— ¿Qué es?

Me dedicó un ceño fruncido, pero sonrió y revolvió mi cabello.

—No es nada, no es nada —respondió, sin perder la sonrisa.

Su sonrisa era de genuina alegría y no fue para más que yo sonriera de la misma manera. Me sentía feliz de lo que había pasado entre nosotros...

— ¿Sigue lloviendo? —Pregunté, dibujando círculos en su pecho con mi dedo índice, mientras trataba de agudizar mi oído para escuchar las gotas de lluvia pero no escuché nada.

—Dejó de llover hace un rato, pero las calles siguen inundadas... creo que tendremos que quedarnos aquí.

Me dedicó una sonrisita maliciosa, como si lo de anoche no hubiese sido suficiente, aunque... sinceramente, no lo había sido.

Su mano descendió por mi espalda desnuda y comenzó a trazar patrones circulares con su pulgar. Una sensación de bienestar me inundó al sentir sus caricias, y luego mi estomago comenzó a protestar.

— ¿Tienes hambre? —Preguntó, arqueando una ceja y sonando divertido.

Sentí como el rubor subió a mis mejillas... estaba desnuda sobre el cuerpo desnudo de un dios griego y me avergonzaba que mi estomago hiciera ruidos. Patético.

—Ven, vamos a alimentarte.

Solté una risita burlona.

— ¿Vas a prepararme el desayuno? —Pregunté, divertida.

—Síp, ¿por qué no? —Contestó, ceñudo.

—Edward Cullen cocinando, ¡eso es algo que definitivamente tengo que ver! —Respondí, poniéndome sobre mi espalda.

El rió y rodó sobre mí, depositando un casto beso sobre mis labios antes de bajar de la cama. Al igual que yo, estaba desnudo y la vista fue... excitante.

Muy a mi pesar, encontró sus bóxers y sus vaqueros demasiado deprisa. Observe cada uno de sus movimientos mientras se vestía... si semanas antes me hubiesen dicho que estaría en mi cama con Edward Cullen, habría tachado de loca a esa persona.

— ¿Vas a quedarte ahí, perezosa? —Preguntó, arrojándome su camisa.

Sonreí mientras deslizaba mis brazos dentro, estaba impregnada de su perfume, tan sexy, tan varonil, tan... Edward. Las mangas me quedaron bastante grandes así que las doble hasta mis codos y bajé de la cama; el suave material de su camisa acariciaba mis pechos y glúteos.

—Te ves increíblemente sexy con mi camisa puesta —susurró, acunando mí rostro antes de besarme—.Y más sabiendo que no llevas absolutamente nada debajo de ella.

Sentí como me ruborizaba y bajé la cabeza, dejando que mi cabello cayera sobre mi rostro, creando una espesa cortina de pelo marrón. Las yemas de sus dedos recorrieron mi pómulo derecho, siguieron su camino para acariciar el contorno de mis labios hasta terminar debajo de mi mentón; con gentileza estiró mi cabeza hacia atrás para que nuestras miradas pudieran encontrarse.

—No te avergüences; anoche descubrí que tienes el cuerpo más perfecto que haya conocido y no debes avergonzarte por ello. Tú eres hermosa, Isabella, y me siento increíblemente dichoso de que haya pasado esto entre nosotros.

Su voz era dulce, armoniosa y aterciopelada. Este hombre era un verdadero amor y yo... yo estaba enamorándome de él. Le sonreí cuando sentí que las lágrimas picaban en mis ojos y él se acercó, rosando sus labios con los míos.

—Ven —susurró contra mis labios cuando termino el beso—, es la hora de alimentar a Bella.

Reí emocionada. Tenía unas inmensas ganas de experimentar las habilidades culinarias de Edward.

Él me tomó gentilmente de la mano y me llevó escaleras abajo hasta la cocina, me sentó en una silla del comedor y después me dio la espalda para encararse a la estufa.

—Bien, señor Cullen ¿qué tendremos para desayunar hoy? —Pregunté, con una pizca de burla.

—No sé, ¿qué le gustaría desayunar, señorita Swan? —Contestó, igualando mi tono.

— ¿Qué tal algo sencillo? —Sugerí— Algo como... huevos con tocino y pan tostado.

Me dedicó una sonrisa torcida y se aproximó a la estufa, tuve que decirle dónde estaban las cosas pero una vez que tuvo el material no volvió a preguntarme nada, dejando así que mi mente vagara por lo que acaba de pasarnos ¿Qué sucedería con nosotros ahora?, ¿esto nos uniría o solo había sido una noche de placer?

— ¡Tadá! —puso un plato de huevo con tocino frente a mi, sacándome de mis pensamientos.

—Hm, huele delicioso —lo elogié.

—Gracias —contestó, y un bello rubor subió por sus mejillas.

Se sentó frente a mí y dejó un vaso de jugo al lado de mi plato. Su cuerpo esbelto se torció con elegancia cuando él se inclinó y me besó gentilmente en los labios.

— ¿Qué pasa? —preguntó, cuando acomodó la servilleta en sus piernas.

Lo miré ceñuda.

—Nada —mentí.

—No me mientas —gruñó—, eres pésima haciéndolo.

—No es nada, de verdad —susurré, bajando la mirada mientras jugaba con mi comida.

—Por favor, dime que es lo que te sucede... por favor —suplicó.

Suspire, ¿debía contárselo?

—Habla conmigo, Bella —rogó.

Lo miré por un largo rato y tomé una fuerte bocanada de aire para infundirme valor.

— ¿Qué... qué pasará con nosotros?

Su ceño fruncido de acentuó.

— ¿A que te refieres? —preguntó.

—A que... bueno, no sé que significó para ti la noche de ayer y no sé cómo vaya a afectarnos esto.

Él suspiró y sentí mi corazón detenerse, ¿qué si él no sentía nada? ¿Qué si el decía que nada cambiaria entre nosotros?

—Sé lo que significó para mí —susurró, tomando mi mano y besando los nudillos.

Sonreí, eso me hizo sentir un poco más segura.

Terminamos nuestro desayuno estilo Cullen y después nos tumbamos en la sala de estar a ver una película. Nada podía ser más perfecto y tranquilo para nosotros; habíamos pasado la noche juntos y mi cuerpo había sido suyo... él había sido el primero en mi vida en esa manera y mi corazón se aceleraba cada vez que consideraba el nuevo significado que tenía el nombre Edward Cullen para mí.

Las horas pasaron entre bromas, risas y besos. Estábamos sumidos en nuestra propia burbuja de perfección, no quería que ese día terminase jamás... quería quedarme con él, acurrucada contra su pecho por siempre.

—Me encantas —susurró, besando la parte posterior de mi cuello—, eres sencillamente perfecta.

Sentí la sangre subir por mis mejillas por enésima vez y solté una sonrisa nerviosa.

—Me siento tan cómoda, tan... no sé, feliz —dije, dándome la vuelta para medir su reacción. En mi rostro dominaba una sonrisa.

El me devolvió la sonrisa y me besó. Un beso distinto a los que compartimos durante la mañana; era duro, cargado de pasión y necesidad.

Enredé mis manos detrás de su cuello y me senté a horcajadas en su regazo. Él subió su mano por mis muslos hasta mi espalda debajo de la camisa; su tacto hizo que mi beso se intensificara y gemí en su boca cuando alcanzo uno de mis pechos con su mano...

—Edward —gemí, en su boca.

Nuestro beso fue aumentando nuestra necesidad, logré sentir el cuerpo de Edward despertar bajo mi peso y sentí algo caliente y húmedo en mi sexo… entonces, escuchamos como la puerta de un auto se azotaba.

—Mierda —chillé, saltando fuera del regazo de Edward—, alguien llegó.

Capítulo 9: Magia Capítulo 11: Vestuario

 
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