Bailes de Pasión (+18)

Autor: AnnaSwan
Género: Romance
Fecha Creación: 31/03/2013
Fecha Actualización: 06/07/2013
Finalizado: NO
Votos: 13
Comentarios: 17
Visitas: 23547
Capítulos: 21

Isabella Swan nunca ha sido buena en nada que implique equilibrio y coordinación, salvo en el baile. Desde pequeña su madre, René, la inscribió en clases particulares de baile y desde entonces no ha dejado de practicar; posee una gracia exquisita al momento de mover sus pies al ritmo de la música y por esta razón su madre la inscribe en un concurso de baile donde el primer premio es una beca al cien por ciento para la academia de baile a la que Bella anhela asistir.

René consigue al mejor bailarín en todo Forks y se lo presenta a su hija, la sorpresa que se llevara Bella al saber que su pareja de baile es nada mas ni nada menos que Edward Cullen, su némesis. El chico con el que guarda una enemistad prácticamente desde que le conoció.

¿El roce de la piel, la respiración agitada y la unión de sus cuerpos tendrá algo que ver al momento de mejorar su relación?

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Capítulo 9: Magia

Capítulo 9

"Magia"

Edward PoV.

Me senté en lo alto de la escalera, a la espera de que ella me llamara de nuevo... pero nunca lo hizo.

Hora y media mas tarde me encontraba realmente preocupado por ella, el agua seguía saliendo del grifo y no había indicios de que ella fuese a salir de ahí en un largo rato.

Totalmente frustrado por lo que la estuviera retrasando tanto, me puse de pie y camine hasta la puerta. Pegué mi oído a la puerta de madera y contuve la respiración, ¿acaso estaba sollozando?

— ¿Bella? —Toqué la puerta gentilmente con los nudillos— Bella, ¿estas bien?

No recibí respuesta verbal pero un minuto más tarde ella cerró el grifo del agua y el cuarto de baño se sumergió en un silencio sepulcral, ¡al menos seguía con vida!

—Bella, llevas casi dos horas en la ducha —susurré, con extrema cautela, ¿realmente estaba llorando?

—Estoy bien —su voz sonaba quebrada.

—Bella… —su tono me preocupaba aun más—, voy a entrar.

— ¡No! —Chilló de inmediato— saldré en un minuto.

Solté un suspiro y me aleje un paso de la puerta. La observé detenidamente, atento al menor ruido que proviniera del interior del baño, ¿por qué me preocupaba tanto Isabella? ¡Hace una semana nos habríamos declarado la guerra!

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, la puerta del baño se abrió u Bella salió del cuarto de baño. Cojeaba de un pie y vestía ropas holgadas y nada atractivas para lucir su esbelta figura.

—Tus ojos están hinchados —susurré, acercándome a ella y tocando con la yema de mis dedos la media luna que se formaba debajo de sus ojos.

—Estoy bien —susurro débilmente.

—Déjame llevarte a la cama —susurré, sus ojos se ampliaron en respuesta y no pude evitar sonreírle—, para que vayas a dormir, Bella.

Ella sonrió tímidamente, mientras un adorable rubor subía por sus mejillas, era tan adorable cuando se sonrojaba.

La cargue en el aire y la estruje contra mi pecho durante el corto periodo de traslado del cuarto de baño a su cama. La deposité gentilmente en el colchón y después me senté a un lado de ella.

— ¿Cómo sigue tu tobillo, duele mucho? —pregunté, observando su tobillo lastimado, estaba ligeramente inflamado.

—La verdad… no mucho —contestó. Casi podía apostar que estaba haciendo una mueca de dolor mientras trataba de mover el pie para enfatizar su declaración.

— ¿Dónde esta el botiquín? —pregunté, saltando fuera de la cama.

—En el baño, dentro del armario —contestó.

Salí de su habitación antes de que pudiese decirme algo. En el botiquín encontré un ungüento y una venda, cogí un diclofenaco y volví a su habitación.

—Ten —le tendí una pastilla de diclofenaco y tomé el vaso que estaba en su mesita de noche y lo rellene con agua, luego se lo tendí para que se tomara el medicamento mientras yo revisaba su tobillo.

Había visto muchas veces como mi padre revisaba a sus pacientes y en más de una ocasión la pequeña duende de mi hermana se torció el tobillo, así que sabia como hacer ese diagnostico.

—No es nada grave —susurré, mientras frotaba su tobillo con ungüento—, pero aun así sugiero que mi padre te revise mañana.

—No quiero ir al hospital —se quejó.

—No m importa, si no vas por tu propio pie te llevaré yo mismo hasta ahí —le respondí, sin lograr borrar la sonrisa de mi rostro— ¿esta bien la venda así?, ¿no esta muy ajustada?

—Esta bien —contestó, haciendo un movimiento con la mano para que le restara importancia.

Le di una palmadita a su tobillo y lo coloque con cuidado en la cama, luego la observe a ella. Sus ojos achocolatados estaban fundiéndose dentro de los míos, me sorprendí ante la maravilla que encontré dentro de estos. Sus ojos eran limpios, puros… me dejaban ver dentro de su alma, dentro de su corazón. Y justo en ese momento su mirada estaba cargada de amor… ¿hacia mi?

"¡Ja! Lo dudo."

Su mirada aun estaba colgando de la mía, mientras lentamente ella se iba acercando a mí; hasta que finalmente quedamos cara a cara. Su aliento se estampaba contra mi rostro y era la sensación más exquisita que había experimentado jamás.

— ¿Por qué estas aquí? —preguntó, en un apenas audible susurro.

—Porque mi madre le pidió a la tuya que…

— ¡Shh! —susurró, poniendo su dedo índice contra mis labios. Tuve que resistir el impulso de besarlo— Me refiero a que haces aquí, conmigo. En mi habitación.

Quise responder, pero su dedo aun se cernía sobre mis labios.

—Oh, Edward… Edward… Edward… —susurró, negando con la cabeza. Chasqueó la lengua una vez y sonrió con malicia— ¿Qué voy a hacer contigo?

— ¿A que te refieres? —susurre.

—Me gustas, Cullen —murmuró, acercando su rostro al mío—. Me gustas mucho… ¡Joder! Gustar es realmente una palabra muy pobre…

Sin previo aviso estampó sus labios contra los míos, con presión y posesión… me besó con vehemencia y, hasta la última fibra de mí ser, disfrutó aquel íntimo contacto. Solo Dios sabía cuanto tiempo llevaba deseando besar esos labios rojos de nuevo.

Sentí una chispa de electricidad cruzar mi cuerpo mientras nuestras lenguas danzaban juntas en un beso de pasión y amor, mientras el sol nos observaba asombrado desde su ventana.

Me separé de ella lo justo para lograr ver como los últimos rayos dorados del sol se reflejaban en su hermosa piel haciendo que su rostro se viera lleno de un exquisito color dorado. Su cabello brillaba con toques rojizos mientras las motas de polvo que viajaban en los rayos del sol, bailaban sobre su cabeza.

—Bella… —susurré, chocando mi frente con la suya.

Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras enlazaba sus dedos detrás de mi cuello. Su respiración agitada se estampaba contra mi rostro; inhale con gusto su dulce aroma y besé con ternura la punta de su nariz.

—Te quiero, Edward… por favor —suplicó—, olvidemos todo…

Se puso de puntillas y rozó sus labios con los míos, no necesité mas incentivo que ese. Estampé mis labios contra los suyos, pasando mi lengua por su labio inferior para pedir la entrada a su boca, ella me lo concedió al instante.

Yo también quería olvidarme de todo, yo también quería amarla y tirar todo a la basura para concentrarme únicamente en ella y en mi.

Mis manos se aferraron a su cintura, juntando su delgado cuerpo contra el mío. Ella era tan cálida, tan suave, tan hermosa… sus dedos bajaron por mi pecho y, sin romper nuestro beso, comenzó desabrochar mi camisa. Éstos mandaban escalofríos por mi espina dorsal cuando chocaban contra la piel de mi pecho en conjunto con el roce de la tela de mi camisa; le ayudé a sacármela una vez que todos los botones estuvieron fuera. Posicioné mis manos en sus caderas y cogí el dobladillo de su blusa; comprendiendo lo que haría, levantó los brazos sobre su cabeza y le saqué la blusa, para encontrarme con la sorpresa de que no llevaba sujetador.

Me dedicó una sonrisa traviesa y se pegó a mi torso desnudo, la sensación de sus pezones contra mi pecho fue indescriptible, se sentía bien y cuando comenzó a moverse, creando fricción entre nuestros cuerpos, comenzaron los problemas con mis pantalones.

Acaricié su espalda mientras besaba su cuello, ella tiró la cabeza hacia atrás, disfrutando mi toque y mis besos. Isabella era la única mujer que realmente me importaba, todas las demás habían sido un juego, una distracción… solía verlas como una práctica para que cuando llegara el momento especial con Bella, yo supiera como complacerla y como hacerla sentir segura y protegida dentro de mis brazos.

—Oh, Edward —musitó débilmente mientras la depositaba en la cama con gentileza.

Quería hacer eso bien, quería que ella se sintiera cómoda y segura.

—Levanta tus caderas —ladré la orden con tono bajo, como si fuera una caricia contra sus oídos.

Ella obedeció y saqué sus pantalones y sus bragas de un tirón.

—Eres tan hermosa, Isabella —susurré, besando su abdomen con ternura.

Ella se estremeció bajo mis labios y yo sonreí.

—Edward… —susurró mi nombre sin aliento.

— ¿Si?

—Con cuidado —me pidió.

—Tranquila, corazón —susurré, volviendo a besar su abdomen pero esta vez bajando mi beso unas pulgadas hasta el perímetro bardeado de su feminidad—. No sucederá nada que tu no quieras.

—Te quiero a ti, Edward —susurró.

—Entonces, relájate —contesté.

Ella suspiró y vi el destello de una sonrisa en sus labios. Acaricie su abdomen, haciendo pequeños círculos alrededor de su ombligo mientras me sacaba los pantalones con una sola mano; no fue una tarea sencilla.

Gentilmente abrí sus piernas y ella gimió en respuesta.

— ¡Shh!¡ Nada malo te sucederá —susurré para calmarla.

Continué abriendo sus piernas con exquisita lentitud, subí sus piernas a mis hombros y sople en su entrada. Ella se retorció.

—Quiero que lo asimiles —murmuré contra su entrada—, quiero que lo disfrutes, Bella.

Ella gimió en respuesta.

—Esto no dolerá más del placer que te hará sentir —solté mi respiración contra sus labios y su entrada se contrajo en respuesta.

Sonreí. Con un dedo separé sus labios, se estremeció ante mi toque pero no hizo ningún sonido. Pase mi lengua por su clítoris saboreándola con deleite, ella era hermosa y sabia exquisito.

Ella gimió mientras mi lengua estimulaba su clítoris y mis dedos dibujaban círculos en abdomen. Quería elevarla, quería que sintiera todo el placer que podía darle de esa manera. Sustituí mi lengua por mis dedos, para lamer con ternura el liquido que salía de su entrada, se estremeció y soltó un grito de sorpresa cuando mi lengua entro ahí.

—Edward… —suspiró, antes de que su cuerpo comenzara a temblar.

Estaba cerca de encontrar su liberación, así que estimulé con mas fuerza su clítoris y marque un ritmo sacando y metiendo mi lengua de su interior.

Ella se retorcía mientras mi lengua seguía con su tarea, entrando y saliendo… susurraba mi nombre como una letanía hasta que finalmente el temblor de su cuerpo se hizo mas fuerte.

— ¡Oh, Dios! —suspiró, encontrando su liberación.

Capítulo 8: Cediendo Capítulo 10: Nuestra burbuja

 
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