Esme estaba pensativa, después de lo que había pasado en el garaje, se puso unos pantalones del uniforme del hospital que tenía en el coche y entró. Carlisle seguramente estaba en la cama, era estricto con los horarios para dormir. Ella por primera vez en mucho tiempo sintió la imperiosa necesidad de tomarse una copa así que fue por ella. Al abrir la nevera vio un Roja de 89 ya empezado, fue el que Carlisle tomaba en su cena esta misma noche. Se sirvió lo que quedaba en una copa grande y lo bebió de un trago.
Sintió sus músculos relajarse al instante, sus ojos se cerraron y apoyó sus codos en el granito de la encimera.
No sabía como sentirse, le había sido infiel a su marido... lo había echo, con un paciente que no sabía ni lo que tenía y no le importó en lo más mínimo.
Esme fue por las escaleras hasta el segundo piso y vio a su hija levantarse del suelo e ir hacia su habitación y cerrar la puerta de un golpe. Nadie sabía lo que Paula tenía en la cabeza... eso era imposible, como intentar leer en hebreo antiguo sin clases del mismo idioma previamente.
Ella entró en su habitación y se quitó la ropa, se puso un camisón y entró en la cama. Su marido estaba durmiendo... quizás mañana se sentiría mejor... quizás mañana volvería a ver a su amante, a tener ese contacto que le daba asco tener con su marido aún que lo amase...
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Paula despertó era Viernes, último día de colegio y no se sentía del todo bien, lo cierto era que estaba algo resfriada. Tocó su frente y estaba caliente.
Después de tantos años en los que ella se había tenido que cuidar sola debido al trabajo de sus padre, sabía de sobra como curarse un simple resfriado.
Al salir de la cama se mareó un poco pero enseguida se pudo erguir como era necesario. Se puso una bata de estar por casa y fue arrastrando los pies con sus zapatillas de estar por casa de color marrón oscuro con ojos bordados en color negro y dorado.
Cuando entró en la cocina sacó de la nevera un zumo de naranja y lo vertió sobre un vaso no muy grande. Fue caminando hacia el sofá y se tumbó en él. Dejó el vaso sobre la alfombra justo a su lado y tomó el teléfono. Estaba gravado en al memoria el teléfono de su instituto.
-Instituto Colleman dígame-.
-Soy la madre de Paula Cullen, no podrá asistir hoy a clase, se encuentra enferma-.
-¿A que curso va?-.
-Último año-.
-Bien, avisaré a los profesores, mandaremos a un alumno a su dirección para que le pueda llevar los deberes a Paula-.
-Por supuesto, gracias por todo-.
-A usted-.
Paula colgó el teléfono y cerró sus ojos, estaba enferma y con fiebre seguramente se le pasaría en un par de horas hasta que volviese a recaer.
Tomó el termómetro que había en el cajón de la mesilla del mueble bar y lo puso en su axila y se volvió a tumbar, al parecer hoy sería un día aburrido y no podría ir a la cita que tenía con Adam.
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Carlisle estaba en la consulta pasando a limpio unas cuantas cosas cuando llamaron a su puerta, él levantó la cabeza de los papeles y dijo “Adelante” con esa voz neutral que tiene los médicos.
-Doctor...-.
-Si...- dijo él y vio que se trataba de Billy-.
-quería preguntar como le va a mi hijo en la terapia-.
-Bien, hemos probado con otra medicación a ver que tal, es difícil adaptarsela-.
-Él vino ayer algo... no se-.
-En la terapia me dijo que le gustaba mi hija de una manera... especial-.
-¿Su hija?-.
-Si y le dije que se alejase de ella-.
-Lo entiendo perfectamente...-.
-Seguiré tratandole porque no es mi política dejar a medias un tratamiento-.
-Está bien... gracias doctor-.
-Por nada-.
Carlisle volvió a fijar su vista en sus papeles y pensó en Adam, una autentica pena, un chico con tanto potencial y tan desperdiciado... y también pensó en las palabras de su hija y sabía que ella seguiría viéndole dijese lo que dijese pero si le enseñaba su historial... quizás se retractase de verle.
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Paula estaba cada vez peor por lo visto había pillado un buen costipado, el timbre de la casa sonó y ella se levantó con el pelo revuelto del sofá de cuero y fue hacia la puerta abriéndola.
Se quedó pasmada, un chico de pelo largo cobrizo y ojos claros, con un gorro de lana negro la miró por un largo tiempo. Ella se sentí totalmente avergonzada, llevaba puesto el pijama de color marrón oscuro con un gran oso pintado en la parte superior del pecho y su pelo era una absoluto desatre por no hablar de que llevaba puesta la bata de estar por casa de su madre...
-Hola...- dijo el chico algo avergonzado también-.
-Hola ¿te puedo ayudar?-.
-Soy... un chico de tu clase... no se si te acuerdas de mi, Edward-.
-Edward...-.
Lo cierto era que no recordaba a nadie en particular de su clase...
-Bueno es igual... yo... te he traido los deberes-.
-Gracias-.
Le pasó unas carpetas y unos libros.
-Tienes mala cara... ¿porque no vas al médico?-.
-Yo... estoy acostumbrada a cuidarme sola-.
El chico sin previo aviso le puso la palma de su mano derecha en la frente.
-Cristo estás ardiendo-.
Lo cierto era que ella estaba bastante mareada y entornó sus ojos.
Edward entró en la casa sin permiso y cerró la puerta justo detrás de él. La tomó en brazos y la llevó al salón donde la tumbó en el sofá.
Paula estaba mareada... y se sentía mal, tenía escalofríos.
Edward le puso una manta por encima.
-Te haré un caldo-.
Se escucharon ruidos desde la cocina unos ruidos de cacerolas. Ella cerró sus ojos y poco a poco se sumió en un sueño... necesitaba descansar.
A los pocos minutos de estar ella durmiendo plácidamente Edward la movió.
-Paula...-.
Ella abrió sus ojos y lo miró fijamente, este ligero sueño le había echo bien.
-Ten...-.
Ella se sentó con la ayuda de él y tocó el cuenco color azúl oscuro de fondo blanco y metió la cuchara en el caldo que por el olor era de pollo.
Dio un sorbo al rico caldo y se sintió un poco mejor.
-¿Lo has echo tu?-.
-Si-.
Edward se sentó en la alfombra a su lado y le miró tras las mechas de su flequillo, ella sonrió un poco, nadie la había cuidado así hasta ahora y se lo agradecía profundamente.
-Siento no acordarme de ti-.
-No te preocupes, suele pasar... no es que sea... de esos chicos que llaman la atención como por ejemplo Mike Newton o... Jacob Black-.
-¿Black?-.
-Si... los Black son una familia bastante reconocida de este lugar-.
-Ah...-.
-¿Conoces a alguno de ellos?-.
Paula recordó que cuando entró en el despacho de su padre y vio por primera vez a Adam había una carpeta azul a su lado y allí ponía la palabra Black con letras de máquina de escribir...
-¿Cuantos son en esa familia?-.
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