Capitulo 8
"Cediendo"
Bella PoV.
Sus ávidos labios se movieron con intensidad contra mis inexpertos labios, su lengua pidió acceso a mi boca y este le fue concedido sin la menor objeción por parte mía. Sinceramente, lo deseaba, ese hombre me volvía loca pero era su actitud lo que nos volvía totalmente incompatibles.
Sus manos se asentaron en mis caderas, atrayéndome más a su cuerpo musculoso. Mis manos recorrieron por su propia cuenta el camino hasta su cabello; subiendo por sus hombros, y acariciando con la yema de mis dedos su cuello hasta encontrar mí objetivo… "Su cabello es tan suave". No tenía con que compararlo, simplemente era suave y me instaba a hundir mis dedos entre sus mechones, a jalar su cabello mientras me dejaba llevar por mis instintos, a… rendirme ante sus encantos.
Mi piel estaba hipersensible y se estremecía ante el mas mínimo toque; involuntariamente un gemido salió desde el fondo de mi garganta mientras me retorcía entre la prisión que formaban sus brazos entorno a mi. Oh, que dulce agonía. Él gimió también e intensifico nuestro beso, si es que era eso posible.
Mi respiración estaba agitada y mis pulmones protestaban por mas oxigeno pero ese beso… era intoxicante. Me tenía envuelta en una densa capa de neblina donde no podía ver mas allá de mis propios deseos. Lo quería, lo necesitaba.
Mi respiración estaba agitada y mis pulmones protestaron por oxigeno, pero él era como un dulce elixir que me ayudaba a enviar mis necesidades vitales hasta el fondo de mi lista de prioridades para concentrarme únicamente en nosotros dos y el calor que emanaba en nuestros cuerpos.
A regañadientes nos separamos, respirábamos pesadamente y nuestras miradas estaban cargadas con deseo, ambos queríamos más que un simple beso.
Juntó su frente con la mía, aun hundiéndose en mis ojos. Nuestras respiraciones fueron calmándose progresivamente hasta que finalmente se acompasaron. Su dulce aliento se estampaba contra mis labios y me llamaba a besarlo de nuevo, con pasión, con lujuria… con necesidad.
—Eres hermosa, Bella —susurró. Tomo un mechón de mi cabello y lo acomodó gentilmente detrás de mi oreja, rozando con la yema de sus dedos mi mejilla; su toque envió escalofríos a través de mi columna vertebral y me encontré rogando por un poco mas de su toque.
— ¿Por qué… por qué haces esto? —jadee, tratando de mantener mis voz lo mas serena posible, pero fracase terriblemente.
— ¿No es obvio? —una media sonrisa se dibujo en su rostro y un pequeño, y apenas audible, gemido salió del fondo de mi garganta.
—N… no —tartamudee.
Mis brazos aun estaban elevados sobre sus hombros, enterrados en su glorioso cabello.
—Me gustas —susurró, tras un minuto. La sonrisa de su rostro se expandió y apretó su agarre entorno a mí—. Tienes algo que… —exhaló. Sentí su aliento contra mis labios, los abrí para saborearlo. Era dulce… enloquecedor.
Volvió a besarme. Esta vez su cadera se cernió sobre mí, aprisionándome con mayor fuerza; encontré que mi cadera se movía hacia la suya, en busca de algo de fricción. Lo deseaba, con salvaje desesperación.
— ¡Señorita Swan, señor Cullen! —gritó la señora Cope.
¡Mierda! Nos habían descubierto.
— ¡Señorita Swan, señor Cullen! —gritó la señora Cope.
¡Mierda! Nos habían descubierto.
Rápidamente me separé de Edward, como si su toque me quemara. El me observó ceñudo pero afortunadamente no dijo nada e inmediatamente se dispuso a prestar toda su atención a la señora Cope, quien nos observaba con reprobación.
— ¿Pueden decirme que esta sucediendo aquí? —preguntó, subiendo la voz un par de octavas. Cerró la puerta detrás de ella, gracias a Dios.
—Estamos en detención —dijo Edward, enmarcando lo obvio. Su voz sonó tranquila, ¿Cómo diablos podía lograr tal punto de indiferencia? ¡Yo estaba más roja que un tomate!
—Parecían bastante entretenidos aquí— comentó, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Lo… lo sentimos mucho, se… señora Cope —tartamudee—. Ed… Edward y yo concursaremos en… un… en un…
—Lo que Bella quiere decir es que no volverá a suceder —me interrumpió Edward, cosa que agradecí ya que mi lengua era un revoltijo.
—La verdad, espero que no —sentenció la señora Cope—. Sus horas de detención terminaron. Retírense.
Edward y yo compartimos una mirada llena de perplejidad; esperábamos todo, menos que nos dejaran ir así como así.
Algo dentro de la mirada precavida de Edward me ordenó moverme rápidamente. Fui hacia el escritorio, tomé mi portátil y la metí a mi mochila, colgué la mochila en mi hombro pero Edward me la quitó gentilmente y pasó la correa por encima de su cabeza para llevarla el mismo. Le dedique un ceño fruncido pero él me ignoró y decidí dejarlo pasar.
Ambos retuvimos la respiración cuando pasamos al lado de la señora Cope, quien nos veía con recelo, y cuando salimos finalmente fuera del aula, nos lanzamos escaleras abajo.
Me detuve en el último escalón de las escaleras del edificio, observando como la lluvia caía con fuerza, ¡estaba cayendo un diluvio!
— ¿Qué se escucha? —preguntó Edward.
Le devolví una mirada ceñuda y agudice el oído sobre el sonido del agua, a lo lejos se escuchaba un ahogado Bip. Bip. Bip. ¿Qué era eso? ¡Mi móvil!
—Es mi móvil, Cullen —grité, protestando por que diera la vuelta y me diera acceso a la cierre de mi mochila.
Logré contestar al quinto timbre.
— ¿Mamá?
—Oh, Bella —su voz tenía un matiz de alivio—. He estado llamando a casa pero nadie atiende, y tu móvil me enviaba directo a buzón, ¿dónde estas?
—Estoy en… hm, el instituto —contesté, frunciendo el ceño— tuve que… quedarme a hacer unas cosas.
—Gracias a dios… —susurra, notablemente aliviada.
—Mamá, ¿qué sucede?
—Escúchame, Bella. Estoy en casa de los Cullen, y Esme no me deja salir, aunque creo que es lo mejor en estos momentos… la carretera de vuelta a casa puede ser muy traicionera con un tornado pasando tan cerca de aquí.
¡Tornado! —Jadié. Eso explicaba el hecho de que el cielo se estuviera cayendo a pedazos.
—El auto de tu padre se averió y está atorado en la jefatura hasta que el tornado pase y pueda salir de ahí —continuó.
— ¿Crees que mi monovolumen llegue a casa? —pregunté, de repente alarmada.
—Supongo que sí —pude imaginarla encogiéndose de hombros—. Cariño, ¿Edward esta contigo? Tampoco él atiende el móvil y la pobre Esme esta hecha un manojo de nervios.
—Sí, él está conmigo —observé a Edward, él me veía con el ceño fruncido.
—Oh… —soltó un suspiro mientras le susurraba algo a alguien que estaba con ella, supuse que era Esme—. Mi niña, voy a necesitar que hagas algo que no será de tu total agrado.
La fruncí el ceño a mi teléfono y le di la espalda a Edward.
— ¿Qué sucede?
—No creo que el auto de Edward llegue hasta acá… — ¡Mierda, no! Que no sea lo que estoy pensando, que no sea lo que estoy pensando. —es un auto bastante bajo y seguramente se atascará en el camino; tampoco quiero que lo traigas hasta acá porque sería muy peligroso así que… —no, por favor, por favor, no— llévalo a casa y dale asilo en la sala o en nuestra habitación, donde gustes.
Mierda ¡NO!
—Se que no es un chico de tu agrado total pero… Esme te lo agradecería enormemente, cariño.
Me quedé en silencio, ¿soportaría que Cullen pasara una noche entera en mi casa? Considerando lo que acababa de suceder entre nosotros en el aula de detención… tal vez lográramos sobrevivir pero, ¿lograría mantener mi virginidad a salvo?
— ¿Bella? —me di cuenta de que me había quedado en silencio. Sacudí la cabeza, desechando todas mis ideas y miedos.
—Esta bien, mamá. Lo haré.
—Gracias, Bella. Muchas gracias.
—Pero… no creo que el Sr. Voluble esté contento con esa decisión, pondré a Edward al teléfono y tu pon a Esme.
—Esta bien, cariño —susurró, y escuché como le susurraba algo a Esme.
Me volví hacia Edward y le tendí mi teléfono celular, profundizó su ceño fruncido pero lo tomó sin decir nada y se lo llevó al oído.
—Hola… ¡Mamá!... —se relajó un poco al ver quien era y se quedó en silencio mientras ella le explicaba lo que René me había pedido—… mi móvil esta fuera del área de servicio, lo siento, no lo sabía… ¿Qué haga qué? ¡Estas bromeando!... pero es que eso es… ¡No voy a hacer eso! Y punto… estoy seguro de que mi volvo logrará llegar a casa… ¡Solo lo estoy!, ¿de acuerdo?... Ya te dije que no, y es mi ulti…
Lo observé ceñuda mientras dejaba inconclusa su línea. No sabía lo que Esme le estaba diciendo pero de pronto su rostro se llenó de preocupación y dolor… ¿tanto le pesaba pasar una noche en mi casa? Una oleada de tristeza me golpeó ¡Era un maldito canalla!
—Esta bien mamá, lo haré… sí, lo sé… adiós.
Colgó. Me devolvió mi móvil y pasó una mano por su cabello, notablemente exasperado.
—Mi mamá quiere que…
—Lo sé — susurré. Mi tono sonó frio y más duro de lo que pretendía que fuese. Edward me frunció el ceño— ¿Podrías darme mi mochila, por favor?
Tardó un minuto en entregármela. Su rostro parecía consternado, lastimado y, sobre todo, confundido.
Tomé mi mochila y me aferré a ella antes de salir del edificio, pisando fuerte contra el suelo de concreto. Él no tardó en unírseme y camino tranquilamente a mi lado, acompasando sus pasos a los míos.
La ola de tristeza volvió a golpearme. Fuerte. Duro. Quería llorar, quería tirarme a llorar, ¿Por qué era tan difícil entender a ese chico? Un minuto nos estábamos besando, toda pasión, lenguas y labios y al otro estaba tan mal humorado porque su madre le pedía pasar la noche en mi casa; tal parecía que yo era solo su juguete, su pasatiempo… la tonta estúpida con la que podía jugar y la cual caía una y otra vez en sus redes. ¡Eres estúpida, Swan, muy estúpida!
Cogí las llaves de mi monovolumen del bolsillo trasero de mis jeans, abrí mi puerta y salté dentro de la cabina, luego me estiré sobre el asiento del copiloto y le abrí la puerta a Edward. Ambos estábamos empapados y temblando de frío cuando encendí el auto y puse la calefacción, necesitaba entrar en calor antes de comenzar a conducir.
—Estas enfadada —apuntó— ¿No me quieres en tu casa?
Lo ignoré deliberadamente e hice girar la llave en el contacto para ponernos en marcha. Él comprendió que no quería hablar y mantuvo la boca cerrada, aunque su mirada se cernía sobre mi, observando cada uno de mis movimientos ¡Me ponía tan nerviosa!
La carretera estaba empapada, las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el parabrisas y volvían la visión del paisaje bastante borrosa. Me concentré en la carretera una vez que salimos del instituto y no despegué los ojos del frente, no me apetecía hacer una visita al hospital.
Cuando doble en la esquina para ir a casa me sentí aliviada, aparque frente a la casa y solté la respiración que había estado sosteniendo. Hogar, dulce hogar.
Tomé mis cosas del auto y le hice una seña a Edward para que me siguiera. El suelo estaba mojado y resbaladizo así que me aferré a mi monovolumen para no caer una vez que baje de la cabina. Aspiré fuertemente el aire húmedo y una vez que Edward se me unió, me separé de la seguridad que me brindaba mi auto para ir hacia mi casa. Mi dulce, cálida y cómoda casa.
Mis pasos eran firmes, me aferraba a mi mochila como si eso fuera a salvarme de una caída y contenía mi respiración, temerosa de resbalar.
Logré llegar sana y salva hasta la puerta, pero al subir el escalón para posicionarme en el umbral de la puerta, mi bota derecha se atoró ridículamente con mi pierna izquierda y caí frente a la puerta, soltando mi mochila para salvarme de estampar mi rostro contra la acera helada.
—Bella, ¿estas bien? —Edward rápidamente se me unió, poniendo sus manos en mis hombros y ayudándome a ponerme de pie.
—Estoy bien —susurré.
Intenté apoyarme en ambas piernas, pero al hacerlo mi tobillo derecho punzó como el infierno.
—Mierda, Bella. Te torciste el tobillo —gruñó, pasándose los dedos por el cabello.
Oh, yo quiero pasar mis dedos por ese cabello.
—Estoy bien, estoy bien —mentí.
—No, ni si quiera puedes apoyarte —apuntó.
Lo ignoré y fui cojeando hasta apoyarme en la perilla de la puerta y deslice la llave dentro, cuando hizo clic sentí como era levantada en el aire.
Pero que mierda…
—Edward, bájame —protesté.
—No puedes caminar, si vas saltando en un pie terminaras partiéndote el cuello, Swan —gruñó.
Me tragué mis protestas y solo le dedique una mirada enfurruñada mientras el me apretaba contra su torso. Maniobró conmigo en brazos para cerrar la puerta de la entrada y después me llevó escaleras arriba.
—Mi habitación es esa de ahí —susurré, apuntando la puerta de mi habitación.
Él asintió una sola vez y, sin bajarme, abrió la puerta. Se detuvo en el umbral por unos segundos y después me deposito gentilmente en mi cama.
—Estas empapada, ¿Dónde están las toallas? —preguntó.
—En el armario, es la puerta blanca al lado del baño —contesté.
Salió de mi habitación y volvió segundos después con un par de toallas esponjosas, me tendió una y con la otra secó su cabello cobrizo.
—Necesito una ducha —susurré, observando mis ropas empapadas.
—Bien… yo, te daré un poco de privacidad para que busques tus ropas —susurró con nerviosismo—, cuando termines me llamas para llevarte al baño.
—Edward, no es necesario…
—Bella, por favor —me interrumpió, sonaba cansado—, solo déjame ayudarte… por favor.
En su rostro podía leerse su preocupación… ¿preocupación por mí?
—Esta bien —suspiré—, cuando termine de buscar mi ropa te llamaré.
—Estaré afuera —contestó, dedicándome una triste sonrisa que no llegó a tocar sus ojos.
Cerró la puerta tras él y una avalancha de sentimientos encontrados me invadieron… ¿Qué rayos quería Cullen tratándome como una damisela herida?
Traté de ignorarlo y, cojeando, fui a mi armario y tomé unos pantalones deportivos, una blusa holgada y mi neceser. Después llame a Edward y me cargo gentilmente hasta el cuarto de baño, me depositó con delicadeza en el retrete y después salió sin decir nada.
Con un suspiró me metí debajo del chorro del agua caliente y deje que el agua se llevara todas y cada una de mis preocupaciones. Mi tobillo. Mamá en casa de los Cullen. El concurso. Mi enemistad con el entrenador. Mis sentimientos por Edward. Victoria… Edward.
Estúpidas lágrimas picaron en mis ojos y sin más, las dejé correr… dejando que el agua las lavara de mi rostro.
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