Hope

Autor: vickoteamEC
Género: Drama
Fecha Creación: 16/02/2012
Fecha Actualización: 27/03/2012
Finalizado: SI
Votos: 12
Comentarios: 106
Visitas: 26624
Capítulos: 11

Y aquí estaba otra vez… recostada sobre la cama de él. Él… que aún me parecía un hombre completamente extraño. 

Y yo aquí, preguntándome de nuevo cómo había terminado en aquella situación.

Viendo cómo acariciaba suavemente y hablaba con dulzura, recostado sobre mi prominente vientre.

 

 

 

El amor no termina ni muere.   Sólo se transforma en un sentimiento más sublime, que sobrevive en el tiempo y vive alimentándose del recuerdo.

VICKOTEAMEC          


*******


Los personajes principales pertenecen a Sephenie Meyer, la trama es de mi total autoría. 

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 8: ¿QUÉ MÁS PUEDE PASAR?

 

 

 

 

No reconoces el día más importante de tu vida hasta que estás dentro de él.

Grey’s Anatomy

 

 

¡Qué nervios! El día de nuestro primer aniversario había llegado. Me encargué de comprarme un lindo vestido color azul petróleo, hice una cita en el mejor salón de belleza de la ciudad y busqué que todo fuera perfecto. Edward había preparado todo para la ocasión, sólo estaba a la espera de sus sorpresas; por mi parte, podía predecir que sería un día mágico.

Me arreglé lo mejor que pude, me dijo que iríamos a cenar a un restaurante italiano en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Cuando llegué a casa, vestida, peinada y maquillada; me pareció de lo más extraño que todo estuviera oscuras, no era tan tarde; además, habíamos quedado en vernos ahí y ya iba un poco retrasada. Abrí la puerta y tanteé el interruptor de la luz. Me llevé un susto cuando alguien me rodeó por la cintura.

-¡Edward!- lo reprendí. En cuanto estuvo cerca de mí reconocí su esencia.

-Hola- dijo besando mi mejilla y encendiendo la luz, todo estaba delicadamente decorado con espumosos arreglos florales.

-Edward…- dije sorprendida.

-Feliz aniversario- dijo con dulzura. Sonreí y me giré para pasar mis brazos por su cuello.

-Está usted muy guapo, Señor Cullen- dije apreciando su traje oscuro, con una pulcra camisa blanca y una corbata que hacía juego con mi vestido.

-Y usted luce encantadora, señorita Swan- dijo haciéndome girar, apreciando mi vestido y comiéndome con la mirada.

-¿Por qué tanta decoración?- pregunté.

-Cierra los ojos- le sonreí con los ojos entrecerrados.

-¿Qué tramas?

-Sólo ciérralos.

Obedecí. Él puso una mano sobre mis ojos y otra en mi cintura para guiarme por la casa. Recordando la orientación, estaba casi segura de que íbamos hacia el patio trasero. Nos detuvimos, me giró y quitó sus manos.

-Abre los ojos, mi amor- los abrí lentamente y me encontré con su hermosa sonrisa.

-¿Y ahora qué?- pregunté emocionada.

-Bella, ¿puedes dar vuelta?

Me giré lentamente… a lo lejos, debajo de los escalones, al centro del patio había una mesa blanca flanqueada por dos columnas de flores y unas cuantas sillas blancas acomodadas al frente. Un jadeo escapó de mis labios, sentí los brazos de Edward a mí alrededor y su barbilla recargada en mi hombro.

-¿Q… qué… qué es esto?- pregunté no muy segura de mis palabras, sintiendo que mi alocado corazón estaba por reventar.

-Amor, eres lo más hermoso que hay en mi vida. Sé todo por lo que has pasado, lo que has sufrido… pero sobre todo, sé lo mucho que me has amado. A veces pienso que no merezco tanto de ti, que no sé qué fue lo que hice tan bien como para merecerte. No quiero a nadie más en mi vida, sólo quiero que seas tú. Todo el tiempo antes de conocerte, sin siquiera saberlo, estaba esperando por ti, cuando llegaste me di cuenta de que eras tú y que siempre serías tú. Bella… hagamos que nuestra historia no tenga final, que sea un “por siempre”, ¿te casas conmigo?- susurró, luego puso a mi vista el anillo más hermoso que había visto en mi vida.

-¿Qué?- susurré a punto de llorar de emoción.

-Sé que es muy precipitado y todo eso pero… claro… si no quieres o no estás segura le digo al juez que puede irse y…

-Edward- interrumpí.

-Dime- pidió impaciente.

Me giré hacia él, tomé su rostro entre mis manos y lo besé una y otra vez. Edward me abrazó por la cintura y sonreí.

-Sí quiero- dije mordiendo mi labio, sonriendo y sintiendo que algo en mi pecho se hinchaba de felicidad.

-Te amo- dijo con devoción y me besó de nuevo. Luego se separó y deslizó el anillo por mi dedo -Te amo- repitió y me besó intensamente.

-Deje eso para el final de la ceremonia, Señor Cullen- bromeé. Él sonrió y me dio un beso delicado en los labios. -¿Los testigos?- pregunté alarmada.

-Vienen en camino- aceptó apenado.

-Pensaste en todo- me abrazó delicadamente y dejó un beso en mi mejilla.

-Sabía que no te negarías.

-Eres un engreído arrogante- dije divertida y reímos. Estaba alucinada, aún no estaba cien por ciento segura de que fuera verdad lo que pasaría en un par de minutos.

-Entonces… ¿usted será la Señora Cullen?- preguntó divertido mientras me rodeaba de nuevo con sus brazos y pegaba nuestras frentes.

-Siempre y cuando el Señor Cullen me acepte como su esposa- dije siguiéndole el juego.

-Créame, el Señor Cullen estará encantado de hacerla su esposa- le sonreí aún incapaz de si quiera imaginar lo que estaba a punto de pasar.

-Te amo, Edward.

-Deje eso para el final de la ceremonia, futura Señora Cullen- reí bajito –Yo te amo aún más, mi hermosa bella Bella- dijo para después rozar nuestras narices y darme un tierno beso en los labios.

Una a una, las sillas se llenaron con las personas que amaba: mi familia y mis amigos más cercanos.

Jacob y Alice serían algo así como mis padrinos, mientras que Jasper y Alexandra lo serían de Edward.

Carlisle me condujo por el camino flanqueado por antorchas y delgadas columnas de flores con delicadas telas entretejidas de las enredaderas. Las filas estaban posicionadas en tres hileras con cuatro sillas cada una. A cada paso sentía que estaba por desmayarme de la impresión, veía los rostros sonrientes de cada uno de ellos: Leah con las gemelas, Adelbert y Sonia, Dereck con Sophie y Alexein; Sela, Zack y Emy; Lichi, Charlotte, Alice y Jasper, Rose y Emmett, Jacob e Irina, Rick y Alex; también estaba Reneé y Carlisle, que me llevaba del brazo. Entre todos ellos había una mujer, más o menos de la edad de mi mamá a la que no reconocí.

La ceremonia fue muy sencilla, el ambiente se amenizó con suave música de fondo. En el momento de los votos sólo dijimos un par de motivos por los que habíamos accedido a semejante locura, nos juramos amor eterno y sellamos el pacto con un emotivo beso.

Fue hasta después de haber pasado por los brazos de todos que me di cuenta que a un lado del patio había varias mesas exquisitamente decoradas, bajo una gran carpa, había un espacio al centro a modo de pista, un lugar para la mesa principal y un pequeño escenario. Realmente debía estar muy aturdida como para no haberlos notado antes.

Ya que todos pasaron a la carpa, la mujer desconocida, Edward y yo nos quedamos un momento a solas.

-Mi amor, quiero presentarte a mi madre- me dijo Edward haciendo un ademan hacia ella.

Él me había contado que para su madre su trabajo siempre fue más importante que cualquier otra cosa y que muy raramente la veía. Sabía que se hablaban por teléfono muy de vez en cuando. Me parecía un lindo gesto de su parte haber estado presente.

-Hola, soy Esme- dijo tendiéndome la mano.

-Mucho gusto- dije correspondiendo al saludo.

- Un placer conocerte, linda. Me dio mucho gusto estar con ustedes, chicos.

-Al contrario, gracias a usted por acompañarnos- le dije.

-Oh, nada de usted, sólo llámame Esme, cariño- asentí con una sonrisa.

-Bueno, entonces pasemos con los demás- dijo Edward.

-Cariño, lo siento. Sólo he venido a la ceremonia, no me la hubiera perdido. Es la primera vez que te casas, hijo- dijo riendo levemente, volteé a ver a Edward automáticamente.

-Esme…- regañó él.

-Bueno, los dejo, chicos. Sigan pasándola bien- dijo tendiéndonos un sobre. Edward lo tomó de mala gana y la despidió con un gesto de mano.

-Cree que todo se arregla con dinero- dijo con enfado.

-Bueno, amor, ella… tiene una rara forma de querer.

-Una muy, pero muy rara- dijo aspirando una gran bocanada de aire –Pero olvidemos a Esme, mejor vayamos allá… a divertirnos- dijo sonriéndome y volviendo a ser el mismo de siempre. Me colgué de su cuello y lo besé.

-Te amo- dije.

–Lo bueno es que tengo a Reneé- dijo bromeando.

-Te amo- repetí con una sonrisa, volvía a ser el Edward que tanto amaba y no el que ponía una cara nostálgica al ver marchar a su madre -Y no me importa compartir a mi madre contigo- él rió con dulzura.

-A mí tampoco- dijo y luego nos besamos de nuevo.

-¡Hey, tortolitos! ¡Mi tinker-cuñis quiere catar!- gritó Emmett por el micrófono.

-¡Que cante!- le gritó Edward y siguió besándome.

-¿¡Qué!?- le contestó Emmett.

-¡Que cante!- respondió de nuevo.

-¿¡QUÉ!?

-¡QUE CANTE!- gritamos al unísono haciendo reír a los demás.

Nos acercamos a los demás, nos paramos al centro mientras Alice subía al escenario.

-Bueno, he estado preparando esto desde que el loco de tu marido me dijo que se casaban- volteé a ver a Edward, sonriendo –Ésta canción refleja tal y como los demás los vemos; es como lo hemos vivido a su lado, como hemos visto esta historia de amor, de la que afortunadamente soy testigo. Esto es para ustedes, se los dedico con todo el cariño que les tengo. Amiga, te adoro y lo sabes. Muchas felicidades y espero que la disfruten- dicho esto los músicos se prepararon.

Edward nos giró y nos puso en posición para bailar lentamente. Me sentía tan bien entre sus brazos, plena y exageradamente feliz. Era tanto el amor que le tenía que el sentimiento caía en lo inverosímil. Recosté mi cabeza en su pecho, puse nuestras manos entrelazadas sobre su corazón que latía frenético, igual que el mío; con el otro brazo rodeé su cintura, y él recargó la mejilla en mi cabeza. Cuando Alice comenzó a cantar nos mecimos al mismo compás de la música.

Alice había elegido la canción perfecta. Era como si Edward me la dedicara, cada palabra cabía como pieza de rompecabezas en sus sentimientos, no dejó de cantarme al oído mientras bailábamos suavemente en un vaivén delicado con amor flotando alrededor. Recordé cada momento: el día que nos conocimos, cuando derramé mi bebida por su culpa, cómo me cautivó desde el primer momento, la primer mirada, el primer roce, el primer beso, la primera vez, cuando despertamos al día siguiente de mi cumpleaños y nos cantamos entre susurros “también es mi primera vez”, no cambiaría ninguno de los momentos a su lado.

La música era hermosa, la voz de mi amiga, perfecta y angelical. En conjunto, un momento mágico: “quiero tenerte conmigo siempre”, “caíste desde el cielo, así lo siento”, “tú naciste para mí, junto a ti soy tan feliz”, “contigo vuelo tan alto que yo sé que esto es verdadero”, tú para mí: eres todo lo que quiero. Yo para ti: quien cura tus lamentos”, “sé que aquí, lo nuestro es algo eterno”, “no sería lo mismo sin tu amor”, “sin ti no quiero vivir, eres todo para mí”, “amarte por siempre”.

Luego de eso Edward me dio un dulce beso en los labios, subió al escenario y sin más, me cantó dos canciones: “Amor primero” y “Que me alcance la vida”. Me conmoví hasta las lágrimas, eran canciones hermosas y desde su voz… bueno, no podía pedir más.

Tomé valor para subir junto con él y entonar la misma canción del día que nos conocimos: en la primera presentación de Alice, cuando canté al lado de Ben. La diferencia era que ahora la cantaba desde el corazón y al lado del amor de mi vida. “Estoy enamorada y tu amor me hace grande”, fue la frase más convincente que dije en toda la canción, era la que más me inspiraba a seguir. Nos quedamos para cantarnos “Te amaré” a dueto, fue un momento mágico y espectacular.

Alice y sus compañeros continuaron amenizando la velada con hermosas canciones que nos hicieron bailar. Hubo un momento en el que nuestros hombres hicieron una ronda de karaoke con canciones de Arjona, haciéndonos enrojecer con “Desnuda” y bailar con “Mujeres”. Luego nosotras les dimos una cucharada de su propio chocolate, empalagando con canciones cursis de varios artistas.

Edward aprovechó que estaba muy entretenida sintiendo a Peter en la panza de Sela, para subir de nuevo al escenario y hablar al micrófono. Carraspeó y nos pidió su atención.

-Antes que nada, mil gracias por acompañarnos, por ser esa familia tan unida y amorosa que, a pesar de cualquier cosa, se ha mantenido. Son los mejores. Ahora, me gustaría decirles por qué estamos esta noche, aquí reunidos, celebrando el evento de mi vida. Para empezar, la guapísima mujer de vestido azul, que tiene los ojos chocolate más hermosos del mundo, que cautivó y apresó mi corazón desde que enganchó su mirada a la mía en un antro casi dos años atrás y que se está escondiendo detrás de Sela: por ella es que estamos hoy aquí.

“Yo jamás pensé, ni si quiera soñé, que podría caer tan locamente enamorado. Nunca pasó por mi mente que quisiera estar hasta el fin del mundo con alguien, como lo he querido con ella. Si alguien en el pasado me hubiera dicho lo que sería de mí justo en este momento, de seguro me hubiera reído y lo hubiera ignorado. ¿Yo? ¿Queriendo a una persona más que nada en la vida y entregándome ciegamente a ella? ¿Cómo es eso posible? Para mi gran sorpresa… lo es”

“Mi bella Bella, no existe canción que describa mi amor por ti. Son tantas cosas que unos cuantos minutos no alcanzan. Podría darte un largo concierto… y aún así me faltaría mucho por expresar. Podría leer todos los libros de poesía… y aún así me faltarían palabras por decirte. Podría ver todo lo bello… y estoy seguro que nada se compararía a la belleza que percibo de ti. Incluso, podría haber escrito todo lo que te estoy diciendo… pero estoy seguro de que no podría leer ni una sola línea sin equivocarme, mucho menos memorizarla. Todo está aquí”- dijo apuntando a su corazón.

“¿Qué amo de ti? Creo que sería más fácil decir lo que no amo. Porque amo absolutamente todo lo que hay en ti. Amo cómo bates tus caderas al bailar, cómo muerdes tu labio cuando sonríes, amo cómo brillan tus ojos expectantes cuando te emocionas, amo verte dormir, cómo tienes el cabello revuelto al despertar. Amo que nada de mi vida está completo hasta que lo comparto contigo”.

“Gracias, mi amor, mi bella Bella, mi sangrona. Gracias por aceptarme en tu vida, por haber dicho que sí ante el juez, por darme todo de ti, así como yo te he dado todo lo que soy. Aquí, frente a las personas que amamos y que nos aman; te digo que te amaré por siempre, hasta el último aliento, más allá de la muerte. Prometo estar a tu lado en las buenas, en las malas y en las peores; en la salud, en las gripes y en las enfermedades; prometo amarte y respetarte; porque deshonrarte, traicionarte, sería como faltarme al respeto a mí mismo y engañarme”.

“Daré lo mejor de mí… para ti. Te amo, Isabella, te amo”- para cuando terminó su hermoso discurso, yo estaba a un lado de él, perdiéndome en su sincera mirada, llorando de felicidad y apretando con fuerza su mano.

Lo tomé del rostro con delicadeza y le di un beso intenso. Sus palabras fueron muy emocionantes, hermosas, hacían que quisiera explotar de pura felicidad. Tenía, sin duda, al hombre perfecto a mi lado; el amor de mi vida.

-¡Dile algo!- gritó Alex desde su lugar. Sequé mis lágrimas y tomé el micrófono.

-Hermana, es que…- carraspeé para aclarar mi voz ronca –No hay palabras que expliquen todo lo que éste hombre me hace sentir- me giré para ver a Edward directo a los ojos –Son tantas cosas juntas, que no sé qué decir. Es… simplemente es, esto entre nosotros existe y punto. Lo único que se me ocurre decirte, amor, son dos palabras: Te amo- Edward me sonrió de la forma más resplandeciente que jamás vi en él, me rodeó la cintura con sus brazos y me besó con devoción.

El resto de la velada pasó muy amena en compañía de la familia. Se retiraron temprano, nos dejaron sus mejores deseos y Edward y yo nos quedamos de nuevo solos en nuestra casa.

-¿Cómo se siente, Señora Cullen?

-Muy bien, Señor Cullen- reímos como tontos por un rato.

-Y ahora…- dijo un poco nervioso.

-¿Nuestra noche de bodas?- dije un poco insegura. Edward asintió.

Subimos las escaleras corriendo entre risas, cuando estuvimos frente a nuestra puerta, Edward pasó un brazo por debajo de mis piernas y otro por mi espalda.

-¡Edward!- chillé -¿Qué haces?

-Cargo a la novia- dijo muy seguro.

-La novia puede entrar por su propio pie.

-Pero es una tradición.

-Edward, ¿cuándo hemos sido tradicionales?

-No es tarde para comenzar- intentó abrir la puerta, pero no podía –No creas que es porque estás pesada, amor. No es eso- bromeó.

-Gracias- contesté sarcásticamente –Déjame ayudarte- dije metiendo mi mano.

-No, espera… Bella.

Nos hicimos un nudo, sus piernas se doblaron, luego calló sentado en el piso conmigo en su regazo.

-¡Edward!- grité alarmada.

-Estoy bien- me miró divertido –Debí hacerte caso- dijo riendo, nos reímos a carcajada limpia por un rato, luego los espasmos se fueron calmando hasta que nos quedamos viendo profundamente.

-Te amo- susurré.

-No más de lo que yo me amo- dijo haciéndome reír.

-Arrogante.

-Te amo, mi bella Bella.

Volteó mi rostro hacia el suyo para besarme, acarició delicadamente la piel que quedaba expuesta de mi escote, yo llevé las manos a su cuello y descendí hasta sus botones. Edward coló una mano por debajo de la larga falda, mientras yo desfajaba su camisa y se la sacaba dejando un camino de caricias desde su pecho hasta sus hombros y espalda. Las manos de Edward batallaron para encontrar el zíper oculto de mi vestido, reí levemente y las guié para que hicieran su trabajo. Besó mi piel conforme la tela cedía ante sus manos, yo me encargué de recorrer cada centímetro de su piel con la yema de mis dedos. Me puse de pie para deshacerme de la estorbosa tela del vestido, Edward apreció con los ojos muy abiertos el provocativo atuendo de lencería que había elegido para esa noche.

-Feliz aniversario, mi amor- murmuré con una extraña voz gutural.  

Lo tomé de la mano, le ayudé a ponerse de pie y nos introduje en la habitación. Edward se esmeró en decorarla para crear un ambiente romántico y relajado; le agradecí con una noche acompasada y apasionada. Definitivamente, una de las mejores noches al lado de Edward.

Ambos pedimos vacaciones en nuestros trabajos, tomamos el dinero de Esme y nos fuimos de viaje. Pasamos la mitad de nuestra luna de miel metidos en la habitación, fue realmente buena.

Desde que Edward me había sugerido lo de tener familia, había hablado con mi doctora sobre dejar los anticonceptivos; lo intentamos un par de veces hasta que no fue necesario volver a tomarlos. Desde entonces, había intentado que pasara, trataba de no forzar nada, que fuera espontáneo.

Me era muy doloroso pensar aquella vez en la que pensé que por fin había ocurrido. Estaba emocionada pasándolo por mi mente como un “disco rayado”, sonreía como tonta de tan sólo imaginarlo. Edward me descubrió pensando profundamente, supongo que notó algo en mi cara porque no dudó en acercarse a preguntar.

-Amor, ¿en qué piensas tanto?- dijo con intriga.

-En que quiero helado de chocolate con fresas y cerezas- contesté con la mirada perdida.

-¿Fresas y cerezas?- asentí -¿Y esos antojos? ¿No será que…?- sonreí cuando dejó su frase inconclusa.

-Tal vez…- dije mordiendo mi labio inferior.

-¡Bella…! Tú… tú…- dijo sin dar crédito a las insinuaciones.

-Es probable, muy probable- dije con una sonrisa enorme.

-¡Mi amor! ¡Te amo!- me cargó en brazos y me alzó  para darme vueltas.

-¡Edward!- chillé entre risas.

-¡Te amo! ¡Te amo! ¡Te amo!- gritó con alegría.

-Aunque… aún no estoy segura. Necesitaría ir al médico para confirmarlo.

Edward me sonrió y celebramos el “suceso” con helado de chocolate con fresas y cerezas. Esa noche nos dormimos hasta tarde fantaseando maravillados con lo que podría ser. Pero al otro día… toda ilusión terminó, llegó mi periodo y con eso el llanto amargo de la derrota, el sentimiento de pérdida y la tristeza de anhelar algo que parecía cada vez más lejano.

Me sentía cada vez más frustrada, tenía desde antes de la boda intentándolo y ahora, cumplía seis meses de feliz matrimonio y aún no ocurría nada. Trataba de no preocuparme, pesar en que era un tipo de secuela por el tiempo que había estado en tratamiento.

El hecho de tener a Peter, el hijo de Sela, cerca y que Sophie tuviera poco tiempo de haber dado a luz a Sarah Magdalena; era un factor de estrés para mí, quería un bebé más que nunca. El “gran golpe” me lo dio mi hermana, cuando anunció su embarazo de ocho semanas en una cena familiar. Estaba feliz por ella y también por mis primas, pero no podía evitar sentir tristeza al no poder tener el mío.

Una noche Edward me sorprendió llorando, pensaba en eso: en un bebé suyo… y no podía evitarlo.

-¿Qué pasa, amor?- dijo sentándose a mi lado.

-No me hagas caso.

-Sabes que no puedo hacer eso. Mejor dime… ¿qué pasa? ¿Qué tienes ahí?- dijo rebuscando entre mis manos.

-Nada.

-Sí, hay algo. Muéstrame.

-No es nada- abrió mis manos y encontró un par de guantecitos que había comprado para mi sobrinito.

-Amor…

-Edward, no me digas nada… ¿cuánto tiempo tenemos intentándolo? ¿Ocho meses? ¿Más?- dije entre sollozos.

-Bella…

-¡No, Edward! ¡No!- me apretó contra su pecho en un abrazo, dejando que me desahogara.

-Mi vida, sé lo mucho que deseamos esto. Pero no podemos forzarlo, sólo… pasará.

-Me estoy cansando de esperar, Edward.

-Paciencia, mi amor. Paciencia- asentí –Te prometo que si cumplimos un año sin resultados iremos con un especialista- me acomodé en sus brazos y observé cómo jugaba con los pedacitos de tela entre sus dedos.

-Estos están muy lindos, ¿son para Alex Jr.?

-Sí- sonreí –Mi sobrino será el bebé más guapo.

-“Tía gallina”- sonreí -Amor…

-¿Qué?-  pregunté después de sorber la nariz.

-¿Qué te parece si… seguimos tratando?- besó mis mejillas -¿Y tratando?- besó mi cuello -¿Y tratando?- dijo besando mis labios haciéndome reír.

-Sí, pero…

-¿Pero?

-Primero llévame a una cafetería.

-¿Cafetería? ¿Ahorita?- puse ojos rogones e hice un puchero -¿Qué quieres?- dijo con voz torturada.

-Cappuccino y pastel de chocolate con cerezas- dije entre un puchero.

-¡Qué antojada!- dijo en un tono fingido de regaño.

-Edward…- rió haciéndome sonreír.

-Está bien. Yo quiero…- entrecerró los ojos –Un cheesecake de fresa y un café moka- besó mis labios de manera fugaz –Vamos, mi bella Bella consentida.

Como le prometí, al llegar de la cafetería lo seguimos intentando e intentando e intentando.

Un día desperté realmente incómoda, no estaba de buen humor, nada me apetecía y la mañana en el trabajo fue fatal. En cuanto me crucé con Edward se dio cuenta de mi estado de ánimo e intentó cambiarlo como pudo. Agradecí enormemente que el siguiente día fuera fin de semana y no tuviera trabajo.

Cómo lo había predicho, al amanecer me sentía peor que el día anterior.

-¿Qué te pasa, Bella?- preguntó Edward al darse cuenta de que me quedaría en cama.

-Síntomas pre menstruales- dije con fastidio y una mueca.

-¡Auch! Iré a comprar el desayuno. Al rato vuelvo- dijo dándome un beso y dejándome en la habitación.

Me quedé dormida, pero una fuerte punzada en el vientre me hizo despertar. Me retorcía de dolor en la cama cuando Edward apareció en la puerta.

-¿Qué tienes, mi amor?- preguntó sentándose delicadamente a mi lado y pasando su mano por mi frente.

-Sólo son cólicos.

-¿Cólicos?- asentí –Bella… no luces como si esto fueran sólo cólicos.

-E… es… que… son… muy- suspiré y me hundí más entre las almohadas.

-¡Bella! Necesitas ver a un médico.

-Estoy bien. No te preocupes, son cólicos muy fuertes- me miró como si no estuviera muy convencido, alargué mi mano para atraerlo hacia mí y darle un suave beso en los labios –Se me pasará.

-Pero…

-Edward, por favor. Te prometo que si dentro de un rato no se me pasa vamos a donde tú quieras.

-Te ves pálida- susurró, luego se inclinó y me besó muy delicadamente.

-Estaré bien- susurré.

-Descansa, amor.

Me dejó sola y me acomodé para intentar dormir un poco más. Después de un rato de sentirme sumergida en un intenso sopor, sentí unas ganas increíbles de ir al baño. Me levanté lentamente y di varios pasos hacia el baño. Me detenía de los muebles y muros, soportando el intenso dolor con mucho esfuerzo; al salir del baño me doblé de dolor, me detuve del marco de la puerta y pegué un grito que sonó más como un alarido.

-¡Edward!- llamé sollozante -¡Edward!

-¡Bella! ¿Qué pasa, que tienes?

-¡No lo soporto!- dije agarrando mi vientre con fuerza.

Antes de que callera hincada al piso, Edward me rodeó con sus brazos, me alzó con cuidado y fuimos a urgencias.  

Cuando llegamos me atendieron rápidamente, me pusieron una vía y llamaron a mi doctora. Poco tiempo después escuché su voz del otro lado de la cortina, pidió información a las enfermeras y luego se acercó.

-Hola, chicos- saludó mi doctora entrando al cubículo -¿Qué pasó Bella?

-No sé- dije echando la cabeza hacia atrás para recostarme por completo –Tenía cólicos y de repente…- sorbí la nariz y apreté la mano de Edward.

-¿Qué pasa? ¿Por qué está así?- preguntó él con un tono desesperado en la voz.

-Vamos a averiguarlo en este preciso momento- dijo la doctora reclinando un poco mi camilla hacia enfrente, preparó el aparato del ultrasonido para revisarme y lo presionó contra mi vientre ganando un leve siseo de mi parte –Tal vez sea un quiste o…

-¿Qué?- preguntó Edward con impaciencia.

-Vean esto- dijo girando el monitor hacia nosotros.

Levanté la cabeza, no podía ser cierto. Hacía mucho tiempo había visto una imagen similar, pero no lo podía creer… mis ojos se humedecieron.

-¿E… es?- pregunté a la doctora, sin poder creerlo –Edward- gimoteé y apreté su mano.

-¿Qué? ¿Qué es? ¡No entiendo qué es esa cosa!- dijo totalmente desesperado y manoteando hacia el aparato. Me eché a llorar.

-Espera- dijo la doctora y encendió las bocinas. El golpeteo acelerado y  amortiguado inundó nuestros oídos.

La mirada preocupada y torturada de Edward se suavizó hasta que fue una de incredulidad.

-Bella- susurró mientras sonreía y me besaba con un delicado roce.

-¿Qué pasa? ¿Por qué el dolor? ¿Estoy abortando?- pregunté casi histérica.

-Aún no has sangrado, eso es buena señal, pero tengo que revisar bien porque… Espera- dijo concentrándose en la pantalla.

-¿Qué?- dije mirando la pantalla. Luego, como si no fuera suficiente, otro latido acompañó al primero. Abrí la boca casi hasta el piso por la sorpresa.

-Éste es uno- dijo ella indicándonos el lugar donde estaba mi primer bebé –Y este es otro- dijo apuntando el lugar del segundo bebé.

La doctora ajustó la imagen en la pantalla y pudimos ver en el mismo espacio las dos pequeñas manchitas que nos indicaban el lugar de mis bebés.

-Bella, tenemos que averiguar por qué estás experimentando ese dolor y, sea lo que sea, controlarlo para que no le haga daño a los fetos. Tengo fe en que todo saldrá bien y dentro de unos meses traeremos a los mellizos al mundo- asentí –Ahora necesito que te relajes y tranquilices, por tu bien y el de tus hijos.

-¿Cuánto tiempo tengo?- pregunté mientras limpiaba mis lágrimas.

-Siete semanas- contestó sonriendo levemente –Mandaré los estudios pertinentes…- me dijo, luego dio varias órdenes para que me administraran medicamentos.

Cuando la doctora dejó de dirigirse a mí, me concentré en Edward; parecía una perfecta estatua, aferrado a mi mano, viendo fijamente con un brillo casi frenético el lugar en el que había estado la pantalla. Sonreía incrédulo, parpadeaba rápidamente y suspiraba despacio.

-¿Edward?- llamé moviendo su mano – ¡Au!- me quejé y centró su atención de nuevo en mí.

-Bella- dijo en un tono de total devoción, pegó su frente con la mía y sonrió –Mellizos- susurró y asentí.

-Sí, mellizos.

-Te amo. Ya verás cómo todo sale bien.

-Edward… tengo miedo.

-No, mi niña. Todo estará bien.

-No quiero que les pase nada- dije estallando en llanto.

-Van a estar bien. Los tres van a estar bien- dijo abrazándome con fuerza –Ahora tranquilízate, ¿sí? Por ellos- dijo rozando sus dedos en mi vientre, asentí y traté de relajarme un poco.

Pasé toda la tarde en el hospital. Lo único bueno era que pasaban a revisarme con ultrasonido a menudo y veía a mis bebés una y otra vez. Le pedí a Edward que no avisara a nadie hasta que estuviéramos en casa, quería que nosotros les diéramos la noticia ya que estuviéramos fuera de peligro.

Ya había anochecido cuando mi doctora volvió a hablar con nosotros. Esa noche la pasé internada para mantenerme en observación, si todo salía bien me iría por la mañana. A media mañana del siguiente día, mi doctora regresó para revisar que todo fuera como lo previsto y darme el alta.

-¿Ya podemos ir a casa?- preguntó Edward después de mi examen.

-Sí. Pero…

-¡Huy no! Vienen los “peros”- dije con un puchero.

-Sí, los “peros”. Bella, sabemos lo mucho que has añorado este momento, así que vamos a tomar las medidas necesarias para llevarlo a buen término- asentí –El dolor que experimentaste fue por una amenaza de aborto. Para llevar el embarazo lo mejor posible, deberás reposar todo lo que reste del primer trimestre. Tendrás que estar en reposo absoluto, puedes levantarte alrededor de cuatro horas al día, procura no subir y bajar escaleras, de preferencia instálate en el primer piso. No ejercicio, no esfuerzos, no presiones, no disgustos, no cargar nada y, lo siento mucho, pero tampoco sexo. No olvides ser puntual con tus vitaminas y medicamentos. No se te vaya a ocurrir sacudir, barrer, salir de compras, ni nada que se le parezca. Cuando estés en la cama cambia de posición constantemente, sin ponerte boca abajo: siéntate, voltéate, mueve las piernas.  

-¿Hay algo que pueda hacer?- pregunté cómo niña pequeña.

-Armar rompecabezas, leer, escribir, ver televisión, pintar…- contestó y suspiré.

-Todo sea por los mellizos- dije sonriendo levemente.

-Pediré unos días de descanso para acostumbramos- dijo Edward amorosamente.

-Si sientes cualquier cosa extraña puedes marcarme o venir para acá- dijo la doctora.

-Gracias- dije sinceramente.

-Para servirte- contestó ella.

Poco después me dieron de alta y me fui a casa a comenzar con mi letargo. Me sentía un poco triste de sólo pensar en el tiempo que no podría hacer casi nada, pero cuando mis pensamientos se guiaban al resultado del sacrificio, sonreía y me daba cuenta de que valía la pena seguir.

Mi familia llegó después de que Edward me ayudara a instalarme en la habitación de la planta baja, me felicitaron, brincaron de gusto, lloraron y rieron. Mi hermana y yo estábamos felices por nuestros embarazos casi simultáneos, ella tenía tres semanas más que yo.

Renuncié a mi trabajo para dedicarme a mi embarazo, casi tres meses de ausencia era mucho para la empresa. Agradecía que tuviera muchas personas que me quisieran a mí alrededor, poco después Carlisle me contactó con una escuela en la que podía dar asesorías por correo, era el trabajo perfecto.

Todos me consintieron durante el trimestre que estuve en cama, no dejaban de llevarme delicias para comer, cosas para que estuviera cómoda, bueno… sentía que me consentían de más.

El día que me dieron de alta del letargo quise brincar de gusto, mis pequeños estaban sanos y por fin podría salir de casa. Lo primero que hice fue visitar a Deb, Jacob no la había descuidado, pero sentía que tenía mucho tiempo sin estar con ella, Edward quedó conmovido por la forma en la que habíamos dispuesto la capilla y sugirió ideas geniales para tenerla aún más linda.

Mis hijos crecían cada vez más, hinchando mi vientre al igual que mi corazón. Todos los días agradecía por tenerlos a ellos, por Edward y por mi familia.

Festejamos nuestro primer aniversario de matrimonio con una espléndida cena en el restaurante italiano en el que supuestamente íbamos a celebrar nuestro primer aniversario de novios. Esa noche le di a Edward dos pares de botitas, unas azules y unas rosas. Él no lo sabía “oficialmente”, pero ese día le confirmé que nuestros hijos serían un niño y una niña.

Estaba ansiosa porque la fecha en la que estaba programada la cesárea llegara, quería abrazar a mis hijos, conocerlos y tenerlos por fin a nuestro lado.

Quería que llegara el día en el que nuestras plegarias se vieran recompensadas con el más perfecto fruto de amor.

 

 

 

**********************************

 

Hola!!!!! Qué tal este nuevo capi??? 

quiero agradecerles de corazón a todas las personitas hermosas que se han dado el tiempo de leerme y comentarme!!!! las quiero!!!

Tb a quienes sólo pasan y leen.... y a quienes acaba de llegar, beinvenid@s sean!!!

¿Me dejan su comentario? Se los agradecería muchísimo!! Siempre les re-comento..... porque sus palabras son siempre fabulosas para mí!! 

A todos en especial a todos!! jejeje... mil besos de bombón!!

Nos vemos el próximo sabadito.... se acerca el final!!!

;D

 


 

 

 

 

 

 


 

 

 


Capítulo 7: CAMBIANDO DE PAGINA Capítulo 9: INFINITO

 
15128302 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 11112 usuarios