Bueno preciosuras aquí está el nuevo capítulo. Para las que no saben, actualizo una vez por semana, de verdad que no tengo un día fijo ya que la universidad pues me adsorbe mucho a veces, también soy CDC y administradora en varias páginas así que se me hace difícil pero tratare de ser lo más puntual para no dejarlas con la intriga.
Bueno una noticia grandiosa es que ya esta historia tiene su tráiler así que las que no lo han visto todavía acá les dejo el link http://www.youtube.com/watch?v=3rohGFZQ2Sw&list=PLdobNY3TJa0sBvGlSa4Lh5qiyVw6CPHVD
La canción es Innocent de Taylor Swift
Capítulo beteado por Sool Onuma, Gracias preciosa por todo tu ayuda.
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Me desperté sobresaltada, otra vez ese maldito sueño… o debería decir, pesadilla. Sentía como las lágrimas corrían como lluvia sobre mis mejillas.
Esos ojos… Me parecían conocidos, los de ese chico, el amigo de Tanya. Sus ojos eran iguales al de mi pesadilla. ¿Cómo podía ser eso? “Deja tu tontería, Isabella”; escuché la voz de mi conciencia, tenía mucha imaginación, supuse.
Él se había quedado aquí esta noche, según Tanya, lo había invitado y no podía dejar que se quedará en un hotel, si, como no… En la mansión hay seis habitaciones en total, la de Tanya, la que era de mis padres, la de mi nana Josefine y la mía, las que sobraban eran para las visitas aunque nunca teníamos una que no fuera mi tío Ian. Él se había quedado aquí también, quería que habláramos pero yo no tenía ganas de nada.
Me levanté de la cama y decidí bajar a la cocina por un vaso de agua. La casa estaba totalmente en silencio, odiaba eso. No me gustaba el silencio ensordecedor ni la oscuridad y ahora esta era mi realidad: la soledad.
Subí de nuevo a mi habitación, tomé mi BlackBerry que se encontraba en la mesa de noche, al lado de mi cama y vi que marcaba las 3.00am… Suspiré.
No tenía sueño, así que me dispuse a escuchar un poco de música, me coloqué los auriculares y busqué entre mis canciones favoritas. La música comenzó a sonar…
Creo que realmente lo hiciste esta vez,
Te dejaste caer en pie de guerra
Perdiste el equilibrio en la cuerda floja
Perdiste la cabeza antes de recuperarla
¿No era más fácil en tu día de lonchera?
Siempre había una cama más grande en la cual meterse
¿No era hermoso cuando creías en todo?
Y todos creían en ti…
Toda mi vida había cambiado en solo una semana, todo se había vuelto una mierda. ¿Cómo iba a poder seguir adelante sin ellos? Todo era tan fácil antes, tan sencillo como respirar.
No deberías estar destrozado en el suelo ahora
Si tan solo hubieras visto lo que sabes ahora
¿No era más fácil en tus días de cazar luciérnagas?
Y todo lo que fuera a tu alcance…
Alguien más grande te lo arrebató
¿Cuándo corrías salvajemente hasta quedarte dormido?
Antes de que los monstruos te atraparán.
A diferencia de la canción, sabía que no volvería a brillar. Los monstruos me habían atrapado y no podía soltarme. Habían destrozado lo bueno que había en mí, no confiaría en nadie más y no volvería abrir mi corazón. Había sido una inocente, y la vida se había empeñado en hacerme sufrir, sabía que esto no quedaría así. ¿No podría pasarme algo peor o sí?
El sueño se apoderó de mí y caí profundamente en la oscuridad de nuevo, en mis tinieblas, donde podía dejar de sentir, y lograr que este dolor desaparezca.
—Isabella…—Dios, ¿quién me estaba despertando? No había dormido nada. La voz la escuché lejana y era suave. ¿Un hombre?
—Isabella, despierta…
Empecé a abrir los ojos lentamente. —Odio que me despierten— Y me pasé la mano por la cara para ver si el sueño huía de mí, de una vez por todas.
— ¿Qué hora es? —Mi voz sonó apagada y ronca debido a que mi garganta estaba seca.
—Son las diez de la mañana, preciosa. Ya es tarde.
—Mierda, pero siento que no dormí nada.
—No pasarás todo el día en tu cuarto como lo has hecho hasta ahora. Así que, levántate que Josefine tiene el desayuno listo. Te espero abajo. No tardes —Con Ian aquí, iba a ser muy difícil poder quedarme sola y tranquila como quería.
Me senté en la cama y me dirigí directamente al baño. Tomé una toalla y entré a la ducha, nivelé el agua, hasta que salió de una temperatura tibia. Suspiré… Sentía como el agua corría por mi cuerpo relajándome y limpiándolo; ojalá pudiera hacer lo mismo con mi mente, pensé. Cerré mis ojos. Podía sentir que nada más existía, solo el silencio tranquilizador.
Me enjaboné, sequé mi cuerpo y cepillé mis dientes. Me puse un short azul y una camisa blanca con mis converse negros, peiné rápidamente mi cabello, dejándolo suelto. Bajé las escaleras hasta el comedor y cuando llegué, la mesa ya estaba puesta e Ian me esperaba para desayunar, leyendo el periódico.
Me fui acercando hasta quedar en la silla de su derecha para sentarme junto a él. Traía una camisa negra cuello en V, unos jeans desgastado y el cabello peinado con un toque juvenil. Tomé asiento de muy mala gana, arrastrando la silla hasta mí, sabía que si no me sentaba cerca de él de una vez, lo pediría luego, así que preferí hacerlo sin chistar. Levantó su rostro hasta que nuestros ojos se encontraron, dándome una sonrisa.
— ¿Estás bien? —preguntó con el ceño fruncido. Ya iba a empezar, por lo mismo quería estar sola, pensé.
—Sí Ian. Ya deja tu preocupación, por favor —respondí cabreada. No quería estar dándole explicaciones a nadie de lo que sentía o no.
Suspiró fuertemente al escuchar mi respuesta. Sabía que estaba preocupado por mí y todo el asunto, pero no necesitaba que me hiciera preguntas que ya tenían respuesta. Estaba más que claro, que no me encontraba bien.
Escuché unos pasos que venían de la cocina y volteé para encontrarme con una Josefine muy sonriente, seguro feliz por verme sin estar metida en las cuatro paredes de mi habitación.
Venía con el desayuno en las manos: panqueques con miel y jugo de naranja, mi desayuno preferido. Me sirvió y se sentó a desayunar con nosotros. Josefine estaba conmigo desde que tenía memoria, mis padres a pesar de ser una de las familias más adineradas de Estados Unidos, eran personas muy humildes y le tenían mucho aprecio, por lo tanto, le pedían que desayunará junto con ellos. Seguro estos días estaría desayunando sola…
—Isabella, tienes que comer —exigió Ian, viendo que ya estaba perdida en mi mundo.
—Lo sé —Me limité a decir. Apenas el día comenzaba para mí y no tenía ganas de discutir.
Desayunamos todos en silencio, debido que no se atrevían a preguntar nada, por cómo había actuado hasta ahora. Se escuchó como la puerta corrediza que daba la piscina, se abría, dejando ver a Tanya con un bikini de color azul eléctrico.
—Buenos días tío —dijo dándole un beso en la mejilla. Me quedé observándola, ¿ya se había ido su amiguito?
—Buenos días Tanya, ¿ya desayunaste? ¿Y tú amigo? —preguntó mi tío, haciendo énfasis en la última palabra. Tanya se volteó a verlo con el ceño fruncido.
—Está en la piscina, yo solo vine a buscar un poco de jugo para los dos —respondió entrando a la cocina. Qué bueno que dejará de ser hipócrita y saludarme como si nada hubiera pasado.
Ian, solo se limitó a asentirle. Terminé mi desayuno, dejando el plato completamente limpio. Me iba a dirigir a mi cuarto de nuevo porque esto de querer estar a solas con Ian, no me simpatizaba mucho, pensé. Cuando me dispuse a levantarme de la silla para ir a la seguridad de mi habitación, él levanto su rostro para mirarme, dejó los cubiertos al lado del plato, y Tanya venía saliendo de la cocina, con una jarra de jugo de naranja.
—Isabella, Tanya —Llamó—. Esto no está a discusión Isabella— Me advirtió y lo miré con el ceño fruncido debido a que no tenía ni idea a que se refería.
—Me iré con Isabella. —Y miró a Tanya. ¿Cómo? ¿Irme a dónde?— Tengo muchas cosas pendientes en New York y no puedo manejar todo eso aquí, desde Forks. Todavía quedan unos meses para que empieces la universidad— explicó esto, mirándome a los ojos con ¿disculpa? Sí, como no, ni siquiera había pedido mi opinión.
»—No te dejaré sola acá. Sé que Josefine puede cuidarte bien, pero no has salido ni de tu habitación si no es porque yo te dije que lo hicieras esta mañana o para el funeral ayer. Así que te irás conmigo Isabella, no te dejaré aquí. —expresó con voz firme y yo solo trataba de tragarme todas las palabras. Nunca había sido grosera con mi tío pero esta vez sí lo merecía, pero siguió hablando— Tanya, tú puedes venir también con nosotros, sé que estas de vacaciones en la universidad y no será un problema para mí que estén las dos conmigo —NO, eso sí que no.
Josefine se había quedado mirándome esperando mi respuesta, entonces no pude soportarlo más y las palabras salieron de mí, atropelladamente.
—Esto es una mierda —le grité a Ian, todavía sentada y Tanya se encontraba muy sorprendida por mi actitud ante él— Ni siquiera pediste mi opinión, de una vez dices que, ¿no puedo protestar? ¿Quién te ha dado derecho sobre mí?— El aire me faltaba, mi respiración estaba agitada y tenía ganas de llorar de la rabia.
Ian quedó clavado en su asiento formando con la boca una perfecta raya. Se había quedado sin palabras y todos estaban estupefactos ante mi reacción. Me paré furiosamente y caminé rápidamente hasta mi cuarto.
Cerré la puerta detrás de mí, quedando con la espalda recostada en ella y tomando un respiro. Me deslicé por ella hasta el piso, para agarrar mis piernas entre mis brazos y acurrucarme.
Ian quería que me fuera con él y ¿Tanya? Odiaba ser menor de edad en estos momentos, lo más seguro, es que mis padres le hayan dejado mi tutela a él. ¿Qué vas hacer Isabella? Preguntó mi conciencia, es tu único familiar además de… no, ella no era nada mío.
Pasaron minutos u horas. La verdad es que no sabía cuánto tiempo había pasado, cuando sonaron unos pequeños golpes en la puerta. Ya me encontraba en mi cama, envuelta en las sábanas y abrazando a mi almohada.
— ¿Puedo pasar? —escuché la voz de Ian con un tono de disculpa, detrás de la puerta. Me incorporé en la cama, para quedar sentada en ella.
— ¿Ahora si te importa lo que quiero? —respondí tajante, cruzándome de brazos.
La puerta empezó a abrirse poco a poco, dejando ver a Ian que estaba con la misma ropa. Tal vez no había pasado mucho tiempo, pensé. Se quedó parado en la puerta esperando mi reacción.
— ¿Qué quieres Ian? —pregunté mirándolo. “No dejes que te lleve, Isabella” repetía una y otra vez mi conciencia.
Se quedó parado viendo mi habitación, que era de un color de tonos en morado y blanco, adornado con cuadros, fotos de mis padres y mías. Grande, espaciosa, con una cama matrimonial en el centro, del lado izquierdo una pequeña biblioteca con todos mis libros, algunos no terminados y del mismo lado, un pequeño mueble sin espaldar en el ventanal donde se podía ver claramente la piscina. Del lado derecho, una pequeña mesa de noche y las respectivas puertas del baño y armario. Al lado de la puerta de mi habitación, estaba mi escritorio con mi portátil.
Ian, posó sus ojos en mí, avanzó hasta quedar en la orilla de mi cama y tomó asiento, aún mirándome.
—No tienes que ser así, princesa. Sabes que te amo, Isabella. Siempre que pude he estado a tu lado, te escuché y ayudé. ¿Por qué te comportas así conmigo? —Podía ver el dolor en sus ojos. “Ya te pasaste, Isabella” me reprendió mi conciencia. “Ian no tiene la culpa de nada”, repitió—. Evadirme no te ayudará en nada, pequeña. Necesito que confíes en mí. No pongas una barrera entre nosotros, por favor.
Me sentía de lo peor, había herido a Ian con mi actitud. Todos me habían fallado pero él no, estaba aquí conmigo y le importaba.
Se acercó lentamente a mí… Dudó un momento, pero me acerqué a él, colando mi cabeza en su pecho, como hacía con Charlie. Se quedó quieto un momento y no dudó en abrazarme. Me sentía tranquila, calmada, con él podía ser así.
—Estoy aquí, princesa. No voy a dejar sola en esto. No te digo que entiendo qué es lo que sientes, pero pase lo que pase, aquí estoy mi nena.
Pasé el día hablando con Ian en mi habitación. Josefine se encargó de traer el almuerzo a mi habitación, a petición de él para poder conversar tranquilamente. Me contó que mis padres, como yo supuse, lo dejaron como mi tutor; también que a Tanya y a mí nos habían dejado casi todo por igual en el testamento y lo único que ella no podría manejar sería la empresa, a menos no completamente, debido a que yo era la heredera mayoritaria. Me informó que nos iríamos el día de mañana, porque tenía muchos asuntos que arreglar y las cosas se estaban volviendo locas en New York sin él en la empresa y con la muerte de mis padres. Luego se despidió de mí, para ir a trabajar en su portátil.
Yo me encontraba tratando de terminar de leer “Crepúsculo” y lo que pasó de la tarde, me lo había prácticamente devorado. La chica había cometido una estupidez por salvar a su madre, pero al final el vampiro la había engañado y ella casi muere, si no es porque el hermoso chico —al menos así me lo imaginó por la descripción— la salva de una muerte segura. La entendía, yo también hubiera dado mi vida si eso resultaría que mis padres estuvieran bien. Me cambié, colocándome un pijama color azul, short de algodón súper cómodo y una franelilla a juego.
Tomé mi celular que estaba en la mesa de noche, ya que no lo había revisado desde hace mucho. Aggg… Ángela me llamaría hoy y yo lo tenía en silencio.
*2 llamadas pérdidas*
*3 mensajes de texto*
Bueno, las llamadas eran de la pobre Ángela, que se había quedado esperando por mí.
Revisé el mensaje.
Hola amiga. ¿Cómo estás? Ayer quedamos en vernos y quería saber si, ¿puedo ir a tu casa? Así nos encerramos en tu cuarto y si no quieres hablar sobre lo que ha pasado, pues tranquila, yo solo quiero que estés bien, nena. Te quiere, Ang.
Daba gracias al cielo por todavía tener a personas en quien puedo confiar, como Ian y Ang. Sabía que ellos estarían cuando los necesitará, como lo han hecho hasta ahora. Busqué el otro mensaje, seguro era de ella también.
Isabella, me gustaría que nos viéramos. Quiero que hablemos, por favor, deja de ignorarme. ¿Echarás a la basura estos años? Estaré esperándote, cuando quieras. Aquí voy a estar para ti. Yo sé que sin mí no podrás estar bien. Te ama, Jake.
— ¿Qué? —grité, ¡qué descaro! ¿Creía que no podía seguir sin él? Ja, todavía no has conocido a Isabella Jaymes Stewart. Ya veremos si no puedo estar sin ti.
Leí el último mensaje.
Bella, amiga, entiendo que no quieras hablar con nadie. Sabes que estoy aquí para cuando me necesites. Te quiere, Ang.
El ego de Jacob seguro era más grande que su cabeza. Era un idiota, pero esto no quedará así, me las pagará. Dejé el celular en la cama, para bajar a la cocina a beber agua.
Me quedé parada en la entrada de la cocina, cuando vi a un hombre de espalda y sin camisa. Estaba con la puerta del refrigerador abierta.
— ¿Ian? —pregunté dudosa. Él nunca andaba así en mi casa.
El hombre se mostró, dejando ver su increíble pecho y cuerpo de adonis. Era el… “amigo de Tanya” que también se había quedado hoy y andaba sin camisa por mi casa.
—Emmm… Disculpa si te asusté —Dios, su voz no era de este mundo. Seductora, ronca, propia de un hombre como él.
Mis mejillas ardían de la pena y aclaré mi mente para poder responderle. Me había quedado viendo como tonta su pecho desnudo.
—No, no te preocupes. Pensé que era mi tío —dije sin prestar mucha atención, menos mal que no estaba la luz encendida. No creo que haya podido notar mi sonrojo con la luz de la nevera solamente—. Solo venía por un vaso de agua.
—Adelante —dijo dándome el paso para poder tener acceso a la nevera.
Tomé un vaso que estaba colocado en la parte de arriba, muy arriba para mi gusto. Tuve que pararme de puntillas para poder agarrar uno y sentía como su mirada estaba en mí. Me hacía sentir cohibida. Volteé para verlo y estaba sentado a unos pasos de mí, en una de los taburetes colocados alrededor de la isleta de la cocina.
Tomé rápidamente un poco de agua, para subir nuevamente a mi habitación. Cuando enjuagué el vaso, decidió hablar.
—Entonces, ¿eres la hermana de Tanya? — ¡Qué pregunta más irónica! pensé.
—Creo que eso ya lo sabes. Entonces…—Repetí al igual que él— ¿Eres amigo de Tanya? —pregunté mirándolo. Él frunció el ceño, diría que estaba pensando su respuesta.
—No, no somos amigos —respondió finalmente, colocando el vaso en la isleta.
—Entonces… ¿Son novios? Tanya nunca había traído un chico a casa —Frunció el ceño mucho más que antes, estaba ¿extrañado? ¿Por mi pregunta o por qué Tanya nunca había presentado a nadie formalmente en casa? Pasó sus manos por el cabello, Dios, era tan hermoso…
—Yo no diría que somos novios…—contestó.
Iba a responder, cuando escuché unos pasos acercándose. Los dos nos volteamos hacia la puerta…
—Eddy, ¿por qué tardas tanto? —Era Tanya, ellos… ellos estaban juntos, pero si no eran amigos ni novios. ¿Qué eran?
¿Qué les pareció nenas? Gracias a todas por sus Comentarios de verdad que son un amor tambien gracias a esas lectoras silenciosas que pasan por aca. Me alegra mucho que mi cabecita a creado.
Besos :* Nos leemos la próxima semana.
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