
- Que si quieres salir conmigo- respondió Que le digo… ¿Le digo que sí? Yo también siento lo mismo… Pero, ¿y si luego no vuelve a ser como antes? ¡No quiero perderle!... -¿Bellaa? ¿Estás bien? Sacudí la cabeza y dejé de lado mis pensamientos e hice la cosa más peligrosa que he podido hacer en mi vida… - Bellaa… no me hagas esperar más que me pongo más nervioso… - Edward…— dije cuando casi se me caían las lágrimas de la emoción. -¿Si? - Si… Si quiero. Y ahí es cuando rompí a llorar, conmovida.
Edward se acercó, y estaba tan próximo hacia mí, que con estirar un poco la cara, le podía dar un beso en sus labios rojos como la más bella rosa, y él me preguntó: -¿Por qué lloras? - Por que por fin podré estar a tu lado siempre… ¿Sabes? Por muchos vendavales y tempestades que pasen por nuestro lado, nunca podrán vencernos, ahora que estamos unidos, tú y yo, ¡juntos para siempre y siempre jamás! - Por los siglos de los siglos… amén. Y con una sonrisa en su rostro, me besó, y puedo decir, que estaba más feliz que nunca le podría haber visto así, mientras me caía una lágrima transparente, que por muy transparente que fuera, describía todo lo que sentía en ese momento. Lo que sentía y nunca había sentido: Amor por una persona… por la más especial… nunca mejor dicho… Mientras nos besábamos, nos dejamos caer en la cama recién hecha, fresca, como siempre, ahora, impregnada con el olor de Edward, un olor inconfundible, sobretodo para mí. Edward me fue besando los labios, pasó a la mejilla y de ahí, bajó asta el cuello, hasta que tuve que pararle, porque ya me veía venir sus intenciones.
Sé que lo hacía inconscientemente, porque él nunca me causaría daño, pero tengo que ir controlando poco a poco, para que pudiera vencer sus manías. - Edward… basta. -¿Por qué?
- Porque no sé hasta que punto puedes reprimir tu sed. - …No quiero… - Edward, por favor… basta por hoy. - ¿Y si no lo hago que pasa? - …Que podrías llegar a hacerme daño… - …Está bien … - No te molestes Edward. Lo hago por tu bien… y por el mío. - Si ya lo sé, cariño, pero es que… eres como la piruleta que le dan a los niños para que estén contentos… y ya sabes como son las piruletas… son adictivas… - Ya iras teniendo un poco de esta piruleta cada día— dije entre risas.- De momento tienes asegurado que tu piruleta la tendrás siempre.Va, venga que tenemos que volver a hacer la cama, que la hemos vuelto a deshacer
Y le di un pequeño beso, o pico, como ahora se le dice y empecé a rehacer la cama. - ¡Va Edward, sal de encima! - ¡De acuerdo, de acuerdo, no me tires al suelo! Y me tiró el cojín que había a su lado a la cara, que me despeinó y me impidió hacer las tareas. Entonces yo se lo devolví, apunté a la cabeza y le di. Y así fue como empezó la guerra de almohadas entre dos amantes que se querían a muerte. Yo ya no lloraba, ni por emoción, ni por dolor, esta vez lloraba mi interior, de la alegría que le estaba dando en esos momentos y las alegrías que quedaban todavía por llegar.
|