
El presente es lo único que tengo. El presente es lo único que hay.
Julieta Venegas.
Mi vida siguió su curso. Las mismas personas, las mismas situaciones y las mismas presiones. Mi hermana y yo nos graduamos y encontramos el empleo que nos satisfacía. Hasta ese momento todo iba de maravilla. Alice seguía siendo la misma amiga de siempre, ahora también yo era más amiga de Rose y mi prima se había casado por segunda ocasión. Mi sobrinito, Alexein, crecía rápido, era mi consentido… claro, sin hacer de lado a mi Emily consentida. Las gemelas de Jake me hablan por teléfono seguido y nos veíamos de vez en cuando.
Con Jacob mantenía contacto por vía e-mail y chat. Aunque doliera y el recuerdo nunca se borrara… el tiempo me ayudó mucho a sobrellevar mi pérdida.
Alice se había matriculado en un curso de música y esa noche estábamos al pie del escenario de un antro popular. Ella debía cantar y presentar el número que había montado a otro de sus compañeros para aprobar su último examen. La chica que había conseguido para hacer el dueto del otro número había enfermado, Alice estaba desesperada y rogando que me atreviera a subir al escenario.
-Por favor, Bella- dijo con voz rogona por enésima vez –como si no te supieras la letra- dijo sarcásticamente.
-No. Yo sólo vine a acompañarte.
-Sí, Bella, por favor- dijo su amigo con el mismo tono de voz rogona.
-Siempre que me ayudas con los coros te quedan espectaculares- apremió Alice.
Después de salir de la oficina, había ocasiones en las que acompañaba a Alice a sus ensayos y a veces me pedía que le ayudara en sus coros. Por nada mi voz se parecía a la de ella: afinada, clara, melodiosa.
-Porque son sólo eso: coros. No una canción completa.
-Leerás la letra y nadie lo notará, te lo prometo- dijo Ben.
-No quiero hacer el ridículo.
-¡No lo harás!- dijo Alice –Isabella Swan, juro que si no lo haces me enojaré contigo muy severamente- está bien, esa amenaza terminó por desarmarme.
-OK- farfullé en voz baja.
-¿¡Qué!?- preguntaron al unísono.
-¡Que está bien!
Los dos brincaron de alegría, Ben me cargó en brazos y me besó la cara efusivamente.
-¡Gracias! Me salvaste la vida.
-No es para tanto, Ben.
-Sí, es para mucho- dijo.
Subimos al escenario con la seguridad de Ben y mis temblores de pánico escénico. El tomó mi mano y me sonrió cálidamente.
-Todo irá bien- aseguró. Se acercó a mí y me mostró las hojas con las letras, me dio indicaciones e hicimos un micro-ensayo antes de comenzar.
Me aferré con fuerza a su mano cuando los chicos comenzaron a tocar sus instrumentos, articuló un “eres fenomenal” y comenzó con la vocalización previa a la letra. El principio no fue tan terrible, él cantó junto conmigo y era fácil desaparecer mi voz entre la de él, yo era la primera en aparecer en solo. Cuando tuve que cantar sin su apoyo, sentí el corazón desbocado, miré atenta la letra, luego busqué refugio en su mirada y apreté con fuerza su mano. Poco a poco dejé que las notas fluyeran y me dediqué a perderme en la mirada de soporte de Ben, en varias ocasiones cerré los ojos dejándome llevar y cuando era turno de él estudiaba lo que seguía en las hojas de la letra. Para el momento del segundo coro Ben me indicó que diera una mirada al público, me sentí increíble cuando vi que todos coreaban la canción a nuestro ritmo. Después de eso, me sentí más segura y me dejé envolver en el ambiente por completo… dejando mis tensiones y temores de lado. En la estrofa “Estoy enamorada y tu amor me hace grande”, mi mirada se enganchó con unos intensos ojos verdes que estaban entre el público, los perdí casi instantáneamente.
Al finalizar el lugar estalló en aplausos y gritos de alegría. Sonreí y agradecí a nuestro público. Había sido una emoción inexplicable y muy grata. Cuando bajé las escaleras del escenario me encontré con Alice tras bambalinas, en cuanto me vio me abrazó con fuerza.
-Gracias- dijo con alegría –Lo hiciste espectacular.
-No, Alice. Gracias a ti, fue… ¡wow!- dije emocionada.
-Bueno, más al rato celebramos. Ahora es mi turno- respiró profundo y subió al escenario.
Observé cómo se preparaba y sonreía encantadora a su público. En cuanto sonaron las primeras notas la gente estalló en aplausos. La melodiosa voz de Alice me sorprendió como nunca antes, la primer nota alta, suave y fluida la alcanzó sin ningún esfuerzo. Sus movimientos, felinos y sensuales, tenían atrapados a todos los que estaban en el lugar. La batería comenzó a sonar y con cada golpe se acercaba más y más al coro, la parte más difícil de toda la canción… yo la había visto sufrir por alcanzar la perfección en esas notas. Se dio un cambio en la música, la calma del principio se transformó en algo levemente más animado. Noté cuando tomó una gran bocanada de aire en la parte donde cantaba “all… rolling in the deep”, que era con la más había batallado, sólo dobló un poco sus rodillas como para tomar impulso y logró sacarla adelante con unos impresionantes agudos fluidos. El público, incluida yo, estallamos en aplausos y ovaciones. Después de eso tomó más seguridad y siguió con su canto angelical concluyendo espectacularmente.
Después de eso hicimos dos rondas de bebidas dulces para celebrar nuestro éxito sobre el escenario. Poco tiempo después nos pusimos a bailar entre el gentío, Ben se fue y Alice y yo nos quedamos solas bailando animadamente. Faltaban dos horas para el cierre del local.
Tenía rato mirando a un chico rubio, alto y de hermosa sonrisa que veía en nuestra dirección; junto a él estaba otro chico al que no presté mucha atención. Me di vuelta y me dejé envolver por el juego de luces, el humo y las notas que salían por las bocinas. Sentí cuando alguien se acercó a mí, sonreí pensando en los hermosos ojos azules del chico rubio, pero cuando me di vuelta me desilusioné al encontrarme otra sonrisa y otros ojos. Era el chico que estaba junto al rubio, los había visto por algún lugar del antro, pero no le había prestado atención al chico que bailaba frente a mí, me había concentrado en el que ahora hacía de pareja de Alice.
El chico que tenía frente a mí no me importaba en lo más mínimo, así que continué bailando como lo había estado haciendo: entretenida viendo los juegos de luces y las pantallas. Notaba cómo el individuo trataba de llamar mi atención y se pegaba más a mí; hasta que llegamos al punto en el que me tenía bailando prácticamente sentada sobre la mesa. Cuando la primera canción acabó y hubo unos breves segundos de silencio se acercó para hablarme al oído.
-¿Cómo te llamas?- debía admitir que su voz era muy agradable.
-Isabella.
-Yo soy…- la música comenzó con un gran estruendo y no identifiqué el nombre.
-Mucho gusto- grité extendiendo mi mano.
Se acercó a mí, no supe que intenciones tenía por lo que me hice a un lado como si con su cercanía pudiera quemarme o algo por el estilo. Se fue de largo y alcanzó la cubeta de hielo que estaba sobre la mesa. Me mostró un trozo mediano, hizo un gesto y lo lanzó al piso haciendo que se rompiera en varias partes.
-Ahora que rompimos el hielo… ¿podemos bailar?- reí y asentí.
-¡Claro!- bailé exactamente igual que antes, sin prestarle atención… como si estuviera sola.
-¿Así eres de sangrona siempre?- me dijo y reí.
-¿Sangrona?
-Sí, eres una sangrona- reí con ganas.
-Ok, entonces… sí, soy una sangrona- seguimos bailando un par de canciones más.
-Eres muy linda.
-Gracias- dije sin prestar mucha atención.
-¿Sabes qué? Ya me voy… eres una sangrona- dijo molesto, me le quedé viendo como si estuviera bromeando y reí de nuevo.
Di media vuelta y seguí bailando animadamente. Alice se acercó hacia mí con el chico rubio bailando tras ella, luego puso sus brazos en mis hombros y los tres nos fuimos hacia abajo moviendo las caderas. Cuando nos pusimos de nuevo de pie el otro chico regresó y puso sus manos en mi cintura.
-Ya me había ido porque eres una sangrona de lo peor- volteé a verlo de reojo –Pero estás muy linda y no me pude resistir a regresar- reí y seguí bailando.
Luego empezó una canción que no dudó en cantarme al oído mientras intentaba acercarse más, me mordía los labios para no reírme a carcajada limpia cuando se acercaba a mi oído para decirme “give me everything tonight”. Trataba de sonar convincente y de haber estado ebria tal vez hubiera caído en sus redes. Después de un buen rato intentando la más mínima muestra de atención de mi parte, se aburrió.
-Ah, ya sé. Tienes novio, por eso ni me volteas a ver- este chico sí que era cómico.
-¿Qué?
-Que tienes novio. Por eso te niegas a bailar conmigo- luego me vio con los ojos entrecerrados -¿Estás casada?
-No.
-¿Divorciada?
-No.
-¿Hijos?
-No.
-¿Comprometida?
-No.
-Ya dime… ¿tienes novio?
-¿Tú qué crees?
-Que sí.
-Entonces sí.
-Oye… ¿tu amiga siempre es así?- le preguntó a Alice. Hasta ese momento caí en cuenta de que estaba sentada sobre la mesa con el rubio hablándole al oído.
-¿Así cómo?
-Seria y sangrona.
-No. Es un remolino. Lo que pasa es que no le provocas nada- dijo altanera. Alcé una ceja y sonreí con ironía.
-¿Eso es cierto?- dijo sorprendido.
-¿Qué?- pregunté con inocencia y mordiéndome el labio inferior.
-Eso me dolió- dijo poniendo una mano en el pecho con dramatismo.
Justo cuando iba a contestarle el Dj anunció que era hora de cerrar el local, se encendieron las luces y me giré hacia Alice.
-Ya vámonos- le dije sin despedirme del chico. Ella le dio una mirada coqueta al rubio, le dio un beso en la comisura de los labios y se bajó de un salto de la mesa.
-Era un bombón- dijo Alice una vez que estuvimos dentro del taxi.
-Sí, el chico era lindo- dije recordando al rubio.
-¿Te dio su número?
-¿A mí?
-Ni modo que a mí.
-Alice… ¿de quién hablas?
-Del tipo con el que bailaste- solté una carcajada -¿Qué?
-Yo hablaba del rubio.
-Ah, Jasper.
-¿Jasper?
-Sí, la verdad es que es un encanto. Pero es mío, lo siento… llegaste tarde- alcé las manos en señal de rendición y nos reímos. Esa noche nos acostamos hasta tarde hablando de lo bien que nos había ido sobre el escenario y de los chicos con los que habíamos bailado.
Cada que el trabajo me dejaba tiempo libre me unía a los ensayos de Alice para prepararme y me presentaba junto con ella en escenarios pequeños, claro, cada que tenía oportunidad. Había “crecido” y disfrutaba de las fiestas, pero no como antes.
Un fin de semana Alice nos invitó a Ale y a mí a un lugar en el que se iba a presentar. “Casualmente” el chico rubio que se llamaba Jasper apareció en el lugar, mi hermana se reunió ahí con su novio y yo… bueno, yo intenté entretenerme en algo más. Jasper dijo que esperaba a uno de sus amigos, supuse que su plan era que hiciéramos tres parejas, la verdad no me importaba.
Me alejé de ellos y me dediqué a saciar mi intensa sed con un par de cocteles. Cuando iba por el tercer trago decidí que era tiempo de volver con mis amigos. Di un par de pasos y un chico alto chocó conmigo, tirando mi bebida y empapando su camisa.
-Lo siento- dijo apenado. En cuando habló mi protesta quedó en la nada al reconocer la voz, alzó la vista y me miró sorprendido –Sangrona- dijo seguro de lo que decía.
-Arrogante- sonrió cuando escuchó su apodo -¿Qué haces aquí?- le pregunté.
-Divirtiéndome- dijo como si fuera obvio y puse los ojos en blanco –Quedé de verme con mi amigo: Jasper- dijo sincero.
-¿Jasper?
-Sí: Jasper. ¿Lo conoces?- miré hacia el lugar en donde lo había visto la ultima vez y la escena que me encontré hizo que me sorprendiera.
-¿Es ese que se está comiendo a mi amiga?- dije apuntando hacia el lugar. Alice y Jasper se estaban, prácticamente, tragando con la boca. El chico se giró y soltó una carcajada.
-Bien… me dijo que le había gustado- dijo como recordando algo.
-¿Qué?
-Nada- dijo restándole importancia -¿Te invito algo? Te debo una bebida- dijo apuntando su camisa.
-OK- dije sonriéndole levemente.
Nos sentamos en la barra a tomar un trago mientras platicábamos. Me sorprendí al darme cuenta de que el chico no era tan desagradable como lo recordaba, en realidad era agradable y lindo, muy lindo.
-Después de todo, no eres tan sangrona, Isabella- ese comentario me hizo reír.
-Sí que eres cómico- dije entre risas –Disculpa… ¿cómo dijiste que te llamas?
-Yo soy…
-¡Bella!- dijo Alice apareciendo entre la gente.
-Hola, Alice- dije volteándola a ver.
-¡Hey, chico! ¿Por qué no contestas tu celular?, tenemos rato buscándote.
-¿En serio?- dijo mi acompañante sacando su aparato celular. Yo eché una mirada al mío, ¿cómo era posible que fuera tan tarde? ¡No me di cuenta!
-Sí, en serio. Necesito tu ayuda- dijo Alice.
-¿Con qué?- contestó él. Detrás de Alice aparecieron Alex, mi cuñado y… ¿Rosalie?
-¡Rose! ¿Qué haces aquí?- dije bajándome del banco de un salto para saludarla.
-Llegué con Emmett hace un rato para ver a Alice. Pero luego el amigo de Alice se puso pesado y…
-¿Jasper?- preguntó el chico que estaba a mi lado.
-Sí- contestó Alice –El tonto aceptó un “concurso de shots” contra Emmett y… ¿adivina quién perdió?
Él se echó a reír a carcajada suelta. Volteé a verlo sumamente sorprendida, su risa me parecía hermosa y muy atractiva. Me estremecí un poco y alcé la vista en otra dirección. Entre la gente apareció Emmett, el cuñado de Alice; arrastrando a Jasper de un ala, totalmente ebrio. Su aspecto era cómico.
-¡Amigo! ¡Compadre!- gritó con voz pastosa al chico.
-¡Jasper!- contestó con fingido entusiasmo. Pasó del brazo de Emmett a los del chico, lo abrazó por los hombros y se le quedó viendo raro -¿Qué?
-Yo…-dijo volteándonos a ver -¡Amigos! Yo… yo quiero mucho a este hombre- dijo haciendo un puchero. Me mordí los labios para no soltarme riendo.
-¡Jasper, cierra el pico!- recriminó el chico -¡Si no sabes beber… ¿Para qué demonios lo haces?!
-Es… mi mejor amigo, ¡qué digo amigo! Es como mi hermano, ¡qué digo hermano! Es como mí…
-¡Jasper! ¡Demonios! ¡Eres patético!
-Te quiero, viejo- dicho eso dejó un sonoro y baboso beso en su mejilla –Te amo, hermano.
-¡Jasper!- chilló Alice –Me pondré celosa- advirtió y Jazz comenzó a negar con la cabeza y con un dedo.
-Me gustas tú, tú y tú- dijo apuntando hacia Alice y a sus flancos. El “novio” de mi amiga estaba hecho una piltrafa, y una muy cómica.
-Es mejor que lo me lo lleve- dijo el chico.
-Sí, ya vámonos- dijo mi hermana. Todos la apoyamos, ya era muy tarde y nos sentíamos cansados.
-Te ayudo- le ofrecí al chico. Pasé el brazo de Jasper por mi hombro y lo ayudamos a arrastrarse hacia el estacionamiento.
En el trayecto no dejó de decir idioteces con respecto a su amigo y a mí, haciéndome reír a carcajada limpia. Para cuando el chico metió a Jasper en el asiento del copiloto de un precioso volvo plateado, ya estaba roncando.
-¡Bella!- gritó mi hermana alzando una mano, al otro lado del estacionamiento.
-Ya me voy- dije caminando entre el estrecho espacio que quedaba entre el volvo y otro coche.
-Espera- dijo el chico abrazándome por la espalda, me dejó paralizada –Hasta pronto, bella Bella- dijo con voz aterciopelada en mi oído, luego posó sus labios en mi cuello y dejó un sensual beso que me hizo erizar la piel.
Cuando me soltó sonreí como tonta y caminé acompasadamente en dirección a mi hermana. Escuché cuando cerró la puerta de su coche y arrancó el motor. Llegué al coche de mi cuñado y abrí la puerta trasera para entrar. Mi hermana me esperaba de pie a un lado de la puerta del copiloto.
-¿Qué pasó allá? ¿Eh?- dijo viendo a mis espaldas -¿Por qué el sonrojo?- dijo cuando entramos al auto.
-Sí, ¿por qué el sonrojo?- dijo Alice haciéndome saltar en mi asiento y pegar un grito.
-¡Por Dios, Alice! ¿Qué haces aquí?- dije jadeando y deteniéndome el pecho.
-Me voy a quedar en tu casa. Pero si no quieres…
-Claro que quiero, tonta. Hace mucho que no te quedas. Es sólo que me asustaste.
-Mas te vale- dijo y luego se inclinó hacia enfrente para hablar con Ale -¿Qué tal lo hice?
-Fenomenal, Alice. Te luciste en el escenario- me quedé muda, había estado tan entretenida con el chico misterio que ni cuenta me di cuando Alice hizo su aparición en el escenario.
-Gracias, Ale. Y lo sé- dijo mi amiga dirigiéndose a mi –No tienes ni idea.
-Lo siento- dije apenada.
-No te preocupes. Estabas ocupada- me guiñó un ojo y continuó interrogando a mi hermana sobre su presentación.
Alice, mi hermana y yo recordamos viejos tiempos con nuestra “pijamada” improvisada. Fue una noche fenomenal.
Las fiestas decembrinas pasadas mamá nos había presentado a su novio, el señor Carlisle Cullen. Lo veíamos seguido, Ale y yo nos llevamos de maravilla con él. Bueno, al principio mi hermana se mostró un tanto reticente a que mi madre hiciera de nuevo su vida; a mí me parecía lo de más hermoso y encantador. Reneé lo merecía. Un buen día nos anunciaron la formalización de su relación, los dos estaban seguros de su noviazgo, pero no mucho de una boda, por lo que decidieron vivir juntos. Carlisle nos dijo que tendría que presentarnos a su hijo Edward ya que formaríamos una familia.
Para mi gusto pareceríamos los locos Adams o algo por el estilo. Pero conservar las formalidades era importante, nos daba un sentido más humano y civilizado. Carlisle, Reneé, Alex y yo nos preparamos para hacer una deliciosa “cena familiar”, por fin conoceríamos al famoso y agraciado Edward. Cuando estábamos por terminar a Alex se le ocurrió la genial idea de salir a compara pastel. Nos sentamos en la sala a esperarlos con una copa de vino en la mano. Poco tiempo después sonó el timbre, mi mamá, que por cierto ya conocía al misterioso chico; fue a recibirlo.
-¡Edward! Pasa, hijo- dijo entusiasta. Él murmuró algo y escuché sus pasos por el pasillo, justo detrás de mí.
-¡Edward!- saludó Carlisle y se puso de pie. Di un sorbo a mi copa, mi plan era ponerme de pie y saludar después de Carlisle.
-Hola, papá- me ahogué al escuchar su voz, mi mamá llegó rápidamente a mi lado y palmeó mi espalda.
-Hija… ¿estás bien?- preguntó Reneé y asentí mientras tosía enérgicamente.
-Sí- dije sofocadamente. Edward volteó a verme y abrió la boca sorprendido –Arrogante- murmuré viéndolo a través de mis pestañas.
-Sangrona- dijo sonriendo.
-¿Se… conocen?- preguntó mi mamá confundida.
-Sí- dije poniéndome de pie –Hemos coincidido en un par de fiestas.
-Así es- afirmó el chico que ahora tenía nombre –Ven acá- dijo abriendo sus brazos. Sin siquiera pensarlo me lancé al encuentro de su abrazo, me elevó levemente del suelo y me estrechó con fuerza. -¡Hermanita!- dijo emocionado y no supe por qué, pero sentí nostalgia al escucharlo decir eso.
-Sí, claro- dije con un tono raro de voz.
-¡Son tan lindos!- dijo mi mamá.
Le dimos una copa a Edward y nos sentamos de nuevo en la sala. Mamá y Carlisle estaban en un sofá, yo estaba en un sillón individual y Edward en el descansa brazos de mi sillón. Entablamos una plática amena y trivial. El teléfono celular de Edward sonó y me pareció un lindo gesto que no se levantara para salir a contestar.
-Disculpen- dijo y atendió su llamada –Sí, claro. Está bien, te espero. OK. Adiós- murmuró y colgó.
-¿Todo bien?- preguntó su papá desinteresadamente.
-Sí. Papá… espero que no te moleste que haya invitado a Irina.
-¿Irina? ¿La invitaste o se invitó sola?
-Se invitó- admitió apenado.
-Hijo, ella es una chica linda pero…
-¿Pero?
-No sé… no es para ti. Preferiría que eligieras a alguien más del estilo de Bella.
-Papá- regañó Edward. No me atreví a verlo, pero sentí que mi rostro enrojecía.
Un momento, ¿Edward tenía novia? Entonces… ¿qué demonios había pasado en el estacionamiento la otra noche? El ardor de mis mejillas ya no era de vergüenza, ahora era de coraje. Ale llegó poco tiempo después y casi pisándole los talones la tal Irina.
La chica era rubia, muy esbelta, curvilínea, rostro angelical y delicado, facciones adorables y linda sonrisa. Al parecer era simpática, pero no me dediqué a prestarle mucha atención, pasé la velada ignorándola olímpicamente. Detestaba las miradas cómplices con Edward y las risitas tontas que de repente les daba… ¡puaj! Eran un par de insoportables y arrogantes… tal para cual. Cuando la tipa se despidió y se largo de mi casa, me cansé de escuchar los elogios de mi madre y hermana hacia ella, me levanté sin decir una palabra y subí a mi habitación.
Entré al baño y me preparé para dormir, cuando estaba por meterme a la cama, una voz que procedía del sillón que tenía en una esquina me hizo dar un salto.
-Buenas noches- dijo Edward con voz ronca.
-¿¡Qué haces aquí!?
-Shhh, nos van a oír.
-¿Nos? Tú sí que estás loco. ¡Largo de aquí!- me recorrió con la mirada y me estremecí levemente.
-Luces encantadora- dijo apreciando mi atuendo. Había elegido una pijama fresca de short y camiseta de tirantes, esa noche pintaba para ser muy calurosa.
-Edward… largo.
-Sólo quiero saber por qué estás molesta conmigo.
-¿Invadir mi habitación te parece poco?
-Que invadiera tu espacio personal no te molestó la otra noche…
-Cállate y vete de una buena vez.
-En serio… ¿qué tienes, bella Bella? ¿Hice algo?
-Me voy a enojar en serio si no te largas.
-¿Hice algo en la cena?
-Edward…
-Dime.
-Vete.
-No seas sangrona, bella Bella.
-Deja de decirme bella y vete… o voy a gritar.
-Está bien, sin amenazas- alzó ambas manos y caminó hacia mí. Me quedé petrificada en mi lugar –Que tengas dulces sueños, bella Bella- dijo bajito, en una endemoniadamente sexy voz ronca.
En un movimiento rápido y sorpresivo, rodeó mi cintura con una de sus fuertes manos para jalarme hacia él y dejar un beso fugaz en mis labios. Después de eso salió disparado como una bala.
-¡Idiota!- grité. No me importó mucho haberme lastimado la garganta, pero con ese grito saqué todo lo que había guardado durante la noche.
Me acosté totalmente perturbada, inconscientemente pasé mis dedos por mis labios, recordando la sensación electrizante de los labios de Edward sobre los míos, caí profundamente dormida después de mucho rato de cavilaciones. Desde de ese día en adelante, vimos a Edward más seguido, rondando la casa.
Carlisle y Reneé pronto estarían juntos, Ale y yo preferíamos dejarla hacer su nueva vida sola. Mi hermana tenía tiempo planeando comprar una casa junto con su novio, ya era definitivo que se casarían en uno o dos años. De igual forma, Carlisle nos regaló a Edward, Alex y a mí la casa de la que me había enamorado un par de años atrás; un día que iba a la universidad por un camino alterno.
La casa estaba situada en una de las zonas elite de la ciudad. Era amplia, de dos pisos, con un patio enorme. Simplemente, la casa de mis sueños, lo único que me fastidiaba un poco era la idea de tener que compartirla con Edward. Todos nos mudamos simultáneamente. Para mi suerte el horario de mi trabajo hacía que no coincidiera con Edward, convivíamos poco y la comunicación era elemental. En cierto punto de nuestra relación como “hermanos”, me di cuenta de que él trataba de acercarse más; pero entre más lo intentaba, yo me alejaba: lo dejaba con la palabra en la boca o simplemente me iba.
Un día Alice llegó a invitarnos a una de sus presentaciones. Era un show importante, en un lugar con mucha gente. Sin dudarlo le dije que iría, pero para mi mala suerte Edward aceptó la invitación al unísono. Mi amiga intentó encontrar algo que no había entre Edward y yo, también nos cuestionó sobre por qué siempre lucíamos tan molestos e intentó que nos “reconciliáramos”, sin éxito.
Un par de días antes de la súper presentación de Alice recibí la estupenda llamada de Jacob, ¡vendría a la ciudad! Aproveché la ocasión y lo invité a ir conmigo. Edward, ni tarde ni perezoso, invitó a su amiguita Irina para que fuera su pareja en la noche de Alice. A partir de que nos enteramos de nuestras respectivas citas, nuestra actitud fue más cortante y distante. Justo dos días antes del evento, mi hermana nos invitó a Edward y a mí a una cena-baile familiar que darían sus suegros en un pueblo cerca de la ciudad, como a dos horas en carretera.
Mi hermana pasó por mí desde temprano para ayudar a sus suegros con los preparativos. Después de medio día me dediqué a alistarme, me puse unos jeans ajustados a la cadera, una blusa de tirantes que me hacía ver estilizada, unos preciosos y altos zapatos causales, el cabello suelto en ondas hasta la cintura, maquillaje ligero y los ojos difuminados y negros. Cuando salí al jardín que habían dispuesto para la reunión me llevé una gran sorpresa al encontrarme con Edward encaramado en una escalera y colgando una guía de luces.
-¿A qué hora llegaste?- pregunté despectiva.
-Hace un par de horas-dijo sin voltear a verme.
-Ah- dije y di media vuelta. Escuché un chiflido -¿Perdón?
-Bella… luces…
-Sí, termina de ponerlas.
-No es que… tú…
-¿Qué quieres, Edward?- pregunté con fastidio.
-Te ves muy bien.
-Gracias- dije restándole importancia y di media vuelta. Escuché un ruido metálico y un quejido. Volteé y vi a Edward acostado en el piso y la escalera tirada a un lado de él -¡Edward!- corrí hasta llegar a su lado, para cuando estuve con él ya se había parado.
-Estoy bien- aseguró.
-¿Seguro?
-Sí.
-Ok- musité no muy convencida –Iré a ayudar a Alex en la cocina- dije con precaución y me fui.
La comida pasó entre bromas de todo tipo, música agradable y una convivencia muy buena. De vez en cuando sentía una mirada clavada sobre mí y de soslayo podía ver los ojos verdes de Edward sobre mí. Eso se estaba volviendo de lo más incómodo. Al rato Rick, mi cuñado, y mi hermana se sentaron conmigo para hablar un poco de los planes de su boda. Me disculpé con ellos y me dirigí hacia el baño, cuando estaba por entrar a la casa escuché la voz de Edward.
-Claro, no hay ningún problema- me di cuenta de que hablaba por teléfono –Sí, Irina, por supuesto que te acompañaré hoy en la noche a donde tú quieras- ¿¡Qué!? ¿¡Edward tendría una cita con la estúpida esa!?
No aguanté más, no quise seguir escuchando las tonterías que hablaba con ella. Entré a la casa, pasé a su lado, le di un golpe con mi hombro haciendo que su teléfono saliera disparado de sus manos y se estrellara en el piso.
-¡Bella!- regañó, haciendo que enfureciera.
-¡Quítate de en medio!- dije y caminé directo al baño.
Cuando estuve de nuevo en el jardín me encontraba ansiosa, vi a unos primos de Rick reunidos, un poco alejados de los demás y me acerqué a ellos.
-Hola- saludé lo más encantadora que pude.
-Hola- dijo uno de ellos, evaluándome con la mirada.
-¿Tienes un cigarro que me regales?- dije abriendo los ojos y mordiendo mi labio inferior.
-Por supuesto- dijo precipitadamente, me ofreció un cigarro y fuego.
-Gracias- le sonreí y me alejé de ellos para poder terminármelo.
-¿Bella?- suspiré al escuchar esa voz y me giré lentamente.
-¿Ahora qué quieres?- dije con fastidio.
-¿Qué demonios crees que estás haciendo?- dijo Edward, viendo fijamente lo que tenía entre los dedos.
-¿Te molesta?- dije llevándomelo a la boca para darle una calada.
-Sí- dijo acortando la distancia entre nosotros.
-¿Qué te pasa?- dije intentando alejarme.
-Dame eso- demandó. Me quitó el cigarro y lo apagó con su zapato. Lo miré furiosa y él retador. Bufé y me alejé de él a zancadas.
Casi al atardecer pusieron música más animada, había algunos bailando, otros platicando, o como yo… sólo viendo. Después de un rato me di cuenta de que la música invitaba a ser bailada hasta no poder más, así que me puse de pie y bailé como loca con mi hermana y mi cuñado. Edward había desaparecido, lo más probable es que estuviera en otra parte o que ya se hubiera ido para… preferí no pensar en ello y disfrutar de la compañía. Cuando me cansé, me senté en el lugar que anteriormente había ocupado. Sin saber el motivo, busqué a Edward con la mirada… pero no lo encontré y ardí de coraje. ¡De seguro se había largado con su “amiguita”!
No pasó mucho tiempo cuando comenzaron a escucharse las primeras notas de “Smooth criminal”, seguidas de una bulla y aplausos. Dirigí la mirada hacia ese lugar y me quedé sin aliento, Edward se ponía de pie bailando al más puro estilo de Michael Jackson, dio una vuelta y una patada en el aire justo cuando la melodía se convirtió en “The way you make me feel”. Jamás había visto a Edward bailar así, sabía de sus buenos pasos en la pista pero nunca igualando ese tipo de baile. Sus ojos verdes, intensos y penetrantes se fijaron en mí, sólo en mí. Despacio y continuando con su imitación de baile se fue acercando. Me perdí en sus pasos, en su ardiente mirada, en cada golpe de cadera y sus sonrisas arrebatadoras que me paralizaban.
Sin poder evitarlo, tenía la boca abierta, sorprendida y encantada. Llegó hasta situarse justo frente a mí, sin dejar de mirarme continuó bailando para mí. En uno de sus movimientos, subió un pie a un lado de mi silla e hizo unos sensuales y sugerentes movimientos de cadera… apenas y fui consciente de los gritos y festejos que hicieron los demás por eso. Luego tomó mi mano, me invitó a ponerme de pie y siguió con su exhibición alrededor de mí. Cuando la canción terminó, él estaba situado justo frente a mí, con la respiración agitada y una mirada traviesa.
Parpadeé varias veces y caí en cuenta del lugar y las personas que nos rodeaban. Sentí cómo mis mejillas ardían por el sonrojo y fui a sentarme de nuevo.
-¿Qué te pareció?- preguntó Edward sentándose a un lado de mí.
-Lo…hiciste…muy bien.
-¿En serio?
-Sí… arrogante- rió maravillosamente, dejándome embobada por un rato. Luego me vio fijamente, suspiré y aparté la vista.
-¿Cómo regresarás a casa?- preguntó casualmente.
-Mañana temprano, con Alex.
-Ah- contestó restándole importancia. Luego caí en cuenta de que probablemente estuviera intentando zafarse de mí para poder irse con Irina. O peor aún, llevarla a casa… a mi casa. Más tarde, cuando recién oscureció Edward se puso de pie.
-¿Dónde están Rick y Alex? Quiero despedirme de ellos- dijo buscándolos.
-¿Ya te vas?- pregunté tontamente.
-Sí.
-No sé, hace rato que no los veo- dije con inocencia.
-Iré a buscarlos.
-Ok.
En cuanto se dio vuelta salí disparada al interior de la casa, busqué mis cosas y corrí al estacionamiento rogando por que el volvo aún estuviera ahí. Suspiré de alivio, acomodé mis cosas y me senté a todas mis anchas en el cofre del auto. Cuando Edward llegó se sorprendió de verme ahí.
-¿Bella? ¿Qué haces aquí? ¿No te irías con Alex?- dijo sumamente sorprendido. Sonreí interiormente por haberle echado a perder su plan.
-No. Cambio de último minuto- dije con inocencia fingida –O… no quieres llevarme…
-¡No! No es eso, es sólo que… pensé que te irías con tu hermana. Vámonos- dijo mientras tomaba mis cosas y las guardaba en la cajuela.
Me instalé en el asiento del copiloto, lo recliné, bajé la ventana y me quedé viendo hacia la oscuridad de la carretera. No dijimos nada por un buen rato, luego me sentí relajada por el viento que entraba veloz y me revolvía el cabello. Pasé mi mano izquierda por arriba de mi cabeza y la dejé descansar ahí, luego cerré los ojos hasta que me quedé medio dormida. Sentí cómo la mano que había subido resbalaba precipitadamente, antes de que me golpeara con algo… la mano de Edward sostenía la mía, medio dormida me acomodé en el asiento, sentí su mano aún sobre la mía y cuando él la retiraba levemente entrelacé nuestros dedos y me dejé caer en una ligera inconsciencia. Cuando las primeras luces de la ciudad me golpearon el rostro me removí incómoda, Edward apretó ligeramente mi mano y murmuró “ya casi llegamos”.
No sé si lo imaginé, lo soñé o en realidad pasó; pero sentí el suave tacto de unos dedos acariciando mi mejilla. Estuve totalmente consiente, pero con los ojos aún cerrados, cuando escuché la voz de Edward afuera del auto.
-¿Irina?- dijo, respiré profundamente y continué haciendo como que dormía –No iré, tengo cosas más importantes qué hacer- dijo y poco después colgó su celular.
Mi corazón latió como loco, suprimí una sonrisa tonta que amenazaba con salir y me concentré en seguir con mi actuación. La puerta del auto se abrió, luego sentí desabrochado mi cinturón de seguridad y después los brazos de Edward a mi alrededor. Me acomodó con cuidado contra su pecho, yo pasé mis brazos su alrededor y hundí la cara en el hueco de su cuello. Cuando sentí que intentaba abrir la puerta me removí en sus brazos.
-Shhh, ya llegamos- me arrulló. Me cargó con un brazo por unos segundos y abrió la puerta de la casa.
Me llevó escaleras arriba, a mi habitación, me acomodó con cuidado en mi cama, me sacó los zapatos y me arropó. Estaba consciente de todo lo que él hacía, pero me sentía realmente agotada. Acomodó un mechón de mi cabello y sentí su aliento rozar levemente mi piel.
-¿Bella?
-¿Humm?
-¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
-No- susurré.
-¿No estás bien? o ¿no necesitas algo?
-Estoy bien, no necesito nada- murmuré.
-Buenas noches.
-¿Edward?- dije sin abrir los ojos.
-¿Sí?
-Gracias.
-Descansa, mi bella Bella- dejó un beso en mi frente y se fue, cerrando suavemente la puerta de mi recámara.
Me acomodé entre las mantas y me quedé totalmente dormida, con una sonrisa triunfal y muchos sentimientos encontrados.
El día de la presentación, cada uno se enclaustró en su habitación. Me di cuenta de que la tal Irina había llegado cuando salía de la ducha, sentí que me hirvió la sangre y me encerré en mi cuarto. Todo lo del día anterior parecía haber sido un bonito sueño.
Me había esmerado en arreglarme, usaba un entallado vestido negro, muy corto, en la espalda tenía encaje y un detalle en el busto que acentuaba el escote; usaba unos brillantes tacones plateados y accesorios a juego; mi melena estaba revuelta y alborotada entre varios rizos; el toque final lo daba mi mirada profunda, enmarcada con intensas sombras negras.
Caminé por el pasillo para ir hacia la cocina a esperar a que Jacob llegara por mí, ni de loca me sentaría en la sala junto con la estúpida de Irina. Justo cuando di vuelta en una esquina, la puerta de la habitación se abrió de golpe a mis espaldas, él tapó mi boca y me jaló de la cintura hacia adentro.
-Te voy a soltar si prometes no hacer un escándalo- dijo muy cerca de mi rostro. Aún no me había girado, por lo que no había visto su rostro. Asentí y rodé los ojos.
-¿Por qué me metes así a tu habitación?- pregunté con enfado.
-Porque si te lo hubiera pedido te hubieras negado.
-Por supuesto.
-Bella, ya estoy cansado- volteé mi rostro para evitar su cercanía, me tenía atrapada entre su cuerpo y la pared -¿Por qué te portas así conmigo? ¿Qué hice?
-Déjame ir, Edward.
-¿Qué fue lo de ayer? ¿Lo de anoche?
-No sé a qué te refieres- intenté hacerme la desinteresada.
-¿Porqué hoy todo vuelve a estar igual que antes y no mejor?
-Ya déjame.
-No, hasta que me digas qué demonios te hice. ¿Es que acaso merezco que me trates así?
-¡Ya!… déjame, Edward- dije retorciéndome para zafarme. Me alzó en brazos, nos dejó caer sobre la cama, conmigo debajo y yo solté un gritito -¡Edward! ¿Qué manera es esa de tratar a tu “hermanita”?- chillé sorprendida.
-Yo no te veo como una hermana- dijo viéndome intensamente. Este hombre quería matarme de un infarto.
-Edward, bájate. Déjame ir.
-¿No te cansas de ordenarme cosas con reproche? ¿Cómo si fuera niño chiquito?
-Entonces deja de comportarte como tal… y quítate de encima.
-Bella…
-Edward, se hará tarde. Jacob no debe tardar en llegar y… ¿tendrás esperando a tu noviecita?
-¡No me hables de ese idiota! Espera… ¿estás celosa?
-No. Suéltame ya, que quiero ir con Jacob.
-¿Es eso lo que quieres?- preguntó muy molesto.
-Sí.
-¿En serio, Bella?
-Sí. Suéltame- se quitó de golpe, me puse de pie rápidamente, acomodé la falda de mi vestido y di un paso hacia la puerta.
-¿En serio vas a ir con ese tarado?
-Deja de decirle así.
-¿Por qué lo defiendes tanto?
-Porque lo quiero y punto- vi cómo su rostro se tornaba más severo, me di media vuelta dispuesta a irme. Cuando alcé la mano para hacer girar la perilla, Edward me alzó con fuerza descomunal, me tiró sobre la cama y me puso de nuevo debajo de él -¡Eres un animal!
-Me enferma- dijo casi fuera de sí –No quiero que lo quieras a él. Quiero que me mires a mí… que me quieras a mí- dijo con enfado.
-Ed…- tardé demasiado en reaccionar, el aturdimiento de la caída y sus palabras era tal, que no preví sus intenciones.
Aprisionó mis labios entre los suyos con desespero. Sentí como si hubiera estado esperando mucho por ese beso, fue como si comenzara a derretirme y me escurriera entre sus dedos. Tomé puñados de su cabello para pegarlo más a mí, él acarició mi rostro con manos ansiosas y enredé mis piernas a su alrededor. Glorioso, simplemente espectacular. Jamás pensé que un simple beso de Edward me hiciera tener tantas sensaciones al mismo tiempo. Descendió sus besos hasta torturar mi cuello, parecía estar disfrutando de devorar mi piel.
-E…Edward…- llamé entrecortadamente.
-¿Humm?
-Alice- susurré.
-¿Podemos quedarnos?- negué con mucho esfuerzo.
-Jacob va a venir- dije y se detuvo de repente –Irina está abajo.
-Tienes razón- dijo incorporándose un poco. Estuvimos a punto de perder la cabeza por un momento.
-Perdimos el control- le dije.
-Ajá- dijo él con la misma respiración errática que yo –Bella, quiero ir contigo- dijo como niño pequeño.
-No podemos cancelarles así. Sería muy grosero- dije y él hizo un puchero irresistible –Pero… estando allá podemos “perdernos” entre tanta gente- dije inquisidora. Edward me sonrió de una manera tan hermosa, que juro haber estado a punto de perder el aliento.
-Nos vemos más tarde- susurró para después besarme de nuevo, pero esta vez más suave.
Salió de la habitación, dejándome encantada, embobada y absolutamente absorta de cualquier cosa que no fuera él. Mis ojos se cegaron con su brillo, era como si hubiera estado a oscuras… hasta ese momento.
-¡Llegó Jake!- escuché desde la planta baja, ¿en serio ÉL había dicho eso? ¿Edward lo había llamado “Jake”?
Acomodé lo mejor que pude mi aspecto y bajé al encuentro con mi amigo con una enorme sonrisa en los labios. De inmediato, Jacob se dio cuenta de mi estado de ánimo y no tardó en cuestionarme. Le conté todo y no dejó de insinuar e incentivarme para que tomara en serio a Edward.
En la fiesta, Jacob me ayudó quitándole a Irina de encima. Más tarde “casualmente” Edward y yo chocamos entre la gente, no nos quedó otro remedio más que quedarnos juntos. Bailamos varias baladas muy cerca el uno del otro y sonrientes. Alice nos dedicó una canción de lo más cursi, su dedicatoria fue: “Para las parejas de tortolitos que ésta noche me acompañan”.
-¿Cómo la estás pasando?- susurró.
-Fenomenal. Un chico arrogante me ha entretenido casi toda la noche.
-¿En serio?- asentí –Pues yo he tratado de llamar la atención de una bellísima mujer.
-¿De veras?
-Sí- dijo y luego pegó su rostro al mío –Pero es una sangrona- susurró en mi oído.
-Qué lástima, pobre de ti- dije en tono fingido.
-Sí. He intentado toda la noche que me diga que sí quiere ser mi novia… pero no me ha contestado- me tensé en ese instante y no sé por qué, pero fui consciente de que teníamos aproximadamente tres meses viviendo juntos –Bella- dijo separándose de mí para verme a los ojos -¿Quieres ser mi novia?- mi corazón revoloteó y sonreí abiertamente.
-Déjame pensarlo, ¿sí?- él asintió mirándome fijamente, hice un mohín y volteé hacia un lado –Sí quiero- dije dándole un leve beso.
Me atrajo a él en un abrazo y nos volvimos un par de cursis enamorados. Cuando nos reunimos con los demás, nos felicitaron y nos dieron sus mejores deseos. Cada uno fue a su casa y quedamos de vernos después. Esa noche Edward se quedó en mi recámara y a partir de entonces nos turnábamos de habitación para dormir.
Con él todo iba en calma, parecía adivinar cada pensamiento y cada necesidad. A pesar de ser adultos, nuestro romance era muy inocente. No habíamos pasado de los besos, las caricias y las sugestiones… con Edward el mundo iba a nuestro ritmo, a mi compás.
Mi cumpleaños veintitrés lo festejamos en una de las presentaciones de Alice. Todos nuestros amigos y conocidos estuvieron invitados. La estábamos pasando fenomenal, ni Edward ni Jake habían hecho su aparición y eso no impidió que la fiesta siguiera. Más de uno me regaló un shot sorpresa, en el que me hacían beber un caballito de algo preparado mientras me sacudían la cabeza; y otros tantos me regalaron un “metro”, que era un pequeño tanque con una bebida que debía tomar a través de una especie de manguera con una “llave” al final.
La verdad, estaba medio ebria cuando llegó Jake. Me dijo que sólo se quedaría un rato, porque tenía una cita especial, lo felicité y bailé un par de canciones con él.
-Bueno, es hora de irme- dijo.
-Cuídate- dije entusiasmada.
Me acerqué a él para darle un beso en la mejilla, pero trastabillé con algo invisible, haciendo que mi cabello se alborotara y cubriera nuestros rostros. Reí con ganas cuando comenzó a separarse.
-¡Isabella!- la voz furiosa de Edward hizo que me paralizara en mi lugar.
-¡Hey, no le hables así!- recriminó Jake.
-¿¡Tú quién demonios te crees!?- espetó Edward furioso.
-Chicos…- dije poniendo una mano en el pecho de cada uno.
-¡No le hables en ese tono!- dijo Jake.
-¡Y tú quítale las garras de encima!- Edward estaba rojo de coraje. Me sentía dividida en dos.
-¡Paren!- les dije.
-¡Suéltala!- ordenó Edward.
-Y si no… ¿qué?- se acercaron hasta que mis brazos se doblaron, me aplastaban más cada vez.
-¡Ya basta! ¡Mátense si quieren! ¡Yo me largo!- dije quitándome de en medio.
-Bella…- llamó Jacob.
-¿¡Qué!?
-Recuerda que mañana vamos con Deb- suspiré y asentí.
Miré a mí alrededor y me di cuenta de que nadie se había percatado del incidente.
-Adiós- dijo Jacob dando media vuelta y yo seguí caminando.
-Bella, espera- me llamó Edward, pero no me detuve –Espera- dijo alcanzándome por un brazo.
-¿Qué quieres, Edward?- dije con cansancio.
-¿Quién es Deb?- preguntó curioso, suspiré.
-Vámonos de aquí- dije tomándolo de la mano.
Nos subimos al volvo, estuvimos en silencio por algunos minutos… hasta que el silencio me mató y comencé a hablar.
-Pasó hace dos años- susurré.
-¿Qué?- dijo Edward girándose hacia mí prestándome atención.
-Fue hace dos años.
-¿Qué pasó hace dos años?- preguntó interesado y tomó mis manos entre las suyas. Sentía que el alcohol me tenía un poco menos atontada, pero desinhibida, por lo que dejé que mi llanto le agregara dramatismo al momento.
-La perdí.
-¿A quién?
-Mi hija- dije sintiendo un extraño apretón en el pecho.
-¿Tú… tuviste una hija?- asentí -¿Qué pasó?
-No sé. Nueve meses fue miel sobre hojuelas y de repente… ¡Puf! Todo se complicó, salió mal y el trece de julio, exactamente dos meses antes de mi cumpleaños… se fue.
-Bella…-dijo apremiante, acercándose a mí para darme un abrazo.
-Yo le pedí que de regalo de cumpleaños estuviera en casa, conmigo. Se lo rogué, Edward. Yo se lo rogué- dije envuelta en un llanto doloroso. Uno que había guardado con recelo, uno que tenía presa mi alma desde hacía mucho tiempo.
-Y… ¿el papá? ¿Quién es el padre de tu hija?
-Jacob.
-Eso explica que sea tan celoso contigo… ¿lo amas?- lo miré como si hubiera enloquecido –Bueno… ¿lo amaste?- negué.
-Claro que lo quise, pero nunca sentí más que eso. Débanhi fue producto de una noche alocada de fiesta y alcohol- admití con un poco de vergüenza. Acaricié su rostro y me sonrió.
-¿Qué piensas?- le pregunté.
-¿Me llevarás algún día a conocerla?- le sonreí.
-Cuando quieras- se acercó y me besó delicadamente.
Nos quedamos un rato en su auto, nos pasamos a la parte trasera, encendimos la radio y Edward dejó que desahogara mis penas con él. Me sentí realmente afortunada de tener a una persona tan maravillosa a mi lado, alguien que trataba de comprenderme, que me quería y que era sólo mía. Edward era mío, era perfecto para mi alma rota y desgastada, perfecto.
De las bocinas comenzaron a salir las notas de la canción “Fix you” de Coldplay. En ese momento, Edward me pegó a su cuerpo, me rodeó con sus brazos, puso mis piernas sobre las suyas y me acunó como si fuera una niña pequeña. Él cantó con tal devoción que hizo estremecer hasta la más infinitesimal célula de mi ser, lloré de puro agradecimiento mientras acariciaba su rostro y besaba sus labios de vez en cuando.
Después del hermoso momento, nos quedamos abrazados unos minutos más. Disfrutando de tenernos y de estar entre nuestros brazos.
-¿Vamos a casa? Quiero que veas algo- dijo inquisidoramente.
-¿Qué tramas?- dije entrecerrando los ojos.
-Acompáñame… ¿sí?- pidió con una voz melosa imposible de resistir.
-OK, confío en ti.
Para cuando íbamos a mitad del camino ya me sentía despabilada por completo. La verdad, estaba algo impaciente, ¿qué se le habría ocurrido? Aún era mi cumpleaños, ¿no?
Cuando llegamos, como siempre, me abrió la puerta del coche y me tomó de la mano para impedir que intentara cualquier otra cosa. Cuando entramos me hizo girar sobre mi eje y me tapó los ojos con una venda de satín.
-Espera un momento, no hagas trampa- dijo en mi oído.
Después de un par de minutos sentí un aroma cálido y dulce. El ambiente se volvió un poco más caliente, como si hubiera encendido una especie de calefacción. Edward regresó a mi lado para quitarme la venda. A decir verdad, me hubiera aventurado a tientas buscándolo, pero temí caerme o tropezar con algo.
-Feliz cumpleaños- dijo él con voz ronca en mi oído para luego besar tortuosamente mi cuello.
Desde la sala hasta la habitación principal había un camino de velas rosas, blancas y amarillas; pétalos de flores y pequeños letreros que decían “te amo” o “feliz cumpleaños”. A un lado de la cama estaba un gran arreglo de flores con un enorme globo rojo en forma de corazón y un “te amo” impreso al centro y también había un precioso oso de peluche, café claro.
-Te amo- susurró aún pegado a mi espalda. Experimenté un hermoso y fuerte sentimiento; no podía reprimirlo más ni podía engañarme.
-Te amo- dije con convicción, me giré y me enganché a su mirada color esmeralda –Te amo- repetí y él sonrió encantado.
Se dedicó a besarme y consentirme con ternura. Me desnudó para él, me recostó en la cama y recorrió mi piel con sus dedos. Había algo que no estaba funcionando, no era él, no eran sus manos, ni eran sus besos... era yo. Me sentía insegura, y mucho. Tenía pena de que me viera así, la luz era tenue, pero no podía evitar sentir vergüenza. La última persona con la que había estado era Jacob, hacía mucho, mucho tiempo. De repente me giré, me cubrí como pude y escondí el rostro… demasiado avergonzada para dar la cara.
-¿Qué pasa? ¿Hice algo mal?- preguntó y negué.
-No. Tú eres perfecto, la del problema soy yo- quise decirle pero no encontré mi voz.
-Bella… mi amor. ¿Qué tienes?
-Soy… soy yo.
-¿Tú? Mi amor, eres…
-Fea- dije en medio de un puchero.
-¿Qué?
-Lo siento, Edward. No… me… siento segura.
-¿De ti?- asentí –Ven acá- dijo haciendo que me pusiera de pie
Edward me colocó frente al espejo de cuerpo completo de la habitación, no alcé la vista, en cambio giré el rostro, él se puso detrás de mí y tomó mis manos entre las suyas.
-Bella, mira- negué –Por favor, mira el reflejo- alcé la vista reticente -¿Qué ves? ¿Qué hay en el reflejo?
-Una mujer- farfullé.
-Sí, una mujer. Pero, ¿sabes qué veo yo?- moví la cabeza hacia los lados –Veo una mujer hermosa- tragué en seco y vi cómo mis mejillas se teñían de rosa –Mírate a detalle- susurró en mi oído.
Me inspeccioné de pies a cabeza y descubrí cómo había cambiado mi cuerpo. Mis piernas eran un poco más gruesas, mis tobillos lucían fuertes y no delgaduchos, mi cadera se había ensanchado, mi estómago estaba un poco más relleno pero aún conservaba acentuada la cintura, mis pechos estaban más grandes, mis hombros se habían hecho ligeramente más anchos y mis brazos fuertes pero a la vez delicados.
-Mi amor- murmuró con una hermosa voz ronca en mi oído –Estoy seguro que muchas mujeres matarían por tener esto…- dijo pasando mis manos por cada lado de la curva de mi cadera –… porque se les notara esto…- dijo subiendo mis manos hasta mi cintura –…y que pagan mucho dinero para tener unos como éstos- dijo subiendo hasta cubrir mis pechos con nuestras manos. Un suspiro salió de mis labios cuando apretó gentilmente y me besó en el cuello.
–También estoy seguro de que muchos hombres me envidian porque no pueden hacer esto…- me abrazó cálidamente hasta que mi espalda quedó totalmente pegada a su pecho desnudo -…ni esto.- dijo dándome vuelta para besarme sin compasión.
El beso era intenso y con una fuerza casi descomunal. Con tanto amor que debería estar prohibido y con tanta devoción que debería doler. Sus manos fuertes y amorosas no tardaron en codiciar mi piel. Me deleité con cada roce de sus dedos, le permití explorar hasta el más recóndito recoveco y dejé que me consintiera al compás de sus leves gemidos. Mis manos cobraron vida, pasaron de estar tocando su cuello a dejar un camino de caricias por su espalda y pecho. Sus labios pasearon por mi cuello y hombros; cuando su boca se dedicó a atender de nuevo a la mía, bajé mis caricias hasta que pude sentir la vibración de sus gemidos en mi boca. Con una agilidad y urgencia totalmente desconocidas para mi, desabroché su cinturón y bajé su cierre para dejarlo a la par, en condiciones iguales a las mías.
Edward fue muy gentil y amoroso conmigo; sentía que eso era demasiado, que yo no lo merecía. Su vaivén acompasado, sus manos en mi piel, sus labios susurrando las palabras más dulces y su mirada… era como si estuviera viendo lo más hermoso del mundo, como si no lo pudiera creer. No era una simple necesidad carnal, ni era sólo sexo, era algo más y él lo sabía: hacíamos el amor, Edward me hacía el amor. Hizo que despertaran en mí sensaciones que nunca imaginé, me hizo rozar la gloria con la punta de los dedos y logró que quisiera estar con él por el resto de mi existencia.
Sentía tanto amor por él que pensé que mi corazón explotaría entre una gran llamarada para caer dispuesto a sus manos, Edward podría hacer con él lo que quisiera. A partir de ese momento me entregaba en alma a él y sabía que le había entregado junto con mi alma el poder de elevarme o destruirme. Podía hacer lo que quisiera conmigo. Si decidía usarme y tirarme como un objeto viejo sufriría un gran dolor y sería infeliz por el resto de mi vida; en cambio, si se atrevía a amarme, con todo y mis piezas rotas, sería inmensamente feliz por siempre.
Después de experimentar el momento más hermoso a su lado, nos quedamos abrazados, juntos, con mis dedos haciendo figuras imaginarias en su pecho y los suyos en mi espalda.
-¿Bella?- susurró.
-¿Sí?
-Estoy pensando… algo…
-¿En serio?- dije sarcásticamente.
-Bella…- regañó y reí levemente.
-¿Qué piensas?
-Tal vez sea una locura.
-Si no me lo dices no sabré.
-Es que… me da la impresión de que sólo mereces lo mejor.
-¿Qué?- dije como si no lo hubiera escuchado bien, tomó mi rostro entre su mano cálida e hizo que lo mirara.
-Prometo que seré y haré lo mejor para ti. Eres una mujer excepcional, soy muy afortunado de tenerte. Bella… eres la mujer perfecta para mí.
Sus palabras me hicieron vibrar de pura emoción. Sólo pude abrazarlo como si fuera lo único que me detuviera de no estar a la deriva y besarlo con todo el agradecimiento que era capaz de sentir mi corazón. Lo amaba, en verdad lo amaba y haría todo lo posible por hacerlo feliz. Sabía que Edward lo merecía, los dos nos pertenecíamos y valía la pena luchar.
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Holaaaaaaaa!!!!
Qué tal con éste nuevo cap???
Me encantaría saber qué opinan!!! Me regalan un comentario?? o un votito??? *_*
Ya vamos a la mitad de ésta historia!! Nos quedan cuatro sabaditos más y uno extra para el epílogo!! waaahhhh!!!
Millones de gracias por leer mi última historia de éste periodo!!! *_* me encanta tenerl@s por acá!
°-° Dedicatoria especial para mi linda Martha!! y mi adorada primoooor!! Gracias!!
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