Me Alegro de que FUeras tu... (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 22/09/2010
Fecha Actualización: 23/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 17
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Capítulos: 30

Rosalie Hale debe engendrar un heredero, o se verá sometida a la peligrosa furia sin límites de su hermanastro, Royce King II,  quien sufre la pérdida de su mal habida riqueza. Y el magnífico Emmett MacCarty es la perfecta elección para concebir a su hijo aunque para ello haya que encarcelar y violar al elegante caballero... Mientras tanto, Rosalie, prometiéndose a sí misma resistir, es traicionada por la terrible virilidad de Warrick, y este queda a su vez embrujado por la voluptuosa belleza de la dama. Así, mientras él planea una venganza adecuada, esperando ansiosamente el tiempo en que su captora llegue a ser su cautiva... empezará a sufrir el terrible tormento y el exquisito éxtasis de esta pasión.

Venganzas, drama, complicidad, amistad, pasión y amor....

Esta es una adaptación de la novela romantica Esclava del deseo escrita por Johanna Lindsey....

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Capítulo 6: SOLO HAZLO

-Y ahora, lo sabes todo -dijo Rosalie con expresión deprimida, después de relatar a Esme la sórdida historia de la muerte de su esposo y el encuentro con el sustituto-, Y Royce habló muy en serio, esta vez lo dijo claramente. O me quedo embarazada, o matará a mi madre.

-Sí, no dudo de que hablaba en serio. Es un verdadero engendro del demonio -Esme suspiró-  Bien, imagino que tendrás que hacerlo. Rosalie se frotó las manos. -Lo sé, pero... ¿cómo?

Los ojos de Esme brillaron, los cerró un instante, y después volvió a abrirlos. Era evidente que sentía repugnancia.

-Realmente, soy muy estúpida. Olvidé que tú no puedes saberlo. Tu esposo habría tomado lo que deseaba, y tú te habrías limitado a permanecer acostada, sin hacer nada. Pero ahora tienes que hacerlo todo por ti misma, y ese muchacho que está acostado allí ni siquiera podrá dirigirte, pues esta amordazado. ¿Y dices que está de espaldas?

-Sí, acostado de espaldas, y dudo de que pueda moverse siquiera, tiene las caderas sujetas. Esme suspiró de nuevo.

-Trato de imaginarlo... Mira, nunca cabalgué sobre un hombre. No es natural.

-Royce seguramente piensa que no es difícil, si lo ha dejado maniatado de ese modo- respondió Rosalie

-No he dicho que sea imposible -observó Esme con expresión de desagrado.

Este era un tema para mozas de la cocina, no para su dama. Ahora tenía las mejillas tan sonrosadas como pálidas estaban las de Rosalie. Pero aquel canalla de Royce sin duda regresaría al alba para comprobar personalmente que se había ejecutado el acto, de modo que la situación no tenía remedio.

-Sí, está bien, ya lo tengo -continuó diciendo-. Te hablaré claro para terminar enseguida. Debes ponerte a horcajadas sobre sus caderas, introducir el miembro en tu cuerpo, y después cabalgar sobre él. Sentirás dolor hasta que se rompa tu virginidad, pero después no sufrirás mucho. Imagínate que estás montando tu caballo y que el animal avanza al trote. Tú saltas -no, no te sonrojes, le explicaba Esme- y te adaptas al movimiento apenas estás sentada en la montura. Recuerda que su miembro necesita el movimiento para entregar la semilla, y que tú debes aportar ese movimiento si él no puede. Solamente sentarte, una vez que lo has introducido totalmente, no es suficiente. ¿Crees que podrás hacerlo ahora? o ¿Necesitas que te explique algo más? -No, yo... no- respondió ella apunto de llorar.. Esme la abrazó.

-Preciosa, considera que esto es lo mismo que otra tarea cualquiera. Yo te daría otros consejos más fáciles, si él no fuese un extraño, y no estuviese destinado a serlo. Recuerda que eso es todo lo que es, y que nunca tendrás que volver a verlo una vez que empiece a formarse el niño, de modo que no merece que te sientas avergonzada.

Esa era la situación, pensó Rosalie mientras regresaba al cuartito, las mejillas teñidas por el rubor. El la miró apenas abrió la puerta, y la observó mientras se acercaba a la cama. Esta vez lo único que demostró fue un interés superficial, y por su parte Rosalie no reveló nada de sus propios y desordenados pensamientos.

¿Una tarea como otra cualquiera? Muy bien, se dijo Rosalie con una fuerza que renacía de ella. Manos a la obra.

Volvió la mirada hacia la cama, pues no deseaba mirarlo a os ojos mientras le explicaba aquellos hechos repugnantes.

-Debo concebir un hijo, y tengo que hacerlo inmediatamente. Te eligieron para ayudarme porque tus cabellos v ojos son iguales a los de mi esposo, ya que el niño debe tener el mismo aspecto que él. De manera que necesitamos unirnos esta noche, y la siguiente y todas las noches, hasta que tu semilla fructifique. Esto no me agrada más que a ti, pero no tengo alternativa... y tú tampoco.

Las cadenas del prisionero sonaron, pero ella no quiso mirar aquellos ojos expresivos. Con un gesto brusco, aferró la gruesa sábana que lo cubría y la arrojó al extremo de la cama desde donde cayó al suelo. Rosalie no la miró mientras caía. Como respondiendo a su propio impulso, sus ojos se vieron atraídos hacia la virilidad del hombre y Rosalie quedó asombrada ante sus proporciones. Sí, ésa era realmente el arma monstruosa de la cual había oído hablar. Ahora yacía suave y quieta en un lecho de rizos.

De la garganta del prisionero brotó un gruñido, que sobresaltó a Rosalie; los ojos de la joven se volvieron hacia la cara del prisionero. Tenía ojos expresivos, muy expresivos, y ahora prometían una dura venganza si ella no desistía. Rosalie retrocedió un paso, de pronto temerosa. ¡En el rostro del hombre se veía tanta furia!

Ella no había contado con eso. A la mayoría de los hombres no les hubiera importado lo que ella tenía que hacer. Iban dejando bastardos por todas partes, de modo que ¿qué les importaría uno más? No, aquélla era la actitud de los nobles, no de los siervos. Los siervos obtenían su placer donde podían -sólo que rara vez sabían si un niño les pertenecía o no, pues las doncellas con las cuales se divertían no eran constantes y además, los siervos tendían a casarse si los sorprendían.

¿Creía que tendría que casarse con Rosalie? ¿O se oponía al modo en que debían unirse, con ella encima, de modo que la mujer controlara la situación? Esme había dicho que era antinatural, y tal vez él pensaba lo mismo. Bien, Rosalie no podía evitarlo. No podía evitar nada de lo que estaba sucediendo.

-Lamento que te opongas, pero eso no cambia nada –dijo con el tono saturado de amargura-. Aun así debo hacerlo. Pero lo hare de prisa, de modo que esto no te moleste demasiado tiempo. Los ojos del prisionero la miraron hostiles, como si hubiese dicho algo increíblemente estúpido. Rosalie hubiera deseado que le fuese tan fácil interpretar lo que él pensaba. Hubiera deseado que él le facilitara las cosas, pero ¿por qué tenía que gruñir? Seguramente aquel hombre sentía que abusaban de él, lo mismo que sentía la propia Rosalie. Se negó a continuar mirándolo. Estaba dispuesta a terminar de una vez con todo el asunto.

Una vez decidido esto, trepó sobre el borde de la cama, pero ésta de pronto se agitó con tanta energía que Rosalie cayó hacia atrás y aterrizó en el suelo. Elevó los ojos al techo, tratando de recuperar el aliento que el golpe le había quitado, preguntándose qué sucedía. Pero entonces oyó un ruido de cadenas que se entrechocaban y comprendió... Rosalie se enfureció.

Quiso gritarle: ¡Maldito seas! Pero lo único que hizo fue incorporarse y mirarlo hostil. -Me uniré a ti. ¿Entiendes? ¡Es necesario!

Regresó a la cama, preparada esta vez para la reacción violenta, pero menos preparada para observarla realmente. El era un individuo agresivo, y a Rosalie le pareció terrible contemplar la energía que se manifestaba en sus saltos y contorsiones. El cuerpo masculino se tensaba más allá de lo concebible, y parecía agrandarse. Toda la cama saltaba y se movía sobre el piso. Rosalie perdió de nuevo el equilibrio, y comenzó a caer, pero se inclinó hacia él a tiempo, de modo que cayó cruzada sobre el cuerpo masculino y no al suelo.

El se aquietó instantáneamente. A Rosalie le preocupó la fusibilidad de haberlo lastimado, y elevó su propio cuerpo para mirar debajo. Pero su miembro viril estaba como antes, de modo que ella no podía decir si su vientre le había lastimado o no. Desde aquella posición vio la sangre que anchaba los tobillos del prisionero. Volvió los ojos hacia las muñecas, y allí también vio sangre sobre las muñecas. susurró entre dientes, ante esa prueba de su violencia.

-Eres estúpido. ¿Por qué sufres por algo que no puedes impedir?

Él contestó con otro gruñido. Mientras continuaba inmóvil ella pasó rápidamente una pierna sobre sus caderas para montarlo, y le dirigió una mirada de triunfó. Ahora si él reaccionaba, sus movimientos servirían a los propósitos de Rosalie. Pero no lo hizo. Se limitó a mirar a la joven con un expresión asesina en los ojos brillantes.

Emmett nunca se había sentido tan furioso en su vida Aquella muchacha se proponía robarle un hijo, ¡su hijo! Si lo lograba, la mataría. No, eso sería demasiado rápido. La obligaría a sufrir todas las torturas del infierno. Pero no podía tener éxito. Lo que aquella mujer quería hacer lo irritaba, pero también lo dejaba frío, y la estúpida hembra ni siquiera lo entendía. Por lo menos, eso era lo que sugería la mirada de triunfo que le había dirigido.

La vio levantarse el camisón lo indispensable para desnudar su piel tibia y aplicarla contra el cuerpo de Emmett. Por alguna perversa razón, se irritó todavía más al comprobar que Rosalie no pensaba desnudarse. Pretendía robarle el hijo, pero no estaba dispuesta a mostrarle su desnudez para lograrlo. Bueno, pronto comprobaría que estaba condenada al fracaso. Con ese propósito, cerró los ojos para evitar verla, para evitar la visión de aquel cuerpo demasiado hermoso.

El prisionero se alimentaba de su propia cólera. Hervía de rabia, y solamente deseaba poner la mano sobre el cuerpo de aquella mujer para golpearla hasta que perdiese la conciencia. ¡Que ella se atreviese a hacerle aquello! Recordó las palabras que antes le habían parecido una broma, a saber que no necesitaba ayuda para violarlo. Solamente por eso la despreciaba. Solamente por eso podía matarla, pero de todos modos ella se proponía robarle, robarle la carne de su carne. Esa sola intención sellaba su destino.

Pero era una estúpida si creía posible siquiera violar a un hombre. Si hubiese cerrado la boca y se hubiera limitado a ofrecerle su cuerpo, podía haber tenido lo que buscaba. El cuerpo de Emmett habría respondido instantáneamente a la invitación, como casi había hecho nada más verla. Pero ahora ni siquiera necesitaba esforzarse para permanecer imperturbable  bajo el cuerpo de Rosalie, pues la cólera asesina que sentía continuaba  impidiendo que manifestara el más mínimo interés por la carne tibia de la muchacha.

 Ella no se limitaba a sentarse sobre él y esperar el milagro. - Podía sentir los dedos de Rosañoe tocándolo de un modo tal como nunca había observado en las caricias de otras mujeres. Cuando comprendió que estaba tratando de introducir  en su propio cuerpo su miembro flácido, abrió incrédulo los ojos. Advirtió que los ojos de Rosalie estaban ahora cerrados. Se mordía el labio inferior y concentraba tan intensamente la atención en lo que hacía que sus rasgos parecían contraídos. Se estremeció cuando una de las uñas de aquella mujer lo arañó, pero comprendió que ella ni siquiera sabía que lo había hecho.

Se preguntó durante cuánto tiempo continuaría intentando lo imposible. No demasiado. Finalmente emitió un sollozo de frustración, y sin volver a mirarlo, abandonó su asiento y casi huyó de la habitación, derrotada.

Emmett experimentó una satisfacción tan intensa que casi deseó gritar. La había frustrado tan fácilmente, casi sin esforzarse. Había vencido. Ella había fracasado. La muchacha, no obstante, regresó.

Emmett no había pensado que pudiera hacer tal cosa. La cara de Rosalie estaba enrojecida, pero también exhibía una expresión tan decidida que él sintió los primeros espasmos. Lentamente se quitó la bata y la dejó caer al piso. Cuando se inclinó para recoger el ruedo de su camisón, él cerró con fuerza los ojos.

La voz de la muchacha le llegó suavemente. -Señor, puedes resistirte, pero una persona que sabe me ha dicho que de nada servirá.

El no habría respondido a eso, incluso de haber podido, Pero sintió deseos de degollar a quienquiera le hubiese infundido  el coraje necesario para intentarlo otra vez. Aguzó el oído para comprobar si se acercaba. La mano pequeña que le rozó el Pecho le dijo que estaba allí. -Seguramente has comprendido que soy virgen.

Escucho de su boca,  él no lo sabía, pero la palabra le produjo el efecto deseado, a pesar de que no la creyó. Pero también lo conmovió, la mano de la muchacha, que siguió un camino lento descendiendo por el pecho hasta el vientre. El esperaba que su propia cólera lo distrajera, pero en cambio fue la voz de Rosalie la que lo distrajo.

-Soy tan ignorante que ni siquiera supe que no estabas preparado para mí, que necesitabas que te diese cierto aliento Ni siquiera sabía que esa carne blanda que tienes aquí cambiaría y se convertiría en una cosa dura como el resto de tu cuerpo. -Lo tocó en el lugar Justo, mientras decía estas palabras-. Me pareció difícil creerlo, porque ya es bastante grande, pero Esme me aseguró que así son las cosas. Tengo mucho interés por ver yo misma ese acontecimiento tan extraño.

¿Sabía que sus palabras eran tan excitantes como el contacto? ¡Maldita la muchacha, y maldito quien la había aconsejado! La frente se le cubrió de sudor. No sucumbiría a aquella seducción.

-Voy a besarte y... a lamerte por todas partes, incluso como último recurso... allí. Esme dijo que tendrías que estar muerto para no reaccionar cuando te bese allí.

Pero él ya estaba reaccionando. Su mente expresó a gritos la cólera que sentía, pero su carne lo traicionaba vilmente, como si tuviera voluntad propia, y se sintiera seducido por la promesa de Rosalie. Tensó el cuerpo para destruir las ataduras. Se retorció, tratando de apartar la mano de ella Pero la mujer permaneció al lado de la cama, imperturbable ante la agitación del hombre, los dedos de la delicada mano cerrados alrededor de él, sosteniéndolo con firmeza. Él se quedó quieto cuando comprendió que todo lo que hacía la ayudaba.

-No lo habría creído si no lo estuviera viendo -exclamo ella, atónita.

Su voz expresaba cierto temor. Ahora lo miraba, y ofrecía su cuerpo a aquel indigno pedazo de carne porque obedecía a sus caricias y no a la voluntad de su dueño. Rosalie ni siquiera sabía que no había alcanzado el tamaño máximo, porque Emmett luchaba contra ello con todas las fuerzas de su ser. -Creo que ahora no necesito besarte.

¿Había decepción en la voz de Rosalie? Oh, Dios mío, ya podía soportarlo mucho más. Lo que había creído imposible no lo era. Ella podía conseguir lo que deseaba si continuaba pero albergaba la esperanza de que se detuviese.

Cuando la joven subió a la cama, el prisionero se agitó de nuevo, pero Rosalie le aferró las caderas y se sostuvo. Ahora podía sentir la desnudez de la muchacha que lo abrazaba, sus pechos que presionaban contra su piel de hombre, casi a la altura del vientre. También aquello ayudó a Rosalie, haciendo que un caudal mayor de sangre afluyese al miembro traidor; Emmett se aquietó de nuevo, con la esperanza de que no alcanzase la dureza necesaria para penetrarla, rogando que ella fuese realmente virgen, de modo que no conociera la diferencia y fracasara otra vez.

Rosalie se arrastró sobre él, siempre sosteniéndose con firmeza, no fuera que el prisionero la desmontase otra vez. Emmett gimió ante ese nuevo estímulo. Y entonces ella se sentó. El estaba ya bastante duro, de modo que la muchacha sólo necesitaba presionarlo un poco en la dirección apropiada.

Calor. Calor ardiente y humedad. ¿Por qué ella no podía estar seca? ¿Por qué no podía...?

El gemido de Rosalie atravesó como un cuchillo el cuerpo de Emmett, aunque adivinó cuál era la causa. Continuaba tratando de instalarse bien, pero su virginidad no cedía, y la muchacha avanzaba con demasiada lentitud, con lo cual provocaba en su propio cuerpo un dolor cada vez más intenso. Emmett sintió un salvaje placer al comprobarlo. De modo que era virgen de verdad, y su propio sufrimiento la frustraría, aunque él no pudiera hacerlo.

Moverse en aquel momento realmente hubiera ayudado a la muchacha, de modo que permaneció completamente inmóvil.  Pero ella era tan hermosa  sensual y estaba tan exquisitamente tensa, que sintió el impulso casi abrumador de hundir su virilidad en su cuerpo femenino. Lo reprimió de prisa. No podía controlar a aquel traidor, pero aún controlaba el resto de su cuerpo. Otro gemido, más intenso, y abrió los ojos para gozar  el sufrimiento de la muchacha. Las lágrimas corrían por las mejillas de Rosalie. Los ojos color zafiro, vidriosos a causa de la humedad, reflejaban ese dolor. Emmett había olvidado la desnudez de la muchacha.

Era una mujer realmente hermosa, formada generosamente, con pechos abundantes, la cintura menuda. Las caderas femeninas que descansaban sobre él, los pechos espléndidos que se alzaban con el suave jadeo de Rosalie, la sensación de la cálida humedad que envolvía sólo la mitad de su miembro, la visión de aquella parte de su cuerpo en el interior femenino... Todo eso lo descalabró. No empujó hacia adentro. No era necesario La sangre se acumuló para inflamar totalmente su miembro para darle toda su longitud, que atravesó completamente la virginidad sin que ninguno de ellos se moviera para ayudar.

Ella gritó cuando esto sucedió, y el peso de su cuerpo hizo que recibiese completamente el miembro masculino para encerrarlo en lo más profundo de su ser. Emmett rechinó los dientes contra la mordaza que le cubría la boca. Tensó los músculos, pero en todo lo demás continuó inmóvil. Ahora luchaba tratando de provocar su propia impotencia. Luchaba para desentenderse de las intensas ansias de su cuerpo. Era una tortura. Nunca había resistido algo con tanta fuerza, nunca había deseado algo que se oponía tan profundamente a su voluntad.

Ella se movía sobre él, al principio vacilante, con torpeza. Aún le dolía, aún gritaba, pero estaba decidida. La respiración de Rosalie, tan agitada, acariciaba el vientre de Emmett al mismo tiempo que sus cabellos, originando otra caricia y otra tortura. Y él supo exactamente cuándo perdió la batalla. Trató por última vez de apartarla, agradecido por el dolor de sus tobillos y en las muñecas; pero ella supo, supo, y se aferró firmemente al cuerpo masculino. Y después, a él ya no le importó, quedó sometido a los impulsos del instinto animal, que se impuso por completo y le arrancó su simiente en una increíble explosión de alivio. ¡Maldita mujer, maldita mujer!

Capítulo 5: PRISIONERO Capítulo 7: EL SEÑOR DE LA GUERRA

 
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