Rosalie continuaba mirando con odio la puerta que se había cerrado después de la salida de Royce cuando oyó el ruido de las cadenas y miró de nuevo al hombre acostado en la cama. Tenía los ojos cerrados, estaba completamente inmóvil, pero ella percibió instintivamente que estaba despierto.
Antes no lo había mirado de cerca, no había visto mucho más que un cuerpo masculino, un cuerpo masculino grande. Yacía de espaldas, sin almohada, y ella estaba a unos pocos metros más lejos, a los pies de un colchón bastante alto. Rosalie no podía decir mucho acerca de aquel hombre desde el lugar en que estaba. Entonces él levantó la cabeza, y su mirada clavó a Rosalie en su lugar. Ella permaneció totalmente inmóvil, olvidando incluso respirar.
La sorpresa del hombre hacía que el verde de sus ojos tuviese más matices plateados, fuese más suave y luminoso. Incluso con la mordaza que le dividía la cara, se adivinaba que su rostro era apuesto, con los rasgos bien definidos y… arrogante, pero a pesar de eso tenía aires muy juveniles.. ¿Qué la inducía a pensar así? ¿Los pómulos anchos? ¿La nariz aguileña? Quizás aquel mentón duro, más perfilado a causa de la mordaza. Pero tenía que estar equivocada. La arrogancia era un rasgo de los nobles. La arrogancia en un siervo sólo podía acarrearle un buen número de latigazos.
Pero este siervo no bajaba los ojos ni los apartaba en presencia de una dama. Era audaz, o quizá todavía estaba demasiado sorprendido para recordar cuál era su lugar. Pero, ¿en que estaba pensando? El no podía saber que era una dama, puesto que Rosalie aún tenía el camisón y la bata. De pronto, sin embargo, se dijo que ciertamente podía saber quién era, pues el camisón blanco estaba confeccionado con el lienzo más fino, suave y casi transparente. La bata era de ese raro terciopelo de Oriente, el que su madre le había regalado cuando cumplió catorce años y que la propia Rosalie había cosido. Entonces, era un bastardo, como había dicho Royce, y al parecer se sentía orgulloso de su condición. Por otra parte, que le importaba lo que fuese? No podía importarle… aquel hombre estaba destinado a morir. Pero primero ella tenía que ofrendarle su virginidad… ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo podía ser? Estúpida, ¿cómo podía no ser, si su madre…?
Sintió deseos de dejarse caer al piso y llorar. Se la había criado bien, con amor, con consideración, evitando que la rozaran la crueldad y la dureza de la vida, le daban todo lo que pedía, se sentía como una verdadera reina. Para ella era difícil creer que todo aquello era real: se trataba de una experiencia tan ajena a todo lo que antes había vivido. Debía tomar realmente a aquel hombre, violarlo de hecho. ¿Cómo? Movida por la cólera, había dicho a Royce que no necesitaba ayuda; pero no era cierto, pues no tenía la más mínima idea acerca del modo en que se engendraban los hijos.
En los ojos del prisionero ya no había sorpresa. Había… ¡admiración! ¿Eso era positivo? SÍ, para él era mejor no encontrar repulsiva a Rosalie. Ella se alegraba por lo menos de eso. Aquel hombre no tenía nada que ver con su marido. Era joven, limpio y muy apuesto, tenía la piel suave, el cuerpo muy musculoso y firme… no, no se asemejaba en absoluto a su marido. Incluso el verde de los ojos y el tono de los cabellos tenían matices distintos de los que habían caracterizado a Aro.
Tuvo la extraña sensación de que podía leer lo que el cautivo pensaba mirándolo a los ojos. En ellos vio un interrogante. ¿Le habían dicho por qué estaba allí? No, era probable que no, pues había perdido el sentido hasta pocos minutos antes
A Rosalie le correspondía explicar la situación, y ni siquiera podría decirle que quedaría en libertad cuando todo hubiese terminado. La cólera de Rosalie se manifestó otra vez, pero ahora sólo en relación con el prisionero. El no había hecho nada para merecer aquello!!!!. Era un inocente que se había enredado en los planes de un monstruo. Ella se apoderaría de su germen, pero Royce le arrebataría la vida. No, no podía permitirlo Lo haría, lo haría por su madre, pero de un modo o de otro debía impedir el resto del plan. Se las arreglaría para ayudarlo a escapar cuando llegase el momento, antes de informar a Royce de que la simiente había echado raíces, y por lo tanto el hombre ya no era necesario.
Pero no podía decírselo al prisionero. No podía alentar falsas esperanzas: era posible que no tuviese éxito en el intento de ayudarlo. Lo único que podía hacer era intentarlo. Y él no necesitaba saber que estaba destinado a morir. No había motivos para decírselo. Que pensara lo que se le antojase, ¿y por qué no podía concebir la idea de que quedaría en libertad una vez que Rosalie hubiese terminado con él?
De nuevo el cautivo se comunicaba con Rosalie mediante los ojos, y otra vez ella comprendió. Estaba señalando la mordaza con la mirada, y después miraba de nuevo a Rosalie. Deseaba que se la retirase, para poder hablarle; pero ella no hizo caso a la insinuación, pues no creía que pudiera soportar los ruegos del prisionero, que pediría ser liberado y agravaría de ese modo todavía más la culpa que ella sentía. Sabía que lo que debía hacer estaba mal. Pero ¿qué alternativa le restaba? Escuchar además cómo él le rogaba… no, eso era imposible.
Meneó lentamente la cabeza, y él recostó la suya sobre el colchón y dejó de mirarla. Si no hubiese sabido a qué atenerse, habría pensado que la despedía con arrogancia, porque había rehusado hacer lo que él quería.
Pero lo más probable era que el prisionero tuviese el cuello fatigado por haberlo mantenido levantado tanto tiempo. Se acercó por el lado de la cama de modo que él pudiese verla sin esforzarse; pero los ojos del hombre estaban cerrados. No le importaba que ella estuviese allí. O quizá no la había oído acercarse con los pies descalzos. Rosalie se detuvo. Ahora podía verlo más claramente. El cuerpo grande ocupaba totalmente la cama. Le pareció que podía ser incluso más alto que Royce, aunque no podía estar segura de eso; sin duda, tenía el pecho mucho más ancho, sus brazos eran gruesos y largos, musculosos desde el hombro hasta la muñeca. Los hombros, el cuello y el pecho también tenían gruesos músculos. Lo que hacía para ganarse la vida, evidentemente, lo obligaba a esforzarse mucho. Quizás era un leñador. Cualquiera de los que habían vivido en el feudo del padre de Rosalie era más recio que muchos caballeros.
La muchacha advirtió que estaba mirando, pero no podía evitarlo. Era fuerte, muy fuerte, y Rosalie comprendió de pronto que se sentía agradecida con Royce, porque después de todo el hombre estaba maniatado. Pero un momento después se sintió avergonzada de lo que pensaba. Y sin embargo, aquel hombre podía partirla fácilmente en dos con las manos desnudas. Era mejor para ella que esas manos no la alcanzaran.
-Lo siento –comenzó, preguntándose por qué murmuraba cuando ambos estaban solos-. Es mejor que no escuche lo que usted tiene que decirme, pero puedo explicarle por qué está
aquí.
Él abrió de nuevo los ojos y volvió lentamente la cabeza para mirarla. Ahora no expresaba curiosidad, no formulaba preguntas. Ella comprendió que lo que manifestaba en ese momento era sólo paciencia. Consideraba que obtendría respuesta para todas sus preguntas; pero Rosalie no era tan valerosa como para llegar a eso. Le diría únicamente lo que tenía que decirle, y nada más.
Era el momento de hacerlo; sintió la ola de calor que le subía por el cuello y le teñía las mejillas. –Yo… usted y yo… nosotros… debemos… La pregunta se repetía en los ojos del prisionero, y si no hubiese estado amordazado la habría formulado a gritos. Rosalie no podía culparlo por perder la paciencia, pero tampoco se decidía a decir palabra. Estaba demasiado avergonzada. Trató de recordar que era sólo un siervo, y que siempre se había mostrado bondadosa pero firme con sus criados, como le había enseñado su madre. Pero este hombre no se parecía a ninguno de los criados que ella había visto en el curso de su vida. Y esa arrogancia… no podía quitarse de la cabeza que el prisionero era algo más que un siervo; y aunque eso no podía agravar la situación, en realidad la empeoraba.
Entonces oyó el crujido de la puerta y casi se desmayó de alivio cuando vio que al fin había llegado Esme. No volvió a ocuparse del hombre acostado en la cama, que había tensado casi todos los músculos de su cuerpo en espera de que ella llegase al centro de su explicación. Una explicación que ya no se produciría. Ahora veía cómo Rosalie huía de la habitación.
Emmett volvió a caer sobre la cama y rezongó frustrado. “¡Maldita sea! ¿Debemos qué? ¿Por qué no pudo decirlo?” Pero después se impuso aflojar los músculos. No podía culparla. Era un ser delicado, de belleza suprema, y no era la persona que lo había llevado a aquel lugar.
No podía imaginar por qué motivo estaba allí, a menos que hubiese ido para llevarle alimento. No veía comida en la habitación; sin embargo, podía haberla depositado en el suelo. Pero si no había querido quitarle la mordaza, ¿cómo podría comer?
Preguntas sin respuestas. Paciencia. Pronto sabría lo que querían de él, y podría pensar en la venganza: quien había ordenado que lo capturasen, quien fuese el responsable, moriría. Era la promesa que había formulado ante Dios muchos años atrás, cuando su alma quedó conmovida y contraída a causa de la destrucción provocada por todas sus pérdidas: Jamás permitiría que alguien volviese a hacerle mal sin pagarle con la misma moneda o quizá con algo peor. Era una promesa que había mantenido durante dieciséis largos años, la mitad de su vida. Era una promesa que mantendría hasta el día de su muerte.
La pequeña mujer volvió a ocupar sus pensamientos, y la dejó penetrar en ellos, pues era una imagen mucho más agradable que sus sombrías cavilaciones. La primera vez que la había visto, realmente la había creído un ángel con su aureola de cabellos dorados relucientes a la luz de las velas. Iba vestida totalmente de blanco, y las ondas de lino descendían sobre los hombros y los sobrepasaban para llegar a las caderas.
Los ojos color zafiro dominaban la carita pequeña; eran azules, redondos y seductores, y ocultaban secretos y pensamientos, hasta que había visto aquella chispa de cólera. Ese gesto había despertado su curiosidad casi más que la razón por la que se encontraba allí. Había alimentado el ridículo deseo de representar el papel de guardián de aquel ángel, de aplastar y destruir totalmente todo lo que la molestase.
Había deseado preguntarle qué era lo que la irritaba. Había tratado de inducirla a quitarle la mordaza. La negativa de la joven lo había sorprendido, y después se sintió molesto. Tanto que se había comportado como un niño malcriado, negándose a mirarla de nuevo, negándose a reconocer siquiera que estaba allí. Pensaba ahora en lo que había sentido en aquel momento, y se sorprendió de su propia reacción. Sí, aquella mujer producía en él un efecto extraño.
Pero no había podido ignorarla demasiado tiempo. En verdad, le agradaba contemplarla; era tan agradable a los ojos, y el hecho de que ella debiera decirle lo que él tenía que saber había sido la excusa para mirarla de nuevo. Pero se había vuelto a sentir impresionado por su belleza al verla a menos distancia, cuando ella se detuvo Junto a la cama. La piel de alabastro era perfecta, los labios llenos, sugestivos, y con gran fastidio del propio Emmett había comenzado a sentir cierto calor en las entrañas.
Se hubiese ahogado en su risa, si hubiera admitido lo que sentía, pero la mordaza le había impedido seducir a aquella mujer e invitarla a que se acostase con él cuando aún estaban solos. Pero entonces la amargura penetró en su cabeza para preguntarle: ¿por qué iba a aceptar ella, cuando él no era más que un prisionero, y ni siquiera tenía la bolsa con su dinero, y por lo tanto no podía ofrecerle ni una sola moneda? Cuando recuperase la libertad, se ocuparía de esa mujer, cuando recuperase la libertad quemaría la fortaleza hasta los cimientos, de modo que ella necesitaría otra casa. Emmett le ofrecería la suya. Pensó durante un momento en su prometida, que ahora estaba esperándolo, pero eso no lo indujo a cambiar de idea, de todos modos, deseaba llevarse a aquella mujer a su residencia.
OHHH!!!!!..... Emmett y Rose ya se vieron en una situación completamente peculiar pero sin duda han sentido un flechazo aunque no lo sepan….. Espero sus comentarios y sus votitooosss…. EL PROXIMA CAPPP ESSSS --- SIN PALABRAS--
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