Llevaba exactamente tres meses y medio de embarazo, no podía evitar sonreír ante la cara de felicidad que ponía Edward cada vez que mi panza crecía, ahora un pequeño bultito sobresalía en mí, me sentía contenta y totalmente mimada por Edward, mis antojos estaban empezando a ser cada vez más evidentes pero mi marido estaba predispuesto a cumplirlos cuesto lo que cueste. Yo había dejado de trabajar hace una semana, ya que era algo notorio y no queríamos arriesgarnos. Me ausente con la excusa de que pesque una fuerte enfermedad algo grave y a partir de ahí no paraba de recibir flores o llamadas de apoyo, Edward se hizo cargo de la empresa acompañado por Alice, ellos tomaban mi lugar de ahora en más. De Jane no hubo noticias en estos meses mientras que yo me escondía en la casa. Trataba de aprovechar al máximo todas las salidas que hacíamos ya que quería disfrutar antes de que no pueda ni asomarme a la ventana. También llame a Jacob y le conté la noticia, mi amigo y Carlie se ofrecieron en ayudarme y estar conmigo, Jake viajo a Seattle y se quedó unos días apoyándome en esta etapa y me dijo que cualquier problema que tuviera no dudara en llamarlo.
Carlisle consiguió todos los aparatos médicos que necesitaba y su despacho se convirtió en una sala de emergencias a toda regla, había una camilla, agujas, algodón y todo lo que te puedas encontrar en un hospital, además de un equipo especial en el que se podía ver a mi bebe y hoy me tocaba pasar por él, por lo que estaba en la cocina comiendo un cuenco de cereales esperando a que Edward volviera de la empresa e así irnos a casa de Carlisle y Esme, me preocupaba saber que Carlisle tendría que traer al mundo a mi hijo, aunque confiaba ciegamente en él y sabía que me ayudaría en el parto como me estaba ayudando ahora, cuidándome y controlando cada etapa de mi embarazo.
-Hola hermosa-murmuro Edward lo que me hizo dar un respingo y volver a la realidad.
-Edward, no te oí llegar, me asuste-le dije acercándome y poniéndome de puntitas para darle un suave beso.
-¿Estas lista para ver a nuestro hijo?-pregunto acercándome más a él.
-Sí, estoy más que lista, vamos-le respondí entusiasta besándole por última vez para después encaminarnos hacía la cochera en donde nos subimos al auto y tomamos rumbo a casa de mis suegros.
El camino fue silencioso, solo los dos sabíamos el sentimiento que nos embargaba a ambos, solo los dos sabíamos el significado de este viaje que me pareció corto ya que me encontraba absorta en mis pensamientos. Edward me ayudo a bajar del coche y nos encaminamos a la casa, en la que Carlisle nos recibió con una gran sonrisa.
-Bella, hijo, me alegra verlos, los estaba esperando-nos recibió abrazándonos,
-A nosotros también nos da gusto verte Carlisle, estoy algo ansiosa-confesé cerrando la puerta detrás de mí.
-Oh, entiendo, ¿les parece si vamos al “consultorio”?-pregunto enfatizando la frase.
-Por supuesto-respondió Edward animado y entonces nos dirigimos a la sala que Carlisle armo como un hospital, y sí que lo era. Me obligo a sentarme en la gran camilla negra que se encontraba en medio de la sala rodeada por un montón de máquinas cuyos nombres desconocía, sin duda todo estaba listo para el parto, Carlisle se acercó a mí y acomodo un televisor mediano conectándolo a unos cables, Edward, que estaba a mi lado, tomo mi mano y se la llevo a los labios.
-Creo que ya está todo, te pondré el gel-me informo acercándose con la máquina y el gel en la mano.
Me relaje y levante mi blusa entonces me estremecí ante en el contacto del gel frio contra mi piel, Carlisle comenzó a mover el aparato sobre mi bulto y enfocamos nuestras miradas a la pequeña tele.
-Estoy tratando de encontrarlo-me dijo Carlisle con la mirada fija en el televisor.
Luego de unos segundos Carlisle sonrío y llamo mi atención.
-Mira Bella, es ese pequeñito-me señalo con su dedo a una pequeña forma extraña en movimiento, se notaba su cabecita y su diminuto cuerpito, era tan perfecto, mi pequeño bebito, mi hijo. No pude evitar soltar las lágrimas de emoción que amenazaban con salir, estaba feliz, podría observar a mi hijo en esa pantalla toda una vida y emocionarme. Entonces Carlisle hizo algunos movimientos en la máquina y comenzamos a escuchar el corazón de mi bebito, un corazón con fuerza, rítmico, el corazón del ser que crecía en mi interior.
-Ay, Edward, nuestro bebe, es nuestro bebe-murmure viendo que Edward también tenía los ojos algo humedecidos.
-Es perfecto-susurro dándome un casto beso para después volver nuestra vista a la pantalla.
-¿Están seguros que no quieren saber el sexo del bebe?-pregunto Carlisle ya que ambos habíamos dejado bien en claro que queríamos que fuera sorpresa.
-Preferiría que no-respondí y el asintió.
-Bien, pues parece que todo marcha correctamente, su bebe está sano-dijo Carlisle sonriente alejando la máquina de mi abdomen provocando que la imagen de mi bebe desaparezca de la pantalla. Carlisle me paso un pañuelo y limpie el gel que quedaba en mi cuerpo y luego baje mi blusa sentándome en la camilla.
-Gracias papá, por todo-agradeció Edward.
-Ya sabes que lo hago por la familia, sé que es difícil pero quiero ayudarlos. Es mi nieto quien crece ahí-señalo mi panza-hago todo por la familia, ustedes lo saben.
-Claro que lo sabemos Carlisle, gracias-salte de la camilla y lo abrace sin más.
-No hay nada que agradecer, cuando cumplas el cuarto mes sabes que tienes que venir aquí y si tienes dolores o cualquier molestia me llamas ¿De acuerdo?
-De acuerdo, lo hare.
-Bien, entonces chicos eso es todo, cuídate mucho Bella-murmuro Carlisle.
-Lo hare y saluda a Esme de mi parte-le pedí.
-Cuenta con ello, adiós chicos, cuídala Edward-Carlisle nos acompañó a la puerta y nos dio a ambos un gran abrazo.
Nos alejamos de la casa y subimos al auto que estaba aparcado frente a esta. Una vez que Edward encendió el motor y condujo a casa empecé a preocuparme de verdad ¿Qué sucedería cuando nazca él bebe? Jane se enteraría de alguna forma u otra que tuve un hijo y se enfadara por no haberle avisado, no me sorprendería que ya lo supiera y que este manteniéndose oculta para robármelo de la forma más descarada posible, quería pensar, en algún pequeño rincón de mi corazón, que mi hijo estaría a salvo, que estaría con sus padres, a salvo conmigo, lejos de la maldad de esa mujer aunque sabía que era imposible, algo que no pasaría ni aunque lo deseara.
-¿En qué estás pensando?-pregunto Edward viendo que yo no emití palabra alguna desde que salimos de la casa.
-En el futuro, en todo lo que puede pasar y me preocupa-confesé sin dejar de mirar la carretera.
-Bella, no quiero que pienses en cosas que no van a ocurrir o que solo sirven para amargarte, todo va a salir bien, te lo prometo-acerco su mano a la mía y la aferro con fuerza.
Y debía confiar en él, me lo repetía instintivamente todos los días, debía confiar en la promesa que me hacía cada momento que yo estallaba “te prometo que todo va a salir bien” estaba ya algo cansada de escuchar esa frase, si todo pudiese salir bien, como también puede salir mal y no queremos echar nada a la suerte. Los días pasan y yo me siento indefensa, pero feliz por otra parte cuando empiezo a sentir al bebe removerse en mi interior y preocupada de nuevo, lo que se está volviendo sumamente estresante. Estoy sola en la casa la mayoría del tiempo, ya que Edward se encarga de la empresa y está ocupado casi todo el día, mi única compañía es el internet, la televisión, la comida, la piscina, mi hijo y mi adorado caballete en donde me la paso pintando hasta que se hace el atardecer y debo ocuparme de la cena. Agradezco al cielo por darme dotes de artista ya que sin la distracción de la pintura seguramente estaría loca, aunque trato de sobrellevarlo lo mejor que puedo.
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Hoy cumplía oficialmente seis meses de embarazo, me sentía hinchada y para nada atractiva, pero parece que Edward piensa lo contrario y me lo ha hecho saber. Es imposible no ocultar la panza que tengo, el que me ve diría que estoy embarazada, por lo que sigo presa en la casa, también estoy con ojeras y cansada ya que este pequeño a quien llevo dentro no para de patearme, sus patadas son constantes y más cuando la mano de Edward toca mi vientre o le habla a la panza, es como si lo reconociera al instante y se remueve pateando con fuerza, cosa que a Edward le fascina. Hace unas semanas atrás fuimos a cenar a casa de mis suegros y mis padres también estaban invitados, los pobres no pudieron evitar su cara de asombro, felicidad e inquietud al ver mi abultado vientre, en esa cena también nos hicimos sabedores de una gran noticia: ALICE EMBARAZADA. Sí, yo no era la única que iba a dar a luz, la hiperactiva Alice iba a tener sus bebes, y digo sus bebes porque son dos. Mellizos. Jasper estaba que no podía creerlo cuando Alice lo conto ya que también se lo reservo a su marido, la familia se agrandaba y todos estábamos felices y ansiosos por ello, mi hijo nacería en pocos meses y para Alice faltaba bastante pero el tiempo pasa volando.
Sentí el repiqueteo de las llaves y el sonido de la puerta al cerrarse, yo me encontraba en la cocina preparando unos canelones, se me antojaban bastante hace unos días y decidí darme el gusto, note una presencia detrás mío por lo que me voltee y vi a Edward, le sonreí y me acerque a él recibiéndole con un dulce beso. Aunque había algo extraño en él, siempre que llegaba a casa se ponía alegre y romántico pero hoy había un Edward decaído, algo le sucedía, lo conocía demasiado y aunque tratara de ocultarlo, conmigo no funcionaba.
-Amor ¿Estas bien?-le pregunte tomando con ambas manos su rostro.
Él se limitó a mirarme a los ojos y una cara de pena lo invadió.
-Edward, me asustas ¿Qué sucede? Dímelo-exigí levantando la voz.
El suspiro y coloco sus dos manos en mi vientre, sabía que algo malo iba a salir de sus labios, preferiría no oírlo y hacerme la desentendida pero debía enfrentarme con la realidad.
-Jane ha vuelto-susurró y sentí que mi cuerpo no reaccionaba.
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