CAPITULO XXXVII. NECESITABA VERTE
BELLA POV.
Cuando desperté por la mañana sentía el cuerpo pesado, como si me hubiesen drogado o algo así, y en ese momento los recuerdos del día anterior se agolparon en mi cabeza, supuse que la copa que había bebido anoche tuvo alguna especie de somnífero, debí haberlos olido, pero mi cabeza sin duda estaba en otra parte.
Me metí a bañar luego de merodear por mi cuarto buscando algo que hacer, el baño fue largo y relajante, cuando salí busqué en mi armario, nada glamoroso para el día de hoy, ni siquiera estaba de humor para maquillarme; terminé por vestirme deportiva con unos converse blancos, tomé un bolso a juego con el atuendo y me miré en el espejo, tenía algunas ojeras… la sed, aunque pudiera comer para calmar el ardor, las ojeras no se quitarían con comida humana,… maldije al instante, tendría que cazar antes de regresar al instituto, aunque no habría mayor problema,… después de la escenita de Tanya en el comedor, Alice la golpeó tan fuerte que destruyó media cafetería, luego estuvo mi pelea con Tanya, supuse que el director estaría como loco buscando culpables, aunque por su mente dudo que pasen los apellidos Cullen o Cronwell, es imposible que unos “adolescentes” hagan tanto daño… sí, claro; peiné mi pelo rápidamente y me puse una cinta gris en el cabello, dejando que los mechones cayeran según el corte.
Bajé las escaleras decidida, en realidad no sabía a dónde ir, pero si de algo estaba segura es que tendría que salir de aquella casa.
-¿A dónde vas?- genial, qué buena forma de frustras mis planes…
-Daré una vuelta-
-¿Quieres que te acompañé?-
-No, Damon… estoy bien- dije abrazándolo para salir a velocidad vampírica hacia el garaje.
Subí a mi Ferrari dejando que el motor rugiera cuando lo encendí; no sé de qué forma, pero como si yo no controlara mi mente terminé aparcando en el mismo lugar de donde había querido huir hace menos de 24 horas.
Bajé del auto y caminé a paso lento hasta la casa, entré por la cocina otra vez y me detuve a observar, los cuchillos que había visto en la mente de Samantha ya no estaban… suspiré ante ese recuerdo, era ilógico que yo intentara huir de todo este dolor y terminara refugiada en este lugar, absurdo.
-Se que duele- escuché una voz a mis espaldas, me tensé al instante, pero sabía muy bien de quien era esa voz; me volteé con una sonrisa triste, no podía dar más –Bella- susurró antes de abrazarme.
-Edward te necesito- dije aferrando mis manos fuertemente a su chaqueta.
-Estoy aquí- acarició mi pelo.
-No te vayas- dije en un hilo de voz, Edward se separó de mí y sacó un pañuelo de su bolsillo para secar mis lágrimas.
-Nunca voy a hacerlo-
-Prométemelo-
-Te lo juro- besó mi mano.
-Te necesitaba tanto- susurré acariciando su mejilla.
-Quise estar contigo… pero te fuiste con Damon-
-Tú estabas con Tanya-
-Lo siento- me abrazó.
-Pero estás aquí-
-Siempre-
-Vámonos- dije separándome de él.
-Conozco el lugar perfecto- me sonrió, salimos tomados de la mano y me sorprendió no ver su auto.
-¿Dónde está tu auto?- le pregunté confundida.
-Eh venido sin él… ¿Te molesta que vayamos en el tuyo?- me preguntó inseguro.
-Por supuesto que no- le sonreí.
El viaje fue rápido, aunque creía saber perfectamente a dónde íbamos, y así era… Edward aparcó el auto muy cerca de la carretera y nos bajamos adentrándonos en el bosque; suspiré apenas llegamos, haciendo que Edward volteara a verme.
-¿Pasa algo?- me preguntó acercándose.
-Es… difícil pensar en lo felices que fuimos ayer en este lugar- susurré.
-No veo el porqué-
-Por que a veces los motivos no son suficientes… Fuimos felices, por un momento tocamos el cielo y…-
-¿Qué pasa?- me interrumpió acariciando mi mejilla.
-Es todo lo que está pasando, Edward- sé qué lo notó, estaba al borde del llanto.
-Amor, estoy para ti- me jaló para que me sentara cerca de él.
-Lo sé,…pero no del todo- dije sin mirarlo.
-Bella, cuando me necesites-
-No, Edward tu… no siempre podrás zafarte de Tanya y yo no siempre podré ser…la otra- dejé que una lágrima rodara por mi mejilla, sentía una presión en el pecho, como si en cualquier momento explotaría.
-Tú NUNCA has sido la otra… porque nunca hubo más que una… y siempre fuiste tú- me besó.
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