Edward condujo hacía el aeropuerto donde abordamos un avión rumbo a…Rio de Janeiro, con que iríamos a Brasil, el viaje fue algo largo pero me encontraba a gusto entre los brazos de mi esposo, cuando el avión aterrizo Edward me dirigió hacía un auto donde un señor nos esperaba al volante por lo que guardamos las maletas y ambos nos sentamos en la parte trasera del vehículo, Edward le dio unas indicaciones al chofer en un perfecto portugués, lo mire sorprendida, nunca había mencionado que hablara en otro idioma, el auto arranco y Edward paso su brazo alrededor de mí, pude disfrutar un poco de la ciudad, las luces, la música, las playas que dejábamos atrás, todo era muy bello. El chofer condujo hasta llegar a un muelle donde aparco el auto y extendió la mano a Edward que le entrego dinero y salió del auto por lo que le seguí, bajó las maletas y el carro arranco alejándose de nosotros.
-¿Qué hacemos aquí?-pregunte ya que solo veía una arena blanca y olas, además del muelle y miles de barquitos.
-Yendo a nuestra luna de miel-me contesto como si fuera obvio. El me tomo de la mano y me condujo hacía el muelle donde a las maletas las coloco en una lancha, salto ágilmente a ella y me ayudo a subir, me senté en los pequeños sillones blancos de la lancha mientras que Edward encendía el motor. Condujo por una media hora como mínimo hasta que Edward grito por encima del ruido del motor.
-Bella, allá mira-me señaló con el dedo una isla ya cerca de nuestra posición.
Edward se acercó cada vez más y más hasta que apago el motor de la lancha para después bajar las maletas colocándolas sobre la arena y luego me ayudo a mí.
-Bienvenida a la Isla Esme-me susurro en el oído.
-Es bellísima-farfulle. Y sí que era bellísima, había una inmensa casa, al estilo Cullen, iluminada en cada sector y alrededor de esta había una gran vegetación. Edward tomo las maletas y con la libre envolvió mi cintura guiándome hacía la casa, cuando estábamos por entrar me tomo en brazos rápidamente.
-Esto ya se está volviendo algo habitual entre nosotros-musite no muy concentrada en mis palabras ya que tenía su rostro a escasos centímetros del mío.
-Sabes que de lo tradicional en nuestra relación me encargo yo-me contesto entrando a la casa, todo el interior tenía un toque tropical, aunque no se perdía esa elegancia que siempre tenían las casas de mi nueva familia, Edward me llevo en brazos hacía la habitación donde me puso en pie y el salió a buscar las maletas mientras yo me quede observando la gran cama que tenía en frente y las olas que rompían en la arena que eran visibles gracias al gran ventanal que tenía vista a la playa. Sentí unos brazos tomarme por la cintura por lo que me gire y me encontré con Edward con su encantadora sonrisa, sus dedos recorrieron mi mejilla hasta mis labios donde los adorno con los suyos suavemente.
-¿Quieres dar un paseo por la playa?-pregunto en un susurro.
-Me encantaría-le respondí.
-Pues vamos señora Cullen-me beso de nuevo y me tomo de la mano para dirigirnos hacía la blanca arena, la luna brillaba y solo se escuchaba el sonido de nuestras respiraciones y de las olas. Nos encontrábamos en la orilla y las olas mojaban nuestros pies mientras caminábamos hasta que Edward se paró y se quedó observando la luna, yo le rodee la cintura con los brazos y me puse de puntillas para llegar a sus labios, Edward reacciono y me envolvió fuertemente con sus brazos fundiendonos en un exquisito beso, luego ambos caímos a la arena, yo sobre él, pero ni así nuestros labios se despegaron.
-Te amo-logre murmurar.
-No como yo-me contesto para luego besarme con más pasión.
Empecé a desabrochar su camisa que termino en cualquier parte, para luego depositar algunos besos en su pecho y su cuello, el me despojo de mi vestido mientras yo iba por sus pantalones, luego la ropa interior y ambos terminamos desnudos, demostrándonos el amor que nos teníamos, Edward se incorporó un poco y me alzo para llevarme hacía el interior de la casa donde ambos terminamos en la cama, el besaba mi pecho mientras yo gemía y enroscaba mis dedos en su pelo.
-Edward…-le dije como pude, estaba por sufrir una combustión espontánea en cualquier momento, él me sonrió pícaramente y volvió a mis labios mientras sus dedos jugaban con mi cuerpo, lo que me volvía loca. Estaba disfrutando al máximo, sin dudarlo me sentía en el paraíso, Edward era tan adictivo y sabía como hacerme sentir especial, lo unico que necesitaba era lo que solo él podía darme y acabar con esto. Lo mire suplicante a lo que él respondió con un suave beso en mis labios.
Entonces se posiciono y la oleada de placer que esperaba llego, clave mis uñas en su espalda y comenzamos con un vaivén de caderas que ambos adorábamos y que demostraba que éramos uno.
El sol que entraba por la ventana abierta y me quemaba la espalda me obligo a despertarme, abrí los ojos lentamente y me descubrí con mi ángel aun dormido, me encontraba tumbada sobre su cuerpo completamente desnudos los dos y con el sol iluminando la habitación y a nuestros cuerpos, levante un poco la cabeza y le empecé a dar besos por su preciado rostro, hasta llegar a sus labios, cuando sentí que estos se movían sobre los míos solté una risita.
-Mmm…que lindo es despertarse así-susurro abriendo los ojos y besándome de nuevo.
-Lose, me quedaría aquí mi vida entera, junto a ti-hundí mi cabeza en su pecho.
-Deseo lo mismo-me beso la cabeza.
Y ambos nos quedamos allí en silencio por un buen rato disfrutando de nosotros, de lo que se aproximaba y de todas las millones de cosas que nos faltaban por pasar, porque sabíamos que recién comenzaba, sabiamos que esto solamente era el principio.
Dos semana después:
El tiempo que pasamos en la Isla fue el mejor en nuestra relación, todo era maravilloso y también había que agregar que éramos dos conejos, hacíamos el amor a cada hora y todos los días, es que nunca parecía suficiente, en fin, fueron las mejor semana que viví con Edward, mi esposo y el amor de mi vida. Mi forma de alimento y de sueño también cambio notoriamente, es que Edward cocinaba un montón y yo la glotona no dejaba nada, asimismo dormía mínimo diez horas por día, es que nos la pasábamos de aquí para allá, visitábamos las cascadas, recorríamos la selva y luego nos recompensábamos por la noche, por lo que terminaba agotadísima. También visitamos Rio de Janeiro, fuimos un día a la playa y me revolque de la risa cuando Edward urgentemete se tuvo que ir a comprar una zunga, había que admitir que cuando lo vi con ella me enloquecí pero a pesar de todo disfrutamos al máximo.
En este preciso momento Edward se encontraba llevando las maletas a la lancha, si era por nosotros nos quedaríamos aquí más tiempo, la cuestión es que debíamos trabajar, la empresa no se mantenía sola, pero Edward me prometió que para nuestro aniversario vendríamos de vuelta, por lo que no tardaríamos mucho en volver a este maravilloso lugar.
-Ya está todo en la lancha-informo Edward acercándose a mí, que me encontraba sentada en la cocina comiendo unas tostadas con manteca y mermelada.
-No me quiero ir-hice un puchero.
-Créeme que yo tampoco pero debemos irnos-me contesto y yo pase mis brazos alrededor de su cadera.
-Extrañare todo esto.
-Yo también amor, pero te prometo que volveremos-se agacho un poco y me beso para después obligarme a terminar mi desayuno e irnos.
Una vez que ambos nos encontrábamos en la lancha Edward arranco el motor y dejamos atrás a la Isla, cuando íbamos a mitad de camino el balanceo de la lancha y las olas moverse me provoco un revuelvo en el estómago por lo que no aguante y me lance hacía el borde de la lancha donde trate por todos los medios de no vomitar pero fue imposible y a mi desayuno se lo llevo el mar, Edward paro la lancha y se acercó a mí desesperado.
-Bella ¿Estás bien?-me pregunto insistente retirando unos cabellos de mi rostro.
-Sí, solo me maree un poco, pero estoy mejor-le respondí a la vez que inhalaba fuertemente y buscaba una de las botellas de agua que había en la lancha y la bebía de a sorbos.
-Avísame si te sientes mareada de nuevo-me acaricio la mejilla y volvió a encender el motor rumbo a Rio.
No volví a sentirme mal, hasta que estuvimos en el avión y tuve que ir corriendo al baño, de seguro alguna comida me habrá caído mal, le pediría a Carlisle al llegar algo para el estómago, me enjuague la boca y comí unas pastillas de menta para después volver a mi asiento, por suerte Edward se encontraba dormido, ya que no quería que se preocupara, me sentí un poco mejor por lo que me acurruque junto a Edward y trate de dormir un rato.
Una vez que aterrizamos Alice, Carlisle, Esme y mis padres nos esperaban con una gran sonrisa, mi madre corrió a abrazarme y mi padre espero a que yo fuera a sus brazos, mientras que Edward se encontraba prisionero de los brazos de Esme, que no tardo en acercarse a mí, al igual que Carlisle y Alice que me abrazo fuertemente con una sonrisa.
-¿Cómo les fue?-pregunto Alice emocionada.
-Ya habrá tiempo para que nos cuenten todo en el camino, ahora vamos a llevarlos a su casa a que descansen, el viaje fue largo-dijo Carlisle conduciéndonos al auto mientras que mis padres nos seguían en el coche de patrulla. En el camino a la casa respondimos a todas las preguntas de Alice hasta que aparcamos en frente de la casa y nos ayudaron con las maletas. Cuando al fin traspasamos el umbral de nuestra casa me encontré con una carta destinada hacía mí persona, había recibido tantas veces cartas de ese tipo por lo que decidí dejarla sobre la mesada, no quería amargar mi día. Alice y yo subimos a la habitación a desempacar mientras que Edward se limitaba a charlar con mis suegros, ya que mis padres se despidieron ni bien llegamos a la casa.
Alice se encontraba en el baño desempacando un pequeño bolso que ella había puesto para mí mientras que yo doblaba y guardaba la ropa.
-¡Bella!-me llamo Alice un tanto desesperada por lo que deje la ropa y me dirigí al baño donde la vi totalmente exasperada y con un gesto de horror grabado en su rostro.
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