Había un vampiro, lo sabía ya que tenía los ojos negros y la piel muy blanca. Tenía el pelo negro muy corto y era más delgado que el que Jacob había matado.
Corría por el bosque con miedo, lo notaba por su cara. Miró hacía atrás buscando a algo o alguien. Pero, gracias a su descuido, no notó al vampiro rubio de ojos rojos que iba por arriba de los árboles. El nuevo vampiro me parecía conocido, como si lo hubiera visto antes, pero no podía recordar donde. El nuevo saltó delante del otro y este paró a unos metros de él.
—¡¡No pueden hacerlo, no quise hacerlo!!
—Creo que sí, yo no diría que mataste a alguien de la guardia sin querer. —Dijo un niño que llegó corriendo, tarde una milésima de segundo en reconocer a Jane.
—¡¡No sabía que era un miembro de la guardia, era uno nuevo!!
—No importa lo que creas, ya lo hiciste.
—Pe... — empezó a decir, pero cayó al suelo gritando, como si sufriera un dolor horrible. No sabía lo que le pasaba, pero el vampiro seguía gritando como si lo estuvieran torturando.
—Jane —dijo Jasper, masajeándose la cabeza como si le doliera —, sabes que detesto que hagas eso. —la aludida volteo la cabeza con una escalofriante sonrisa.
—Lo siento —dijo ella, aunque creo que no lo sentía nada —, a veces me olvido de tu don.
—Y yo a veces me olvido de tu gusto por usar el tuyo.
—Los dones son para usarlos —dijo antes de volverse al vampiro que yacía en el piso. Al momento en el que ella lo miró, él empezó a gritar y retorcerse de dolor.
—Jane —gritó el vampiro rubio —ya basta. Tenemos que volver rápido.
—Claro. Hazte cargo tú, Jasper —dijo y corrió. Me quedé en shock. Era Jasper, MI Jasper. Era un vampiro, un frío, un enemigo de los humanos. No, no podía pensar en el así. Lo amaba con toda mi alma. Aún cuando se acerco al vampiro en el suelo con la intención de matarlo.
—Lo siento... —dijo antes de arrancarle la cabeza.
De repente, aparecí en otro lugar.
Era de noche y estaba en las afueras de un bar horrible, se escuchaban gritos, era el único lugar de aquella calle en donde había alguna luz. Jasper se encontraba apoyado en una pared enfrente del bar. Tenía una campera negra, pantalones de jean y sombrero negro tapando su cabello rubio. Sus ojos eran negros pero con un brillo rojo carmesí.
La puerta del bar se abrió y de allí salió un hombre tambaleándose. Camino unos pasos y se sentó contra la pared. Jasper lo miró como tratando de descubrir que haría.
—¿Y tú qué me ves tanto? —Le gritó el hombre, pero los dos desviaron la atención hacia una chica de cómo veinte años que venía caminando. Tenía un traje y un portafolio, seguro venía de trabajar —¡mi amor! ¿Por qué no vienes a hacerme compañía? —La chica se alejó unos pasos de él, pero siguió caminando —¡No seas así, dulzura!
El hombre se levantó del suelo y la siguió caminando. Jasper caminó atrás de ellos, sin que el hombre se diera cuenta. La chica siguió caminando y pasó un callejón, pero el hombre la agarró de atrás tapándole la boca. La arrastró hasta el callejón y la pegó contra una pared.
Le agarró los brazos con sus manos y se acercó dispuesto a besarla, pero nunca lo hiso. Jasper lo tiró de la campera y lo mordió en el cuello mientras le tapaba la boca. El hombre luchó, en vano, hasta que murió.
La chica se había quedado muda, pero cuando vio al hombre morir. Se dio vuelta y corrió asustada.
Jasper tiro el cuerpo del hombre hacia un rincón con diarios y sacó una cajita de su bolsillo. Sacó algo de la cajita y lo raspó contra esta. Era un fósforo. Lo tiró arriba del cuerpo del tipo y este se prendió fuego en menos tiempo del que pensé posible. Los ojos de Jasper eran más rojos que antes.
Jasper cayó al suelo de rodillas y soltó un grito que te estremecía mientras se tiraba del cabello con las manos. Yo solo quería que parara, que dejara de hacerse daño. No podía verlo sufrir, un ser tan hermoso no podía sufrir de esa manera. Yo sabía que era demasiado bueno, seguramente lo hacía porque no tenía otra opción.
Llegó al callejón una figura menuda arrastrando algo. Jane.
—No puedes seguir sufriendo por eso, Jasper —odiaba que le hablara así, como si fueran amigos. Ella no podía ser nada de él, tan hermoso, tan caballero, tan bueno... tan perfecto— . Está en nuestra naturaleza, ellos —dijo levantando lo que arrastraba, la chica —son nuestro alimento.
—Mataste a la chica. Ella era inocente.
—Te vio.
—¿Quién le creería? ¿Quién pensaría que eso paso? ¿Por qué le diría a alguien sabiendo que la llamarían mentirosa?
—Es mejor prevenir.
—Es por eso que me fui de la guardia. Tienen placer en matar, en hacer sufrir a la gente. No lo soporto, todos esos sentimientos. Odio. El odio es común para ustedes, es normal sentirlo. Para mi no, no puedo estar en un ambiente así. Esa chica... Mi Ali debe tener su edad, debe trabajar y cuidar de nuestros hijos. Me moriría por estar con ella, pero sé que ustedes les harían algo si me ven. No puedo arriesgarme. Solo estoy vivo por saber que ellos están bien. Si alguno muriera... Si Ali muriera, no tardaría en seguirla.
—¿A eso se va a reducir tu existencia, a esperar a que muera la chica de la que te enamoraste?
—Ella es el amor de mi vida, o lo que sea que tengamos ahora.
—Como sea — dijo, tirando el cuerpo de la chica al fuego —... Aro estaría contento de que volvieras.
—Ya lo creo. En unas décadas ya no estaré vivo.
—Esperó que no. Hace unos meses fuimos a buscar a tu amada. No soportó la transformación, murió.
—¡No! ¡Eso es imposible!
—Ve a Forks si no me crees. Allí sabrás la verdad.
El lugar se desvanecía y aparecí en otro lugar.
Estaba en la puerta de otro bar, otro menos tenebroso. Había muchas personas. Había familias y parejas hablando.
En la calle iba Jasper con la misma ropa de antes. Era la única persona en la calle, ya que empezaba a caer la primera nevada. Entro al bar mirando para todos lados.
Conocía ese lugar, estaba en Seattle.
Se sentó en la barra y pidió un diario.
—Hoy es 25 de enero... Feliz cumpleaños pequeño... —susurró con tristeza y llamó al hombre de la barra —¿Me presta fuego?
—Claro —dijo y sacó un encendedor —, tome.
—Gracias —puso el encendedor a unos centímetros de su cara— . Ahora me reuniré contigo Ali, siempre estaré donde tu estés —susurró y se acerco el objeto infernar. Al contacto de la llama con su cara se prendió fuego. Fue consumido por las llamas en unos segundos.
Sabía que seguramente el lugar estaría lleno de los gritos de los espectadores del suceso, pero solo le podía prestar atención a una cosa, solo podía ver a mi amado siendo consumido por las llamas. Solo podía pensar en una cosa: No permitiría que algo así pasara.
El escenario se desvanecía y creí erróneamente que esto se acabaría, ya que la vida de mi único amor se había acabado.
Aparecí en otro lugar.
Era un bosque y un venado miraba a través de los árboles.
El venado pastaba tranquilamente entre los árboles. Todavía era verano y todo era verde. Se parecía al bosque de Forks. Húmedo y verde. Como mi hermana solía decir, “un planeta alienígena”.
El rostro de una chica se asomó por los árboles, yo conocía ese rostro. Pero estaba cambiado. Más pálido, más hermoso... más peligroso. Otro rostro con ojos negros. El rostro volvió a desaparecer entre los árboles.
E venado olfateó el aire inquieto, sentía el peligro en el viento. La chica cayó de las ramas altas de los árboles sobre el venado y le partió el cuello antes de que este siquiera se diera cuenta de que pasaba. Ella le pegó los labios al cuello y succiono toda la sangre del cuerpo inerte del animal. Cuando ya se encontraba seco, lo soltó sobre el musgo que cubría el suelo y miro algo sobre su hombro con una sonrisa. Sus ojos eran color topacio.
De entre los árboles salió un hombre rubio con ojos color topacio. Otro rostro conocido.
Se abrasaron y se besaron mientras se miraban. Parecía que no se habían visto hace mucho tiempo, pero también parecía que no se hubieran separado nunca.
—Esme... —dijo el hombre y supe de donde la conocía. Esme Cullen, mi segunda madre. La persona más dulce que podrías encontrar, Blancanieves de carne y hueso. La única persona que nunca ha sentido odio, la bondad personificada.
—Carlisle... —Carlisle Cullen, mi segundo padre. El doctor más reconocido. El hombre más desinteresado de todos. Una persona que lo primero que hace es tratar de ayudar.
De entro los árboles salió otro sujeto con ojos topacio, este tenía un pelo de extraño color cobrizo.
—Mamá, papá; parece que no se han visto en años, mientras que se han visto hace pocos minutos.
—Edward, toda unidad de tiempo es demasiado si no estoy con él —dijo Esme. Edward Masen Cullen, el esposo de mi hermana y mi amigo. La persona más talentosa que podrías encontrar, amaba la música y tocaba el piano siempre que podía. Se había enamorado de Bella gracias a un correo y la había amado cuando la vio por primera vez. Su marcha había dañado irremediablemente a Bella y solo su regreso la haría recuperarse.
—Sí, Edward. Déjalos amarse como ellos quieran, solo tienen todo tiempo el tiempo del mundo —dijo otro hombre de ojos topacio, un hombre del tamaño de una montaña— . Todavía no entiendo para que haces todo ese teatro, Esme.
—Ya lo sabes, Emmett, detesto ver como el animalito sufre —Emmett Swan, mi querido hermano. Alguien intimidaba con su tamaño y sus músculos la primera vez que lo veías, pero al abrir la boca y sonreír todo se esfumaba. Era más inofensivo que un oso de peluche, excepto que miraras de más a su esposa. Mi mejor amiga, Rosalie Swan Hale. Había quedado devastada cuando este se fue, pero vivía mostrándose fuerte para sus angelitos —. Estaba pensando... No haría daño una visita.
—Deben estar en casa de Charlie —dijo Edward y corrieron todos entre los árboles. En unos segundos llegaron al lugar donde pasé toda mi infancia— . Mis niños...
En la pequeña casa estaban todos. Charlie, Rose, Bella, Henry, Nikki, Anthony, Nessie... Jackson, Ashley y Cynthia.
—¿Cuano va veni mami? —le preguntó Cynthia a Bella.
—Pronto, nena. Ve a jugar —cuando se fue con sus primos se dirigió a Rose— . Rose, Alice ya tendría que estar aquí —los vampiros fuera de la casa se miraron temiendo lo peor.
—¿Y si llamamos al hotel donde se tenía que hospedar?
—Ahora lo hago —dijo Bella. Agarró el teléfono y una libreta. Busco una página de la libreta y marcó un número en el teléfono— . Hola... buenas tardes, quería hablar con la señora Alice Cullen... ¿Cómo que no se encuentra allí?¿Usted sabe dónde se encuentra?... ¡¿Cómo que nunca llegó?!... ¡¡No, no, no!!¡¡Usted entiéndame, es mi hermana!! —en ese momento le empezaron a correr las lagrimes por el rostro. Fuera de la casa, los vampiros se miraron con el rostro marcado por la tristeza, no quería que fuera así. Yo estaba bien, los encontraría. Bella cortó el teléfono —Alice...
—Bella, ¿Qué paso? —Preguntó Rose, sospechando la respuesta —¿Dónde está Ali?
—Nunca llegó —Dijo mientras cerraba los ojos, las lagrimas seguían cayendo por su rostro —, no está.
Las dos chicas se abrazaban mientras lloraban, consolándose mutuamente.
Fuera los vampiros sollozaban sin lágrimas, con los rostros contraídos por la tristeza. Tanto que no escucharon a las dos personas que se acercaban desde el bosque hasta que uno hablo.
—Los extrañábamos...
Entonces, abrí mis ojos para enfrentar mi nueva vida.
Lamento demaciado la tardansa, tengo mil y un excusas para decirles pero se que no quieren escucharlas. Lo único que voy a decirles es que se me complicó con el inició de clases y que voy a tratar de actualizar lo antes posible.
Besitos
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