
Capitulo 4: Recuerdos.
Salimos de allí y nos encaminamos hacia lo que parecía ser un parque. Mientras estaba en Forks que fácil era pensar, para evadirme de aquel infierno, que ella iba a volver. Pero aquí la realidad me golpeaba. Mi Bella no iba a volver, no a no ser que yo le dijera la verdad y aun así… De cualquier manera me arriesgaba a perderla para siempre. Si hablaba con la verdad ahora, antes de que se enterase de otra manera, tendría una oportunidad, pero si callaba y dejaba que las cosas siguieran su curso, estaría tan enfadada conmigo que… no quería ni pensarlo. Tenía que luchar por ella, no sabía cómo lo iba a hacer, pero iba a luchar con todo lo que tuviera. ¡Qué narices, ella lo merecía!
—Alec, Jane –dijo mi niña dirigiéndose a dos niños que parecían gemelos–, este es mi padre —anunció con cierto tono de triunfo y ¿orgullo? en la voz.
—Hola ¿Cómo estáis? —les dije sobándoles la cabeza.
—Bueno… pues…bien ¿Tú eres de verdad su padre? —preguntó la niña mirándome incrédula.
—Sí, sí lo soy —contesté muy resuelto. Esta niña no me había gustado nada. Si era de la que hablaba Rose, tenía mucha razón.
—¿Y cómo es que no te hemos visto antes por aquí? —me interrogó a su vez el niño llamado Alec. Este es con el que deben pelear mis sobrinos porque Tony tenía los puños apretados y le miraba con ira.
—Veréis—comencé a explicarles—. Trabajo muy lejos de aquí y no he podido venir a verla hasta ahora— vaya pareja, pensé para mí.
—Claro, como su mamá y tú estáis divorciados. Tú te olvidas de venir y sólo vienes cuando te acuerdas, ¿no? Un ratito para cubrir el expediente – dijo otra vez el niño. ¿Quiénes eran estos niños y dónde habrían oído esas expresiones tan adultas? ¿De dónde habrían sacado toda esa palabrería barata que estaban diciendo?, pensé para mí.
—Que su madre y yo no vivamos juntos, no significa que no la queramos tanto como vuestros padres os quieren a vosotros—,le contesté un poco alterado y deteniendo a la vez a mi sobrino que ya iba a darle. Por el rabillo del ojo vi que Gabriela estaba intentado sin éxito contener las lágrimas—. No deberías pensar, ni decir esas cosas, pueden molestar —añadí —… ¿No es Gaby vuestra amiga?
—Sí, bueno, sí lo es —respondió la niña
—Entonces a una amiga no se la molesta –le regañé enfadado de verdad.
—Ya, pero precisamente porque es nuestra amiga le decimos esas cosas. Es por su bien —respondió de nuevo la niña.
—¿Por su bien? ¿Qué sabrás tú de eso? – dije verdaderamente enfadado ¿Dónde diablos estaban sus padres?
—Mi papá me quiere mucho y si no ha venido antes es porque tiene que vigilar a los señores malos, es su trabajo y no lo puede dejar— me defendió mi hija chillando a la tal Jane.
—Vamos anda, no puede dejar su trabajo ni un rato para venir a ver a su hija —intervino de nuevo el niño.
Pero bueno, esto yo no me lo podía creer ¿Cuántos años tenían estos niños para hablar así? Debían de ser gemelos porque eran prácticamente iguales y aparentaban la misma edad de Gabriela. Entonces, ¿quién les habría metido ideas así en la cabeza?
—Bueno –dije ya un poco desesperado—, ¿y por qué no vais a jugar un rato todos juntos mientras yo me siento a vigilaros allí? –les propuse señalando un banco con la esperanza de que se terminara esa conversación. ¡Pobre hija mía, lo que tenía que haber sufrido, vaya niños…!
–Gabriela mi amor –dije enfatizando el mi amor para que los niños lo oyeran—. Espera un momento.
—Dime papi –me pidió con lágrimas en los ojos.
—Verás hija —empecé—, no tienes que hacer caso. Yo os adoro a tu madre y a ti y si no he venido antes ha sido porque de verdad no he podido. Pero no dudes nunca de que te quiero, hija mía, ¿cómo no te voy a querer?
—Eso mismo me dice mi mami, pero… ¿de verdad me quieres papi? –preguntó echándose a mis brazos
—Con toda el alma —le contesté estrechándola un poco más pero procurando no hacerle daño—. No sé porque esos niños te dicen todo eso, pero no les hagas caso, por favor; no merecen ni que les mires ¿Por qué juegas con ellos? —pregunté.
—Bueno, van a nuestras mismas clases de natación y luego se pegan a nosotros —contestó la niña—. Papi ¿Qué significa eso de estar divorciados? ¿Es por eso que no vienes? —en menudo lío me había metido. ¿Cómo le explicaba yo esto a una niña de cinco años?
—Es cuando un papá y una mamá firman un papel que les deja vivir separados porque no pueden vivir juntos —expliqué de la mejor forma que pude.
—¿Y porque mami y tu no podían vivir juntos? ¿Tú no quieres a mi mami, papá? —preguntó con la voz quebrada por el llanto.
—Eso ni se te ocurra pensarlo —le dije enseguida. No había rastro de duda en mi voz—. Yo a tu madre la adoro, al igual que a ti; beso el suelo por donde ella pisa. La amo desde que éramos muy jóvenes; nunca he dejado de hacerlo y nunca lo haré.
—¿Por qué no vivís juntos entonces? ¿Es por los señores malos? — preguntó.
—Emm…— a ver como se lo explicaba…
—Hola Gaby —dijo de repente otra niña detrás de ella. Respiré aliviado. Salvado por la campana. De momento. Miré hacia la niña, parecía más, no sé, de otra forma—. ¿Vienes a jugar? —le preguntó.
—Sí, mira Hulien, este es mi papi —me presentó mi niña nuevamente con voz orgullosa.
—¡Anda!, que bien, a ver si Jane y Alec se callan –contestó la niña —, ¿cómo está señor Massen?
—Bien —respondí riéndome, esta niña sí me caía bien.
—Me voy a jugar papi —dijo Gabriela saltando de mi regazo y dándome un beso. Era increíble la capacidad de recuperación de los niños. Hace un momento estaba llorando y con la llegada de esta niña y su comentario, se le había pasado. Y ahora que lo pienso ¿cómo es que esa niña me ha llamado señor Massen? ¿Por qué sabrá mi apellido? ¿Será posible que Bella…? ¡Dios, que mujer más maravillosa!
Di la vuelta y me senté en un banco a decidir cómo era la mejor forma de enfrentar esta situación. Irremediablemente, mi mente voló hacia el pasado, recordando los sucesos que nos habían traído hasta aquí…
Flashback
—No me lo puedo creer –dijo Emmet entrando por la puerta de la casa y dando un portazo al cerrarla—. Aro acaba de llamarme, para decirme que le tengo que devolver lo más pronto posible el dinero que me dejó para comprar el terreno y construir la casa.
—¿Qué?– pregunté pensando que mis oídos me estaban jugando una mala pasada—¿Por qué?
—Dice que le han salido mal unos negocios y que necesita el dinero—respondió.
—Vamos, no digas tonterías, si ese hombre tiene más dinero del que podrá necesitar en toda su vida, tanto él como la aprovechada de su hija —le contesté
—¿Si?, pues él dice que no, que necesita el dinero. Rose ha ido a hablar con él, a preguntarle cómo es capaz de hacerle esto a su propia hija y ¿sabes qué le ha contestado? —siguió gritando más que hablando.
—¿Qué?
—Que una cosa es la familia y otra los negocios y que esto eran negocios –respondió golpeando la pared más cercana con el puño—, le dijo además, que ella no era su hija, sino una recogida que se había visto obligado a acoger en su casa dadas las circunstancias –añadió colérico.
—¿Cómo es posible que sea tan cruel? —pregunté indignado. No me podía creer lo que estaba oyendo. Vale que Rosalie no fuera de verdad su hija, pero era la hija de una hermana suya, era su propia sangre.
—Pues ya ves, Edward —contestó Emmet que seguía histérico—, así están las cosas, o le devuelvo el dinero, o me reclama la tierra y la casa, al fin y al cabo los títulos de propiedad siguen en su poder.
—Bueno hijo, no todo está perdido—dijo mi madre que había estado escuchando incrédula toda la conversación— todavía podemos intentar reunir entre todos el dinero. Tu padre y yo tenemos unos ahorros quizás con eso y…
—¿Y qué mamá? No os voy a dejar a papá y a ti sin los ahorros de toda vuestra vida —negó Emmet —no mira, si no puedo pagar, que me embarguen; supongo que nos acogeréis a Rose y a mí en vuestra casa.
—Claro hijo, no te quepa la menor duda –contestó mi madre sin dudarlo—, pero ¿vas a renunciar así, sin luchar?
—No tengo dinero mamá y no voy a permitir que ni Edward ni tú os quedéis sin vuestros ahorros, además que con eso no pagaría ni la tercera parte. Todavía me quedaría deuda por saldar y Aro lo quiere todo —le dijo Emmet que ya se estaba tranquilizando un poco, al menos en apariencia.
—Tranquilo hijo –le pidió mi madre—, alguna solución habrá. Algo se nos ocurrirá.
Después de esa conversación, habían pasado varios días y no habíamos conseguido hallar ninguna solución. Yo llamaba todos los días a Bella para ver cómo estaban ella y mi niña, mis dos razones para existir. ¿Por qué diablos no me concedían esa dichosa plaza de policía en Jacksonville? ¿Es que en una comisaría tan grande no había sitio para un policía más? Pensé mientras cogía el teléfono para llamar a mi Bella.
—Hola, mi amor. ¿Cómo está hoy mi maravillosa esposa?—le pregunté cuando me cogió el teléfono.
—Pues no muy bien, Edward —me respondió y mi sonrisa se borró de mi cara al instante. ¿Qué pasaría?
—¿Qué pasa cielo? —pregunté temeroso de la respuesta.
—Me acaban de llamar de personal, el hospital necesita recortar presupuesto y están mandando gente a otros hospitales –dijo lastimosamente.
—¿Crees que puede ser la ocasión para que te manden a Forks? –le interrogué aunque sin esperanza, a juzgar por su tono de voz.
—Ojala —suspiró ella—, me han dicho que Forks está descartado y Port Ángeles también. Que están viendo la posibilidad de mandarme a otro hospital en Phoenix, pero lo peor de todo es que han amenazado con despedirme.
—¡Pero eso no puede ser, eres muy buena en lo que haces! —exclamé. No podía creer lo que estaba pasando. Primero Emmet y ahora esto.
—Pues así están las cosas Edward, ¿pero sabes qué?, que mejor, ya estoy harta de esta situación, que me despidan, volveré a Forks –dijo como si ya lo tuviera completamente decidido, cosa que me asustó. No era la primera vez que uno u otro nos planteábamos el dejar nuestros trabajos.
—No, Bella, esa no es la solución. ¿Qué pasará con tu carrera? Tienes que seguir luchando –le respondí tratando de convencerla.
—A la porra mi carrera, a la porra todo –su voz sonaba desesperada. Si tan solo pudiera estar allí y estrecharla entre mis brazos para consolarla.
—Bella no, no puedes estar así mi vida –le dije—, mira lo que voy a hacer, pediré unos días libres y me voy allí contigo.
—¿Podrías hacer eso, Edward? Me vendría tan bien –dijo esperanzada.
—Claro que sí mi vida. Arreglaré todo y te llamo para decirte cuando voy ¿OK? Arriba ese ánimo, cielo. Sabes lo muchísimo que te amo ¿verdad? ¿Le darás un beso a Gabriela de mi parte?
—Yo también te amo y por supuesto que le daré ese beso. Ahora mismo está dormida. Adiós Edward, estaré esperando tu llamada —me contestó con su voz un poco más alegre.
Le colgué desesperado. El caso, es que ya llevaba mucho tiempo pensando que había algo o alguien jugando en nuestra contra, pero es que era un pensamiento tan absurdo. Sin embargo, en estos últimos días, ese pensamiento cobraba cada vez más fuerza. En primer lugar, llevábamos mucho tiempo intentando estar juntos ya fuera en un sitio o en otro. Al principio, como los dos queríamos estar cerca de la familia, Bella había solicitado plaza en Forks y en Port Ángeles convencida de que por sus buenas notas en un sitio o en otro se la iban a dar. Emmett y yo la habíamos pedido en la comisaria de Forks. Y Rosalie solicitó su plaza de maestra en la escuela del pueblo. Emmett, Rosalie y yo no habíamos tenido problema en conseguir la plaza pero a Bella se la habían denegado, tanto en Port Ángeles como en Forks y la mandaron a Jacksonville donde no se le había perdido nada.
A pesar de ese inconveniente, nos habíamos casado pues era lo que queríamos hacer desde siempre, desde aquel día en que le confesé mi amor. Y así llevábamos un tiempo, ella en una ciudad y yo en otra, ella solicitando una plaza aquí y yo allí… y no había manera.
En segundo lugar estaba el problema de Emmett, y para colmo de males, ahora a Bella o la mandaban más lejos de mí todavía, o la despedían. Y encima, había insinuado que iba a dimitir, no lo había dicho con esas palabras pero lo había dejado caer y yo no podía permitirlo. Hacía días que un pensamiento rondaba mi cabeza, y en ese instante tomé la decisión.
—Papá, ¿puedo hablar contigo, por favor? –le pregunté nada más entrar en la comisaría.
—Si hijo, claro que puedes —me contestó mi padre intrigado—, en realidad yo también quería hablar con vosotros de algo que ha pasado. Vamos a mi despacho.
—Emmet, ¿puedes venir? –pregunté llamando a mi hermano.
—Bien, empieza tu Edward —dijo Charlie una vez que estuvimos en su despacho—, ¿qué querías decirme?
—Quiero pedir una excedencia papá, me voy con Bella —comencé a explicar—. Ella está mal, le han dicho en el hospital que están reduciendo personal y que pueden despedirla o mandarla a otro centro. Me voy con ella Charlie, ya no puedo más. No sé de qué vamos a vivir si la despiden, pero ya se me ocurrirá algo. Puedo intentar que me den plaza en la ciudad donde a ella la envíen y si no conseguiré trabajo de lo que sea. Emmett, la oferta que te hice de mis ahorros, sigue en pie, quédatelos, ya te digo que algo se me ocurrirá. Y si no consigues el resto del dinero, te daré antes de irme la llave de mi casa. Quedaros allí Emmet, es vuestra y si algún día Bella y yo podemos volver, bueno, nos llevamos bien, siempre podríamos vivir todos juntos —lo dije todo de un tirón para que ninguno de los dos pudiera cortarme y refutar mi decisión, que era irrevocable.
—No Edward, no lo voy a consentir —dijo Emmett—, acepto que te vayas, yo haría lo mismo; acepto tu casa, pero no acepto tu dinero. Llévatelo Edward y utilízalo para sacar adelante a mi hermana y a mi sobrina. Es más, voy a hablar con Rose, que Aro se meta sus tierras y su casa por donde le quepan y que las disfrute, nos vamos con vosotros.
—Chicos, lamento mucho desilusionaros, pero me temo que por el momento eso no va a ser posible —nos comunicó mi padre, rompiendo esa euforia momentánea que se había instalado entre nosotros
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntamos los dos a la vez.
—Es de lo que quería hablaros —contestó mi padre —, esta mañana me llamó un antiguo compañero de la Academia que trabaja en Asuntos Internos. Chicos, estamos siendo investigados.
—¡¿Qué?!—volvimos a repetir como si fuéramos idiotas.
—Lo que oís. Piensan que nos hemos excedido en el ejercicio de nuestras funciones y si la investigación confirmara de algún modo esa teoría, nos pueden expulsar del cuerpo.
—¡Vamos ya! –dijo Emmet–, pero si desde que ingresamos en el cuerpo no nos hemos saltado ninguna norma.
—Yo tampoco lo entiendo hijos, pero así están las cosas –contestó Charlie.
—De verdad, cada día tengo más claro que alguien está detrás de todo esto. Que alguien está intentando perjudicarnos, pero no entiendo porqué —exclamé pasando la mano por encima de mis cabellos y revolviéndolos una y otra vez en un gesto muy mío que mostraba la desesperación y el nerviosismo que sentía.
—Eso es una tontería Edward, como va a ver alguien intentando perjudicarnos, todo esto es un cúmulo de casualidades —intervino Emmett.
—Emmett, corres el riesgo de quedarte en la calle, Bella puede ser despedida y nosotros también. ¿De verdad piensas que sólo son casualidades? –me fijé que mi padre se había quedado callado y muy, muy pensativo.
—Es igual –contestó Emmet—, hablaré con Rosalie. Vamos por Bella y Gabriela, nos marchamos y empezaremos en otro sitio.
—Me temo que eso no va a ser posible –intervino de nuevo mi padre –, no podéis marcharos en medio de una investigación, es como decir a gritos que sois culpables. Tendréis que esperar a que todo se aclare.
—De acuerdo esperaremos. Estoy seguro que se aclarará y cuando eso pase, nos vamos a por Bella y nos marchamos —dijo un Emmett muy convencido.
—Papá, ya sé que duele –le dije viendo la cara que tenia—, pero no tenemos más remedio, aquí no tenemos futuro por lo menos Bella y yo, pero vendremos a veros.
—No es eso hijo, entiendo vuestra postura y tenéis todo mi apoyo —contestó Charlie—. Es solo que… verás, ese comentario que has hecho de que hay alguien detrás de todo esto, me ha dado que pensar. Edward, tu madre Elizabeth, antes de que tu padre llegara a Forks, era novia de alguien de aquí. Alguien que la maltrataba psicológicamente. Le hacía sentirse alguien inferior y le decía que se alegrara de que él la quisiera, porque era una piltrafa humana. Todos sus amigos la animábamos para que lo dejara. Cuando llegó tu padre, se enamoró de ella y luchó por conseguirla como un titán y nosotros, los padres de Rose y otra pareja amiga nuestra, les ayudamos. Está claro quién ganó, pero el día de la boda, su ex novio juró vengarse algún día.
Luego, tus padres y los de Rose, murieron en ese extraño accidente y la otra pareja de amigos desapareció misteriosamente. Sólo quedamos Renée y yo, Edward —terminó de contarnos.
—¿Estás intentando decir que el accidente de mis padres y el de los Hale no fue fortuito?, ¿estás insinuando que fue parte de esa venganza y que Renée y tú sois los siguientes? —pregunté totalmente en shock por lo que acababa de oír.
—Sí hijo, eso es lo que me temo –contestó mi padre quejumbroso.
—Bueno, ¿y se puede saber quién es esa persona?—indagó Emmett.
—Primero, antes de revelar su nombre, tengo que estar seguro. Hace mucho tiempo de eso y quiero cerciorarme.
Y dejamos ahí la conversación. Pasaron los días y Bella me llamaba para ver cuando iba a ir con ella. Yo no quería decirle la situación en la que nos encontrábamos para que no se preocupara. No hacía más que pensar en la historia de mi padre y en la posibilidad de que la teoría de la venganza fuera cierta. Y si lo era, ¿quién era esa persona? No tardamos mucho en averiguar las dos cosas. Esa persona se rebeló con toda su crueldad, fuerza y maldad…
Fin del flashback
Miré mi reloj y vi que entre unas cosas y otras se había hecho la hora de comer. Me levanté y me fui a por los tres críos que jugaban tranquilamente junto a otros niños.
—Gabriela, Tony, Peter, vamos que se hace tarde para comer –les llamé. Cuando llegaron, me dirigí con ellos de nuevo al hospital con un firme propósito: hablar con Bella.
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