Paula intentó reanimarlo pero no pudo, el hermano de Adam estaba a sus pies y poco a poco se fue desvaneciendo. Ella no dejaba de llorar, sentía tanto dolor ens u pecho que le costaba seguir respirando, su mundo había acabado con él... había terminado...
Su cuerpo temblaba, tomó el teléfono y llamó a su padre, no podía hablar con claridad así que le dijo que Adam estaba muerto.
No tardó demasiado en llegar, su padre intentó reanimarlo pero no pudo, y luego vinieron la ambulancia y la policía, ella girtaba sin voz, quería morirse en ese mismo momento, no tenía otra alternativa.
El padre de Paula le administró un calmante bastante potente que la dejó en pocos minutos sin consciencia.
Cuando recobró el sentido, estaba en su habitación, las luces estaban apagadas y una sombra estaba sentada en su cama.
-Paula...- era la voz de Adam-.
Ella sonrió... todo había sido un sueño, se lanzó y lo abrazó todo lo fuerte que pudo.
-Adam... pensé que...-.
-Sh... estoy muerto Paula, mi hermano Emmett me mató... paró mi corazón- dijo en voz baja-.
De nuevo una oleada de lágrimas vino a Paula hinundándola.
-Shh... tranquila- besó sus mejilla y ella no dejó de llorar- quiero que sepas, que te quiero ¿vale? Y que lo último que quiero es que cometas una tontería, quiero que vivas tu vida, quiero que te vayas de esta casa, estando yo de este lado, nadie te hará daño... jamás...-.
-No...- dijo ella con voz ahogada- voy... voy a estar contigo pronto-.
-Eso nunca Paula, ¿me oyes? Tus padres están pensando en mudarse y eso harán, se mudarán y tu irás con ellos, nos veremos... más adelante, cuando tu estés en otro mundo ¿lo has entendido?-.
-No haré eso...-.
Adam se desvaneció porque la puerta de su habitación se abrió, entró su madre con una taza de té, la cual dejó en la mesilla de noche.
-Cariño...-.
Paula seguía llorando desconsoladamente, ese dolor en el pecho la iba a romper.
-No...-.
-Lo siento mucho Paula... de veras que si... nos iremos de aquí...-.
-NO-.
-Tenemos que irnos... por tu bien... tenemos que irnos-.
-NO ME IRÉ DE AQUÍ-.
-Paula...-.
Ella cerró los ojos y respiró todo lo hondo que pudo.
-Mamá quiero estar sola... quiero estar sola...-.
-Si...-.
-Te quiero mamá y a papá... os quiero a los dos-.
-Y nosotros a ti Paula... siempre-.
Ella vio como su madre se fue. Tenía muy claro lo que haría. Se levantó de la cama y entró en el baño, buscó sus cuchillas pero no las encontró. Cuando miró por encima de su hombro Adam estaba allí, negó con la cabeza.
-NO QUIERO ESTAR AQUÍ-.
-Paula, basta-.
-NO QUIERO ESTAR AQUÍ SIN TI-.
-Paula no me lo pongas más difícil-.
-Ya es lo bastente difícil para mi Adam- cerró los ojos y recordó lo que leyó en un libro siendo una adolescente... para alejar a los espíritus... para alejarlos-.
Salió por la puerta y bajó las esaleras, sus padres estaban en la habitación seguramente intenando descansar, la vista de Paula estaba nublada por las lágirmas, buscó un bote de sal y lo abrazó, con él se rodeó a si misma.
Adam de nuevo la miró fijamente desde la puerta.
-¿Que estás haciendo?- dijo enfadado- Paula...-.
Cuando intentó dar un paso hacia ella no pudo moverse, lo cierto era que no creía que estas cosas alejasen a los espíritus, pero al parece funcionaba.
No se traba del valor real que tengan las cosas, la superstición solo es el valor que se le quieran dar a los echos o las cosas ¿no?.
Paula abrió uno de los cajones y tomó un cuchillo de cocina, con la punta del mismo abrió sus venas en horizontal, así no se las podrían coser, y se sentó en el suelo esperando a que todo pasase.
Adam estaba llorando arrodillado frente a ella.
-No te mueras Paula, no quiero esto para ti-.
-Te amo...- dijo exhalando su último aliento sintiendo la debilidad cada vez más patente en ella-.
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