Tormento

Autor: andreaa
Género: General
Fecha Creación: 15/11/2009
Fecha Actualización: 22/11/2009
Finalizado: SI
Votos: 8
Comentarios: 41
Visitas: 35869
Capítulos: 30

De un día para otro todo cambia, la persona que creías que iba a estar a tu lado siempre, desaparece sin mas y incluso tu familia se vuelve un extraño para ti.

Nadie es capaz de darte ni una mínima parte de lo que necesitas, solo quieres escapar, pero no puedes.

Entonces, ¿que haces?

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Capítulo 26: indefinido

Se sentó en el sofá y apoyó mi cabeza en sus piernas. Su calor era reconfortante. Se notaba que estaba tenso. Pendiente de cualquier ruido que indicara que volvían a por nosotros. Aun así me quede dormida entre sus brazos presa de la melancolía y de la felicidad, ya que minutos antes había estado totalmente convencida de que eso no iba a pasar jamás.

 

Días después aun estaba en la cama. No me dejaban moverme ni un milímetro. Los golpes de Meg me habían roto varias costillas, el labio y la ceja. Heridas de guerra, como me decía mi abuelo. Pero la guerra había acabado, y habíamos salido más o menos victoriosos.

 

Me dolía pensar las consecuencias que habíamos tenido que pagar por mi vida, mil veces menos valiosa.

 

Los ojos se me llenaban de lágrimas al acordarme de ese rostro lleno de ternura que se había marchado para no volver. Ese rostro cálido a pesar de su frío natural. Él, que a pesar de todo, lo hubiera dado todo por mi, dio su vida en esa guerra que jamás tendría que haber sido llevada a cabo. Me relataron cientos de veces la muerte de Alec, muy a pesar siempre del narrador, que no quería que sufriera. Tres contra él. Contra una sola persona, tres monstruos.

 

Alec. Le echaba de menos y me dolía pensar en mi última conversación con él. Esos últimos momentos en los que lo había rechazado. Lo quería, como un amigo, como un hermano, simplemente le quería.

 

Ese había sido la gran pérdida de la lucha, pero otras consecuencias, también me llenaban la mente haciéndome sentir tremendamente culpable.

 

Todos los Quileutes habían salido heridos, algunos más que otros. Pero Sam y Paul tenían que sufrir mas daños que lo demás. Por una parte Paul había sufrido graves contusiones además de una pierna rota, nada que un licántropo no curara en un par de días. Pero Sam había perdido demasiada sangre. No era un estado crítico del que dependiera su vida, pero necesitaba guardar reposo, mucho reposo.

 

Sabía que nadie me culpaba a mi de lo sucedido, nadie excepto yo misma. Me sentía realmente mal.

 

Pasaban los días y yo estaba encerrada en esa habitación que minuto tras minuto me iba pareciendo mas y mas pequeña.

 

-          Hola – saludó Jake. Venía a visitarme cada día y pasaba todas las tardes sentado a mi lado.

-          Hola – dije con un sonrisa. No podía evitar sonreir cada vez que lo veía llegar. Era la única alegría que encontraba en esos días grises.

 

Pasábamos las horas hablando de cosas sin importancia. Me contaba lo que sucedía en la reserva y las tonterías que hacían los chicos, siempre muy cuidadoso de no recordarme la pelea. Por que si ese recuerdo volvía a mi mente no podía evitar hundirme en un pozo oscuro y lleno de culpa.

 

Nosotros dos seguíamos siendo algo indefinido. Ninguno de los dos daba el paso para ser algo mas. Los antepasados de Jake ya no era excusa, habíamos sabido que ellos en ningún momento nos habían prohibido estar juntos, sino que todo había sido una trampa de uno de los mestizos cuyo don era crear ilusiones.

 

Ya había pasado un mes y mis heridas estaban casi totalmente curadas. Mi familia me había permitido salir. Por fin.

 

Decidí darle una sorpresa a Jake. Mi abuelo me había acompañado en coche hasta La Push, avisando antes a Billy, para no crear problemas acerca del tratado.

 

Me bajé del coche y corrí, aun que pesadamente por que aun me dolían las costillas, hasta la casa de Jake. Llamé a la puerta. Dos veces. Nadie me abría. Mi abuelo ya se había ido y pensé que, tal vez estaban todos en casa de Emily.

 

El camino a pie se me hizo largo, y mas largo aún a causa de mi lentitud “humana”. Cuando me encontraba a pocos pasos de la entrada de la casa de Emily sus voces llegaron a mis oídos. Estaban todos allí.

 

Llamé a la puerta y Emily me abrió.

 

-          Hola – saludé emocionada.

 

Ella me abrazó. Pude perderme entre su oscuro cabello. Me encantaba ver que no me culpaba de los daños que había sufrido Sam en la pelea.

 

Deshizo el abrazo y se giró para encararlos a todos.

 

-          Mirad quien ha venido – gritó Emily apartándose y dejándome a la vista de todos.

 

Estaban todos sentados alrededor de la pequeña mesa en la pequeña cocina de aquella casa. Sam, Paul, Quil y Embry habían apartado la vista de sus suculentos platos a rebosar para regalarme una sonrisa de bienvenida increíblemente reconfortante. Seth se levantó de un salto para abrazarme como solo él lo hacía. Me levantó mientras me abrazaba. Leah, me regaló una tímida sonrisa desde su lugar en la mesa. Pero me faltaba alguien. ¿Dónde estaba Jake?

 

Al fin Seth me soltó y pude llenar de nuevo mis pulmones de oxígeno.

 

-          ¿Y Jake? – pregunté entusiasta.

 

Todos se miraron entre ellos. Algo preocupados. Nadie me contestaba y así pasaban los segundos.

 

Miré a Emily, quizás ella tendría la respuesta. Esta miró a Sam, Sam asintió. Volvió a mirarme y al fin me contestó.

 

-          Está en el patio trasero. – dijo en un susurro prácticamente inaudible.

 

Crucé la pequeña casa en un par de pasos, abrí la puerta corredera de cristal para encontrarme con un patio hermoso, verde, lleno de flores violetas. En el fondo un precioso banco de madera envejecida y en el banco él. Tan perfecto y hermoso, y a su lado ella, tan hermosa también. Pero, ¿quién era ella? ¿y que hacía en ese romántico lugar a solas con mi Jake?

 

No abrí la boca. Me limité a observar como hablaban, mirándose a los ojos. Tampoco era capaz de escuchar lo que decían. Se sonreían y de vez en cuando él acariciaba dulcemente su rostro. De pronto Jake se dio cuenta de que era observado.

 

Se levantó deprisa del banco acercándose a mi en menos de un segundo. Me acogió en sus brazos abrazándome tan fuerte que me costaba respirar. Sentía ese abrazo tremendamente dulce. Era increíble lo que llegaba a transmitir. Por encima de su hombro pude ver como ella nos miraba. Cuando cruzamos nuestras miradas ella se dedicó a mirar el suelo.

 

Jake lentamente deshizo el abrazo posando sus manos a ambos lados de mis mejillas y mirándome directa e implacablemente a los ojos.

 

-          ¿Qué hacer aquí? ¿estás mejor? ¿Te han dejado salir? Estás preciosa – lo dijo todo prácticamente sin respirar.

 

Mantuvo su mirada en mis ojos esperando respuesta. En cambio yo me giré dándole la espalda y volviéndoles a dejar solos, tan a gusto como estaban antes de mi intromisión.

Capítulo 25: melancolía Capítulo 27: tal vez una equivocación

 
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