Paula estaba de nuevo en casa, en el pasillo donde habían ocurrido cosas atrozes tiempo atrás pero no se movió hasta que Anna apareció y le dijo claramente que Adam le pertenecía, que su alma era suya y que bajo ningún concepto dejaría que se lo arrebatasen.
Ella no dijo nada y no fue hasta que vio como Anna arrancaba un pedazo de su cuello de un mordisco que no despertó gritando. Este miemo sueño era el que tuvo en casa cuando Aro, el hermano fallecido de Adam, le dijo que durmiese para que pudiese ver.
Adam estaba asustado mirándola la zarandeaba hasta que ella despertó.
-Es una pesadilla- dijo él de manera tranquilizadora, su pulso se había acelerado-.
Que irónico parecía que era ella la que cuidaba de él cuando claramente, era al contrario, lo abrazó fuerte y respiró hondo, su perfume la inundó y hizo que su pulso bajase de nuevo.
-¿como estás?- preguntó ella-.
-Estoy bien ¿y tu?-.
-Estoy bien... hable con tu hermano-.
Adam arrugó la frente y la miró fijo.
-¿Quien de todos?-.
-Aro-.
Él cerró los ojos y la acercó a su pecho con más fuerza.
-Entiendo-.
-Es un buen chico, dice que le gusta la pareja que hacemos- Paula dudó en contarle o no lo que había pasado... el sueño que había tenido- también soñé con Anna...-.
-¿Que quiere?-.
-Dice que eres suyo... que le perteneces... tu alma...-.
-Mi alma está perdida Paula, y se que cuando muera, estaré encerardo en esa casa, para siempre... es el precio que prometí pagar, pero el tiempo que me queda aquí... quiero pasarlo... contigo...-.
Ella asintió no demasiado converncida.
-Me parece poco tiempo...-.
-¿A que te refieres?-.
-¿Si muero en esa casa... me quedaré contigo?-.
-No pienses eso-.
-Responde-.
-No, Paula... jamás permitiría eso ¿vale?-.
-¿No quieres estar conmigo?-.
-Ser un fantasma, vagar toda la vida en esa casa, sin estar en un lado ni en el otro no es algo que quiera para ti, cuando tu mueras, dentro de muchos, muchos, muchos años... irás a un lugar mejor, porque eres una buena persona que merece un buen descanso, alguien digno de admirar-.
-No quiero-.
-Paula...-.
-No... quiero...-.
-Joder- siseó-.
-El día que tu mueras, yo acabaré con todo en esa casa... estaré contigo... en esa casa... o donde sea-.
-No te quiero cerca de mi infierno personal-.
-Te aguantas Adam, es mi decisión-.
-No sabes lo que dices-.
-Callate-.
ҖҖ
El doctor Carlisle estaba hablando por teléfono con el señor Black que había regresado a su casa y había recogido todo el estropicio de sangre y cristales rotos que había en la habitación de su hijo. Cuando miró su reloj de pulsera con correa de piel marrón oscura se dio cuenta de que era muy tarde, hoy le tocaba hacer guardia y Esme seguramente estaría en casa.
Pero se equivocaba, cuando giró su rostro en la sala de descanso para el personal del hospital vio a su esposa seria, tenía los ojos rojos y llorosos.
-¿Ha ocurrido algo?-.
-Se trata de... Paula, quiere irse de casa-.
El doctor resiró hondo y sabía que su hija ya no era una niña y que quería hacer cosas por ella misma, equivocarse, y poder enmendar esos errores.
-Tu y yo... también empezamos de jóvenes...-.
-Si... pero Adam..-.
-Si le prohibes eso, si lo haces, ella querrá hacerlo con más ganas, pase lo que pase tenemos que apoyar sus deciciones-.
-Si...-.
-Ven aquí-.
Ella se movió despacio y abrazó a su marido como hacía tiempo que no le abrazaba y él la sostuvo hasta que el tiempo pasó liviano entre ambos, sin necesidad de palabras.
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