Tormento

Autor: andreaa
Género: General
Fecha Creación: 15/11/2009
Fecha Actualización: 22/11/2009
Finalizado: SI
Votos: 8
Comentarios: 41
Visitas: 35888
Capítulos: 30

De un día para otro todo cambia, la persona que creías que iba a estar a tu lado siempre, desaparece sin mas y incluso tu familia se vuelve un extraño para ti.

Nadie es capaz de darte ni una mínima parte de lo que necesitas, solo quieres escapar, pero no puedes.

Entonces, ¿que haces?

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Capítulo 25: melancolía

Y ese fue el principio del fin, de mi fin.

 

Aun no habían desaparecido todos cuando ellos dos ya estaban tan cerca de mi que podía oír sus respiraciones. Era evidente que estaban emocionados. Querían acabar conmigo y estaban orgullosos de poder tener el privilegio de hacerlo.

 

Moría de ganas de suplicar por mi vida o de pedir que lo hicieran rápido y sin dolor. Me estaba dando cuenta de que era menos valiente de lo que imaginaba. Pero a pesar de todo no dije nada. Y tampoco lloré. Simplemente cerré los ojos esperando que acabara todo. Esperando un final que, a pesar de todo, no creía merecido. Ese final que me iba a condenar a dejar de vivir todas esas cosas hermosas que siempre había creído simples y poco importantes.

 

Con los ojos cerrados la oscuridad se cernía sobre mi. Siempre había pensado que la típica historia de ver pasar tu vida delante de tus ojos antes de morir era solo un cuento, un mito, pero no. Visualicé cada momento feliz que había vivido junto a mi familia y junto a mis amigos. Todas esas sonrisas, esas caricias, todos los momentos felices y los momentos mas simples pero a pesar de todo llenos de amor.

 

Un segundo, dos y tres, y nada. Silencio y nada de nuevo. Tenía los nervios a flor de piel, necesitaba urgentemente desaparecer, o que desaparecieran ellos, pero no aguantaba mas el hecho de estar allí esperando la muerte.

 

Decidí abrir los ojos y cando estaba a punto de hacerlo gritos y golpes deshicieron el silencio de ese lugar.

 

Abrí los ojos, alterada, y una sonrisa se dibujo en mi rostro al ver la imagen. Después esa sonrisa se desvaneció. Estaban allí, todos. Mi familia y los Quileute. Estaban en peligro. Los mestizos eran mucho mas fuertes que ellos. No podía permitir que les pasara nada a ellos.

 

Aun cerca de mi, pero dándome la espalda, estaban Meg y Joe. Observando el campo de batalla. Todos los demás habían reaparecido en ese claro para luchar contra los míos.

 

-          ¡Eh! – grité. Quería que Meg y Joe se giraran.

 

Ellos se giraron, había conseguido mi objetivo y era la hora de llevar a cabo mi plan.

 

-          No queréis acabar conmigo, pues hacedlo.

 

Ellos compartieron una mirada algo confusa. Me miraron, con esa sonrisa malvada en sus rostros. Esa sonrisa terrorífica presa de un mal presagio.

 

Se acercaron a mi lentamente. Con los ojos fijos en mi rostro y los brazos tensos. Eran fuertes, los dos, muy fuertes. Yo no.

 

Movía las manos algo desesperada intentando deshacer el nudo que me tenía sujeta a ese árbol. Pero no había nada que hacer, era imposible. 

 

Ya estaban cerca de mi, muy cerca.

 

Meg se agachó para quedar a mi altura, me miro a los ojos con furia, con demasiada furia. Era extraño por que ningún otro mestizo tenía esa rabia, esa furia, ese odio grabado en sus ojos, solo ella.

 

-          Tengo que decirte que te va a doler – dijo orgullosa y entonces su brazo cogió impulso, y con toda la fuerza que era capaz de ofrecer, estampó su puño en mi rostro.

 

Me sobresalté, por que no me lo esperaba y por esa misma razón grité. No debí hacerlo por que mi familia con su excelente oído se giró para mirarme. Aún atada al árbol y a causa del golpe caí de lado. Notaba el sabor caliente de la sangre humedeciendo mis labios. Demasiada sangre. Caía desde mi rostro manchándome los pantalones. Demasiada sangre.

 

Cerré los ojos y de pronto, otro golpe impactó en mi, pero esta vez en mi estomago. Dejé de respirar por un instante.

 

-          ¡Para ya! – Era él. Era Jake. No podía permitirlo, no debía.

-          Márchate. – le ordené.

 

Me miró a los ojos. Estaban llenos de lágrimas, sus ojos oscuros estaban empañados por una niebla triste. Muy triste.

 

Detrás de de Jake aparecieron Sam, Quil y Paul. Me miraron. Debía tener un aspecto horrible, la cara ensangrentada, los ojos llorosos.

 

-          Nosotros nos encargamos, cógela. – gritó Sam

 

Entonces ellos tres se abalanzaron sobre Meg y Joe. Jacob se acercó corriendo a mi y de un tirón deshizo las cuerdas que me ataban a ese absurdo árbol. Me cogió y mientras yo me acomodaba, dolorida, entre sus brazos, él empezó a correr.

 

Me dolía el estomago, sentía su puño aun clavado en mi vientre. El labio dormido e hinchado y la sangre recorría mi rostro mostrándome las magulladuras para nada ocultas.

 

Los ojos se me cerraban y las lágrimas que ahora se sentían mas libres por no estar bajo la atenta mirada de mis potenciales asesinos salieron silenciosas pero grades y fuertes, descendiendo por mis mejillas y muriendo en mis labios mezclándose con el sabor de la sangre.

 

Con los ojos por fin cerrados noté como Jacob frenaba.

 

-          ¿estás bien? – preguntó en un susurro.

 

No tenía fuerzas para contestar, así que me limité a asentir débilmente. Oi un suspiro de alivio y eso me hizo sonreír.

 

Abrí los ojos lentamente para encontrarme con su rostro a escasos centímetros del mío. Su rostro perfecto y sus increíbles ojos, tan preocupados.

 

-          Estoy bien. – susurré para tranquilizarlo.

 

En realidad no me encontraba nada bien. Me costaba respirar. Pero eso no iba a decírselo.

 

Entramos en mi casa, no me di cuenta de donde estábamos asta que no me dejó encima del sofá. Se fue a la cocina i volvió con una paño mojado. Me limpió las heridas de la cara.

 

-          No sabes lo mucho que he sufrido solo de pensar que... – no pudo seguir por que las lágrimas traicioneras descendieron de sus ojos.

-          Estoy bien – volví a repetir, pero esta vez fue menos creíble.

 

Me dolía cada palabra y cada respiración. Pero era capaz de hacer cualquier cosa para no preocuparlo mas.

 

Se sentó en el sofá y apoyó mi cabeza en sus piernas. Su calor era reconfortante. Se notaba que estaba tenso. Pendiente de cualquier ruido que indicara que volvían a por nosotros. Aun así me quede dormida entre sus brazos presa de la melancolía y de la felicidad, ya que minutos antes había estado totalmente convencida de que eso no iba a pasar jamás.

Capítulo 24: el principio del fin Capítulo 26: indefinido

 
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