Tormento

Autor: andreaa
Género: General
Fecha Creación: 15/11/2009
Fecha Actualización: 22/11/2009
Finalizado: SI
Votos: 8
Comentarios: 41
Visitas: 35880
Capítulos: 30

De un día para otro todo cambia, la persona que creías que iba a estar a tu lado siempre, desaparece sin mas y incluso tu familia se vuelve un extraño para ti.

Nadie es capaz de darte ni una mínima parte de lo que necesitas, solo quieres escapar, pero no puedes.

Entonces, ¿que haces?

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Capítulo 23: nueva espera

-          Suéltala – gritó mi salvador

                     

Él la miro desconcertado. Ella me estaba ayudando. Ni yo misma podía creerlo.

 

-          Suéltala – repitió de nuevo Meg.

 

Yo tenía los ojos como platos mientras Alec maldecía entre susurros. Me soltó lentamente sin dejar de mirar a los ojos a Meg. Su mirada era furibunda. Totalmente llena de odio.

 

Por fin me soltó del todo aun sin apartarse de mi lado. Yo le miré.

 

-          De acuerdo. Pero vuelve conmigo a casa – me suplicó Alec

-          No creo que sea necesario. – replicó Meg sin darme tiempo para contestar – Yo la acompañaré.

 

Yo asentí. Alec volvió a dedicarle una de sus miradas a Meg para después desaparecer en el bosque en menos de un segundo.

 

-          Gracias – conseguí decir en un susurro.

-          No hay de que. Ahora sígueme.

 

Me quedé paralizada. Sus ojos habían cambiado de color. Eran rojos. Tan rojos como los de un vampiro. Mi cabeza llegaba a miles de conclusiones, pero todas sin sentido. ¿Licántropo y vampiro? ¿Era posible?

 

Seguía sin moverme cuando ella me agarró del brazo y me arrastró por el bosque. A los pocos minutos me di cuenta de que no sabía lo que quería hacerme, pero que seguramente no era nada bueno. Entonces empecé a patalear, a intentar pararla. Pero era imposible. Poseía una fuera inhumana. Sabía que yo sola no sería capaz de salir de esa pero tampoco quería involucrar a nadie, a ningún ser querido. Por que no sabía que era ella ni de lo que era capaz. Tampoco sabía si estaba sola o traía amigos.

 

A pesar de mis intentos de huída Meg consiguió arrastrarme a un claro en el bosque lo bastante alejado como para que, a pesar de mis gritos y del excelente oído de mi familia, nadie pudiera escucharme.

 

Me tiró al suelo, literalmente, como si fuera un simple muñeco de trapo. Y allí me encontraba yo, tendida en el suelo en medio del espeso bosque con la mirada vampírica de un licántropo apoderándose de mi.

 

Los chillidos salían de mi garganta. Llamaba a cualquier persona que pudiera ayudarme. Sentía el miedo en cada partícula de mi ser. Entonces sentí que todas mis fuerzas se desvanecían y que la oscuridad se apoderaba de mi cuerpo. Y me desmayé.

 

 Sentía el calor del sol en mi cara. Despierta pero sin abrir los ojos rezaba para que todo lo que había sucedido fuera un simple sueño. Deseaba estar en mi habitación, en mi cama, cerca de mi familia.

 

Temía abrir los ojos y descubrir que a pesar de mis plegarias me encontraba allí donde no deseaba estar. Así que mantuve los ojos cerrados un largo rato. No oía absolutamente nada. Solo la respiración fatigosa de alguien a mi lado. Muy cerca, demasiado. La respiración que me acompañaba era demasiado ruidosa como para ser de una persona, solo quedaba una opción, un animal.

 

Abrí los ojos lentamente. No podía aplazar mas el momento. En ese mismo claro ese enorme lobo blanco de ojos rojos me custodiaba. Me incorporé lentamente presa de un miedo enorme, descomunal. El lobo me miraba y de pronto se perdió detrás de los árboles. Pocos segundos después apareció Meg. Pero no la Meg que yo había conocido, sino la Meg que me había arrastrado a ese lugar, cuyos ojos rojos me asustaban como nunca nada lo había hecho.

 

Se acercó a mi y me levantó del suelo con una sola mano. Estaba totalmente aturdida y mi mente asumía el hecho de que tal vez, y de manera muy probable, ese era mi fin. Había dejado de hacer tantas cosas que me dolía el corazón solo de pensar en ello. En todos las veces que había que he dado por hecho que mi familia sabía que les quería, y no lo he dicho. Todos esos besos que e ido guardando y que no podrán pertenecerle jamás a él, a Jake.

 

Mientras mi mente vagaba por esos sueño aun por cumplir, ella me arrastró hasta un árbol.

 

-          Se que no vas a escapar, no puedes. – dijo orgullosa. – Pero toda precaución es poca.

 

Dicho eso me ató a un árbol. Ahora si, pensé, este es mi final.

 

Ella daba vueltas, nerviosa, en su forma humana. De pronto empezó a reir. Sus carcajadas, horribles, inundaban ese silencioso lugar.

 

-          ¿Sabes una cosa? – gritó ella – Estas acabada

 

Era lo que había sabido desde el momento en que ella me arrastró por el bosque. Lo había sabido todo este tiempo. Pero esa confesión me desmoronó totalmente secando mis lágrimas y mis sollozos. Al fin y al cabo ya no había nada que pudiera hacer.

 

La valentía propia de esos momentos en que lo das todo por perdido se apoderó de mi.

 

-          Crees que deshaciéndote de mi Jake te amará mas. Te equivocas.

 

Entonces su carcajadas volvieron a inundar el lugar. No entendía nada. Me mataba por Jake ¿o no?.

 

-          Que eres de ingenua. Crees que queremos acabar contigo por ese estúpido chico. Tu eres el problema.

 

Me quedé totalmente alucinada. No sabía cual era el problema. ¿Yo?. No encontraba ninguna lógica en sus palabras.

 

-          Mírame. – me gritó – ¿Qué crees que soy?

-          Un monstruo. - grité enfadada.

-          Exacto – contestó ella.

 

El silencio inundó el lugar. Que ella fuera un monstruo no tenía nada que ver conmigo, o eso creía yo.

 

-          Tu y ese cachorrito sois un peligro. Estáis enamorados. – concluyó.

 

Cada palabra tenía menos sentido que la anterior.

 

-          ¿Aún no lo entiendes verdad?

 

Yo negué con la cabeza.

 

-          Si estuvierais juntos, tarde o temprano tendríais hijos. Serían tremendamente poderosos. Como yo. Mi padre era un vampiro y mi madre un licántropo. Somos pocos. Nos llamamos mestizos. Somos mas poderosos que los vampiros y que los licántropos. No podemos permitir que en un grupo ya fuerte de vampiros y otro fuerte también de licántropos se incorpore uno como nosotros. Serias indestructibles.  

 

Entonces un “clic” sonó en mi cabeza. Todo encajaba. Todos las cosas extrañas, los desvanecimientos, las voces que oía mi padre, las advertencia de los supuestos antepasados de los Quileutes. Todo estaba bien planeado y conseguido a causa de los dones de los mestizos.

 

-          ¿A que esperas? – quise saber. La espera se me estaba haciendo demasiado  larga. Demasiado tiempo para pensar en lo iba a perderme.

-          No soy la única que desea acabar contigo.

 

En ese mismo instante, multitud de cuerpos empezaron a entrar en el claro. No sabía quienes era, eran muchos. Cerré los ojos deseando que eso acabara.

 

 

Capítulo 22: ¿dudas? Capítulo 24: el principio del fin

 
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