Tormento

Autor: andreaa
Género: General
Fecha Creación: 15/11/2009
Fecha Actualización: 22/11/2009
Finalizado: SI
Votos: 8
Comentarios: 41
Visitas: 35893
Capítulos: 30

De un día para otro todo cambia, la persona que creías que iba a estar a tu lado siempre, desaparece sin mas y incluso tu familia se vuelve un extraño para ti.

Nadie es capaz de darte ni una mínima parte de lo que necesitas, solo quieres escapar, pero no puedes.

Entonces, ¿que haces?

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Capítulo 22: ¿dudas?

-          Buenos días pequeña – susurró.

-          Buenos días – dije mientras besaba su mejilla

 

Me ayudo a levantarme y me acompaño a desayunar. Como de costumbre él solo miraba. Me encantaba desayunar con Alec.

 

Después de desayunar fuimos, los dos, a pasear. No muy alejados de la casa como repitió mi padre unas cien veces.

 

La cabeza me daba vueltas ya que mis ideas paseaban de arriba abajo. Cada vez que cerraba los ojos veía el lobo desconocido y a pesar de las negativas de mis familiares tenia la sensación de que Meg tenía algo que ver con el asunto.

 

-          ¿Qué paso exactamente ayer, Alec? – pregunté cuando los dos estábamos sentados en medio del bosque mirando la nada.

-          No estoy muy seguro.

 

Sus ojos mostraban esa falta de compresión por lo que había ocurrido. Ninguno de los dos nos dimos cuenta de que el intruso estaba allí antes del ruido, no notamos su presencia y Alec tendría que haber olido al lobo. Pero no fue así.

 

Yo me quedé en silencio esperando que él me explicara lo sucedido pero sus ojos se perdieron de nuevo en la nada esquivando mi pregunta. No sabia que era lo que de verdad atormentaba a mi amigo pero me sentía mal. Me sentina mal al verlo así.

 

El silencio continuó inundándolo todo. Sin dejar espacio a nada mas. Ya empezaba a ser devastadoramente incómodo cuando el al fin habló.

 

-          Antes de entrar en tu habitación utilicé mi don para desorientarlo – dijo sin mirarme – Cuando entré lo vi. Era enorme. Mas grade que vuestros amigos y sus ojos era rojos, como los nuestros. Cuando se desoriento salió por las puertas de cristal. – se calló y clavó su mirada en la mía.

 

Estaba segura de que había algo mas. Ese lobo, o lo que fuera, le había hecho algo a él por que cuando yo llegué Alec estaba malherido, débil.

 

-          ¿Te hizo daño? – pregunté intentando que me contara todo.

-          No se que me hizo. – clavó su mirada en mi y la mantuvo hasta que terminó de hablar. – Le seguí fuera, y él clavó sus ojos en los míos. Entonces sentí que todo se desvanecía. Que me quedaba sin fuerzas. Fue una sensación horrible. Sentía que mis piernas no eran capaces de mantenerme en pie. Y caí, y él escapó.

 

Yo veía en sus ojos que la derrota era algo que no podía tolerar. Se sentía mal por no haber capturado a ese intruso.

Yo vagaba en mi mente de un lado para otro mientras el silencio volvía a reinar en ese lugar. Quizás no era un simple licántropo. Era más que eso. Entonces Alec volvió a romper el silencio.

 

-          Lo que mas me duele es que... – hizo una pausa y me miró intensamente – no logre pararlo. En el momento en que me desmoroné tu estabas tan cerca... – volvió a callar durante unos segundos – Si te llega a pasar algo…

 

No deje que acabara. Sabía que era lo que quería decir y quería que supiera que no le culpaba de nada así que lo abracé. Nos perdimos en un abrazo precioso. Me sentía increíblemente frágil y a la vez protegida entre sus brazos. Era una sensación extraña pero a la vez familiar y acogedora.

 

Nos deshicimos del abrazo lentamente. Los dos estábamos demasiado cómodos. El lugar era hermoso. Quizás por la compañía, pero era especial. El día era demasiado soleado si lo comparábamos con la temperatura media de Forks y de entre los árboles se filtraban algunos rallos de sol. De vez en cuando algunos de estos rallos chocaban con la piel de Alec rompiéndose en mil pedazos.

 

Me quedé distraída mirando su piel. Eran diamantes puros dando luz a un rostro ya hermoso.

 

-          Disimula un poco. – dijo Alec devolviéndome a la realidad con un tono bromista.

 

Me enfadé, siguiendo la broma. Me senté en el suelo dándole la espalda. A los pocos segundos sentí su cuerpo de nuevo cerca del mío. Me abrazó apoyando su cabeza en la parte trasera de mi hombro.

 

-          Puedes mirarme todo lo que quieras – susurró en mi oído.

-          Eso será si me apetece – repliqué con una sonrisa en los labios.

 

Alargué la mano y agarré algo de barro, que había quedado a causa de las lluvias de la noche anterior, sin que él se diera cuenta. Me giré lentamente y puse el barro en su cara.

 

Inmediatamente me sonrió de manera picara mientras yo me levantaba y empezaba a correr. Sabia que en pocos segundos iba a alcanzarme pero esa era la idea.

 

Y como yo esperaba sentí que algo tiraba de mi hacia el suelo y en rápidos movimientos que no llegue a entender me encontraba tumbada en el suelo y el sentado a mi lado. Con una mano mantenía mis brazos aprisionados encima de mi cabeza y en la otra mano una gran bola de barro me daba la bienvenida.

 

Su cara estaba totalmente embarrada igual que su pelo, aun así no se deshacía de ese encanto que presentaban sus sonrisas.

-          Eres hermosa – hizo una pausa y me miró sonriendo con malicia – pero así estarás mucho mejor.

 

Dicho eso empezó a restregar su mano llena de barro lentamente por mi cara, como si fueran caricias. Los dos nos reíamos a carcajadas y cuando terminó me soltó. Yo me quedé tumbada riendo mientras él se tumbaba a mi lado. Mi oportunidad, pensé. Entonces, con toda la velocidad que era capaz de ofrecer, me senté encima de él aprisionando sus manos de la misma manera que el lo había hecho.

 

De pronto dejo de reír. Pensé que no le había gustado la broma así que solté sus manos e intenté apartarme pero él me lo impidió. Sus manos agarraron las mías de nuevo, y con fuerza. Sentía que el corazón iba a salir de mi pecho. La respiración era algo agitada y los nervios se hacían notar en mi estomago.

 

No entendía las reacciones que tenia antes el contacto de Alec, pues yo estaba totalmente segura de estar enamorada de Jake. El cerró los ojos y suspiró. Entonces sus manos rápidas y veloces viajaron a mi espalda y me obligaron a tumbarme sobre él. Me abrazó fuerte y dulcemente. Yo sentía su aroma mientras el escondía su rostro en mi cabellos, respirándome.

 

Yo me levanté un poco y quedamos tan cerca que nuestras frentes se rozaban.

 

-          Se acabó el barro – anuncié – ¿tregua?

 

Él sonrió y asintió suavemente. Do pronto cambió la situación. Él  me empujo y quedó tumbado encima de mi apoyando su peso en sus manos, a ambos lados de mi cabeza.

 

-          Nada de barro – anunció él con una sonrisa algo triunfal bailando en su rostro.

 

No me quedó mas remedio que sonreír. Era increíble lo bien que podía llegar a sentirme cuando estaba cerca de él teniendo en cuenta la situación que vivíamos todos en esos momentos.

 

De pronto un frío contacto sobre mis labios me devolvió a la realidad. Me estaba besando. Suave y dulcemente, tan diferentes a los besos apasionados y ansioso de Jake.

 

Mis manos rodearon su cuello mientras las suyas seguían apoyadas en el suelo. Sentía su frío aliento invadir todo mi cuerpo. Era perfecto.

 

Pero de pronto una imagen apareció tras mis ojos cerrados. Él, Jake. No era justo. Me deshice del beso y del abrazo. Me levanté veloz e intenté normalizar mi respiración.

 

-          Esto no tendría que haber pasado – dije en un susurro. Mas hablando conmigo misma que hablando con él.

-          Lo siento. – dijo Alec con una tristeza presente en su voz.

-          No es tu culpa. Supongo que he confundido algunas cosas. – me giré para encararlo – Te quiero, pero como a un hermano.

 

Su rostro quedó descompuesto por la desilusión. Moría de ganas por abrazarlo pero sabia que eso podía empeorar las cosas. Me dolía ser la causante de su dolor. No merecía la pena sufrir por mi.

 

-          Perdóname, por favor – supliqué. – dejemos las cosas como estaban asta ahora.

-          No – replicó él con dureza. – no puedo seguir como asta ahora. Me duele verte sufrir por alguien que no te merece.

 

Agarró mi brazo con fuerza. No era consciente de su intención, no sabia que era lo que quería hacer. Pero en su rostro la furia, la pena y la rabia me asustaban.

 

-          Alec suéltame, hablemos – supliqué.

-          No – volvió a gritar.

 

Entonces la presa que tenía alrededor de mi brazo se hizo mas fuerte. Me estaba haciendo daño pero yo no tenia ninguna posibilidad. Si él no quería que escapara, no iba a hacerlo.

 

Y de pronto una voz en el bosque me salvó.

 

- Suéltala – gritó mi salvador.    

Capítulo 21: pequeñas confesiones de amor Capítulo 23: nueva espera

 
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