Esa mañana el sol apareció por poco tiempo, antes de quedar oculto por la masa de nubes grises Rosalie deseó que lloviese a cántaros. ¿Por qué no? Ya se sentía tan miserable... Las náuseas le oprimía el estómago. ¿Por qué los hombres que la vigilaban no experimentaban también parte de ese desagrado?
Había solamente seis alrededor suyo, y se los veía tranquilos y despreocupados. Royce había ido con otros dos a un lugar desde donde podía observar las idas y las venidas del castillo. De hecho, no había ordenado a esos hombres que permanecieran allí para vigilarla. Ahora, ellos la veían como a su señora, de modo que era su deber protegerla, y eso impedía que la abandonasen. Pero alejarse ahora no convenía a su nuevo objetivo, que era impedir que Royce capturase a MacCarty
Rosalie podía explicar a Royce que Emmett era el hombre que él había apresado en Kirkburough. Tal vez eso lo encolerizara de tal modo que él cometiera una tontería, quizás incluso deseara desafiar realmente a Emmett, y saliese a perseguirlo... Rosalie estaba soñando. Royce jamás se pondría en peligro, y menos conociendo la magnitud del ejército que Emmett había llevado consigo, y sin tener la certeza de que el suyo era más grande. Rosalie deseaba saber cuál era el número de soldados de ese ejército. Había visto muchos hombres en Kirkburough, pero sabía que Royce había contado con la posibilidad de contratar a muchos más gracias a la riqueza del viejo Aro.
Había una esperanza a la cual ella se aferraba, a saber, que Royce se inquietase por los pronósticos que ella había formulado acerca de lo que sucedería cuando él intentase entrar en el castillo. Si por lo menos Royce alimentaba algunas dudas, disponía del resto del día para acentuarlas. De hecho, en definitiva, él podía convencerse de que su plan original estaba destinado al fracaso. Después, recordaría cómo se había burlado de ella, y pensaría seriamente en utilizarla para entrar en la fortaleza. Así, ella dispondría de tiempo para dar la alarma, pues a juzgar por el modo en que él había explicado su plan, Rosalie comprendió que no tenía la intención de forzar la entrada apenas él ingresara en el castillo. Era probable que a ella la llevasen directamente a la mazmorra, pero eso la beneficiaría, al separarla de Royce, de modo que ella podía confesar quién era ese hombre.
Comenzó a sentirse mejor, hasta que recordó lo que la esperaba en la mazmorra del castillo de Emmett. ¿Melisant había representado su farsa antes de enterarse de la fuga de Rosalie? En caso negativo, tal vez no había formulado sus acusaciones, y había llegado a la conclusión de que ellas nada le servían una vez que Rosalie había desaparecido. Y la captura del peor enemigo de Emmett podía ser una de sus armas, sobre todo si Rosalie en definitiva era la responsable de esa captura. Incluso era muy posible que no la enviasen a la mazmorra. Tal vez hasta podían sentirse agradecidos ante su intervención... no, de nuevo estaba soñando. Pero por lo menos, podía lograr de ese modo que el maldito carcelero lo pensara dos veces antes de abusar de su persona, hasta que Emmett regresara y juzgase el intento de fuga. Pero si la recibían con esa acusación por robo...
Comprendió que acerca de eso no podía hacer nada. Tendría que afrontar lo que la esperaba en el castillo, si Royce decidía utilizarla. Pero ahora Rosalie no estaba tan deseosa de ser usada. Y comenzó a mirar de nuevo a los hombres que estaban alrededor, preguntándose otra vez si no estaba omitiendo algo, algo que los llevase a desobedecer las órdenes de Royce, sin que ello significase que lo enfrentaran, porque esa actitud podía exponer a Rosalie a la cólera de su hermanastro... y a sus represalias.
De los seis hombres que habían permanecido junto a ella, sólo de dos estaba segura de que pertenecían a Kirkburough, aunque podía ser el caso de todos. Pero seguramente no era así. Podía suponer que Royce querría tener consigo, cuando se acercase a las puertas del castillo, a un número más elevado de hombres que según sabía le eran fieles. Si ella podía hablar a uno de los caballeros de Kirkburough, sin que los hombres de Royce la escuchasen...
Cuando uno de ellos mencionó la comida, Rosalie comprendió que tenía mucho apetito. Pero no hizo caso del alimento que llevaba en su propio saco, y se puso de pie, con aire indiferente, para apartarse del grupo. Suponía que los hombres compartirían con ella lo que tenían, y abrigaba la esperanza de que uno de los dos con quienes deseaba hablar le trajese comida. Pero como de costumbre, la suerte no la favoreció. No conocía al hombre que le ofreció un poco de venado frío y pan duro, y el sencillo expediente de preguntarle su nombre le aportó la información adicional de que él provenía de otro lado.
Rosalie le agradeció pero rechazó su ofrecimiento, y dijo que no tenía apetito, aunque su vientre protestó ruidosamente ante tamaña mentira. Después, ella esperó hasta que los hombres terminasen de comer y de nuevo se aflojase la tensión, y esperó un rato más, rogando que Royce no volviese para comer allí. No lo hizo. Y finalmente, la joven miró a uno de los hombres de Kirkburougb y confesó que, después de todo, tenía apetito.
El se apresuró a llevarle comida de su propia provisión, y después de agradecerle Rosalie observó:
-Me sorprende que te hayas comprometido en esta causa que no te interesa, y está condenada a fracasar. -Y después, adivino-: Y lo haces sin que te paguen.
El no negó la afirmación y dijo:
-He jurado fidelidad a Kirkburough, y lord Royce...
-No tiene ningún derecho allí, y tampoco yo -se apresuró a decir Rosalie antes de acobardarse. Después, ella fingió sorpresa-. Pero seguramente tú lo sabes. Si de mi unión con lord Aro Vulturi no nacen hijos, su hermano hereda todo. El ahora es el señor de Kirkburough,, y no dudo de que ahora está allí y se pregunta cuál ha sido el destino de los hombres de su hermano, los mismos que sin duda él necesitará para reconstruir la fortaleza. Realmente, no comprendo por qué los hombres prefieren la guerra y la muerte antes que la reconstrucción, pero sin duda es tu caso, pues de lo contrario no estarías aquí, sino allí.
El no dijo nada durante un momento. En verdad, parecía incapaz de hablar. Después, la miró con el entrecejo fruncido, en un gesto digno del propio Emmett.
-Señora, ¿por qué me dices esto?
Que su interlocutor le hubiese recordado a Emmett permitió a Rosalie hallar una respuesta.
-No deseo morir, pero mi hermanastro no quiere escucharme. Lo obsesiona la posibilidad de matar a MacCarty, y eso no me extraña, pues él juró destruirlo. Pero Royce no conoce al hombre a quien yo he llegado a conocer porque he sido su prisionera. Ustedes tomarán fácilmente el castillo, pero no saldrán vivos de allí, y tampoco yo, pues Royce me arrastrará también hasta ese lugar.
-Señora, tus palabras no tienen sentido. Contaremos con rehenes: las hermanas de ese hombre.
-¿Crees que eso le importará a un guerrero tan cruel? Eso es lo que no consigo que Royce entienda, pues no acepta escucharme. Su plan funcionaría... contra otro enemigo. Pero este señor no tiene consideración por sus hermanas ni por nadie. Las sacrificará, lo mismo que a su gente, sin el más mínimo pesar. Pondrá sitio a su propio castillo, pero no se aceptarán condiciones, ni una rendición. Lo único que a ese hombre le importa es vengarse de quien se atreva a ofenderlo.
-¿Y si te equivocas?
-¿Y si estoy en lo cierto? -No era fácil evitar que su tono expresara exasperación-. ¿Te han prometido tanto que estás dispuesto a correr el riesgo?
-¿Pretendes que yo aparte de su objetivo a tu hermano? -preguntó él desconcertado,
Ella no estaba obteniendo nada, y el resto comenzaba a mirarlos, preguntándose de qué hablaban. ¿Por qué ese hombre tenía que ser tan obtuso y obstinados Lo que ella necesitaba era un cobarde.
-Royce tampoco te escuchará, cuando lo único que puedas decirle es que yo te advertí. Es más probable que te censure por las molestias que te tomas. -Después Rosalie suspiró, como resignada-. Lo siento. No debí expresarse mis temores, pero pensé que tal vez pudieras salvarte y salvar a los amigos que quizá tengas en el otro campamento, pues esta no es tu guerra y ni siquiera perteneces a este lugar. Pensé pedirte que me llevases contigo si tienes astucia suficiente para alejarte; pero ahora comprendo que no puedes ayudarme. Los hombres de Royce te lo impedirían. Tal vez aún pueda convencerlo de que me envíe a su castillos antes de que él entre en el fortaleza. Sí, eso haré.
Le dio la espalda, y rogó que él no dijese nada a los demás, o por lo menos a los hombres de Royce. Cuando se atrevió a mirarlo de nuevo, vio que hablaba únicamente el otro caballero de Kirkburough, al parecer, en una conversación muy seria. ¿En definitiva ella había tenido un poco de suerte? Si esos dos podían encontrar una excusa para regresar al otro campamento y advertir a los hombres de Kirkburough que estaban allí, quizás el ejército se dispersara. Si eso sucedía con bastante rapidez, Royce recibiría la correspondiente advertencia, y tal vez renunciara a su plan. Renegaría y se enojaría, y diría que los desertores eran cobardes él trataría de averiguar, preguntando a la propia Rosalie, cuál era la razón por la cual esos hombres se habían alejado y ella se limitaría a confesar que con toda inocencia había denominado a MacCarty el dragón del norte, y que el hombre con quien ella hablaba había palidecido intensamente. Después, querría saber si Royce no había advertido a sus hombres que MacCarty era el famoso dragón, una denominación que sin duda ellos habían escuchado incluso en Kirkburough, aunque antes no habían relacionado al personaje con lo que ellos mismos estaban haciendo. Ella sería la culpable, aunque de un modo inocente; por lo tanto, Royce no la culparía demasiado... o por lo menos ella abrigaba esa esperanza.
Royce tendría que concebir otro plan para formar otro ejército, y por desgracia, de nuevo, Rosalie estaba en poder de su hermanastro. Apenas él pensara en el asunto, no se mostraría tan enojado. Pero ordenaría que vigilasen más de cerca a Rosalie. Dios santo, ¿no había un modo de que ella evitase ese dilema?
Pero el hombre con quien ella había hablado no intentó alejarse del campamento. Rosalie comenzó a pensar que él era demasiado valeroso para lo que le convenía, y de pronto uno de los hombres que se había marchado con Royce regresó para advertirles que habían despachado varias patrullas desde el castillo, probablemente con orden de buscar a Rosalie. Ella tendía a coincidir con esa opinión. Tanto si se trataba de un siervo o un prisionero fugado, los guardias del castillo tenían la obligación de encontrarlo o afrontar la cólera de Emmett. Pero esa búsqueda no agradaba a Royce, pues amenazaba su propio plan. Un hombre debía ir a advertir a la gente del otro campamento, por si las patrullas se internaban profundamente en el bosque. Si los exploradores avistaban al ejército, este debía capturarlos, pues de ningún modo podía permitirse que el castillo se enterase de su presencia. Los dos hombres de Kirkburough se ofrecieron como voluntarios para llevar el mensaje, y después propusieron desplazarse unidos, por si tropezaban con una de las patrullas. Rosalie apenas pudo evitar una sonrisa.
La tarde se prolongó con irritante lentitud. Rosalie imaginó innumerables veces lo que sucedería. Pero persistió el hecho de que a menos que el otro campamento estuviese demasiado lejos, uno de los hombres de Rotce ya hubiera debido regresar para informar que los hombres de Kirkburouah estaban retirándose... a menos que no hicieran tal cosa.
Por supuesto, eso era posible. Los dos hombres que se habían marchado de este campamento quizás hubiesen preferido abstenerse de hacer algo para salvar a sus camaradas de una muerte segura. Y tal vez hubieran decidido sencillamente salvarse ellos. O tal vez Rosalie había interpretado mal la ansiedad que esos hombres habían demostrado para alejarse. Y para el caso, quizás el hombre con quien ella había hablado no había dicho una palabra a su amigo. La conversación mantenida con tanta seriedad podía haberse referido 1 a 1 una cosa completamente distinta, y era muy posible que ambos hubieran desechado lo que ella dijo por entender que provenía de una mujer asustada.
Rosalie seguramente estaba loca si creía que unas pocas palabras originadas en ella podían asustar a un verdadero ejército. No, ella no había concebido la idea de asustarlos, sólo deseaba destacar que esa guerra no les correspondía, que participando no conseguirían nada, y que ellos se beneficiarían mucho más si regresaban con su verdadero señor. Pero probablemente, de todo eso ella no había extraído ningún beneficio.
Tan pronto como las sombras cayeron sobre ellos, llegó Royce, que venía cabalgando a todo galope entre los árboles, muy excitado; al acercarse obligó a su pobre montura a detenerse bruscamente. Al parecer no advirtió que el número de hombres que había dejado atrás era más reducido; pero quizá de todos modos no pensaba usarlos a todos. En definitiva, cuanto mayor fuera el número de hombres que lo acompañaran, menor la posibilidad de que él pudiese entrar en un castillo cerrado, sin que importaran para el caso sus motivos.
No desmontó, simplemente se acercó a Rosalie y le extendió la mano.
-He decidido decir que te encontré en el camino, sin escolta, y como tú no quisiste decirme de dónde venías, me vi obligado a llevarte conmigo. Expresaré la esperanza de que se hagan cargo de tu persona, pues el asunto que me encomendó el rey es urgente y no puede postergarse ni siquiera por una dama tan hermosa. -Después, esbozó una amplia sonrisa, mientras preguntaba-. ¿Crees que me aliviarán de la carga de tu persona?
-Como están expuestos a que se los expulse del castillo o se los castigue severamente con el látigo por haberme permitido la fuga, no dudo de que bajarán el puente levadizo.
Rosalie habló con voz tan hosca como podía, como si la idea le pareciese despreciable. Seguramente su acento tuvo cierto efecto, pues Royce se echó a reír.
-No temas, Rosalie. Tendrás que soportar esa mazmorra sólo unas pocas horas más, y después, eso no se repetirá, ¿No vale la pena hacer lo posible para provocar la caída de MacCarty, después del mal rato que te obligó a pasar?
Rosalie no quiso contestar a esto. Lo que Emmett le había hecho era cobrarse la cuenta por lo que Royce a su vez le había provocado. Y ella no culpaba demasiado a uno de los hombres. Este se sentía más o menos justificado. En cambio, ella culparía eternamente al otro.
-Royce, si tienes éxito con tu plan, pronto verás cuáles son los resultados de mi cárcel.
Ella volvió de nuevo los ojos hacia lo profundo del bosque, antes de iniciar la marcha, pero aún no había signos de que los hombres de Royce viniesen a advertir que él había perdido su ejército.
Tres veces volvió la mirada hacia los árboles. Aún había tiempo. Pero todo estaba en silencio alrededor de ellos. Y entonces se encontraron frente a la entrada del castillo y Royce mencionó su nombre falso, su condición de mensajero del Rey, su relato inventado acerca del encuentro con Rosalie en el camino. Ella no escuchó por segunda vez la historia, no se mostró detrás de Royce, de manera que los guardias de la entrada la identificaran. No deseaba colaborar. Estaba allí. Haría lo que debía hacer. Pero cada vez más el papel que estaba representando provocaba su irritación.
Miró por última vez hacia atrás, y allí... ¿era uno de los hombres de Royce que venía hacia ellos por el camino? ¿Y disminuía su velocidad al verlos frente al castillo? ¿Tal vez esos caballeros de Kirkburough habían esperado a que se aproximara la caída de la noche para comunicar lo que ella les había dicho? Pero el hombre ya estaba volviéndose, pues había llegaba demasiado tarde para advertir a Royce. Pero quizás él creía que eso no importaba. Tal vez Royce aún disponía de un número suficiente de hombres para alcanzar sus objetivos... pero eso no serviría a los objetivos de Rosalie.
Rosalie comenzó a decir a Royce lo que sospechaba, cuando el guardia llamó.
-Espéreme allí. Mi señor recibirá a la muchacha.
Rosalie frunció el entrecejo mientras se preguntaba cuál era la trampa. Pero Royce miró hacia un costado y maldijo. Entonces, ella oyó los ruidos inequívocos de muchos caballos que se aproximaban, y también miró. Sí, era el dragón que regresaba. Con la última luz del día, apenas podía vérselo, pero ella no dudaba de que se trataba de Emmett. Y tampoco Royce dudó.
El continuó maldiciendo, aunque no en voz tan alta para que no lo oyesen los guardias.
-Maldito sea, no pudo haber llegado a Gilly Field y regresado tan pronto. ¡Es imposible!
-Por lo tanto, cambió de idea. -La voz de Rosalie, recordó su presencia a Royce, y ahora él formuló un comentario.
-No te inquietes-dijo a Rosalie- Esto sólo modifica mi plan de sitiar la fortaleza. Sí, mi ejército continúa siendo más numeroso que el suyo, y regresaré con él esta noche. Es una suerte que no haya pedido todavía que me permitan pasar la noche en el castillo. Pues ahora insistiré en que debo continuar mi viaje.
El no podía hablar en serio.
-¿Te propones continuar aquí y saludarlo? -Preguntó ella con acento de incredulidad,
-¿Por qué no? Nunca me vio de cerca o sin armadura, de modo que no me conoce. –Royce sentía deseos de reír-, Será una excelente broma, y se la aclararé a mí regreso.
Eso era más de lo que Rosalie podía soportar. Su respuesta no tenía absolutamente ningún propósito, excepto el placer de que ella fuera la persona que echase a perder la confianza de Royce.
-Lamento insinuar este asunto precisamente ahora. Pero él en efecto te identificará. Te conoce como mi hermanastro, no como d'King su enemigo, pero de todos modos eres un hombre a quien él desea matar, pues eres quien lo encadenó a una cama en Kirkburough. La broma, hermano, recaerá sobre tu cabeza.
-¡Maldita seas, mientes! -Estalló Royce- No es posible que lo haya apresado y no lo supiera. Y no pudo acercarse con un ejército si estaba encadenado a una cam
Por su propia conveniencia, Rosalie modificó un poco la verdad.
-Era su ejército, pero él no lo dirigía. Vinieron no para buscarte, Royce, sino para encontrarlo. Y apenas lo liberaron, él me envió aquí, a su mazmorra, Se propone obligarme a que yo padezca el resto de mis días por lo que le hice. Y con respecto a ti, sencillamente quiere verte muerto, Pero no confíes en mí palabra, lo reconocerás sí permaneces aquí y lo saludas, de modo que...
-¡Basta ya! -gruño Royce, y aserrándola del brazo la obligó a desmontar.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó ella, furiosa, porque sabía a qué atenerse.
-En el castillo saben que eres tú. Si te llevo conmigo, nos perseguirán, y eso no me conviene. De modo que diles que mi asunto es demasiado urgente para esperar. Y no temas. Mi primera exigencia cuando regrese será tu libertad.
Gilbert no le ofreció la posibilidad de contestar. Se alejó montado en su caballo, seguido por sus hombres, y como ahora estaba bastante oscuro en pocos momentos desaparecieron de la vista. Tampoco era posible continuar viendo el ejército que se aproximaba, aunque el ruido de los hombres y los caballos ahora era más intenso.
Rosalie se preguntó por qué permanecía allí, esperando. Fácilmente hubiera podido ocultarse en el foso, y nadie hubiera visto dónde se escondía. Incluso podía ocultarse bajo el puente levadizo cuando lo hubiesen descendido, para huir más tarde, una vez que todo se hubiese aquietado. Los hombres del castillo habrían imaginado que el grupo de Royce se la había llevado. Pero eso provocaría una persecución, encabezada por el propio Emmett, y Royce enfilaba directamente hacia su ejército... o hacia lo que quedaba de él. Y Emmett no habría ordenado que sus hombres se movilizaran para perseguir a siete combatientes. Y ella era una tonta, porque aún estaba allí, de pie, cuando el primer caballo surgió de la oscuridad y se detuvo junto a la joven.
Aparecieron antorchas en las murallas, proyectando no mucha luz -excepto en el foso. De modo que, después de todo, habrían podido verla si intentaba ocultarse. Quién sabe por qué, esa situación le provocó risa. Pero no rió, pues Emmett en persona montaba el gran corcel y miraba a la fugitiva.
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