Capitulo II. La estirpe Sucia.
Beteado por Sarai J.G
La miro detenidamente, ella estaba en la misma posición, el mismo cabello oscuro, la misma piel blanca y suave. Tenía un vestido rojo, rasgado, ¿Una gitana? Su sangre…. Su sangre era, era un tabú para los inmortales. Ella estaba Sucia.
Sus curvas sensuales, y cuando ella se puso frente a frente al notar su presencia, él pensó que moriría, aquella mirada aceituna, esos labios rojos, ese gesto felino. Pero había algo diferente y el no podía notarlo. Era ella, pero de otra forma. No importaba, la haría pagar, así se muriera por poseerla, la castigaría, la torturaría y la marcaria.
Ella lo miraba confundido, ¿No lo recordaba?, no recordaba a aquel joven al que condeno, pues entonces la haría recordar.
En un movimiento rápido la tuvo inmovilizada contra el suelo, ella intentaba forcejar e incluso le dio una buena patada, pero nada le detendría de su propósito.
— ¿Qué crees que haces?, ¿Quién eres? —pregunto ella furiosa intentando salirse de su agarre.
—No te hagas la tonta, nos conocimos hace más de Cien años, Debo añadir que te conservas muy bien gitana, Tú me convertiste en lo que soy, una asquerosa bestia, y ahora vas a pagarlo, sangre por sangre. Infierno por infierno—Vocifero Edward antes de abofetear el rostro de la joven quien lo miraba anonada, ¿Aquella belleza podía ser tan maligna? Ella no era de quien hablaba, esto era una confusión. Ella no era ese Mostro.
—No, ¡Estas equivocado!, yo no soy quien dices que soy… ¡Suéltame animal! —grito cuando volvió a abofetearla, ella lo aruño como pudo y a gatas intento alejarse pero el tomo su tobillo arrastrándola de nuevo hacia él.
—Tu eres una rata asquerosa, una sangre sucia, ¡Te odio tanto! Me has hecho tanto daño, mereces morir, pero ni la muerte será castigo suficiente, tu nunca morirás, yo seré tu verdugo, te atormentare y te lastimara cada vez que pueda, ¡No esperes de mi compasión ni dulzura! Tu no fuiste compasiva conmigo, tomaste lo que querías y te fuiste pequeña zorra, ahora que nos volvimos a encontrar yo voy a hacer lo mismo—dijo con furia mientras la amordazaba con un pañuelo, la tomo en brazos como un saco de papas y corrió por los bosques hasta las mazmorras de su castillo, iba a encadenarla de por vida.
Sus gritos eran acallados por la fuerte mordaza que él le había puesto, solo podía sentir el olor a los pinos, se cansó de forcejar con él, era inútil, era demasiado fuerte, demasiado rápido. Estaba claro que no era un sangre sucia, Pero ella había estado con Pura Sangre, y ninguno tenía sus cualidades, sus sentidos eran letales.
¿En dónde estaba? Fue lo primero que pensó cuando entraron a un castillo, ella grito al ver al sirviente y el hermoso salón, todo era tan antiguo, tan increíble. Nunca pensó ver un lugar así, era caótico y dramático. Era fascinante.
El bajaba las escaleras que se escondían a través de un pasadizo con rapidez, las escaleras eran infinitas, demasiado largas, hacían un perfecto espiral lleno de telarañas, ahí fue cuando lo entendió, estaban en las catacumbas del palacio.
¿De verdad iba a meterla en una mazmorra? Ese canalla estaba loco, ¡Ella no era ese Mostro que él había descrito! ¿Pero qué le sucedía?
Iba a hacerlo, llegaron a un calabozo lleno de velas, muchas velas, habían gríllenles en la pared, el la lanzo al suelo.
Ella se paró rápidamente sin meditarlo mucho, se le fue encima a su agresor y aruño su rostro, el volvió a voltearlos y le inmovilizo las manos.
—Has perdido practica—jadeo.
—No sé de qué hablas—dijo ella retorciéndose y forcejando él se quedó observándola, y llego un punto en que dejaron de forcejar, solo se miraron, se miraron con curiosidad el uno del otro.
Esa inmortal sangre sucia lo miraba con confusión y odio, ¿Por qué lo miraba así? ¡Es el, quien tenía que odiarla, no ella!
Con fuerza volvió a abofetear el rostro de la joven que aguantaba en silencio la furia del pura sangre, ¿Qué le había hecho?, ¿Quién era la mujer con la cual el la confundía?, ¿Qué le había hecho esa mujer?
— ¿Por qué? —musticio la sangre sucia aguantando el dolor.
—Tu asquerosa y vil mujer, ¿Te atreves a preguntarme por qué? Tan hermosa, tan seductora. ¿No lo recuerdas?, podría matarte en este instante y acabar con todo ese infierno para ambos. Pero no, tu mereces sufrir lentamente, y ni siquiera cuando me ruegues que te mate lo hare, tu suplicaras la muerte, pero ella no vendrá a ti—susurro con asco el pura sangre perdido en ese mar verde aceituna de la débil sangre sucia.
La tomo del brazo y ella se dejó arrastrar, el forcejeo no valía con ese hombre, era demasiado fuerte pera ella. El tomo los grilletes y se los puso en cada mano y ella quedo suspendida en la pared, era sostenida por los grilletes, estos tenían especies de púas, y estos se le clavaban en las manos.
Ella lloriqueaba del dolor mientras se retorcía intentando zafarse de las cadenas, la miraba sonriendo, se veía realmente hermosa, atada, sucia y sangrando. Llorando lágrimas de sangre en aquellos ojos que se tornaban levemente rojizos. Aquellas lágrimas no bastaban.
—Las sangres sucias como tu siempre deben estar así, en cautiverio, el mundo esta mucho mejor sin ustedes contaminando el ambiente—susurro con rencor mirandola.
—¡Vas a pagar por esto Pura Sangre!, ¡Te maldigo!, ¡Maldito seas! —grito gimiendo de dolor la sangre sucia.
—¡Tus maldiciones son vagas Gitana asquerosa!, ¿Cuál es tu nombre sangre mugrienta? —escupio el.
—¡Mi nombre no merece ser pronunciado por tus labios frios Pura sangre!, ¡Mis maldiciones se cumpliran!, ¡Tu nunca podras amar ni ser amado!, ¡Tu vas a sufrir la muerte en vida!, ¡Y nisiquiera tendras mi compasion asqueroso de piedra! —grito la sangre sucia retorciendose mientras las púas se clavaban mas en sus muñecas.
—No quiero tu compasion repugnante, No importa, te sacare el nombre a golpes. Vas a suplicar Gitana—susurro Edward marchandose con furia, dejando la joven sollozando de dolor.
Subió las escaleras con rapidez y entro al cuarto principal, estaba furico, molesto, deseoso.
Encontró a su consorte, de espaldas a él, mirando su desnudez en el espejo, él sonrió sádicamente y sin muchas preguntas la arrojo a la cama, y se arrancó las ropas. Nunca podría saciar su deseo.
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