
Si existe la posibilidad de que algo salga mal… saldrá peor.
Ley de Murphy.
Después de aquella cita en viernes, Jacob y yo salíamos a todas partes; teníamos una especie de relación que iba un poco más allá de la amistad. Mi hermana y él se entendían muy bien pero Alice… bueno, ella era otra historia.
-Ya, en serio, dime… ¿qué te traes?- dije sentándome en un sofá de mi recámara.
-Nada- bufó Alice molesta. No podía adivinar qué era lo que le caía tan mal de Jacob.
-Alice…
-Isabella Swan, ¡ya déjame en paz!
-Por tu comportamiento cualquiera diría que estás celosa- mi miró con fastidio y rodó los ojos –Alice… ¿estás celosa? Digo, es normal, mi hermana también lo está pero…
-No es eso- refutó como niña pequeña y se sentó a un lado de mí.
-¿Entonces?
-Es que… ¡él no me gusta para ti!- chilló enfurruñada.
-Pero… ¿no estás celosa?- le sonreí, suspiró teatralmente y se dejó caer acostada sobre mi regazo.
-Un poquito- dijo haciendo una seña con sus dedos.
-Alice, no tienes por qué. A él lo puedo terminar en cualquier momento, pero dudo que pueda hacer lo mismo contigo- dije peinando su cabello.
-Pero en serio, Bella, no me gusta para ti.
-Lo consideraré, ¿Ok?- ella asintió y dimos por terminado el tema.
Poco tiempo después salí de vacaciones y Alex, Jake y yo no salíamos de los clubes nocturnos, bares, karaokes y antros. La pasábamos fenomenal. Alice nos acompañó en contadas ocasiones, si Jacob no iba ella salía encantada sólo con mi hermana y conmigo.
Un día Jake nos invitó a las tres al rancho de su familia, a las afueras de la ciudad. Mi hermana y yo aceptamos gustosas y poco tiempo después me atreví a ir yo sola. Pasé una pequeña temporada en el rancho de los Black. Me encantaba despertar temprano para sentir la fresca brisa matutina, sentarme en el porche a beber café, luego acompañar a los trabajadores para ver cómo ordeñaban las vacas y arreaban a los borregos. Era una vida muy tranquila, me gustaba el ambiente relajado pero al mismo tiempo me aburría; para las dos de la tarde todos habían hecho su trabajo y las tareas no me atraían tanto como por las mañanas. De igual manera, encontraba cómo distraerme, pedía una yegua y daba una vuelta en compañía de Jacob, íbamos a comer al pueblo o llegábamos a cualquier casa, ahí todos se conocían.
Una tarde decidí quedarme en la casa de Jacob y no ir a cabalgar, el día anterior había galopado por mucho rato, tanto que me había revuelto el estómago hasta que vomité la comida de dos días completos, fue atroz.
Me acomodé en el sofá y prendí la televisión, poco tiempo después llegó Jacob con un gran vaso de leche recién hervida de la ordeña de la mañana; me parecía la cosa más deliciosa del mundo, podía pasar todo el día bebiendo leche o preparando cosas con ella.
-Tu celular está sonando- me dijo cuando entró en la pequeña estancia. Me lo tendió y lo tomé.
-¿Qué pasa Alex?- contesté.
-¡Hermanita! Me tienes muy abandonada y Alice dice que ya no la quieres porque ni siquiera te dignas a hacerle una llamada.
-Sabes que las amo.
-Sí lo sé- dijo riendo -¿cuándo vienes?
-El fin de semana, ¿por qué?
-Lloraré si me dices que lo has olvidado- eché mi mente a andar, no recordaba nada ni sabía a qué se refería -¿Bella?- dijo retadora.
-¡Oh! Sí. La “bienvenida de soltera” de Sela y tu cumpleaños- dije segura y haciéndole una mueca a Jacob.
-¿Lo olvidaste?- me preguntó él, articulando con los labios. Asentí.
-Bueno, esperamos que llegues muy temprano. También vendrán Adelbert, Dereck y su novia.
-Genial. Nos vemos, hermanita. Dales mis besos a todos por allá.
-Ok. Saluda a Jake de mi parte.
-Yo le digo. Adiós- colgué y vi a Jacob –Alex te manda saludos- él sonrió.
-¿Tenemos fiesta y no me habías dicho?- dijo alzando una ceja.
-Lo olvidé por completo. Es que… estar aquí hace que olvide la noción del tiempo.
-Ya me di cuenta- dijo riendo.
Nos pusimos a ver la televisión y cuando nos aburrimos nos pusimos a hacer algo más divertido. Jake estaba prácticamente sobre mí, mientras nos besábamos y reíamos como tontos. Generalmente esperábamos a que todos los empleados se fueran a dormir para estar juntos, pero al parecer eso estaba a punto de cambiar. Escuché ruido y lo empujé levemente.
-¿Qué pasa?- preguntó extrañado.
-Viene alguien- le aseguré mientras arreglaba lo que se había salido de su lugar.
Poco tiempo después escuché mucho barullo y dos pares de pasitos acercándose. No tardaron en entrar dos niñitas, tenían aproximadamente la edad de mi sobrina, las dos con el cabello rizado y negro, piel morena clara y unos ojos oscuros que me sabía de memoria… los de Jacob. Las gemelas corrieron hasta donde estábamos y se abalanzaron sobre él.
-¡Papi!- chillaron al unísono y yo abrí mis ojos como platos.
-Mis princesas- respondió Jake con cariño y las abrazó.
-Ya niñas, no sean tan pesadas con su papá- dijo una voz femenina. Me giré lentamente, un poco temerosa de lo que encontraría.
Tragué en seco cuando vi a una mujer muy guapa, parada justo detrás de nosotros. Era alta, con un cuerpo digno de envidiarse, rostro de facciones delicadas y hermosas, una sonrisa resplandeciente que contrastaba con su piel morena clara. Su mirada se encontró con la mía y su sonrisa se ensanchó.
-¿Quién es ella, Jacob?- preguntó curiosa.
-Hola- saludó una de las niñas con una enorme sonrisa.
-Hola- susurré titubeante con una leve sonrisa.
Él se puso de pie después de dejar a las niñas en el suelo, ellas salieron corriendo al patio; luego me tomó de la mano para ponerme de pie y me abrazó.
-Ella es mi pareja- dijo orgulloso mientras yo sentía que me ponía roja y rogaba que me tragara la tierra.
-Hola- dijo la mujer amablemente ofreciéndome su mano y la tomé tímidamente –Yo soy Leah, la esposa de este desgraciado- dijo sonriente. No supe qué contestar, sólo sentía que mis ojos estaban a punto de salirse, desee que un rayo apareciera de la nada y me fulminara.
-¡Leah! No la asustes- regañó Jacob. Luego ella se echó a reír.
-Lo siento- dijo ella tomándome de las manos –Ex esposa. Éste hombre y yo sólo somos padres de los monstruitos que viste.
-Ah- ese triste monosílabo fue lo único que atiné a articular.
-Tranquila, linda. Ella es sólo una amiga- dijo Jacob para después darme un beso. Sentí que mis mejillas hervían.
-¡Jake!- chilló Leah –Deja de avergonzar a tu mujer- dijo entre risas –Haces que se ponga colorada. Por cierto, no me has dicho tu nombre.
-Isabella- murmuré.
-¿Y cómo te gusta que te digan?
-Bella está bien.
-Ok, un placer, Bella- dijo saludándome de nuevo, pero esta vez dejó un beso en mi mejilla.
Pasamos el resto de la tarde en la casa, en compañía de Leah y las niñas. Me entretuve mucho con las gemelas Evelyn y Amelie; eran un verdadero encanto, aunque algo traviesas. Leah fue muy amable conmigo y se ganó mi simpatía rápidamente. Era increíble la excelente amistad que tenía con Jacob, a pesar de ser su ex pareja. Antes de que anocheciera Leah se despidió de nosotros y prometió regresar pronto para que las niñas jugaran de nuevo conmigo. Al parecer ella y yo nos llevaríamos de maravilla, era de lo más extraño, pero todo indicaba que así sería.
Ya que estuvimos solos abordé a Jacob con el tema de sus hijas y el por qué no me lo había dicho. Cada vez subíamos más el tono y la intensidad de la charla hasta que terminamos en medio de una discusión.
-Pero… ¿por qué no me lo habías dicho?- pregunté de nuevo.
-No sé… además, tú nunca me preguntaste.
-¿Te avergüenzas de ellas? ¡Pero si son un encanto!- dije sorprendida.
-¡No! ¡No me avergüenzo de mis hijas!
-¿Entonces?
-No sé… lo siento… la estábamos pasando tan bien que no me di cuenta y…- en ese momento algo se encendió en mi cabeza como un foco rojo.
-Ya entendí- dije con una sonrisa sarcástica.
-¿Qué?- dijo él frunciendo el ceño.
-Tomé un papel que no me corresponde y que no pienso seguir jugando- dije dando media vuelta.
-Espera- dijo alcanzándome por un brazo -¿qué quieres decir con eso?
-Jacob… ¡por el amor de Dios! No soy estúpida.
-No, no lo eres. ¿De qué hablas?
-Suéltame.
-Pero… ¿qué quieres decir con eso?
-¡Que no soy tu mujerzuela! Lo siento… no supe qué hacía, ni quise que te ilusionaras con algo así. No puedo seguir aquí.
-Isabella…
-Suéltame Jacob- me dio una mirada impaciente, me soltó reticente y subí a la habitación que habíamos ocupado durante esos días.
Saqué mi maleta y comencé a echar mis cosas rápidamente. Poco tiempo después Jacob entró y no me detuve.
-¿Qué haces?- preguntó en cuanto me vio.
-¿Qué crees que estoy haciendo?
-Bella… espera. No es lo que piensas yo no…
-Déjalo, Jacob. Hagamos como que esto nunca pasó- dije señalándonos.
-Por favor, escúchame.
-¿Qué tienes que decir?- dije aventando lo que traía en la mano dentro de la maleta. Él guardó silencio y sólo se me quedó viendo -¿Lo ves? No tienes nada que decir porque tengo razón- reanudé mi tarea.
-No, Bella… ¡Ah!- gritó frustrado y salió dando un portazo. Casi estaba por terminar cuando entró de nuevo
–Isabella, está bien. Si quieres irte, hazlo. No voy a detenerte, no te tendré aquí en contra de tu voluntad. Pero quiero que sepas que jamás te consideré eso que tú dices- lo miré por un rato, tomé mi maleta y caminé a la salida.
-Adiós, Jacob- dije cuando pasé a su lado.
Por suerte me encontré con uno de los trabajadores en la puerta de la casa y le pedí que me llevara a la central camionera. En el autobús me dediqué a pensar, sentía mucho coraje no sabía si de él, de mí, de los dos o por qué, sólo me puse a llorar hasta que me quedé dormida medio ovillada en mi asiento. Tres horas después vislumbraba las luces de la ciudad a lo lejos. Cuando llegué tomé un taxi y fui a casa. No había nadie, Reneé de seguro estaba en su trabajo o con algún amigo de la oficina y lo más seguro era que Alex anduviera de fiesta. Me encerré en mi cuarto, me puse a escuchar música, antes de dormir me duché y me metí en la cama.
-¿Hola?- dijo mi hermana asomando la cabeza poco tiempo después.
-Hola, Ale- dije sentándome en mi cama.
-¿Qué haces aquí, petite?- dijo entrando para saludarme con un abrazo.
-Adelanté el viaje de regreso, es todo.
-Alice está aquí. Fuimos de fiesta pero Mike es un idiota así que mejor nos regresamos en taxi. Vamos a ver películas- dijo con enfado.
-Dile que suba. Haremos una “pijamada express”-dije inquisidora.
Media hora después estábamos echas bola en mi cama, comiendo palomitas, pastel y tomando refresco mientras veíamos películas. Poco tiempo después le perdimos el interés a la pantalla para ponernos a platicar muy animadamente. Les conté lo que había vivido con Jacob, los lugares que habíamos visitado, las delicias que había comido y la discusión de esa tarde.
-Pero… ¿te dio tristeza?- preguntó Alex tratando de descubrir si sentía algo especial por Jacob. Me encogí de hombros como respuesta.
-¿Lo ves? No significa nada para Bella- dijo Alice como reafirmando algo.
-¿Tú qué sabes?- dije riendo.
-Sólo lo sé y punto. Jacob no es hombre para ti- dijo un poco despectiva.
-Alice…- regañó mi hermana.
-¡No! ¡Y jamás me harás cambiar de opinión!
-¡Deja de lavarle el cerebro a mi hermana!
-Ya basta, niñas- dije interviniendo y riéndome de su pequeña pelea –Sólo el tiempo dirá- ellas se encogieron de hombros y cambiamos de tema.
Nos pusimos de acuerdo para el día de la fiesta, decidimos que era suficiente de hablar y chismear cuando el sol entró de lleno por la ventana de mi habitación.
Al otro día fuimos de compras con Sela, publicamos la fiesta en nuestras redes sociales e hicimos un par de llamadas para solicitar la presencia de los amigos de mi prima. Todo marchaba sobre ruedas, la fiesta pintaba para ser un evento al que asistiría una cantidad considerable de amigos y conocidos.
El día de la fiesta Alex, Alice y yo nos vestimos casi con lo mismo sin habernos puesto de acuerdo, lo que nos hizo reír cuando salimos al patio de Sela. Traíamos un blusón de tirantes holgado de enfrente, con una cinta ancha y ajustada que se detenía en las piernas a modo de falda. El de Alex era negro con lentejuelas en los tirantes cruzados a la espalda, el de Alice era morado con pedrería en el busto y el mío naranja con piedras en la parte delantera de los tirantes y las tres usábamos tacones color negro, el cabello suelto y maquillaje de ojos negro.
Poco a poco el patio se fue llenando de gente. Entre los invitados encontré a Dereck tomado amorosamente de la mano de Sophie, su novia; y Adelbert llegó con un par de amigos que no tardaron en entrar en ambiente.
La fiesta cada vez estaba más animada, había gente bailando y después de un rato Sela y Alice se sentaron cerca de donde estábamos mi hermana y yo para criticar nuestros pasos y reír animadamente. Cuando la canción que estaba de moda comenzó a sonar Dereck se puso al centro de la “pista” y bailó entre nuestros aplausos y gritos de ánimo, la verdad, un poco influenciado por el alcohol. Rodeamos a mi primo mientras aplaudíamos y seguíamos moviéndonos al son de la canción, busqué a Alex entre la gente y la vi cerca de un amigo, Sela y Alice seguían sentadas y Adelbert estaba en un rincón bebiendo rodeado por sus amigos.
Dos canciones después del show de Dereck sentí que unas fuertes y conocidas manos aprisionar mi cintura, jadeé sorprendida, al principio me tensé, pero cuando se acercó a mi oído para susurrar mi nombre me dejé envolver en su abrazo con soltura. En cuanto terminó la canción me giré hacia él, lo tomé de la mano y nos conduje hacia afuera para conversar alejados del ruido.
-¿Qué haces aquí, Jacob?- pregunté.
-Vine a buscarte.
-¿Para qué? ¿No encontraste a ninguna tonta en el antro?
-Bella… no quiero encontrar a nadie más y no eres tonta- me le quedé viendo como si tuviera un tercer ojo.
-Dame una oportunidad- dijo acercándose peligrosamente –Haremos las cosas correctamente, como tú quieras. Pero, por favor, no me pidas que me vaya.
-No sé- dije volteando la cara a un lado.
-Tendremos una relación seria- dijo arrinconándome entre su cuerpo y la barda.
-¿Tratas de convencerme?- dije con coraje, viéndolo a los ojos.
-¿Para que seas mi novia? Sí- nos vimos y después de un rato él comenzó a acercarse lentamente.
Sin poder evitarlo me dejé envolver en sus suaves caricias y el roce de su codiciosa lengua en mi boca. Acaricié su cabello y rostro mientras él me abrazaba con dulzura. Era un beso intenso sin llegar a ser urgente ni desesperado, sumamente placentero y dulce… muy dulce. Antes de separase atrapó mi labio inferior entre los suyos, concluyendo el beso de manera suave y placentera.
-¿Qué dices? ¿Quieres ser mi novia?- lo acerqué de nuevo a mí.
-Sí- dije y lo besé pausadamente –Si quiero.
-Entonces… ¿vamos a la fiesta?- dijo tomándome de la mano para regresar a la pista.
Bailamos como locos durante toda la noche. Cuando Alice nos vio puso los ojos en blanco, Sela alzó las cejas sugestivamente, Alex nos saludó con la mano y Dereck alzó los pulgares. La fiesta se había extendido más de lo que esperábamos, eran las cuatro de la mañana y el ambiente era aún muy animado. Todo indicaba que estaríamos ahí hasta el amanecer.
Me cansé de tanto bailar y fui a buscar algo de tomar ignorando las protestas de Jacob. Encontré un vaso de vodka con jugo, fui a una pared alejada de las luces, me recargué para descansar un poco, Jacob me siguió y trató de convencerme de regresar a bailar.
-Anda, vamos- decía mientras intentaba llevarme de la mano.
-No- decía negando enérgicamente y jalando mi mano para zafarme.
-Bella…
-No quiero, Jake. Ya hemos bailado mucho.
-Por favor…- dijo acercándose para besarme, sonreí maliciosa y me agaché para esquivar sus labios.
En un movimiento enredoso hizo que chocáramos, tiré mi bebida, yo me jalé bruscamente hacia atrás y trastabillé. No sé cómo ni de dónde salió, pero Adelbert apareció entre nosotros dos prácticamente volando para estampar su puño en un sonoro golpe en el rostro de Jake.
-¡Imbécil! ¡Te dijo que la soltaras! ¡Aléjate de ella!- le gritó.
Observé horrorizada cómo Jake aterrizaba un par de metros atrás, cuando vi que mi primo se abalanzaba de nuevo hacia él, me puse en medio para que no lo hiriera, estaba entre Jake y los golpes que mi primo lanzaba al aire en su dirección.
-¡No! ¡Adelbert! ¡Cálmate!- pedía mientras trataba de detener sus manos que no dejaban de tirar enérgicos puñetazos.
Sus amigos llegaron para alejarlo de mí, no supe cómo pasó pero uno de sus golpes me dio el brazo izquierdo, Alex se hincó a un lado de Jake para auxiliarlo, Alice se acercó a mí y la música se detuvo. Todo, desde que Jacob salió disparado hasta que sentí los brazos de Alice a mi alrededor, había pasado en dos o tres minutos.
-¡Se acabó la fiesta!- gritó Dereck.
Sela y Dereck comenzaron a correr a todo mundo, Ale sacó a Jake a la calle para que no hubiera otro incidente con Adelbert y un par de amigos de confianza se llevaron a mi primo adentro de la casa. Yo me quedé estática en medio de todo, con Alice y Sophie a mi lado.
-¿Bella? ¿Estás bien?... dime algo- pedía Alice pasando sus manos por mis brazos desesperadamente.
Mi mente estaba en shock, aún no asimilaba lo que acababa de pasar. Poco a poco mis jadeos entre cortados se convirtieron en una vibración nerviosa hasta que terminé hiperventilando.
-Sophie trae un vaso de agua- pidió Alice. La miré a los ojos y rompí en llanto –Shhh, ya. Ya pasó, sólo fue un susto, no te preocupes- comenzó a consolarme mientras me abrazaba con fuerza.
Sophie trajo el vaso de agua y me lo dio. Le di un par de sorbos, luego me alejé de Alice y comencé a caminar ansiosa de un lado a otro. Me sentía confundida y muy frustrada, no sabía qué era lo que había hecho mal, no sabía ni siquiera por qué pero tenía un sentimiento de culpa. Agarré el vaso con fuerza y lo estrellé en una de las bardas.
-¡Cálmate!- pidió Alice. Me apretó con fuerza para que dejara de moverme por todo el patio –Lo hizo porque es un celoso y porque te quiere. Te estaba cuidando- dijo refiriéndose a Adelbert y yo seguí llorando como loca –Dime… ¿qué pasó?- no dije nada y seguí llorando -¿Tú viste qué pasó?- preguntó a Sophie.
-No, me di cuenta hasta que Dereck corrió a separarlos- contestó.
-¡Alex! ¿Dónde está Ale?- pregunté recuperando mi voz.
-Yo la llamo- dijo Sophie corriendo hacia afuera.
-Bella, ya cálmate… estás muy nerviosa. No te estás sola- dijo Alice abrazándome de nuevo.
-Es que… me asusté mucho- dije.
-Yo también, pequeña. Yo también.
Mi hermana llegó casi corriendo hasta donde estábamos.
-Isabella- dijo Alex envolviéndome en sus brazos -¿Estás bien?- preguntó tomando mi rostro entre sus manos. Asentí.
-Está muy nerviosa- dijo Alice.
-¿Jake? ¿Dónde está? ¿Cómo está?
-Está bien, está allá afuera. Dereck y Sela están con él.
-Quiero verlo- pedí y me acompañaron hasta afuera.
Mi primo estaba fumando, cuando llegué pude ver cómo examinaba el rostro de Jacob, tomé el cigarro de Dereck, le di dos caladas y luego me colgué del cuello de Jake.
-¿Estás bien?- pregunté.
-Sí ¿y tú?
-Está muy nerviosa- dijo mi hermana.
-Será mejor que me vaya. No quiero causar más problemas- dijo Jacob besando mi frente.
Cuando nos separamos un poco pude ver cómo tenía el labio roto, lucía realmente mal, estaba muy hinchado y ensangrentado.
-Yo voy contigo- dije tomándolo de la mano.
-Isabella…- regañó Alice.
-¿Qué? ¿Me van a prohibir que me vaya con mi NOVIO?- dije enfatizando la palabra.
-No quiero meterte en problemas- dijo Jacob acariciando mi rostro.
-No lo harás. Yo iré contigo- dije viéndolo directo a los ojos y asintió.
Todos me vieron un poco sorprendidos. Alex sonrió levemente y negó, Alice lucía molesta y mis primos sólo se encogieron de hombros.
-Tú sabes lo que haces, primita- dijo Dereck despeinándome. Le sonreí. Me despedí de todos y me fui con Jacob.
El camino hasta la avenida principal fue silencioso, yo veía por la ventanilla, Jacob se concentraba en conducir y nuestras manos estaban fuertemente entrelazadas.
-¿Qué hacemos?- me preguntó.
-No sé, pero no quiero ir a mi casa.
-Ni yo a la mía- suspiré ante su respuesta. Giró el coche de repente, el movimiento me tomó desprevenida.
-¿Qué haces?- pregunté un poco asustada.
-¡Ya se!- dijo con semblante de que había tenido una idea genial.
Como lo sospeché se estacionó en un hotel, pidió una habitación por un día, fuimos al cuarto, ayudé a limpiar la herida de Jacob, ya bastante teníamos con la mirada de desconfianza de la recepcionista. Luego me metí a la cama, Jacob se abrazó a mí, entrelacé nuestras manos y caí profundamente dormida, estaba muy cansada. Cuando sentí el cuerpo agarrotado por estar en la misma posición desperté, me dolía la cabeza, pero no por resaca. Cuando me senté en la cama me di cuenta de que estaba sola, el otro lado de la cama estaba revuelto, las cosas de Jake estaban sobre el buró, él no se veía por ninguna parte y no tenía ni la más mínima idea de qué hora era.
Encendí la televisión y dejé un canal de caricaturas. Me acomodé de nuevo entre las mantas, traté de apoyar la cabeza en un ángulo en el que no doliera tanto; parecía una tarea imposible. Al rato la puerta se abrió y Jake entró cargando una bolsa.
-Traje la cena- dijo sonriendo.
-¿Cena? ¿Qué hora es?
-Las ocho.
-¿Qué?- susurré.
-Es tarde, Bella.
-Tardísimo.
-¿Tienes hambre?- asentí. Sacó la comida de la bolsa y nos pusimos a cenar.
Cuando terminamos nos quedamos un rato viendo la tele. Poco después comenzó a jugar con mi cabello y a besarme en el cuello.
-Jacob…- dije en tono de advertencia.
-¿Mmm?
-Me duele la cabeza.
-Te he extrañado- murmuró –Además con eso se te quitará el dolor de cabeza- suspiré y me dejé envolver en sus caricias.
Cuatro horas más tarde llegué a mi casa, mamá se había ido a trabajar y mi hermana me interrogó hasta que decidí que era hora de dormir de nuevo.
La felicidad con Jacob me duró muy poco, una semana después discutimos por una estupidez: dónde pasaríamos las fiestas decembrinas. Nos dimos media vuelta y dejamos el coraje en el aire. No le volví a hablar ni él me volvió a buscar. Pensé que me derrumbaría en un mar de llanto o algo por el estilo, pero eso nunca pasó.
Un día estaba en casa con Alexandra y ella me pedía que la ayudara a poner el pino navideño.
-Anda, hermana. A ti te encanta hacer esto, además sabes que la decoración no es lo mío- dijo por enésima vez.
-Ale, no estoy de humor. Me duele la cabeza.
-¡Eres un ogro!
-Gracias- dije sarcásticamente pasando de largo por su lado.
Más tarde fuimos de compras con Alice y Sela. Mientras paseábamos entre las tiendas reflexioné sobre lo que había sido mi vida durante el pasado trimestre. Me di cuenta de que ya no era la misma, estaba cambiando, me sentía diferente, estaba creciendo y madurando.
-¿Quieren comer algo?- dijo Sela cuando pasamos por el área de comida rápida del Mall.
-¡Sí!- chillaron las chicas al unísono.
-¿Y tú, prima?- preguntó pasando su brazo por mis hombros.
-No, gracias. No tengo hambre.
-¿Segura?
-Sí. Me duele la cabeza y creo que tengo nauseas.
-Ok- dijo besando mi cabeza.
Nos fuimos más tarde a casa para preparar todo para la cena de noche buena. Ese año la pasaríamos en casa de Lichi. Rose y Alice estaban invitadas.
Un par de noches antes de la salida al Mall, había salido a bailar con las chicas y había olvidado mi abrigo en casa. Por lo tanto, creía que el dolor de cabeza se debía a un resfriado. Lo que me mataba era que cada vez me dolía más, hasta el punto de sentir un mareo que terminaba en una detestable nausea. Llegó el momento en el que no tuve otra cosa qué hacer más que correr al baño a devolver el estómago.
Alexandra me llevó al médico al siguiente día, no quería que estuviera enferma para el día de la cena. Efectivamente, el médico dijo era un resfriado; aunque su rápida revisión no me convencía el todo, luego me indicó un par de medicamentos y me despachó a casa. Dos días después me sentía mucho mejor y olvidé por completo los temblores, el frió, el sudor, los dolores de cabeza y los vómitos.
La cena de navidad fue de lo más entretenida y tierna. Pasamos un momento en compañía de nuestros seres queridos. Una noche buena emotiva y hermosa que terminó en los planes para año nuevo.
Jacob había desaparecido por completo, era una lástima que nuestro noviazgo durara tan poco, por lo menos disfrutamos lo que había durado.
En año nuevo no hicimos la gran cosa. Esa cena la pasamos en mi casa, fue muy relajada y tranquila. La cuenta regresiva comenzó y todos nos preparamos con nuestras copas. Justo cuando tomaba el aliento necesario para gritar junto con los demás un pensamiento, como cabo suelto, se conectó con otro, luego con otro… y todo estuvo claro.
-¡CINCO!- algo que no había tomado en cuenta.
-¡CUATRO!- algo que no había extrañado.
-¡TRES!- algo que no hice.
-¡DOS!- algo que cambiaría todo lo demás.
-¡UNO!- algo que no podía ser posible.
-¡FELIZ AÑO NUEVO!- algo que estaría ahí por siempre.
El estallido de mi copa contra el piso se difuminó con los gritos de alegría y el barullo de los demás. La alegría de la fiesta se veía empañada por mi rostro desencajado y mis ojos llorosos que nadie notaba. Todo mundo estaba tan eufórico que ni siquiera notaron que estaba parada como una estatua sin mover ni un centímetro mi postura. Nadie notó que no era capaz de corresponder a su abrazo, es más, ni siquiera se dieron cuenta que había olvidado cómo era que se cerraba la boca, de la cual sólo salían jadeos cada vez más sofocados. Increíble, me di cuenta de que no había metido la pata… ¡había metido las cuatro!
-¿Qué tienes?- me preguntó Alice cuando fue su turno de abrazarme.
-No puede ser- susurré.
-¿Qué pasa? Bella… me estás asustando- negué mecánicamente.
Subí a mi habitación a toda prisa y me encerré. Tenía que planear varias cosas, debía estar sola, pero lo más importante… pedía de todo corazón que Dios estuviera conmigo en todo momento y me orientara sobre lo que debía hacer.
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