Capitulo 3: Jacksonville, segunda parte
Mientras seguía dándole vueltas en mi cabeza a la posibilidad de hablar con ella y contarle la verdad, una enfermera se acercó a Bella para avisarle que a mi madre ya la habían trasladado.
—Gracias Vanessa –agradeció Bella a la enfermera con su habitual simpatía—. Bueno, ¿hemos terminado todos…? –preguntó dirigiéndose a los niños.
—Sí—, contestaron los tres a la vez.
¡Bravo!, pensé para mi, ahora no sólo teníamos dos hablando a la vez, ahora teníamos un terceto.
—Estupendo pues nos vamos a ir a ver a la abuela. Os dejaré estar allí un ratito con ella y luego os iréis a la guardería del centro —les ordenó Bella mirándolos seriamente.
—No –dijo mi niña muy convencida.
—¿Cómo que no? —preguntó Bella totalmente confundida y mirando a la niña con ojos desafiantes.
—Verás mami, es que… te queríamos pedir permiso para que mi papá me lleve a presentarlo a mis amigos en vez de ir a la guardería —le pidió mi hija con ojos suplicantes…
—Claro si… tú estás de acuerdo Bella —me apresuré a aclarar –, veras yo no quiero que tu…
—Está bien, Edward, es tu hija, no sé qué diablos está pasando aquí, ni qué es lo que me he perdido —dijo mirándome confundida —, pero no puedo negarte el derecho a estar con tu hija. Sólo ten en cuenta que es muy traviesa y que te la hace por donde puede, sin pensar y sobre todo no avisa —aunque me dolió el tono frío que usó, me enterneció que me avisara de lo diablillo que era mi hija y sobretodo, que me concediera ese derecho que sin duda había perdido cuando las dejé…
—Ya le puse al corriente, Bella —dijo Rose divertida.
—Pues entonces sin problema –concedió no muy convencida — ¿Vamos a ver a mama? —nos preguntó a todos.
—Voy con vosotros —dijo Carlisle, abriendo el camino junto a Bella mientras los dos comentaban sobre los resultados de esas pruebas que le había entregado a ella. El resto sólo los seguíamos mientras yo me maravillaba al verla en su medio, tan profesional, tan segura… y tristemente, tan lejana…
Llegamos a la habitación. Gabriela, se bajó enseguida de mis brazos a los que se había vuelto a subir y junto a sus primos se dirigió a su abuela.
—¿Te duele mucho abu? —preguntaron los tres niños a la vez, y vuelta con el terceto.
—¿No, no mucho? Venid aquí y dadme un beso —les contestó ella tan cariñosa como siempre.
—Cuidado a ver como subís a la cama. ¿Qué tal mamá? —preguntó Bella, poniéndose en modo profesional y revisando los tubos y aparatos que mi madre tenía enganchados. ¡Qué preciosa y maravillosa era! y ¡qué bien olía!, cuando pasó por mi lado su fragancia me embriagó. Hacia tanto tiempo que no la olía… Y claro, como por arte de magia, mi cuerpo dormido y muerto hace cinco años, despertó de nuevo a la vida de la misma manera que lo había hecho cuando nos reencontramos en el pasillo.
—Me duele mucho —se quejó mi madre de modo un poco teatral.
–Bueno es lógico pero ya te han puesto un calmante. Tienes que aguantar un poco hasta que te haga efecto mamá.
—¿Cómo está la abuela más joven y guapa de todo el hospital?— preguntó Carlisle que, detrás de Bella, estaba leyendo el informe que había colgado de la cama.
—Hola Carlisle —dijo Renée—, bien, me duele mucho pero bien.
—Nos ha jorobado que te duele, te atropelló una bici y acabas de salir de quirófano, quieres más motivos —le dijo divertido tratando de animarla.
—No, creo que con eso es bastante —añadió Renée.
—Pues una vez que he comprobado que va todo bien, me voy, que tengo trabajo que hacer. Sólo venía a saludarte y ver cómo iba todo, ya me paso en otro momento a ver como andas.
—Gracias por todo Carlisle –dijo mi madre.
—Es un placer –contestó Carlisle despidiéndose con la mano.
—Yo también venia a saludarte Renée, y a ver como ibas pero el deber me llama y también tengo que irme —dijo Alice dando un beso a mi madre y mirando en el busca a ver quién la llamaba—, he de visitar a mis pacientes.
—Adiós hija, gracias a ti también.
En el preciso momento en que Alice salía por la puerta, entraba Charlie. Debía de haber mucha confianza con Alice porque Charlie le dio dos besos antes de entrar del todo y dirigirse a nosotros.
—Hola a todos, hola hijos. ¿Cómo estáis? –Saludó mi padre, dándonos unas palmadas en los hombros —¿Todo bien? —preguntó mirándome a mí.
—Sí, todo bien papá —le contesté con una sonrisa para que dejara de preocuparse.
—Antes de venir aquí me pase por comisaría —nos informó.
—¿Qué dice la policía? —preguntó Emmet adoptando también el modo profesional.
—El ciclista se dio a la fuga, por lo que están intentando localizarlo. Tranquilo que aquí la poli también sabe hacer muy bien su trabajo —dijo Charlie—, además, dos amigos de Bella se están encargando.
Vaya, esta chica tenía amigos por todas partes. De repente mi móvil sonó.
—Dime Tanya, ¿qué quieres? —contesté poniendo cara de asco y saliendo hacia fuera, cara que Bella vio, sólo ella conocía mis expresiones tanto como yo las suyas, por eso, aunque intente esconderlo, sé por su expresión que vio el gesto que hice.
—Sólo quería saber que tal todo –preguntó la bruja ¡Que hipocresía!
—Bien Tanya, no te preocupes –contesté con ironía.
—¿Cuándo vas a regresar? —preguntó dejando ver ya su verdadera cara.
—Exactamente cuando me oigas volver —contesté con un sarcasmo que no pude evitar.
—Ten cuidado Edward, mucho cuidado —advirtió de manera amenazadora—, hay cosas que pasan, que se podrían haber evitado.
—Siempre lo tengo, adiós —y le colgué. ¿Qué demonios habría querido decir? ¿Sería una nueva amenaza? Pues fuera lo que fuera, esta vez no me iba a amilanar. Ya me había sometido bastante a los caprichos de esa zorra. Ver de nuevo a Bella y ver por todo lo que habían pasado ella y mi niña, me había dado nuevos ánimos y estaba más que dispuesto a luchar.
Cuando me volví todo el mundo me estaba observando, pero lo que más me impactó fue la cara de estupefacción de Bella. Nos quedamos mirando durante unos segundos de nuevo. Ella y yo siempre habíamos sabido hablarnos con la mirada y ahora, por mucho que quisiera evitarlo, con esa mirada le decía todo, le decía que la quería, le pedía perdón… Ella me miraba incrédula, preguntándome qué demonios pasaba, no entendiendo nada como si estuviera en shock, pero había en sus ojos ¿Amor?
—¿Se puede? —preguntó alguien desde fuera.
—Jazzy —dijo Bella claramente aliviada por la interrupción—, claro pasa, Alice acaba de irse.
—¿Cómo estás René? —le preguntó un muchacho rubio y de ojos azules, vestido con la ropa que llevaban los médicos que iban en las ambulancias y dándole también un beso en la mejilla. Entraba por la puerta seguido de otro de piel cobriza y el pelo largo recogido en una coleta. ¡Por Dios! ese chico parecía un armario de tres puertas, era enorme.
—Bueno, bien dentro de lo que cabe —contestó mi madre haciendo una mueca de dolor.
—A ver si procuramos no ir atropellando bicicletas por ahí, que no tenemos edad para esas cosas —bromeó el muchacho de pelo cobrizo, dándole un beso en la mejilla a mi madre y otro a ¿Mi Bella? ¿Quién era ese tío? ¡Qué besucones eran todos en este hospital!
—Edward, Emmet, él es Jacob, el agente encargado del caso—dijo mi padre contestando a mi pregunta mental.
—Mucho gusto —saludé con cara de odio y apretándole la mano más de lo normal, mientras Bella me miraba estupefacta de nuevo.
—Mucho gusto —dijo el chico manteniendo una mirada burlona—, Edward ¿Verdad?
—El mismo —contesté desafiante.
—Entonces, ¿tú serás Emmett? —preguntó volviéndose hacia mi hermano.
—Sí —contestó Emmett, estrechándole la mano con una mirada igual de amenazadora que la mía.
—Y este es Jasper—nos dijo Bella—, el marido de Alice y gran amigo mío al igual que Jake — ¿Jake? Qué confianza ¿no?
—Encantado —dijimos los tres a la vez. Este Jasper me caía mejor que el otro.
—Excelente trabajo el de ayer Bella —dijo Jasper—, me tienes impresionado, ojala que… tú aceptases eso…
—Y vuelta de nuevo, pero mira que sois pesados —dijo ella con tono cansino.
—Es que tienen razón — añadió esta vez Jacob.
—¿No me digas? –contestó Bella mirándole desafiante—. ¿Y que ibas a hacer tu aquí, si nosotros nos vamos?, porque te recuerdo que Vanessa también se vendría. ¿Y con quién te ibas a meter? Dudo que haya en la tierra otra mujer más patosa que yo para que sea mi sustituta como objeto de tus burlas –dijo apuntándole con el dedo en el pecho ¡Que confianzas! De pronto sentía como me hervía la sangre en las venas.
— ¿Es que allí no hay policía? —dijo él tan tranquilamente. Su pregunta me sorprendió, si eso de lo que hablaban era de lo que yo pensaban que hablaban… ¡Dios! Que no esté pensando este en venirse también. A estas alturas, me clavaba las uñas de tanto apretar los puños…
—Anda, si no me había dado cuenta —dijo mi Bella poniendo cara de perplejidad—, pero tú tienes el rango de detective —dijo triunfante.
—¿Y qué? —contestó el hombretón ese con cara de chucho, poniéndole a Bella una carita que a mí no me gustaba ni pizca. Parecía que estaba pidiendo que le sacaran a pasear.
—No puedo con vosotros, de verdad que no puedo—se quejó Bella, rodando los ojos con resignación.
—Ves Bella, si todos estamos de acuerdo —dijo Rose dando ¿Saltitos? Me parece a mí que el carácter de Alice era contagioso.
—Bueno, a lo que venía —dijo de pronto Jacob—, aparte de verte a ti claro está –añadió rápidamente al ver la mirada de mi madre—, hemos estado investigando y por la descripción que nos han dado, creo que tenemos localizado al ciclista. Por lo visto, es un chaval joven asiduo de la zona caliente. Supongo que estará unos días sin aparecer por allí, pero estamos preguntando a todo el mundo a ver si saben su paradero, y además es cuestión de tiempo que sufra el mono. Intentamos averiguar a ver si tiene algún tipo de relación con… —noté que dejó adrede la frase sin terminar ¿A qué se refería?, ¿Qué estaba ocultando? O más bien estaban, porque mis padres, Rose y Bella se miraron entre ellos y luego miraron a Jacob.
—Pues a ver si lo cogéis pronto, que yo todavía estoy temblando —dijo Rose intentando disimular al notar que me había dado cuenta.
—Por cierto Bells, y otra cosa —dijo Jacob cambiando abruptamente de tema —, en fin, sé que esto es muy duro de asumir para una conductora tan buena como tú…, pero esta mañana nos llego esto a comisaria.
— ¿Y esto que cuernos es?—preguntó mi Bella mirándolo desafiante.
—Bueno a ver, si no me equivoco aquí pone… multa —dijo Jacob con tono jocoso.
—¿Una multa a mí?¿cuándo? —inquirió Bella sorprendida.
—Ay Bella recuerda —intervino Jasper —el día que llamó la profesora de Gaby por teléfono diciendo que se había caído del columpio, corrías tanto que hasta pensé en llamar a otra ambulancia de refuerzo. Estabas asustada y llegó un momento en que te vi estrellada contra un árbol. No te lo quise decir, pero vamos que adelantaste a la ambulancia.
— ¿Tanto corrí? —preguntó Bella incrédula.
— Volabas, cielo, volabas –contestó Jacob poniéndome de mal humor, ¿quién se habría creído que era para llamarla cielo?– claro según dice aquí el papelito –dijo blandiendo la multa entre sus manos—. Aquí está la prueba.
Yo estaba perplejo, ¿Bella corriendo?, no podía ser, si odiaba la velocidad y siempre me regañaba por lo mismo. Pero ese Jasper decía que le había llamado la profesora de Gabriela, es comprensible, que susto se daría. Espero que no le pasase nada, tendría que ver la forma de preguntarlo, pero bueno, si hubiera sido grave me habría enterado. Pero, ahora que lo pienso, ¿a quién se le había ocurrido llamar Gaby a mi hija?
—¿Bella corriendo?— interrogó mi padre preguntándose lo mismo que yo—, no puedo creerlo.
—Es que… verás papá, en la fiesta de fin de curso, tu muy traviesa nieta, no se cayó, literalmente se tiró de un columpio, se quedó sin conocimiento y la profesora me llamó. Creo que es comprensible el susto, ¿no?—dijo Bella mirando amenazadoramente a mi hija, la cual estaba sentada muy quieta al lado de mis sobrinos, como si no hubiera roto un plato en su vida.
—Por supuesto hija –dijo Charlie dándole totalmente la razón. Y porque no estaba yo, que si llego a estar y con lo sobreprotector que reconozco que soy…
—El problema es que yo la estaba esperando con la ambulancia y de los nervios ni me vio, me apartó de un empujón y se marchó al coche, lo que no sé es como no explotó el motor – volvió a decir Jasper en plan sarcástico.
—Desde luego vaya familia, una doctora suicida y una madre que atropella bicicletas –apostilló Jacob divertido.
—¡Basta de cachondeo Jacob Black! –dijo mi Bella alzando la voz— .Como no pares ahora mismo, te juro que… Ufff. Trae que ya te la pago, voy a por dinero.
—No, esta corre de mi cuenta, llamémoslo un pago a cierto favor que me hiciste el otro día, al salvarme de la loba esa, antes de que la viera Nessie —contestó Jacob.
—¿Nessie?, ¿le has puesto a Vanessa el apodo del monstruo del lago Ness?, ¿lo sabe ella?—preguntó Bella escandalizada.
Mira por donde me acabo de enterar quien le puso ese nombre a mi hija. Bueno, por lo menos, tenía una especie de novia, la verdad es que este Jacob debía ser todo un personaje.
—Esto yo…ya sabes que los nombres largos se me dan mal—se defendió Jacob.
—Pero Jacob, Vanessa no es un nombre largo ¡por dios! —dijo Bella rodando los ojos, lo que me hizo reír al verla, cuanto amaba sus expresiones
—Déjalo, Bella, déjalo —dijo Jasper dándole una palmada en la espalda—, es Jacob.
En un momento los buscas y los móviles tanto de Bella como de Jasper se pusieron a sonar como locos.
—¡Vaya!—dijo Bella—, parece que tenemos un poco de acción. Yo me marcho que tengo que trabajar. Vosotros tres, estar aquí un rato más y luego os podéis marchar con Edward. Y quiero que os portéis bien —les ordenó—. Tráelos a la hora de comer por favor –dijo mirándome a mí sin ninguna expresión en la cara. Pero sólo el hecho de que me hablara, ya me excitaba.
—Vale, vale —dijeron los tres a la vez. Y vuelta con el terceto.
—Yo también me marcho —dijo Jasper… —, el aviso también iba conmigo.
—Pues yo voy a ver si sigo pillando malos por ahí —dijo Jacob –cuando sepa algo más os cuento. Hasta luego Bells —¿Bells? Pues que confianzas pensé para mí – Luego nos vemos –se despidió Jacob
—¡Madre mía!–dijo Emmet una vez que nos quedamos solos–, menuda habitación y toda para ti solita. Como se nota que tienes enchufe mami. Los demás compartiendo habitación con otros dos o tres y tú aquí como una reina –dijo con su habitual jocosidad—. Rose cariño, que eso duele —se quejó cuando mi cuñada le dio un coscorrón. Mis sobrinos estaban más que acostumbrados a ese intercambio entre ellos pero Gabriela los miraba divertida.
—No seas tonto hijo —dijo mi madre rodando los ojos—, porque Bella trabaje aquí no tiene ningún privilegio, esta habitación me la está pagando ella solita. Yo le he dicho que no hacía falta, pero ya sabéis como es. Dijo que así estaríamos más cómodos tanto yo, como él que se quedara a dormir conmigo. Por lo visto aquel sillón de ahí se estira y se hace cama—a mis sobrinos les llamó la atención el que un sillón se hiciera cama y se fueron hacia esa esquina, concediéndome la privacidad que estaba buscando…
—A ver —pregunté—. ¿Qué era eso que Bella tiene que aceptar sí o sí según el duende hiperactivo ese que acaba de salir por la puerta? ¿Eso qué Bella, contraria a la opinión de todos, no quiere aceptar?
—Bueno cariño —dijo Rose mirándome de forma enigmática—, está bien claro, la plaza en Forks.
—Pero, pero, tiene que aceptarla —dijo Emmet alterado —, tiene que volver, ahora que puede…, Tanya y Aro ya no pueden impedírselo. Ahora que ese tal Marco juega en su bando.
—La verdad —dijo Rose —es que ayer me dejó impresionada, que capacidad de reacción, estaba hecha polvo y preocupadísima por vuestra madre, de repente llegó el aviso del accidente y en seguida se transformó. Carlisle la había dejado a ella en su lugar, mientras operaba a Renée y no lo dudó ni un segundo. Vuestro padre y yo que estábamos en la sala de descanso de los médicos, no lo podíamos creer.
—Y por lo visto no es la primera vez que actúa así –terció mi madre—, ha cogido cierta fama y por eso Carlisle le ha ofrecido ese puesto con el consentimiento de sus superiores, claro está. Carlisle no sólo es el padre de su amiga, es como si fuera un segundo padre para ella. Él fue el que la promocionó para ocupar su puesto actual y siempre ha dicho que no entiende porque no se le concedió la plaza en Forks desde un principio.
—Está claro que se la ha ganado por sus méritos, así que tiene que volver quiera o no —dijo Rose resueltamente.
—¿Por qué no quiere volver? —pregunté con miedo de escuchar una respuesta que yo ya sabía.
—Edward, ¿Y tú lo preguntas? —dijo mi madre de nuevo.
—¿Es por mí, verdad?—respondí más que pregunté, no queriendo oír lo que estaba seguro que tendría que oír.
—Sí, cuñado –dijo Rose—, sí, es por ti. ¿Cuántas veces tengo que decirte que todavía te quiere? Ella no quiere regresar porque simplemente no puede soportar el verte todos los días del brazo de la rubia oxigenada que tengo por hermanastra. No olvides que cree que estás enamoradísimo de ella.
—Pues creo que quedó bien claro lo que siento por el modo en que le hablé antes por teléfono, todos me mirabais.
—Sí, se dio cuenta y debe tener trabajo porque si no ya me habría llamado a preguntarme. Y cuando me pregunte, ¿qué la digo, Edward? ¿La verdad? Creo que esa te corresponde a ti.
—¿Y si al saber la verdad, decide no volver? –pregunté expresando mi miedo en voz alta. Aunque yo ya había tomado mi decisión, Bella volvería a Forks y a mi vida costase lo que costase. Pero había muchas cosas en juego y aun no quería reconocerlo ante los demás. El problema más importante es cómo me sentía yo por dentro de sucio y miserable. Pero tenía la seguridad de que ese sentimiento de suciedad y asco solo podría borrarlo una persona ¿Estaría dispuesta a hacerlo, o me rechazaría cerrando definitivamente la puerta para siempre? Era ese miedo lo que me impedía tirar para adelante.
Por otro lado tenía pavor de que ese supuesto topo, nos viera juntos o hablando, le fuera con el cuento a Tanya y les pasara algo cuando yo no estuviera aquí para protegerlas. Pero una vez en Forks, pasase lo que pasase, no me iba a amedrentar, allí no les quitaría ojo de encima.
De repente, el móvil de Rose sonó, haciéndonos a todos pegar un respingo. Mis sobrinos le habían colocado una canción de alguna película que a ellos les gustaba bastante estridente para un hospital.
—Diga —contesto Rosalie—, vale, pues luego me paso por allí. ¿A la hora de comer? ¿Qué hasta entonces no estáis libres? Vale.
—Era Alice —aclaró Rose—Bella esta mosqueada y no me extraña, con las miraditas que le has echado, cualquiera se mosquearía. Sólo te ha faltado echar a tu madre de la cama y tumbarte ahí con ella dándonos un espectáculo porno, gratuitamente. O mira mejor, échanos a todos de aquí, extiende el sillón y ya sabes…
—Rose –dijo mi madre mirando a los niños. Pero estos estaban muy tranquilos jugando con los famosos coches de Peter.
—Que graciosa eres Rose –dije con sarcasmo.
—Sí, soy muy graciosa —dijo Rosalie enfadada—, pero ¿qué le digo esta vez Edward? ¿Le vuelvo a contestar con evasivas como siempre o le digo la verdad?
—Si hay que decirle la verdad se la tendría que decir yo, ya está bien de esconderme –contesté ante la mirada atónita de mi cuñada—, pero no es tan sencillo Rose. Vale hablamos, le digo la verdad, me perdona o no, nos reconciliamos o no. Además del miedo que tengo a su rechazo, me aterra ese topo. Si es verdad que el tal James es un topo de Tanya, estará vigilando y sabrá si hablo con ella, si estoy con ella, y no tardará en irle con el cuento. Mientras estemos aquí yo la protegeré con mi vida si es necesario y supongo que tú, Emmett, también –añadí viendo como mi hermano asentía con la cabeza—, pero tarde o temprano tendremos que volver a Forks. ¿Qué pasará entonces Rose? ¿Quién la protegerá?
—Ya te lo he dicho muchas veces Edward, no es una niña, ya veremos la forma de arreglarlo —dijo Emmet.
—Tiene a Jasper, Jacob, Sam…veamos, ¿me dejo alguno? –intervino esta vez Charlie
—Si claro, todos haciendo cola a ver quién gana, ¿no? Como yo ya metí la pata. ¿Y quién es ese Sam?, ¿es nuevo? –dije muriendo por dentro de celos pero en cierto modo aliviado de que tuviera algo de protección.
—Sam es otro de los policías y marido de la niñera de Gaby —me aclaró Charlie.
—Edward, ellos sólo la ven como una amiga, ella lo deja bien claro —me dijo Rose.
De pronto pareció que el silencio se hubiera instalado en la habitación. Mi cabeza no hacía más que darle vueltas al hecho de que quizás no me perdonase, pero sabía que había llegado el momento de enfrentarme a la verdad. En ese momento miré a Rose, que me devolvió la mirada desafiante. No sé porqué pero tenía la impresión de que esto era una especie de encerrona.
—Está claro que de buenas a primeras no te va a perdonar –contestó mi cuñada a esos temores mentales que me torturaban. A veces me daba la impresión de que era capaz de leerme la mente –pero al final lo hará, eso tenlo por seguro, porque todavía te quiere, tarde o temprano lo hará. Pero tendrás que ganártelo.
—Además hijo, gracias a Marco y al FBI, cada vez está más cercano ese momento en que puedas mandar a paseo a Tanya ¿Qué vas a hacer entonces? ¿Seguirte acobardando esconderte, dejar que se quede aquí mientras tú te rebozas en la mierda en Forks? Conozco a mi hija Edward, no te perdonará de inmediato pero lo hará, estoy seguro de ello, te quiere –añadió Charlie dejándome sorprendido por el discurso tan largo que había pronunciado, por lo general era hombre de muy pocas palabras.
—Hijo, ella no volverá, a no ser que tú hagas algo —añadió mi madre—. Me lo dijo el otro día, te iba a llamar por teléfono cuando me atropelló la bici.
—¿Qué te dijo? –pregunté intrigado.
—Que por mucho que se empeñaran Alice, Jacob, Jasper y hasta el mismísimo Carlisle en que volviera, no pensaba hacerlo, porque no podía soportar verte con otra mujer y mucho menos con Tanya.
—Te duele mucho abu —preguntó otra vez mi hija rompiendo el hilo de la conversación. No me había dado ni cuenta cuando se habían acercado de nuevo.
—No hija, no demasiado, no te preocupes —le contestó para tranquilizarla, regalándole una sonrisa.
—A mí sí me dolía cuando me rompí mi brazo —volvió a decir. Menudo elemento debía estar hecho.
—Pero yo soy abuela y a las abuelas no nos duele.
—Entonces, ¿cuándo yo sea abuela?…
—Y tu señorita —preguntó Emmet—, ¿cómo es que te rompiste el brazo?, ¿qué hacías?, o ¿acaso eres como tu madre un poco patosa?
—Es que yo… veras, iba con la bici y esa farola se me puso en medio.
—¿Se te puso en medio? —dijo René alzando una ceja.
—Esto yo… —dijo mirando a mi madre sin saber que decir. Vamos, esta niña debía ser de cuidado.
—Tiene razón —la defendió Peter con su habitual seriedad—, siempre ponen las farolas donde los niños tenemos que jugar —y así empezó una divertida discusión entre niños y mayores sobre las farolas que se ponían en medio para jorobar a los niños.
Mientras niños y adultos discutían, yo aclaraba ideas en mi cabeza. Cuando Renée considero que los niños llevaban demasiado tiempo en la habitación, ya había tomado mi decisión definitiva e irrevocable.
—Chicos –les dije—, ¿qué os parece si vamos a conocer a los amigos de Gabriela?
— ¡Biennnnnnnnnnnnnnn! — exclamaron los tres a la vez con entusiasmo.
— Upss perdón, se nos olvida que no podemos chillar aquí, menos mal que no está mami —dijo Gabriela poniendo una carita de inocente tal que parecía un ángel pero echado del cielo a escobazo limpio.
—Venga, ¡vámonos! —dije partiéndome de la risa.
—Con eso no se puede jugar —decía mi hija muy seria—, porque si jugamos y lo rompemos, abu se queda sin sus medicinas para que no le duela.
—Anda —dijo Tony, todo pensativo —, ¿eso sirve para tomar medicinas?
—Sip —contestó igual de seria mientras salía por la puerta.
—Cuando estén los tres juntos en Forks, vamos a tener que andar con mil ojos con ellos —les dije.
—Todos, se me quedaron mirando como si no me hubieran visto en años.
—¡Vaya, por fin entraste en razón! —dijo Emmet con una radiante sonrisa.
—Sí, voy a hablar con Bella, le diré la verdad y entre todos decidiremos cómo hacer para que este protegida, lo haré, por ella —dije señalando a mi hija —, por mi Bella, por las dos, haré lo que sea para que vuelva. Sólo espero que sepa perdonarme.

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