- ¿Qué vamos a hacer hoy? – pregunté emocionada.
- Solo sígueme, es una sorpresa.
Y así me adentré en el mejor día de mi vida.
Cogió mi mano y me acompañó escaleras abajo. En la cocina una bandeja con un espectacular desayuno me daba la bienvenida.
Me senté, y él lo hizo a mi lado y los dos desayunamos en un silencio para nada incomodo.
Después de eso nos subimos en su coche dispuestos a correr cualquier clase de riesgo con el objetivo de pasar ese día juntos, él y yo, y nadie mas.
El coche se deslizó por una carretera mojada a toda velocidad, los árboles perdían su forma convirtiéndose en un espeso telón verde que nos seguía.
Mi mano acariciaba la suya mientras esta estaba apoyada en la palanca de marchas. Y nuestros dedos se entrelazaban a la perfección como si hubieran sido creados para estar juntos, y para nada mas.
Paró ante la entrada a un camino de tierra que se adentraba en el bosque.
- Hemos llegado – anunció orgulloso.
- ¿Dónde estamos y que vamos a hacer aquí? – pregunté algo confusa.
- ¿Confías en mi? – preguntó él mirándome con tanta intensidad que obligaba a mis ojos a fijarse única y exclusivamente en los suyos, estaba casi al cien por cien segura de que en esos momentos era capaz de manipular mis pensamientos.
- Supongo – contesté al fin en un suspiro.
Agarró mi mano y se adentró en el bosque. A los pocos minutos perdí el rastro del camino por que el habíamos empezado nuestro viaje. Pero no me importaba, él agarraba mi mano, y eso era un seguro lo suficientemente valioso para mi.
De pronto se paró y me encaró.
- Este lugar me lo han prestado tus padres – dijo antes de besarme.
Sus cálidos labios encajaban perfectamente en los míos haciendo que nos convirtiéramos en una combinación perfecta. Perfecta y única, tan especial y tan grande para ambos que el simple hecho de mencionarla aceleraba el latir de nuestros corazones.
Se separó de mi rompiendo el beso y manteniendo su mirada fija en mis labios.
- Me encantan – susurró antes de darme un beso corto y dulce. – adelante.
Los árboles iban perdiendo espesor a medida que entrábamos en un prado perfecto y hermoso.
Sus flores en tonos blancos y lilas contrastaban a la perfección con la verde hierba que inundaba el lugar. Era mágico, parecía sacado de un mundo de hadas, pero era real, era real y nuestro.
Una sensación de alegría me inundó al darme cuenta de que ese era el famoso prado. Ese lugar tan especial para mis padres del que me habían hablado miles de veces.
- El prado – dije en un susurro.
Le abracé, necesitaba sentir su cuerpo cerca del mío para demostrarme a mi misma que era real y que no iba a despertar y a morir de dolor.
Me separé de él muy a mi pesar pero quería inspeccionar ese lugar. Era tan hermoso que no daba crédito a lo que mis ojos estaban observando.
Me senté en una roca que estaba en el centro del lugar. Desde allí podía observar cada centímetro de ese lugar de ensueño. Mis ojos vagaban perdidos cuando toparon con el cuerpo de un perfecto hombre. Su piernas perfectas, su espalda ancha, su piel morena, sus labios carnosos y sus ojos oscuros, todas las partes de ese perfecto ser te invitaban a observarlo sin cesar.
- ¿Qué piensas? – preguntó él acercándose a mi sin que yo quitara la vista de su rostro.
- En que no quería descubrir este lugar con nadie mas. Ahora todo es perfecto. – dije mientras me levantaba y lo encaraba.
Él me abrazó y yo hundí mi rostro en su pecho. Era el mejor día de mi vida, y no había hecho mas que empezar.
Nos separamos lentamente como si nos doliera la distancia aun que nuestras manos seguían unidas.
Nos tumbamos sobre la húmeda hierba sintiendo el viento rozar nuestros rostros.
La temperatura fría y húmeda típica de Forks estaba arruinándome el momento. Sentía el frío a lo largo y ancho de mi cuerpo. Los dientes me castañeaban a pesar de que yo intentaba evitarlo a toda costa para no arruinar la perfección del momento.
- Acércate – dijo asustándome y rompiendo el silencio que inundaba el mágico lugar – Aquí hace menos frío
Abrió sus brazos y yo apoye mi cabeza el su pecho. Uno de sus brazos me envolvía dándome calor y a la vez cariño. Podría haberme pasado horas o días allí tumbada entre sus brazos.
Podía escuchar el latido de su corazón, tan lento en comparación con el mío. Pero a pesar de las diferentes velocidades, nuestros corazones se acompasaban marcando una melodía mágica para ese mágico lugar.
El rugir de mis tripas arruinó por un momento nuestra calma.
- Me parece que tienes hambre – dijo con sus labios rozando mi pelo mientras su aliento mecía algunos mechones de mi cabello.
- Puede, pero no me apetece moverme – conteste mientras levantaba la cabeza para encontrarme con sus ojos, sus increíbles ojos.
- Vamos a comer. El día acaba de empezar y las sorpresas aun no han acabado.
Nos metimos en el coche y nos dirigimos a la siguiente parte de nuestro gran día. El simple hecho de su compañía me hacia sentir completa y absolutamente feliz.
Nos adentramos en la carretera que se dirigía a Port Angeles. Aparcó en el puerto y me ayudó a salir del coche. Caminamos por las calles cogidos de la mano.
- ¿Dónde vamos? – pregunté, la curiosidad me ganaba y no podía esperar mas para saberlo.
- Sorpresa – contestó susurrando en mi oído.
Mientras nos adentrábamos mas y mas en la pequeña ciudad nos cruzamos con un grupo de chicos.
- No soporto que hagan eso – dijo entre dientes.
- ¿El que? – pregunté algo confusa
- Que te miren de esa manera, como si fueran a comente con los ojos.
Yo no me había dado cuenta de ese detalle. Estaba demasiado feliz en mi pequeña burbuja en la que solo cabíamos Jake y yo como para preocuparme por como me miraban los demás.
A pesar de eso me encantaba verlo celoso. Me hacia sentir bien.
- No te preocupes, yo solo tengo ojos para ti – dije sonriendo mientras me perdía de nuevo en su mirada.
Seguíamos caminando y la curiosidad cada vez pesaba mas en mi mente preguntándose donde me llevaba.
Estábamos llegando ya a las afueras y el único paisaje que nos acompañaba eran viejos almacenes abandonados y medio destruidos. Llegamos a la entrada de uno de ellos i Jake se giró para encararme.
Envolvió mi cintura con sus manos y quedamos tan cerca que nuestras narices prácticamente se rozaban.
- Es aquí – anunció.
Entonces me besó y yo enredé mis manos en su oscuro cabello. A pesar de que cada vez que me besaba sentía esas mariposas en el estomago, esa vez fue diferente, su beso fue diferente. Sus labios me buscaban con mas ansias y sus manos se aferraban con mas fuerza en mi cintura. Le necesitaba tanto que se me olvidó respirar. Nos separamos lo mínimo, solo para coger aire y volver a besarnos. La magia del momento era increíble.
Él deshizo el beso muy lentamente pero seguíamos agarrados.
- Espérame – dijo con sus labios aun pegados en los míos.
Se adentró en aquel extraño almacén y desapareció al cerrar la puerta.
Salió de allí y se colocó detrás de mi.
- Adelante – dijo en mi oído.
Yo abrí la puerta mientras el me seguía agarrado a mi cintura. Cuando vi lo que me había preparado me sentí increíblemente feliz. Cada vez me estaba demostrando que esto no podía ser real, que el no podía ser real.
Me abrazó por detrás estrechándome contra su cuerpo y una lágrima descendió por mis mejillas.
- Esto es para ti – susurro mientras yo observaba lo mas hermoso que alguien había hecho por mi.
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