Tormento

Autor: andreaa
Género: General
Fecha Creación: 15/11/2009
Fecha Actualización: 22/11/2009
Finalizado: SI
Votos: 8
Comentarios: 41
Visitas: 35892
Capítulos: 30

De un día para otro todo cambia, la persona que creías que iba a estar a tu lado siempre, desaparece sin mas y incluso tu familia se vuelve un extraño para ti.

Nadie es capaz de darte ni una mínima parte de lo que necesitas, solo quieres escapar, pero no puedes.

Entonces, ¿que haces?

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Capítulo 18: calidez

-          Eso no es justo – respondí alterada – A mi también me gustaría que nuestra vida juntos fuera fácil pero yo no soy la que redacta esas ridículas leyes. Y tal vez él no busca una vida fácil, sino una vida llena de amor. ¿Eso podrás dárselo?

 

Dicho eso di media vuelta y le di la espalda. A los pocos segundos ella hizo lo mismo.

 

A la mañana siguiente nos despertó alguien cuando abrió la puerta de golpe asustándonos a las dos.

 

Los rallos de sol asomados en las ventanas de mi habitación indicaban que el día estaba ya avanzado.

 

La luz me cegó mientras él se acercaba a nosotras y se sentaba en el sillón.

 

-          ¿Cómo habéis pasado la noche? – preguntó Jacob con una sonrisa algo burlona en la cara.

-          Bien – contestó Meg.

 

Ella se levantó y se sentó encima de Jake. Le dio un ligero beso en los labios mientras yo los miraba e intentaba contener las ganas locas que tenia de abalanzarme sobre ella.

 

Respiré hondo y me levanté de la cama dándoles la espalda. Me metí en el aseo de mi habitación y me lave la cara. Necesitaba despejarme e intentar sacar esa imagen de mi cabeza. Ella besando sus calidos labios. Era insoportable.

 

Él no había hecho nada para impedir ese beso. Aun que estuviera con ella solo por interés me dolía verlos así.

 

Me senté en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y hundí mi rostro entre mis manos. La situación estaba empeorando por momentos. Primero su marcha, luego su vuelta, pero con ella, y ahora tenía que soportarla por que un intruso quería destruirme a mi, a mi familia y a los Quileute. ¿Qué mas me podía pasar?

 

Era una situación tan irreal que no sabía que hacer, y por otra parte estaba la cuestión de que necesitaba protección a todas horas por que yo sola no era capaz de defenderme. Era vergonzoso que la hija de un vampiro necesitara estar vigilada las veinticuatro horas.

 

Sin moverme de mi posición pensé de nuevo en la opción que llevaba toda la noche rondando por mi cabeza. Quizás lo mas sensato era que me convirtieran en una vampiro. Aun que esa opción no estaba del todo clara por dos simple razones. La primera: mi padre. Él no iba a permitir que su querida e inocente hija se quedara sin alma aun que me tuvieran que estar vigilando y protegiendo durante toda la eternidad. Y la segunda razón era Jacob. Si sus antepasados le había puesto pegas a que estuviera conmigo, teniendo en cuenta que solo la mitad de mi es vampiro, que no me alimento de sangre y que no supongo un peligro para nadie. Si me convertía podía despedirme para siempre y definitivamente de esa vida que tanto deseaba a su lado.

 

No me di cuenta de que alguien estaba conmigo en el baño hasta que unas cálidas y fuertes manos, en un solo movimiento, me levantaron y me apoyaron en la pared.

 

-          ¿Qué haces Jake? – pregunté confusa – Está Meg en la habitación. – en realidad no me importaba demasiado si Meg nos veía por que así le podría demostrar que era yo la que no iba a dejar que se quedara con mi Jake tan fácilmente.

-          No está – susurró en mi oído.

 

El contacto de su aliento con mi piel hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Me encantaba sentir su calor tan cerca, saber que él quería estar conmigo, me encantaba la manera en que me sonreía y la voz que utilizaba cuando quería volverme totalmente loca.

 

Rodee con mis brazos su cuello y hundí mis dedos en su cabello. Entonces me besó. Sentir sus calidos labios sobre los míos era increíblemente especial. Me encantaba la manera tan dulce pero a la vez tan desesperada con la que buscaba mis besos.

 

Y allí nos encontrábamos los dos perdidos en un mar de besos cuando alguien golpeó la puerta. Se separó de mi lentamente dejándome su sabor en mi boca.

 

-          ¿Quién es? – pregunté

-          Soy Meg, quiero decirte algo.

 

Los dos nos miramos, aun que me muriera de ganas por que nos encontrara sabia que no era adecuado así que le indiqué a Jake, mediante señas, que se metiera en la ducha, para esconderse. El me miró y sonrió picadamente. Me encantaba esa sonrisa pero no era el momento de jugar.

 

Cuando me aseguré de que no se le veía abrí la puerta y ella, desde el marco de la puerta, sin llegar a entrar, habló.

 

-          Se que ahora le toca a Jake guardarte – dijo mirándome a los ojos con una expresión totalmente bravucona – y quiero recordarte que no voy a dejar que te salgas con la tuya, ahora Jake es mío.

 

No me dio tiempo a contestar ya que se dio media vuelta y se marchó. Me quedé parada delante de la puerta mirándola mientras cerraba la puerta de mi habitación y desaparecía por completo, pero sus palabras retumbaban en mis oídos una y otra vez.

 

No me podía creer que me hubiera dicho que Jake era suyo. Cerré la puerta con todas mis fuerzas mientras unas lágrimas de impotencia descendían por mi rostro.

 

Me quedé en silencio, mirando la pared, buscando las fuerzas que necesitaba para seguir adelante con esa vida tan injusta que me había tocado, pero no las encontraba.

 

Sentía que cada vez que levantaba un poco la cabeza alguien llegaba y me hundía de nuevo en un dolor y en una impotencia extremos, me hundían en un pozo del que me era imposible salir.

 

De pronto sentí el abrazo de Jake por la espalda, su olor me inundaba, pero a pesar de que amaba su fragancia nada era suficiente para que pudiera salir del oscuro pozo.

 

Yo sabia que Jake me quería pero ella no lo sabia.  Yo tenía que besar a Jake en un baño a escondidas mientras ella podía disfrutar de él en cada momento y en cualquier lugar.

 

-          No le hagas caso amor – susurró Jake – sabes que soy todo tuyo – y besó mi cuello.

-          No – grité enfadada presa de la desesperación que se apoderaba de mi en ese momento – No lo se Jake. ¿Por qué sigues con ella? Ya estas aquí, ya no la necesitas.

 

Me deshice de su abrazo y lo encare mientras las lágrimas descendían ya con mas fuerza de mis ojos. Ya me era imposible pararlas. Sentía un nudo en la garganta, tenia ganas de gritar y a la vez tenia ganas de callar y marcharme lejos y sola.

 

-          Me siento en deuda con ella. No la quiero como te quiero a ti pero me ayudó mucho y no quiero herirla – dijo con los ojos llenos de pena.

-          ¿Y a mi si puedes herirme? – pregunté mientras me acercaba a la puerta para marcharme.

 

Cuando quise abrir la puerta el puso la mano en ella impidiendo que lo hiciera

 

-          Cada lágrima que derramas por mi culpa es como un puñal para mi, jamás voy a perdonarme todo el daño que te estoy haciendo. Se que soy un egoísta por haber vuelto pero no puedo imaginar una vida sin tu sonrisa o sin tus besos.

 

Los oscuros ojos de Jacob se estaban oscureciendo aun mas a causa de la humedad de las lagrimas.

 

Le abracé con todas mis fuerzas. Después de lo que me había contado Meg la noche anterior había comprendido que para él había sido muy difícil su marcha y yo lo estaba juzgando. El no quería hacerme daño y me lo estaba demostrando.

 

-          Lo siento – susurré en su oído. – se que estoy siendo muy injusta pero me duele muchísimo verte con ella.

-          Lo se, a mi tampoco me gusta verte con Alec

 

Ese comentario me hizo reír.

 

-          Me alegra hacerte reír, pero a mi no me hace ninguna gracia.

 

Se deshizo de mi abrazo y agarro mi rostro con las manos hundiendo su mirada en mis ojos.

 

-          No es lo mismo – dije un poco insegura por que su insistente mirada me estaba desmoronando y me provocaba unas ganas logas de besarlo.

-          No soporto que nadie te mire de esa forma, solo yo puedo hacerlo. Igual que el muchacho con el que hablabas en el local japonés. No te das cuenta de lo hermosa que eres. – me dio un suave y corto beso en los labios, y mientras los acariciaba con el dedo pulgar añadió – recuerda, estos son solo míos.

 

Volvió a besarme, nos separamos en busca de aire y lo eché del baño para poder vestirme y arreglarme. Cuando entre en mi habitación él me esperaba sentado en la cama.

 

-          ¿Qué vamos a hacer hoy? – pregunté emocionada.

-          Solo sígueme, es una sorpresa.

 

Y así me adentré en el mejor día de mi vida.

Capítulo 17: confesiones Capítulo 19: Esto es para ti

 
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