Bailes de Pasión (+18)

Autor: AnnaSwan
Género: Romance
Fecha Creación: 31/03/2013
Fecha Actualización: 06/07/2013
Finalizado: NO
Votos: 13
Comentarios: 17
Visitas: 23551
Capítulos: 21

Isabella Swan nunca ha sido buena en nada que implique equilibrio y coordinación, salvo en el baile. Desde pequeña su madre, René, la inscribió en clases particulares de baile y desde entonces no ha dejado de practicar; posee una gracia exquisita al momento de mover sus pies al ritmo de la música y por esta razón su madre la inscribe en un concurso de baile donde el primer premio es una beca al cien por ciento para la academia de baile a la que Bella anhela asistir.

René consigue al mejor bailarín en todo Forks y se lo presenta a su hija, la sorpresa que se llevara Bella al saber que su pareja de baile es nada mas ni nada menos que Edward Cullen, su némesis. El chico con el que guarda una enemistad prácticamente desde que le conoció.

¿El roce de la piel, la respiración agitada y la unión de sus cuerpos tendrá algo que ver al momento de mejorar su relación?

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Capítulo 16: Besos

Capítulo 16

"Besos"

Bella PoV.

El viaje al hotel fue sumamente estresante. James intentó congeniar con Edward, quien definitivamente no cooperó en lo absoluto, sus respuestas eran cortantes, frías e insultantes en un alto grado. Traté, inútilmente, de centrar la conversación en mí, pero James estaba empeñado en conocer a Edward y hablar con él sin importar que tan grosero fuera.

—Deja de comportarte como un idiota —le gruñí, tomando las maletas de la parte posterior del auto.

Edward ni si quiera me miró, tomó su valija y la mía y entró al hotel, dejándome sola con James.

—Creo que no le agrado mucho —murmuró, con una risita nerviosa.

—Es un idiota, no le hagas mucho caso —respondí, sin dejar de mirar por donde se había ido.

—Parece un buen chico —le defendió—. Tal vez esté celoso.

Me di la vuelta, desconcertada, y lo miré detenidamente antes de echarme a reír.

— ¿Celoso? —chillé entre risas— Eso es lo más gracioso que he escuchado. Déjame decirte que Edward y yo somos como dos polos opuestos, nunca nos hemos llevado bien y si es mi pareja de baile es todo gracias a mi madre.

—Oh, ya veo —respondió, dedicándome una sonrisa que me robó el aliento.

¡Dios! Era tan sexy.

—Bien, será mejor que me vaya… —murmuró, jugando con las llaves de su auto.

—Sí, supongo que deseas descansar —dije, sintiendo mis mejillas encenderse.

—Fue agradable conocerte, Bella. Espero que les vaya bien mañana.

Levanté la vista hacia él. Su voz sonaba tan suave, tan sensual, tan aterciopelada que sentí como si tocara plumas con los dedos. Sonreí.

—Gracias.

Dio un paso para despedirse de mí. Aspiré su loción de después de afeitar. Tan masculina, tan embriagante, tan… Levantó su mano y acunó mi mejilla, robándome un suspiro con esa intima caricia. Se inclinó, fijando sus ojos en los míos, dejándome presa en una cárcel invisible de la cual yo era gustosamente prisionera. Sus labios rozaron los míos, derramó su aliento dentro de mi boca y luego sus labios tomaron como esclavos a los míos y me besó con suavidad y galantería. Sus movimientos eran delicados, cariñosos, sutiles, tiernos.

Se separó ligeramente de mí, mirándome con sus hermosos ojos cautivadores. Sentí que mi corazón dio un salto y una sonrisa soñadora se posó en mis labios. Acarició mi mejilla con su dedo pulgar, mandando escalofríos por mi cuerpo sensible. Suspiré, perdida entre sus manos y sus labios.

—Te veré luego —suspiró contra mis labios entreabiertos.

—Seguro —respondí.

Me dedicó otra sonrisa roba suspiros y después se montó en su auto, sonó la bocina mientras lo ponía en marcha y me despedí de él ondeando mi mano ligeramente. Solté un suspiro mientras me daba la vuelta y vi a Edward de pie detrás de mí, observándome con recelo.

Mi sonrisa cayó.

—Así que yo no puedo besarte, pero un extraño si puede —gruñó. Vi cómo sus manos se convertían en puños.

—Es diferente, Cullen —respondí, abriéndome paso a su lado para pasar al hotel.

Sentí la presión de sus dedos en torno a mi brazo justo antes de sentir sus labios abriéndose paso entre los míos. Había olvidado la sensación cálida y hogareña que sus labios tenían cuando estaban en contacto con los míos, me hacían sentir cómoda y tranquila, y pese a querer resistirme a él, su habilidad para controlarme pudo más. Su lengua se deslizó tranquilamente por mi labio inferior, dejándome un sabor dulce en la boca, su pulgar acarició mi espalda baja mientras nuestras lenguas se unían en un fugaz y tierno beso.

—Entonces, ¿no sentiste nada con ese beso? —preguntó, apartándose de mí y mirándome con aire burlón.

Lo observé detenidamente. Su sonrisa torcida y sus ojos esmeraldas llameantes de deseo me hicieron sonrojar ¡El maldito se estaba burlando de mí en mi propia cara!

—Eres un idiota —escupí, zafándome sin problemas de su agarre—. No vuelvas a hacer eso.

— ¿Te gusta? —preguntó, apuntando con la cabeza a la dirección que había tomado James.

— ¡Eso no es de tu incumbencia! —protesté.

—Tienes razón, no es de mi incumbencia —acordó—. Pero no vengas llorando a mí cuando ese idiota te lastime, porque créeme, lo hará.

— ¿Y tú qué sabes? —grité, enfadada.

Se encogió de hombros ante mi pregunta. Bufé y me adentré al hotel, él me seguía de cerca pero lo ignoré olímpicamente.

—Reservación para Swan Isabella y Cullen Edward —le solté a la mujer de recepción.

Ella observó mi cara malhumorada y después observó a Edward detrás de mí para luego centrar su atención en su computador, nerviosamente. Tecleó un par de cosas y segundos después levantó la vista hacia mí, sonriendo amablemente y empujando sus gafas sobe el puente de su nariz.

—Tienen reservada una habitación doble, la 504 —informó, tendiéndome una llave.

— ¿Una habitación doble? — ¿por qué no me sorprendía? — ¡Tiene que estar bromeando! Yo no pienso compartir habitación con este maldito acosador.

—Lo siento, señorita Swan, la reservación fue hecha de esa manera por los organizadores de un concurso de baile. Todos los concursantes comparten habitación también.

— ¡Pero no todas las chicas tienen a un acosador como pareja de baile! —grité.

—No puede ser tan malo, señorita Swan —trató de calmarme.

— ¡Que no puede ser tan malo! —repetí, indignada— Usted no conoce a este hombre.

La mirada de la mujer se dirigió a Edward, quien seguía detrás de mí ¡Yo no estaba dispuesta a compartir habitación con él!

—Bella… —murmuró, poniendo sus manos en mis hombros.

—Quita tus asquerosas manos de encima —siseé.

—Lo siento… —susurró, dejando caer sus manos— Estas haciendo un escándalo. Mira a tu alrededor.

Lo hice. Todos nos miraban disimuladamente… no, corrección. Todos me miraban a mí.

Suspiré, no habría manera de ganar esa, los organizadores del concurso lo habían puesto así por lo que tendría que aguantarme y apegarme a las reglas.

— ¿504? —Pregunté, tendiendo mi mano para exigir la llave.

—504 —me aseguró la empleada, dejando caer la llave en mi palma abierta.

Apreté la llave en mi mano con fuerza, y me volví al ascensor donde otro empleado tomaba nuestras maletas y nos dirigía a nuestra habitación. Me metí al ascensor sin mirar al empleado o a Edward, mordiendo mi lengua con fuerza para reprimir mis ganas de gritar contra aquella estúpida mujer y los estúpidos organizadores del concurso que decían que teníamos que compartir una habitación, odiando a Edward por haberme besado, por haber asegurado que James me lastimaría cuando podía verse a primera vista que se trataba de un hombre caballeroso, tierno y amable, y odiándome a mí misma por ser tan débil ante los labios carnosos de Edward.

Llegamos a nuestra habitación, la cual era lo suficientemente grande para los dos. Había un pequeño recibidor con un televisor de plasma, un equipo de sonido y un reproductor de dvd, cuatro sofás acomodados en torno a la televisión y con una mesita de centro, donde había una canastita con golosinas; dos puertas dobles, una a cada extremo de la habitación y una sencilla puerta blanca, que supuse sería el baño.

—Bueno, no parece tan mal, ¿cierto? —me animó Edward.

Le fruncí el ceño y me encaminé a las puertas dobles más cercanas. Dentro de un pequeño cuartito había una cama individual, tres de las cuatro paredes estaban hechas de concreto mientras que la pared del este estaba hecha de un ventanal enorme, había un pequeño tocador frente a la cama y un par de puff de colores que estaban acomodados frente a la ventana por donde se podía ver la puesta del sol.

Me olvidé de mi mal humor, abrí la ventana y arrastré un puff al pequeño balcón, luego me dejé caer sobre él y observé la puesta de sol. Observé embelesada como el enorme circulo dorado se iba extinguiendo, y disfrute de los últimos segundos en que su luz bañaba mi rostro, sonriendo enormemente mientras reflejos violetas, rojizos y más en el centro dorados cubrían al sol y tintaban las nubes, creando un fenómeno hermosísimo y difícil de describir.

Dejé que la paz y la tranquilidad que irradiaba el momento me relajara, respirando tranquilamente mientras levantaba las manos sobre mi cabeza e imaginaba que podía tocar con la punta de mis dedos el calor que emitía el sol.

Cuando el espectáculo terminó, suspiré profundamente y me puse de pie; al dar la vuelta, me encontré con Edward parado en el umbral de la puerta, observándome.

—Tu piel absorbe los rayos dorados y hace que tu rostro emane una luz radiante. Parece que el atardecer se produce dentro de ti —murmuró, mirándome fijamente a los ojos.

Sentí mis mejillas arder y aparté la mirada, incómoda.

— ¿Por qué dices cosas como esa? —pregunté en un susurró.

—Porque es lo que me haces sentir, Bella —respondió con naturalidad.

Levanté la mirada a su rostro en busca de cualquier atisbo de burla, pero no encontré en él más que una mirada fija, como si deseara en lo más profundo de su ser que yo creyera sus palabras. Mi corazón se encogió en mi pecho y eso fue suficiente para que levantara una coraza entre mis absurdos sentimientos y él.

—Pues no digas esas cosas, me molestan —gruñí.

—Vale —aceptó.

Dibujó una sonrisa tristona en su rostro y me dio un saludo de marinero antes de salir del pequeño cuartito donde me encontraba, dejándome sola con mi coraza, mis sentimientos reprimidos, mi orgullo dolido y mi cabeza vuelta un lío.


* Si no saben qué es un puff, son asientos en forma de bola gigante. Googleen "Puff de colores" y verán a lo que me refiero.

Capítulo 15: Celos Capítulo 17: Rosas color sangre

 
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