Me Alegro de que FUeras tu... (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 22/09/2010
Fecha Actualización: 23/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 17
Visitas: 43984
Capítulos: 30

Rosalie Hale debe engendrar un heredero, o se verá sometida a la peligrosa furia sin límites de su hermanastro, Royce King II,  quien sufre la pérdida de su mal habida riqueza. Y el magnífico Emmett MacCarty es la perfecta elección para concebir a su hijo aunque para ello haya que encarcelar y violar al elegante caballero... Mientras tanto, Rosalie, prometiéndose a sí misma resistir, es traicionada por la terrible virilidad de Warrick, y este queda a su vez embrujado por la voluptuosa belleza de la dama. Así, mientras él planea una venganza adecuada, esperando ansiosamente el tiempo en que su captora llegue a ser su cautiva... empezará a sufrir el terrible tormento y el exquisito éxtasis de esta pasión.

Venganzas, drama, complicidad, amistad, pasión y amor....

Esta es una adaptación de la novela romantica Esclava del deseo escrita por Johanna Lindsey....

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Capítulo 16: JUEGOS DE SEDUCCION

Emmett no había advertido hasta entonces cuántos de sus hombres observaban a Rosalie exactamente como él lo hacía pero tan pronto como la joven entró en el salón, muchos ojos además de los de Emmett se clavaron en ella. Aquello no le gustó en absoluto. De hecho, le desagradó tanto que hizo lo inconcebible para llamar la atención sólo porque deseaba demostrar su desagrado.

Sus hombres lo conocían bien. No se equivocaron al juzgar lo que lo había irritado. Pero por irónico que parezca, le molestó todavía más que comprendiesen y no volvieran a mirar a la joven. Su actitud era la de un hombre celoso, lo que era absurdo. Por Dios, ella era únicamente su prisionera. Sin embargo... sin embargo, lo que acababa de sentir no era distinto de lo que había sentido antes cuando la había encontrado con Carlisle. No, aquello había sido más intenso. Una rabia total lo había poseído al verla arrodillada a los pies de su amigo, en el momento de desnudarlo.

-¿No te gustaba la forma de tu jarro? -preguntó Carlisle al tiempo que ocupaba su asiento al lado de Emmett -¿Por qué lo dices?

Emmett vio el jarro en su mano y advirtió que el metal blando había cedido bajo la presión de sus dedos. Arrojo irritado el objeto aplastado, y pidió otro, que le fue traído enseguida por un paje, así como la cerveza destinada a llenarlo. Ella hubiera debido estar allí para hacer eso, ¿qué diablos la retenía en la cocina? Entonces Rosalie apareció con una ancha bandeja llena de platos de comida, y él trató de dominarse para disimular sus sentimientos.

Debes esforzarte más si no quieres que sepa cómo te afecta , - Advirtió su amigo, tratando sin éxito de ocultar su diversión-. Se te ve tan tenso...

-Vete al infierno!!!

Carlisle se echó a reír, pero no insistió, y se inclinó hacia la izquierda para hablar con Melisant, con quien se disponía a compartir uno de los manjares. Emmett intentó relajarse, pero era imposible. Cuanto más se acercaba Rosalie a la mesa, más tenso se sentía él, como si esperase recibir un golpe. Y en efecto parecía que lo habían castigado cuando vio la sonrisa en los labios de la joven.

-.Qué comerás, mi señor? -preguntó ella con voz agradable mientras depositaba el plato frente a Emmett

-. ¿Un poco de cada cosa? - Ni siquiera miró los manjares que le ofrecía.-¿Te he facilitado demasiado las cosas, mujer?

-No, mi señor.

-Entonces, ¿por qué me sonríes?- La sonrisa desapareció instantáneamente.

-Es que me olvido de la situación. ¿Qué deseas? ¿Qué frunza el entrecejo? ¿Indiferencia? ¿Quizá miedo? Es suficiente que lo digas y...

-¡Cállate! -gruñó Emmett, y con un gesto le ordenó que se apartase.

Rosalie pudo sentir la mirada de Emmett perforándole la espalda mientras atravesaba de prisa el salón, y casi no pudo contener la risa antes de desaparecer de la vista del señor. El Lord Venganza sería una presa más fácil que lo que incluso Esme había creído. Con sólo una sonrisa lo había enfurecido, sin que nadie la castigase. Se preguntó si podría decidirse a tocarlo la próxima vez, sin que se lo ordenasen. No era algo que deseara hacer, pero había tomado la decisión, y no quería vacilar con respecto a los medios.

-De modo que ya te has enterado, ¿verdad?-  Rosalie se sobresaltó y miró alrededor. Vio a Mary Blouet. Ignoraba a qué se refería, pero pensó que era insensato que pareciese tan complacida consigo misma, allí donde otros podían advertirlo.

-¿Que quieres decir?

-Que la digna y altiva Irina fue enviada a la fortaleza de Dyrwood. No sé cómo lo hiciste, pero te lo agradezco

Rosalie no pudo hablar durante un momento.

-¿De veras la ha enviado allí?

-Sí. Pero, ¿por qué pareces tan sorprendida?

-Pero si no hice nada que... quiero decir, sólo le dije que me había dado una orden invocando su nombre. No sabía que ella había mentido, pero él se enojó, y yo... ¿de veras la despachó? -Mary sonrió.

-¿No estoy diciendo eso? Y lo que hiciste fue más que lo que otro se hubiera atrevido a hacer. Yo misma hubiera debido advertirle acerca de cómo aprovechaba las ventajas de su posición, pero un hombre tiene actitudes extrañas en esas cosas. Es muy posible que el mensajero que lleva esas noticias sufra las consecuencias de la ira del destinatario.

Rosalie moderó el placer que comenzaba a sentir. Recordó que lo que Irina había hecho era ofensivo, y merecía castigo. Ciertamente, Emmett no lo había hecho para beneficiar a Rosalie. Simplemente había visto que Irina estaba exagerando, y había reaccionado rápido para castigarla. Después de todo, aquel hombre se satisfacía mucho distribuyendo castigos. ¿Por qué su amante favorita tenía que verse excluida de todo eso?

Rosalie volvió de prisa al salón con otra fuente de comida, y por un momento olvidó su plan destinado a desconcertar y seducir sutilmente a su torturador. Observó que el humor de Emmett había empeorado. Por supuesto, existía el peligro de que en lugar de confundir al hombre e inducirlo a preguntarse qué significaba aquella actitud suya, lo irritase. El entrecejo fruncido que la siguió mientras se acercaba a la mesa expresaba enojo.

Vaciló ante la perspectiva de acercársele ahora que tenía un aspecto tan severo, pero no podía evitarlo. Su obligación era servirle la comida, y no sólo dejarla ante él. -Mi señor, ¿te apetece algo de esto?

Rosalie no advirtió la implicación de aquella pregunta inocente hasta que vio el fuego que se encendía en los ojos de Emmett.  Se sonrojó. Su intención no había sido adoptar una actitud provocativa, y sin embargo así había parecido. Y comprobó  sorprendida que el entrecejo fruncido se convertía en mueca, no de ese humor cruel que ella aborrecía, sino de auténtico regocijo masculino.

-Ven aquí, mujer, y veremos si algo me apetece-

 Sir Carlisle dejó escapar una risotada, lo mismo que otros caballeros que alcanzaron a oír el diálogo. El sonrojo de Rosalie se convirtió en una llama ardiente. Pero esta vez no vaciló. Rodeó la mesa y fue a detenerse al lado de la silla de Emmett. En un instante, se encontró instalada sobre las rodillas del señor.

Era la oportunidad perfecta para continuar seduciéndolo, si lograba olvidar que ambos eran el centro de atención. Pero ella no atinaba a olvidar que estaban presentes otros nobles, entre ellos algunas damas, e incluso las Jóvenes hermanas de Emmett, y lo único que Rosalie deseaba era arrastrarse hacia el interior de un agujero, y ocultarse allí durante varios años. Ciertamente, si se le hubiese concedido aunque fuese un poco del respeto que correspondía a su verdadera jerarquía, Emmett jamás la habría tratado así frente a todos los presentes. Pero se la clasificaba como una sierva inferior, indigna de la atención de las damas, indefensa frente a las indirectas sensuales de los caballeros.

-¿Qué crees hembra, que tentará a mi paladar? -continuó diciendo Emmett en actitud de burla-. Elige y veremos.

¿Era la salvación? ¿Podía llenar el plato de Emmett y marcharse?. No perdió tiempo y se inclinó para llegar a la fuente más próxima. Sintió la mano de Emmett que se acercaba a su pierna, y presionaba entre los muslos. Se enderezó con tal prisa que su cabeza golpeó el mentón del señor. Los dos se estremecieron Pero después él sonrió.

-Entonces, ¿crees que ninguna de las viandas me tentará?- Rosalie gimió íntimamente. No tenía modo de vencer en aquel juego que él había instigado, y no creía que se limitara dejarla ir, apartándose de sus rodillas si lo intentaba. Si podía soportar unos instantes el contacto, quizás él se cansara del juego y recordara que estaba sentado allí para comer, no para divertirse con su Juguete más reciente.

Se inclinó hacia delante para llenar de nuevo el plato del señor. La otra mano de Emmett se deslizó bajo las faldas hasta que encontró un muslo desnudo, y ella sintió una oleada de calor que nada tuvo que ver con la vergüenza. De pronto, la horrorizó que él pudiera llevarla al estado en que se había encontrado la otra noche, allí mismo, con centenares de ojos mirando ávidamente. Al diablo con el orgullo. Se inclinó hacia él y murmuró junto al cuello del hombre: -Por favor.

-De veras me agrada esa palabra en tus labios -replicó Emmett, y su tono trasuntaba enorme satisfacción.

Era una alusión directa, una alusión al ruego que tanto la había avergonzado; pero en ese momento no sentía vergüenza. Estaba demasiado violenta por lo que le hacía. El aún no había terminado.

-¿Quizás ahora me dirás lo que antes te indujo a sonreír? Rosalie abrió enormemente los ojos. ¿Todo eso era porque lo había desconcertado con su maldita sonrisa? ¿Necesitaba cobrarse aquel gesto de Rosalie que lo había confundido? La idea la irritó, y la cólera la indujo a olvidar su embarazo, a olvidar que otros oídos, además de los oídos de Emmett, podían escuchar la respuesta.

Y le contestó, con otra sonrisa, después de que él tomase un trago de su cerveza.

-Mi señor, sólo estaba pensando en tu escena de celos este mediodía.

Él se ahogó, y su respuesta llegó con una voz áspera, e incluso silbante. -¡Celos!

Ella se inclinó hacia atrás, de modo que Emmett pudiese ver que meditaba atentamente acerca de lo que él le había dicho.

-Quizá la palabra posesión sea más adecuada. Ahora entiendo sientes que soy únicamente tuya para usar y abusar, y que nadie más debe tener ese privilegio.

Emmett miró con el entrecejo fruncido a Carlisle, cuyos hombros se sacudían a causa del regocijo, sin duda porque había escuchado esas palabras. Después, Emmett volvió a mirar a Rosalie, y ella no tuvo más que un momento para desear no haber elegido un lugar tan público para quedar igualada con él.

-Me aseguro de que estás disponible para satisfacer mis caprichos, ¿y te parece que eso es espíritu de posesión? -gruñó en voz baja-. No me inquietaría entregarte a mis hombres y observar cómo te poseen, siempre que no esté de humor para gozarte yo mismo. ¿Necesito demostrártelo?

Era una de esas amenazas que, sólo por haberla formulado, tendría que ejecutar si ella no se corregía inmediatamente. La cólera de Rosalie se acentuó, pero eso no le impidió rodear con los brazos el cuello de Emmett, y apretar con fuerza.

-Te ruego que no hagas tal cosa -dijo al oído de Emmett y después, con más suavidad, rozando con los labios el lóbulo de su oreja-. Solamente deseo compartir tu cama, y conocer sólo el contacto contigo.

Sintió que un estremecimiento recorría el cuerpo del hombre. Inmediatamente la obligó a abandonar sus rodillas. Al levantarse vio el sonrojo en la cara del señor; después las miradas de ambos se cruzaron y ella sintió que el calor del vientre de Emmett la penetraba.

-Ve a la cocina y come. Después, ven a mi dormitorio.

-¿Deseas un baño, mi señor?

-Mujer, deseo encontrarte en mi cama. Ahí veremos si has dicho la verdad.

Capítulo 15: CELOS Capítulo 17: ESPADA DE DOBLE FILO

 
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