Capítulo 15
"Celos"
Bella PoV.
Mis labios se abrieron inconscientemente, dejándome aspirar su esencia de lleno. Cerré los ojos, en una clara invitación, sentí su aproximación… estaba ahí, a punto de besarme… a punto de sucumbir ante él.
Escuchamos que alguien se aclaraba la garganta detrás de Edward y me separé inmediatamente de él, sentándome bien en mi asiento y levantando la vista hacia la azafata.
—Estamos por aterrizar. Abrochen sus cinturones, por favor —comentó, mientras el rubor subía por sus mejillas.
—Lo haremos. Gracias —respondió Edward, sin siquiera dignarse a mirarla. Su vista estaba fija en mí, eclipsándome.
Lo ignoré. Mis manos temblaban mientras trataba, inútilmente, de abrochar mi cinturón de seguridad; pronto, una gélidas e incoloras manos hicieron desistir a las mías de su labor y culminaron la tarea sin problema alguno.
—Gracias —gruñí, tratando de esconder cuan afectada me hallaba por su toque.
—Ibas a besarme —susurró, y pese a no estar viéndolo, estaba segura de que esa sonrisa torcida que tanto amaba estaba posada en su rostro.
—No tendrás tanta suerte, Cullen.
—Bella, por favor… —su tono cambió, parecía ¿compungido?
"Él sólo quiere jugar contigo, Bella" me advirtió una voz en mi cabeza "No caigas en su juego. Mantente firme y no saldrás herida."
—Tengo dolor de cabeza —mentí—. Déjame. Por favor.
Exhaló fuertemente y se acomodó en su asiento. Estúpidamente mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas ¿Por qué me costaba tanto trabajo despreciarlo? ¿Por qué sentía cómo un agujero negro se formaba en mi pecho y succionaba todo lo que estaba a su derredor? ¡Quería odiarlo! Quería odiarlo por hacerme sentir tantas cosas, quería odiarlo porque no podía ser mío, quería odiarlo para así dejar de amarlo…
El avión comenzó su descenso sin problemas y pronto nos encontramos sobre el cálido clima de Chicago. Nos encontrábamos en la época del año donde el astro rey brillaba majestuosamente sobre lo alto de nuestras cabezas y la temperatura orillaba a usar poca ropa a sus habitantes. Esta vez logré desabrochar mi cinturón sin problemas y Edward me mandó por delante para descender la escalerilla, frente mí bajó James, el chico de la maleta, quién me sonrió cálidamente en cuanto me vio.
Tan pronto puso un pie en tierra firme, se volvió y me tendió la mano para ayudarme a bajar el resto de las escaleras, sentí como mi rostro quemaba al momento que tomé su mano y él se apoderó de mi cintura y me hizo bajar de un salto.
La risa salió de mis labios por mero impulso y me encontré sonriéndole como tonta. Estaba muy cerca de él, fácilmente me sacaba una cabeza y media en altura y sus hombros eran anchos y fuertes, los músculos de sus brazos se marcaban por debajo de su camiseta y en su rostro dominaba una sonrisa digna de un comercial de pasta dental.
—Se marca un pequeño hoyuelo cuando te ríes —dijo, tocando el lugar donde mi piel se sumía ligeramente en mi mejilla.
—Mi padre tiene hoyuelos —respondí, tocando mi otra mejilla—, pero fue lo suficientemente egoísta como para no heredarme ambos.
Él volvió a reír y me soltó, dando un paso hacia atrás para darme un poco más de espacio.
— ¿Vienes de vacaciones a Chicago? —preguntó.
—Ya quisiera —respondí—. Estoy aquí para un concurso de baile.
Un atisbo de reconocimiento iluminó su rostro.
— ¿En el Instituto de Arte?
— ¿Cómo lo sabes? —pregunté, aturdida.
Me extendió la mano y sin dejar de sonreír dijo:
—James Witherdale, profesor de danza folclórica y juez en el certamen.
Mi boca cayó abierta por la sorpresa ¿Juez en el certamen? Eso debía de ser una broma. De pronto, dejó de parecerme un chico y vi al hombre que estaba frente a mí; no se había afeitado y unas pequeñísimas arrugas alrededor de sus ojos, casi imperceptibles, me dijeron que en realidad rondaba los veinte y muchos.
—Desconcertada, ¿cierto? —una sonrisa burlona apareció en su rostro.
—Un poco, la verdad —logré decir a duras penas.
—Y ¿él es tu pareja? —señaló ligeramente a Edward con la cabeza, quién estaba a unos cuantos pasos de distancia de nosotros, observándonos mordazmente.
—Sí. No es lo que yo querría, pero es bueno —respondí, encogiéndome de hombros.
—Parece malhumorado.
—Edward siempre está malhumorado.
Ambos reímos y, extrañamente, mi corazón dio un vuelco en mi pecho, pero… ¿por qué?
—Está bien, creo que querrán llegar a su hotel y descansar —comenzó a despedirse—. Te veré mañana en la presentación.
—Cuenta con ello —respondí, apretando su mano una vez más.
Alzó la otra mano mientras se despedía de mí y saludó a Edward, vi sus manos convertirse en puños y asintió en su dirección. James soltó mi mano y se dio la vuelta para encaminarse hacia el aeropuerto.
Me volví en dirección de Edward, aún con la sonrisa en mi rostro. Lo observé bufar y comenzó a caminar hacia la otra puerta para entrar al aeropuerto desde otra vía. Lo seguí, manteniéndome dos pasos detrás de él. Su cuerpo irradiaba enojo así que mantuve mi boca cerrada.
Entramos al aeropuerto y conseguimos nuestro equipaje, después nos encaminamos a la salida para coger un taxi. Mucha gente iba y venía y los pocos taxis que estaban en la acera, ya estaban siendo abordados. Pacientemente nos formamos en una fila para esperar nuestro taxi, esperamos cerca de media hora sin decirnos ni media palabra. Comenzaba a sentirme cansada y desesperada, sólo quería subirme a un maldito taxi que me llevara a nuestro hotel y desparramarme en mi cama.
Cuarenta y cinco minutos más tarde estuvimos al frente de la fila, un taxi llegó y Edward se apresuró a abrir la puerta de atrás para mí mientras él se giraba y tomaba sus maletas, yo hice lo mismo y cuando me di la vuelta, dispuesta a subir al taxi con mis maletas en la mano, la puerta se cerró en mi cara y un tipo le ordenó al taxista que condujera hacia la salida. Me quedé con la boca abierta por la sorpresa ¡Nos habían robado el taxi en nuestras propias narices!
— ¡Que mierda! —gritó Edward— ¡Abrí la puerta para que te metieras dentro y evitarnos esto!
—Lo siento —respondí.
—Un "lo siento" no nos traerá al taxi de vuelta.
Dejé mis maletas en el suelo, crucé mis brazos sobre el pecho y lo fulminé con la mirada.
—Pareces un anciano amargado ¿Qué pasa contigo? ¡Hasta James se dio cuenta de que estabas malhumorado!
—Oh, tu amigo James… ¡Me importa muy poco lo que tu amigo piense de mí! —respondió.
—Tu ira es irrelevante, Edward Cullen —siseé—. Hasta pareciera que… —de pronto me di cuenta del porqué de su comportamiento.
— ¿Hasta pareciera que qué? —me retó a continuar.
— ¡Que estas celoso!
— ¿Celoso? ¿De quién, de tu amigo "James"? —soltó una carcajada y limpió una lágrima inexistente en el lagrimal de su ojo derecho.
Puse mis manos sobre mis caderas y sonreí. Eso era, Edward estaba celoso de James…
"Isabella Swan" escuché que gritaban a lo lejos.
Me volví, preguntándome quién me llamaría, no conocía a nadie en Chicago. Tan pronto mis ojos cayeron al otro lado de la acera, me di cuenta quién me había llamado.
James estaba asomado en un auto deportivo color rojo, estaba detrás del volante y sonreía hacía mí.
— ¿Por qué no suben? Puedo llevarlos al hotel.
Levanté una mano para saludarlo y sonreí. Me volví hacia Edward, quién veía a James con desconfianza y enojo.
—Vamos con él —le dije, tomando mis maletas.
— ¿Estás loca? —chilló por lo bajo—Ni si quiera lo conoces.
—Claro que sí —repliqué.
—Bella, hasta donde sabemos él podría ser un asesino serial —insistió.
—No seas estúpido, Cullen. Es profesor de danza folclórica y será juez en el concurso de baile.
— ¿Cómo lo sabes?
—Su nombre es James Witherdale, ahora recuerdo que su nombre aparece en el folleto de convocatoria.
—No confío en él —espetó.
—Pues yo sí, y no quiero quedarme aquí esperando una eternidad por un taxi. Quiero irme al hotel, darme una ducha, dormir un poco y después salir a dar un paseo por la ciudad.
Estuvo a punto de decir algo, pero me di la vuelta y crucé la calle. Él me siguió renuente y ambos subimos al auto de James.
—Hola, de nuevo —saludé, subiéndome al frente.
—Hola —respondió, dedicándome una sonrisa de ensueño.
Una sonrisa tonta se fijó en mi rostro y sentí mi corazón acelerarse una vez más, no tenía ni idea del porqué pero se sentía bien. Y bueno, yo quería olvidarme de Cullen, ¿no? Quien no decía que James sería mi otro clavo.
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