Me miré al espejo. No me había arreglado prácticamente nada antes de salir de casa así que me acomodé un poco el pelo. Cuando estaba saliendo ya del servicio una mano me sujetó por la cintura.
- te dije que me esperaras en la mesa, David – dije coqueteando con el humano desconocido.
Entonces esa mano se volvió brusca y fuerte, casi violenta, y me dio la vuelta.
- No soy David. – me dijeron esos ojos furiosos y profundos.
Sus ojos aparentemente enfadados encerraban a los míos en una oscura prisión. Me sentía acorralada e indefensa. Empecé a ponerme nerviosa e intenté deshacerme se sus manos pero él las apretaba mas fuerte, haciéndome daño.
Sus ojos seguían furiosos y ansiosos y, a pesar de eso, no podía apartar la mirada de ellos.
Lentamente se acercó a mi y sus labios se posaron en los míos, quería que parara, no quería besarle. Pero mientras sentía sus besos me di cuenta de que si quería. Quería volver a estar con él. Amaba a Jake y no dejaría de hacerlo nunca.
Alguien carraspeó y nos sacó de nuestro mágico encuentro. Era David.
- Márchate, ahora está conmigo – dijo Jake.
Él me miro en busca de una respuesta y asentí. Se marchó. Era el momento de aclararlo todo, de hacer las mil y una preguntas que ocupaban mi mente y de que todo quedara completamente solucionado.
- ¿Has cenado ya? – pregunté
- No. – contestó dedicándome una sonrisa increíblemente cautivadora.
Nos sentamos en la misma mesa en la que minutos antes yo había cenado. La mesa que ocupaban los amigos de David ya estaba vacía, nadie nos interrumpiría.
Él pidió su cena, yo me limité a observar.
Cuando le sirvieron el plató lo atacó, lo devoró. Estaba tan gracioso. Podía pasar horas mirándolo sin hacer nada mas. Era suficiente para mi su compañía, pero estaba claro que necesitaba saber quien era Meg y por que se había marchado.
- Tenemos que hablar ¿no crees? – dije mientras se metía una pieza se sushi en la boca.
- Claro – contestó con la boca llena y me guiñó un ojo.
Esperé, tal vez quería romper él el hielo, pero la espera se me hizo eterna mientras él zampaba toda su comida y no decía nada.
- ¿Por qué te fuiste?
Levantó la vista y me miró a los ojos. Una media sonrisa ocupó su rostro mientras me miraba de una forma extraña.
- Tenía que hacerlo. – dijo en un susurro
- Estoy cansada de escuchar esa excusa
- No es una excusa – añadió frustrado.
- ¿Esas son todas las explicaciones que vas a darme? – pregunté enfadada mientras me levantaba, no iba a soportar que se rieran mas de mi.
Cogió mi mano y me obligó a sentarme de nuevo. Miré sus ojos, tenía la mirada perdida, pero a pesar de que le costara hablar del tema necesita saberlo.
- No puedes marcharte y después volver con novia y pretender que todo siga igual.
- ¿Estás celosa? – mas que una pregunta parecía una afirmación.
- No lo estoy – contesté casi gritando. En realidad si que lo estaba pero no quería que él lo supiera.
- De acuerdo.
Empezó a comer sin explicarme nada.
- No has contestado a mi pregunta
- Pensé que la habrías olvidado. – contestó, de nuevo, con la boca llena de comida.
- No lo he olvidado.
- Bien – bebió un trago de agua y continuó. – En la manada hay una serie de reglas que han de cumplirse si o si. No nos está permitido amigarnos con nuestros enemigos naturales, los vampiros. – en ese momento un “clic” sonó en mi mente, todo empezaba a tener sentido. – Tu eres medio vampiro y eso no les gustó a mis antepasados.
La última palabra me desconcertó del todo.
- ¿Antepasados? – pregunté algo atónita.
- Si, ellos pueden comunicarse con nosotros a través de los ancianos y no les agradó demasiado nuestra relación. Pensaron que alejándome de ti podría olvidarte, pero eso no pasó. – me miró intensamente a los ojos – ni pasará.
- ¿Por qué no te negaste? – grité enfadada.
La poca gente que había en el restaurante se giró a mirarme. Así que me tranquilicé, o eso intenté. No entendía por que no se había negado a abandonarme, y no solo a mi. Había abandonado a sus amigos y a su familia.
- No puedes negarte a eso Nessie. Intenté hacer que entraran en razón, explicarles que los Cullen no eran como los demás pero no quisieron escucharme.
- ¿Qué te habrían hecho si no les hubiera hecho caso?
- No lo se, nadie ha incumplido sus normas. Pero es algo que se tiene que hacer sin mas. Ellos son los que rigen las normas de la manada.
Me invadía un sentimiento de impotencia tremendamente grande. No podía hacer nada por cambiar el hecho de que éramos enemigos naturales. Debíamos odiarnos, en cambio yo deseaba, mas que nada en el mundo, estar con él.
Intentaba controlar las lágrimas pero a pesar de todos mis esfuerzos algunas gotas revoltosas descendían silenciosamente por mi mejilla.
- ¿Y ella? – logré decir conteniendo mis sollozos.
- Ella me ayudó a escapar del lugar donde me encerraron para olvidarte, y pensé que si ellos creían que estaba con otra persona pensarían que me había olvidado de ti.
- ¿Te encerraron? – Era incapaz de imaginar que era lo que podía llegar a pasar por la mente de un padre para encerrar a su hijo.
- Si. Era otra reserva. Vosotros no sois los únicos vampiros, ni nosotros los únicos hombres lobo. – miré sus ojos y me di cuenta de que él necesitaba mas consuelo que yo.
Decidí que por un día ya había obtenido suficientes respuestas así que me levanté de la mesa, me acerqué a la barra y pagué nuestra cena.
- ¿Nos vamos? – pregunté mientras tendía mi mano y el la cogía.
Salimos del local agarrados, como si fuéramos una autentica pareja.
Subimos los dos en mi coche. Él al volante y yo a su lado. Había echado tanto de menos ese calor que sentía como si su cercanía fuera un invento de mi imaginación.
- ¿Y ahora que? – pregunté.
- Supongo que tendremos que vernos a escondidas. Puedes seguir viniendo a La Push, pero como amiga nuestra.
- ¿Puedo volver a La Push? – pregunté sorprendida, se suponía que no debía acercarme a él.
- Si, creen que estoy enamorado de Meg y no ven ningún peligro en una amistad.
Meg. Cuando de sus labios salió su nombre mi sangre empezó a arder. Él lo notó y sonrió de esa manera que tanto me gustaba, tan satisfecho de si mismo.
- No siento nada por ella – aclaró – te quiero a ti, solo a ti.
Entonces quitó la vista de la carretera unos pocos segundo para besarme. Esos segundos bastaron para que la camioneta chocara con algo. El golpe hizo que mi cuerpo fuera impulsado hacia delante, mi cabeza chocó con el salpicadero mientras perdía la consciencia por unos instantes.
Lo único que podía oír era la voz de Jake.
- Nessie, Nessie, estas bien. – gritaba con voz desesperada. - ¿Por qué lo has hecho? ¿Qué pretendías? –gritó ya fuera del coche y yo me pregunté, sumida en mi inconsciencia, quien había sido el causante de nuestro accidente.
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