Bailes de Pasión (+18)

Autor: AnnaSwan
Género: Romance
Fecha Creación: 31/03/2013
Fecha Actualización: 06/07/2013
Finalizado: NO
Votos: 13
Comentarios: 17
Visitas: 23552
Capítulos: 21

Isabella Swan nunca ha sido buena en nada que implique equilibrio y coordinación, salvo en el baile. Desde pequeña su madre, René, la inscribió en clases particulares de baile y desde entonces no ha dejado de practicar; posee una gracia exquisita al momento de mover sus pies al ritmo de la música y por esta razón su madre la inscribe en un concurso de baile donde el primer premio es una beca al cien por ciento para la academia de baile a la que Bella anhela asistir.

René consigue al mejor bailarín en todo Forks y se lo presenta a su hija, la sorpresa que se llevara Bella al saber que su pareja de baile es nada mas ni nada menos que Edward Cullen, su némesis. El chico con el que guarda una enemistad prácticamente desde que le conoció.

¿El roce de la piel, la respiración agitada y la unión de sus cuerpos tendrá algo que ver al momento de mejorar su relación?

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Capítulo 13: Sólo sexo

Capítulo 12

"Sólo sexo"

Edward PoV.

Entramos en el estacionamiento y mis ojos se fijaron en el monovolumen de Bella, estaba en su plaza habitual y cuando mi coche pasó detrás del de ella, me di cuenta que estaba sumergida en su propia burbuja, leyendo un libro.

—No sé qué pasa entre tú y mi mejor amiga, pero no soy estúpida —murmuró Alice, cuando se dio cuenta que estaba observando a Bella.

—Tienes razón, no eres estúpida —contesté, tratando de reprimir fallidamente una sonrisa.

—Siempre he dicho que Bella y tu están hechos el uno para el otro —dijo, brincando en su asiento y aplaudiendo.

Negué lentamente con la cabeza y aparqué en mi plaza habitual. Mi pequeña hermana no dejaba de observarme con sus ojos ampliados y un rostro sonriente… en realidad daba un poco de miedo.

— ¿Qué? —pregunté, riéndome de ella.

—Nada —contestó tras un minuto de vacilación, se encogió de hombros y abrió su puerta.

Le fruncí el ceño mientras bajaba, luego tomé mi mochila y salí del auto. No pude evitar fijar la vista en el monovolumen de Bella, Alice hizo lo mismo y segundos después mi Bella levantó la vista de su libro y nos observó. Una pequeña y coqueta sonrisa se posó en sus labios y cerró el libro que había estado leyendo para bajar del auto.

Alice comenzó a caminar hacia Bella y yo la imité, pero yendo más atrás que ella. Me di cuenta que la mirada de Bella iba directamente para mí y le dediqué mi mejor sonrisa. Se veía radiante y mi corazón latió con fuerza contra mis costillas por la emoción de tenerla cerca de mi otra vez.

Ella cambió la mirada hacia la pequeña Alice y le sonrió inocentemente. Fue entonces que fui abordado por la persona que menos deseaba.

Victoria.

Eddie, Eddie —llegó frente a mí, sonriendo de oreja a oreja—. Estaba tan preocupada por ti, no te pasó nada, ¿verdad? ¿Por qué no contestabas tu móvil?

Me quedé observándola, incapaz de hablar. Di una mirada furtiva y ahí estaba mi Bella. Observándome con la duda y el enojo fluyendo a través de esos hermosos ojos achocolatados que tanto amo.

—Victoria, no es el momento —susurré, tomándola del hombro en un intento de apartarla de mi camino.

—Pero Eddie, te he extrañado como no tienes una idea —su labio inferior saltó en un puchero y enlazó sus dedos detrás de mí cuello.

—Victoria ¿qué haces? —pregunté, mirando furtivamente a Bella, quién no despegaba la vista de mí.

Su rostro se consternó, el dolor era visible en su semblante, y mientras la miraba sentí algo duro estamparse contra mis labios.

¿Qué rayos?

Mis ojos se ampliaron y fui consciente de lo que estaba pasando. Victoria me tenía sujeto del cuello y sus labios se movían con maestría sobre los míos; mis ojos se ampliaron en sorpresa y mis manos sujetaron los hombros de Victoria intentando separarla de mí con tacto. Un movimiento brusco a mi derecha me hizo entornar los ojos hacia Bella, aún sin poder quitarme a Victoria de encima, vi como Bella salía corriendo hacia los edificios de la escuela.

¡No!

Dejé de ser amable y me aparté de Victoria con brusquedad mientras mi Bella se apartaba. Mi hermana me dedicó una mirada envenenada y fue tras su amiga mientras yo me quedaba con una confundida Victoria.

— ¿Qué es lo que pasa Edward? —cuestionó.

—No vuelvas a besarme. Nunca más —gruñí, limpiando mis labios de su brillo labial.

—Pero si tú y yo…

—No somos nada, Victoria. Nada. Terminamos —grité, encaminando hacia donde Bella se había ido.

Victoria dijo algo a mis espaldas pero no le preste atención y salí corriendo de ahí a encontrarme con Bella. La busqué por la cafetería y en la entrada del edificio donde tenía clase pero no estaba en ningún lado. Telefoneé a Alice, quien contestó al tercer timbre.

— ¡Eres un idiota! —ladró tan pronto como contestó.

—Lo sé, ¿dónde están? —pregunté, al borde de la desesperación.

—Ella no quiere verte —respondió, y casi pude imaginarla con su mano en la cintura.

—Por favor, Alice —gruñí—. Necesito hablar con ella, todo es un malentendido.

— ¿Un malentendido? ¡Besaste a Victoria! —Gritó.

— ¡No! Ella me besó a mí —me defendí.

— ¿Y no pudiste apartarla antes de que Bella saliera corriendo? —cuestionó.

—Traté de hacerlo.

Hasta yo mismo sabía que mi defensa era demasiado pobre, pero Victoria me había cogido con la guardia baja y no había podido reaccionar.

Escuché a Alice suspirar.

—Escucha, hermanito…

Alice se quedó callada y agudicé el oído, un suave murmullo se escuchó del otro lado de la línea. La voz de Alice sonaba molesta pero al final escuché otro suspiro por parte de mi hermana antes de que volviera al auricular.

—Te comunico con Bella, ella quiere hablar contigo.

—Gracias, Alice —susurré, sonriéndole a mi teléfono.

—No me agradezcas nada —gruñó, molesta.

Espere por la otra línea hasta que la voz de Bella apareció.

— ¿Edward?

—Bella, lo siento... de verdad, lo lamento. Yo no…

—No me importa —me interrumpió.

— ¿Qué?

—No me importa que hagas con tu novia —dijo tranquilamente.

—Bella, ¿estás bien? —Pregunté— Victoria y yo terminamos.

— ¿De verdad? Cielos, es una pena. Se veían tan bien juntos.

—Bella, basta.

—No, Edward, es la verdad. Ella es buena para ti… no, corrección. Ella es perfecta para ti, son el uno para el otro.

—Bella… —susurré débilmente.

—Te veré esta tarde en tu casa para ensayar —canturreó felizmente antes de cortar.

Me quedé sosteniendo el teléfono en mi oído más tiempo del necesario ¿qué mierda había sido eso? ¿Bella me había dicho que Victoria era perfecta para mí? ¿qué quería decir con eso? Debía estar… mal, ¿por qué sonaba tan alegre?

Mi cabeza era como un panal de abejas enfadadas, los pensamientos zumbaban provocándome dolor de cabeza y haciéndola palpitar. Masajeé mis sienes en un intento de calmarme pero no funcionó como esperaba.

Finalmente me encamine a mis clases, arrastrando los pies y con la cabeza vencida. No me topé con Bella ese día, no se apareció en la clase de gimnasia y tampoco me volvió a llamar. Alice me mandó un mensaje de texto para avisarme que se iba con Bella a su casa y que llegaría después de las tres de la tarde para comenzar con los ensayos. Cuando llegué al estacionamiento el monovolumen de Bella no estaba ahí, a pesar de que salí corriendo de gimnasia para ver si la topaba en el aparcamiento.

Conduje con calma hasta casa, mamá preguntó por mi hermana y le dije que se había ido con Bella, luego subí a mi habitación y cerré la puerta tras de mi con más fuerza de lo necesario. Me senté en el escritorio, tratando de que los deberes dejaran mi mente libre de todo bullicio pero fue imposible; las preguntas seguían ahí y la expresión en el rostro de Bella me atormentaba cada vez que parpadeaba. Tenía que hacer algo, tenía que recuperarla… pero no sabía cómo.

-.-

A las tres en punto, el auto de Bella dio vuelta en el camino que guiaba a mi casa. Desde mi ventana la vi descender llevando la portátil contra el pecho y una mochila sobre el hombro, llevaba unos vaqueros simples, un gorro verde sobre su cabeza y una cazadora roja y abultada. Le sonreí a través del cristal, logrando que este se empañara con mi aliento y bajé al recibidor a encontrarme con ella.

—Hola, Edward —saludó con frialdad.

—Hola, Bella… hm, no te vi en gimnasia —murmuré.

Ella se encogió de hombros y soltó una risita. Mi hermana caminó a su lado y se dejó caer en el sofá.

— ¿Dónde ensayarán? —preguntó ella, haciendo zapping en la televisión.

—En el garaje —murmuré, yendo hacia la puerta.

Bella se despidió de Alice y me siguió hacia la puerta del garaje, como mi padre no estaba en éste solo estaba mi auto y había suficiente espacio para que pudiéramos ensayar.

—Hay un conector por allá y la red está desbloqueada para que accedas a tu lista de reproducción —murmuré.

—Gracias —contestó, con un tono despreocupado.

La observé mientras conectaba su portátil al enchufe de la luz y después de sentaba con las piernas cruzadas y comenzaba a buscar las pistas. Ella se veía radiante, como si el incidente de esta mañana no hubiese ocurrido.

O como si no le importara, susurró una voz en mi cabeza. Traté de ahogar esa voz que decía que la frialdad de Bella era porque en realidad a ella no le importaba, yo sabía que sí le importaba porque ella me había dejado tenerla en mis brazos, habíamos compartido momentos íntimos y yo sabía que eso debía de significar algo muy importante para ella.

—Bella, debemos hablar —me encontré diciendo.

—Eso es lo que estás haciendo —murmuró ella, sin despegar los ojos de la pantalla de su portátil.

—Sobre lo de esta mañana… —comencé.

—No, de eso no —me interrumpió—. No tienes nada que aclararme, besaste a tu novia, eso es normal, ¿no?

—No. Yo no siento nada por Victoria.

—Eso no es de mi incumbencia, por favor, censuremos ese tema —insistió.

—Pero no quiero hacerlo, tengo que decirte lo que pasó. Ella llegó a mí, me abordó, yo ni si quiera me di cuenta de su existencia hasta que se plantó frente a mi… no fui consciente cuando sus labios se estamparon contra los míos, traté de alejarla pero para cuando lo hice tú ya habías salido corriendo.

—Tenía clase, llegaría tarde —murmuró.

—Bella…

— ¡Comencemos con esto! —sonrió, poniéndole play a la canción de ¿un vals?

Se puso de pie y camino por el área libre en el garaje, luego se plantó frente a mí y sonrió, pero no de una manera cálida sino más bien de una forma fría y burlona.

—He elegido el vals como el tema a elección para la segunda pieza de la noche. Es lindo, calmado y fácil de bailar —explicó—. Pon tu mano izquierda en mi cintura y con la otra toma mi mano levantada —ordenó.

Así lo hice, pero tan pronto mis manos tocaron su cuerpo sentí una descarga eléctrica y mis dedos hormiguearon. Ella también lo sintió pues retrocedió medio paso pero pronto se repuso, cuando tomé su mano sentí la electricidad fluir de mi cuerpo al suyo y de regreso.

No dije nada, y ella tampoco.

Comenzamos a movernos al ritmo de la música, ésta era dulce y agradable. En una parte de la canción yo tenía que bajar ambas manos a la cintura de Bella y elevarla en el aire por dos segundos antes de volverla a poner sobre sus pies.

Mantener mis manos en su lugar fue extremadamente difícil, había un hilo que me jalaba hacia ella y me hacía desearla, tocar toda el área de su sedosa y hermosa piel. La necesitaba… y me estaba matando tenerla ahí, frente a mí, mirándome con la misma necesidad reflejada en su mirada, pero a la vez tan lejos, tan inalcanzable… como cuando eres un niño y tratas de alcanzar el tazón de galletas con chispas de chocolate que tu madre ha dejado sobre la encimera, y por más que te estiras para alcanzarlo este solo parece estar más y más lejos de ti.

Después de practicar el vals por dos horas, regresamos al rock and roll. Esa coreografía era una tortura. Tenía que tocar el cuerpo de Bella en muchos lugares peligrosos, lugares que me tentaban a tocar más… su cuerpo sudoroso contra el mío y su pecho subiendo y bajando no me ayudaban en absoluto; sus cabellos se pegaban a su frente pegajosa por el sudor y solo pude pensar la última vez que ella estuvo sudorosa y en mis brazos.

Cuatro horas más tarde, terminamos nuestro ensayo seguros de que estábamos listos para el concurso, quedaban solo dos días para que tuviéramos que abordar un avión e ir a Chicago, y Bella parecía nerviosa aunque su sonrisa denotaba victoria.

Ella tomó su cazadora roja del suelo donde la había dejado, desconectó su portátil y volvió a colocar su gorro sobre su cabeza, su pecho seguía subiendo y bajando pero ella estaba trabajando en respiraciones largas y profundas mientras hacía eso.

—Nos veremos mañana para un último ensayo general. Llegaré alrededor de las dos de la tarde —anunció, dirigiéndose a la puerta.

"Ella se va, has algo" Gritó mi subconsciente "Rápido, idiota."

La alcancé antes de que ella lograra llegar a la manija de la puerta. La tomé del codo y la hice girarse hacia mí, sus ojos se ampliaron en sorpresa y su boca estaba ligeramente abierta.

Estampé mis labios contra los suyos con necesidad, estos fueron dulces y suaves cuando se conectaron con los míos y pude beber el elixir embriagador del su aliento. Mi otra mano la tomó por la cintura y la atrajo hacia mí hasta que chocó contra mis caderas. La necesitaba, la necesitaba terriblemente. Liberé su codo y puse esa mano en el otro extremo de su cintura y fue entonces cuando sus labios se volvieron duros.

Insistí, pero ella puso sus manos sobre mi pecho y me empujó lejos con fuerza. Entendí su indirecta y me alejé pero aún tenía mis manos en sus caderas.

—No vuelvas a hacer eso —gruñó.

—Bella, por favor ¿Acaso ya olvidaste lo que pasó entre nosotros? —pregunté, tratando de encontrar sus labios pero ella giró su cabeza y en cambio dejé un ligero beso en su clavícula.

—No, no lo he olvidado; pero… supéralo ¿quieres?

Me quedé congelado. ¿Qué lo superara? ¿Estaba hablando en serio?

— ¿Qué quieres decir con "supéralo"? —pregunté, arqueando una ceja.

—Eso precisamente, que lo superes. Solo fue una noche en que las hormonas nos ganaron, solo eso. Una simple noche de sexo. Punto. No hay nada más.

— ¿Una simple noche de sexo? —pregunté, alzando la voz un poco.

—Una simple noche de sexo. Ya te lo dije, supéralo —respondió, desdeñosa.

Mis manos cayeron a mis costados y me quedé inmóvil.

— ¿No significó nada para ti? —pregunté, dolido.

—Por supuesto que no —respondió, casi con burla—. Nos ganaron las hormonas, Edward ¡Déjalo pasar! Nos sucedió una vez, no volverá a pasar… eres bueno, Edward. Muy bueno, Victoria es una mujer afortunada.

Me quedé sin habla, ¿realmente estaba escuchando eso o era una mala jugada de mi mente? ¡Bella no podía estar hablando de esa forma! No mi Bella.

Ella me dedicó una sonrisa desinteresada.

—Nos vemos mañana, Edward —añadió.

Se dio la vuelta y alcanzó la manilla de la puerta, cuando la abrió sentí salir las palabras de mi boca como si tuvieran vida propia.

—Jamás he estado así con Victoria.

Ella se detuvo por un segundo, la escuché soltar un bufido y volvió su rostro por encima de su hombro.

—Pobre de ella, entonces.

Dicho esto, atravesó el umbral de la puerta y salió del garaje dejándome con mi propio estupor.

¿Qué le había pasado a mi Bella?

 

Capítulo 12: Era de esperarse Capítulo 14: Sueños

 
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