(+18) La Medicina de tu Corazón

Autor: PaoValenthinaL
Género: + 18
Fecha Creación: 28/01/2012
Fecha Actualización: 01/05/2012
Finalizado: NO
Votos: 4
Comentarios: 14
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Capítulos: 15

Isabella Swan era una mujer que sentía una gran pasión por su trabajo, ser la Agente 58 fue el sueño de su vida hecho realidad, hasta que por una accidente llega a parar a las puertas de un Hospital local del Edo. Washington en el que trabajaba el mejor médico del país, Edward Cullen.
Bella se verá obligada a tomar una decisión que cambiará su vida, para siempre.

 

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Capítulo 13: Cerca de un Beso

Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer, al igual que la obra Crepúsculo, yo sólo me divierto con sus personajes para vivir mis fantasías literalmente J
Bella Pov:
-No lo conozco en persona, jamás aceptó la invitación a almorzar que le envió Emmet para conocer a toda su familia, y presentarmeoficialmente como la novia de Emmet, su hermano. Lo único que sé es que trabaja en el mismo Hospitalque él, cerca de aquí. Es el mejor médico de U.S.A.- me comentaba Rosalie ante mi pregunta sobre quién era Edward Cullen. Pues sí que era el mejor, había salvado mi vida, debía darle las gracias.
-¿Y eso a qué se debe?- pregunté con verdadera curiosidad a mi amiga.
-No lo sé Bells, Emmet se la pasa hablando maravillas de él, pero me dijo una vez que Edward tiene un pasado terrible y muy triste a decir verdad, y que aún no ha podido superar la muerte de un familiar de hace casi 9 años. Por eso no quiere relacionarse con ninguna persona, no quiere volver a pasar por lo mismo.- me explicaba mi amiga Rose con cierta melancolía en el rostro.
Debió haber sido una perdida fatal, tal vez eso pueda explicar el por qué estuvo involucrado con la droga. La tristeza y la depresión lo debieron haber arrastrado hacia la oscuridad, y hasta cierto punto puedo entender sus actos, yo también había perdido a dos seres muy importantes en mi vida, mi padre Charlie, y mi madre Renne, aunque nunca conocí a esta última en realidad, pero vivir sin una figura materna en mi familia me afectó mucho. Eran comprensibles sus actos.
Pero eso que no quería relacionarse con nadie, era una grandísima mentira. Yo lo había visto, él ya tenía una amante, se podía notar a leguas que ya había superado esa “trágica” perdida familiar.
Aunque yo no soy quién para juzgarlo, y mucho menos criticarlo, pero no podía hacer caso omiso a mis cualidades como agente encubierto, había que tener un indicio de un algún acto que culpara al sospechoso, y ese beso con Victoria lo explicaba todo.
Pensar en aquel beso me producía un dolor inimaginable e indescriptible, y no sabía el motivo, ya que, yo no conocía a Edward Cullen, ni siquiera era su amiga, así que no tenía por qué afectarme lo que hiciera o dejara de hacer. Pero aún así me dolía en toda el alma, algo en lo más profundo de mi muy roto corazón seguía rompiéndose en miles de pedacitos. Era esa sensación de descubrir que tu pareja te había sido infiel, ni siquiera con Jacob me había sentido de esa manera.
Y era que en realidad, yo no había amado a Jacob, sólo me atraía su bien trabajado físico y me gustaba su personalidad, pero de ahí no había más nada. Muy pocos fueron los besos que llegamos a compartir, jamás cruzamos los límites de la pasión y el romance. Ahora doy gracias al cielo de que así haya sido, me estuviese arrepintiendo en este instante y en cada segundo de mi vida por haber cometido ese terrible error, menos mal que no lo hice.
Pero por otro lado, cometer errores era parte de la vida. Nuestros errores era lo que nos formaba como seres humanos, ya que a través de ellos aprendíamos a solucionar los problemas que se nos presentaban en la vida, y mucho más importante, aprendíamos a seguir adelante y a no dejarnos vencer, a no rendirnos y saber que, a final de todo, nuestros actos iban a ser recompensados.
A decir verdad, debía aplicar esos pensamientos a mi situación actual, ya que con la pérdida de mi padre y de mi puesto de trabajo en la organización que él había creado, fundado y manejado, ya no me sentía con ganas de seguir adelante, de mejorar el futuro para mí y para las personas importantes enmi vida. Pero ese era el punto, ya no había alguien importante por quién luchar, por quién levantarme todos los días y salir a la calle a luchar por mis sueños. Ya no tenía a ese alguien especial a mi lado por quién sacrificarlo todo, por quién sacrificar hasta mi vida si era necesario. O como dirían muchas personas, ya no tenía nada que perder, ya no tenía una razón de vivir, de luchar y de seguir adelante.
No puedo negar que en un principio creí posible que Edward Cullen pudiera ser esa razón que yo tanto necesitaba para continuar adelante con mi vida y ser feliz. Debo reconocer que creí posible enamorarme de él, de pensar que aquel apuesto e increíblemente atractivo caballero pudiera ser ese príncipe azul que toda mujer sueña y desea para ella misma, esa persona con la que se sueña tener un futuro y pasar el resto de sus vidas juntos, con quién compartir todos esos momentos, sea para bien o para mal, esa persona con la puedes contar y tener todo su apoyo y amor incondicional. Esa persona con la que se está unida tanto legal, como espiritualmente en un matrimonio.
Pero con lo que yo no contaba era con que ese príncipe azul ya había encontrado a su princesa ideal, como en aquellos cuentos de Disney que solían contarnos nuestros padres cuando éramos niños, en los que Edward era el príncipe, Victoria era la princesa, y en los que yo era la hermanastra malvada que quería robarle el príncipe azul a Victoria.
Las lágrimas iban a resbalar por mis mejillas nuevamente ante todos esos pensamientos que se llevaron a cabo en mi subconsciente más rápido de lo que canta un gallo, no podía dejar que Rosalie me viera de esta forma, y lo que menos quería era darle explicaciones sobre lo ocurrido esta mañana, y sobre los sentimientos que había desarrollado hacia el hermano de su novio, Emmet, sin siquiera conocerlo.
-Rose, voy a ir un momento al baño, no me tardo.- antes de que pudiera darme media vuelta dirigirme a mi destino a toda velocidad, Rosalie me había detenido con una de sus preguntas.
-¿Te encuentras bien Bella? Te notó un poco extraña y fuera de ti misma ¿Está todo bien?- era evidente la preocupación en el rostro de mi amiga, pero no quería hablar con ella sobre la razón de mi tristeza y dolor, que aparentemente eran más que evidentes a los ojos de cualquier persona.
-No pasa nada Rose, no es nada por lo que te debas preocupar.- las lágrimas contenidas en mis ojos amenazaban con salir de su cauce lo más rápido posible. No estaba dispuesta a expresar mis sentimientos hacia mi amiga Rose audiblemente, necesitaba sanar por dentro todo lo que ese beso me había causado, Rose podía entender eso.
-Si no te conociera Bells, diría que algo te afectó gravemente después de mi llamada esta mañana.- Mientras hablaba me miraba acusadoramente, tal vez por no confiarle mis secretos.
-Rose, de verdad, no quiero hablar del tema por el momento, no estoy preparada.- Le miraba con los típicos ojitos de cachorrito para que me dejara escapar libre de cargos por el momentos, aunque sabía que tarde o temprano tendría que contarle sobre mi dolor interno.
-Muy bien,- empezó a decir mi amiga- lo dejaré pasar por el momento, comprendo que eres muy tímida y te cuesta abrirte hacia otras personas, pero en algún momento me tendrás qué contar que fue lo que pasó y quién fue el responsable de tu depresión.- Lo sabía tan claro con el viento, sabía que Rose no me dejaría salir libre de todo, pero bueno, me daría tiempo para sanar mi corazón. Ella sabía de mi relación con Jacob, y a diferencia de Alice, también sabía a lo que me dedicaba, así que ella era una de las pocas personas que podría entender mi situación, bueno, en realidad era la única que podía entenderme.
-Gracias, así que ya vengo.- le dije y dí media vuelta para dirigirme al baño que se encontraba al final del salón, en un estrecho pasillo poco iluminado, y bien apartado de nuestra mesa.
Me encontraba enfrente de la puerta del baño, el cual aparentemente estaba ocupado, y pude darme cuenta de que el baño de hombres se encontraba justo enfrente del de damas. Era la única persona que se encontraba a la vista en el aquel angosto pasillo, por lo menos podía pensar un poco a solas mientras esperaba a que el baño fuera desocupado.
Si había algo que admiraba de Rose era que, al igual que su hermano, Jasper, tenía esa capacidad de entender los sentimientos de las personas, y que además de que sabía por lo que estaban pasando y cuáles eran sus problemas, era de ese tipo de personas que te brindaban todo su apoyo incondicional como en bandeja de plata.
Rosalie escuchaba pacientemente mis problemas cuando necesitaba descargarme de las rabietas que a veces mi trabajo me producía, luego, al final de mi relato daba su opinión sobre el problema, sin utilizar críticas del tipo destructivas al respecto, y me ayudaba a buscar posibles soluciones sobre el problema en particular, y siempre estaba ahí para apoyarme en cualquier cosa. Eso sí, si hubiese decidido acabar con el mundo, me hubiese estrangulado por ser tan terca y ciega, Rose también tenía un punto de vista sobre las cosas, y si ella respetaba el mío, pues también debía respetar el de ella, como diría mi padre Charlie “Al César lo que es del César”.
Ya había pasado un par de minutos y mientras daba pequeños puntapiés al suelo estresada de tanto esperar a que la persona que ocupaba el baño saliera de una bendita vez, me percaté de un aroma e particular que había pasado ante mí desapercibido, y era una loción masculina un poco fuerte pero increíblemente embriagadora que se me hacía muy familiar, aunque en el estado en el que me encontraba no lograba recordar a quién le pertenecía aquella loción, que era capaz de hacerte adicta a ella y pensar que ese era el oxígeno que se necesitaba para respirar y ser feliz de por vida. Tal vez exagere un poco, pero aquella loción podía matar a cualquiera, y era tan fuerte que se podría oler a kilómetros de distancias.
Mientras disfrutaba de aquel delicioso aroma, no me había percatado de que tenía un acompañante a mis espaldas, y esa persona era el dueño de aquella loción en la que me perdía en una de mis tantas fantasías y deslices del momento. Si no hubiese sido porque aquel Adonis habló con una suave y aterciopelada voz dirigiéndose a mí, creo que jamás me hubiese dado cuenta de que tenía un espectador mientras estaba medio recostada de la pared del pasillo, y que esa persona era mi mejor y peor pesadilla, Edward Cullen.
-Isabella.- llamó por mi nombre, e inmediatamente me volteé para encararlo. Tan bello y sexy como siempre estaba vestido con unos jeans desgastados negros, una playera blanca, su chaqueta negra y traía puestos unos converse negros. Su imagen mostraba a un adolescente rebelde que quería escapar de la presión de la sociedad, pero eso, en vez de opacar su belleza externa lo volvía más sexy de lo que ya era.
No podía salir de mi asombro, estaba soñando, no era posible que ese hombre estuviera enfrente de mí, debía haber hecho algo realmente bueno como para tenerlo tan cerca. Sus ojos verdes se veían más profundos y oscuros de lo que había llegado a ver, tenía una mirada lasciva y penetrante, capaz de comerte de un solo bocado, su cabello cobrizo estaba más rebelde que de costumbre, dándole un aspecto juvenil y atractivo, demasiado atractivo para su propia seguridad debo añadir. Las mujeres le deberían llegar con pacientes en el Hospital en el que trabajaba, si es verdad que yo también era una más del montón que mueren por él y por su increíble atractivo, y que además fue su paciente, que ironía.
Pero pensar en todas aquellas mujeres que morían por él, me hizo caer en la fría y oscura realidad de que él ya tenía a una a su lado, Victoria. Recordar ese beso fue como un balde de agua fría que caía sobre mi cuerpo sin darme tregua. Distante y fría como esa realidad me dirigí a él con indiferencia.
-¿¡Me estás siguiendo!?- sólo había una explicación para que él estuviese en el mismo lugar que yo, no era del tipo de personas que creía en las casualidades, pero tampoco concebía en su totalidad la idea que estuviera siguiéndome, no le encontraba una razón lógica a eso, ¿Me estaba siguiendo, realmente era una coincidencia? y ¿Para qué me estaba siguiendo en el caso de que así haya sido? Ni que fuera tan especial para él como para que me persiguiera durante todo el día, él ya tenía dueña.
-No, no te estaba siguiendo, llegué hace un par de minutos, no había manera de seguirte, aunque así lo deseé.- No podía creer lo que acaba de escuchar, me estaba diciendo de manera indirecta que tuvo intenciones de seguirme, tal vez, después de todo le importe un poco. Por favor no seas idiota Isabella. -pero ya que tenemos la enorme coincidencia de volvernos a encontrar, me gustaría que dieras un pequeño paseo conmigo, quisiera mostraste un lugar especial, y hablar contigo de ciertas cosas, si quieres.
Que alguien me pellizque esto debe ser un sueño, uno realmente bueno. Pero mientras pasaban los segundos, este increíble sueño se hacía cada vez más real. Si aún me quedaba algo de dignidad, como solía decir Charlie, no iba a aceptar su propuesta de hablar, ¿De qué íbamos a hablar de todas maneras? ¿Sobre cómo me estoy sintiendo, si estoy mejorando, o no? Sólo nos vimos una vez, y esa vez estuvimos cerca de un beso, ¿Me iba explicar el por qué no volvió a verme? ¿O me iba a decir las razones por las cuáles me había rechazado? Bueno él mismo se auto-rechazó, porque él inició el beso, yo sólo soy culpable de dejarme guiar por sus encantos. Definitivamente no tenía nada que hablar con él.
-Lo siento pero mi amiga espera por mí- Iba a dar media vuelta para retirarme del lugar y escapar de su belleza física y de su aterciopelada voz, pero me detuvo esta última.
-Entonces que tal si me acompañas afuera unos minutos, sólo una pequeña caminata, por favor.- seguía insistiendo en lo mismo, si permanecía un minuto más cerca de él en aquel lugar tan estrecho iba a terminar aceptando su invitación.
-Vuelvo y te lo repito, mi amiga espera por mí, además no tengo nada que hablar contigo, creo que ya todo ha sido aclarado.- esperaba a que se diera por vencido de una vez, pero lo que dijo a continuación me dejó hiperventilando.
-Por favor Isabella, sólo serán cinco minutos como mucho, no intentaré nada, por favor.- Me miraba con ojos de súplica y se acercó dos pasos hasta mi lugar, su olor me llegaba de una manera demente y desquiciada, casi me desmayó ahí mismo.
-Yo... Yo...- ahora tartamudeaba, lo sabía, si permanecía cerca de él por más tiempo terminaría aceptando su invitación. Aunque si me negaba la curiosidad terminaría por matarme, supongo que no tengo elección.
-Bien, pero que sean sólo cinco minutos, o sino mi amiga empezará a preocuparse.- al escuchar mis palabras sus ojos se iluminaron de una manera increíble e indescriptible, era igual a un niño al que aceptaban comprarle un nuevo juguete después de tanto insistir.
Me tomó de la mano y una nueva electricidad nos recorrió todo el cuerpo, igual que la primera vez, y él también la sintió porque se medio sobresaltó al tacto, pero hizo más fuerte su agarre y salimos por una puerta negra que tenía un letrero verde con letras blancas que decía “Salida de Emergencia”, la cual se encontraba al fondo del pasillo, a muy pocos pasos de separación de los baños.
Mientras salíamos del local por aquella puerta agarrados de las manos como si fuéramos una pareja de novios, pude sentir su piel, era suave y cálida, me hacía sentir como en casa. No puedo negar que me hice ilusiones de que ese pensamiento fuera real, pero en el fondo de mi corazón sabía que no lo era, ya tenía a Victoria a su lado ¿No es así?
Bajé un poco la cabeza y miré al lugar en donde se unían nuestras manos, y me dediqué a soñar con que fuera de verdad mientras caminábamos por las calles de aquel boulevard.
Pasó un largo rato hasta que nos detuvimos repentinamente. Alcé la vista finalmente y me encontré en una calle un poco transitada y con baja iluminación ¿Cuánto tiempo había pasado realmente desde que salimos del bar? No sabía la respuesta, por eso dirigí mi mirada a hacia él y caí en cuenta de que estaba enfrente de mí, mirándome fijamente esperando mi reacción, mientras nuestras manos seguían unidas. Al parecer se cuenta de mi duda y me habló.
-No estamos lejos, sólo a dos minutos del bar.
-Eso quiere decir que te quedan tres minutos.- le contesté con indiferencia fingiendo distracción y evadiendo su mirada para no caer en sus encantos de hombre sexy y apuesto.
-La pregunta realmente es ¿Responderás a lo que te pregunté?
-Eso depende de la pregunta, tal vez si y tal vez no, o tal vez a medias.
-Entonces, ¿Por qué saliste corriendo del Hospital de esa manera esta mañana?- me preguntó buscando conectar su mirada con la mía.
-No creo que alguien sensato se haya quedado a contemplar aquel beso de dos amantes que sólo quieren comerse el uno al otro.- le contesté nuevamente tratando aguantar un sollozo que quería escaparse de mis labios sin permiso, no era el momento para llorar.
-Isabella, mírame a los ojos y dime ¿Qué fue lo que viste realmente? ¿Qué había besado a esa puta o que esa buena para nada me había besado forzosamente?- ¿Me estaba diciendo que había mal interpretado aquel beso? Mis mejillas se estaban tornando rojas de la vergüenza, ya no me sentía capaz de verle la cara, aunque me lo haya pedido.
Como vio que no le iba a mirar a los ojos, con la mano que tenía libre tomó mi barbilla y me obligó a mirarlo a los ojos. Una pequeña lágrima se me escapó de los ojos, resbalando por mi mejilla, y antes que llegara a mi cuello, Edward, soltó mi mano, y limpió la lágrima con su dedo pulgar. Juró que me morí y toqué el paraíso cuando sentí que pasó ese mismo dedo, mojado por mi lágrima, por mis labios, recorriendo primero mi labio inferior lentamente y luego lo pasó por el superior. Tenía ganas de besar sus gloriosos dedos, que me hacían temblar ligeramente por el placer que me producían.
¿Cómo sería un beso de él? Debía ser la octava maravilla del mundo, y como si hubiera leído mis pensamientos fue acercando su cara a la mía lentamente hasta tener sus labios a solo milímetros de los míos, podía sentir su respiración golpear mi cara ligeramente. La distancia que aún nos separaba me estaba matando, y justo antes de que pudiéramos acortar esa pequeñísima distancia, algo nos detuvo.
Dios no tenía compasión de mí, sólo deseaba tener sus deliciosos labios bajo los míos, pero no era posible, igual que la primera vez.
-¡Apeguen el mundo de una buena vez!- grité al unísono con todas mis fuerzas, con ganas de que mi deseo fuera cumplido.
Hola chicas! Perdónenme mi retraso con este capítulo, no había podido actualizarlo por los exámenes del instituto, y porque justo cuando estaba a punto de de terminar de escribir este increíble capítulo, mi teléfono (que es de donde escribo esta historia) se quedó sin batería antes de que pudiera guardar mi creación )= Así que tuve que volver a empezar, y como se habrán dado cuenta el capítulo es bastante largo ;) Aunque eso no me detuvo y volví a escribirlo, y quedó mucho mejor :D
Dejar comentarios es casi tan bueno como si Edward Cullen nos acorralara en una calle de un boulevard para robarnos un excitante beso. ;)

Capítulo 12: La esperanza, ¿Volverá? Capítulo 14: Trabajo

 
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