Paula estaba sentada en la cama, se había cubierto con unas mantas y estaba lo bastante cómoda y más o menos presentable para poder ver a Adam, quería preguntarle sobre sus hermanos, también sobre esta casa, y sobre la gente que había en ella, quería saber si él iba completamente en serio con ella y quizás así ella podría decirle lo que sentía por él.
La puerta sonó y ella dijo “Adelante” con voz completamente neutral.
Las botas marrones oscuras de Adam rechinaban en el suelo de madera que crujía sutilmente sobre la alfombra que cubría su habitación. Llevaba unos jeans desgastados y oscuros, una camisa azul, su pelo largo y negro hasta un poco más de por debajo de sus orejas y sus ojos que resaltaban sobre ese espeso cabello que cubría la cima de su cabeza y enmarcaba su rostro perfectamente alineado y tallado, sus labios eran bonitos, rosados y su piel clara.
Ella se sonrojó un poco cuando los labios de él se estiraron y le dejaron ver sus perfectos dientes blancos.
-Te he traído zumo- dijo dejando el vaso de cristal sobre el regazo de ella con mucho cuidado- y... tengo que irme... tu madre no quiere que esté aquí y en cierto modo la comprendo-.
-Ella no...-.
-Shh... vamos, seamos sinceros Paula, tus padres tienen miedo de mi y tu por alguna extraña razón no lo tienes... deberías de ser consciente-.
-Me gustas-.
Paula dijo esas palabras antes de siquiera poder pensar en ellas bien, largo y tendido pero verdaderamente era así. Ella había desarrollado ese sentimiento por Adam y como no hacerlo, era el chico más interesante que había conocido en todos sus años de vida.
Ella vio como él cerró sus ojos unos segundo después de escuchar las palabras que tan abruptamente salieron de su boca. Los labios de Adam se abrieron tenues y sus ojos hicieron lo mismo segundos después mirándola fijo por un tiempo en el que Paula se dejó llevar. Solo el silencio los envolvía.
-Tengo que irme antes de que llegue tu padre... pero vendré a buscarte, te espero en el desván-.
Ella asintió y miró los labios de Adam y los imaginó sobre los de ella, su corazón palpitaba rápidamente y un calor abrasador subía por entre sus piernas hasta llegar a su columna vertebral, ella cerró sus ojos y miró el zumo que estaba en su regazo.
-Vale- dijo en voz baja-.
Cuando quiso darse cuenta Adam estaba más cerca de ella, Paula lo miró fijo y quiso tocar ese pelo tan bonito, sus dedos fueron a una mecha rebelde de su cabello y lo acarició era suave, sedoso, y olía bien... olía como debía oler un hombre. La boca de Adam se abrió un poco más y se posó en la de Paula, ella no supo que hacer, le miró y este tenía los ojos cerrados así que ella los cerró, así era mucho mejor.
Los labios de Adam empezaron a hacer una danza sobre los de ella sinuosa y lenta, ella enseguida se adaptó a sus labios siguiendolos en casa compás, su sabor era exquisito.
Adam dijo algo que ella no pudo entender y cuando abrió sus ojos él la estaba mirando.
-Te espero esta noche en un par de horas-.
-Vale..- repitió Paula y esta vez fue ella la que se acercó a su boca dando un último beso rápido pero intenso-.
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El doctor Carlisle Cullen entró como otra noche más a su casa y sobre la mesa vio puestas una velas blancas en unos tarritos de madera oscuros y a su esposa sentada en la mesa colocando la comida. Había judías verdes estofadas y carne en salsa en una lujosa fuente de porcelana blanca.
-Te estaba esperando- dijo ella-.
Carlisle asintió y reprimió el instinto de hacerlo con ella sobre esa mesa, Esme era bella, la mujer más bella que había visto en toda su vida por eso la hizo su esposa. Y la amaba a pesar de que buscaba en otras, ese sexo salvaje que con ella no tenía desde hace mucho.
El doctor se sentó en su lugar correspondiente y la miró, ella llevaba puestos los pendientes que él le había regalado en su décimo aniversario, unos diamantes muy bonitos, recatados y finos, el pelo de ella era bonito, suave al tacto. Pero ella no lo dejaba acercarse demasiado.
-¿Paula no come?-.
-Si... le subí la carne en salsa-.
-Te noto pensativa ¿ocurre algo?-.
-No es nada-.
-Vamos sabes que puedes contarmelo-.
El doctor alargó la mano y tomó el servidor de la carne y depositó en el plato de la vajilla favorita de su mujer un poco de la jugosa carne y repitió ese proceso echando judias verdes estofadas en el otro extremo del plato.
Cuando tomó el tenedor y la miró ella estaba mirando fijamente a su copa de vino bajo la luz de las velas y la de una lámpara en un rincón de aquella enorme sala que daba una luz intima.
-Tengo un amante...-.
La voz de Esme sonó baja y el doctor no supo que decir al respecto, dejó el tenedor en su lugar y la miró fijo sin decir nada.
-¿Porque lo has echo?-.
-No lo planeé, y solo ha ocurrido una vez pero... si esa persona quiere repetir aquí me tiene-.
-¿Me estás diciendo esto por despecho?-.
-No, te estoy diciendo esto porque quiero el divorcio-.
El doctor la miró atónito ante sus palabras.
-Creía... creía que habíamos dicho...-.
-Lo habíamos echo por Paula y Paula ya no es una niña-.
-¿Le quieres a él?-.
-No... es solo sexo-.
-¿Quien es?-.
-Esta conversación me suena demasiado... me suena muchísimo, la tuvimos pero al contrario oh... no, no la tuvimos porque fui yo la que te pillé metiéndosela a una veinteañera-.
-¡Lo hice mal, hasta cuando me lo vas a estar recordando!-.
-Hasta que mis huesos tengan carne- la mirada de Esme era peligrosa- mantendremos lo del divorcio en pie pero no podemos hasta que vendamos la casa... mientras tanto yo me alquilaré con mi dinero un apartamento para mi... y... quizás así puedas...-.
-No voy a vender esta casa ¿sabes lo que supondría para Paula?-.
-¿No te quieres divorciar?-.
-No... yo te amo-.
-¿Me amas, en serio me amas?-.
-Si... Esme... te amo y no quiero separarme de ti ni de Paula-.
-Yo no siento asco por ti, me pareces repugnante y me has empujado a los brazos de otro hombre-.
-Te perdono eso-.
-No me tienes que perdonar nada, porque no he echo nada malo, tu me ocultaste infidelidades durante mucho tiempo, yo al menos he tenido el valor de decirtelo a la cara-.
Ella se levantó de la mesa.
-Mañana mismo hago la maleta-.
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