Bailes de Pasión (+18)

Autor: AnnaSwan
Género: Romance
Fecha Creación: 31/03/2013
Fecha Actualización: 06/07/2013
Finalizado: NO
Votos: 13
Comentarios: 17
Visitas: 23549
Capítulos: 21

Isabella Swan nunca ha sido buena en nada que implique equilibrio y coordinación, salvo en el baile. Desde pequeña su madre, René, la inscribió en clases particulares de baile y desde entonces no ha dejado de practicar; posee una gracia exquisita al momento de mover sus pies al ritmo de la música y por esta razón su madre la inscribe en un concurso de baile donde el primer premio es una beca al cien por ciento para la academia de baile a la que Bella anhela asistir.

René consigue al mejor bailarín en todo Forks y se lo presenta a su hija, la sorpresa que se llevara Bella al saber que su pareja de baile es nada mas ni nada menos que Edward Cullen, su némesis. El chico con el que guarda una enemistad prácticamente desde que le conoció.

¿El roce de la piel, la respiración agitada y la unión de sus cuerpos tendrá algo que ver al momento de mejorar su relación?

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Capítulo 11: Vestuario

Capítulo 11

"Vestuario"

Bella PoV.

— ¡Mierda! Alguien llegó —espeté.

Observé con temor a Edward, y mientras agudizaba el oído, escuché unos pasos tranquilos, ligeros y silenciosos dirigirse a la puerta. Me quedé petrificada, ¿si se trataba de mi madre?... peor aún, ¿si era mi padre? Ambos estaríamos muertos si se trataba de este último.

Retuve la respiración y sentí mis pies pegados al suelo, como si hubiesen salido raíces de éste y se enredaran en mis pies, impidiéndome caminar.

Los pasos siguieron acercándose hasta que finalmente se detuvieron frente a la puerta, pasó un segundo en el que recayó un mortífero silencio y en el que Edward y yo nos observamos con la ansiedad plasmada en la mirada. Entonces el timbre sonó.

— ¿Esperas a alguien? —preguntó Edward.

—No —contesté, negando lentamente con la cabeza.

El timbre sonó una vez más y mi corazón pareció reanudar su marcha, latía con tanta fuerza que me hacía difícil la simple tarea de respirar.

Edward saltó del sofá y se asomó por la ventana, un segundo después maldijo y se apartó.

—Alice —murmuró.

Mis ojos se abrieron como platos… Alice, mi mejor amiga. Y mi pesadilla andante.

"¿Hola?" la voz de mi pequeña duendecilla se escuchó desde afuera, "¿Hay alguien en casa?"

— ¡Alice! —chillé en voz baja, corriendo a las escaleras.

— ¿A dónde vas? —preguntó Edward, en un susurro.

— ¡Estoy desnuda! —respondí, subiendo las escaleras de dos en dos.

—Te estas llevando mi camisa —se quejó.

Lo ignoré deliberadamente y cuando estuve en lo alto de las escaleras, me saqué la camisa por encima de la cabeza y la arrojé hacia abajo.

—Hmm… me hubiese gustado verte si ella —murmuró.

— ¡Cállate! —Chillé en voz baja, mientras ignoraba la sonrisa estúpida que se dibujaba en mi rostro— Mejor abre la puerta.

Edward murmuró algo que no entendí y entonces corrí a mi habitación. Encontré una blusa azul y unos pantalones deportivos, no me molesté en revisar mi cabello ya que sabía que sería una perdida de tiempo.

Bajé saltando de dos en dos los escalones hasta que encontré a mi mejor amiga al final de las escaleras; ella me recibió con una enorme sonrisa dibujada en su pequeña carita de demonio.

Al, ¿qué haces aquí? —cuestioné, tratando de sonar lo más relajada posible aunque mi corazón latiera como loco.

—Yo también me alegro de verte —contestó, aprisionándome en un abrazo estrangulador.

—Creí que todo Forks estaba bajo el agua —comenté.

Ella me alejó, para poder observar mi rostro.

— ¿No has visto las noticias? El huracán descendió de nivel y se convirtió en una tormenta, la lluvia disminuyó hace un par de horas… las cosas van volviendo a la normalidad.

—La verdad es que acabo de salir de la cama, ¿Dónde está tu hermano? —pregunté, al notar su ausencia en la casa.

—Esta afuera, trayendo unas cosas de mi auto —respondió, alejándose de mí—. Les tengo una sorpresa.

— ¿Una sorpresa? —jadeé.

Las sorpresas de Alice no siempre eran… buenas para mí y en ocasiones me asustaban en sobremanera.

—Vamos, Bella ¡No seas dramática! —canturreó, restándole importancia.

— ¿Dramática, yo? —Me mofé— Tú eres una loca desquiciada, Alice Cullen.

—Una loca desquiciada a la cual tú amas —contestó, sonriente.

Definitivamente contra Alice Cullen nadie podía. Suspiré, dándome por vencida y me encaminé a la sala de estar; justo en ese instante Edward atravesó el umbral, llevaba una caja de cartón que dejó caer en el suelo.

— ¿Qué es eso? —pregunté, sentándome en el sofá.

—Ya te lo dije, una sorpresa —contestó, arrodillándose frente a la caja.

—Tus sorpresas me dan miedo —se quejó Edward, recargándose en la pared.

Alice se limitó a sacarle la lengua a su hermano y después volvió la atención de lleno a su caja.

— ¿Por qué no me creen cuando les digo que esta sorpresa les encantará? —preguntó, abriendo la caja.

Ni Edward ni yo respondimos y nos concentramos en observar qué es lo que llevaba Alice en su caja misteriosa. La pequeña duendecilla extrajo una falda larga color negro y una blusa de cuello alto en color blanco.

—Esto es para ti, Bella —canturreó.

— ¿Y esto? —pregunté.

— ¿Cómo creen que irán vestidos al concurso? —preguntó, enarcando una ceja y observando de Edward a mi.

Observé a Edward, no habíamos pensado en ello.

—Alice no creo que…

—No irán con cualquier cosa —se quejó—, esta ropa yo misma diseñé y confeccioné.

Cerré los ojos y suspiré, contra eso no podría hacer nada. Le tendió un par de jeans negros y una camiseta blanca a Edward, quién los recibió de mala gana, y después botó la caja lejos.

—Quiero verles la ropa puesta —chilló, dando saltitos.

—Pero, Alice… —me quejé.

—Pero nada, quiero ver cómo se les ve puesta —me interrumpió, poniendo las manos en sus caderas —Bella, ve a tu habitación. Edward cámbiate en el baño.

Edward y yo subimos las escaleras. No me atreví a preguntarle qué es lo que le sucedía, pues su expresión de enfurruñado me aconsejó no molestarlo. Me dirigí a mi habitación pero de pronto sentí como me tomaba del brazo y me hacia girar sobre mis talones, me topé de frente con su pecho duro y escultural y sentí como éste se inflaba mientras el respiraba el aroma de mi cabello.

Levanté el rostro hasta encontrarme con su ardiente mirada, sus esmeraldas chispeaban con necesidad y su pequeño tacto enviaba escalofríos por mi columna vertebral. Sin pensarlo, me puse de puntillas y rocé mis labios con los suyos, éstos eran suaves y generosos con los míos, haciéndome sentir en casa. Su mano derecha se posicionó en la curva de mi espalda baja y me atrajo a su cuerpo, no pude evitar gemir en su boca al recordar lo que había sucedido la noche anterior. Había saboreado mis propios jugos en sus labios candentes y expertos, me había retorcido de puro placer entre sus brazos y la lengua que ahora danzaba con la mía en un esquicito beso francés, había follado mi coño una y otra vez hasta que me dejó totalmente vacía.

¡Edward Cullen terminaría por volverme loca!

A regañadientes rompí nuestro beso y enterré mi rostro en su pecho. No podíamos ir más lejos… Alice estaba en el piso de abajo.

—Debemos cambiarnos —susurré.

—No quiero separarme de ti, no aún —se quejó.

La irracionalidad se apoderó de mí y terminé guiando a Edward a mi habitación. Ahí él mismo se encargó de desvestirme y yo a él, admirar su cuerpo desnudo era digno de recordarse; su pecho, sus músculos, cada fibra de su piel, incluso esa pequeña marca de nacimiento que tenía en el cuello.

Entre caricias, besos y jadeos terminamos nuestra labor de cambiar nuestras ropas por lo que Alice nos había llevado.

Mi falda negra ondeaba a mi alrededor, me llegaba debajo de las rodillas y se esponjaba como vestido de quinceañera, el talle era hasta la cintura, como las que usaban en los 80's, mi blusa blanca se pegaba a mi cuerpo, resaltando mi pecho y haciéndolo lucir más grande.

Edward en cambio se veía mortalmente deseable con los jeans entubados y la camiseta blanca, una chamarra de motociclista y su cabello desordenado hacía que mis bragas se mojaran… jamás pensé ver a Edward con esos ojos, y me sorprendí tanto al encontrarme deseando que volviera a aprisionarme en sus brazos y que me hiciera suya, ahí donde estábamos.

Cuando bajamos Alice caminaba de un lado a otro con los brazos cruzados y observando enfurruñada al frente.

—Creí que tendría que subir por ustedes —se quejó, luego sus ojos se abrieron como platos y sonrió satisfecha —se ven… ¡wow! No tengo palabras para describirlos… se ven perfectos.

Alice nos hizo mostrarle la coreografía. La mala cara de Edward había regresado y eso me inquietaba un poco; aún así me dispuse a poner la pista de la canción en el reproductor y Edward y yo comenzamos a bailar.

Sentí una descarga de adrenalina cuando Edward me tomó de la mano y comenzamos a movernos en sincronía, su cuerpo se movía hacia donde el mío iba y en momentos me daba la impresión que éramos un mismo ser, moviendo sus brazos y piernas para adorar a su Dios.

Nuestra coreografía llevaba algunas piruetas pero no sentí miedo cuando Edward me tomaba de la cintura y me levantaba en el aire, sus manos se ceñían en torno a mi cintura como si las reclamara como propias y sus esmeraldas enviaban oleadas de fuego y calor por todo mi cuerpo. Mis respiraciones se volvieron irregulares con forme seguíamos con nuestro baile, mi corazón latía con fuerza pero sus ojos y su tacto me daban toda la fuerza que me era necesaria para terminar la canción.

Cuando sus manos tomaron mi cintura para hacer la parte final de la rutina, sentí el calor irradiar de nuestros cuerpos y un jadeo involuntario salió de mi boca cuando mi estómago se contrajo, deseando que Edward me tocara más allá. Me hizo girar una vez, luego me deslizó debajo de sus piernas abiertas y culminamos la canción con Edward levantándome del suelo y, tomándome por la cintura, inclinándome hacia atrás con él sobre mí, escondiendo su rostro en mi cuello.

Al esconder su rostro en mi cuello, dejó un beso en él y mi estómago volvió a contraerse… Estaba increíblemente excitada y si no terminaba por desahogarme, tendría una combustión espontanea en cualquier momento.

¡Edward Cullen era mi ruina y mi perdición!

Capítulo 10: Nuestra burbuja Capítulo 12: Era de esperarse

 
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