Las leí miles de veces, no eran un espejismo, eran reales. Jake no se había olvidado totalmente de mi.
Las volví a leer, esta vez en voz alta, por última vez, antes de abrir el sobre.
Para Nessie de Jake
Las manos me temblaban cuando decidí que era hora de descubrir que era lo que Jake quería decirme. Con manos temblorosas y respiración entrecortada abrí el sobre.
Era su letra. Esa letra descuidada y grande. Mis ojos se inundaron de lágrimas antes de que pudiera empezar a leer, nublándome la vista por completo y haciendo que fuera incapaz de leer la carta.
Respiré hondo, necesitaba concentrarme o no sería capaz de leer la carta.
Paul seguía frente a mi mirándome sin decir nada.
Miré la carta y empecé a leer.
Nessie supongo que no tengo ningún derecho a intentar entrar de nuevo en tu vida. Me marché dejando la puerta abierta a cualquier otra persona a la que tu decidieras amar, pero me siento totalmente perdido.
No puedo explicarte por que me marché pero no puedo dormir sabiendo que piensas que no lo eres todo para mi. Cuento las horas para volver a verte. Es difícil por que no se me permite volver, pero encontraré la forma de de volver a tenerte entre mis brazos. Lo prometo.
No pretendo que me perdones.
Te amo.
Me amaba. No podía dejar de leer las últimas palabras. En mi mente sonaba su voz repitiéndome una y otra vez que me amaba.
Las dudas seguían divagando por mi mente. ¿Quién no le permitía volver y por que? Miré a Paul que seguía con el rostro inexpresivo mirando el papel que sostenía entre mis manos.
Le abracé. Hundí mi cabeza en su hombre. Me había hecho la persona mas feliz del mundo.
- Gracias – dije con la voz entrecortada por el llanto.
- No lo he hecho por ti Nessie, - dijo deshaciendo mi abrazo – No tengo nada en contra tuya pero lo he hecho por Jake. Esto no debería haber pasado. Él no puede ponerse en contacto contigo, pero se que lo está pasado fatal, que te necesita. Pero ningún Quileute debe saber de la existencia de esta carta ¿entendido?
Asentí. Entendía que no le debía contar a nadie lo de la carta pero dejaba de entender miles de cosas. ¿Por qué no se le estaba permitido mantenerse en contacto conmigo? ¿Si lo estaba pasando mal por que no volvía?
- ¿Qué está pasando Paul? – pregunté ya harta de encontrarme entre miles de preguntas sin solución
- Nada que tu debas saber – respondió.
- Creo que si debo saberlo por que también me está afectando a mi. Puede que él lo esté pasando mal, pero yo también.
Me miró a los ojos, indeciso.
- Lo siento pero no puedo hacerlo
- Por favor – dije con los ojos llorosos y agarrando su mano,
- Déjame que lo piense.
- De acuerdo – acepté – nos vemos mañana en la playa de la reserva y me cuentas tu decisión.
Y sin esperar a que aceptara o no di media vuelta y me fui.
Mientras me dirigía a mi casa las sensaciones se apoderaban de mi. Al fin y al cabo él me amaba y quería estar conmigo tanto como yo con él. Y quizás en un día tendría las respuestas a las miles de preguntas que nos separaban.
Tal vez todo se solucionara y en cuestión de día volveríamos a estar juntos, o tal vez no.
Cuando me encontraba saliendo del bosque pude divisar mi casa, la enorme casa Cullen.
Entré. Nadie me preguntó. Mi padre ya lo sabía todo, seguramente lo había leído en mi mente y él se encargaría de informar al resto de mi familia.
Dejé la carta dentro de su sobre en un pequeño mueble de madera que estaba situado cerca de la puerta. La metí en un cajón, coloqué la carla debajo del colgante en forma de corazón que Jake me había regalado hacía ya un año y cerré ese cajón con llave. Allí era donde guardaba los recuerdos mas preciados y la llave siempre la llevaba colgada al cuello.
Jasper, Emmet, Alice, Carlisle y mi padre estaban sentados el los sofá mirando un partido de hokey.
Rosalie, Esme, y mi madre estaban en la cocina preparándome la cena. Entré mientras la tía Rosalie estaba echando una especie de salsa a un plato con pinta poco apetecible. Yo sabía que lo intentaba y que se esforzaba como el resto de mi familia pero los únicos capaces de cocinar un plato mínimamente apetecible eran mis padres.
- Lo siento tía Rose pero no tengo hambre – dije conteniendo una risa. Se veía muy graciosa intentando cocinar.
Bufó. De pronto la escandalosa risa de Emmet procedente del salón inundó por completo toda la casa.
- Me debes 100 dólares – gritaba el tío Emmet.
- No, tu dijiste que al primer bocado dejaría de comer, y ella no lo ha probado. – contestaba la tía Alice entre risitas.
- He ganado yo – recriminaba el tío Jazz.
Era divertido ver aquella escena familiar. Ahora que la veía con otros ojos. Por que la felicidad había inundado cada parte de mi ser gracias a la carta, a esa carta que había mandado luz a mi oscuro corazón.
Me acerqué a la tía Rose ya que lentamente su rostro iba mostrando una furia mas y mas pronunciada a causa de la discusión que estaba llevado a cabo en el salón.
- Igualmente gracias, no tengo hambre, de verdad – le di un beso en la mejilla, yo sabía perfectamente que conmigo no se podía enfadar, era su debilidad. Y cuando estaba ya saliendo de la cocina añadí: y se que lo intentas.
Las risas en el salón volvieron a explotar y la risita sofocada en la cocina de mi madre y mi abuela acompañaba a las del resto de la familia.
Volví a mirar al salón y había algo que me faltaba.
- ¿Dónde está Alec? – pregunté.
- Te está esperando, estaré atento, si algo va mal avísame amor – me dijo mi padre.
Yo asentí. No iba a ir nada mal. Alec no quería hacerme daño, solo estaba confundido.
Subí las escaleras de dos en dos y lo encontré sentado en la silla que estaba al lado de mi cama, leyendo, como ya era costumbre, Romeo y Julieta.
- Y con un beso, muero. – susurró cuando yo entre en la habitación.
Me acerqué a él lentamente y me senté en la cama encarándolo. Me miró con una expresión en los ojos que no llegué a comprender. Era una mezcla extraña entre furia y tristeza.
- Estoy cansado de mantener mis instintos a ralla, ahora voy a hacer lo que quiero hacer – susurró.
Cuando termino de decirlo se abalanzó sobre mi. Yo cerré los ojos y caí tendida de espaldas sobre la cama esperando mi final
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