Me levanté y me desperecé un poco, tomé de mi morral mi bolsito de maquillaje y me abroché el cinturón. Cepillé un poco mi cabello y como era un desastre decidí hacerme una trenza medio suelta de lado y la dejé sobre mi hombro izquierdo. Mi piel era muy pálida, a pesar que en mi casa hacía muchísimo sol, por lo que solo me coloqué un poco de polvo y mi infaltable chapstick. Cuando al fin aterrizamos, fui la primera en bajar y a penas salí del pasillo con Mónica vi a unas personas que sostenían un cartelito con un “SWAN” escrito en medio. En este momento fue que me dí cuenta, ya no era la niña consentida cerebrito de la escuela, esa niña se había graduado y ahora iba a comenzar a vivir sola en un país nuevo y con personas nuevas. Todo en mi vida iba a cambar de ahora en adelante… Menos mal que dominaba el inglés a la perfección. Mónica me acompañó a inmigración y después me despedí de ella. Lentamente caminé hacia las personas que sostenían aquel cartel que tenía mi apellido. Al verme una de los hombres salió a mi encuentro.
-Muy buenos días Isabella- dijo mientras sacudía mi mano- yo soy el rector de la Escuela de Odontología Randall Jackson, es un placer conocerte- dijo sonriéndome.
-Igualmente- dije sonriendo- pero por favor, dígame Bella.
-Por su puesto Bella, estamos encantados de recibirte hoy. Supimos que tuviste algunos inconvenientes con algunos papeles, pero nos alegra que los hayas podido solucionar a tiempo- dijo sin dejar de sonreírme.
- Si bueno, fue complicado, pero de verdad que quería venir a estudiar aquí.- dije sinceramente.
-Nos alegra que pudieses llegar hoy sábado querida- dijo una mujer mientras se acercaba a donde me encontraba- ayer se asignaron las habitaciones a los todos los chicos de primer semestre y ya tus compañeras están en el apartamento- dijo seria.
-¿TENGO COMPAÑERAS DE APARTAMENTO?- pregunté un poco más alto de lo que quería.
-Sí, son dos- dijo sonriendo la señora- sus apellidos son Hale y Cullen, pero ya las conocerás- terminó
-¿Qué esperamos entonces?- preguntó entusiasmado el señor Randall.
Antes de salir del aeropuerto de Washington, tomé mis maletas y mi morral y me fui con ellos en un lujoso carro. Durante el camino me dijeron el nombre de todos los lugares importantes por los que íbamos pasando y a pesar de la fina lluvia que estaba cayendo sobre nosotros, todo se veía absolutamente hermoso y nuevo, sobre todo nuevo. No podía evitar los nervios que estaba sintiendo en este momento, sentía que mi corazón iba a más de 1000 km/h y estaba segura que se podía escuchar su sonido por todo el carro. De repente el paisaje cambió, ya no se veían edificios sino una cantidad interminable de color verde por todos lados, esto si era impresionante. El flujo de carros también había disminuido y luego de unos minutos llegamos a un gran portón que tenía encima un gran “University of Washington” en hierro forjado y en una de las paredes había un lobo azul pintado, supuse que esa sería la mascota de la universidad. Al atravesar el portón me encontraba más nerviosa que antes, y creo que todos en el carro se dieron cuenta.
-Tranquila Bella- me dijo el Señor Randall- vamos a ir a dejar tus papeles en secretaría para que se hagan cargo de todo y luego te llevamos a tu sector ¿sí?- preguntó sonriéndome.
-Está bien- dije medio ahogada, todavía no me recuperaba del nerviosismo.
Pasamos a través del campus y llegamos a un gran edificio, nos bajamos del campo y la señora Kidney me pidió mis papeles, ella se iba a encargar de todo lo referido a mi beca y mi papeleo de la universidad. Después de unos minutos esperando afuera de la oficina viendo todos los cuadros y estantes que estaban cerca, salió la señora Kidney con una sonrisa en su rostro.
-Bella, tus papeles están en orden, tus clases comienzan el miércoles, pero vamos a necesitar que vengas el lunes a buscar tu horario y la beca del mes de septiembre- terminó sonriendo.
-Claro, aquí estaré a primera hora en la mañana el lunes- dije sonriendo yo también.
Después de despedirme de la señora Kidney y del señor Randall, salí del edificio y me subí al lujoso carro con el chofer.
-Señorita Bella, éste es su sector- dijo mientras delante de mis ojos se abrían pasos montones de edificios de tres plantas y en las calles se podían ver algunos estudiantes llegando. Nos paramos frente a un hermoso edificio, me ayudó a bajar las maletas del cajón, me dio un papel y una llave y me dejó sola con mis dos maletas. Me había quedado viendo al edificio tanto tiempo que no me di cuenta de cuando se fue el chofer.
|