La Ciudad de las Bestias

Autor: Sheresadek
Género: + 18
Fecha Creación: 08/06/2013
Fecha Actualización: 24/06/2013
Finalizado: NO
Votos: 6
Comentarios: 8
Visitas: 5203
Capítulos: 4

Edward Cullen esta atrapado en la vida, congelado en el tiempo, el un inmortal Pura sangre convertido por una seductora mujer que escapo al morderlo, el juro vengarse de ella, años despues en el mismo lugar, en la misma fecha conoce a una mujer identica a su creadora, el decide tomar su venganza, torturarla lentamente, hacerla sufrir e ir matando todo sentimiento de su corazon hasta dejarla vacia para luego matarla.... ¿Pero y si fuese la mujer equivocada?

Cien años después, la misma plaza, la misma hora y el mismo hombre, convertido en un  inmortal.

Aquel joven se convirtió en un hombre, en un depredador, otra bestia. Live Hill estaba llena de ellas, en aquel pueblo parecía que nunca iba a envejecer. El tiempo no pasaba por aquellas murallas de piedra ni por las gárgolas del castillo. Seguía joven y atractiva para todos los que la visitaban.

Live Hill era el centro del turismo para las agencias de viajes, una hermosa villa llena de creencias y mitología, una villa victoriana.

El joven se había convertido en un asesino por naturaleza, aunque él no quisiera hacerlo estaba en su instinto, la sangre era lo único que importaba, para las criaturas como el, convertidos en inmortales por Pura sangre, el tiempo era relativo. Mientras existiese la oscuridad y la sangre humana todo estaría bien.

Ahora sentado en aquella fuente, en la misma época de su conversión, miraba la nieve caer y adornar aquella plaza convirtiéndola en hielo y hermosura.

en la misma plaza en donde Edward fue condenado, la encontró, estaba sentada en la fuente. El pasado y el presente se encontraron de nuevo en una danza de odio y confusión.

Tenía un vestido rojo, rasgado, ¿Una gitana? Su sangre…. Su sangre era, era un tabú para los inmortales. Ella estaba Sucia.

Sus curvas sensuales, y cuando ella se puso frente a frente al notar su presencia, él pensó que moriría, aquella mirada aceituna, esos labios rojos, ese gesto felino. Pero había algo diferente y el no podía notarlo. Era ella, pero de otra forma. No importaba, la haría pagar, así se muriera por poseerla, la castigaría, la torturaría y la marcaria.

Ella lo miraba confundido, ¿No lo recordaba?, no recordaba a aquel joven al que condeno, pues entonces la haría recordar.

En un movimiento rápido la tuvo inmovilizada contra el suelo, ella intentaba forcejar e incluso le dio una buena patada, pero nada le detendría de su propósito.

— ¿Quién eres? —pregunto ella furiosa intentando salirse de su agarre.

 

 

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Capítulo 2: La Ciudad de las Bestias

La Ciudad de las Bestias.

Beteado por Sarai J.G, Betas FFAD.

 

Un chico de 17 años camina por las solitarias calles de Live Hill, una hermosa ciudad que aún conserva el estilo Victoriano, esa chispa mágica que atrae a los turistas. Conservaba esa antigüedad que le daba ese encanto escurridizo. La Villa se encontraba en las afueras de Francia, pero era tan pequeña en el inmenso país que no estaba dibujada en el mapa.

Aquel chico no imaginaba lo que iba a pasarle esa noche tan fría, el invierno azotaba con furia la villa, congelando la costa y volviéndola un mar de hielo.

Su casa quedaba del otro lado de los callejones, y a pesar de las suaves advertencias que su madre le daba con respecto al toque de queda para todos los ciudadanos que habían estado en el consejo y sabían el oscuro secreto de la villa el salió de noche.

Bajo su propia responsabilidad.

Los callejones le dejaron en una pequeña plaza con dos salidas, ambas completamente opuestas la una con la otra, en el medio de la plaza estaba una fuente de agua helada y cristalina que se tornaba de colores con el reflejo de la luna.

En aquella fuente estaba una mujer sentada de espaldas a él, su cabello era de color negro, como la noche misma, su piel era pálida como la nieve que se adhería a su vestido rasgado y lleno de sangre, este era de un color gris.

El joven se acercó intrigado por la belleza de esa mujer, cuando estuvo lo suficientemente cerca jadeo cuando esta se voltio a mirarlo.

Sus ojos eran de un color verde aceituna, brillante y curioso, adictivo, su tez era felina. Su mirada parecía la de una gata a punto de atacar a un ratón. Sus labios color rojo sangre se curvaron en una sonrisa maligna, la joven lo ataco sin preámbulo, se lanzó sobre el chico con verdaderas ganas, el intento quitársela de encima pero era imposible, la joven poseía una fuerza diabólica. Le inmovilizo las manos sobre su cabeza y con un suspiro hablo.

—Espero que sobrevivas, eres muy hermoso niño, como un pequeño y frágil cascanueces—susurro para luego con una seducción innata clavo sus dientes afilados de pronto en el blanco cuello del joven, este no pudo gritar sintió un placer enorme, pero mientras ella succionaba su sangre de una manera animal, el placer se fue transformando en un dolor  enorme, y el dolor, se transformó en un fuego que le consumía.

El joven tenía atada la garganta en un nudo de espinas, no podía pedir ayuda, solo estaba allí tirado, esperando que la mujer se saciara.

Entonces pensó en las advertencias de su madre, pensó y recordó aquellos cuentos de terror donde su madre se refería a aquella villa de ensueño, de grandes lagunas y hermosas colinas, como algo oscuro y solitario, recordó el nombre que ella le había puesto. La Ciudad de las Bestias.

Ella se levantó y él se quedó allí respirando con dificultad, todo era abstracto ahora, el dolor y la quemazón le quemaban pero jamás, podría olvidar el rostro de aquella mujer, nunca olvidaría el color y la maldad de su mirada.

Cien años después, la misma plaza, la misma hora y el mismo hombre, convertido en un  inmortal.

Aquel joven se convirtió en un hombre, en un depredador, otra bestia. Live Hill estaba llena de ellas, en aquel pueblo parecía que nunca iba a envejecer. El tiempo no pasaba por aquellas murallas de piedra ni por las gárgolas del castillo. Seguía joven y atractiva para todos los que la visitaban.

Live Hill era el centro del turismo para las agencias de viajes, una hermosa villa llena de creencias y mitología, una villa victoriana.

El joven se había convertido en un asesino por naturaleza, aunque él no quisiera hacerlo estaba en su instinto, la sangre era lo único que importaba, para las criaturas como el, convertidos en inmortales por Pura sangre, el tiempo era relativo. Mientras existiese la oscuridad y la sangre humana todo estaría bien.

El joven se llamaba Edwarrd Masen y formaba parte del antiguo consejo de la villa. Un consejo muy conservador lleno de criaturas seductoras y enigmáticas.

Liderada por inmortales, seguidos por los Licántropos, las brujas y las diosas bajas.

Edward era un miembro respetable de la villa, habitaba en una de las viejas mansiones del lado este, solitario y ermitaño se había convertido en lo que era y había evolucionado con un solo propósito, encontrar a la misteriosa mujer y esclavizarla de por vida por haberlo condenado a ser un inmortal.

Vivía en aquel castillo con su fiel sirviente, un inmortal de sangre sucia. Jasper, su único y verdadero amigo, a pesar de venir de linajes tan distintos ambos se entendían a la perfección, si en alguien se permitía confiar era en Jasper.

Era dueño de una gran parte de la Villa, del lado Este y parte del lado sur. En todos estos años había perfeccionado sus habilidades, se había convertido en un maestro de la inmortalidad, había explotado todo lo que esta pudo darle. Era la perfección de su raza.

Ahora sentado en aquella fuente, en la misma época de su conversión, miraba la nieve caer y adornar aquella plaza convirtiéndola en hielo y hermosura.

Allí sentado observando el crepúsculo sintió una presencia a sus espaldas, se voltio confuso y miro a una joven de cabellos dorados, de ojos azules y de labios carnosos, vestía un abrigo negro, que le cubría el cuerpo hasta las rodillas, traía una licra debajo de un color azul Rey. Usaba guantes, gorro y bufanda pero lo que más le llamo la atención fue el aroma de su sangre, seductor, un aroma nunca antes olfateado, era misterioso y atractivo, lo hizo perder el control ante la joven de unos diecisiete años, la misma edad a la que él fue condenado. Se acercó lentamente a ella hasta acorralarla contra una pared, ella no musticio palabra, lo miraba embelesada, ella también estaba atraída hacia él. Era algo más allá de lo físico, algo en ella le llamaba.

Busco su mirada y se permitió fundirse en ella, supo que tenía que ser suya. Supo que ella era su consorte cuando aquellos labios pronunciaron su nombre sin saberlo.

—Edward—dijo con voz ahogada.

—Espero que sobrevivas, eres muy hermosa…—repitió las mismas palabras que a él le fueron dichas, arranco la bufanda de color rojo y la mordió, lentamente disfrutando de aquel elixir mágico que le parecía adictivo, quería dejarla sin latidos, quería absorber su alma, pero sabía que debía parar, ella no era una chica cualquiera. Ella estaba destinada.

La tomo en brazos cuando consiguió parar, su corazón latía lento, muy lento. Corrió por los bosques hasta llegar a su castillo. Llamo a Louis quien lo miro curioso, tendría una Ama por fin.

La dejaron en la cama, Edward le quito la ropa y le puso un suave vestido blanco que era de su madre, la encerró con llave y se sentó a esperar los gritos, gritos que llegaron vigorosos. La transformación estaba en su etapa Cumbre.

Al amanecer, la Joven, yacía exhausta de tanto gritar del dolor, pero aquel dolor que la consumía fue su salvación, cuando el sol estuvo en su punto máximo, el dolor mitigo y el cambio estuvo completo, La joven se convirtió en una hermosa inmortal, sus rasgos de afinaron, su cuerpo se moldeo, su piel se convirtió en hielo y su corazón se congelo en un mar negro. Cuando abrió los ojos, ojos que se volvieron felinos y amenazantes miraron por primera vez el mundo exterior. Edward se permitió entrar cuando aquel corazón que lo atormentaba cada segundo dejo de latir y se encontró con una mujer hermosa que lo miraba con curiosidad y con algo de morbo.

— ¿Cómo te llamas? —le pregunto el a su Consorte, la esposa que siempre soñó. La mujer que le haría olvidar su dolor.

—Tayna—Susurro ella, su voz se había convertido en un sonido extraño para ella, el no dijo más nada, no fue necesario, se acercó hasta que estuviesen lo suficientemente cerca como para que sus alientos se mezclaran, la beso, la beso con necesidad. Todas las respuestas a las preguntas de la joven fueron respondidas en aquel beso, no hacían falta las palabras en aquel momento, todo sobraba.

Tayna y Edward se entregaron todo, se entregaron ellos mismos en una pasión que no tenía límites ni tiempo. Elisabetta y su Esposo siempre parecían querer más el uno del otro. No había tiempos malos. Después de ese amanecer nunca los hubo.

Se amaban de una manera obsesiva y carnal, se amaban con sangre y fuego. No había más nada.

Se amaban a su manera, se amaban de esa manera porque nunca habían conocido alguna otra, Tayna, empezó a querer más, más de lo que Edward podía darle, Tayna era hermosa, sensual y adictiva. No había porque parar ni detenerse ante nada, Vivian llenos de lujuria, las noches era para ellos y los días también. Los años no parecían pasar de la misma manera. El tiempo dejo de ser importante.

Pero una noche, una fecha, era la misma noche, el mismo mes y en la misma plaza en donde Edward fue condenado, la encontró, estaba sentada en la fuente. El pasado y el presente se encontraron de nuevo en una danza de odio y confusión.

Capítulo 1: Prologo Capítulo 3: La estirpe Sucia.

 


 


 
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