
Incluso la elección correcta tiene consecuencias, no elegir también tiene consecuencias.
Eso es una lección fundamental para madurar.
Stephenie Meyer.
BELLA POV
Mi hermana Alexandra y yo estábamos listas, a punto de salir a conquistar la pista de la fiesta. Mi escuela había organizado un festejo adelantado de halloween, aún faltaba una semana para la fecha. Además, coincidía con la semana de descanso que tenía Alex, sería nuestra salida perfecta.
Alex era mi hermana mayor por nueve meses, siempre me decía “tú siempre tan adelantada”; yo había nacido antes de tiempo. Éramos muy unidas, ella era la mejor hermana y amiga del mundo. Sólo podía recordar una vez en la que nos hubiéramos peleado y dejado de hablar. Alexandra había elegido una universidad en un estado vecino y casi no nos veíamos. Teníamos un plan de estudios muy similar y nuestras fechas de descanso coincidían casi siempre.
Por suerte tenía a Alice, mi mejor amiga. Desde la preparatoria Alice, Alex y yo éramos muy unidas, como las tres mosqueteras.
-Aún no entiendo a Alice, ¿por qué no va con nosotras?- dijo Alex mientras acomodaba su extensa cabellera, viéndose al espejo.
-Ale, ya sabes cómo es de selectiva. Además dijo que “no conocía a nadie” y que “estaría muy incómoda”- dije ironizando sus palabras.
-¡Va! ¡Tonterías!
-Ya, Alex. ¿Me echarás a perder tu visita con reclamos para Alice?- dije haciéndole mi mejor puchero.
-No, tienes razón, chaparra- Alexandra era mucho más alta que yo, ni con mis tacones de 13 cm. la alcanzaba.
Alex iba disfrazada de una sexy gatita. Traía su largo cabello suelto en una preciosa melena color azabache; una faldita negra, vaporosa, de tul que dejaba al descubierto sus largas piernas; un corsé negro, con brillos negros y unos delicados tirantes; usaba unas botas puntiagudas, negras, de tubo alto y con mucho tacón; yo le había puesto unas largas uñas acrílicas, negras; el toque final lo daban su antifaz negro y brillante, su diadema de orejitas y la cola de tela pegada a su falda.
Mi disfraz era de colegiala sexy. Usaba una faldita, con peto de mezclilla y tres holanes, intercalando los colores azul y blanco; calcetas altas, color blanco; zapatos de tacón, puntiagudos, de charol y negros; una blusa blanca, abierta de los tres últimos botones inferiores; una corbatita azul; el cabello lacio y acomodado en una coleta de lado; unos lentes de utilería y una paleta redonda de caramelo rojo.
Nos fuimos al lugar con un amigo de mi hermana; la fiesta sería en un club cerca del centro. Cuando llegamos el ambiente era malo, pero poco a poco la música comenzó a mejorar y la gente se animaba más. Después de un par de cocteles, yo estaba a media pista bailando con mi hermana y su amigo. Varias personas se interpusieron entre nosotros y sin dejar de bailar traté de llegar de nuevo a su lado, pero no los encontré; no había caído en cuenta de lo lleno que estaba el pequeño local, hasta ese momento. Movía mis caderas al son de la música, viendo hacia todos lados, buscando a Alex y a su amigo; de repente sentí una gruesa mano posarse sobre mi estómago para jalarme hacia atrás. Al principio me asusté y pegué un gritito de sorpresa.
-¿Bailamos, preciosa?- susurró una voz ronca sensual. Sonreí.
Giré mi cabeza hacia un lado pero no lo vi. Asentí y recargué mi espalda por completo sobre su pecho. Batí mis caderas como lo estaba haciendo hacía un rato, pero ahora rozándome contra él. Bajé lentamente moviéndome hacia los lados y girando la cadera, luego subí de golpe, pegándome hacia él y luego seguí bailando. Él sólo apretaba mi cadera con sus manos, sintiendo cada uno de los golpes que daba con ella, pero luego de un rato las dejó vagar por mis piernas y mis costados. Cada vez había menos espacio entre nosotros, nuestras respiraciones eran pesadas, estábamos que ardíamos y nos contoneábamos como uno solo. A pesar de que afuera hacía un poco de frío en ese preciso momento sentía que el lugar estaba envuelto en una densa capa de calor.
Comenzó a subir sus manos desde mi cadera, por mi estómago y cuando estaba a punto de tocar mis pechos… me giré en un movimiento rápido, encarándolo. Levanté las cejas y sonreí, recordaba esa cara, en algún lugar la había visto. El chico me rodeó en un abrazo estrecho, recargó su frente contra la mía, nuestras narices se rozaban y nuestros ojos se conectaban en un electrizante deseo. ¡Bingo!, su mirada; esos ojos tan oscuros que parecían negros como una noche sin estrellas, tan chispeantes, pícaros y atractivos. La mirada que me tenía amarrada era de un chico que recordaba como un pequeño niño que jugaba siempre cerca de mí y que a mitad del tercer curso se fue.
-Jacob- susurré segura.
-¿Me conoces?- asentí y sonreí -¿De dónde?
-¿Primaria?- él rió encantadoramente.
-Así que éramos compañeritos de primaria- ahora fue mi turno de reír –Y… ¿cuál es tu nombre?
-Isabella.
-¡Isabella! ¿Me permites decirte que estás encantadora?- reí de nuevo.
Puso su cara en mi cuello, comenzó a dar tortuosos besos y no pude más que cerrar los ojos para disfrutar. Me dejé envolver por la música y por el momento. Comenzó a rozar sus labios por mi piel, besó mis mejillas y cuando estuvo a punto de besar mis labios eché la cabeza hacia atrás.
-Espera, ¿tienes novia?- pregunté alzando una ceja, después del baile que habíamos interpretado era estúpido preguntar.
-No y tampoco estoy casado- entrecerré los ojos.
-¿Debería creerte?
-Por supuesto.
Sonreí y permití que se acercara a mí hasta que posó sus labios sobre los míos. El roce era delicioso, no tardó mucho en explorar mi boca con su lengua y provocar que lo acercara a mí tomándolo del cabello. Sus besos eran enloquecedores y embriagantes. En un momento que no logro precisar con exactitud, terminamos sentados en lo más alejado de la pista, disfrutando de la compañía, tomando algo y besándonos apasionadamente. De un momento a otro un bochorno apasionado se apoderó de nosotros, dejándome sentada a horcadas sobre él mientras nos devorábamos sin compasión bajo el resguardo de la oscuridad.
-Vamos a dar una vuelta- propuso después de torturar mi cuello y juguetear con mi cabello -¿Eh? ¿Qué dices?- dijo para después entretenerse mordisqueando el lóbulo de mi oreja.
-Ajá.
-¿Eso es un sí?
-Sí.
Me ayudó a ponerme de pie y salimos tomados de las manos. Jacob tenía un auto lindo, con un sonido espectacular que me provocaba seguir bailando. No estaba totalmente ebria, sólo me sentía un poco mareada, atrevida y animada.
-¿A dónde vamos?- preguntó poniendo una mano sobre mi rodilla.
-No sé.
-¿Quieres que vayamos a tu casa?
-No.
-¿Por qué no?
-Porque no quiero. Vamos a otro lugar- volteó a verme y luego sonrió.
-¿Te parece bien si vamos a la mía?- dijo paseando su mano por mi pierna.
-Sí- dije sonriéndole.
Llegamos a una casa en una zona residencial al oriente de la ciudad. Estacionó en la cochera de una linda casa de dos plantas color amarillo claro. Entramos a una sala moderna y de muy buen gusto. Me puse cómoda en uno de los enormes sillones de la sala, mientras seguía sus movimientos con la mirada.
-¿Vives tú sólo?- pregunté con curiosidad.
-Sí. Ésta es mi casa.
-Es linda- dije poniéndome más cómoda.
-¿Te ofrezco algo de tomar?
-No, gracias.
Encendió el equipo de sonido, me invitó a bailar de nuevo con una sonrisa arrebatadora, tomé su mano y me puse de pie para seguir con nuestra fiesta. La música moderna nos invitaba a retomar el sensual baile que habíamos tenido minutos antes.
-¿Cómo estás?- murmuró sensualmente en mi oído.
-Estupendamente- respondí.
-Cuando quieras irte me dices y te llevo a tu casa- sólo asentí y seguimos bailando.
Nos besamos de nuevo, con más intensidad que antes, nos movimos hasta que mis piernas chocaron con algo y caí sentada sobre una superficie esponjosa. Jacob me fue recostando en el sofá, se acomodó entre mis piernas mientras se deleitaba acariciando mis muslos que habían quedado libres al subirse mi diminuta falda hasta la cadera. Sabía que aquello no era lo más correcto, pero ¿quién podía negarse a un poco de diversión?
Jacob se incorporó, me ayudó a sentarme mientras sus manos codiciosas se paseaban por mi espalda y las mías desabrochaban su camisa. Quedó acomodado con mis piernas a su alrededor, dejé que mi tacto erizara su piel, pasé mis dedos por su esculpido abdomen y su bien marcado pecho. La fricción entre nuestros cuerpos se hacía más urgente cada que un nuevo trozo de piel quedaba al descubierto. Después de un tiempo que me pareció eterno se puso de pie, conmigo colgada de su cuello y mis piernas fuertemente enredadas a su cadera. Sin dejar de besarme abrió una puerta y caminó hasta que me dejó suavemente sobre el colchón de la cama.
Entre risas y miradas coquetas hicimos desaparecer nuestra ropa por completo. Sin más preliminares ni contemplaciones nos entregamos como un par de animales en celo, nos exploramos hasta quedar extasiados de placer una y otra vez. El grito sublime de saber que había llegado a la cima de una exquisita sensación, me desgarró como un rayo de energía desde adentro. Caí exhausta después de una extensiva serie de faenas, cerré los ojos, me sentí atraída por un par de brazos fuertes, me acomodé sobre su pecho y dormí plácidamente.
Un leve piquete en la sien me hizo abrir los ojos lentamente. Odiaba despertar por culpa de una jaqueca. Lo primero que vi fue la mirada de Jacob recorriéndome por completo, alargó una mano para acariciar mi rostro, se acercó lentamente y me besó lento, delicioso. Fui consciente de lo que había hecho y me senté de golpe.
-Hola, hermosa- dijo sonriéndome.
-Hola. ¿Qué hora es?
-Casi las cuatro.
-¿¡Qué!?- dije levantándome de la cama y recogiendo mis cosas. No sentí vergüenza o pudor porque me viera desnuda, ¿qué más daba?
-¿Qué pasa, Isabella? Aún es temprano, ni siquiera ha amanecido.
-Necesito irme, ¿puedes llevarme?
-Claro, pero antes…- se acercó y me tomó de la cintura para besarme.
-Mmm… no- dije separándome –En serio, tengo que irme. Otro día, ¿sí?
-¿Lo prometes?
-Sí, Jacob. Después nos vemos. Pero ahora llévame a mi casa.
-Está bien. Te espero afuera.
Me besó de nuevo y luego me dejó sola para que me cambiara. Me puse el disfraz de nuevo, entré a baño y arreglé mi aspecto frente al espejo lo mejor que pude. Cuando salí Jacob me esperaba en la sala con un gran vaso térmico con café.
-Gracias- susurré cuando lo tomé entre mis manos.
-Vamos- dijo dándome mi pequeño bolso e invitándome a salir.
Le di indicaciones de cómo llegar a la casa de Alice. Él creía que era mi casa, pero no importaba. Tenía que idear una tregua para que mi madre no se enterara y me pusiera una buena regañada. Tomé mi teléfono celular y marqué el número de Alice.
-¡Por el amor de Dios! ¿¡Dónde estás metida!? ¿¡Tienes idea de cómo me tiene Alex!? ¡Ya no sabe cómo excusarse con tu mamá! ¡Y ya no sé ni cómo sacarme a Rose de encima! Espera… ¿Estás bien?
-¿Puedes abrir la puerta del patio? Ya casi llego.
-¡Tonta! ¡Y encima tengo que lidiar contigo!
-Ok, nos vemos más al rato.
-Isabella ni se te ocurra col…- le colgué.
-¿Todo bien?- preguntó Jacob.
-Sí, ¿por qué?- negó haciendo una mueca.
-Bueno, has estado muy pensativa y seria desde que salimos de mi casa.
-Generalmente soy seria- afirmé. Él alzó una ceja como si no lo creyera.
-¿Tú, seria?
-Sí, seria. Aunque a veces alocada- sonreí, gesto que él correspondió de igual manera. Jacob me tomó de la mano –Es esa- le apunté la casa de Alice.
-Bueno… a salvo y en la puerta de tu casa.
-Gracias por traerme… y por el café cargado- dije alzando mi vaso.
-De nada- puse la mano en la manija de la puerta -¡Hey! Espera.
-¿Qué?
-No me has dado tu número ni tampoco tienes el mío.
-Ah.
Le di mi teléfono celular y él me dio el suyo. Tecleamos los números y los guardamos en nuestros celulares.
-Listo- dije poniendo el suyo en el tablero.
-Aquí está- dijo dándome el mío.
Cuando puse mi mano sobre la suya para recuperar mi celular me atrapó y con su mano libre me acercó a él por la cintura. Me besó con intensidad y fuerza. Correspondí acariciando su cabello con mi otra mano.
-Adiós - murmuré sobre sus labios.
- Nos vemos luego.
Me bajé del auto, me despedí con una mano y reí cuando vi que me lanzó un beso. Abrí la puerta, vi a Alice en pijama dando vueltas por el jardín y hablando por teléfono.
-Oh, ya llegó. Le digo que te marque. Bye- dijo y colgó.
-Hola- sonreí y llevé el vaso del café a mi boca para dar un sorbo.
-¡¿Qué demonios estás creyendo?! ¡Alexandra no ha dejado de marcarme como loca! ¡Y Rosalie está a punto de correrme porque mi celular no deja de sonar!
-Cálmate, ya estoy aquí.
-Cálmate- dijo ironizando -¿¡Qué me calme!? ¿¡Cómo me pides que me calme!?
-Alice, mírame- dije poniendo mis manos a cada lado de su rostro –Ya estoy aquí, estoy bien. Tranquila- la abracé.
-Estúpida- murmuró correspondiendo reticente a mi abrazo.
-Gracias. ¿Puedo entrar?, tengo sueño- asintió.
-Más tarde hablaremos- amenazó. Hice un saludo militar y entramos a la casa.
-Llama a tu hermana antes de irte a dormir- dijo Rosalie cuando nos vio aparecer en la cocina. Ella se dirigía a su recámara con un vaso de agua –No me ha dejado dormir- acusó viéndome con fastidio. Asentí y agaché la mirada.
Rosalie era la hermana mayor de Alice. No se parecían prácticamente en nada. Rose era igual que su papá y Alice que su mamá. Rose era casi igual de alta que mi hermana, rubia, cabello largo y ligeramente ondulado, de piel blanca, mejillas sonrosadas, sonrisa perfecta, ojos azules y un cuerpo de infarto. En cambio, mi amiga era casi de mi estatura, blanca, de cabello negro azabache, lacio y corto; y sus ojos eran de un extraño y bonito color verde oliva.
-Báñate, ¿no? No quiero que apestes mi cama- dijo cuando estaba por entrar a su habitación. Le saqué la lengua y fui hacia el baño.
Abrí las llaves y templé el agua hasta que estuvo en el punto perfecto, me desvestí y luego entré bajo el chorro apenas humeante. En cuanto el agua hizo contacto con mi piel me sentí ligeramente relajada, hasta que dejé caer los hombros y disfruté de la sensación.
-Aquí voy a dejar tus cosas- dijo Alice del otro lado del cancel.
-Gracias- murmuré mientras me enjabonaba ligeramente.
-Bella… ¿no deberías estarte bañando con agua fría?- el vapor inundaba el cuarto de baño.
-Gracias, Alice- dije dando por terminado el tema, bufó y cerró la puerta.
Cuando salí del baño prácticamente me arrastré hacia la habitación. Traía puesta una de mis pijamas favoritas: de dos piezas, de tela suave y esponjosa, calientita, con unas calcetas peludas y unas pantuflas de vaca. Me hice una coleta desaliñada, cuando hacía el ademán de querer acostarme Alice entró a la habitación y me lanzó mi teléfono celular.
-Llámala- hice un puchero –No me importa si te mueres de sueño, nadie te manda andar de “disoluta” quien sabe en dónde- bufé, me senté mientras ella se ponía cómoda y me daba la espalda.
-Tonta- contestó Alex al segundo tono.
-Lo siento. Ya estoy a punto de dormir, estoy con Alice y estoy bien.
-Más tarde hablamos- sentenció –Mamá llamó en cuanto le dije por mensaje que “habíamos” llegado y no ha dejado de molestar pidiendo que te ponga al teléfono.
-¿Qué le dijiste?
-Que te embriagaste hasta caer botada en la alfombra de tu recámara.
-Gracias, Ale. Te debo una.
-¿Una? Con ésta ya me debes cómo mil. Más tarde hablamos.
-Sí.
-Tonta.
-Te quiero.
-Yo más. Descansa, tonta- dijo en un tono aliviado. Sonreí.
-Igualmente- dije y colgó la llamada.
Me acosté de frente a Alice, suspiré y me puse cómoda.
-¿Alice?
-¿Humm?
-¿Me das tu mano?- se giró pesadamente para quedar de frente a mí, suspiró y acercó su mano.
-¿Otra vez has tenido pesadillas?
-Sí.
-Pues así tendrás la conciencia.
-Claro- contesté con sarcasmo.
-¿Sabías que eres una niña muy consentida?- dijo cuando tomé su mano entre la mía.
-Claro… y tú me consientes igual que todos.
-Tonta.
-Boba.
-Malcriada.
-Aguafiestas.
-Estúpida.
-Buenas noches.
-Hasta mañana- nos dio una risita tonta y después nos dejamos envolver en los brazos de Morfeo.
Despertamos después de medio día. Rosalie no estaba pero dejó una nota en la mesa indicándonos que había dejado comida en el horno. Nos sentamos a desayunar con calma entre pláticas triviales.
-¿Desayuno a las 2 de la tarde?- dije burlona antes de echarme un bocado a la boca.
-Somos unas descaradas- dijo Alice restándole importancia y haciéndome reír –Y… ¿qué tal tu “cruda” realidad? ¿Muy mal?- negué.
-Nop.
-¿No?
-Bueno, tengo sueño y estoy cansada. Pero no me siento mal.
-Cansada, ¿eh? ¿Qué pasó?- cuestionó con mirada inquisidora.
-¿A qué hora va a llegar tu mamá? Hace mucho que no la veo.
-¡No me cambies la conversación!- dijo dándome un pequeño empujón juguetón -¡Dime!
La miré por un rato, la sangre hirvió en mi rostro y agaché la mirada.
-¡Oh! ¡Isabella! ¡Eres…!
-¡Silencio!- dije moviendo mi comida como si fuera lo más entretenido del mundo.
-¿Quién es? ¿Cómo es? ¿Lo conozco?
-¡Alice!... bueno él es… es…
-¿Es… es?
-Se llama Jacob, no lo conoces pero yo sí…
-¡Sí, lo conoces MUY bien!- sonreí y seguí hablando.
-Es un muy viejo amigo. Es alto, moreno y guapo.
-“Alto, moreno y guapo”- dijo tratando de imitar mi voz -¡Por Dios! ¿Qué descripción es esa? Pero bueno, algún día lo conoceré.
-Claro.
-Por cierto, a la otra que quieras salir a un cinco letras avisa, ¿no?; o por lo menos despídete de tu acompañante. Debiste avisarle a Ale.
-Lo sé y lo siento.
-Muchachita libertina- dijo en son de burla.
-Mira nada más, el burro hablando de orejas.
Justo cuando iba a protestar el teléfono comenzó a sonar y entre risas Alice se levantó a contestar.
-¿Diga?- contestó muy animada – ¡Hola, Alex! Sí, ya te la paso- me tendió el teléfono.
-Buenos días, Ale.
-¡Descarada! ¡Ya es tarde! ¡Nada de buenos días!
-No es necesario que grites, no tengo resaca.
-¡En serio!
-¡Sí!- ambas reímos -¿Qué pasa?
-¿Qué pasa?, nada. Mejor dime… ¿qué pasó?
-Ammm…
-Las espero en el Mall que está cerca del centro en una hora.
-¿¡Qué!? ¡Pero ni siquiera…!
-No me importa. En una hora ahí. Adiós.
Miré a Alice con fastidio. Le dije que Alexandra nos esperaba en el Mall y salimos disparadas a alistamos. Apenas y alcanzaríamos a llegar. Nos vestimos en tiempo récord, corrimos hacia la cochera y Alice condujo como loca. Al llegar fuimos al área de restaurantes, Alice compró una botella de agua y nos sentamos a esperar en la mesa de siempre; Alex aún no llegaba.
-No me has dicho una cosa- dijo Alice frunciendo el ceño.
-¿Qué?
-¿Te cuidaste?
Mi mirada se quedó fija en un punto en la mesa, los recuerdos de la noche anterior fluyeron como una cascada de flashes, abrí los ojos como platos y alcé la vista lentamente. Alice me miró sorprendida y se dejó caer hacia atrás en su silla.
-¡Cómo eres de estúpida!- me regañó y la vi con pánico.
-¿Por qué?- dijo mi hermana detrás de mí.
-Por… que le dije que me comprara una malteada y sólo trajo su agua- dijo Alice muy convincente –Ahora tendré que levantarme por ella- dijo con fastidio poniéndose de pie.
Alice saludó a mi hermana, me dio una mirada de advertencia y se fue. Alex me dio un beso en la mejilla y ocupó el lugar en el que estaba mi amiga.
-¿Qué tienes que decirme?- preguntó y yo la miré por un rato.
Compuse mi postura y comencé con el relato para mi hermana. Media hora después Alice llegó con su malteada y se sentó para poner atención a mis palabras. Les conté todo lo que había pasado, claro, omitiendo muchos detalles; ellas estuvieron atentas en todo momento y me regañaron hasta que su lista de insultos se agotó. Después me dieron un sermón sobre ser responsable y avisar en dónde me encuentro, que nos tomó poco más de una hora. Luego dimos una vuelta por las tiendas y compramos un par de cosas.
-¿En qué vienes?- le preguntó Alice a mi hermana.
-En taxi. Sabía que ustedes traerían auto así que ahora… vamos a casa de tía Lichi- mi amiga y yo sonreímos y nos encaminamos hacia el estacionamiento.
Tía Lichi, en realidad era tía Silvia, pero desde que era niña yo le había puesto el apodo y ahora todos le decíamos así. Era la hermana de mi madre y una segunda madre para mi hermana y para mí. Alex y yo crecimos bajo su cuidado y el de mi fallecido tío, Rafael. Mi tía tenía tres hijos: mis primos gemelos Adelbert y Dereck, y mi prima Silvia. Los gemelos trabajaban fuera de la ciudad y casi no los veíamos, Adelbert era muy intenso y explosivo; en cambio Dereck era más calmado y comprensivo, tenía una linda novia en la ciudad en la que trabajaba y al parecer su relación iba muy en serio. Mi prima Sela, apodo que le decía desde niña, estaba casada y tenía una niña de seis años; aunque su matrimonio cada vez se veía más deteriorado y todo indicaba que pronto llegaría a su final.
Justo cuando Alice estacionó el coche, la puerta de enfrente se abrió y Emily, la hija de Sela, salió corriendo a recibirnos.
-¡Emy!- grité abriendo mis brazos y agachándome para cargarla.
-¡Tía, Bella!- chilló entusiasmada.
-¿Y para mí no hay ni un besito?- preguntó Alex haciéndose la indignada.
-¡Sí! ¡Y para tía Alice también!- dijo ganándose la sonrisa de las tres.
La niña pasó de brazo en brazo hasta que por fin logramos entrar a la casa. Lichi y Sela nos recibieron cálidamente, nos sentamos juntas a comer en el patio trasero mientras Emily jugaba con su nuevo cachorro. Pasamos un rato muy ameno entre bromas y pláticas de mujeres. Después de levantar los platos, Lichi se fue a su habitación y las demás nos quedamos en el jardín.
Alex y Alice se dedicaron a poner al tanto a Sela de lo que había pasado conmigo la noche anterior, mi prima no tardó en jugarme algunas bromas. Después de eso se encargaron de hacer comentarios en doble sentido a costa mía.
-¿Y cómo van las cosas con tu marido?- pregunté cuando la conversación se tornó más seria.
-Dudo que nos arreglemos- dijo resignada –creo que lo mejor será el divorcio- agachó la mirada.
-Sabes que te adoro y que cuentas conmigo, ¿verdad?- dijo mi hermana poniendo su mano sobre la de Sela en señal de apoyo.
-Y conmigo- dije poniendo también mi mano.
-Yo no soy “oficialmente” de la familia pero sabes que también puedes contar conmigo- dijo Alice poniendo su mano sobre la mía.
-Las adoro, nenas. Son lo máximo- dijo mi prima maternalmente.
Ale y Sela entraron a la casa mientras Alice y yo paseamos un rato por el jardín. Después de unos minutos nos sentamos en una banca entre los rosales de Lichi, luego de unos minutos de silencio Alice me tendió una cajita de pastillas. La tomé y volteé a ver a mi amiga interrogante.
-¿Es en serio?- pregunté.
-Sabes que no son “abortivas”- dijo severa.
-Sí, pero… son muchas hormonas ¿no?
-¡No seas ridícula y tómatelas de una maldita vez!
-¡Huy! Alice hoy está de malas.
-Estoy impaciente. Es tu culpa, siempre me agotas la paciencia con tus irresponsabilidades- la miré con un poco de enfado.
-Alice… el día que cometas un error me encargaré de recordarte por una semana lo humana que eres y…
-¡Ya! Está bien, lo siento. Pero… ¡me sacas de quicio!- le sonreí y me miró con reproche. Me tomé las benditas pastillas y la vi con los ojos entre cerrados por un rato -¿Qué?- preguntó haciéndose la ofendida.
-Me dolerá la cabeza.
-¡Pues da gracias a Dios si sólo te duele la cabeza!- me regañó y asentí –Sabes que lo hago porque te quiero- dijo pasando la mano por mi brazo, le sonreí y la abracé.
-Gracias- susurré.
Después de eso pasamos un rato más en casa de Lichi y nos fuimos. Alice nos dejó a Alex y a mí, luego ella se marchó a su casa.
Por más enredos sentimentales que tuviéramos, sabía que ellas tenían la razón. Fui muy estúpida, nunca debí ser tan irresponsable, no sabía nada de Jacob, ni sabía en qué estaba pensando cuando cedí a sus encantos. Ahora sólo rezaba porque mi estupidez no tuviera ningún tipo de consecuencia.
-¿Cuándo llega mamá?- le pregunté a mi hermana. Me abrió los ojos como platos -¿Qué?
-No lo puedo creer. ¿Qué tal si no fuera tu madre?
-¡Ya! Dime cuándo.
-Hoy.
-¿¡Qué!?
-Sí, hoy- dijo riendo.
Mi mamá trabajaba fuera de la ciudad de vez en cuando. Desde que murió papá se había encargado de trabajar muy duro para darnos todo a mi hermana y a mí. Gracias a ella podíamos darnos el “lujo” de estudiar lo que nos gustaba y en las mejores escuelas especializadas en nuestros ramos, mi hermana a la psicología y yo en la arquitectura.
Preparamos una elaborada cena para recibir a mamá. Terminamos con el tiempo justo para cambiarnos y servir la comida. Cuando bajamos las escaleras escuchamos el sonido de las llaves en la puerta principal, corrimos como niñas pequeñas y en cuanto ella dio un paso adentro nos abalanzamos en un abrazo.
-¡Hola, mis amores!- dijo dándonos un beso a cada una –Creo que ni cuando eran niñas me recibían así.
-Es que te fuiste mucho tiempo- dijo Ale.
-Sólo fueron dos semanas.
-Eso es mucho, mamá- dije.
Pasamos a cenar, nos pusimos al corriente de los últimos sucesos con mamá y después ella se fue a descansar. Alex y yo nos quedamos en la cocina lavando los platos sucios y hablando de trivialidades.
Entrada la noche mamá despertó, nos pidió que la acompañáramos a la estancia para ver una película, nos sentamos en el gran sofá que estaba frente a la televisión, mamá puso una película y nos quedamos con ella hasta muy tarde.
Al otro día Ale me despertó temprano para que no se me hiciera tarde para ir a la universidad, Alice pasó por mi puntual y nos fuimos a clase. Casualmente coincidimos con unos amigos entre clases y nos sentamos a charlar un rato con ellos.
Después de una exhaustiva jornada de estudios Alice y yo fuimos a comer a un pequeño restaurante cerca de ahí, luego nos fuimos a su casa para terminar los deberes de la escuela. A media tarde mi teléfono celular comenzó a sonar, estaba tan entretenida con la computadora que contesté sin mirar el identificador.
-¿Diga?
-Hola, Isabella- me saludaron del otro lado. Alice se acercó a mí con un tazón con palomitas de maíz, frunció el ceño y articuló con los labios “¿quién es?”
-¡Jacob!- dije sorprendida. Alice hizo un mohín y se dejó caer en su cama.
-¿Quieres salir conmigo el viernes en la noche? Como una cita- sonreí ante la mirada enfadada de Alice.
-Sí, sí quiero- dije pensando en lo que me depararía el viernes y después del viernes.
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Hola!!!! mis querid@s y hermos@s lector@s!!!!!!!!!
Aquí está la historia que les prometí, que tiene rato escrita y que les subiré semanalmente.
Besos de bombón.
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