Me Alegro de que FUeras tu... (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 22/09/2010
Fecha Actualización: 23/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 17
Visitas: 43983
Capítulos: 30

Rosalie Hale debe engendrar un heredero, o se verá sometida a la peligrosa furia sin límites de su hermanastro, Royce King II,  quien sufre la pérdida de su mal habida riqueza. Y el magnífico Emmett MacCarty es la perfecta elección para concebir a su hijo aunque para ello haya que encarcelar y violar al elegante caballero... Mientras tanto, Rosalie, prometiéndose a sí misma resistir, es traicionada por la terrible virilidad de Warrick, y este queda a su vez embrujado por la voluptuosa belleza de la dama. Así, mientras él planea una venganza adecuada, esperando ansiosamente el tiempo en que su captora llegue a ser su cautiva... empezará a sufrir el terrible tormento y el exquisito éxtasis de esta pasión.

Venganzas, drama, complicidad, amistad, pasión y amor....

Esta es una adaptación de la novela romantica Esclava del deseo escrita por Johanna Lindsey....

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Capítulo 2: CONOCIENDO A MI PRINCIPE AZUL

Llegaron a Kirkburough cuando se ponía el sol. Las puertas de la ciudad aún estaban abiertas, pero ellos se dirigieron a la torre. Rosalie observó que los altos muros de la gran fortaleza estaban teñidos con un resplandor rojo, un claro presagio de que ella misma estaba entrando en el infierno.

 

Royce había tenido la sensatez de guardar silencio durante el viaje de unos veinte kilómetros, pues Rosalie se sentía incapaz de medir sus palabras ante él. Legalmente, era su hermanastro y tutor, y nadie podía negar que había llegado a asumir esas dos funciones apelando a medios inmorales. Pero de no haber sido por su madre, Rosalie se habría revelado francamente y habría hecho algo para escapar de la situación en la que se hallaba. Creía que incluso podía ser capaz de matar a Royce, tanto lo odiaba después de lo que había sucedido aquel día. Pero no podía escapar, pues no le cabía la más mínima duda de que su madre sufriría horriblemente como castigo, y ya había sufrido bastante a manos de los d'King.

 

Ahora Rosalie comprendía más claramente por qué ella y su madre habían sido separadas de inmediato después de haber sido obligadas a salir de Tures hace tres años.  Si Rosalie y Anne se las hubiesen ingeniado para escapar juntas, podrían haber recibido ayuda de algunos de los poderosos personajes que se oponían a Stephen, como había sido el caso de Walter Hale. Probablemente Rosalie hubiese tenido que casarse para protegerse de los d'King, pero habría sido con un hombre elegido por ella misma.

 

Ahora, nada de todo eso importaba, estaba allí para contraer matrimonio al día siguiente. Si por lo menos su padre no la hubiese amado tanto, la habría casado adecuadamente a la tierna edad de catorce años, como hacían la mayoría de los nobles con sus hijas. Su prometido hubiese sido un hombre honorable. Habría esperado para consumar el matrimonio hasta que ella tuviese más edad y fuese capaz de tener hijos. Pero su padre no había deseado tentar con la naciente belleza de Rosalie al bondadoso señor, y tampoco había querido renunciar tan pronto a la compañía de su hija. Si al menos no hubiese salido a enfrentarse con el ejército de d'King, quizás aún estaría vivo. Habrían sitiado Tures, pero podrían haber escapado para Ír a la corte de Enrique incluso a la residencia de alguno de los señores que lo apoyaban.

Si por lo menos las leyes que afectaban a las mujeres hubieran sido respetadas, si por lo menos Enrique fuese rey... si por lo menos Royce muriese. Pero era demasiado tarde incluso para eso. Ella estaba bajo la guarda de Aro, es decir bajo el control real de Aro, como si ya estuviesen casados.

Rosalie se sentía abrumada por la desesperación mientras ascendía por la escalera que llevaba al Gran Salón. Era evidente que Royce no había mentido al hablar del poderío de Aro. Después de cruzar el gran patio, Rosalie contó nueve caballeros en la casa, y las torres y los muros estaban guarnecidos por soldados. Había más caballeros en el salón, donde las mesas estaban preparadas para la cena, con vajilla de oro y lienzos de fina calidad. Incluso los muros exhibían la riqueza del señor con sus inútiles armas de plata y oro lustrado, la mayoría tachonadas con finas joyas.

Había muchos criados, uno o más por cada huésped, pero en ellos Aro no malgastaba su dinero. Iban cubiertos con harapos, los cuerpos no muy limpios y se comportaban como individuos acobardados, hasta el punto de que les temblaban las manos y se les desorbitaban los ojos; no era de extrañar que fuese así. Mientras cruzaba el vestíbulo para acercarse al estrado donde Aro se sentaba como un rey en la sala de audiencias Rosalie vio a tres criados esposados, sin motivo aparente, v uno había recibido golpes tan fuertes que estaba tendido en el suelo, desde donde recibió los puntapiés de un caballero que pretendía determinar claramente si su verdadero propósito era esquivar el cumplimiento de sus obligaciones.

Rosalie se sintió tan desconcertada por esta escena que se detuvo, y Royce le tironeó del brazo para obligarla a moverse otra vez, pero no antes de que el caballero que estaba golpeando al caído viese que ella lo miraba y le sonriera. El individuo no sentía vergüenza ni arrepentimiento; simplemente, sonreía.

Era sabido que cuando no había damas presentes, los hombres se comportaban casi como bestias. Pero allí había damas, esposas de algunos de los caballeros que residían en el castillo. Era evidente que no producían ningún efecto en el comportamiento de los hombres. Ello revelaba claramente el carácter del señor de Kirkburough, pues la mayoría de los hombres se comportaban según el ejemplo de su amo, para bien o para mal.

Rosalie había evitado volver los ojos hacia la mesa del señor. Deseaba retrasar todo lo posible lo que debía ser su destino. Royce se detuvo para indicarle que había llegado el momento. Aun así, su primera imagen de Aro Vulturi de Kirkburough casi le provocó un grito de horror. La mano de Royce se cerró con más fuerza sobre su brazo. Rosalie había retrocedido involuntariamente un paso.

Era peor de lo que podía haber imaginado. No sólo era viejo, sino que parecía un cadáver. Tenía la piel de un color blanco pastoso, y tan arrugada que no había en ninguna parte un centímetro que pudiera considerarse liso. Lo que restaba de sus cabellos era blanco, excepto un delgado mechón gris, que indicaba cuál había sido el color original, negro azabache. Tenía el cuerpo tan encorvado, que no era más alto que Rosalie, y ésta sólo pasaba unos pocos centímetros del metro cincuenta. Su vestido de seda de colores vivos, adornado en el cuello y las mangas con costosa piel, únicamente conseguía que pareciese ridículo.

El blanco de sus ojos tenía un matiz amarillento. Una película blanca cubría el verde de uno de los iris. Estaba casi ciego. Tuvo que acercarse a pocos centímetros de Rosalie para mirarla, y ella se sintió ofendida por su aliento fétido, que casi le provocó náuseas antes de que retrocediera. Con los dedos curvos, le pellizcó la mejilla y tartajeó, revelando que en su boca quedaban sólo dos dientes.

Royce gritó al hacer las presentaciones y eso indicó a Rosalie que el viejo estaba casi sordo. Fue una suerte, porque Rosalie no tuvo más remedio que tragarse el orgullo y rogar:

-Por favor, Royce, no me hagas esto. Si es necesario que me cases con alguien, elige a otro... a quien quieras... – le suplicó

- Cállate - murmuró ROyce al oído de Rosalie -. Está pactado y prometido.

¿Sin que se pidiera el consentimiento de Rosalie? -Las promesas pueden quebrarse -dijo la joven a Royce. -No; no hay otra persona que aceptara todo lo que yo me propongo pedir.

Lo que él pidiera. Para su beneficio. Rosalie se había rebajado a rogar pero sin el más mínimo resultado. Sabía que de nada le serviría. Jamás volvería a rogar, ni a Royce ni a otro hombre, pues sólo Dios tenía compasión. Los hombres tenían únicamente codicia y sensualidad.

Se volvió para mirarlo y vio que estaba muy cerca. Y con voz neutra, sin sentimiento, dijo:

-Cuídate la espalda, hermano, no sea que mi daga la encuentre. A la primera oportunidad que se me ofrezca, te mataré por esto.

-No digas tonterías -replicó, pero con gesto inquieto sus ojos buscaron los de Rosalie. Y algo en su expresión le dijo que esas palabras no habían sido una amenaza vacía. Parecía realmente impresionado cuando exclamó-: ¡Rosalie!

Ella le dio la espalda y pidió a un criado que la llevase a la habitación que le habían preparado. Si Royce o lord Vulturi hubiesen intentado impedir que saliera del salón, probablemente  les habría ofrecido una excelente muestra de lo que era un ataque de locura e histeria. Pero ninguno intentó nada, y Rosalie tuvo que detenerse en los peldaños sumidos en sombras que llevaban a la habitación de la torre, ya que las lágrimas, que al fin brotaron, le impedían ver.

 

Capítulo 1: OBLIGACIONES Capítulo 3: CAMBIO DE PLANES

 
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