Narrado por Reneesme.

Cumplí siete años de edad, aun que mis siete años eran completamente diferentes a los siete años que cumplían el resto de la humanidad.

Desde que nací se había dado por supuesto que Jacob y yo íbamos a estar juntos, juntos. Supongo que esa obligación fue lo que me llevó a rechazarlo el día de mi cumpleaños.

Ese día mi madre me despertó acariciándome la mejilla, sentada en el borde de mi cama pronunciando mi nombre de la manera más dulce posible. Detrás de ella mi padre y el resto de mi vampírica familia me miraron como ojos enamorados. Me sentía tan protegida entre ellos, tan queridas que me era imposible imaginar una vida sin el amor de mis vampiros favoritos.

Me desperté y uno a uno me acercaron sus regalos. Primero mi madre y mi padre me dieron un pequeño paquete alargado. Parecía frágil.

-          Gracias papas

-          Si aún no lo has abierto cariño - dijo mi padre con ese amor tan inmenso grabado en sus ojos.

-          Pero se que me encantará - contesté con una sonrisa en los labios.

La pequeña cajita envuelta en un papel azul brillante no pesaba prácticamente nada. La abrí con cuidado. Detrás del papel la caja era de color rojo y aterciopelada. Dentro de la caja encontré una pulsera. La suave superficie de plata de la pulsera guardaba una inscripción “Nuestro amor nunca se acaba. BER”

-          ¿BER? – pregunté confusa

-          Bella, Edward y Reneesme – contestó mi madre con una sonrisa de oreja a oreja.

Después los abuelos me regalaron un ordenador portátil, la tía Alice y el tío Jasper un armario nuevo lleno de ropa y la tía Rose y el tío Emmet un viaje a un parque de atracciones.

El día era perfecto, por la tarde todos los chicos de la reserva Quileute vinieron a felicitarme. Seth llegó y me abrazó con todas sus fuerzas, tan cariñoso como siempre, en cambio Jacob me beso ligeramente la mejilla mostrándose raro conmigo.

-          ¿Salimos a dar un paseo? – me preguntó Jacob nervioso.

-          Claro

Mientras nos adentrábamos poco a poco en el bosque, uno al lado del otro, el silencio nos inundaba. De pronto, cuando los arboles  tapaban por completo mi casa, se paró.

-          Tengo algo para ti – seguía notándolo nervioso.

Metió su enorme mano en el bolsillo de su chaqueta y saco una caja del mismo tamaño que la caja que contenía el regalo de mis padres. La abr ansiosa por descubrir que era lo que ponía tan nervioso a mi mejor amigo. La caja de terciopelo negro contenía un collar en forma de corazón.

-          Ábrelo – me dijo Jacob casi susurrando.

El corazón se abrió por la mitad, y en cada una de las parte había una foto.

En la parte derecha del corazón había una foto que nos hicimos en las escaleras de mi casa, yo era prácticamente una recién nacida pero se asomaba la felicidad en mis ojos, felicidad por estar en los brazos de Jacob.

En la parte de la izquierda había una foto mas reciente, una foto que nos hicimos un par de días antes de mi cumpleaños, Jacob estaba sentado sobre una roca, en la playa, y yo estaba sentada a su lado, los dos sonrientes .

Era precioso, el mejor regalo que me podría haber hecho.

-          Gracias

Era lo único que podía decir. Las lágrimas acudieron a mis ojos prisioneras de la emoción por haber recibido el mejor regalo del mundo.

Le abracé, le abracé con todas mis fuerzas, hundiendo mi cabeza en su pecho.

Su mano se deslizó hasta quedarse debajo de mi barbilla. Me obligó a mirarlo a los ojos. Su mirada mostraba ternura pero a la vez los nervios que no entendía seguían presentes en su rostro.

Se acerco lentamente a mí y me besó.

No reaccioné ante el beso, mi cabeza empezó a dar vueltas.

“Él en realidad no me quiere. Sin la imprimación él estaría enamorado de mi madre. No me quiere, solo cree que me quiere.”

Pensando en eso le di un empujón y salí corriendo dejándolo solo en el bosque.